Su Voz (Homoerótica) [En proc...

By AoiSuwabeStark

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Eric es todo lo que un chico de dieciocho años puede ser. Estudioso, le gusta estar con sus amigos, y es aten... More

Su Voz
Prólogo
Capítulo 1: Un nuevo comienzo
Capítulo 2: Haciendo amigos
Capítulo 3: Sueños
Capítulo 4: Los planes no salen siempre como uno espera
Capítulo 5: Tarde en la piscina
Capítulo 6: El amor es de locos
Capítulo 7: Confesión
Capítulo 8: La verdad duele
Capítulo 9: Los buenos amigos, por idiotas que sean, no tienen precio
Capítulo 10: Una noche de concierto
Interludio navideño // La autora tocando lo que no suena al personal
Capítulo 11: Broship
Capítulo 12: 5 de noviembre
Capítulo 13: El día del milagro
NO ES UN CAPI - Seiyuu cast
Capítulo 14: Interrogatorios, presentimientos y soledad
Capítulo 15: Caos y orden
Capítulo 16: Preparativos navideños
¡Celebrando 10.000 lecturas!
Capítulo 17: Una Nochebuena diferente
Capítulo 18: El club de la bollería industrial
Capítulo 19: La vida y sus giros inesperados
Capítulo 20: Mirando al pasado
Capítulo 21: Construyendo un nuevo futuro
Capítulo 22: El cumpleaños más extraño del mundo
Celebrando 20.000 lecturas - Capítulo extra: La otra cara del 5 de noviembre
Capítulo 23: Una cosa lleva a la otra
Celebrando 1 año de publicación - Capítulo extra 2: Malditas pecas
Capítulo 24: ... y una cagada lleva a otra cagada.
Capítulo 25: Sujetavelas
Capítulo 26: Don't miss a chance
Capítulo 27: Contradictorio
Capítulo 28: Inconscientes
Capítulo 29: Salou
Capítulo 30: Entre la duda y la necesidad
Capítulo 31: Todo va bien, ¿no?
Capítulo 32: Egoísmo
Celebrando 50.000 lecturas - Capítulo extra 3: Basorexia (1)
Capítulo 33: Desatado
Capítulo 34: Oscuridad
Capítulo 35: Graduación
Celebrando 60.000 lecturas - Extra 4: Barcelona
Capítulo 36: Orgullo
Capítulo 37: Destinado al fracaso
Capítulo 38: Todo queda en familia
Capítulo 39: Temblores
Capítulo 40: Promesas rotas, promesas nuevas
Celebrando 75.000 lecturas - Capítulo extra 5: Yogurín
Capítulo 41: Septiembre
Capítulo 42: Poderes psíquicos
Capítulo extra 6: Estrellas
Capítulo 43: Brujería
Capítulo 44: Noche de chicos
Capítulo 45: Número de teléfono
Capítulo 46: Mensajes, una llamada y dos tontos enamorados
Celebrando 100K [1]: Extra 7 - Mini-relatos AU
Capítulo 47: Valentía
Capítulo 48: Euforia
Capítulo 49: Catarsis
Capítulo 50: Vacío
Capítulo 51: Cambio de aires
Capítulo extra 9: Una nueva familia
Capítulo 52: La esperanza es lo último que se pierde (Parte 1)
Capítulo 52: La esperanza es lo último que se pierde (Parte 2)
Celebrando 150K lecturas - Capítulo extra 10: Deseos
Capítulo 53: El gato de Schrödinger
Capítulo extra: El cumpleaños de Eric
Capítulo 54: Reinicio forzado
Celebrando 2 años de publicación - Extra 11: Cicatrices
Capítulo 55: Fotografía (Parte 1)
Capítulo 55: Fotografía (Parte 2)
Capítulo 56: Refugio secreto (Parte 1)
Capítulo 56: Refugio secreto (Parte 2)
Celebrando 200K - Capítulo extra 12: No hay peor ciego que el que no quiere ver
Extra concurso - Entrelazados
Capítulo 57: Tal para cual (Parte 1)
Capítulo 57: Tal para cual (Parte 2)
Capítulo extra - Cumpleaños de Álex: A malas decisiones, grandes recompensas

Celebrando 100K [2]: 彼 の 声 (1)

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By AoiSuwabeStark

Bueno, este fue el ganador de la encuesta. Seguimos celebrando, esta vez con un extra inspirado en... ¡manga yaoi! Me lo he pasado muuuuuy bien escribiendo, así que espero que os guste mucho ^____^ Antes de nada, quiero esclarecer unos puntos para que la historia se entienda mejor:

*Los chicos son adolescente. Sí, Álex también xDDDDDU

*Blanca y Eric son gemelos. Esto se ha hecho para que sea aún más cliché.

*Ni los nombres ni las descripciones físicas cambian, para no liaros.

Y ya está, ¡que lo disfrutéis! :D Nos leemos~

********************************

Un repiqueteo, no constante pero sí molesto, fue lo que le despertó. No sabía de dónde venía aquel ruido, y aun así se dedicó a maldecirlo mentalmente mientras estiraba las piernas y después las sacaba de la cama, haciendo que sus pies entraran en contacto con el cálido suelo. Con el sueño tan bonito que estaba teniendo... Allí, su senpai (2) le susurraba a la oreja y él se dejaba hacer, encandilado con aquella voz que le había enamorado desde el primer momento en el que la había escuchado. Pero no, tenían que despertarle justo cuando sus labios pasaban de su oreja a los labios de Eric, y estaban a punto de fundirse en un beso.

Bufó, se restregó los ojos, se limpió con la mano el leve rastro de saliva que se empezaba a secar en la comisura de sus labios y el mentón, y miró hacia la ventana, por la que entraba una luz casi blanca, hermosa y demasiado potente. ¿Cuánto había dormido? Si el despertador debía haberle avisado a las cinco, hora a la que lo había programado para acabar sus deberes de inglés. No podía ser que el sol brillara tanto. Entonces, algo impactó de golpe en la ventana, sobresaltándole. Como un resorte, se levantó de inmediato y se dirigió hacia el cristal, que por suerte no había recibido ningún daño.

Frente a la puerta de su casa, montados en bicicletas, estaban sus dos mejores amigos: Carles y Pau. Les conocía desde siempre, pues habían crecido juntos en aquellas calles, trasteando, tocando timbres y huyendo antes de que las pobres amas de casa abrieran la puerta, escondiéndose en los parques, compartiendo golosinas, quedándose a dormir cada fin de semana en casa de uno de los del grupo... Siempre habían asistido a la misma escuela, e incluso años después, se habían apuntado al instituto más cercano para no estar separados. Eran sus amigos de la infancia y guardaba muchos recuerdos con ellos, la mayoría buenos, y algunos, vergonzosos.

Esos recuerdos eran los más recientes y estaban relacionados con Pau en exclusiva. Su mirada resbaló un momento sobre el rostro del más alto del grupo, quien le dedicaba una sonrisa de suficiencia. No podía decírselo a casi nadie, pero muchas veces, cuando se quedaban solos en la azotea a la hora de comer, compartían besos que harían que la mitad de sus compañeros de instituto se sonrojaran y que la otra mitad les mirara con desprecio. Eric nunca le había ocultado a Pau que no tenía interés alguno en las chicas, igual que él le había dicho de forma clara que se sentía atraído por él. Que acabaran colisionando de aquella forma y haciendo cosas prohibidas en aulas abandonadas en las que nadie podía escuchar sus gemidos era la evolución natural de su relación, que vagaba en un limbo, pues no la habían definido aún. Ni pensaban hacerlo.

Los únicos testigos y los guardianes de su secreto eran Carles y Anna. A la rubia le encantaba saber que estaban juntos, y era la primera que pedía que se besaran delante de ella, porque según sus propias palabras, "no había nada mejor que dos maromos dándose amor". Carles, que no compartía su opinión pero aun así les apoyaba en todo lo que hicieran, nunca se quejaba. Podían ser abiertos respecto a su sexualidad con sus amigos, y aquello no tenía precio.

Para que no se le fuera la mente, trató de ignorar a Pau y centrarse en Carles, que arqueaba una ceja a la vez que señalaba el reloj negro que envolvía su muñeca izquierda. Aún medio dormido, les saludó con la mano, bostezó y se separó de la ventana para buscar su móvil. No podía ser tan tarde, ¿verdad? Seguro que aquellos dos se habían levantado temprano sólo para engañarle y hacer que se diera prisa.

Ver la hora en la pantalla del móvil fue como un jarro de agua fría. No era tarde, era muy tarde. Tan tarde de hecho que, en diez minutos, se suponía que debían estar en clase. El instituto estaba a veinte en bici. Sintiéndose lleno de una energía que segundos antes no existía, se puso corriendo el gakuran (3), fue al baño a arreglarse un poco, cogió la mochila y casi se escoñó bajando de dos en dos las escaleras.

En la cocina, su madre tarareaba animadamente mientras probaba el nikujaga (4) que se olía por toda la casa.

—¿Por qué no me has avisado? —Le recriminó nada más entrar en la cocina para agarrar un par de tostadas y guardar su bento (5) en la mochila.

—Buenos días, hijo —contestó ella sin inmutarse—. Tanto Blanca como yo hemos intentado despertarte, pero no había manera, así que ella se ha ido hace ya una hora porque tenía no sé qué reunión con el consejo. Creo que los chicos te están esperando fuera.

—Joder, ¡joder! —chilló, y su madre esta vez sí que le dirigió una mirada recriminatoria—. Me voy ya.

María soltó un suspiro y se limitó a despedirse de su hijo, que fue corriendo hacia el jardín. Allí, Eric cogió su bicicleta y se montó en ella nada más salir por la puerta. Pau entonces empezó a reírse y Carles le miró con odio.

—¿Qué cojones hacías, pringado? —cuestionó el castaño, pedaleando ya a toda velocidad, seguido por sus amigos.

—Me he quedado dormido, ¿vale?

—No, no vale. Por tu culpa hoy no podemos ir al instituto con tu preciosa hermana gemela, y me voy a perder la gloriosa visión de sus piernas enfundadas en esos calcetines tan monos. Y tampoco podré intentar pillar algún panchira (6) mientras va en bici.

—Deja de tirarle los trastos a mi hermana, mierda de otaku (7) salido, que tienes novia —se quejó Eric, dejando los pies relajados pues venía una bajada muy larga en la que podía descansar.

—Lo sé, y quiero mucho a Anna, pero eso no quita que Blanca sea perfecta. Saca las mejores notas del curso, está en el consejo estudiantil y aunque no sea la presidenta seguro que la acaban eligiendo, el uniforme le queda genial, está buena...

—Sabes que no tiene remedio, pasa de él —le recomendó Pau, que se dejaba deslizar por la carretera a su lado.

Le sonrió a medias, pero no pudo mantener aquella expresión mucho tiempo ya que la bajada acababa y debían pedalear de nuevo. Por supuesto, a pesar de sus esfuerzos y del sudor que empapó sus uniformes, llegaron tarde a clase y recibieron una buena bronca por parte de Laura, quien a pesar de todo, después de darles la charla sobre la puntualidad y las responsabilidades de los estudiantes, les dejó ir a sus asientos entre las risitas de los demás alumnos, espectadores obligados de aquel espectáculo. Laura era su profesora de inglés, bastante buena gracias a que su madre era estadounidense, por lo que había pasado parte de su vida en el país de origen de su progenitora y dominaba perfectamente tanto el japonés como el inglés.

Eric no dejó que nada le hundiera, ni siquiera las miraditas de los que se sentaban a su alrededor. Al principio se había estresado mucho, pero al ver que les tocaba inglés a primera hora se animó instantáneamente. ¿Por qué? Bien, resulta que a principio de curso le habían asignado un asiento al lado de la ventana, desde la que se veía el extenso patio trasero de la escuela. Y, justo a esa hora, los alumnos de tercero tenían clase de educación física. Sí, disfrutaba de unas vistas estupendas de su querido Álex-senpai.

Allí estaba él, rodeado de su grupito de amigos, intentando escaquearse de la clase. Mientras los demás empezaban ya a dar vueltas por el patio, él estaba sentado a un lado, aguantando una regañina del profesor que al parecer le entraba por una oreja y le salía por la otra. Eric soltó una risita al verle, imaginando su cara de aburrimiento, y se olvidó del mundo, pues sólo podía pensar en él.

Sabía muy bien cuándo había empezado aquella obsesión. Era primavera, arrancaba el curso y el camino de entrada al instituto estaba cubierto de pétalos de cerezo, rosados a pesar de que los alumnos los pisoteaban y empujaban por la marronosa tierra. Los nervios se olían en los rincones en los que los alumnos de primero se reunían, sin saber muy bien qué hacer. Eric, por su parte, estaba bastante tranquilo. Iba con Carles y Pau, así que saber que sus amigos estaban tan perdidos como él le relajaba. Fuera lo que fuera que pasara, al menos no estaría solo.

Juntos se dirigieron, siguiendo las indicaciones de una alumna de tercero que se encargaba de ayudar a los novatos, hacia el pabellón en el que tendría lugar la ceremonia de bienvenida. Fueron de los primeros en llegar, aunque el lugar se fue llenando a medida que la gente empezaba a encontrar el lugar y se atrevía a adentrarse en él. Acabaron rodeados de chicos y chicas de su edad que frotaban las manos compulsivamente, se arreglaban el uniforme y el pelo y, en general, observaban a los demás para ver si estaban tan atacados como ellos.

A Eric lo único que le preocupaba era el discurso del director. Era bien sabido que Artur, la persona que dirigía el centro, no estaba muy bien de la cabeza. Había oído cientos de miles de rumores sobre él, a cada cual más bizarro y extraño. Y ni con toda esa información fue capaz de prever la que les vendría encima. Al parecer, algo había pasado con el mejor alumno de la escuela, que tenía que pronunciar unas palabras para los de primero. Así que Artur ya estaba cabreado cuando subió a la pequeña plataforma que hacía de escenario.

—Si es que es culpa mía, me pasan estas cosas por dejar un discurso en manos de ese gilipollas —dijo nada más ponerse frente al micrófono, provocando un silencio inmediato con sus palabras.

Eric creía que después de eso se calmaría, pero le siguió una retahíla de insultos que poco tenía que ver con una bienvenida tradicional. El director puso a todo el mundo a parir, en especial a ese alumno fantasma que por lo visto no se había dignado a aparecer, aunque todos recibieron su ración de lengua sibilina. Después se fue sin apenas despedirse, dejando el resto del evento en manos de Laura, que era la única profesora que reía por lo bajo.

Cuando les asignaron a sus respectivas clases, Eric había tomado una decisión muy clara: no iba a acercarse nunca a un alumno tan problemático como ese. ¿Quién iba a decirle que ese mismo día acabaría enamorado como un idiota de él?

El resto del día pasó con tranquilidad. Por suerte, estaba en la misma clase que Carles, quien no perdió el tiempo ni para apuntarse al club de manga ni para ir a la clase de al lado, en la que habían acabado Anna y Pau. Conocía a Anna desde hacía bastante tiempo, pero no la consideraba una amiga de la infancia. Por eso, tanto él como Pau se habían sorprendido bastante unos meses antes, cuando Carles apareció de la mano de la chica y les dijo que habían empezado a salir juntos. Desde entonces, era parte del grupo, aunque había tradiciones que para ellos eran sagradas y en las que la rubia decidía no meterse porque eran "cosas de chicos", según ella misma decía. Así se explicaba que ella fuera sola a clase mientras los chicos iban juntos, era algo que habían hecho siempre y no tenían ninguna intención de cambiarlo.

Al final del día, todo cambió. El profesor le enganchó justo cuando estaba a punto de salir con su amigo, muerto de ganas de volver a casa para vaguear un rato frente al televisor, y le pidió que llevara unos documentos a la sala de profesores por algún motivo que no escuchó. No le interesaba. Se limitó a coger la pila de folios y a tambalearse bajo su peso por los pasillos hasta que, tras mucho esfuerzo, consiguió encontrar la susodicha sala. Los gritos que se oían a través de la puerta cerrada fueron los que le obligaron a quedarse apoyado contra la pared, planteándose dejar los papeles ahí mismo e irse por donde había venido.

—¡La madre que te parió! Sólo era un puñetero discurso de mierda, Álex. ¿Cuál es tu puto problema?

—Me daba palo levantarme tan temprano —contestó una voz que le pareció preciosa a pesar de no oírla claramente.

Esa simple frase lo cambió todo. No por su contenido, sino por el tono de voz del que la pronunciaba. Como si hubiera tocado un interruptor en su cerebro. Se sintió inmediatamente atraído por ella, por las modulaciones que notaba, por la forma en que acariciaba las palabras y les daba forma. Nunca había oído nada igual, y entonces supo que era lo que quería escuchar cada día al despertarse y al ir a dormir. Esa voz le abrió un mundo nuevo.

Se pegó a la puerta y, como si fuera un espía, se embebió de todos sus matices, disfrutándola.

—No tendría que haberte dado esa responsabilidad. Tus notas son dignas de un genio, pero estás como una puta cabra.

—Dicen que no hay genialidad sin un poco de locura.

—No te excuses, eres imbécil. Con lo bien que vas en clase, especialmente en Literatura. Los profesores estarían encantados contigo de no ser por tu puta actitud. Puedes entrar en cualquier universidad, y aun así no eres capaz de respetar ni unas simples normas. Te he dicho miles de veces que te abroches los botones de la chaqueta y que te quites ese horror de aros que llevas en las orejas. ¿Qué te crees que eres, una vaca?

—Creo que todo esto me da igual, que seguiré haciendo lo que me dé la gana y que me voy a casa. Mis notas son excelentes, ¿no? Felicidades, soy un alumno modelo. Buenas tardes, Artur —dijo aquella voz juguetona.

La puerta se abrió y Eric estuvo a punto de caerse sobre el chico. Y lo que vio le cortó la respiración. Llevaba el gakuran completamente desabrochado, dejando que se viera así una camiseta gris que poco tenía que ver con la camisa blanca que, en teoría, debían llevar debajo de la chaqueta. Un par de aros relucían en la oreja izquierda, los ojos azules estaban enmarcados por unas gafas de pasta negras. El chico lucía una sonrisa traviesa que le robó la respiración.

En ese momento supo que lo suyo era amor a primera vista.

El alumno de tercero apenas le dedicó una mirada de refilón y un saludo con la cabeza, que Eric fue incapaz de devolver, antes de perderse por uno de los pasillos mientras cantaba algo que le sonaba a visual kei (8). Con timidez, entró en la sala, en la que varios profesores observaban cabizbajos sus escritorios mientras el director daba vueltas por la sala, farfullando en voz baja. Sin querer entretenerse demasiado, dejó los papeles sobre la mesa del profesor y salió de ahí tan rápido como pudo, antes de echarse a correr, con el corazón latiéndole acelerado y la sonrisa de su senpai en la memoria.

Poco tardó en recabar toda la información que necesitaba sobre él. Álex era famoso porque no era común que el yankee (9) oficial de la escuela fuera, a la vez, el mejor alumno de su curso. Así que lo de menos fue descubrir su nombre, sus aficiones, su horario de clase y los nombres de todos los que se relacionaban de una forma u otra con él. Tenía fama de rompecorazones, y las malas lenguas afirmaban que por su cama pasaban demasiadas personas a la semana, sin importar que fueran chicos o chicas. Cada vez que alguien se atrevía a preguntarle sobre el rumor, él se limitaba a reír, y así crecía la sospecha, lo cual no hacía más que aumentar su fama y su popularidad tanto en su centro como en otros institutos. No se sabían las preferencias de Álex, aunque estaba claro que los dos géneros suspiraban a partes iguales por él y su fama de malote, y Eric era uno de los que habían caído y besaban el suelo allí por donde pasaba el castaño.

Estaba perdido en sus pensamientos sobre Álex, viéndole estirarse para ceder y ponerse a correr, cuando algo impactó contra su frente, echándole para atrás y haciendo que despertara. Al mirar en su mesa, vio un pequeño trozo de tiza, el proyectil que habían usado. Entonces, cayó sobre él la mirada furibunda de Laura, quien negó suavemente con la cabeza antes de cerrar el libro que tenía en la mano.

—Te veo muy entretenido, Eric, y seguro que prefieres ver a las chicas corriendo que prestarme atención, pero quiero recordarte que la semana que viene tenéis examen —le informó Laura.

—L-lo siento, no volverá a pasar —se disculpó él abriendo el libro que yacía abandonado en la mesa.

—Te perdono si me corriges los deberes que tenemos para hoy en voz alta.

Eric tragó saliva

—... Es que no los he hecho.

—Muy bien, ¿y eso por qué? —preguntó ella con voz estricta.

—Este fin de semana no me encontraba muy bien, así que no he podido. —Era mentira, aunque esperaba que colara. Y lo hizo.

—Ya veo que tienes las mejillas coloradas, ¿tienes fiebre ahora?

—Es posible.

—Está bien —suspiró Laura, rindiéndose—. Igualmente no me sirves de nada aquí si no haces caso. Vete un rato a la enfermería a dormir, y que sepas que mañana quiero que vengas antes de clase a traerme los deberes hechos y sin ningún error, ¿de acuerdo?

—Sí, claro —balbuceó recogiendo sus cosas, fingiendo que le costaba y se mareaba.

Huyó de clase, no sin decirle a Carles mediante señas que hablarían después. Quizás debería haber pasado por el baño un momento para arreglar la situación que se había desarrollado en sus pantalones a causa de observar a Álex durante tanto rato, pero acabó yendo directo a la enfermería. Pasar un rato estirado también le ayudaría a calmarse.

Su rostro sonrojado fue suficiente para conseguirle una de las camillas de la enfermería, en la que se estiró tras cerrar las cortinas que la rodeaban para tener algo de privacidad. Se puso a pensar en sus cosas, y en algún momento se durmió de verdad. No, de hecho no estaba dormido del todo, pero disfrutaba de un agradable duermevela que sólo fue interrumpido por la enfermera, que le dijo en voz baja que tenía que salir un rato. Él se arrebujó mejor bajo las sábanas y se dejó llevar por aquel estado de paz y calma absoluta.

Minutos después, la puerta volvió a abrirse, y él ni se inmutó. No lo hizo hasta que apartaron las cortinas de golpe y la luz inundó aquel pequeño rinconcito en el que se sentía tan cómodo. Y el sol, tan potente, empalideció al instante ante la hermosa visión de Álex y su sonrisa traviesa, que se ensanchó al verle estirado.

—Perdona, pensaba que la enfermera estaría aquí —musitó. Por su tono quedaba claro que no lo sentía en absoluto.

—Ha salido un momento —contestó a toda castaña. ¡Estaba hablando con Álex-senpai!

Álex llevaba todavía el chándal de la escuela, además de una muñequera negra en el brazo derecho. Le vio quitarse la chaqueta y dejarla tirada en el suelo, sin que le importara lo que le pasara. La camiseta que llevaba se le pegaba un poco al torso y allí perdió cualquier tipo de cordura que pudiera tener, pensando en las ganas que tenía de arrancársela.

—Pues tendré que esperarla. Te llamas Eric, ¿verdad?

La saliva se le atragantó, y tuvo que incorporarse levemente en la camilla para no morir ahogado.

—¿Cómo...?

—Sé muchas cosas de ti —le interrumpió Álex, subiendo de un salto a la camilla más cercana a la de Eric—. No pensarás que no iba a fijarme en el chico que me observa siempre. Me picó la curiosidad y decidí investigar un poco sobre ti. Todo el mundo conoce al pelirrojo de primero.

—Así que te has dado cuenta —comentó avergonzado, hundiendo la cabeza en el cojín para tapar su rostro.

—Eres bastante obvio, aunque no te lo tomes mal. En ningún momento he dicho que me moleste que lo hagas.

Levantó de nuevo la cabeza, y se le paró el corazón. ¿Podía existir una imagen más hermosa que la de Álex con el cabello iluminado por el sol de otoño y su sonrisa adornándole los labios, a tan pocos centímetros de él? Seguro que no.

No quería dejar de mirarle, por lo que sacó aquel coraje que la mayoría de las veces huía de él y decidió entrar en su juego. Jugaría a cualquier cosa mientras fuera con él.

—Yo también sé algunas cosas sobre ti —se atrevió a decir tras tragar saliva.

—¿De verdad? ¿Como qué?

—Rumores y habladurías, contigo es imposible saber qué es verdad y qué no.

—No serás de esos que se creen que le doy a todo, ¿no? —Le oyó reír, y fue casi un sonido angelical.

—No lo sé —susurró, sintiendo vergüenza de nuevo. Él había aceptado el juego, debía atenerse a las consecuencias.

El ambiente era denso, extraño, íntimo.

—A lo mejor lo que pasa es que quieres comprobarlo por ti mismo.

Para cuando quiso darse cuenta, Álex ya se había sentado en su camilla y se inclinaba sobre él, lento pero inexorable. Y sus sueños se hicieron realidad. Los labios de Álex se juntaron con los suyos en un beso suave que duró poco. No porque lo cortaran, al contrario, sino porque Álex lo profundizó segundos después al dejar que su lengua se colara en la boca de Eric. Y él se lo permitió, igual que le dejó empezar a desabrocharle la chaqueta después de unos cuantos besos, a cada cual más fogoso y atrevido.

Se agarró un momento a la camiseta de Álex antes de colar las manos por debajo de ella acariciándole la piel suave y tersa, usando una mano para cogerle de la cintura y acercarle hacia su cuerpo, desesperado por notar su calor. Se le notaban las costillas, estaba demasiado delgado, pero no le importaba. Para él, Álex era la definición de la perfección más absoluta.

—Senpai... —murmuró entre jadeos contra sus labios cuando le dejó respirar, aprovechando para mordérselos después.

—Me pone que me llames así. —Álex casi ronroneó a la vez que deslizaba la mano por la entrepierna endurecida de Eric, arrancándole un gemido suave.

—Esto no tiene sentido, no nos conocemos de nada.

—No importa que no lo tenga, esto es yaoi.

—¿Eh? —preguntó, descolocado.

—Así funcionan aquí las cosas. Aunque seamos dos desconocidos podemos follar perfectamente al primer capítulo con el pretexto más idiota de la historia. No importa que todo esto sea irreal y propio de una fantasía sexual absurda. Total, al final acabarás siendo el amor de mi vida. ¿No te parece divertido? —cuestionó con tono pilluelo, lo cual no evitó que su discurso le rechinara en los oídos. No era algo propio de él, sino lo que diría Eric sobre el yaoi cuando se quejaba de los cómics que le prestaba Carles.

Quiso contestar, pero Álex no le dejó, ya que se adueñó de nuevo de su boca. ¿Qué hacía hablándole de yaoi? La puerta se abrió con un fuerte golpe, y le empujó, asustado.

—¡Nos van a pillar! —chilló.

Y así Eric despertó por segunda vez aquel día. No estaba en una enfermería en un colegio japonés, sino en su cama, en casa, y se oía el sonido de la lluvia cayendo sobre Barcelona. Tenía los brazos estirados, como si realmente Álex estuviera allí, encima de él, y tuviera que apartarle para que la enfermera no les viera liándose. Blanca, que no tenía la misma edad que él, le observaba con los brazos cruzados.

—¿Quién te va a pillar? No me digas que ya estabas teniendo sueños guarros con Álex otra vez —se quejó la pelirroja, poniendo los ojos en blanco—. Date prisa, que hoy tienes turno de mañana en el restaurante.

—Gracias —farfulló antes de que Blanca cerrara la puerta a su espalda.

Se le fue la vista hacia el cómic que se había caído al suelo, en el que dos chicos con uniforme parecían estar a punto de arrancarse la ropa. Carles le había dejado el manga y, a falta de algo mejor que hacer, lo había leído hasta quedarse dormido. Así había tenido aquella tontería de sueño.

—Nunca más, lo juro. —En voz alta, se lo prometió a sí mismo como si fuera un borracho en un domingo de resaca.

Después se levantó, dispuesto a empezar su día de verdad.

********************************

Sí, ha acabado como Los Serrano. Deal with it, igual que tendréis que perdonarme mi uso de frases cliché y lo apresurada que va la historia en la parte de Álex y Eric, lo necesitaba para hacer esta preciosa crítica al yaoi :3 

1. Kare no Koe: Significa Su Voz en japonés ;)

2. Senpai: Para los que no estén familiarizados con el manga y el anime, en el contexto de la escuela un senpai es una persona que está uno o varios cursos por encima de ti. Lo contrario, el que está por debajo de ti, es el kouhai :)

3. Gakuran: Uniforme típico para chicos, de color negro y cuya chaqueta se abotona hasta el cuello. En Google tenéis muchas imágenes.

4. Nikujaga: Estofado de patatas (y otras verduras) y carne.

5. Bento: Ración de comida para llevar.

6. Panchira: Conocidos también como panty-shots, son el típico momento en los mangas en los que algo, llámale viento o cualquier otra tontería, levanta las faldas de las chicas y se les ven las bragas. 

7. Otaku: Aunque aquí en general se use para hablar de la gente aficionada al manga y al anime, en Japón es un término despectivo que se usa para describir a aquellos que están obsesionados con una afición, ya puede ser el manga o las maquetas de robots, por ejemplo. En el caso de Carles, conlleva los dos significados pues es un obseso del manga y el anime, como bien sabéis.

8. Visual kei: Es un estilo musical japonés caracterizado por el maquillaje, los peinados y el vestuario de los componentes de los grupos y sus seguidores, que toma varios elementos del punk, el metal, el rock... al igual que su música. A veces también tienen influencia de otros estilos como el pop, la música electrónica, y demás. 

9. Yankee: En Japón, se usa para definir a los alumnos que se saltan las normas, se tiñen el pelo, llevan piercings... Vamos, lo que ellos consideran que son delincuentes juveniles xDDDDDDU Que algunos sí que lo son de verdad, otros sólo llevan esa estética.

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