A la mañana siguiente seguía con fiebre y dolor de garganta, y para las ocho de la mañana ya Calum rondaba por la casa.
Él estaba sospechosamente callado. Mientras yo veía la televisión figiendo que no me molestaba en absuluto su presencia, que más que molestar resultaba ser incómademente agradable. Demonios.
—Oye, Luke...—habló entonces, usando con voz rasposa, y por primera vez, mi nombre—, sobre lo de anoche, yo...—le interrumpí. Había decido no sentirme atraido por alguien que solo vería de este verano al próximo, con seguridad.
—No importa nada de lo que haya pasado anoche—me obligué a mirarlo. Sentí el atisbo de incredulidad en su mirada—. Sólo no pasó nada por lo cual debamos pedir disculpas, ninguno de los dos.—aclaré a secas. Él estuvo por protestar, más el sonido del timbre no lo permitió.
Fui hasta la puerta, y al abrirla, Michael, siendo abrazado de la cintura por Ashton, me sonreía con dos enormes maletas a sus costados.
—¡Sorpresa!—gritaron al unísono.
Santa. Mierda.
☀
Mashton llegó.
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