Luz tras la oscuridad

By AnaBelleNd

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Aquella terrible noche en que Cedric murió, una parte de Zoe también lo hizo, dejándola sumida en la más prof... More

La oscuridad
La promesa
Hogwarts, de nuevo.
La torre de astronomía
La chica de los ojos tristes
El Ejército de Dumbledore
El Escuadrón Inquisitorial
Odio
El galeón
Dame un motivo
Gracias
Demasiadas cosas en la cabeza
T.I.M.O.s , fuegos artificiales y chimeneas.
Vacaciones.
La carta
El club de las Eminencias, una nariz rota y un día muy largo

El Ministerio.

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By AnaBelleNd

La única luz que se podía apreciar, era la de unos pocos candelabros de pared, y la luz verde que desprendían las chimeneas.

Todos caminaban guiados por Harry, que al parecer sabía hacia dónde se dirigía.

Bajaron en los ascensores hasta el departamento de misterios. Un largo pasillo de azulejos negros, brillantes como espejos, se extendía ante ellos. Al final, una sola puerta, tambien negra, les esperaba.

Al cruzarla, aparecieron en una sala, también circular y negra. Con antorchas de fuego azul intercaladas entre una docena de puertas, tambien negras.

Al cerrar la puerta por la que habían entrado, la pared comenzó a girar a su alrededor, dificultandoles el poder encontrar facilmente la salida.

- ¿Y ahora por dónde Harry? - preguntó Ron.

- En mi sueño, yo atrevesaba esta sala, justo por la puerta de en frente, y entraba en otra sala llena de pequeñas luces.

Dicendo esto, Harry se dirigió a la puerta que tenía delante. Tras ella apareció una sala enorme, con una gran vitrina de cristal en el centro del tamaño de una piscina. En su interior, cosas blanquecinas se movían como peces en un líquido verdoso.

- ¿Qué es eso? ¿Peces?- preguntó Ron.

- No lo creo Ron. Parecen... cerebros. - aclaró Hermione.

- Volvamos. Esta no es la sala de mi sueño.

Al salir por donde habían entrado, Hermione marcó la puerta utilizando el conjuro "flagrate", y una equix roja y brillante se grabó en ella.

La sala volvió a girar y Harry volvió a probar con otra puerta. Aparecieron en lo alto de una grada. Abajo, como en una especie de escenario, un arco desquebrajado se encontraba en medio. Zoe comenzó a oir una serie de susurros procedentes del arco de piedra, y como en una especie de trance, no pudo evitar acercarse.

Al parecer no era a la única que le pasaba. Tanto Harry como Luna, se acercaban con la misma cara de curiosidad que ella.

- Harry. Tenemos que irnos. Esta sala no es. ¿Dónde vais?. Hay que encontrar a Sirius, Harry. - Hermione parecía entre muy asustada y enfadada.

- ¿Qué dicen esas voces? - preguntó Luna con su particular tono de ensoñación.

- ¿Qué voces? - preguntó Ron.

- No hay ninguna voz. - dijo Hermione.

- Yo tambien las oigo. Viene del arco. Es como... si hubiera gente dentro. - Dijo Zoe.

- Sí. Parece que hay alguien detrás. - afirmó Harry.

- Chicos, por favor. Es imposible que haya nadie ahí dentro. ¡Es un arco! Por favor Harry, vámonos ya.

- Si, vámonos chicos. - suplicó Neville, que hasta ahora había permanecido callado. Parecía realmente asustado

Cuando al fín consiguieron sacarlos de allí. Repitieron la misma operación. Marcaron la puerta antes de que la pared volviera a girar. Intentaron por todos los medios abrir la siguiente puerta. Pero era imposible. Asi es que, probaron con la siguiente.

- ¡Es esta! -Gritó Harry.

Atravesaron una sala llena de destellos y relojes. Había relojes grandes, pequeños, de pared... De todas las clases. Al final de la sala, una especie de campana con algo parecido a un gas dorado les dejó sorprendidos. En su interior, un pequeño huevo, también dorado, se abría dejando salir un colibrí que, al volar hasta lo alto de la campana, caía y volvía a meterse dentro.

La puerta que Harry buscaba, estaba justo detrás.

- Es esa puerta. Dejad de mirar eso embobados. Tenemos que seguir. - dijo Harry con fastidio.

- Y lo dice el que oía voces dentro de un arco. - protesto Ginny.

Cruzaron la puerta y llegaron a una sala con unos techos altísimos y llena de estanterías gigantes repletas de unas esferas blancas brillantes de todos los tamaños. Bajo cada esfera, se distinguía una etiqueta.

Guiados por Harry de nuevo, recorrieron los pasillos en busca de Sirius. Sin resultado.

- Debería estar aquí. Justo aquí. - dijo un frustrado Harry.

- Harry. Aquí pone tu nombre. - dijo Zoe sorprendida mientras miraba una amarillenta etiqueta debajo de una de las esferas.

El chico se acercó con curiosidad y sin pensarlo, aunque con la sensación de que hacía algo malo, estiró el brazo y cogió la bola.

Justo en ese momento, detrás de ellos, una fría y espeluznante voz les sorprendió.

- Bien hecho Potter. Ahora dame la profecía.

Todos se giraron para ver cómo Lucius Malfoy se acercaba a ellos con la palma de la mano hacia arriba.

Sin darse apenas cuenta, unos diez mortifagos los rodeaban por todas direcciones. Apiñados en el centro, todos levantaron sus varitas asustados.

Mientras Harry y Malfoy hablaban sobre la esfera que había recogido, Zoe apenas podía prestar atención a sus palabras. Solo podía pensar en lo asustada que estaba y en Malfoy. Pero no en el Malfoy que tenía en frente. Si no en Draco. Ahora que apreciaba cómo era su padre de cerca, se daba cuenta de lo poco que se parecían. Por mucho que Draco la hubiera hecho sufrir, en el tiempo que habían compartido juntos, se daba cuenta de que él no poseía esa maldad que se podia apreciar en su padre con un simple vistazo.

Poco después, Bellatrix Lestrange, aparecía detrás de su cuñado ofreciendoles a todos su espeluznante risa.

Definitivamente, Draco no compartía nada con su familia.

Ginny la sacó de sus pensamientos susurrandole que a la señal de Harry, debían destruir las estanterias y correr.

- ¡Ahora! - Gritó el chico.

Seis hechizos "reducto" chocaron contra diferentes estanterias provocando, que miles de cristales y trozos de madera, saltaran por los aires.

Mientras se protegían de los hechizos de los mortifagos que les perseguían, y de los cristales que les caían encima, corrieron hacia la salida.

Para Zoe, todo lo que pasó después fue tan rápido y confuso que apenas si fue consciente de nada.

Cuando se quiso dar cuenta, estaban en la sala del arco, sujetos cada uno por un mortifago, con sus varitas apuntandoles. Harry estaba en el centro, acorralado por Malfoy que le exigía la profecía. Bellatrix sujetaba a Neville, Dolohov a Ron, y a ella un hombre al que no conocía pero que su cara le resutaba muy familiar.

Cuando ya pensaban que estaba todo perdido, unos rayos de luz blanca, aparecieron en la sala. Zoe pudo reconocer a varios de los magos que acababan de aparecer. Estaba Ojoloco Moody, Remus Lupin, y Sirus Black, entre otros.

Se desató una frenética lucha que se inclinaba favorablemente del lado de los buenos.

Zoe lanzaba hechizos defensivos en todas direcciones. No podía permitir que le pasara nada malo a nadie. También lanzaba desmaius, reductos y expelliarmus a diestro y siniestro.

Todo paró cuando un espeluznante grito salió de la garganta de Harry. Zoe se quedó paralizada, sólo un año antes, ella había gritado del mismo modo cuando vio aparecer a su hermano tras la final del Campeonato de los Tres Magos, por lo que no podía ser nada bueno.

Cuando se giró, vio como el cuerpo sin vida de Sirius Black atrevesaba el velo negro que colgaba del arco de piedra. Cómo Harry Potter intentaba ir tras él mientras gritaba su nombre. Cómo Remus Lupin sujetaba a Harry. Y cómo Bellatrix Lestrange reía mientras salía corriendo y gritando.

- ¡Yo maté a Sirius Black!

Harry corrió tras ella sin que nadie pudiera evitarlo mientras los demás inmovilizaban a los pocos mortifagos que no habían conseguido escapar.

- ¿Estáis todos bien? - resonó la voz de Moody.

- Sí - respondieron todos con voces apagadas.

Salieron de allí acompañados de los miembros de la Orden, algo que Ron le había explicado a Zoe.

Al llegar al atrio del ministerio todos contemplaron una escena horrible. Dumbledore, en un segundo plano, también se encontraba allí. Harry tirado en el suelo, tenía una lucha mental contra algo que no podían ver. Una voz gutural escapaba de sus labios diciendo que él no era débil. Parecía que hablaba con alguien que nadie veía.

- Tú eres el débil. No conoces lo que es el amor y la amistad. Y siento lástima por ti.

En ese instante, comenzó a entrar gente por las chimeneas, entre ellos, el Ministro Fudge.

Harry volvió en sí, mientras todos se quedaban anonadados viendo como ante sus ojos, aparecia el mismísimo Voldemort que, tras unos segundos y envuelto en una neblina, desapareció, dejando a todos con una sensación de asombro y miedo, como nunca habían sentido.

- ¡Ha vuelto! - dijo Fudge.

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A la mañana siguiente. Zoe se encontraba sentanda en la cama esperando a Luna para bajar a desayunar. Tras pasar una de las noches más largas de su vida, apenas habían podido dormir. Todos los acontecimientos del día anterior se repetían en su mente una y otra vez.

Bajaron en completo silencio hacia el Gran Comedor. Al llegar al pasillo donde se encontraba la Torre de Gryfindor, se encontraron con Hermione, Ginny y Ron que también bajaban a desayunar.

- Hola chicos- saludó Luna.

La noche anterior había hecho mella en el habitual carácter soñador de la rubia. Se podía apreciar el cansancio en su voz además de las visbles marcas en su piel, y en la de todos.

- Hola. ¿Cómo habéis pasado la noche? - preguntó Ron.

- No muy bien. -Respondió Zoe.- ¿Cómo está Harry?

- No ha querido salir de la habitación. Cuando volvímos al castillo, Dumbledore se lo llevó a su despacho y volvió muy tarde. Esta mañana no ha querido contarme nada de lo que pasó. Tendremos que esperar a que se mejore un poco para saber que ha pasado.

Justo cuando entraban en el Gran Comedor, notaron cómo los habituales murmullos cesaban y todas las cabezas se giraban para mirarles. Al parecer ya todos se habían enterado de los sucesos ocurridos.

En el Profeta, Harry ya no aparecía como un metiroso, sino que volvía a ser El Niño que Sobrevivió.

Los mortifagos que habían logrado apresar, ya estaban en Azcabán, entre ellos, el padre de Draco, que no se dejó ver por el castillo en varios días.

Umbridge se marchó del colegio esa misma mañana, tras ser perseguida por varios reporteros del Profeta.

Faltaban sólo unos días para que terminara el curso, y dados los últimos acontecimientos, el director Dumbledore decidió suspender las ultimas clases ya que habían terminado los exámenes.

Harry les contó lo que había pasado en el despacho de Dumbledore. El director le mostró en el pensadero lo que decía la profecía, ya que ésta se había roto durante la lucha en el ministerio. Al parecer, Voldemort le había elegido como su igual el día que mató a sus padres y desde ese momento ninguno podría vivir mientras el otro siguiera con vida. Harry no llevaba muy bien la muerte de su padrino. No soportaba que nadie le hablara de él o le preguntara cómo estaba, por lo que todos evitaban el tema en su presencia.

La noche antes de volver a casa, Zoe estaba en su habitación preparando su baúl.

- ¡Hola Zoe! -saludó Luna al entrar.- Tienes visita.

- ¿Yo? -preguntó la rubia extrañada mientras Ginny Weasley entraba por la puerta. - ¡Ginny! Hola, ¿Ocurre algo?

- No, que va. Es sólo que llevo unos días queriendo hablar contigo de algo, y bueno, como hoy es la última noche, no podía dejarlo pasar más. Asi es que bueno... si no te viene mal antes de bajar a cenar...

- Bueno, ya veo que yo molesto. Mejor me voy. -les dijo Luna.

- Luna, tú no molestas. -dijo Zoe con tono cansino. Ya estaba cansada de que Luna hiciera sentir mal a la gente con sus comentarios.

- Si que molesto Zoe, pero no importa. Tengo que encontrar mis cosas antes de mañana. Nos vemos en la cena. Hasta luego.

- Uff, siempre está igual. Bueno Ginny, ¿qué querías contarme?

- Pues verás, quería hablarte de lo que pasó con Malfoy en el despacho de Umbridge. Le he estado dando muchas vueltas, porque no era capaz de entender nada. Hablé con Hermione por si ella podía ver algo que a mi se me escapara. Y curiosamente, su respuesta fue: ¨habla con Zoe, las dos entendereís muchas cosas¨. Y aquí estoy.

- Amm, vale. Pues dime de que se trata y salgamos de dudas.

- Cuando Malfoy dijo que me había quitado unos caramelos, mintió. Yo no llevaba nada en la túnica.

- ¿Qué? - respondió Zoe asombrada. - Por eso te miraba así y no te dejaba hablar.

- Al parecer sí, pero eso lo entendí yo solita. El caso es que no entendía por qué quería darle los caramelos a los zoquetes esos. Ni tampoco entiendo por qué él mismo comió uno. A no ser que quisiera que escaparamos. Pero eso no tiene ningún sentido, porque él es Malfoy, adora ver sufrir a la gente, sobretodo si esa gente son lo que él llama ¨traidores a la sangre¨

- ¡Eso no es cierto! Él no es así.

- Es lo que ha demostrado todos estos años Zoe. Tu deberías saberlo mejor que nadie. Bueno da igual. Eso no es lo más flipante de todo. Cuando todos salisteis corriendo y os olvidasteis de mi, él me dio nuestras varitas y me dijo que le golpeara y que saliera corriendo. Imagina mi cara en ese momento. Sí, era exactamente la misma cara que tú estas poniendo ahora. Lo único que salió de mi boca fue un ¨¿QUEEEE?¨ y al verme así, él mismo se lanzó un hechizo a su cara Zoe. Él mismo. A su cara. ¿Te lo puedes creer? Entonces llegaste tú a buscarme. Y eso es lo que te quería contar. Zoe, ¿estás bien?

Mientras Ginny hablaba sin parar, Zoe no podía creer lo que escuchaba. Se había dejado caer en la cama mientras escuchaba con los ojos como platos y la mirada perdida. Ahora lo entendía. Ahora entendía por qué Draco la miraba así en el despacho de Umbridge. Él quería que ella entendiera lo que estaba haciendo. La estaba salvando otra vez.

- Ginny, ¿de verdad no lo entiendes? Él nos estaba ayudando. Quería que saliéramos todos de allí. Y yo he sido una estúpida. Después de lo de la Sala de los Menesteres pensé que él... ¡Le dije cosas horribles Ginny! Y aún así, nos ayudó, incluso sabiendo que podían pillarle nos ayudó.

- Ahora si que no entiendo nada. ¿Te importaría, por favor, explicarte un poquito mejor?

- Draco y yo somos, éramos, algo así como amigos desde hace tiempo. No me preguntes cómo pasó porque ni yo misma lo sé. La cuestión es que era él quien me decía los turnos de las guardias para que no nos descubrieran saliendo ni entrando de las reuniones del E.D. Hablabamos mucho, y llegué a conocerle un poco mejor y a confiar en él. Pero luego apareció con Cho y yo... Me sentí traicionada. Y dolida. Además de que Hermione no dejaba de recordarme cada vez que tenía ocasión lo tonta que había sido por confiar en él. Y luego Draco intentó ser amable conmigo y yo le dije cosas espantosas porque sabía que le harían daño. Y no fue culpa suya, me equivoqué, le hice mucho daño y no se lo merecía. Y ahora tú me cuentas todo esto y no puedo evitar sentirme como una basura.

- Suena muy raro que le llames Draco ¿sabes? - dijo Ginny con una media sonrisa.

- De todo lo que te he contado ¿lo único que se te ocurre decir es eso?

- Lo siento, bromeaba. La conversación se había puesto demasiado tensa. Aunque es verdad que suena muy raro.

-¡Ginny!

- Esta bien... Lo cierto es que no me sorprende mucho. Desde hace tiempo sé que tienes un don, Zoe Diggory. Eres capaz de ver a las personas de verdad. Incluso las que quieren esconderse del mundo o aparentar ser quienes no son. Como Malfoy. Ahora entiendo lo que pasó. ël no nos sacó de allí porque quisiera hacernos un favor. Nos sacó de allí por tí. Por que tú le importas, quizá porque sólo tú eres capaz de sacar lo bueno que ves en él. No creo que Hermione siga pensando que fuiste una tonta. Yo no creo que lo fueras. Si eres capaz de ver algo bueno en él, yo tambien intentaré verlo. Y en cuanto a esa bocota tuya, que es capaz de hacerte sentir la mejor persona del mundo, o de hundirte en la miseria más absoluta, deberías disculparte.

- No querrá escucharme. De verdad que fui terriblemente cruel. -decía una casi llorosa Zoe mirando por la ventana.

- Mira si después de lo ¨terriblemente cruel¨que fuiste, Malfoy fue capaz de hacer todo lo que hizo para sacarte de allí, o es que es tonto de remate, o es que no está enfadado contigo. Y no es de los que parece que sean tontos ¿no crees? Habla con él, además, debe estar pasándolo mal por lo de su padre. Seguramente necesite hablar con alguien de confianza, y por lo que me cuentas, entre vosotros dos hay bastante.

- Sí. Supongo que tienes razón. Hablaré con Draco antes de volver a casa.

Pero no lo hizo.

Sin que nadie se diera cuenta, esa misma noche. Draco Malfoy abandonaba Hogwarts camuflado por las sombras de la noche. En casa, las cosas estaban demasiado tensas. Su padre había sido llevado a Azcabán a la espera de un juicio, junto a otros mortífagos. No es que eso a él le preocupara, pero su ¨querida¨ tía Bellatrix le había sugerido que volviera a casa cuanto antes, porque su madre no estaba bien. Eso significaba en el lenguaje del mortífago, que probablemente su madre, estuviera pagando las consecuencias de la estupidez de su padre a manos del Señor Oscuro. Él sabía que cuando llegara, sería él quien comenzaría a pagarlo. Por eso se había marchado en la noche como si fuera un fugitivo, no quería escuchar cómo le preguntaban por qué tenía que irse antes, porque no sabía si esta vez iba a poder mentir.

Mientras iba en el tren, y con todo lo que sabía que estaba pasando, no pudo evitar pensar en la única persona de la que sí le hubiera gustado despedirse. Cogió pluma y pergamino, y comenzó a escribir una carta que no sabía si llegaría a mandar.

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- ¿Qué creeis que va a pasar ahora que Él ha vuelto? -peguntó Neville mientras se dirigían al andén.

- No lo sé. Pero sí que sé algo, Cuando llegue el momento de luchar, estaremos preparados.- respondió Harry.

- ¿Cómo lo sabes? -preguntó Zoe.

- Porque nosotros sí tenemos algo por lo que merece la pena luchar. -Dijo mirándoles.

Todos sonrieron ante la respuesta de Harry. Tenían mucho por lo que luchar.

Inconscientemente, Zoe buscó con la mirada el destello de un pelo rubio platino, y como la noche anterior, lo único que encontró, fue decepción.

Horas más tarde, ya en casa, una lechuza, negra como la noche, golpeaba su ventana y se marchaba tras dejar una carta en sus manos.

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