Tú cuerpo, mi cuerpo.

By AlejandraGreene

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Valentina es la asistente de Luke, el agente de Tom Hiddleston, pero debido a varios giros en su vida, Valent... More

Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Tom.
Valentina.
Todo termina.
Valentina y Tom.

Tom.

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By AlejandraGreene

– ¡Me veo ridícula!

Gritó Valentina, la verdad es que si lucía un tanto ridícula con aquél suéter tejido de un árbol de navidad enorme en la parte de enfrente.

– ¿Qué dices? Nada en mí podría verse ridículo. Vamos, es navidad, todos en mi casa lucen de esa manera.

Gruñó con frustración, nunca me hubiese imaginado a Tina preocupándose por cuestiones de moda o el qué dirán, pero parecía bastante agobiada, como la última vez que habíamos visto a mamá, parecía que la idea de conocer a toda mi familia la ponía bastante nerviosa.

–Aún faltan unas cuatro horas ¿sabes? No entiendo porque ya te estás arreglando.

– ¡Yo no entiendo porque aún no te estás vistiendo! ¿No se supone que ya estás en tu periodo?

Me sonrojé por completo, no me gustaba que me lo recordaba, por suerte el ejercicio y la comida sana habían ayudado a disminuir el dolor de lo que parecía ser mi tortura personal.

– ¡No es mi periodo, es tuyo! Yo solo lo tome prestado.

–Un hombre en su periodo, si las mujeres supieron de esto seguramente ya estaría recibiendo yo un premio Nobel de la paz o algo así.

Arrugué la nariz y le di un pequeño golpe en el brazo.

–En cualquier caso, si alguien recibiera un premio sería yo por padecer estas situaciones.

Los dos comenzamos a reír y aquello ayudó a aligerar el ambiente tenso que se había provocado por el hecho de pasar la navidad con mi familia, aún faltaban dos días y el plan había sido que en el peor de los casos si todavía para año nuevo no habíamos vuelto a nuestros cuerpos, Valentina me acompañaría hasta Italia para estar con toda su familia.

–Por favor dime que no le has hablado mal de mí a tus hermanas.

Aquello me tomó por sorpresa, odiaba que Valentina pensara que había hablado cosas terribles de ella con todas las personas que conocía –en parte era cierto, pero ella no tenía por qué saberlo-, porque en caso de que ella se enterará de una sola persona más, estaba seguro de que no me perdonaría nunca y esta vez sería definitivo.

Hesité un poco en dar mi respuesta, ¿debía decirle la verdad? ¿Hacerme el tonto si alguna de mis hermanas hacía algún comentario?

–No..., no lo he hecho.

–Cuando eres yo, te vuelves terrible mintiendo. Dime la verdad Thomas, no pienso molestarme... ya no, lo prometo. Sólo quiero que no me tomen en curva.

Suspiré con fuerza, intentando lucir relajado aunque sabía en lo más profundo de mí que se molestaría.

–De acuerdo, hablé un poco de ti con Emma, pero ella... supongo que ya debe haberlo olvidado, de verdad se lo dije hace mucho y muy esporádicamente.

Mentí, en realidad me la había comido viva pero eso ya lo había dejado en el pasado.

–¡No me mientas!

–¡Lo juro!

Me miro de una manera que jure memorizar para mi próxima película como Loki.

–¡Bien! Si, hablé mal de ti con mi hermana, pero intentaba hacerla reír ¿de acuerdo? Y ahora lo siento mucho, déjame llamarla por teléfono para pedirle que no se extrañe de qué lleguemos juntos a casa de mi madre.

Valentina comenzó a reírse a carcajadas y negó con la cabeza.

–No lo hagas, no seas tonto. Ahora ve a cambiarte.

–De acuerdo.

La mire un tanto dudosa pero ella desapareció en el pasillo, había cambiado mucho desde la situación de la audición, supuse que estaba contenta y aquello me agradaba mucho, verla así de feliz, después de todo ya había logrado lo que tanto había venido a buscar, estaba a punto de iniciar una carrera. Aunque tampoco le había dicho lo del beso de Luke, me asustaba demasiado su reacción, podría ser una reacción de satisfacción o de una decepción completa y cualquiera de las dos me haría sufrir a mí también.

Tomé una ducha bastante rápida, sabía que si me tardaba mucho Valentina comenzaba a ponerse nerviosa pensando quien sabe que cosas con respecto a su cuerpo y conmigo, aunque evitaba mucho verlo sobre todo cuando estaba desnudo, ni siquiera lo tocaba más de lo necesario, aquello me parecía demasiado, quería tocarla cuando yo estuviese en mi cuerpo.

Valentina me dio un vestido color rojo que me llegaba hasta las rodillas, me ayudo a peinarme y me maquilló un poco, y mientras lo hacía no dejaba de preguntarme cosas y contarme algunas bromas o experiencias graciosas que había tenido en Italia, yo no podía más que escucharlo como un completo tonto, perdido en sus anécdotas y en el tono feliz que parecía mostrar, nunca la había escuchado tan emocionada, tan tranquila.

Salimos de casa con todos los regalos, los metimos a la cajuela y vimos pasar a la señora Johnson.

Aquella mujer siempre me causaba escalofríos.

–¿Lista?

Pregunté en cuanto subimos al auto, ella me miro con una sonrisa en el rostro, su mano buscó la mía y asintió una sola vez.

–De acuerdo.

Encendimos la radio y nos preparamos para un viaje de dos horas enteras.

Cuando escuchábamos la última canción en el disco de Paloma Faith pude distinguir mi casa a lo lejos. Las manos comenzaron a sudarme de pronto, las piernas me temblaban un poco y me sudaba la nuca. Le había dicho a Valentina que hubiese sido mejor si nos quedábamos en casa y celebrábamos nuestra navidad sólo ella y yo, pero había sido ella quien prácticamente me había arrastrado a casa de mi madre.

–¿Crees que a tu madre no le importe que estés conmigo? O mejor dicho que yo esté contigo.

–No, mi madre siempre ha dicho entre más personas mejor.

–Está bien.

Le señalé la casa y se estacionó justo enfrente, la entrada estaba prácticamente llena de autos, podía reconocer a la mayoría, la mayoría era de mi familia y los otros de algunos amigos de la familia. Salimos del auto y pude notar a Tina nerviosa, la tome de la mano y ladeé la cabeza con una sonrisa, ella asintió de nuevo aunque parecía asentir para sí misma como si se estuviese dando palabras de aliento dentro de ella –lo cual era lo más seguro.

En cuanto abrí la puerta, el familiar aroma de galletas de mi madre me llenó la nariz, adoraba esas galletas de nuez tan deliciosas con aquél sabor tan hogareño que solamente una madre puede tener. La música de fondo en un tono tan bajito me recordó a fiestas pasadas, las personas a mí alrededor regresaban a ver a Tina y le palmeaban la espalda o le sonreían, la mayoría de mi familia, la otra parte eran unos cuantos conocidos que a decir verdad ni siquiera recordaba sus nombres pero cada navidad estaban en casa.

–¡Thomas! ¡Valentina!

Mi madre corrió a abrazarnos, Tina tardó un poco en corresponder lo cual me puso un tanto nervioso pero mi madre no pareció notarlo, en cambio cuando me abrazó a mí prácticamente quería colgarme de sus brazos.

–Tina, cariño... deja a mi madre.

–Ah sí lo siento.

–No te preocupes querida, me gusta la idea de que mi Tom esté con alguien tan cariñosa como tú.

Me sonrojé demasiado, regresé a ver a Valentina quien parecía aguantarse la risa.

Seguimos conversando con mamá durante un rato hasta que ella se fue.

–Tenías razón todos lucen igual que yo.

Murmuró Tina en mi oído, y era cierto casi todos los de la familia usaban en su ropa alguna clase de adorno navideño, vi a mi hermana a lo lejos quien traía un reno enorme en el suéter. ¡Mi hermana!

–Valentina vámonos, ahí viene Emma.

–¿Qué y qué?

–¿Tom?

La escuché hablar a lo lejos, tomé a Valentina del brazo y comenzamos a caminar lo más rápido que nos era posible entre tanta gente.

–¡Tom! ¡Espera un poco, tonto!

Valentina se detuvo de pronto y regresó a ver a Emma, negué con la cabeza con una desesperación tan grande que pensé se me caería del cuello.

–¡Emma, ven aquí!

Valentina la abrazó tomando a mi hermana desprevenida, mientras yo las miraba con los ojos muy abiertos.

–Parecía que huías tonto, ¿por qué no me habías dicho que venías?

–Creí que era obvio.

Respondió ella un tanto confundida, pero lo que Valentina no sabía era el año pasado y el antepasado no había estado en casa para navidad, no sabía por qué pero aquello me avergonzaba un poco.

–Tal vez porque desapareciste el año pasado.

Intenté evitar la mirada de Valentina, y por suerte mi hermana comenzó a hablar con ella de alguno de sus nuevos proyectos, no es porque no me interesaran los trabajos de mi hermana pero en aquél momento... no me interesaban.

Dejé a Valentina hablando con mi hermana y comencé a merodear por la casa, la casa en la que había vivido toda mi infancia, comencé por la cocina, tomé una de las famosas galletas de mi madre caminando y comiéndola al mismo tiempo. Subí las escaleras hasta que llegué a mi habitación.

Mi habitación... se sentía tan ajena ahora.

Las paredes pintadas de color azul, clásico, mi cama, mi estantería llena de libros, todo seguía igual que el día en el que había decidido irme de casa para vivir por mí mismo, aquél era el lugar en el que me había ocultado tantas veces, el lugar en el que había llorado cuando papá se había ido y el lugar en donde aprendí más cosas de mí mismo que en cualquier otra parte.

–¿Valentina?

La voz de mi madre me hizo saltar un poco, me levanté rápido de la cama, ni siquiera me había dado cuenta de que me había sentado.

–Lo siento, no quería merodear por ahí.

–Está bien querida, me supongo que ya no hay nada que desconozcas de Tom.

Ah mi mamá, deseé con todas mis fuerzas que no hablará de aquella manera con todas mis novias anteriores. Ahora entendía porque más de una se había asustado.

–Es una habitación muy linda.

Mi madre miro a su alrededor y con una sonrisa me miro asintiendo.

–Lo es, o bueno lo es cuando está limpia, debiste de haber visto como la dejo Thomas.

¿Qué? Parecía ser que mi habitación no seguía tal y como yo la había dejado al parecer.

Pasamos unos cuantos segundos en silencio hasta que me decidí hablar de nuevo.

–¿Usted extraña que Tom viva aquí?

De nuevo un pequeño minuto de silencio que se vio roto cuando mi madre suspiró con mucha fuerza y de nuevo me miró con una sonrisa, quería llorar, aquella era la sonrisa que usaba cuando fingía una sonrisa, cuando sabía que estaba a punto de llorar.

–Pero claro que lo extraño, es mi niño pequeño, siempre se hace ver como el maduro o el gran hombre de casa, pero para mí siempre será el niño que huía de mí desnudo por toda la casa para que no le diera un buen baño... Pero, estoy tan feliz de ver que haya alcanzado sus sueños, es lo que toda madre desea para sus hijos, verlos realizados y que mejor en lo que él más ama, y después de todo si siguiera viviendo aquí probablemente no estaría contigo que es a donde pertenece ahora.

Sonreí y abracé a mi madre, definitivamente era la mujer más inteligente que había en este mundo, había olvidado lo bien que se sentía escucharla hablar o simplemente sentirla tan cerca.

De pronto comencé a sentir la garganta muy seca y una tos incontrolable me atacó desde el pecho.

–No... puedo... hablar.

Sentía como el aire quedaba atrapado en mi boca pero no bajaba hasta donde era necesario, la vista se me volvió borrosa de pronto, lo último que escuche fue a mi madre gritando mi nombre, mis ojos dejaron de obedecer y el aire se me fue por completo de los pulmones.

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