La pequeñita de papá

Da Babywichis19

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-Mi niña, cuando entres aquí serás una bebé... Mi bebé. ¿Estás de acuerdo con ello? Lo miré emocionada. Aunqu... Altro

Capítulo 1: Conóceme y verás que sólo quiero lo mejor para ti, pequeñita
Capítulo 2: Créeme que no te arrepentirás
Capítulo 3: El adiós a la vida
Capítulo 4: Es momento de comenzar una nueva vida
Capítulo 5: Mi otro gran amor
Capítulo 6: Ahora, permíteme arroparte
Capítulo 7: Te prometo que hoy será un día inolvidable
Capítulo 8: Mañana será un día mejor
Capítulo 9: Te aseguro que no vas a estar sola
Capítulo 10: Te dedico eso y más, mi niña
Capítulo 11: ¿Todo bien, mi niña?
Capítulo 12: Me gusta mucho verte tomar biberón, pequeña
Capítulo 13: ¿Por dónde quieres empezar?
Capítulo 14: Eres única, mi niña
Capítulo 15: Juntos, cualquier aventura es la mejor de mi vida
Capítulo 16: Ven, es momento de arreglar las cosas
Capítulo 17: Eres mi motor para seguir adelante
Capítulo 18: Bueno, es momento de la despedida
Nota
Capítulo 20: Cuéntamelo, vamos a hacerlo juntos
Capítulo 21: Te mereces el mundo
Capítulo 23: Gracias a ti, mi niña
Capítulo 24: Yo sólo quiero verte feliz
Capítulo 25: Gracias, abuela
Capítulo 26: No tienes nada que agradecer, pequeñita

Capítulo 19: Sin lugar a dudas, no estoy lista

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Da Babywichis19

De: Julián Amador

Para: Anna Torres

¡Hola peque! Espero que hayas dormido bien. Estoy... Bueno... Tengo la cara hinchada por el pelotazo, pero gracias al casco estoy bien. Te prometo que estoy bien... Tengo que quedarme un día más en el hospital, pero mañana mismo regreso por ti a la Guarde. Espero que te estés portando bien y siguiendo las reglas, mi niña. Te amo, pequeñita.

Leer el mensaje del pelinegro me alivió el corazón como nada más pudo haberlo hecho. Recibí el mensaje estando en la cocina, sentada sobre mi sillita alta con el resto de mis compañeros de fin de semana. -¡Ahí viene el avioncito!- dijo sonriente Sweet mientras depositaba un pedazo de gelatina color morada en mi boca. Sonreí ante el gesto y me sonrojé. La mujer repitió la acción con Ximena y con Eric, quien sonreía a todos los gestos que hacíamos. -¡Yo quiero más!- dijo alegre J.C. abrazando a Marco, quien le daba de comer. -Terminen sus platos de fruta y podremos ir a jugar... ¿qué dicen si hacemos unas obras de arte para sus papás?- los chicos asintieron y gritaron de emoción. Pensar en hacerle algo a Julián me hacía feliz, pero aún estaba preocupada por él. -Anna, dame tu celular, por favor.- asentí y, siguiendo las instrucciones de Julián sobre ser obediente, hice caso a la mujer. Tomé el tenedor infantil y terminé mis pequeños pedazos de manzana cortada en cubitos. Di un profundo trago a mi vaso entrenador y terminé con el jugo de naranja que me habían servido. -¡Terminé!- gritó al fondo de la estancia Eric, sonriéndome posteriormente a mi. Me sonrojé y repetí la acción del muchacho, seguidos de los demás. -¡Listo! Ya que terminaron, vamos a cambiarnos y a jugar. 

***

-¡Pero yo quiero el disfraz de Capitán América!- pelearon Bernardo y J.C. como auténticos bebés. -Niños, si siguen peleando voy a cancelar la actividad.- puntualizó con firmeza Marco. Los chicos hicieron un gran berrinche y dejaron tirado el disfraz en medio de ambos mientras que por un lado Ximena jugaba a las princesas sentada en el mullido tapete de la sala ambientada como una ciudad de superhéroes. -Vengan, esto lo podemos arreglar.- Marco levantó el disfraz y dialogó con los chicos mientras que yo me mantuve al margen de la situación. -¿Estás bien, Anna?- me preguntó Eric, llegando por detrás de donde estaba. Me giré y encontré sus lindos ojos azules clavados en mi con una gran sonrisa. -Sssiii... Es que nunca había jugado con otros bebés.- me sinceré -Tranquila, todos pasamos por lo mismo. Sólo déjate llevar.- me sonrió y me tendió la mano, la cual acepté gustosa. Me acompañó hasta donde estaba Ximena y me tendió una muñeca con el cabello rubio y ojos azules. -Tu puedes ser la mamá y yo seré el papá.- finalizó el muchacho mostrándome un fuerte muñeco de acción con grandes y marcados músculos -¡Y yo seré su hija!- intervino Ximena con una muñeca vestida como princesa. Durante varios minutos jugamos a la familia con alegría y perdí la noción del tiempo. Eric me transformaba en una niña más, perdiéndome en mi inocencia. Jugamos hasta cansarnos, hasta que Sweet y Marco llegaron para llevarnos de vuelta al comedor a comer. -¡Que bien juegas!- complementó Ximena y yo no pude evitar sonreír y abrazarla -A todos nos cuesta integrarnos a la dinámica del bebé... Llegar al "Little Space" no es tan fácil como parece, pero una vez que lo alcanzas, todo es más sencillo.- me guiñó el ojo Eric y esperó a que Sweet lo sentara sobre la sillita alta color verde pistache. -¿Qué es el "Little Space"?- pregunté inocente, a lo que con ternura me respondió Marco -Es la "zona"... Es cuando estás completamente "metido" en tu papel de bebé... No es algo fácil de lograr, pero cuando estás ahí, te sientes pleno, te sientes feliz siendo bebé, abandonas todo comportamiento adulto y te dejas llevar por tu corazón y tus sentimientos con relación a eso.- tragué saliva ¿Acaso he estado en el Little Space ya?  -Llegar al Little Space no es fácil, Annita. Pero cuando lo logres sin lugar a dudas disfrutarás mucho de estar "libre" de la vida adulta.- finalizó Sweet mientras que me daba un beso en la mejilla. 

***

Terminada la comida y el postre, regresamos a la sala de videojuegos para ver una películas de dibujos animados. Marco preparó palomitas y todos, como locos, devoramos el manjar con mantequilla. Me recosté sobre el colorido sillón y dejé que la película me hiciera olvidarme de los nervios que sentía por Julián y el enorme golpazo que se había llevado la noche anterior. -Anna.- irrumpió Sweet en la habitación, tendiéndome mi celular con ternura -Te escribió Julián.- a toda máquina, me levanté del sofá y corrí hasta ella. -Tranquila, peque. Toma.- me lo dio y sonreí. Revisé mis mensajes y me encontré con un mensaje del mencionado pelinegro. 

De: Julián Amador

Para: Anna Torres

¡Hola mi pequeñita! Estuve dormido todo el día por el medicamento, pero ya me siento mejor. Mañana voy a la Guarde por ti, espero que te estés portando bien. Te amo, bebé.

Al leer el mensaje, no pude evitar sentir un gran alivio y, a la vez, una inmensa felicidad. Pensar en que vería a Julián mañana -un día antes- me aliviaba el corazón. -¿Está todo bien, pequeña?- me preguntó Sweet, a lo que asentí y le mostré el mensaje -Me alegra mucho que Julián esté bien... Anoche te vi muy preocupada por él.- asentí y la abracé, inundándome por su potente fragancia con aroma dulce, como a rosas. -Tranquila, mi niña. Lo importante es que Julián ya está bien. ¿Te dijo cuando volvía?- le sonreí -Me dijo que mañana viene por mi.- la mujer me devolvió la sonrisa -Me alegra, mi niña. Te soy honesta, me duele que te vayas un día antes... Eres una niña muy dulce y me gustaría pasar más tiempo contigo.- tragué saliva, nerviosa -No quiero que me mal entiendas... Lo que pasa es que siempre quise tener una bebé, tan preciosa y tan linda como tú. La vida no me permitió tener hijos, pero he tenido muchos bebés hermosos a quiénes cuidar.- me sonrió y me dio un rápido beso en la frente -Ahora, vuelve a la sala con los niños, pequeñita. Iré a preparar las tinas para cuando termine la película y puedan tener una rica rutina nocturna. Le sonreí, devolví el celular y corrí hasta encontrarme con los demás viendo la película. Marco me sonrió y me mostró un sitio a su lado, invitándome a sentar con él. Me dio un biberón y cerré mis ojos mientras veía la película entre sueños. 

***

-¡Julián!- grité fundiéndome con él en un tierno abrazo. -¿Cómo estás?- pregunté nerviosa al observar su pómulo hinchado y amoratado. -Estoy bien, princesa. Te extrañé mucho.- me dio un beso en la mejilla y me tomó de la mano con fuerza, como si tuviera miedo de que lo soltara -Gracias por cuidar a mi bebé, Sweet. Gracias hermano, eres el mejor.- sonrió a mis dos cuidadores y se fusionó en un gran abrazo con ambos. -Despídete, mi vida. Ya vamos a casa.- me acerqué a ambos y les planté un gran beso en la mejilla a cada uno -Sigue siendo tan buena como lo fuiste, pequeña. Recuerda que aquí siempre tendrás un lugar seguro para ser tu misma.- dijo Sweet y me tendió una paleta en forma de sonaja a manera de despedida -Espero verte pronto en el diamante de juego, peque.- me sonrió marco y me dio un beso en la frente para luego darle las mochilas a Julián. -Niños, despídanse de Anna, ya llegaron por ella.- los chicos se acercaron uno por uno y me abrazaron. J.C. no pudo evitarlo y soltó un par de lágrimas al despedirse de mi -Nos veremos pronto, J.C. eso te lo prometo.- le sonreí y el chico me abrazó aún más fuerte -Mañana viene papi Homero por mi... Le pediré que nos veamos.- asentí y le permití abrazarme unos instantes más. -Adiós Anna... Fue un placer conocerte.- me dijo Eric, formando una cálida sonrisa y dejándome un beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios. Con la cara roja como un tomate, me giré hacía Julián quien sonreía al verme tan feliz. -Bueno, vayamos a casa.-

Durante el trayecto a la enorme mansión de Julián, el pelinegro me contó todo acerca del juego que sí había podido disputar. -Yo te vi en la tele... Me asusté mucho cuando el pitcher te pegó.- el pelinegro sonrió sin desviar la mirada del camino. -Así es este deporte amor... Nunca nadie te pegará con la intención de lastimarte, o bueno, no deben querer hacerlo, jaja.- sonrió con amargura y continuó manejando -¿Quieres decir que alguien podría pegarte porque tenga que hacerlo?- el chico afirmó y me dijo -Algunas veces hay entrenadores que tienen malas intenciones... Algunos piensan que si lesionan a un jugador ganarán una cierta ventaja. Afortunadamente, en este caso el equipo salió victorioso y nos traemos la victoria a casa.- poco convencida con su explicación, asentí y me removí unos minutos sobre mi silla -¿Te duele mucho?- el pelotero soltó una risa y me miró por el retrovisor -Un poco... Pero me dolía más estar lejos de ti, mi pequeñita.- me sonrojé y miré por la ventana -Oye... ¿qué sucede entre tu y el chico rubio de ojos azules?- al saber que hablaba de Eric, mi estómago comenzó a revolverse al instante -¿Eric?- asintió y frenó cuando el semáforo marcó la luz roja -Sólo es un amigo que conocí en la Guarde.- el pelinegro sonrió con malicia -No creo que él sólo quiera ser tu amigo.- dijo con cierta posesión en su tono -Pero él es mi amigo.- dije, aún sabiendo que ese chico hacía que mi estómago se retorciera. -Supongo que en algún momento tendré que dejarte crecer, mi vida.- me sonrió y continuó su marcha dejándome pensando sola... ¿Acaso estaré sintiendo algo por Eric? ¿Acaso me enamoré?

***

-¡Te gané!- me dijo victorioso el pelinegro mientras bailaba de emoción tras ganarme en el videojuego que estábamos jugando. -¡Hiciste trampa!- grité algo molesta, frunciendo el ceño y con ganas de llorar de la impotencia -Amor, estoy bromeando contigo... Cuando juguemos juntos algunas veces ganarás y otras perderás, pero siempre es con la intención de que nos divirtamos.- me sonrió y dejó un sonoro y enorme beso en mi mejilla. -¿Leche? Una ofrenda de paz.- asentí y le sonreí de vuelta, tomando su mano y acompañándolo a la cocina. Me sentó sobre mi sillita y rápidamente vertió la leche en mi biberón con animales de la selva. -Ten.- lo acepté gustosa y devoré el contenido de la mamila con ganas. Por un instante, observé al pelinegro y no pude evitar perderme en su tierna mirada al verme. Su pómulo aún estaba amoratado y tenía ligeramente cerrado el ojo izquierdo tras el fuerte bolazo que había recibido -Anna... ¿podemos hablar?- asentí y finalicé con el tibio líquido -Hace unos días te dije que teníamos una conversación pendiente, ¿lo recuerdas?- al escuchar esas palabras, sentí que mi corazón se achicaba. Asentí y temblé por dentro y por fuera. Las enormes manos de Julián sujetaron las mías y me tranquilizaron con su simple contacto -¿Estás lista para tener esta conversación?- Sin lugar a dudas, no estoy lista. 

-Cuéntame sobre las cicatrices en tus piernas... ¿Cómo te las hiciste?- preguntó al verme lista para responderle. Una lágrima se asomó por mi ojo y comenzó a rodar por mi mejilla mientras que el pasado se arremolinaba como un huracán en mis recuerdos: definitivamente, tu pasado es de lo único de lo que no puedes escapar. 

*Flashback: Anna, 9 años*

Al escuchar los golpes en la puerta, corrí hasta mi habitación. Sabía que se trataba de los cobradores, quienes vendrían por una parte -o todo- el dinero que debían de las apuestas mis padres. -¡Abre la puerta, niña!- gritó mi padre con la botella de ron aún en la mano, entrando a mi cuarto como un torbellino. Fingí que no lo había escuchado y me escondí bajo mi ligera cobija, intentando fingir que dormía para no involucrarme más. -¡TE DIJE QUE SALIERAS!- Me gritó destapando mi cama y casi arrastrándome fuera de mi habitación. Temblando, sin querer contradecirlo más, caminé hasta abrir la puerta. Al hacerlo, me encontré con un hombre alto con una enorme cicatriz en el rostro. -¿Dónde está Andrey?- negué y me hice aún más pequeña -Nnnno esttta ennn casa.- dije con lentitud, a lo que el hombre respondió tomándome entre sus brazos. -Sabemos que está en casa... Si él no quiere atender, tú responderás por él.- en una fracción de segundo, el hombre me colocó una enorme capucha negra en la cabeza, mientras que me resistía y comencé a llorar pidiendo ayuda a quien fuera que me la pudiera dar. 

Desorientada, alcancé a escuchar que me llevaban fuera del edificio, ya que el fuerte ruido de los automóviles se hacía presente a cada segundo. Me cargaban como un costal de papas, sujetando con fuerza mis piernas. En un instante, el hombre me lanzó hacia el piso, cayendo fuertemente con mi espalda arqueada por el dolor. Otro sujeto me quitó la bolsa de la cabeza y me sonrió de una forma que me hizo estremecer. -¿Cómo podemos hacer que su padre entienda que no estamos jugando?- ambos rieron y, mientras uno me sujetaba los brazos y las piernas, el otro comenzó a recorrer mi cuerpo con lascivia. -¿Qué dices si le dejamos un recuerdo que mostrar?- las lágrimas caían a borbotones por mi cuerpo, sin permitirme gritar por el nudo de emociones que tenía en la garganta atorado. El que me sujetaba tomó de atrás de su pantalón una navaja y la paseo por mi cuerpo mientras el otro se tocaba el miembro por encima de la ropa. -Si no fueras tan pequeña...- puntualizó el sujeto antes de plantarme un asqueroso beso en la mejilla, cerca de los labios. Sin quitarme la ropa, el primero tomó la navaja y la usó para rasgar mis ligeros pantalones de lana, haciéndome un fuerte corte de paso. Al deshacerse de ese pedazo de tela, el otro sujeto ahora usó la navaja para escribir con ella "PAGA" en mis piernas, aunque con los ríos de sangre que estaban emanando de mi era difícil leer las palabras. 

Tras unos minutos que parecieron una eternidad, los sujetos terminaron conmigo y me dejaron ahí abandonada en el callejón oscuro, llevándose consigo gran parte de mi dignidad. Me levanté como pude y me arrastré hasta la calle, donde un alma caritativa me sonrió y asustado me llevó hasta el servicio médico más cercano. Al dejarme, grabé en mi retina su rostro y pensé en que, algún día, le devolvería el favor. Los médicos me atendieron y un policía tomó mi declaración, pero al tratarse de una deuda de juego en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad, no la tomaron mucho en cuenta. Al dejarme salir, caminé en la oscuridad hasta llegar a mi casa, esperando encontrarme dentro a mis padres. Para mi buena, o mala fortuna, ambos se encontraban dormitando sobre el sillón tras una evidente sobredosis. Entré a mi habitación y me recosté sobre la cama intentando que las curaciones no se me abrieran durante la noche. Dormí llorando, pidiendo al cielo que parte de este infierno terminara pronto. Lo que no sabía, era que un par de años después, todo se pondría aún peor. 

*Fin del flashback*

Tras escuchar la historia, en la cual en ningún momento vi directamente a los ojos a Julián, clavé mi mirada en él y lo observé llorar como si no hubiera un mañana. Sus ojos, hinchados por llorar, me observaron y, más rápido que la velocidad de la luz, sentí sus enormes brazos cubriéndome con ternura -Anna... Siento mucho por lo que tuviste que pasar.- dejó un enorme camino de besos por mi cabello y mis brazos. Mis lágrimas no se hicieron esperar y le devolví el abrazo. -Gracias por la confianza al contármelo, nena.- intentó sonreír y me levantó entre sus brazos de la silla. Me cargó hasta su habitación y me recostó en la cama con ternura. -¿Me dejarías curar tus heridas?- sin entender a qué se refería, el pelinegro tomó de su mesa de noche una crema para cicatrices y me sonrió. Al instante, y confiada de lo que hacía, me deshice de mi pantalón para quedarme sólo con el pañal puesto. -Déjame cuidarte.- untó crema en mis piernas y, por primera vez en mucho tiempo, dejé de sentir vergüenza por las cicatrices que tenía en ellas. Con ternura, finalizó su tarea y me colocó de nuevo el pantalón. -Te cuidaré siempre, mi amor. Nunca más pasarás por algo así.- dejó un beso en mi frente y se recostó a mi lado. Me acurruqué en su pecho y sentí como sonreía. Pasados unos minutos, respiré hondo y le dije -Creo que es hora de dormir.- pero no tuve respuesta: el jardinero central de los Escarlatas había caído rendido y dormía con auténtica paz. Sonreí y, sin saber en qué momento, igualmente me dejé caer en los brazos de Morfeo. 

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