La pequeñita de papá

By Babywichis19

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-Mi niña, cuando entres aquí serás una bebé... Mi bebé. ¿Estás de acuerdo con ello? Lo miré emocionada. Aunqu... More

Capítulo 1: Conóceme y verás que sólo quiero lo mejor para ti, pequeñita
Capítulo 2: Créeme que no te arrepentirás
Capítulo 3: El adiós a la vida
Capítulo 4: Es momento de comenzar una nueva vida
Capítulo 5: Mi otro gran amor
Capítulo 6: Ahora, permíteme arroparte
Capítulo 7: Te prometo que hoy será un día inolvidable
Capítulo 8: Mañana será un día mejor
Capítulo 9: Te aseguro que no vas a estar sola
Capítulo 10: Te dedico eso y más, mi niña
Capítulo 11: ¿Todo bien, mi niña?
Capítulo 12: Me gusta mucho verte tomar biberón, pequeña
Capítulo 13: ¿Por dónde quieres empezar?
Capítulo 14: Eres única, mi niña
Capítulo 15: Juntos, cualquier aventura es la mejor de mi vida
Capítulo 17: Eres mi motor para seguir adelante
Capítulo 18: Bueno, es momento de la despedida
Nota
Capítulo 19: Sin lugar a dudas, no estoy lista
Capítulo 20: Cuéntamelo, vamos a hacerlo juntos
Capítulo 21: Te mereces el mundo
Capítulo 23: Gracias a ti, mi niña
Capítulo 24: Yo sólo quiero verte feliz
Capítulo 25: Gracias, abuela
Capítulo 26: No tienes nada que agradecer, pequeñita

Capítulo 16: Ven, es momento de arreglar las cosas

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By Babywichis19

-¡Mira nena! ¡Ahí están los monos!- me gritó Julián con emoción mientras que me cargaba para acercarme al límite de donde podíamos acercarnos. Me abrazó con ternura mientras que observábamos a los primates. Ya estábamos cerca del horario de cierre, pero eso no evitaba que mi corazón se desbordara al ver a los animales de la selva. -¿Quieres ver a los elefantes?- casi sentí que brincaba de la emoción -¡Claro, Julián!- le di la mano y caminamos. La enorme gorra de Julian evitaba que el sol quemara mi rostro, pero de momentos tenía que acomodarla para que no me tapara la visión. Caminamos unos minutos hasta que llegamos a la tierra de los elefantes, donde observé con mucho detenimiento buscando entre la maleza un elefante. -No veo ninguno...- dije desanimada, perdiendo mis ojos entre las plantas -¡Mira, mi niña!- me gritó el pelinegro, levantando mi mirada hacia la derecha, donde pudimos ver a un elefante con su cría. -¡Wow!- grité y me perdí en la escena del pequeño elefante comiendo y su mamá cuidándolo. -ATENCIÓN A TODOS LOS VISITANTES, LES RECORDAMOS QUE EL ZOOLÓGICO CERRARÁ EN 10 MINUTOS.- ¿10 minutos nada más? -¿Nena?- me giré y le di la mano al jardinero de los Escarlatas -Es hora de ir a casa... ¿quieres comer?- negué y me sentí triste al pensar que casi no habíamos podido ver a todos los animales. -¿No tienes hambre?- negué nuevamente -Te dije que no.- respondí y, al observar el gesto torcido de Julián, supe que había cometido un gran error. 

-Vamos, señorita.- giró sobre sus talones y, tomando entre sus manos la mochila que traíamos con nosotros. -Jujjulián... Lo siento.- me acerqué a él y lo observé: parecía que echaba humo por las orejas. -Vamos a la casa.- caminó y lo seguí sin más remedio. Pasamos de largo algunos animales y, finalmente, llegamos a la tienda de regalos. Al ver las vitrinas, me quedé perdidamente enamorada de un elefante color azul cielo. Lo observé detenida y desee con toda mi alma tenerlo entre mis manos. -Anna, te dije que ya nos vamos.- Julián se encontraba a unos metros de mi, observándome con dureza. Di un rápido vistazo al animal de felpa y caminé con la mirada baja siguiendo al pelinegro. Al llegar a la camioneta, me abrió la puerta y me abrochó las cintas de la silla, cerrando tras de si la silla. No hubo beso. No hubo caricia. No hubo chupón. Subió al auto y arrancó el motor, sumiendo el trayecto en un sepulcral silencio que hacía que la piel se me pusiera de gallina. 

***

Llegamos a la casa y el proceso se repitió a la inversa. Bajamos del auto y entramos a la casa en silencio, como si no existiera el otro. -Sube a tu habitación.- dijo de espaldas a mi, mientras caminaba hacía las escaleras y entraba al gimnasio. Me quedé petrificada, completamente estática, como si me hubieran clavado a la tierra misma. Sin más remedio, subí las escaleras, pasando de largo la biblioteca y el gimnasio. Escuché la fuerte música salir de la habitación y no pude evitar asomarme con disimulo para ver qué hacía el pelinegro. Lo observé recostado en una banca, levantando con fuerza una barra con grandes discos de peso. Lo observé, concentrado, perdido en lo que hacía. -¿Quién te dijo que espiar es cortés?- dijo, aún manteniendo la mirada en el techo mientras levantaba la barra. Me acerqué lentamente y con las piernas temblándome, así como con el corazón desbordándose de mi pecho. -Te pregunté algo, Anna.- caminé un poco más y tragué saliva antes de hablar -Lo ssisssiento, Julián.- la voz temblaba como la gelatina misma -Lamento haberte espiado y mi actitud en el zoológico.- el pelinegro dejó la barra sobre su soporte y se incorporó -Anna, habías prometido que no serías descortés.- asentí y sentí que una lágrima me corría por la mejilla -¿Sabes que debo castigarte, cierto?- asentí y temblé. -Pensé que el correctivo de la vez anterior había sido suficiente, pero veo que no lo fue. Como castigo, en esta ocasión, no iremos mañana a la Liga y tienes prohibido utilizar tus cosas de softball.- se levantó y caminó a apagar la música. Sin saber de dónde o por qué, me dolió con toda el alma no poder utilizar mi guante y mi bate. 

Asentí y me giré para salir -¿Quién te dijo que podías retirarte, Anna?- volví la mirada para encontrarme a un duro y frío Julián. -Este castigo dura de aquí a que regrese de la gira con el equipo. Tienes estos 4 días para pensar en lo que hiciste y entender bien por qué te estoy castigando. Pero si lo entiendo... Sé que lo hice mal... Pero nunca pensé que me dolería así. -Está bien...- tragué saliva -¿Puedo retirarme ya?- el jardinero asintió y tomé mi existencia y me retiré a mi habitación. Al llegar, me senté en la mullida alfombra y dejé que las lágrimas me invadieran. Me recosté haciéndome un ovillo y lloré, dejando que la tristeza de mis errores -sumados al merecido castigo- me llenaran. Nunca pensé que me dolería tanto no tener un implemento deportivo. Nunca pensé que me dolería tanto no tener un beso de despedida. Nunca pensé que me dolería así la indiferencia del jardinero central de los Escarlatas. Me levanté del suelo y seguí llorando mientras que sacaba un libro e intentaba colorear, como si eso pudiera hacerme sentir mejor. Dibujé uno de un dinosaurio cuando se me ocurrió como mejorar la situación. Tomé una hoja con un sol y lo coloreé con mucha dedicación, mientras que utilicé un lápiz para agregarle a los costados unas pelotas de béisbol. Hasta abajo, le escribí un pequeño mensaje a Julián 

"Espero que puedas perdonarme. Sé que me merezco estar castigada, pero nunca pensé que el no tener un beso de despedida pudiera dolerme tanto. Te quiero, Julián."

Lo tomé y caminé a la habitación de Julián. Tenía la puerta cerrada. Con delicadeza, lo deslicé por debajo de su puerta y regresé a mi cuarto casi corriendo. Me senté en el piso y tomé entre mis manos al Señor Elefante. Me acerqué a mi mesa de noche y tomé el chupón, poniéndolo entre mis labios. Me recargué en la cuna y abracé con fuerza al animal de felpa, esperando que su contacto me hiciera sentir ligeramente más apapachada por el pelinegro, así como deseando que mi dibujo ablandara la dura molestia del pelinegro. 

***

-Despierta, mi amor.- las dulces manos de Julián me levantaron del piso, sentándome en el cambiador. Abrí mis ojos de par en par, encontrándome con el pelinegro, vestido con una piyama color guinda. Me sacó el chupón de la boca y limpió las lágrimas secas que habían escurrido por mis mejillas. -¿Estuvo bien la siesta?- me sonrió con ternura y me desabrochó la ropa, intercambiándola rápidamente por la piyama de dinosaurios color rosas. -Amor, es momento de que sigamos con nuestra plática del otro día... ¿estás bien?- asentí y tragué saliva, sintiéndome triste por lo que habíamos pasado previo a este encuentro. -Ven, es momento de arreglar las cosas.- me dio la mano y bajamos las escaleras mientras terminaba de despejarme del sueño. Llegamos a la cocina y me sentó en la silla alta, tomando asiento a mi lado. -Estábamos hablando el otro día sobre mi pasado... Hablamos sobre mi familia y sobre lo que pasará cuando salga de viaje... Pero primero tenemos que hablar sobre hace un rato.- tragué saliva y sentí que empezaba a sudar -Fuiste muy insolente hace rato en el zoológico, lo sabes, ¿cierto?- asentí -¿Por qué te comportas así?- negué y sentí como las lágrimas comenzaban a salirse por mis ojos -Lo siento... De verdad lo siento.- me dio un rápido beso en la frente y me miró -Te prometo que no estoy molesto... Te prometo nunca dejarte sin tu beso de despedida.- me sonrió y entendí que había recibido mi mensaje a través del dibujo

-Prometo que ya no me voy a portar mal.- el pelinegro esbozó una sonrisa y me dio una rápida caricia en la mejilla -Lo sé, mi amor. Pero sabes que debes estar castigada, ¿cierto?- asentí y agaché la mirada -Aunque... creo que reduciré tus días de castigo. Veo que entendiste la lección.- me sonrió -Gracias, Julián.- sonreí e intenté levantarme de la silla para abrazarlo. -Tranquila, mi niña.- me desató y se abalanzó sobre mi, abrazándome. -Ahora si, ya que terminamos con este asunto, arreglemos la dinámica de los días por venir.- asentí y esperé pacientemente a que el jardinero me explicara todo lo que tenía que saber. -Primero que nada, falta una semana para que mamá y mi hermano nos visiten, ¿te sientes cómoda con ello?- asentí, aunque no del todo convencida. -Me da temor que no me acepten.- agaché la mirada, a lo que el pelotero respondió levantando mi mejilla, clavando sus ojos en los míos -Te van a amar, aunque no tanto como yo.- sonreí y prosiguió -Ya que sé que estás cómoda con eso, es importante que te explique las opciones que tenemos para esta primera semana en que viajo... La dinámica es simple, es similar a lo que viven J.C. y Homero cada que salimos a viajar.- tragué saliva con dificultad. Saber que J.C. se sometía a la misma rutina me hacía sentir acompañada, pero estar lejos de Julián, ahora mismo, me parecía la peor idea que podía pensar. 

-Te explico. Funciona de la siguiente manera... Tengo una conocida que podría cuidarlos a ti y a J.C.... se trataría de una niñera. O, podrías ir a la misma guardería sonde se queda J.C.- ¿Guardería? ¿Hay guarderías para Age play? Sé que existe una escuela... Nothimee es la respuesta... Pero... ¿Guardería?  ¿Cómo funciona eso? ¿Ahí alguien va a cambiarme el pañal? -No entiendo... ¿cómo funcionaría?- respiró hondo y me sonrió -Me sorprendería que no tuvieras preguntas, mi amor.- escuchar esas palabras salir de su boca me calentaban el corazón -Te explico... Hay una guardería... Se llama así "Guarde"- reí un poco y observé como me sonreía de vuelta. -La Guarde es un lugar donde la Comunidad del Age Play se ha reunido por mucho tiempo, es nuestro "espacio seguro"- remarcó las comillas -Y ahí nos reunimos con nuestros pequeños... Nuestros bebés son el motivo por el cual nos reunimos ahí, el motivo por el cual ese lugar es un espacio seguro para nuestros pequeños.- asentí -Y como algunos de nosotros tenemos... ocupaciones.- se rio un poco -Pues la Guarde abrió el servicio de guardería para cuidar de nuestros bebés.- ahora todo resultaba más sencillo -Ahora, J.C. te podrá contar... La Guarde es un lugar muy divertido... Hay juguetes, tutores para que no pierdan sus avances en clase, habitaciones... Todo tipo de diversión para nuestros hijos. Y, obviamente, hay personas que se encargan de cuidar de ustedes en nuestra ausencia.- asentí y me removí unos instantes en mi silla -¿Qué opinas? ¿Crees que es una buena idea? Te prometo que J.C. estará contigo, no vas a estar sola.- asentí y respiré, pensando en la mejor opción para esta nueva locura. -¿Prometes que J.C. estará conmigo?- asintió y me dio un rápido beso en la mejilla -¿Tu que recomiendas?- el pelotero me sonrió con ternura -Yo diría que la mejor opción es la Guarde... Sinceramente creo que el conocer más bebés como tú te hará bien. En verdad, no son tan pocos como tu crees.- soltó una ligera risa y asentí con la cabeza -Estoy de acuerdo, Julián. Pero... ¿cuándo me dejarás ahí?- solté una pequeña lágrima, la cual limpió con ternura el jardinero -Tranquila, aún tenemos un día más para estar juntos.-

***

Luego de cenar subimos a mi habitación, donde con ternura Julián preparó la tina, ahora con un rico aroma a rosas. -Ven, ya está listo.- me cargó entre sus brazos y me acunó mientras entrábamos a mi baño privado. Con ternura, se deshizo de mi piyama y de mi pañal, sumergiéndome en la tina de agua caliente, refrescando mi cuerpo. Suavemente, el pelotero pasó la esponja por mi espalda y lavó mi cabello con un delicioso shampoo con aroma a vanilla y chocolate. Sin saber por qué, la loca idea de no dormir en mi cuna pasó corriendo por mi mente. -¿Julián?- dejó un beso en mi frente y sonrió -¿Puedo preguntarte algo?- asintió y se detuvo -¿Me dejarías dormir contigo?- Julián se pasó a un costado mío y me sonrió. El agua cubría mi cuerpo desnudo, pero él nunca quiso ver mi cuerpo, sólo miró mis ojos con ternura -No hay nada que me haría más feliz que eso, mi amor.- sonreí y sentí como me levantaba de la tina y me colocaba la mullida toalla en mi cuerpo. Me cubrió completamente y me cargó hasta el cambiador, vistiéndome y mimándome con cariño y amor. -Sé que te estoy malcriando un poco con esto, pero que duermas fuera de tu cuna una vez no hace daño a nadie.- secó y peinó mi cabello antes de bajarme. -Toma al Señor Elefante... Prepararé tu leche y subo enseguida, espérame en mi cuarto.- asentí y salí tras de él, entrando a su habitación sola. La atmósfera de su cuarto era sobria, con esos detalles beisboleros que tanto caracterizan al pelotero. 

Me detuve a ver las fotografías en su pared, esas que tanto me habían gustado la primera vez que las vi con él... El día en que llegué a esta casa. Caminé y me recosté en la enorme cama del beisbolista. Cubrí mi cuerpo con la enorme cobija color guinda y abracé al Señor Elefante, esperando a que llegara Julián de la cocina. A los segundos, el pelinegro regresó con una mamila en una mano y una enorme sonrisa en el rostro. -¿Cómoda?- asentí y observé como se metía en la cama conmigo. -Permíteme poner esto aquí.- colocó unas almohadas a mi lado para evitar que cayera por el otro lado de la cama- Y ahora, vamos a dormir.- me dejó un rápido y tierno beso en la frente y me entregó la mamila. Coloqué el biberón en mi boca y tomé toda la leche que tenía, enamorándome del sabor tan dulzón que tenía. -Ahora, el toque final.- me puso el chupón entre los labios y me sonrió. -Ah, olvidaba darle las buenas noches al Señor Elefante.- dejó un rápido beso en el elefante y luego un beso en mi mejilla -Te prometí no dejarte nunca más sin tu beso de despedida, ¿no es así?-


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