"WONDERWALL; Hermione Granger"

By August_dann

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❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos est... More

"Prólogo"
El prisionero de Azkabán
⭑ "Primer trauma del año"
⭑ "Nuevas reglas"
⭑ "Draco y su mala suerte"
⭑ "El boggart del armario"
⭑ "Sirius Black"
⭑ "¿Augusta o Hermione?"
⭑ "El partido de Quidditch sale mal"
⭑ "Dia de hospital"
⭑ "Hogsmeade"
⭑ "Un nuevo Rosier"
⭑ "Disculpas y ranas de chocolate"⭒
⭑ "¿Cita?"
⭑ "Tú"
⭑ "Como una puesta de sol"⭒
⭑ "Bienvenida con postres a media noche"⭒
⭑ "Salamandras y un perro mañoso"
⭑ "Patronus"
⭑ "Amelie contra Ravenclaw"
⭑ "Una perfecta heredera"
⭑ "Me besaste"
⭑ "Tejones contra Aguilas"⭒
⭑ "Como hacer enojar a un Rosier. By: Draco Malfoy"⭒
⭑ "Black odia a los pelirrojos"
⭑ "¿Potter perdió la cabeza?"
⭑ "Copa de Quidditch"
⭑ "Predicción"
⭑ "Un perro, dos gatos y una rata"
⭑ "Accidentalmente asesine a mi profesor de pociones"
⭑ "El secreto de Hermione"
⭑ "Plumas de azúcar"
El cáliz de fuego
⭑ "Beautiful girl"
⭑ "Starry eyes"
⭑ "Happy birthday, Amelie"
⭑ "Dollhouse"
⭑ "Sunlight"
⭑ "Un ángel en el infierno"
⭑ "Comida hecha de esclavitud"
⭑ "Los increíbles hurones botadores"
⭑ "Maldiciones Imperdonables"
⭑ "Feliz cumpleaños, Granger"
⭑ "Enemigo con rostro bonito"
⭑ "¿Ojoloco Moody?"
⭑ "Potter, the flying boy"
⭑ "Smithereens"
⭑ "When you know, you know"
⭑ "Desamor"
⭑ "Juramento Inquebrantable"
La Orden del Fénix
⭑ "Casa Black"
⭑ "Regulus A. Black"
⭑ "Slytherin, Gryffindor and Ravenclaw"

⭑ "Problemas, problemas y más problemas"

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By August_dann

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—Hola, hola... —saludó Amelie una vez se dejó caer a lado de su hermano en la mesa del comedor.—¿No les parece una mañana hermosa?

Todos se giraron a mirarla con las cejas en alto, era muy usual que Amelie maldijera el día y gruñera por todo a su alrededor. Pero en las últimas dos semanas parece haber renacido de algún capullo de mariposa, porque no parada de sonreír y hacer cumplidos a sus amigos.

Incluso Pansy, recibió una parte de su buen humor. A la mañana siguiente, luego de que Hermione la besara; Amelie se levantó con tanta energía que se acercó abrazar a Pansy para decirle lo mucho que la apreciaba y, le juro, que jamás volvería a usar su cepillo de dientes para limpiar los colmillos de Augusta.

—Bien, ¿estás planeando un asesinato o algo así?— comenzó Orion con curiosidad y la interrogó con la mirada.

—¿Qué? ¿Un asesinato? ¡Claro que no!—se burló ella, ignorándolo y procediendo a llenar su plato de alimentos.

—Podría jurar que lo estás haciendo... —Orion devolvió su atención a su comida, aunque, pensaba que su hermana escondía algo.

En realidad, lo hacía.

Amelie siguió comiendo tranquilamente, con Augusta en sus piernas, que maullaba cada dos segundos para que ella la alimentara.

En aquel momento, el trío de oro entró por la puerta del gran comedor. Hermione iba en medio de Harry y Ron, mientras hablaban. La segunda prueba del torneo estaba más cerca que antes y seguramente Harry estaba más que nervioso.

Amelie siguió con la mirada a Hermione, hasta que la castaña ocupó un asiento a lado de Ginny en la mesa. De forma inmediata, llevó sus ojos hasta la mesa Slytherin, donde la sangre pura la miraba con ojos brillantes; le sonrió de manera nerviosa y apartó la vista con las mejillas rojas.

En las últimas dos semanas no habían aclarado exactamente su relación, aunque, ahora ambas eran plenamente conscientes de que compartían los mismos sentimientos. Habían regresado a sus sesiones de estudio en la biblioteca, solo que, en aquellas ocasiones Amelie era mucho más pegajosa que nunca; se la pasaba repitiéndole a Hermione lo bonita que era y siempre le tomaba la mano debajo de la mesa.

De alguna manera quería demostrarle los sentimientos que había estado guardado desde hace un tiempo. Y Hermione no se quejaba. ¿Cuantas veces no soñó con eso?

Ambas estaban enamoradas, que aveces era difícil no querer pasar un día completo la una con la otra, para simplemente deleitarse con su cercanía. Sin nada más que solo un cariño puro e infantil.

¿Así es como se sentía el amor? Bueno, Amelie no podría explicarlo a detalle, pero si de algo estaba segura era que Hermione era la única que podría despertar estos sentimientos tan confusos y maravillosos.

Cuando el grupo de cuarto año terminó su desayuno, se dirigieron al aula de Encantamientos con el profesor Flitwick.

—¿La clase de hoy es con los Gryffindor, cierto? —preguntó Theo, mientras caminan por los pasillos de Hogwarts.

—Si, como la mayoría de nuestras clases —masculló Draco con disgusto.

El día de hoy, sus dos guardaespaldas, Goyle y Crabbe lo seguía de cerca como chicles pegados al zapato. Y eso ponía de mal humor a Amelie, sobretodo cuando se detenían en el pasillo para empujar a lo niños de primer año.

—A mi no me molesta compartir con ellos —comentó hacia la mueca de disgusto de Draco—, creo que solo estás molesto con la fama de Harry.

—¿Por qué estaría molesto? ¡Si es él quien se va a morir en la siguiente prueba!

Amelie estaba a punto de responderle, cuando una risa sarcástica provino detrás de ellos; era el trío de oro, junto a algunos Gryffindor que también se dirigían hacia el salón de Encantamientos.

—¡Oh por favor! Tu ni siquiera resistirías una prueba sin ponerte a llorar como bebé —declaró Hermione rodando los ojos con fastidio. Harry y Ron tenían sonrisas satisfechas en el rostro.

Amelie, en cambio, la miraba fijamente con ojos de corazón.

—Cierra la maldita boca sangre sucia de dientes largos —exclamó Draco con asco y Amelie salió de su burbuja para acercarse a él y tomarlo con dureza del antebrazo. Los dos guardaespaldas del rubio se habían colocado detrás del él, como si quisieran protegerlo, pero Amelie sabía que ni los dos juntos podrían en un duelo contra Hermione.

La castaña en lugar de ofenderse, saludó a alguien detrás de Draco:

—¡Hola, profesor Moody!

Draco palideció y giró de un salto, buscándolo con la mirada, pero Moody, por obvias razones no estaba en el pasillo. Amelie también se había puesto en alerta al escuchar aquel nombre, sin embargo, no fue tan obvia al demostrarlo.

La verdad, es que ya no quería convertirse en ningún roedor.

—Eres un huroncito nervioso, ¿eh, Malfoy? —dijo Hermione mordazmente, y luego procedió a seguir caminando por el pasillo.

Amelie estaba entre sentirse ofendida o sentirse aún más enamorada de Hermione.

Quizás, la segunda.

Theo y Blaise se echaron a reír en voz baja por la cara de Draco; definitivamente tenían que contarle esto a sus demás amigos.

—¡Muy bien!—exclamó el profesor Flitwick, una vez todos estuvieron en sus asientos correspondientes. Amelie estaba sentada con Theo, en una mesa detrás de Hermione; así que ella podía verla a la perfección—. ¡Hoy aprenderemos el encantamiento repulsor!

El profesor Flitwick comenzó a explicarles la manera correcta de realizar el encantamiento, y Amelie estaba más ocupada soñando despierta con Hermione.

Depulso, es un encantamiento que aleja objetos y seres vivos del lanzador, mandándolos a volar muy lejos hacia un lugar en concreto; esto depende de la fuerza de quien lanza el hechizo. ¡Y nosotros lo practicaremos hoy! —asintió satisfecho el profesor y se alejó de ellos para traer con su varita una pila de cojines.

—¿Por qué estás dibujando corazones? —le murmuró Theo, en el oído cuando la vio garabatear con su pluma.

—¡No es nada! ¡Viste mal!

Amelie tapó con sus brazos el pergamino y le lanzó una mirada matadora a su mejor amigo; Hermione frente a ellos, escuchaba perfectamente la conversación con las mejillas teñidas en rojo.

—¿Cómo que no es nada? Pero si ahí se ven bien claritos... —señaló con su dedo al pergamino y Amelie apartó su mano de un golpe.

Por fortuna, el profesor Flitwick interrumpió su conversación antes de que Theo siguiera preguntado.

—Ahora todos, por favor, pónganse de pie; empujen sus mesas hasta la esquina y por último tomen un cojín del montón...

Amelie y sus compañeros, estuvieron más de una hora intentando mandar a volar un cojín hasta que aterrizara en una caja, que el profesor Flitwick había colocado en medio de su mesa.

Hasta ahora las únicas que lo consiguieron con facilidad, fueron Hermione y Amelie, debido a que esta última, tenía conocimientos previos del hechizo. Y en cuanto a Hermione, bueno, ella era impresionante para todo.

—¡Muy bien, señorita Rosier! —halagó el profesor Flitwick con una enorme sonrisa; estaba parado en una mesa para poder verlos mejor.—Inténtalo otra vez, para que los demás vean la manera correcta de hacerlo...

Amelie asintió; levantó su varita de nuevo y apuntó a los cojines. Hermione que estaba practicando con Harry y Ron en una esquina, se acercó hasta el grupo que la observaba con atención, y Amelie pudo verla de reojo, logrando que mariposas en su estómago estallaran de emoción.

—¡Adelante, adelante! —incitó Flitwick con un movimiento rápido de su mano.

—De... ¡Depulso! —exclamó con la voz ligeramente aguda.

El hechizo surgió a la perfección de su varita; solo que en lugar de darle a un cojín, golpeó al profesor Flitwick en el pecho; consiguiendo que saliera volando como un muñeco de trapo, hasta chocar con un armario gigante.

—¡Lo siento profesor! —le gritó Amelie con las mejillas rojas en vergüenza.

Flitwick alzó un pulgar arriba para indicarle que estaba en buen estado, aunque por poco y lo parte a la mitad.

—No te preocupes Amelie —dijo con voz arrastrada, mientras intentaba colocarse de pie—, tienes magia poderosa pero te falta control. Inténtalo de nuevo, solo que esta vez no me apuntes a mi...

Amelie asintió y lo volvió a intentar. Esta vez fue Neville quien salió volando por todo el salón, hasta estrellarse contra la ventana.

Pero esos son detalles sin tanta importancia.

—Fue muy divertido como el profesor salió volando —Theo se burló en voz baja, cuando todos estaban guardando sus cosas en sus mochilas.

Amelie lo miró con incredulidad, aunque por su mente se estaba repitiendo aquella escena en cámara lenta.

—Oh, Salazar, casi lo mato Theo, no es divertido...

—Si lo es, y casi lo matas por culpa de Granger —le susurró tratando de que su expresión fuera lo más seria posible, sin embargo, no funcionó. Se echó a reír tan pronto las mejillas de Amelie sé colorearon de rojo.

—Dices muchas tonterías.

—Bueno, si pero no soy mentiroso —Theo la empujó suavemente con su codo a modo de burla—. Y creo que Granger te necesita ahora mismo...

Amelie levantó la vista de su mochila para fijarla en Hermione que se dirigirá hacia la puerta con Harry y Ron, mientras le hacía señas disimuladas con la mano para que la siguiera.

—¿Te importaría si yo..? —Amelie miró a Theo con ojos de cachorro.

—Vete ya, me encargaré de buscar una excusa... —refunfuñó en voz baja, sintiéndose un poco remplazado.

Amelie le dio un beso en la mejilla antes de salir corriendo fuera del salón, para seguir a Hermione. Y no se detuvo hasta que la encontró haciéndole señas desde un salón vacío. Abrió la puerta con cuidado de no hacer tanto ruido y entró; se llevó un pequeña decepción al ver a Harry y Ron ahí, sin embargo, se lo esperaba.

Ron estaba sentado en una mesa con los brazos cruzados; Harry por otro lado; estaba recargado en la pared, mientras jugaba con su varita mágica. Por las grandes ojeras que tenía debajo de los ojos, se notaba que estaba estresado.

Y Amelie se imaginó que se debía a la prueba que sería en un par de días.

—Hola, Amy... —le murmuró Hermione con suavidad y ella apartó la vista de Harry, para mirarla con ojos brillantes.

Desde el beso que compartieron aquella noche, bajo la nieve fría; no habían vuelto a compartir ningún otro. Y aunque Amelie estaba un poco desesperada por aquello, no quería presionar a Hermione a nada, así que, esperaría todo el tiempo que sea necesario.

Solo que Hermione también estaba deseando lo mismo.

—Hola, ojitos bonitos... —le susurro de vuelta, levantando su mano para picarle suavemente con un dedo la nariz. Hermione se sonrojo y apartó la vista rápidamente.

Harry, frente a ambas se aclaró la garganta con fuerza. Había sido él, quien le dio la idea a Hermione para que se reuniera aquella noche con Amelie, y aunque estaba feliz por su reconciliación, ahora mismo, lo único que deseaba era la ayuda de ambas para no morirse en la prueba.

—¿Necesitas ayuda con la segunda prueba? —preguntó Amelie, una vez se alejó de Hermione para ocupar un asiento cerca de Harry.

Ron en la mesa la miraba con los ojos entrecerrados; estaba muy molesto por su presencia, porque pensaba que Hermione le prestaba demasiada atención innecesaria.

—¡Demasiada! —exclamó Harry sujetándose el cabello con desesperación—. Si no encuentro algo para respirar bajo el agua me moriré...

Amelie frunció las cejas en confusión.

—Espera, ¿dijiste respirar bajo el agua? ¿Qué quieres ser, una sirena? —se burló irónicamente, pero Harry no entendió; se acercó a ella con los ojos llenos de esperanza.

—¿Existe un hechizo para eso? —murmuró tomándola del brazo.

—Por supuesto que no, o al menos eso creo —Amelie miró a Hermione para le explicará que demonios estaba pasando.

Ron soltó una risa sarcástica y se bajo de la mesa de un salto.

—Se lo dije, ella no puede ayudarnos.

—Ron.. —murmuró Hermione cansada. Ya habían tenido esta conversación antes y no salió muy bien.

—¿Dice quién? —se burló Amelie—. Te recuerdo que tú estuviste más ocupado haciendo un berrinche en lugar de ayudar a tu mejor amigo.

—Eso no importa —masculló él, tratando de mantenerse firme, aunque sabía que Amelie tenía razón—, no serás de ayuda, a menos que sepas cómo hacer que Harry respire bajo el agua por una hora.

Amelie soltó un suspiro, eligiendo no tener una pelea ahora mismo.

—Bien, pero necesito el contexto completo —se giró hacia Harry—, ¿respirar bajo el agua? La segunda prueba es derrotar al calamar gigante, ¿o qué?

Harry negó con la cabeza, un poco asustado de que en realidad tuviera que hacer eso.

—No, pero si tengo que resistir la respiración por una hora, ya que la segunda prueba es en el lago negro...

Y luego, Harry procedió a contarle todo lo que descubrió del enigma del huevo, incluyendo la parte en al que Cedric le dio la idea de tomar un baño de agua caliente con el huevo dorado.

—Bueno, entonces debemos investigar sobre eso, quizás exista alguna planta en algún libro de Herbología, podrían empezar por buscar ahí... —comentó Amelie mientras se levantaba de la silla para acercarse a la puerta.

—¿A dónde vas? —le preguntó Harry un poco desesperado.

—Tengo clases de Herbología con los Ravenclaw, así que aprovecharé eso, para preguntarle a la profesora Sprout...—abrió la puerta y asomó su cabeza, para observar si había más personas en el pasillo; cuando se dio cuenta de que no había nadie más, salió por completo del salón—. Mientras tanto, ustedes pueden adelantarse en la biblioteca.

Harry golpeó su cabeza contra la pared.

—Ya acumule mucho tiempo en la biblioteca por el resto de mi vida, lo juro... —sollozo en voz baja.

—Es una lástima Potter, pero bueno, nos vemos después... —le sonrió a Hermione con dulzura e intento cerrar la puerta, sin embargo, la castaña la siguió de forma rápida antes de que se pudiera ir.

—¡Espera! —la detuvo en el pasillo, tomándola con suavidad de la muñeca.

Amelie se giró para mirarla con curiosidad.

—¿Estás bien? ¿Sucede algo malo?

—No... bueno, nada importante, es solo que yo... —soltó un suave suspiro nervioso y miró al suelo uno segundos. Ahora sabía, que practicarlo con el espejo era mucho más fácil que hacerlo en persona.

—Vamos, Granger, puedes decirme lo que quieras —deslizo su mano, hasta tomar la de Hermione con suavidad.

—Yo solo... pensé en el próximo viaje a Hogsmeade, y bueno, creí que tú y yo podríamos... ya sabes... —comenzó a balbucear cosas en voz baja, que Amelie no podía entender con claridad.

Sin embargo, ella también había pensado en el viaje a Hogsmeade más de lo que debería. Y aunque sabía que no podía andar libremente por ahí, con Hermione; no podía evitar que su mente imaginara cosas.

Era una simple adolescente enamorada, después de todo.

—¿Estás invitándome a un cita? —preguntó y de forma inmediata Hermione dejó de balbucear cosas para mirarla con atención.

—¡Si, Dios! ¡Es justo lo que estoy haciendo! —sujeto su mano con más fuerza; esperando por una respuesta.

Amelie la miró aún más encantada por sus palabras; quería ser ella quien la invitara a una cita, pero ahora que Hermione lo había hecho primero, no se podía quejar y mucho menos negarse.

—Me encantaría ir en una cita contigo, Mione —le dio una gran sonrisa, mientras sus mejillas se teñían de rojo.

—¡Podríamos simplemente caminar por ahí! Solo quiero pasar tiempo contigo a solas —Hermione se acercó más a ella, sin poder créelo realmente; había esperado tanto tiempo por eso, que ahora parece un gran sueño.—Lo dices enserio, ¿verdad?

Amelie soltó una risa suave y nerviosa.

—Si, enserio. Podemos hacer lo que tú quieras —repitió.

—Bien, eso sería genial, ¿te veo después, entonces?

—Oh, definitivamente... —se acercó y le plantó un suave beso en la mejilla, dejando que sus labios se detuvieran ahí, más tiempo de lo normal. Y cuando se alejó; Hermione permanecía aturdida en su lugar, mientras inconscientemente llevaba su mano libre a su mejilla.—Nos vemos después, tengo que ir a clase.

Amelie se liberó del agarre que Hermione tenía en su mano y se acomodó la mochila en su hombro, para empezar a caminar por el pasillo. Estaba segura de que llegaría tarde para la clase, sin embargo, por su Hermione, valía completamente la pena.

—Adiós —murmuró Hermione cuando la vio desaparecer por el pasillo.

Amelie estaría en toda la clase más que desesperada por verla.

Y Hermione no se quedaría atrás.

[...]

Querida cachorra:

Tengo respuestas a tus preguntas, sin embargo, creo que será mejor que te las responda en persona, como es debido.

Envíame el cuervo de vuelta indicando la fecha de tu próximo permiso para ir a Hogsmeade. Y por favor, trae ese banquete de comida contigo.

Black.

Amelie se entró a la biblioteca, leyendo cuidadosamente la carta que le llegó esa tarde, a la hora de la comida.

—¿Crees que él de verdad venga a Hogsmeade? —le murmuró a Augusta, mientras la gatita también observaba la carta, casi como si pudiera entender las palabras escritas en el pergamino.

Augusta soltó un maullido suave y Amelie lo tomó como un: "si, Sirius es tonto"

—Solo espero que se encuentre bien... —. Giró a la derecha, caminado por el pasillo apenas iluminado y se dirigió hacia la mesa habitual donde solía pasar las tardes con Hermione.

En ella, ya se encontraba el trío de oro hablando entre ellos. Tenían un montón de libros esparcidos por la mesa.

—Por supuesto, la solución ideal sería que te transformaras en un submarino o algo así —comentó Hermione con voz pensativa—. ¡Si tan solo nos hubieran enseñando ya la transformación humana! Pero no creo que empecemos a verla hasta sexto, y si uno no sabe muy bien cómo es la cosa, el resultado puede ser un desastre...

—Es cierto —habló Amelie, llamando la atención de los tres amigos—, aunque sería divertido ver a Harry hecho un desastre.

—Vaya, que amable —soltó una risa sarcástica—. No me hace mucha gracia andar por ahí con un periscopio que me salga de la cabeza. A lo mejor, si atacara a alguien delante de Moody, él podría convertirme en uno...

Amelie se abstuvo de preguntar qué era un periscopio y en su lugar, se acercó a la castaña para darle un pequeño beso en la mejilla. Augusta salto con rapidez de sus brazos para ir a los de Hermione.

—Oye, Harry, ¿recibiste una carta de Sirius? —preguntó, una vez ocupó una silla a lado de Ron, quien parecía que en cualquier momento se quedaría dormido.

—Lo hice, ¿tu también?

—Así es, me dijo que le enviara la fecha para nuestro siguiente viaje a Hogsmeade. Es seguro que ha regresado a Londres.

Harry la miró dudoso.

—¿Y no crees que es peligroso?

Amelie lo pensó durante unos segundos; sabía perfectamente que era peligroso para Sirius andar por ahí, aún cuando ya no había dementores en Hogwarts. Si alguien lo llegara a ver, estaría en tremendos problemas. No obstante, entendía que el hombre mayor solo quiere hablar con ellos (o más específicamente con Harry), para asegurarse de que todo esté bien. Además, ella también quería saber qué respuesta le tenía respecto a sus preguntas.

—Por supuesto que es peligroso, pero es Sirius, no creo que piense claramente en esta etapa de su vida...

—¿Qué quieres decir? —Hermione frunció las cejas con curiosidad.

Amelie se encogió de hombros y le arrebató el libro a Ron que estaba "leyendo".

—Solo piénsalo, estuvo en Azkaban desde que era un adolescente, dudo mucho que tuviera tiempo para saber comportarse como un adulto, ¡aveces ni siquiera los sanos adultos saben como hacerlo! —alzó las manos en alto y luego le arrojó el libro en la cabeza a Ron para despertarlo—. Pero, no lo pienses tanto Harry, Sirius te quiere mucho y no le importará arriesgarse por ti...

Harry le lanzó una pequeña sonrisa y ella se la devolvió.

Después de esa conversación, se enfrascaron en un montón de libros viejos. Amelie llevó a Hermione a una esquina más lejana de los dos niños, solo para poder tomarle la mano debajo de la mesa y sentir la calidez que le transmitía.

Los cuatro pasaron la mayoría del tiempo buscando una solución para el problema de Harry en un libro.

Y cuando quedaba una semana, Amelie le repitió a Harry que podrían descubrir una solución en los libros de la zona prohibida en la biblioteca, así que Harry le pidió un permiso a la profesora McGonagall para poder ingresar.

Sin embargo, aquello no funciono en ningún sentido.

Amelie terminó tirando una estantería entera porque le dio miedo una rata. Y por supuesto, no encontraron nada pero si se llevaron una gran regañada por parte de la bibliotecaria.

En el momento en que quedaban tres días, Amelie intentaba consolar a Harry de la mejor manera que podía, diciéndole: «¡No te preocupes, Harry! ¡Todavía queda tiempo!» «¡Vamos anímate, Popote! ¡Al final si te ahogas, serás recordado como una persona famosa!» «¡Ve el lado positivo, Harry! ¡El calamar no te comerá vivo porque no come cochinadas!»

Finalmente cuando llegó el día antes de la prueba, Harry se resignó a morirse ahogado. Y Amelie lo apoyo, porque ella estaba más estresada que nunca con una prueba que ni siquiera era de ella.

Por suerte para Harry, una hora antes de que amaneciera y se diera acabo la segunda prueba; dos elfos con vibras de gato y perro, aparecieron en el dormitorio de la Slytherin con la solución.

Amelie estaba felizmente durmiendo con sus dos peluches, cuando un gran golpe la despertó; abrió los ojos con lentitud para encontrarse con sus cortinas levemente iluminadas, donde se podía ver a dos siluetas peleándose entre ellas; mientras rodaban por el suelo de su habitación.

—¡Winky tiene que pedir permiso!

—¡Pero Doddy necesita a Winky!

—¡Winky no quiere, Dobby esta loco!

Amelie se levanto aturdida y abrió las cortinas de golpe; de forma inmediata los dos elfos se quedaron como estatuas en su lugar. Winky estaba encima de Dobby, con el puño levantado como si lo estuviera a punto de golpearlo. Y mientras tanto Dobby, tenía su pie en el estómago de la elfina, tratando de alejarla de él.

—¿Qué rayos están haciendo? —susurro con dureza, girándose para mirar a sus dos amigas, que permanecían profundamente dormidas.

Era sorprendente como no se despertaban con tanto ruido.

Los dos elfos se alejaron el uno del otro con rapidez y se acercaron a Amelie.

—Dobby necesita la ayuda de Winky, pero Winky no quiere ayudar a Dobby —bajo sus orejas con tristeza.

—¿Qué? ¿Y por eso interrumpieron mi bonito sueño con Hermione? —abrió la boca indignada y luego se volvió arrojar a su cama—. ¡A mi no me importan sus problemas matrimoniales!

Dobby se subió a su cama y la empujó con fuerza para que abriera los ojos, y Amelie lo hizo a regañadientes.

—Es que Dobby tiene la solución para salvar a Harry en la prueba, pero necesita la ayuda de Winky...

Tan pronto dijo "solución", Amelie se levantó de un saltó.

—Hubieras empezado por ahí Dobby. ¿Y qué es esa solución? ¿Y por qué no quieres ayudarle Winky?

La elfina que permanecía cruzada de brazos, miró a su ama con sus grandes ojos llorosos.

—Winky debía saber si su ama estaba de acuerdo con eso.

—Bueno, lo estoy... ahora, dime la solución Dobby —se giró hacia el elfo y le sujeto las manos.

—Dobby quiere entrar al despacho del profesor Snape para robar branquialgas —el elfo asintió con entusiasmo y Amelie no entendió que era eso, pero aún así, no borró su sonrisa.

—¡Genial! —exclamó en un susurro—. ¿Y cómo las conseguimos?

—¡Robándolas!

Después de eso, Dobby le explico con más detalle sobre lo que quería hacer. Debido a que el despacho de Snape estaba siendo vigilado por el mismo hombre, Dobby no podía entrar, porque lo descubrían y estaría en muchos problemas. Es aquí donde entraba Winky, que sería la responsable de crear una distracción para alejar a Snape.

Amelie pensó que Dobby era demasiado inteligente, así que le aseguró que cuando tuviera una mansión propia lo contrataría de asistente, con pago y días de descansos incluidos. Winky no estuvo muy feliz por eso y mentalmente planeaba deshacerse de Dobby.

—Winky, usa el mismo truco que la última vez, ¿lo recuerdas? Cuando alejaste al prefecto aquella noche... —le dijo Amelie, una vez los elfos la hicieron aparecer en el pasillo de las mazmorras que daba hacia el despacho de Snape.

No había nadie en los demás pasillos, debido a que era demasiado temprano por la mañana y todos estaban felizmente dormidos, incluyendo al mismo Harry Potter.

Winky chasqueó los dedos; de forma inmediata una campana empezó a sonar por el pasillo. Amelie utilizó el hechizo obliteración para cercar el camino de unas huellas lodosas que se dirigían a las escaleras de las mazmorras. Escucharon el ruido de la puerta abriéndose de golpe y por luego los pasos apresurados de alguien.

Amelie se asomó por la esquinan para ver al profesor Snape seguir a pasos rápidos las huellas.

—¡Potter! —gruño con molestia—. ¡Se que eres tú Potter!

Y luego desapareció por las escaleras.

—Ahora es cuando, Dobby —le susurro Amelie—. Trata de no tocar nada más, Snape no es alguien tonto. Estoy segura de que no se creyó por completo esa actuación y ha dejado una sorpresa en el despacho...

El elfo asintió velozmente.

—¡Dobby tendrá cuidado! —y luego desapareció.

Amelie y Winky estuvieron esperándolo por unos segundos, hasta que Snape regresó con expresión fastidiada. Entonces, Dobby volvió junto a ellas, con las manos llenas de algo viscoso y verde.

—¿Qué demonios es eso? —le preguntó Amelie, una vez se habían alejado del pasillo.—No me digas que debe comérselo...

—Harry Potter debe hacerlo, para recuperar su prenda—asintió el elfo con emoción, pero a ella no le pareció ser tan increíble.

Las branquialgas eran unas plantas con aspecto poco apetitoso, que parecían sacadas de la cañería. Amelie no quería imaginarse el sabor.

—¿Su prenda? ¿Qué significa eso?

—La persona más valiosa de Harry Potter.

—¿Estas bromeando?

—No. Harry Potter podrá respirar bajo el agua con esto y así rescatar a su prenda...

Y Amelie no lo cuestionó, de todos formas no tenían nada más para ayudar a Harry, aparte de las feas branquialgas.

Así que el niño tendría que conformase.

[...]

[24 de febrero, 1995]

Amelie tomó asiento en las gradas a lado de Hermione; porque casualmente ya no había ningún lugar más disponible. (No se quejaba) Orion se sentó justo después de ella y luego Theo. Mientras que Cristina, Blaise y los demás Slytherin, se tuvieron que sentar en unas gradas más abajado. (De nuevo, ella no quejaba).

Aunque, para su tremenda suerte, Ginny estaba ahí a lado de Hermione, con una mueca burlona. Amelie la ignoró, pero podía sentir aún, que se reía de ella en silencio.

—¿A Harry le llegó la ayuda? —le murmuró disimuladamente a Hermione, quien inclinó la cabeza hacia abajo para responderle, de esa forma parecía que solo estaba mirando su camisa.

—Hablas de Dobby, ¿no?

Amelie miró hacia el tribunal, que estaba sentado en el borde del lago en una mesa cubierta con tela dorada. Percy Weasley, ocupaba el lugar del señor Crouch.

—Si, ¿llegó con éxito? —volvió a murmurar.

—Lo hizo, aunque Harry no parecía muy seguro de aceptar su ayuda...

Amelie soltó una risa, que rápidamente tapó con una tos cuando Cristina volteó hacia atrás.

—Por supuesto que no, nadie querría comer moco de troll... —se burló, aunque por dentro se sentía mal por el pobre de Harry.

—Tienes razón.

Amelie vio a Dumbledore agitar su varita en el aire y frente a ellos apareció una especie de Pensadero, como el que su padre tenía en su oficina; solo que de un tamaño más grande. En este se podía ver el fondo del lago negro, donde las algas se movían con sutileza en el agua.

—Entonces... supongo que Ron no está aquí porque es la posesión más valiosa de Potter.

—Si, es como dijo Dobby, Ron es la prenda de Harry —Hermione soltó una pequeña risita, que hizo saltar el corazón de Amelie.

Más allá en la mesa del tribunal, donde también estaban los competidores, Amelie vio a Harry agitando sus brazos nervioso; a su lado, estaba Cedric saludando a sus compañeros de Hufflepuff que lo aclamaban con fuerza.

Sus ojos grises se dirigieron entonces, hasta la francesa que la había invitando al baile, Fleur; parecía más nerviosa que nunca mientras apretaba con fuerza su varita en su mano. Y finalmente, Amelie vio a la competidora de Durmstrang, Céline, que se mantenía de brazos cruzados con expresión tranquila.

Amelie se preguntó a quien podrían salvar cada uno, ¿quién era esa persona que consideraban tan valiosos?

Pero, por más que lo pensó, no obtuvo respuesta alguna.

Y si ella tuviera salvar a la persona más importante en su vida; definitivamente sería Orion.

Ludo Bagman comenzó con su habitual presentación de comentarista en ese momento:

—Bien, todos los campeones están listos para la segunda prueba, que comenzará cuando suene el silbato. Disponen exactamente de una hora para recuperar lo que se les ha quitado. Así que, cuando cuente tres: uno... dos... ¡tres!

El silbato sonó en el aire frío y calmado. Las tribunas se convirtieron en un hervidero de gritos y aplausos.

Amelie observó como Harry se arrojaba al agua y pertenecía quieto en su lugar, mientras masticaba las branquialgas. Los abucheos contra Harry de algunos Slytherin y, para sorpresa, también de algunos Hufflepuff, se hicieron escuchar en las gradas. Quizás, ya no estaban tan molestos con el niño por robarle su momento de fama a Cedric pero, eso no significaba que lo apoyaban del todo.

Los Hufflepuff eran competitivos cuando querían.

—¿Quién crees que llegue primero? —murmuró Orion a su lado, y Amelie no supo que responder; sus ojos estaba en la figura de Harry que se había sumergido en el lago.

En el Pensadero (o panel gigante) se podían ver a la perfección a los competidores. Primero pasó Fleur con una especie de burbuja alrededor de la cabeza, nadaba por las algas con la varita en alto. El Pensadero cambió, para ahora mostrar a Cedric con la misma burbuja en la cabeza; mientras lanzaba un par de hechizos a los grindylows que lo querían atacar.

La siguiente en aparecer fue Céline, que usaba una transformación extraña, parecía tener las mismas características que un pez; con las aletas y agallas en el cuello.

Amelie inconscientemente rodó los ojos con fastidio, y Hermione se acercó más a ella cuando noto su buen humor cambiar. Ninguna había hablado sobre lo que sucedió con Céline en la noche del baile, cuando Hermione le soltó una tremenda bofetada que le acomodó las ideas a la chica.

Pero, la castaña estaba segura de que era un tema delicado, sobre todo por la manera en que Amelie colapsó, cuando Céline mencionó a su familia.

—Que gracioso —comentó Theo alzando la voz—, parece que los competidores usaron las mismas fuentes...

Era verdad lo que su amigo decía; en el Pensadero apareció la figura de Harry que nadaba hacía unas especies de casas en el agua; tenía las mismas características que Céline.

Así que, Amelie supuso que la chica también uso las branquialgas.

Harry pasó nadando entre lo que parecía ser el hogar de los tritones y sirenas, que lucían muy poco felices de verlo.

La escena volvió a cambiar, ahora mostrando a Fleur que nadaba entre las algas, empujándolas de un lado a otro. Lo cual, no parecía buena idea, en la sincera opinión de Amelie, porque ese era el escondite favorito de los grindylows. Y al parecer, Fleur lo descubrió unos segundos después, cuando fue atacada por un montón de ellos.

—Eso sí que es tener mala suerte —exclamó Ginny al otro lado de Hermione.

Cedric volvió aparecer en el Pensadero, nadando por el mismo lugar que Harry. Los tritones y sirenas lo miraban con odio, pero Cedric estaba preparado para cualquier ataque con su varita en alto.

El agua se revolvió y Harry apareció en escena, sujetando a alguien por la ropa.

—¿Ese es Weasley? —preguntó Orion entrecerrando los ojos para poder ver mejor. El agua, en ocasiones se agitaba que era difícil saberlo.

Frente a Harry; amarrados al piso con cuerdas, estaban cuatro figuras, de las cuales, Amelie solo pudo reconocer a dos: Ron Weasley y Cho Chang.

—Harry debe apresurarse porque queda poco tiempo —dijo Hermione con un toque de ansiedad.

Quedaban aproximadamente 15 minutos para que concluyera la hora.

—No te preocupes, él lo hará bien... —Amelie le sonrió, tratando de calmarla y al parecer sus palabras parecieron funcionar.

La escena cambió, mostrando ahora a Céline que lanzaba hechizos hacía los tritones que la empujaban con furia con sus tridentes filosos.

Orion hacia muecas de dolor cada vez que uno lo golpeaba en el estómago. Y Amelie que no era exactamente una persona agresiva, en esta ocasión, solo quería que uno de los tridentes le hiciera un poco de daño.

De las profundidades del lago negro apareció Fleur, con expresión abatida, nado hasta la tribuna donde los jueces estaban. Tenía un montón de rasguños por todo el cuerpo y la túnica desgarrada.

—No tiene su tesoro —murmuró Orión con curiosidad.

Fleur llego hasta Dumbledore, y de inmediato subió a la plataforma. La señorita Pomfrey la envolvió con toallas de forma instantánea.

—¡Ah, que mala suerte! ¡La señorita Delacour no ha podido completar la segunda prueba! —exclamó Bagman.

Amelie volvió a mirar al enorme panel, donde se mostraba a Harry nadando en el mismo lugar como tonto. Cedric estaba a su lado, rompiendo las cuerdas de Cho para liberarla.

—¡Quedan cinco minutos! ¿Qué demonios está haciendo Harry? —gritó Ginny en pánico.

Todos observaron cómo Cedric nadaba hacía la superficie con Cho entre sus brazos, mientras que Harry se quedó ahí.

Amelie solo pudo pensar que iba a perder la prueba, y ella se había desmañanado solo para conseguir las tontas branquialgas, cuando podía haber dormido más tiempo en su cálida cama.

Unos segundos después, Céline apareció frente a Harry para tomar su rehén. Amelie pudo reconocerlo ahora, como Viktor Krum.

Bueno, estaba ligeramente sorprendida por aquello, pero tampoco podía decir que no se lo esperaba. Los había visto juntos nadando en el lago negro y también paseando por los alrededores del castillo.

—¡La hora se ha completado! —gritó Bagman. Y el Pensadero gigante se desvaneció en aquel momento.

Un minuto después apareció Cedric con Cho.

—Debo ir a esperar a Harry —le murmuró Hermione con suavidad y Amelie asintió. La castaña pasó casi corriendo entre las personas de las gradas y desapareció.

Unos minutos después, apareció Céline con Krum, ambos jadeando por aire. Karkarov se acercó a ayudar a su estimado alumno, dejando a la chica de lado, quien se supone que era la competidora.

—¿Crees que deberíamos ir a ver? —murmuró Orion con entusiasmo.

—Si, deberíamos... —Amelie se levantó de su lugar y jaló a Theo de la mano para que los siguiera.

Los tres empujaron a los alumnos en las gradas para llegar a la parte de abajo, donde Hermione estaba mirando desesperada el lago; Viktor Krum estaba a su lado, tratando de hablar con ella, sin embargo, Hermione no estaba prestándole mucha atención.

Amelie se cruzó de brazos, sintiendo una ligera opresión en el pecho que la animaba a empujar a Krum de nuevo al lago negro. Pero se abstuvo de hacerlo.

—Tienes un «escarrabajo» en el pelo, Herr... mío... ne —dijo Krum. Y Hermione se pasó la mano por el cabello con gesto desesperado, sin dejar de mirar el lago negro.

Harry apareció unos largos minutos después, con Ron y una niña rubia. Percy Weasley los ayudó a salir del lago negro

Mientras tanto, Madame Maxime intentaba sujetar a Fleur Delacour, que estaba completamente histérica y peleaba con uñas y dientes para volver al agua.

—¡«Gabguielle»!, ¡«Gabguielle»! ¿Está viva? ¿Está «heguida»? —abrazó a la pequeña niña con fuerza.

—¡Muy bien, Harry! —le gritó Hermione al chico, ayudándole a sentarse, mientras la señorita Pomfrey lo envolvía con toallas.

Harry miró a Amelie con una gran sonrisa cansada y ella se la devolvió. (Aún creía que Potter era un tonto por quedarse a jugar al héroe)

La voz mágicamente amplificada de Ludo Bagman retumbó junto a ellos y los sobresaltó. En las gradas, la multitud se quedó de repente en silencio.

—Damas y caballeros, hemos tomado una decisión. El total de nuestras puntuaciones, que se dan sobre un máximo de cincuenta puntos a cada uno de los campeones, es el siguiente: »La señorita Delacour, aunque ha demostrado un uso excelente del encantamiento casco-burbuja, fue atacada por los grindylows cuando se acercaba a su meta, y no consiguió recuperar a su hermana. Le concedemos veinticinco puntos.

Aplaudieron en las tribunas.

—El señor Diggory, que también ha utilizado el encantamiento casco-burbuja, ha sido el primero en volver con su rehén, aunque lo hizo un minuto después de concluida la hora. Por tanto le concedemos cuarenta y siete puntos.

Se escucharon unos vítores atronadores procedentes de la zona de Hufflepuff. Cedric también miró a Amelie, y le dedicó un saludo eufórico con la mano.

—La señorita Céline utilizó con éxito las branquialgas, y ha sido la segunda en volver con su rescatado. Le concedemos cuarenta puntos.

Karkarov aplaudió fuerte y de manera muy arrogante.

Theo lo imitó con sarcasmo.

—El señor Harry Potter que también ha utilizado con mucho éxito las branquialgas —prosiguió Bagman—. Volvió en último lugar, y mucho después de terminado el plazo de una hora. Pero, fue él primero en llegar a los rehenes y el retraso en su regreso se debió a su firme decisión de salvarlos a todos, no sólo al suyo.

Amelie se golpeó la cara con la mano.

«¡Estupido Potter, con complejo de héroe!» lo maldijo mentalmente una y otra vez.

Si ella hubiera estado en ese situación, no se habría detenido por nadie más; su prioridad sería salvar a Orion y ganar la prueba.

—La mayoría de los miembros del tribunal —Bagman le dirigió a Karkarov una mirada muy desagradable—, están de acuerdo en que esto demuestra una gran altura moral y que merece ser recompensado con la máxima puntuación. No obstante... la puntuación del señor Potter, son cuarenta y cinco puntos.

La multitud en las gradas empezó aplaudir.

Fleur también lo hacía con mucho entusiasmo.

Céline compartió una mirada con Moody y luego también aplaudió como los demás. Krum, en cambio, no parecía nada contento. Volvió a intentar entablar conversación con Hermione, pero ella estaba demasiado ocupada sonriéndole a Amelie para escucharlo.

—La tercera y última prueba tendrá lugar al anochecer del día veinticuatro de junio —continuó Bagman—. A los campeones se les notificará en qué consiste dicha prueba justo un mes antes. ¡Gracias a todos por el apoyo que les brindan!

[...]

Cuando llegó el mes de marzo, Amelie estaba más que emocionada por el próximo viaje a Hogsmeade. Tanto así, que no pudo evitar contarle a Theo y Blaise sobre eso.

—¿Y entonces quieres que creemos una distracción? —murmuró Blaise, mientras los tres se dirigían a pasos rápidos hacia el salón de pociones,

—Bueno si, necesito desaparecer sin que nadie se de cuenta...

En las puertas del salón estaban sus demás amigos amontonados, Draco se estaba riendo a carcajadas, mientras que las gemelas Carrow mostraban a todos una revista, que Amelie pudo distinguir como un ejemplar de "Corazón de bruja". La foto con movimiento de la portada mostraba a una bruja de pelo rizado que sonreía enseñando los dientes y apuntaba a un bizcocho grande con la varita.

—¿Qué están haciendo ustedes dos aquí? —gruño una vez llego cerca de ellas.—No recuerdo que estuviéramos en el mismo grado...

La gemelas se giraron hacia ella, con la misma tonta sonrisa de siempre.

—¡Ah, hola Amelie! ¿También quieres reírte un rato? —Hestia Carrow le arrojó la revista, que Amelie atrapó con facilidad. Entrecerró los ojos hacia ambas y luego miró la página abierta.

Una fotografía en color de Harry encabezaba un artículo titulado «La pena secreta de Harry Potter»

Amelie cerró los ojos unos segundos y luego los volvió abrir para comenzar a leer, ya me imaginando lo que estaba escrito. Theo y Blaise se inclinaron sobre su hombro para poder ver también.

Tal vez sea diferente. Pero, aun así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Hermione Granger, una muchacha hija de muggles. Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas.

La señorita Granger, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos famosos, debilidad que ni siquiera Harry ha podido satisfacer por sí solo.

Desde la llegada a Hogwarts de Viktor Krum, el buscador búlgaro y héroe de los últimos Mundiales de quidditch, la señorita Granger ha jugado con los afectos de ambos muchachos. Krum, que está abiertamente enamorado de la señorita Granger, la ha invitado ya a visitarlo en Bulgaria durante las vacaciones de verano, no sin antes declarar que era una chica diferente y que le gustaba por eso, ademas, de que jamás había sentido lo mismo por ninguna otra persona.

Sin embargo, podrían no ser los dudosos encantos naturales de la señorita Granger los que han conquistado el interés de estos pobres chicos.

«Es fea con ganas —nos declara Flora Carrow, una bonita y reluciente alumna de tercer curso—, pero es perfectamente capaz de preparar un filtro amoroso, porque es una sabelotodo. Supongo que así lo consigue.»

Como es natural, los filtros amorosos están prohibidos en Hogwarts, y no cabe duda de que Albus Dumbledore estará interesado en investigar estas sospechas. Mientras tanto, las admiradoras de Harry Potter tendremos que conformarnos con esperar que la próxima vez le entregue su corazón a una candidata más digna de él.

Amelie respiro profundamente, antes de levantar la vista.

—¿No es divertido, Amy? —pronunció una de las niñas.

Pero a ella no le pareció de esa forma.

—Divertido será cuando mi puño esté sobre tu cara... —murmuró en voz baja, y ninguna de las dos entendió sus palabras.

En aquel momento apareció Snape; les dedicó a las niñas una mirada irritada y luego procedió a entrar en el salón de pociones. Todos los Slytherin lo siguieron de inmediato. Y cuando el trío de oro llegó, Hestia se encargó de darle la revista a Hermione.

Amelie estaba más que furiosa, no lo solo por el hecho de saber que Krum estaba enamorado de Hermione, si no también, por las estupideces que la odiosa de Rita Skeeter se atrevió a escribir.

En toda la clase se la paso pensativa, que ni siquiera la interrupción de Karkarov en el salón, la sacó de ese estado.

Hermione se dio cuenta de aquello, por lo que cuando la clase terminó y todos regresaron al primer piso de Hogwarts para su clase de Transformaciones; ella arrastró a Amelie por la mano (sin que nadie se diera cuenta) y la llevó a un salón vacío.

Amelie se tropezó con sus pies al entrar y miró a Hermione con confusión.

—No es verdad —declaró la castaña.

—¿No es verdad? —murmuró aún más confundida que antes. Hermione se acercó hasta ella con pasos dudosos.

—No, no lo es...

Amelie asintió como si lo comprendiera, pero la verdad es que no lo hacía.

—Ah, ¿y... de qué hablamos?

Hermione se golpeó la frente con la mano.

—Debí imaginar que no lo sabrías. Estoy hablando de esa revista, Corazón de bruja —declaro y luego comenzó a jugar con sus manos de forma nerviosa—. No es verdad lo que dice, yo no estoy saliendo con Harry o Krum y tampoco le he dado un filtro de amor a nadie...

Y Amelie por fin entendió a que se refería, pero luego una duda llegó a su cabeza.

—¿Por qué fuiste al baile con Céline? —murmuró.

Hermione abrió y cerró la boca varías veces.

—No tenía a nadie más, ella fue la única que me invitó el mismo día que se dio a conocer el baile, y bueno, yo dudé mucho porque estaba esperando... por ti.

Amelie cerro los ojos unos segundos.

—Lo lamento.

—¡No! ¡No te culpo! —exclamó la castaña y luego se pasó las manos por el rostro con frustración.

Se quedaron en un silencio incómodo, hasta que Amelie volvió hablar.

—¿Tu enserio piensas que creería en es tonta revista?

Hermione no respondió, solo se dedicó a mirar a otro lado, menos a los ojos grises. Amelie soltó un suspiro derrotado y acercó hasta ella para poder tomarla de las mejillas.

—Mírame, Granger —le susurro con suavidad, mientras sentía el rostro de Hermione comenzar a calentarse bajo su toque. Cuando la castaña por fin la miró; Amelie le sonrió con suavidad—. No creo en la revista, se que no harías un filtro de amor, y mucho que saldrías con Harry y Krum al mismo tiempo.

Hermione soltó un suspiro de alivio y relajó en su lugar. Amelie en cambio soltó una risita.

—Porque vamos, estás tan enamorada de mi, ¿no? —se burló, usando las mismas palabras que Hermione aquella noche.

—Eres una idiota... —rodó los ojos fingiendo fastidio.

—Bueno si, pero tú me reclamaste en el momento en que me besaste, así que tendrás que aguantarte...

Hermione negó con la cabeza y levantó las manos para pasarlas por la cintura de Amelie.

—Pobre de mi... —fingió un puchero de tristeza.

Amelie aprovechó la oportunidad y acercó aún más a Hermione, hasta que sintió la respiración tibia de la castaña en sus labios. Ambas se quedaron mirando por unos segundos, que parecían una eternidad.

Finalmente fue Amelie quien dio el paso en esta ocasión.

—¿Puedo besarte? —susurró, pasando su vista de los ojos avellana de Hermione hasta sus labios.

—Dios si —soltó un suspiró entrecortado—, estaba deseando que lo hicieras desde hace un tiempo...

Y luego sus palabras fueron silenciadas cuando Amelie la besó.

Fue incluso más intenso que la primera vez, pero ninguna se quejó; sus labios se moldeaban perfectamente el uno contra el otro.

Y cuando la intensidad se acabó, Hermione se aferraba con fuerza a la cintura de Amelie, mientras que esta, se separaba de ella dejando suaves y pequeños besos en sus labios. No querían alejarse la una de la otra, pero sabían que no podían permanecer en ese salón mucho tiempo.

Si lo hacían, alguien las descubriría.

—Casi lo olvido —dijo Hermione una vez que Amelie cerró la puerta del salón detrás de ella—. Hedwig trajo esto para ti... —le entrego un sobre pequeño, mal doblado.

—¿Es de mi tío? —preguntó tomando y guardárselo en el bolsillo.

—Si, envió una dirección para que lo encontremos.

—Bueno, solo espero que sepa lo que esté haciendo—. Amelie frunció las cejas levemente. Miró a las directores de los pasillos por donde no había nadie, y camino cerca de Hermione hasta el salón de clases.

—Yo también lo espero...

[...]

Amelie camino bajo la capa de invisibilidad mientras escuchaba a Ron quejarse en voz alta.

—Es que enserio porque tienen que venir...

—Porque Sirius les pido que vinieran, así que cierra la boca Ron —masculló Hermione con amargura.

El día de la salida de Hogsmeade, Amelie pasó un gran rato con sus amigos y cuando fue la hora de ir con el trío de oro para encontrarse con Sirius; Theo y Blaise la habían ayudado a escaparse sin que nadie se diera cuenta, lo cual en realidad, fue bastante difícil, debido a que Cristina no la perdía de vista ni un segundo. Así que Amelie tuvo que traer a Orion con ella para ocuparlo de excusa.

A la una y media subieron por la calle principal, pasaron Dervish y Banges y salieron hacia las afueras del pueblo.

—Estoy tan confundido con esto, Lie —murmuró su hermano en voz baja—, ¿y por qué traes una mochila llena de comida?

—Te lo explicaré después, lo prometo.

El ventoso callejón salía del pueblo hacia el campo sin cultivar que rodeaba Hogsmeade. Las casas estaban por allí más espaciadas y tenían jardines más grandes. Caminaron hacia el pie de la montaña que dominaba Hogsmeade, doblaron una curva y vieron al final del camino unas tablas puestas para ayudar a pasar una cerca.

Con las patas delanteras apoyadas en la tabla más alta y unos periódicos en la boca, un perro negro, muy grande y lanudo, parecía aguardarlos. Lo reconocieron enseguida.

—Hola, Sirius —saludó Harry, cuando llegaron hasta él.

El perro olió la mochila de Harry y meneó la cola con felicidad. Amelie se acercó con su hermano, y a Sirius le inundó aún más el olor del pollo que Orion cargaba en su propia mochila.

Amelie le había pedido ayuda a Winky para preparar un buen banquete.

Sirius comenzó a trotar por el campo cubierto de maleza que subía hacia el rocoso pie de la montaña. Todos traspasaron la cerca y lo siguieron.

Sirius los condujo a la base misma de la montaña, donde el suelo estaba cubierto de rocas y cantos rodados, y empezó a ascender por la ladera. Siguieron subiendo tras Sirius durante casi media hora por el mismo camino pedregoso, empinado y serpenteante. El perro movía la cola mientras ellos sudaban bajo el sol.

Orion parecía que en cualquier momento se desmayaría, así que Amelie tuvo que cargar la mochila con comida y al mismo tiempo arrastrar a su hermano por el brazo.

Al final, Sirius se perdió de vista, y, cuando llegaron al lugar en que había desaparecido, vieron una estrecha abertura en la piedra. Se metieron por ella con dificultad y se encontraron en una cueva fresca y oscura.

Al fondo, atado a una roca, se hallaba el hipogrifo Buckbeak. Los cinco se inclinaron ante él, y, después de observarlos por un momento, Buckbeak dobló sus escamosas rodillas delanteras y permitió que Hermione se acercara, para acariciarle el cuello con plumas.

Amelie dejó a su hermano recargado en una roca, para acercarse al perro negro, que ahora se había transformado en su tío Black.

Sirius llevaba puesta una túnica gris andrajosa, la misma que llevaba al dejar Azkaban, y estaba muy delgado.

Amelie siento su expresión hacerse más suave al ver el estado en el que se encontraba, así que hizo una nota mental para enviarle ropa nueva y mucha más comida con Winky.

—¡Pollo! —exclamó con voz ronca, después de haberse quitado de la boca los números atrasados de El Profeta y haberlos echado al suelo de la cueva.

Harry y Amelie sacaron toda la comida de sus mochilas y se la entregaron.

—Gracias —dijo Sirius, cogió un muslo y se puso a devorarlo sentado en el suelo de la cueva—. Me alimento sobre todo de ratas. No quiero robar demasiada comida en Hogsmeade, porque llamaría la atención.

Les lanzó una sonrisa a ambos niños, que trataron de corresponderla. Amelie estaba tratando de no hacer una mueca de asco por sus palabras.

—¿Qué haces aquí, Sirius? —le preguntó Harry.

Amelie se acercó a Hermione, que aún acariciaba a Buckbeak.

—Cumplir con mi deber de padrino y tío —respondió Sirius, royendo el hueso de pollo de forma muy parecida a como lo habría hecho un perro—. Mi cachorra me envió una carta, que me dejó pensando demasiado...

—¿Qué carta? —preguntó Harry con interés.

Amelie apartó la vista del perfil de Hermione para mirar a su tío.

—¿Tienes respuestas? ¿Sabes quién es? —preguntó de forma rápida.

—Bueno —comenzó Sirius levándose de su lugar para sacar la fotografía que Amelie le envió—, tengo muchas respuestas y también muchas preguntas. ¿Por qué estás tan interesada en ese chico?

Amelie se quedó mirando al suelo unos segundos, no sabía si decir la verdad o una simple mentira. Al final optó por usar ambas.

—Es que bueno, Winky estaba como loca al verlo y eh... yo solo quería saber quien era... —balbuceó.

Sirius pareció creerle.

—Es el hijo de Crouch —respondió Sirius—, Barty Crouch Jr, pero él está muerto.

—¿Muerto? —repitió Amelie, sin creerlo.

—Si, era un mortifago, y fue sentenciado por la tortura de los Longbottom, sin embargo, él falleció cuando yo aún estaba en Azkaban...

Amelie se levantó de su lugar entre confundida y abatida. Si era el hijo de Crouch y estaba muerto, entonces ninguna de sus teorías podría ser cierta.

—¿Es todo lo que sabes?

—Bueno —Sirius lo pensó durante unos segundos—, tu padre era amigo suyo. Formaban parte de una pandilla en la zona Slytherin, pero supongo que él no te habla mucho de ello.

—No, en realidad no lo hace. Winky robó esa foto y sus demás cosas por mi.

—Y creo saber el porqué... —murmuró el hombre en voz baja.—Un minuto —Sirius pareció procesar las palabras de Amelie—. ¿Dijiste Winky? ¿Quién es Winky?

Orion se quedó ahí sentado comiendo sus ranas de chocolate, mientras los adultos hablaban.

—Era la elfina de Crouch, pero la despidió y ahora es mi... mi —Amelie se abstuvo de decir algo que tuviera que ver con la esclavitud de los elfos, solo porque Hermione estaba ahí—... amiga

—¿Crouch despidió a su elfina doméstica? —preguntó Sirius interesado.

—Sí, en los Mundiales de quidditch —repuso Harry, y se puso a contar la historia de la aparición de la Marca Tenebrosa y de que habían encontrado a Winky con la varita de él en la mano, y del enojo del señor Crouch.

Cuando Harry hubo concluido, Sirius se puso de nuevo en pie y comenzó a pasear de un lado a otro de la cueva.

—A ver si lo he entendido todo bien —dijo después de un rato, blandiendo un nuevo muslo de pollo—. Primero viste en la tribuna principal a la elfina, que le estaba guardando un sitio a Crouch, ¿no es así?

—Sí —el trío de oro respondió. Amelie solo se quedó ahí parada pensando en todo.

—Pero Crouch no apareció en todo el partido.

—No —confirmó Harry—. Me parece que dijo que había estado muy ocupado.

—Y ahora está enfermo... —comentó Amelie dudosa.

—Pero aún así entró al castillo de Hogwarts para meterse en el despacho de Snape —continuó Harry.

Amelie lo miró con incredulidad.—¿Qué Crouch que?

—Entró en el castillo. Tu estabas ahí, ya sabes, cuando apareció Moody.

Amelie se alejó de Hermione para tomar a Harry de la camisa y agitarlo como trapo.

—¡Y porque no me dijiste!

Harry trató de responder como pudo.

—¡Porque no me preguntaste!

Sirius los ignoró y paseó en silencio por la cueva. Luego preguntó:

—¿Miraste en los bolsillos si estaba la varita después de dejar la tribuna principal, Harry?

—Eh... —Harry intentó recordar, mientras trataba de calmar su cerebro por tanto ajetreo —. No —contestó por fin—. No la necesité antes de llegar al bosque. Entonces metí la mano en el bolsillo, y lo único que encontré fueron los omniculares. —Miró a Sirius—. ¿Crees que el que hizo aparecer la Marca Tenebrosa me robó la varita en la tribuna principal?

—Tal vez —dijo Sirius.

—¡Winky no robó esa varita! —aseguró Hermione con dureza y Amelie la tomó de la mano para se que calmará.

—La elfina no estaba sola en la tribuna principal, ¿verdad? —dijo Sirius frunciendo el entrecejo mientras seguía paseando—. ¿Quién más había sentado en la tribuna?

—Mucha gente —explicó Harry—. Funcionarios búlgaros... Cornelius Fudge... Amelie, su amigos, su padre...

Sirius giró su cabeza hacia su sobrina en aquel momento. Amelie entró en pánico.

—¿Qué? ¡Yo no tome la varita!

—Quizás si —masculló Ron—, te encontramos en el bosque y segundos después apareció la marca.

—¡Que tonterías dices! ¡Pero si estaba con ustedes cuando conjuraron la marca!

—Bueno, pudo haber sido tu padre —Ron se giró hacia Sirius—, ¿no dijiste que te inculpó y por su culpa fuiste a Azkaban?

—¡No voy a permitir que culpes a mi padre! —exclamó ella, intentando acercarse a Ron, pero Hermione la detuvo.

Orion también miraba al pelirrojo con recelo.

Amelie miró entre ambos y al final se dejó guiar por Hermione a una esquina de la cueva, donde ambas se quedaron sentadas.

Sirius se aclaró la garganta y volvió a mirar a Harry:

—¿Nadie más?

—Nadie.

—Sí, había alguien más: Ludo Bagman —recordó Hermione.

—¡Ah, sí..!

—No sé nada de Bagman, salvo que fue golpeador en las Avispas de Wimbourne —comentó Sirius, sin dejar de pasear—. ¿Cómo es?

—Guay. Se empeña en ofrecerme ayuda para el Torneo de los tres magos.

Y en todo el rato que Sirius hablo y hablo sobre teorías locas que tenia, Amelie no volvió a dirigir la palabra a nadie y, en cambio, recargó su cabeza en el hombro de Hermione para mirar fijamente el suelo sucio de la cueva.

Tenía muchas más cosas que pensar sobre lo que descubrió con sus amigos. Si el tal Barty estaba muerto, entonces, nada de lo que creía era real.

Y no sabía si debía preocupase o solo dejar el tema en paz.

Después de todo, ¿qué cosas malas podrían pasarle a ella? Si era Harry quien estaba en el torneo.

[...]

—¿Qué? ¿Me vas abandonar? —preguntó Orion con las cejas fruncidas, mientras veía a a su hermana alejarse con Hermione hacia el otro lado de la montaña.

—Te lo recompensaré, lo prometo...

Ron también le gritó a Hermione que podría acompañarlas, pero la castaña se negó. Así que no tuvo de otra, más que irse con Harry y la versión pulgosa de Sirius, de regreso a Hogsmeade.

—¿A dónde vamos? —le preguntó Amelie a la castaña mientras subían parte de la ladera.

—Le pregunté a Sirius sobre un lugar donde pudiéramos estar a solas; así que, nos dirigirnos hacia allí...

—¿Por qué? ¿No quieres ir a... Hogsmeade?

Hermione la tomó de la mano en aquel momento y entrelazó sus dedos.

—Sabes que eso no se puede... —murmuró con suavidad. Y Amelie entiendo perfectamente a lo que se refería.

—Lo lamento... —se disculpo con vergüenza en su voz.

Sabía perfectamente que no podía ir por ahí con Hermione, aunque lo quisiera. Si las personas la veían, no solo la mirarían raro por estar cerca de una Gryffindor, si no que también, murmuraría cosas malas sobre ella hacia Hermione.

Y no quería la castaña la dejara por eso.

Cuando llegaron a una parte alta de la montaña, donde una formación de rocas estaba colocada justo frente al pueblo de Hogsmeade, Hermione la jalo de la mano para se sentara junto a ella.

Desde ahí se podía ver todo, aunque de una manera muy pequeña.

Se quedaron en silencio unos minutos, respirando el aire fresco de la tarde, mientras abajo, en el pueblo, se escuchaban las risas de los demás alumnos. Era un ambiente tranquilo, perfecto para pasar un tiempo a solas.

Entonces Hermione se atrevió a romper el silencio. Estaba jugando con los anillos en los dedos de la sangre pura, mientras sus ojos miraban fijamente el perfil lateral de Amelie. Siempre creyó que la niña era realmente bonita; con sus ojos brillantes y aquella suave sonrisa que aparecía en sus labios cada vez que estaban cerca. Pero, sobre todas esas cosas, Hermione siempre pensó que era especial.

Lo supo cuando sus ojos se encontraron por la casualidad en aquella estación, lo supo cuando Amelie hechizo a su amigo solo por ella; lo supo cuando la protegió en el mundial de Quidditch a pesar de sus propias heridas, lo supo entonces, cuando Amelie la escuchaba cada vez que divagaba, a diferencia de otras personas. Y lo sabe ahora, mientras su corazón late con fuerza a través de su pecho.

—No tienes que disculparte por algo como eso, ¿sabes? —Amelie la miró confundida—. Quiero decir, no entiendo muy bien porque no quieres que nadie nos vea juntas pero, eso no significa que me moleste —soltó un gran suspiro—. Simplemente es extraño...

Amelie trago saliva y preguntó:

—¿Y eso es bueno o malo?

—¿Quieres la verdad? —Hermione se acercó más a ella, hasta que sus hombros se rozaron. A este punto, podía sentir el propio corazón de Amelie, latir a través de su piel como el ritmo de una canción.

Solo esperaba que fuera una de amor.

—Si —respondió la niña, con un poco de urgencia. Y Hermione sonrió.

—Es ambas.

Amelie miró al suelo de inmediato. No esperaba una respuesta tan sincera, aunque, al final sabía que era una realidad en su vida. Y odiaba la idea de no ser suficiente para Hermione. Quizás si fuera más libre...

—Lo lamento... —volvió a disculparse, porque no sabía que otra cosa decir—. Y entendió si tu, bueno... ya sabes, te cansas de esto, cualquier persona lo haría...

Hermione la tomó de las mejillas y le planto un suave beso, que Amelie no dudo en continuar. Los labios de su querida Hermione eran tan suaves y maravillosos, que, por primera vez en su vida, deseaba a quedarse en ese momento para siempre.

Cuando se alejaron, la castaña la miró con ojos brillantes.

—Esperé por ti mucho tiempo, no me voy a alejar solo por eso. Estoy enamorada de ti y eso nada lo cambiará, ¿entiendes?

Pero Amelie soltó asintió, estaba bastante aturdida como para responderle.

Hermione la volvió a besar aquella tarde, una y otra y otra vez. Tanto así, que su pequeña cita se basó más en besos afectuosos que en palabras.

Y Amelie no pensó ni un momento en el futuro de su familia. Ni que era probable, que su madre la obligara a comprometerse con Draco el próximo verano. Quería vivir en el ahora, y dejar el mañana para después.

—Espera, ¿dijiste que esperaste mucho tiempo por mi? —preguntó Amelie, una vez que ambas bajaban por la montaña.

—No... —Hermione soltó una risa nerviosa—, escuchaste mal.

—Pues creo que escuche perfectamente bien, Granger.

Hermione resopló frustrada.

—De acuerdo, me gustabas desde el primer año...

—¿Qué?—Amelie la miró con incredulidad—¿Desde el primer año? Pero si era una gruñona y casi ni hablaba...

—Tienes razón, pero eras muy linda —Hermione miró hacia la nada, recordando a la niña de ojos grises que la miraba fastidiada, cada vez que ella la acosaba en la biblioteca o en el gran comedor.

Quien diría que esa misma niña iba a dar hasta la vida por ella.

Pero, esa una historia para después.

[...]

[10 de marzo, 1995]

════ ⋆★⋆ ════

—¿Qué? ¡No! ¡De ninguna manera! —masculló Amelie en voz baja, para evitar que los elfos en las cocinas se asustaran. El trío de oro estaba frente a ella, mientras Cedric estaba sentado a su lado, en una mesa, con un par de pastelitos en las manos—. ¡No van a preguntarle a Winky sobre ese hombre!

Amelie, había ido a visitar a su amiga a las cocinas una vez que terminó su desayuno de ese domingo. Y, por casualidad, Cedric estaba dentro de las cocinas pidiendo postres para comer, así que ambos se quedaron hablando un rato, hasta que apareció el trío de Gryffindor para intentar convencerla de que les permitiera hablar con su elfina. Ella, por supuesto, se negó un montón de veces, ya sabiendo cómo terminaría Winky luego de que la interrogaran. Sin embargo, el trío oro podía ser muy persistente en ocasiones.

Hermione, quien estaba frente a ella con los brazos cruzados, no parecía muy feliz de verla cerca de Cedric, pero Amelie no tuvo mucho tiempo para preguntarle nada al respecto, porque Harry seguía hablando una y otra vez, a pesar de que ella había dicho "NO".

—¿Por qué? —insistió Harry—. No le haremos nada malo, solo le preguntaremos sobre...

—De ninguna manera, Potter. La pequeña Winky aún es muy sensible con ese tema —lo interrumpió y se giró para mirar su pastel.

Cedric permanecía quieto, mientras escuchaba atentamente la conversación.

Hermione se acercó a Amelie y le dio un suave beso en la mejilla, que dejó aturdida a la niña por unos segundos. Aún no estaba acostumbrada a esas muestras de afecto y siempre terminaba balbuceando cosas sin sentido por los nervios que Hermione le causaba.

¡Pero, hey! ¡Ya estaba trabajando en eso!

—Por favor, Amy —le murmuró Hermione—. Solo serán unos minutos...

Cedric soltó una risa burlona, que sacó a la niña de su ensoñación. Amelie agitó la cabeza para aclarar sus pensamientos, recordando que no estaba sola en la habitación de las cocinas.

—Bien, pero si Winky se pone histérica solo... atúrdela —afirmó, volviendo a seguir con su pastel.

—¿Aturdirla? —indagó Ron confundido—. Pero es tu elfo, puedes ordenarle cualquier cosa y te obedecerá.

Amelie compartió una mirada con Cedric y ambos le sonrieron al pelirrojo con burla, sabiendo que no debería decir eso frente a Hermione.

Si, Amelie le había hablado al Hufflepuff sobre la asociación «Peddo». Y aunque al principio pensaban que era una broma, luego aceptó la insignia de la niña para poder unirse, solo porque Amelie quería hacer feliz a Hermione.

Y Diggory era un buen amigo.

—¡Ron! ¡Los elfos no son simples objetos! —lo regañó la castaña, entrecerrando los ojos con furia.

—Sigues con eso, Hermione —reprochó con voz aburrida —. Ya te lo dije, a los elfos les gusta la esclavitud.

—No a todos, Weasley —Amelie lo sujeto del hombro con fuerza para que se callara—, Dobby y mi amigo Amadeus, son el ejemplo de eso.

—Como sea —los interrumpió Harry, para llevarse a su amigo lejos de las dos niñas—, vinimos aquí para hablar con Winky...

—Y para darle a Dobby sus calcetines nuevos—agregó Hermione con rapidez.

—¡Cierto, cierto!

Amelie volvió a prestar atención a su pastel, mientras que el trío de oro se acercaba a Dobby en la esquina. El elfo, estaba lavando unos platos mientras tarareaba una alegre canción. Parecía el más feliz de todo el lugar.

—Entonces... —comenzó hablar Cedric su lado—, ¿Granger y tú están saliendo ahora?

Amelie se ahogó con su pastel y se puso colorada. Miró hacia atrás para darse cuenta de que Hermione no escuchó nada.

—No, aún no. Y por favor, no hagas esas preguntas frente a ella, me da vergüenza... —admitió en voz baja.

Cedric soltó una risa y levantó la mano para darle suaves palmadas en la espalda. Había querido hablar de eso durante un tiempo. Después de todo, fue él, quien le dio la idea para el cumpleaños número quince de Hermione y también, quien la ayudo a preparar el pastel de chocolate.

—¿Por qué te avergonzarías?

—Porque aún no somos nada, y no quiero que Hermione piense que soy una encimosa o algo así.

—Bueno, pues yo creo que no pensaría eso —aseguró el castaño—, se ve que le gustas mucho.

Ambos giraron hacia atrás, para fijar su atención en el trío de oro.

Amelie hizo contacto visual con Hermione, que la miraba fijamente con sus bonitos ojos avellana y tan pronto se dio cuenta de que la habían descubierto mirando, apartó la vista hacia Dobby.

—Te lo dije —le murmuró Cedric, cuando ambos tuvieron de nuevo su atención con en sus postres.

Amelie pico su pastel con el tenedor.

Por supuesto que quería salir con Hermione de forma oficial, pero por más que lo pensaba siempre creía que era demasiado pronto para eso. Apenas llevaban más de un mes de descubrir sus sentimientos, y no quería presionar a Hermione a nada.

Incluso, aunque la castaña le había asegurado que podía besarla cuando quisiera; Amelie todavía se aseguraba de preguntarle si estaba de acuerdo antes de hacerlo.

Amelie conocía muy bien el rollo de las relaciones románticas, más allá del tema de sus propios padres, pero ellos no solían ser tan afectuoso el uno con otro, cuando ella y Orion estaban presentes. Simplemente se trataban como socios o conocidos.

Así que, por obvias razones, Amelie no sabía que hacer con todos los sentimientos que tenía por Hermione. Aveces sentía demasiado por ella, que era agobiante.

Pero, de una buena manera; como si no pudiera evitar querer estar cerca de la castaña las 24 horas del día. Y se preguntaba si Hermione sentía lo mismo, o solo era ella una adolescente extraña.

—Como sea, solo quiero un poco más de tiempo —le respondió a Cedric, mientras de fondo se escuchan las palabras de agradecimiento de Dobby hacia el trío de oro, por traerle nuevos calcetines.

—¿Tiempo para qué?

—Para conocernos mejor —asintió con firmeza—, quiero conocer todo de ella, desde cuales son sus sueños, hasta cual es su mayor miedo en el mundo...

—Bueno, lo admito, eso es bastante cursi —admitió Cedric, e ignoró la mitad ofendida de Amelie para seguir hablando—. Pero creo que es lo más puro que alguna vez haya escuchado.

—¿Qué quieres decir? —Amelie ladeó la cabeza totalmente perdida en las palabras del niño mayor.

—Ya sabes, eres solo una adolescente y aún así, solo quieres conocer a la persona que te gusta, en lugar de fijarte en otras cosas...

—¿Otras cosas? ¿Y qué significa eso?

—Si ya sabes, la mayoría de las personas solo busca un poco de diversión, sea con quien sea. El mundo de ahora ya no es como era antes, ¿sabes a lo que me refiero? —Amelie negó, porque en realidad no lo entendía—. Bueno, estoy seguro de lo que descubrirás por tu cuenta...

Amelie lo empujó con su codo con suavidad.

—Eres un chico raro, Diggory.

Cedric rodó los ojos con una sonrisa afectuosa.

—El señor Crouch... ¿enfermo? —Amelie escuchó la voz chillona de Winky tras ella.

—Pero no estamos seguros de que sea cierto —se apresuró a añadir Hermione.

—Eh, ¿sabes algo de él, Winky? —le preguntó Harry. Y la elfina lo miró con desconfianza.

—¡Winky no puede decir nada! —gruño y se alejó de ellos de forma rápida. Lo elfos cercanos la miraron mal.

—¡Rosier tu puedes hacer algo! —gritó Ron, mientras se metía a la boca otro de los pastelitos de nata y chocolate.

Amelie negó con la cabeza.

—No voy a obligar a Winky a decir nada, la última vez que lo intenté casi se descompone la pobre.

Cedric murmuró en voz baja: "¿Se descompone?"

Y Amelie le hizo un movimiento rápido con la mano, que significaba que le explicaría después.

—Pero es tu elfo —volvió a repetir Ron como si eso fuera la solución—. ¿No debería valorarte más Winky a ti, que a él viejo de Crouch?

—Me temo que no —Amelie miró hacia abajo con las cejas fruncidas, como si algo le molestara—. Aún no soy lo suficiente importante para Winky. Aunque, lo he intentado.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Harry.

—Bueno ya sabes, he tratado de todo para que me considere una amiga, alguien en quien pueda confiar, pero Winky no puede ver más allá de su mente esclavizada de elfo...

—Pues yo creo que Winky te aprecia mucho —comentó Hermione tratando de subirle el animo.

—No necesito que me mientas, Mione —le regalo una sonrisa ladeada, la verdad el hecho de pensar que Winky no la quería tanto, le dolía—. Se que Winky solo me respeta porque la reclame y le di un nuevo amo con el que lidiar.

—Bueno, ve el lado positivo —dijo Ron—, al menos tienes un elfo que te prepare ricos postres...

Y Amelie no pudo decir nada contra eso, porque en realidad tenía razón. Al menos Winky le preparaba ricos pastelitos y galletas, sin que ella se lo pidiera.

Una vez que el trío de Gryffindor se llenaron las manos de comida para Sirius, salieron de las cocinas, siendo seguidos por Amelie y Cedric, este último iba contándole a la Slytherin como había rescatado exitosamente a Cho, en la segunda prueba.

—Nos vemos después, pequeña Rosier... —Cedric le revolvió el cabello y le guiñó un ojo, antes de caminar por el pasillo hacia a su sala común.

Amelie lo miró irse, sintiendo ese revoloteo en su corazón de un hermano mayor. Al girarse para enfrentar al trío de oro, se encontró con diferentes expresiones. Harry tenía una mueca incrédula; Ron estaba comiendo un galleta mientras la miraba confundido. En cuanto a Hermione, permanecía con los brazos cruzados, con una mirada que Amelie no pudo descifrar. ¿Estaba molesta? No, imposible, esa idea abandono su cabeza tan pronto llegó ahí.

Quizás, Hermione solo tenía hambre.

Rosier, con duda, metió su mano en el bolsillo de su suéter y sacó una rana de chocolate, para después entregársela a Hermione.

—¿Qué? —indagó la castaña, una vez extendió su mano para tomar el dichoso dulce.

—¿Qué de qué?

—¿Por qué me das esto? —levantó la rana de chocolate con incredulidad.

—Pensé que tenías hambre... —se encogió de hombros.

Bueno, tal vez Amelie había leído un poco mal las emociones de la castaña, pero no podía culparla, no era buena con las chicas. Y lo peor, es que ella era una. Su hermano siempre tuvo razón, nadie entiende a las mujeres, ni siquiera ellas mismas lo hacen.

Hermione la miró durante uno segundos y luego soltó un largo suspiro; metió la rana de chocolate en su bolsillo, sin tener de otra que aceptarla. Se enamoró de la niña que come dulces como si no hubiera un mañana, así que, lo único que le quedaba era aguantarse.

—No tengo hambre... —murmuró, cuando sintió que Rosier la miraba fijamente por una respuesta.

—¡Yo si! —gritó Ron. Ambas niñas se giraron a mirarlo, una con una sonrisa y la otra con una mueca.

—¡Acabas de comer Ron!

—¡Yo también! —Amelie levantó la mano para chocar los cinco, hasta que se dio cuenta de con quien estaba hablando. Su expresión cambió totalmente y alejó su mano con rapidez, fingiendo que no pasó nada.—Eres un tragón, Weasley...

Amelie observó como la expresión de Ron cambiaba a una ofendida, pero antes de que pudiera reprocharle por sus palabras, Hermione la tomó de la muñeca y la jalo hacia ella.

—Bueno, será mejor que ustedes dos envíen esa comida para Hocicos, seguramente la está esperando con ansias.

—¿Y qué harás tú? —cuestionó Ron, al ver a Hermione tan ansiosa por irse.

—Estará muy ocupada conmigo, obviamente —respondió de inmediato la niña ojos grises, y Hermione le dio un golpe en las costillas para hacerla callar.— ¿Qué? Pero, si dije la verdad.

Hermione la ignoró para mirar a su amigo.

—Haré cosas muy importantes, Ron —murmuró, mientras se giraba hacia el otro lado del pasillo, con la su mano todavía en la muñeca de Amelie, quien no tuvo de otra más que seguirla. (Tampoco se quejaba) —. ¡Nos vemos después!

Y ambas abandonaron el pasillo, para caminar directo hacia un salón vacío y sin vigilancia. Amelie se recargó en una mesa vieja; miró a sus alrededores con atención, en el salón había un montón de pergaminos polvorientos que fueron dejados ahí por alguna razón, pero, aparte de eso, no había nada más interesante.

—Entonces... —comenzó hablar Hermione, mientras se acercaba a la niña, con las manos detrás de la espalda y una mirada juguetona—, tengo algo que decirte.

—¿Así? ¿Y qué es? —Amelie se cruzó de brazos y la miró fijamente. La voz de Hermione siempre lograba cautivarla, sin importar cuantas veces la escuchó antes.

—Bueno, yo... —se acercó hasta que quedaron a centímetros de distancia; la sonrisa de Amelie se ensanchó—, quiero que me ayudes a descubrir el secreto de Rita Skeeter.

Y su brillante sonrisa se borró.

—¿Era eso? —murmuró decepcionada, esperaba algo más pero sabía que con Hermione debía estar preparada para las sorpresas. Además, la hija de muggles se la pasó todos los días de la semana murmuraron cosas contra Skeeter.

—Si, ¿por qué? ¿Esperabas algo más?

La Slytherin apartó la vista de los ojos avellana y fingió indiferencia. Aunque podía ver de reojo la sonrisa burlesca que la castaña le estaba dando. ¿Siempre podía leerla con tanta facilidad?

—¿Esperabas algo más, Rosier? —volvió preguntar.

Amelie siguió con su actuación sería, aunque su rostro mostraba lo contrario. Sus mejillas se tiñeron de rojo, que incluso, podía sentir el calor subir hasta sus orejas. Aún no podía normalizar cosas cómo estas, sin sentir que su corazón iba explotar de emoción.

Finalmente, cuando sus ideas se acomodaron, murmuro por lo bajo:

—Un beso...

Hermione hizo una mueca confundida y esta vez, fue su turno de fingir.

—Disculpa, ¿puedes repetirlo? Es que no escuche bien.

«¡Malditos Gryffindor y su estupida valentía!» pensó la sangre pura, antes de apretar los labios en una delgada línea. Ocupó toda la fuerza de voluntad para volver a repetir aquello, solo porque de verdad lo quería.

¿Quién no desearía besar a Hermione Granger?

—¿Puedes darme un beso, por favor?..

Hermione no necesito más palabras que esas, para cumplirlo. Fue un beso tan infantil como cualquier otro, solo eran dos chicas que descubrían sus sentimientos profundos la una por la otra. Y eso estaba bien.

Cuando se alejaron, Amelie solo pudo pensar que los labios de Hermione eran los únicos que quería probar por el resto de su corta vida.

—Pero, ya enserio, ¿quieres que te ayude a encontrar el oscuro secreto de Skeeter? —preguntó una vez las dos estuvieron sentadas en una esquina.

—Si, tengo que descubrir cómo ha hecho para descubrir todas esas cosas y darle lo que se merece —Amelie la miró con un poco de sorpresa, no esperaba que Hermione fuera tan rencorosa.

—Pero, algunas son falsas ¿no?

Las castaña vaciló unos segundos,

—Bueno, no todas...

«Oh»

—¿Quieres decir que Krum de verdad te dijo todo eso, ademas de invitarte a Bulgaria? —su voz salió monótona, aunque por dentro estaba comenzado a sentir un incendio de celos.

—Si, pero... —Amelie la interrumpió, soltando un resoplido molesto.

—Lo mataré, debí haberlo arrojado de regreso al lago cuando tuve la oportunidad... —murmuró entre dientes.

Hermione soltó una risita; levantó la mano para acomodar un mechón suelto que caía por el rostro de la Slytherin. Amelie al sentir un suave toque, dejó de hablar.

—Vaya... no pensé que fueras del tipo celoso —soltó burlesca, luego acercó su rostro para dejar un pequeño beso en la mejilla de la niña, como si le quisiera asegurar que todo estaba bien y no tenía de que preocuparse.

«¡Malditas emociones sensibles!» Amelie se maldijo, mientras se giraba a mirar a la niña con una expresión avergonzada.

—Te odio, Granger.

—No, no lo haces...

[...]

Amelie caminaba a pasos perezosos hacia el gran comedor con Cristina a su lado. Hoy era un día mucho más tranquilo de lo normal, aunque ella no sabía el porque.

—¿Estás bien, Amelie? —le preguntó la niña a su lado.

—Perfectamente, ¿por qué?

Cristina acomodó su mochila más cerca de ella, mientras fijaba sus ojos en el perfil lateral de Amelie.

—No se, te he notando mucho más alegre que antes. ¿Pasó algo de lo que yo no sepa?

Bueno, eso era bastante obvio, sobretodo porque no había maldecido a Pansy en más de un mes, ni tampoco se quejó de sus horribles ronquidos, aún cuando eran más fuertes de lo normal.

—No, todo esta normal—respondió Amelie nerviosa.

—¿Estás segura?

—Si, claro, ¿por qué tanta insistencia?

Y Cristina apartó la vista con rapidez.

Cruzaron por el pasillo y llegaron al vestíbulo, donde los alumnos entraban al comedor, para obtener un buen desayuno antes de sus clases. Amelie vio desde lejos a Bianca y a su hermano entrar, siendo seguidos por sus compañeros de Beauxbatons.

Había hablado con la chica un par de veces, sobretodo cuando su hermano, Sebastián, se acercaba a sus amigos en la mesa Slytherin. El chico era demasiado parecido a su hermana, se la pasaba parloteando sin parar sobre cualquier tema; parecía que siempre tenía algo que decir, aún cuando la mesa estuviera en silencio.

A Orion le agradado bastante, que incluso se alegró de saber que quizás, el próximo año estarán juntos en Hogwarts. Y en esta ocasión, Amelie no le había dicho que tuviera cuidado con él, ni con Bianca. Por ello, parecía ser el más feliz cada vez que los dos alumnos Beauxbatons, se acercaba a conversar.

—Por nada —comentó Cristina, haciendo que Amelie volviera a la realidad, se giró a mirar su mejor amiga con el entrecejo fruncido en confusión. Por el tono de voz que uso, parecía que estaba ocultado algo importante.

—De acuerdo...

Ambas entraron en el gran comedor, solo para toparse de frente con el trío de oro, que caminaba hacia la salida. Hermione iba al frente con los ojos llorosos y tapándose las manos con su túnica. Tan pronto hizo contacto visual con los ojos grises, apartó la vista avergonzada y apresuró el paso para salir, en el proceso golpeó por accidente el hombro Cristina.

—¡Se lo advertí! ¡Le advertí que no provocara a Rita Skeeter! —exclamó Ron, entre preocupado y molesto.

Cristina soltó una risa sarcástica.

—¿Qué pasa, Potter? ¿Rompiste con tu novia? —se burló y cuando se giró a ver la expresión de Amelie, su sonrisa se borró.

—No la escuches, Harry, vámonos —Ron empujó a su amigo fuera del comedor y ambos siguieron a Hermione.

Amelie los miró irse; por dentro estaba entrando en pánico por ver los ojos llorosos de la castaña. ¿Qué había pasado? Solo llego tarde al comedor por unos minutos.

—¿Qué pasó? —le murmuró a su hermano en el oído una vez se dejó caer a su lado. Theo y Blaise estaban frente a ella, jugando con una versión en miniatura de Aidan Lynch, que compraron en el mundial de Quidditch.

Orion dejó su manzana de lado, para inclinarse más cerca de su hermana. De esa forma ni Draco, ni Cristina escucharían algo.

—Creo que le llegaron cartas de odio a Hermione. No pude ver bien, pero al parecer una de ellas, tenía pus de bubotubérculo sin diluir... un desastre total si me lo preguntas.

Amelie se alejó de su hermano cuando escuchó unas risitas provenía de unos asientos más allá en la mesa Slytherin. Y como era de esperarse, las hermanas Carrow se estaban burlando de la situación.

«Una mente tranquila, es una mente domesticada» se repitió una y otra vez, tratando de no sacar su varita en aquel momento para hechizarlas. Tuvo suficiente de ellas en los últimos meses como aguantarlas por el resto del año.

—Nos vemos para comer —dijo Cristina, colocándose de pie.

—¿Eh? —balbuceó Amelie—Ah, si, nos vemos después.

Orion le dio palmadas en la cabeza a su hermana y se dirigió a la salida del comedor. Amelie los miró irse; entonces se levantó de su lugar para intentar ir hacia el ala de enfermería, donde seguramente Hermione estaba siendo atendida.

—Supongo que debemos buscar una excusa para ti, ¿no? —preguntó Theo.

—¿Lo harían por mi? —murmuró mirando con ojos de cachorro a sus dos mejores amigos.

—Largo, nosotros lo resolveremos...—Theo la corrió de la mesa con un movimiento rápido de mano y Amelie no desaprovechó la oportunidad; besó las mejillas de ambos niños y salió a pasos rápidos del gran comedor.

Camino de regreso por el vestíbulo y por un par de pasillos más, lo cuales estaba desiertos, debido a que algunas clases ya estaban dando comienzo, entre ellas, la suya.

Pero no estaba tan preocupada por eso si era la primera vez que llegaba tarde o faltaba. Siguió caminando por el pasillo, con el único pensamiento de saber si Hermione se encontraba bien. Y por lo que escuchó de sus amigos, no lo parecía.

Cuando estaba a punto de girar por el pasillo que daba al aula del hospital, una cabellera negra llamó su atención. Céline se dirigía hacia algún lugar de Hogwarts por una razón desconocida. Amelie se escondió detrás de una armadura enorme y permaneció ahí, hasta que la perdió de vista.

Tuvo dos voces en la cabeza que le gritaban cosas distintas. Una le decía: "Es mala idea seguirla, además, Hermione te necesita" y la otra mientras tanto, le susurraba con mucha insistencia: "¡Síguela, síguela! ¡Podrías descubrir algo"

Se lo pensó durante unos segundos antes de acatar las órdenes de la segunda.

—Demonios —murmuró una vez se encaminó por el mismo pasillo en el que Céline desapareció. Por suerte no tuvo que caminar mucho hasta encontrarla. En el camino no había nadie, así que ella agradeció mentalmente a quien sea.

Se quedó quieta detrás de un pilar, cuando Céline se acercó a un salón y tocó la puerta. Unos segundos después apareció Moody con su bastón en la mano. Amelie apartó la vista con rapidez, al notar que el hombre no estaba usando su extraño ojo movible, y en cambio, permanecía con una cuenca vacía. Fue lo más aterrador que ella alguna vez haya visto.

—¿Qué estás haciendo exactamente, niña? —preguntó Moody con recelo.

—¿Qué estás haciendo tu? —replicó Céline con voz tranquila.

—No juegues conmigo, suficiente tengo con remediar los problemas que causas...

—¿Problemas? Hasta ahora, no he causado ninguno.

—¿No? ¿Entonces por qué razón, Rosier no confía en ti..?

Céline soltó una risa burlona y se giró para entrar al salón vacío. Moody la siguió de cerca.

—Esa niña está demente, aún no entiendo qué tiene de especial...

Amelie se empujó hacia al frente, para poder escuchar mejor la conversación. Sentía que estaba metiéndose en algo indebido, pero no podía evitar querer seguir escuchado, sobretodo ahora que su nombre fue mencionado.

La puerta del salón permaneció cerrada, pero aún se podía ver por debajo de la misma, las sombras moverse de un lado a otro. Amelie deseo tener una capa de invisibilidad como Harry.

—Tiene muchas cosas especiales, de las que tú jamás te imaginarías. Y tu padre está de acuerdo con eso —masculló Moody.

—Pues lo único que veo, es una mocosa que se pondría a llorar si se rompe una uña —respondió Céline, dando un ligero golpe a la mesa—. Solo creen que es especial porque venció a tres hombre estupidos, que ni siquiera estaban tratando de matarla. ¡Solo querían jugar con ella! ¡Si hubiera siendo un combate real, ella estaría muerta de miedo!

—Te recuerdo que es mucho más joven que tú, aún le falta aprendizaje...

—¿Joven? ¡Yo también era joven cuando me enviaron a ese estupido internado en Bulgaria! ¡Y no me queje! ¡Amelie Rosier es solo una niña mimada!

—¡Cierra la boca! —le gritó Moody, y por primera vez Amelie estuvo de acuerdo con él.

—No me digas que hacer, viejo.

—Lo que deberías hacer, es concentrarte en la tercera prueba, que esta a la vuelta de la esquina.

—¿Concentrarme?—soltó un risa sarcástica—. Pero si es mi fuerte. Un solo hechizo y Fleur o Diggory estarán fuera del camino de Potter.

—Espero que realmente suceda eso, o si no, será tu culpa...

—Si, claro...

Amelie se tensó en su lugar, ¿había escuchado bien? ¿De Harry? Se movió unos centímetros para huir del lugar y su varita, en su bolsillo, cayó hasta el piso provocando un pequeño ruido, que se escuchó por todo el lugar. Al no haber nadie más, era fácil que las dos personas dentro del salón lo escucharan.

—¿Qué fue eso? No debería haber nadie por aquí, es hora de clases...

Y Amelie lo confirmo cuando escuchó los pasos de Moody hacia la puerta.

Con rapidez tomó su varita del suelo y salió corriendo lejos de aquel salón y de aquella puerta. Su corazón latía frenéticamente mientras recorría los pasillos para retomar su camino hacia él aula del hospital.

Y si tan solo se hubiera quedado escondida un poco mas, habría escuchando las cosas que le esperaban para el día de la ultima prueba del torneo.

—¿Quién crees que fue? —murmuró Céline, una vez estuvo fuera del salón, donde el lugar permanecía vacío.

Moody soltó una risa burlona, mientras miraba por un pergamino viejo, el nombre de "Amelie Rosier", que corría velozmente por los pasillos.

—No te preocupes por eso, los errores siempre se arreglan...

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Que fuerte, mano.

Se viene muy pronto el sufrimiento. Primer aviso y último.

Hasta luegoooo.

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