"WONDERWALL; Hermione Granger"

By August_dann

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❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos est... More

"Prólogo"
El prisionero de Azkabán
⭑ "Primer trauma del año"
⭑ "Nuevas reglas"
⭑ "Draco y su mala suerte"
⭑ "El boggart del armario"
⭑ "Sirius Black"
⭑ "¿Augusta o Hermione?"
⭑ "El partido de Quidditch sale mal"
⭑ "Dia de hospital"
⭑ "Hogsmeade"
⭑ "Un nuevo Rosier"
⭑ "Disculpas y ranas de chocolate"⭒
⭑ "¿Cita?"
⭑ "Tú"
⭑ "Como una puesta de sol"⭒
⭑ "Bienvenida con postres a media noche"⭒
⭑ "Salamandras y un perro mañoso"
⭑ "Patronus"
⭑ "Amelie contra Ravenclaw"
⭑ "Una perfecta heredera"
⭑ "Me besaste"
⭑ "Tejones contra Aguilas"⭒
⭑ "Como hacer enojar a un Rosier. By: Draco Malfoy"⭒
⭑ "Black odia a los pelirrojos"
⭑ "¿Potter perdió la cabeza?"
⭑ "Copa de Quidditch"
⭑ "Predicción"
⭑ "Un perro, dos gatos y una rata"
⭑ "Accidentalmente asesine a mi profesor de pociones"
⭑ "El secreto de Hermione"
⭑ "Plumas de azúcar"
El cáliz de fuego
⭑ "Beautiful girl"
⭑ "Starry eyes"
⭑ "Happy birthday, Amelie"
⭑ "Dollhouse"
⭑ "Sunlight"
⭑ "Un ángel en el infierno"
⭑ "Comida hecha de esclavitud"
⭑ "Los increíbles hurones botadores"
⭑ "Maldiciones Imperdonables"
⭑ "Feliz cumpleaños, Granger"
⭑ "Enemigo con rostro bonito"
⭑ "¿Ojoloco Moody?"
⭑ "Potter, the flying boy"
⭑ "Smithereens"
⭑ "Problemas, problemas y más problemas"
⭑ "Desamor"
⭑ "Juramento Inquebrantable"
La Orden del Fénix
⭑ "Casa Black"
⭑ "Regulus A. Black"
⭑ "Slytherin, Gryffindor and Ravenclaw"

⭑ "When you know, you know"

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By August_dann

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[6 de enero, 1995]

Estoy más que decepcionada de ti, Amelie.

No pudo creer que recibiera la noticia de que no aceptaste la invitación de Draco para el baile. ¿En qué estabas pensando? ¿Acaso no te importa tu futuro?

Pensé que te había educado de la mejor manera pero, tal parece, que me equivoque. Necesitamos tener una gran charla en vacaciones.

Me aseguraré de remediar tus fallos.

Adhara R.

Amelie releyó la carta en voz alta para que Winky, a su lado, escuchara con atención. Ambas caminaban por el pasillo de las mazmorras hasta la oficina de Snape.

Habían pasado aproximadamente dos semanas, después del baile de navidad. Y Amelie, dedicó todo ese tiempo a tres cosas: terminar sus deberes que en la primera semana de vacaciones no realizó; aguantar las prácticas horribles de Oclumancia y, por supuesto, ignorar a Hermione Granger en cada ocasión.

Y hasta ahora, estaba funcionando muy bien. No hablo con ella desde que salió corriendo del vestíbulo para irse a llorar a otro lado. Sin embargo, sabía que la castaña estaba más que desesperada por hablarle, lo había visto en el brillo de sus ojos, cada vez que llegaba al gran comedor.

Pero Amelie estaba demasiado ocupada sintiéndose avergonzada. ¿Y si Hermione escuchó toda su conversación con Céline? O aún peor. ¿Y si escucho cuando se declaro a viva voz?

Entonces la castaña, ahora mismo, sabría de los sentimientos que trato de ocultar. Y Amelie no podía evitar pensar en qué Hermione solo quería hablar con ella para rechazarla. No podría lidiar con eso, ya tenía suficiente con el desprecio de su madre por no ir con Draco al baile de navidad.

—¿Escuchaste Winky? ¡Dijo fallos! —masculló con disgusto, mientras aplastaba la carta entre sus manos y se la metía al bolsillo con furia.—Mi único fallo es no haberle dado un puñetazo a Draco cuando insultó a Hermione...

Winky la miró con sus ojos brillantes.

—La ama Rosier necesita calmarse, o si no, hará explotar otro retrato... —comentó con voz temblorosa, recordando la noche del baile, donde la encontró llorando en una esquina de las mazmorras.

—¿Calmarme? —se rio irónicamente —, eso es imposible, tengo que lidiar con las clases de Oclumancia, que me dejan un terrible dolor de cabeza. Además, el hecho de pensar que Hermione me odia, me hace querer arrojarme de la Torre de astronomía. ¡Y ahora, mi madre quiere reparar mis fallos! ¡Salazar, ¿es el día de golpear a Rosier o qué?!

De repente algo duro le cayó en la cabeza, era un libro pesado de pociones.

—¡Ja! ¡Le di al blanco! ¡Le di al blanco! —se burló Peeves, el poltergeist, que deambulaba por el pasillo.

Amelie refunfuñó en voz baja, antes de levantar la vista hasta el hombrecillo malvado, que se reía a carcajadas de ella.

—¡Maldito seas Peeves! ¡Le diré al Barón Sanguinario! —lo señaló con el dedo.

De forma inmediata Peeves se quedó tieso en su lugar, y de un momento a otro, salió disparado del pasillo, con el rostro arrugado en terror. Amelie, lo observó desaparecer con una expresión satisfactoria. No había nada más en Hogwarts que asustara tanto a Peeves, como lo hacia el Barón Sanguinario.

—Vamos, Winky —le hizo una seña con la mano para que sugiera caminado—, acompáñame hasta la oficina del profesor Snape...

La elfina asintió de forma inmediata. Y ambas siguieron caminado por el pasillo oscuro hasta llegar a su destino. Amelie observó la puerta cerrada unos segundos, la verdad, preferiría estar durmiendo en su cuarto en este momento, en lugar de que Snape se metiera en sus recuerdos.

Últimamente, no pensaba en otra cosa que no fuera Hermione.

—Te veré después, Winky, trata de no meterte en problemas —le murmuró, dándole suaves palmadas en la cabeza.

—Winky esperará a la señorita Rosier en su habitación, con muchas galletas de maní...

Amelie se animó ante la mención de comida y tocó la puerta, después de ver a Winky desaparecer con un chasquido de sus dedos.

En el salón se escucharon los ruidos de unos pasos, antes de que la puerta se abriera, revelando a Snape, con su típica expresión vampírica. Amelie lo miró de arriba a abajo, para ver qué seguía usando (como siempre) su traje negro, perfecto para un funeral.

—Pasa —se alejó de la puerta, para que ella entrará. Y así lo hizo. —Empezaremos de forma rápida, porque tengo algunas cosas que investigar.

—¿Cosas? ¿Cómo cuales? —le preguntó Amelie, mientras se dejaba caer en la silla vacía, justo frente a su profesor.

—Cosas que no son de tu incumbencia —resopló aburrido.

—Huy, que delicado...

Amelie frunció las cejas, imaginando que podría distraerse con la vida de su profesor. Pero, al parecer, Snape era un hombre muy reservado. Qué lastima, ella podría haberle contado sus problemas también.

«Dos emos reservados, deben apoyarse mutuamente», pensó Amelie mientras miraba a su profesor comenzar a explicarle algo.

—...y debes aprender a mantenerte más tranquila, incluso, si te arrojo un libro en la cabeza. Ahora bien, lo que haremos hoy será diferente...

—Usted siempre dice eso —lo interrumpió Amelie, levantando una ceja con curiosidad.

Snape rodó los ojos y la ignoró.

—Quiero que me engañes —declaró con firmeza. Y Amelie no entendió.—Logre entrar en tus recuerdos más fáciles; en los que no hay tantas emociones negativas. Sin embargo, eso cambiará hoy, no me importará entrar en aquellos oscuros momentos de tu vida. Y quiero que utilices tus mejores recursos para intentar que no lo haga. Engañame...

Amelie parpadeó un par de veces, captando un poco de lo que su profesor quiso decir.

—¿Qué está tratando de explicar? ¿Qué... cambie mis recuerdos? —balbuceó dudosa.

Básicamente creyó que eran una estupidez, pero, su profesor era un completo maniático, así que tampoco descarto la idea.

Snape camino por salón, agitando su larga túnica, que casi golpeaba a Amelie en la cara.

—Si, y mucho más que eso. Quiero que cambies la emoción de ese recuerdo. Si tiene emociones positivas, conviértelas en negativas.

«Está demente, se volvió loco de tanta grasa en el cabello...» pensó ella con mucha confianza en si misma.

—¿Cambiarlas? Pero profesor, eso es imposible...

Snape se detuvo en medio del salón y sacó su varita.

—No lo es, la mente es poderosa, recuérdalo...

—Lo sé, pero aún así, ¿cómo voy a cambiar las emociones de un recuerdo pasado?  —Amelie, ahora más que nunca, estaba segura de que querer arrojarse de la Torre de astronomía.

—Lo averiguarás a la mala... —resopló Snape.

Amelie le sonrió sarcásticamente y se cruzó de brazos en su lugar.

—Ah ya, siempre tan amable usted —murmuró por lo bajo.

Snape rodó los ojos, le apuntó con su varita y pronunció:

—¡Legeremens!

De forma inmediata la mente de Amelie se vio agitada con la presencia de Snape en ella. El hombre rebuscó en los más profundo de sus recuerdos, tratando de buscar uno que le llamara la atención. ¿Por qué siempre tenía que ser tan malo?

Amelie se relajó en su lugar; había aprendido a mantener la calma y no aferrarse con tanta fuerza a la silla.

Tan pronto Snape encontró uno adecuado, intento entrar en el. Y aunque Amelie sabía que no debía dejarlo pasar, simplemente intento cambiar el recuerdo, justo como tiempo atrás había hecho con su padre.

Además, por una buena razón, su mente estaba básicamente susurrándole una y otra vez cierto nombre.

Hermione, Hermione, Hermione.

No sabía si Snape podía oírlo, pero esperaba que no, porque entonces sería muy vergonzoso. Así que, con un movimiento rápido de su varita, Snape entró en el recuerdo que la mente de Amelie, gustosa le entregó.

—Vamos, los muggles de este lugar me enferman —masculló la voz áspera de su madre.

Amelie de once años, caminaba a su lado, abriéndose paso entre las personas de la estación, para llegar al muro que al cruzarlo, los llevaría hasta el tren de Hogwarts. Era su primer año, y aunque, no demostrara la emoción en sus facciones, por dentro, quería brincar por todos lados hasta quedarse sin aliento.

Por fin podría dejar su fría mansión para ir a un lugar totalmente nuevo.

Una vez cruzaron por la pared del muro, Amelie pudo reconocer a la perfección la estación King's Cross. Había niños de edades mayores corriendo por todo lados, además, de padres que acompañaban a sus hijos con la misma emoción que ellos.

—Bien, ¿tienes todo listo? —preguntó su madre, una vez se detuvieron.

Orion, su hermano, había subido al tren hace unos segundos, y su padre, Laurent, esperaba pacientemente detrás de su madre para hablar con ella.

—Si madre, empaque todo —respondió sin titubear.

—Excelente, ahora, voy aclarar unas cosas Amelie —comenzó su madre de nuevo, la verdad es que no quería escucharla, pero tenía que hacerlo.—No quiero que te metas en problemas; ni tampoco que tengas notas mediocres...

Amelie se alejó de lo que su madre estaba diciendo en aquel momento, observando como sus labios se movían de un lado a otro. Entonces, sus ojos se movieron por la estación, buscando algo más interesante.

Había niños por todos lados que hablaban emocionados entre ellos, antes de subir la tren. Ella esperaba tanto ver a Theo, Blaise y Cristina.

Cuando estaba a punto de llevar su atención de nuevo a su madre, alguien la golpeó en la espalda con una maleta.

—Lo siento... —se disculpó la niña, mientras pasaba corriendo detrás de ella, con sus padres.

Amelie, hizo contacto visual con una castaña de cabello enmarañado y unos ojos avellana tan bonitos y resplandecientes. La niña apartó la vista de forma inmediata con las mejillas teñidas en rojo. Amelie la siguió con la mirada hasta que se alejó a una esquina de la estación, con sus padres detrás.

—Muggles, que repugnantes —masculló la mujer frente a ella con disgusto. Amelie volvió a tener su atención en su madre, que miraba con recelo a la familia.—Como decía, asegúrate de permanecer cerca de Draco, es un niño agradable y es un buen muchacho para ti...

—Si, madre —respondió con voz robótica. Ya se lo había repetido antes.

Su padre golpeaba el piso con su pie de manera nerviosa.

Entonces el silbato, dando a entender que el tren partiría, sonó por toda la estación.

Amelie sintió una mirada profunda en su rostro, e inconscientemente volvió a contemplar la esquina, en donde la niña castaña se encontraba.

Obtuvo una sensación extraña e inexplicable. Los ojos grises y los avellana se encontraron nuevamente, casi como si hubieran estado destinados a eso.

Amelie, jamás en su vida, había visto a una niña tan extraña como esa, con sus mejillas teñidas en rojo y sus labios agrietados. Pero pensó que era bonita, realmente bonita.

—Por favor, Amelie, no eches a perder esta oportunidad que Draco te está dando... —interrumpió la voz de su madre, así que se vio obligada a apartar la vista.

Aunque, por alguna razón desconocida, su corazón latía más rápido de lo normal.

—Eh, si madre... entiendo —asintió parpadeando con torpeza.

Y el recuerdo se esfumó.

Amelie se sintió avergonzada en ese momento, que ni siquiera se atrevió a mirar a su profesor. ¿Por qué su mente estaba tan obsesionada con Hermione?

¡Demonios! Ella quería golpearse la cabeza contra la mesa, para tratar de acomodar sus ideas. Sin embargo, no podría hacerlo, porque hasta ahora, lo único que le preocupaba demasiado como para no dejarla dormir en las noches, era Hermione.

—Interesante... —murmuró Snape curioso.

—¿Qué es interesante? —le preguntó ella, una vez levantó la vista del suelo sucio.

—Cambiaste el recuerdo para engañarme y no fue ningún problema para ti —asintió fascinado.

—Oh, bueno si... —Amelie se aguantó las ganas de decirle que en realidad ella no había hecho nada, más bien fueron sus propios deseos los que cambiaron los recuerdos.

Quizás, Hermione tenía más control en ella del que pensó.

Snape se movió por el salón, sacó un trozo de pergamino y empezó a escribir en el.

—¿Te duele la cabeza?

—¿Eh? —negó con la cabeza, una vez captó la pregunta —No, parada nada señor, ¿por qué?

Pero Snape la ignoró para seguir escribiendo con toda la calma del mundo. Una vez terminó se alejó de su escritorio para volver a colocarse frente a ella.

—Muy bien, lo volveremos a intentar y quiero que vuelvas a cambiar el recuerdo... —murmuró, levantando su varita hacia ella.

Amelie suspiro, y con simple movimiento de cabeza le hizo saber a su profesor que estaba preparada, aunque en realidad, no tenía idea de lo que estaba haciendo, solo pensaba en las ricas galletas que Winky tendría preparadas para ella, una vez llegará a su habitación.

—¡Legeremens!

[...]

Amelie entró en su sala común con la mente completamente destrozada, luego de dos horas trabajando en su Oclumancia con Snape.

Dentro de la sala común se encontraban esperándola algunos de sus amigos. Theo y Blaise estaban en una partida angustiosa de Ajedrez mágico; Cristina estaba haciéndole trenzas a Robyn, mientras que la pelirroja comía galletas tranquilamente.

—¿Cómo te fue, Lie? —le preguntó su hermano una vez que la vio llegar. Estaba sentado en un sillón mientras leía su libro "QUIDDITCH A TRAVÉS DE LOS TIEMPOS", que ella le había prestado antes de irse.

—Normal, ya sabes, Snape es el mismo gruñón de siempre —se encogió de hombros restándole importancia.

Amelie pasó por su lado y se dejó caer a lado de Theo en el sillón más grande. El ambiente en la sala común era igual de frío que siempre, debido a que estaban bajo el lago negro.

—¿Estás cansada? —dijo Blaise, levantando la vista del tablero.

Amelie no necesito pensar mucho en una respuesta, sus palabras salieron de forma natural:

—Si, demasiado, creo que podría dormir toda la semana entera...

—Es una lástima que tengamos que regresar a clases —Cristina se acomodó mejor en su lugar para poder verla. Robyn sentada en el piso, la saludo con una sonrisa y le ofreció galletas.

Amelie tomó una, agradecida.

Miró con curiosidad la galleta en forma de perro, que tenía pequeñas chispas de chocolate esparcidas por todos lados. Casi se parecían a las que Snape le regalo aquel día, sin embargo, estas eran más bonitas.

Definitivamente estaban hechas por su elfina.

—¿Winky está en la habitación? —cuestionó hacia su mejor amiga.

Cristina asintió de forma rápida, con una sonrisa calidad.

—Esa elfina ha estado en la habitación desde hace media hora esperándote, creo que tiene un apego muy profundo hacia a ti...

Amelie no pudo evitar reírse de sus palabras, y con movimiento lento, se levantó del sofá para caminar hacia las escaleras.

—Ahora vuelvo...

Camino por el pasillo estrecho, hasta que llegó a la puerta de su habitación, que tenía una placa en color dorado con los apellidos de sus habitantes: Avery, Parkinson y Rosier.
Amelie no sabía cómo es que Pansy se había unido a su habitación, pero supuso que la niña no tuvo muchas opciones. Y además, la que sufre todos los días con sus ronquidos horribles es Amelie.

Abrió la puerta con cuidado y entró en la oscura habitación, que solo estaba iluminada por unas cuantas velas provenientes de la mesa de estudio que tenía Cristina, y en la que ocasionalmente, ella y Pansy solían trabajar.

—¿Winky? —llamó, pero lo único que recibió como respuesta fueron unos sollozos agudos.

Amelie frunció las cejas confundida y cerró la puerta detrás de ella. Los sollozos se hicieron más fuertes a medida que entraba en la habitación. Se acercó hasta su cama con cuidado de no hacer mucho ruido. Winky estaba de espaldas a ella, con las manos en las orejas, mientras se inclinaba sobre algo en el suelo. Las galletas de maní que le había pedido, estaban en su cama, intactas.

—¿Winky? —murmuró con suavidad.—¿Qué estás haciendo ahí? ¿Te lastimaste?

Tan pronto la elfina escucho su voz, se tensó en su lugar, dejando salir fuertes respiraciones agitadas. Amelie se acercó más hasta ella, solo para darse cuenta de lo que estaba en el piso frente a Winky. La confusión se abrió paso en sus facciones: Era la fotografía de su padre con sus amigos, que ella había robado.

—¿Qué estás haciendo con eso? ¿Y por qué estás llorando? Me prometiste no volver hacerlo —se inclinó sobre la elfina y tomó la fotografía; de forma inmediata Winky empezó a temblar, llevando ahora, sus manos a sus ojos.

Parecía estar en una crisis.

—¡Winky lo lamenta, señorita! ¡Winky es una elfina mala!

Amelie la sujeto de hombro con suavidad tratando de calmarla, pero Winky se alejó bruscamente mientras seguía llorando.

—¡Winky tiene la culpa! ¡Winky es mala!

—¿De qué hablas? —soltó Amelie con la voz ligeramente desesperada. Era la segunda vez que veía a Winky de esa manera. La primera, fue cuando la acusaron de invocar la marca tenebrosa frente a su anterior amo.—Por favor, solo cálmate Winky. Me asustas...

Pero la elfina no pareció entender nada de lo que decía, siguió llorando en el piso, con las manos fuertemente sujetadas a sus ojos.

Amelie entró en pánico, ¿por qué demonios Winky estaba actuando de esa manera? ¿Qué había hecho antes? Solo estaba ahí sentada, con la manos en las orejas, mientras miraba fijamente la fotografía...

¡La fotografía!

Amelie la levantó para observarla mejor. Aún se encontraban los mismos chicos, nada había cambiando. ¿Entonces por qué Winky estaba actuando de esa manera extraña?

—Amelie, ¿qué está haciendo? ¿Qué es ese ruido? —Cristina entró de repente en la habitación.

—¡No es nada! ¡Solo Winky se descompuso! —exclamó y se levantó de su lugar con rapidez para cerrarle la puerta a Cristina en la cara.

—Por eso te dije que no tuvieras elfos en la habitación, ¿necesitas ayuda? —su voz suave resonó a través de la puerta.

—¡No! ¡Puedo arreglarlo yo solita!

Se alejó de la puerta para fijarse en la elfina temblorosa. La sujeto de las manos y trató de que la escuchara.

—¡Winky, basta! ¡Te ordenó que te detengas! —gritó con voz autoritaria, esperando que eso funcionara.

Los elfos deben obedecer completamente a sus amos, ¿no? Bueno, esperaba que si. Amelie levantó la fotografía frente a los ojos grandes ojos de Winky.

—Escúchame...—Winky se agitó con nervios y jadeó por aire—. ¡Te ordeno que me escuches!

De forma inmediata la elfina captó sus palabras, porque dejó de llorar, quedándose solo con su respiración agitada. Amelie aprovechó la oportunidad para señalar las personas en la foto, tapando con su mano el rostro del chico desconocido.

Y empezó primero por su padre.

—Dime Winky, ¿lo conoces? —murmuró con voz suave.

—Es... es el señor Rosier... —balbuceó.

—Lo es, ahora, ¿quién es él? —señaló a su tío Regulus en la fotografía.

La elfina lo pensó durante unos segundos, mientras tanto, su respiración estaba volviendo a la normalidad.

—Winky no recuerda su nombre...

—Esta bien, no importa tanto —le resto importancia, mientras le sonreía.

Amelie trago saliva en anticipación. Si Winky sabía algo del chico en la foto, debería decírselo, ¿no? Era imposible que le mintiera, porque si lo hace tendría que castigarse. Y Amelie quería todo menos eso.

—Ahora —quito la mano que tapaba al chico castaño y la respiración de Winky se volvió rápida, a medida que miraba fijamente la foto— ¿quién es él? ¿Lo conoces de algún lugar?

Winky intento no llorar, pero no le funcionó muy bien.

—¡Winky sabe que terribles cosas pasarán en Hogwarts! ¡Y Winky tiene la culpa! —soltó con desesperación.

—Solo necesito que me respondas —Winky comenzó a golpearse la cabeza con las manos, tratando lo más posible de lastimarse.

Amelie, que había teniendo una día lleno de estrés, no puedo más con la pequeña elfina. Si quería respuestas, debía conseguirlas a toda costa, aunque tuviera que ser ruda.

—¡Te ordenó que te detengas Winky! —la sujeto de las ropas y la colocó en la cama—. ¡Obedece mis órdenes, soy tu ama y debes hacerlo! —Winky se detuvo otra vez, sin poder evitar seguir su naturaleza esclava.

—¡Es el señor Crouch! ¡Winky debía cuidarlo, pero Winky no pudo! —la elfina comenzó a balbucear cosas que Amelie no entendía, por más que intentaba hacerlo.

Se alejó de ella con una mirada de pánico, entonces, sacó su varita de su bolsillo con las manos temblorosas. No quería lastimarla, pero necesitaba que dejara de llorar, la estaba poniendo de los nervios. Mucho más ahora, que su mente estaba tratando de procesar la confesión de Winky.

Levantó la varita y susurro:

—¡Confundus!

El rayo de color rosa, impactó a Winky en la frente, y de forma inmediata se quedó quieta, como una especie e estatua. Por un momento, Amelie pensó que se le había pasado la mano, y Winky había quedado más loca que nunca. Sin embargo, eso no sucedió; la elfina parpadeó un par de veces, tratando de recordar qué demonios estaba haciendo en la habitación.

—¿Estás bien, Winky? —murmuró Amelie dudosa. Se guardó la fotografía en el bolsillo de su pantalón.

—Winky está bien, ¿Winky ha venido a ver a su ama? —le preguntó, fijando su vista en las galletas que estaban intactas en la cama.

—Oh, si... —tomó de la bandeja una, en forma de dragón y se la metió a la boca—, me trajiste galletas, ¿recuerdas? Me prometiste que lo harías cuando regresara de mis clases con Snape.

La elfina desconcertada, miró de nuevo a todos lados.

—Winky lo hizo —asintió en forma lenta, pero segura.

—Bueno, yo creo que será mejor que vuelvas a las cocinas porque si Pansy te ve aquí, se molestará... —balbuceó tratando de encontrar una excusa adecuada.

—Si, Winky lo hará... —se bajo de la cama y se tambaleó de un lado a otro mientras caminaba—, Winky volverá a las cocinas a trabajar, ¿la ama Amelie necesita algo más?

—No, ya has hecho mucho por mi, gracias. —Y entonces la elfina desapareció en medio de la habitación, logrando que Amelie soltara un suspiro alivio.

Se dejó caer con torpeza en la cama, tomando otra de las galletas para metérsela en la boca. ¿Por qué siempre tenían que pasarle estás cosas? Primero lo del mundial; luego, lo ocurrido con Céline en el baile de navidad. Y ahora esto. ¿Que seguía? ¿Qué la golpearan en la cara o algo así?

Después de unos segundos de meditar, se levantó de su cama, para buscar un pergamino en la mesa de Cristina; sacó una pluma y comenzó a escribir una carta para la única persona adulta que podría ayudarle, además, de ser la única en la que podía confiar por ahora: Sirius Black.

Una vez estuvo terminada, la dobló y colocó en un sobre.
Sacó la fotografía de su bolsillo y la examinó durante unos minutos más.

—Crouch... Bartemius Crouch —murmuró fijando sus ojos grises en el chico castaño. Era imposible que fuera el hombre que ella conocía, porque él, era mucho mayor que su padre. Sin embargo, pensó que había un secreto más haya de eso, que envolvía fielmente a la familia Crouch.

Y ella se encargaría de descubrirlo.

[...]

Querido tío:

Se que no te escribo desde hace un largo tiempo, me disculpo, es solo que pensé que sería mejor si solo te enfocabas en los problemas de Harry, que para su terrible suerte, son demasiados.

De todas formas, ¿cómo te encuentras? ¿Te haz alimentado bien? Espero que si, me preocupo por tu salud perruna.

Y entrando a otros temas más serios, tengo una pregunta importante para ti, que espero puedas responderme. Adjunte una fotografía, que seguramente te resultará poco placentera, pero, no te fijes tanto en ella. En realidad, necesito que tu atención esté en el chico castaño, que está sentado en la cama.

¿Sabes quién es? ¿Lo has visto en tu juventud?

Quizás era amigo de mi padre, sin embargo, no quiero preguntarle a él sobre esto, por eso espero que me ayudes.

Ojalá te encuentres bien, tío Black. Si alguna vez nos vemos, me encargaré de prepárate un banquete, lo prometo.

Con amor, A.A.R

[...]

—No puedo creer que hicieras algo como eso —masculló Amelie en voz baja.—No olvídalo, si lo creo.

—Vamos, Amy, no te molestes—Draco se acercó a ella y le pasó un brazo por los hombros.—Ambos sabemos que Hagrid es un mal profesor..,

Había llegando la semana de clases y Amelie estaba completamente fastidiada con todo lo que la rodeaba. Además, del hecho de que aún no había hablado con Hermione.

Bueno, en realidad se debía a que se la pasó huyendo todo el tiempo.

Amelie se refugió en su sala común todas las vacaciones, y solo salía para ir a la comida, que por nada del mundo se perdería. Sin embargo, ahora, que las clases habían continuado como siempre, ya no tenía donde esconderse.

Tarde o temprano, tenía que enfrentar a Hermione. Y esperaba que fuera más tarde que nunca.

—¿Y eso qué? —replicó empujando su brazo a un lado—. No te da derecho de burlarte de su vida privada, ¿o qué? ¿Quieres que les diga a todos que mojabas tu cama a los ocho años, solo porque le tenias miedo a las arañas?

Draco se alarmó en aquel segundo y le tapó la boca con la mano. Theo y Blaise se echaron a reír en voz baja, sin importarles la mirada fulminante del rubio.

—No seas mala conmigo... —susurró, pero Amelie solo se digno a rodar los ojos.

En aquel momento, se acercó el trío de oro, con Hermione a la cabeza, que frunció el entrecejo al ver a Amelie tan cerca de Draco. ¿Por qué él si podía acercarse y ella no?

—Dense prisa, vamos, ya hace cinco minutos que sonó la campana —les gritó la nueva profesora.

—¿Quién es usted? —le preguntó Harry mirándola fijamente—. ¿Dónde está Hagrid?

—Soy la profesora Grubbly-Plank —dijo con entusiasmo—, la sustituta temporal de su profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas. El señor Hagrid esta indispuesto.

Amelie se imaginó la cara indignada que pondría Harry cuando escuchara aquello y no se equivocó.

La nueva profesora los condujo al otro lado del potrero, donde descansaban los caballos de Beauxbatons, amontonados para protegerse del frío, y luego hacia un árbol que se alzaba en el lindero del bosque. Atado a él había un unicornio grande y muy bello.

Amelie sonrió al imaginarse la cara que pondría Esther al ver tal criatura. Hizo una nota mental para mostrárselo después, con muchas ganas de hacer feliz a uno de sus niños.

—¡Los chicos que se echen atrás! —exclamó con voz potente la profesora Grubbly-Plank, apartándolos con un brazo que le pegó a Harry en el pecho—. Los unicornios prefieren el toque femenino. Que las chicas pasen delante y se acerquen con cuidado. Vamos, despacio...

Amelie tuvo que obedecer, no sin antes, quitarle el periódico que Draco tenía en las manos para dárselo a Harry.

—Quizás quieras ver esto, Potter —murmuró y le empujó con fuerza el periódico en el pecho, que tenía de titulo: "EL GIGANTESCO ERROR DE DUMBLEDORE"

Amelie se acercó hasta el grande animal, para acariciar con suavidad su pelaje. Era muy bonito, mucho mejor que cualquier otro animal que ella haya visto. Las demás chicas se amontonaron a su lado, pero Amelie, no quería prestarles atención, sabiendo que entre ellas estaba Hermione.

Entonces, como si la hubiera llamando mentalmente, sintió una presencia demasiado cerca, que le proporcionaba una calidez, igual a la de un hogar. Y luego, una voz suave y encantadora le susurro cerca del oído.

—Estas evitándome...

Obviamente tenía que ser Hermione, ¿quién más podría ser si no?

Amelie sintió su corazón latir más rápido de lo que debería, y sus ambos temblaron levemente, pero aún así, no se atrevió a apartar la mirada del animal frente a ella.

—No lo estoy —replicó con desgana.

Sintió los ojos avellana clavados en su perfil lateral, desbordado un anhelo que ella no podía entender.

—Amy, mírame, por favor...

Y luego la mano de Hermione se estaba rozando con la suya. Tan suave y tan delicada, era como si alguien le estuviera dando toques electrónicos en todo el cuerpo. Simplemente no podía con eso.

Estaba incluso sorprendida, de que nadie más estuviera escuchando su conversación.

—Tengo que decirte algo, por favor—continuo Hermione, ahora más cerca de lo que estaba antes. Y Amelie no puedo resistirse a mirarla. Los ojos grises chocaron con los avellana nuevamente, y se sintió cómo regresar a casa luego de un largo viaje—. Yo también estoy...

—¡Muy bien!—gritó la profesora Grubbly-Plank interrumpiendo su burbuja. Y Amelie se apartó de Hermione tan rápido como pudo, rezando para que nadie las haya visto o escuchando

—Nos vemos, Granger... —le murmuró sin atreverse a mirarla y se dirigió a pasos rápidos hacia sus amigos.

[...]

[15 de enero, 1995]

—El es Sebastián... —presentó Bianca, mientras señalaba al niño de cabellos oscuros.

Amelie y su grupo de amigos, acababan de salir de Honeydukes, con los bolsillos llenos de dulces, cuando se encontraron por casualidad a Bianca, que iba acompañada por un chico de su edad.

Amelie les presentó a la chica de Beauxbatons, con una ligera felicidad. La presencia de Bianca era muy agradable para ella, a pesar de sólo conocerla por unos días. Y al parecer, sus amigos pensaron lo mismo, pues cada uno se presentó de manera amable, incluyendo a Cristina.

—¿Son novios? —preguntó Amelie dudosa.

Ambos adolescentes se giraron a mirarse y una mueca de disgusto apareció en sus rasgos.

«No, definitivamente no son novios» pensó Amelie con diversión.

—Somos hermanos —respondió Sebastián, fingiendo un escalofrío.—Pero no nos parecemos porque mi hermana es hija de otro hombre y yo soy hijo de otra mujer...

Amelie ladeó la cabeza con confusión y no sabía que cara puso en aquel momento, pero Sebastián comenzó a reírse a carcajadas.

—¡Solo bromeaba! ¿Enserio intentaste procesarlo? ¡Eres muy tierna! —le dio palmadas en el hombro con suavidad.

Theo, Orion y Blaise miraron la cara avergonzada de Amelie con una sonrisa burlona. Y Cristina la sujeto del brazo para que reaccionara. Amelie parpadeó un par de veces y le sonrió.

Le agradó con solo unas palabras.

—¿Alguna vez estuviste en Londres? —inquirió Blaise, mientras entraban en las tres escobas, adentro, el ambiente era mucho más cálido y acogedor.

Amelie no tenía muchas ganas de volver a este lugar, sabiendo que recordaría a Hermione sentada con Céline en una mesa. Y el solo recuerdo le ponía los pelos de punta.

—Nacimos en Londres, pero nos mudamos cuando teníamos cinco años. Nuestro padre quería algo nuevo —Bianca se encogió de hombros.—Pero, por alguna razón extraña quiere regresar este año...

—Vaya, entonces vendrán a Hogwarts, ¿no? —preguntó Theo, con emoción.

—Ese es el plan...

Amelie perdió el hilo de la conversación cuando en la taberna, cerca de una ventana en la esquina, estaba Hermione, con Harry y Ron. Parecían hablar de algo importante por la forma en que Hermione lucía preocupada.

Harry fue el primero en verla entrar, y de inmediato le envió un saludo disimulado, que ella le devolvió. Y entonces, cuando Hermione se giró para mirarla también, apartó la vista de inmediato. No quería verla todavía, no estaba lista.

—Vamos Cris... —sujeto la mano de su mejor amiga para guiarla hacia la barra—. Ustedes busquen un lugar vacío, nosotras iremos por las bebidas.

Y una vez dijo aquello, se dispuso arrastrar a su amiga a través de las mesas con personas.

Para la mala suerte de Amelie, cuando regreso a sentarse en la mesa que sus amigos ocuparon, se dio cuenta de que estaba justo frente a la del trío de oro, donde Hermione podía verla claramente. Amelie maldijo un par de veces, antes de mover su varita con las bebidas, para colocarlas en la mesa.

Entonces, ocupo el asiento a lado de Bianca, dándole la espalda a Hermione, quien también estaba maldiciendo en voz baja, solo que más específicamente, a ella.

—Escuche por ahí, que eras buena jugadora de Quidditch —Bianca comenzó a hablarle en voz baja —, ¿es cierto?

—Eh... bueno, algo así... ¿por qué? —balbuceó, sintiendo la mirada fija de Hermione en su nuca.

—Por nada, solo que a mi me gustan mucho los jugadores de Quidditch... —Amelie apartó la vista de su bebida para mirarla confundida.

—¿Así? ¿Quién es tu jugador favorito, entonces? ¿O tu equipo favorito?

Y Bianca precedió a contarle algunas cosas que sabía del Quidditch en Francia, aunque Amelie no le prestó mucha atención. Estaba más ocupada en su bebida, mientras que sentía la mirada de Hermione en ella, casi quemándola viva.

Tuvo que aguantarse las ganas de girarse para encararla y gritarle que dejará de mirarla porque la ponía nerviosa. Pero resistió el impulso de hacerlo, solo por el montón de gente que estaba en la taberna.

—¡Un momento, sólo un momento! —Amelie escuchó la voz de Bagman. Se atrevió a mirar hacia atrás unos segundos, para encontrarlo acercándose a la mesa del trío de oro—. ¡Harry! ¿Cómo estás? —lo saludó; tenía una sonrisa infantil—. ¡Tenía ganas de encontrarme contigo! ¿Va todo bien?

—Sí, gracias —respondió Harry.

—Me pregunto si podría decirte algo en privado, Harry —dijo Bagman de pronto, ganando la curiosidad de Amelie, que sorbía con cuidado su cerveza de mantequilla—. ¿Nos podrían disculpar un momento?

—Eh... vale —repuso Ron, y se fue con Hermione en busca de una mesa.

Amelie no pudo evitar seguir con la mirada a la castaña, hasta que tomo asiento en una mesa de la entrada, con su bebida en la mano. Para ella, se veía tan bonita como siempre: con el cabello enmarañado, su gorro colorido y aquella expresión fastidiada que aparecía en su rostro cada vez que estaba molesta.

«Necesito hablar con ella», pensó, mientras volvía a mirar su bebida en la mesa. Y no prestó tanta atención a la conversación de Harry con Bagman, hasta que el hombre mencionó a Barty Crouch.

—¿Y por qué lo buscan aquí? —se extrañó Harry—. Estará en el Ministerio, en Londres, ¿no?

—Eh... en realidad no tengo ni idea de dónde está —reconoció Bagman—. Digamos que... ha dejado de acudir al trabajo. Ya lleva ausente dos semanas. El joven Percy, su ayudante, asegura que está enfermo. Parece que ha estado enviando instrucciones por lechuza mensajera. Pero te ruego que no le digas nada de esto a nadie, porque Rita Skeeter mete las narices por todas partes, y es capaz de convertir la enfermedad de Barty en algo siniestro. Probablemente diría que ha desaparecido como Bertha Jorkins.

—¿Se sabe algo de Bertha Jorkins? —preguntó Harry.

Amelie pensó que era la única que estaba escuchando a escondidas, pero cuando levantó la vista se encontró con las miradas de Blaise y Theo, que le mandaron una señal, dándole a entender que estaban escuchando también.

—No —contestó Bagman, recuperando su aspecto tenso—. He puesto a alguna gente a buscarla —«¡Vaya, por fin hace algo!», pensó Amelie—, y todo resulta muy extraño. Hemos comprobado que llegó a Albania, porque allí se vio con su primo segundo. Y luego dejó la casa de su primo para trasladarse al sur a visitar a su tía. Pero parece que desapareció por el camino sin dejar rastro. Que me parta un rayo si comprendo dónde se ha metido. No parece el tipo de persona que se fugaría con alguien, por ejemplo... Pero ¿qué hacemos hablando de duendes y de Bertha Jorkins? Lo que quería preguntarte es cómo te va con el huevo de oro...

Y ella dejó de escuchar en aquel momento, con un montón de preguntas formulándose en su cabeza. ¿De verdad solo estaba desaparecida aquella mujer? ¿Cuándo fue la última vez se le vio en verdad? ¿Por qué Barty Crouch no se ha presentando a trabajar?

Por lo que sabía de parte de las divagaciones de su abuelo, Barty, no era el tipo de persona que dejaba su trabajo de lado. Casi podría decirse, que estaba casado felizmente con el ministerio de magia.

Tantas y tantas preguntas, que por ahora, no podría responder. Esperaba que Sirius le enviara una respuesta pronto o se volvería loca.

—Oh, mierda... —maldijo Theo en voz baja—, miren quien viene ahí.

Amelie se giró de nuevo en su asiento, solo para encontrarse con una persona que encontraba tan odiosa como Céline.

Acababa de entrar Rita Skeeter. Aquel día llevaba una túnica amarillo plátano y las uñas pintadas de un impactante color rosa, e iba acompañada de su barrigudo fotógrafo. Pidió bebidas, y junto con su fotógrafo pasó por en medio de la multitud hasta una mesa cercana a la de Harry, Ron y Hermione, que habían vuelto a su lugar en al mesa detrás de ella.

—Tan bonito día, y ella tenía que aparecer a arruinarlo... —masculló Blaise por lo bajo.

Amelie se fijó en sus demás amigos: Cristina mantenía una conversación con Bianca, sobre algo relacionado con vestidos, mientras que Sebastián y Orion, se contaban mutuamente momentos gracioso de su infancia.

Los únicos que estaban más atentos a lo que sucedía a sus alrededores (aparte de ella), eran Theo y Blaise.

Pero solo era porque tenían curiosidad, no por otra cosa.

Amelie se volvió a girar en su asiento para mirar a la mujer acercarse a la mesa del trío de oro.

—¡Harry! —dijo sonriendo—. ¡Qué divino! ¿Por qué no te sientas con nos...?

—No me acercaría a usted ni con una escoba de diez metros —contestó Harry furioso—. ¿Por qué le ha hecho eso a Hagrid?

Rita Skeeter levantó sus perfiladísimas cejas horribles.

—Nuestros lectores tienen derecho a saber la verdad, Harry. Sólo cumplo con mi...

—¿Y qué más da que sea un semigigante? —gritó Harry—. ¡Él no tiene nada de malo!

A este punto, Amelie no era la única que tenía la vista fija en ellos. Toda la taberna parecía interesada. La señora Rosmerta observaba desde detrás de la barra, sin darse cuenta de que el vaso que llenaba de hidromiel se había llenado y todo el contenido se estaba regando en la barra.

La sonrisa de Rita Skeeter vaciló muy ligeramente, pero casi de inmediato tiró de los músculos de la cara para volver a fijarla en su lugar. Abrió el bolso de piel de cocodrilo, sacó la pluma y le preguntó:

—¿Me concederías una en entrevista para hablarme del Hagrid que tú conoces?, ¿el hombre que hay detrás de los músculos?, ¿sobre su inaudita amistad y las razones que hay para ella? ¿Crees que puede ser para ti algo así como un sustituto del padre?

Hermione se levantó de pronto, agarrando la cerveza de mantequilla como si fuera una granada. Ya había teniendo suficientes semanas de estrés con el tema de Amelie evitándola, como para tener que aguantarla. Además, los celos acumulados de ver a la chica que le gusta con alguien más, hacia que su poco juicio saliera disparado por la ventana.

—¡Es usted una mujer horrible! —le dijo con los dientes apretados—. No le importa nada con tal de conseguir su historia, ¿verdad? Cualquiera valdrá, ¿eh? Hasta Ludo Bagman...

—Siéntate, estúpida, y no hables de lo que no entiendes —contestó fríamente Rita Skeeter, arrojándole a Hermione una dura mirada.

Amelie apretó la mandíbula con fuerza y se levantó de su lugar. ¿Enserio se atrevía a insultar a Hermione frente a ella? Rita Skeeter tenía ganas de que le rompiera un vaso en la cabeza, al parecer.

—¿Qué estás haciendo? —le murmuró Cristina, pero ella la ignoró para seguir matando a la mujer con su mirada.

—No eres más que una mocosa idiota. Yo sé cosas sobre Ludo Bagman que te pondrían los pelos de punta... y casi les iría bien —añadió, observando el pelo de Hermione.

Y Amelie tuvo suficiente de ella. Tomó la oportunidad que el universo le estaba dando, para desquitar su coraje acumulado con Rita Skeeter. Se acercó hasta ella, con la mitad de su cerveza de mantequilla y se paró frente a la mujer con una expresión en blanco.

Hermione la miró entre desconcertada y emocionada. No había estado tan cerca de ella desde hace un tiempo. Y anhelaba mucho su simple toque.

—¿Y tú qué? ¿Quieres una entrevista o..? —sus palabras se vieron interrumpidas cuando Amelie le arrojó la bebida en la cara, empapándola por completo.—¡Que carajo, mocosa!

Amelie balbuceó unas palabras incoherentes, antes de acomodar sus ideas. Al fondo escuchó los pequeños gritos de felicidad que Theo y Blaise, trataron de disimular.

—Eso es... es... por Hagrid y porque usted es una vieja bruja —gruñó y luego procedido a salir corriendo fuera de la taberna, dejando el vaso de vidrio, ahora vacío, en la mano de Ron.

«¡Qué mujer!» pensó Hermione con el corazón acelerado, mientras miraba fijamente la puerta de las tres escobas. Hermione se sentía como una niña de once años de nuevo, que se imaginaba felizmente casada con la Slytherin gruñona.

[...]

—¿Por qué hiciste eso? —le preguntó Cristina una vez sus amigos la encontraron caminado de regreso al castillo.

—¿Por qué no hacerlo? Esa mujer es de lo peor, acaso no leíste cuando escribió que Flint era un asesino —masculló pateando la nieve bajo sus pies—. Por Salazar, mi capitán apenas y puede matar a una mosca...

—De todas formas no debiste hacerlo —regaño la rubia señalándola con un dedo—, ahora esa mujer demente te sacará en algún chisme, de eso estoy segura...

—¡Que se atreva! ¡Me encargaré de hacerla desaparecer!

En todo el camino de regreso, se basó en Cristina regañándole por su poca falta de paciencia. Y Amelie refunfuñaba en voz baja, como una niña pequeña a la cual no le querían comprar un dulce.

—¡Si no hubiera habido tanta gente, lo juro! ¡La habría golpeando con mi puño! —realizó movimientos raros con las manos, mientras imitaba lo que deseaba hacer.

Bianca la miraba totalmente fascinada. Su hermano, Sebastián, estaba empezando a creer que no era tan tierna como parecía.

—¿Siempre es así? —le murmuró a Orion.

—Meh, en algunas ocasiones...

Amelie se metió las manos en los bolsillos, para después acercarse a Blaise y Theo, cuando Cristina ya no estaba gritándole.

—¿Tan mal te cae Rita? —Theo soltó un resoplido burlón.—¿O solo te moléstate por qué le hablo feo a Hermione?

—¿Qué importa? Hice lo que cualquier persona sensata haría.

—Tienes la boca llena de razón.

El grupo de amigos llegó a la parte alta del castillo, donde se podía ver el barco de Durmstrang. Amelie fijó sus ojos en las figuras de Céline y Krum que nadaban en el lago negro.

Desde que Hermione le propinó tremenda bofetada, la chica mayor tenía un pequeño resentimiento silencioso, del que Amelie se había dado cuenta. Era solo cuestión de fijarse muy bien en la mueca molesta que Céline hacía en el gran comedor cuando entraba Hermione, para darse cuenta de aquello.

Sin embargo, no podía importarle menos. Quería alejar a Céline de cualquier persona que considerara importante. Y hasta ahora, lo consiguió.

—¿Hablaremos sobre la conversación de Potter con Bagman? —preguntó Blaise, una vez estuvieron en su sala común y los tres se apretujaron en una esquina, lejos de cualquier oído chismoso.

Cristina había ido a su habitación para tomar un baño. Y Orion, estaba más ocupado hablando con Robyn.

—No hay mucho de que hablar, aparte de lo que Winky me dijo, pero ya se los expliqué con lujo de detalles—respondió Amelie en voz baja.

—Cierto, pero por alguna razón se me hace extraño esa bruja, ¿cómo se llamaba?

—Bertha Jorkins —contestó Theo de inmediato.

—Ándale esa. ¿No creen qué es raro? —Blaise recargó su cabeza en el hombro de Amelie con cansancio.

—¿Qué esa mujer desaparezca y ahora Barty Crouch también? —Blaise asintió—. Demasiado... pero, no hay mucho que investigar, además de lo que ya tenemos.

Theo se levantó de su lugar estirando los brazos, para luego decir:

—Bueno, pues entonces hay que ser como Sherlock Holmes y buscar pistas por todos lados, empezando por Winky...

—¿Cómo quién? —preguntaron al mismo tiempo Amelie y Blaise.

—Ya saben, como Holmes, el detective muggle —alzó las manos como si fuera lo más obvio del mundo—. Leí sobre él en las vacaciones, es muy interesante...

—¿Leíste sobre un muggle? ¿Y qué rayos es un detecive? —Amelie alzó una ceja desconcertada. Jamás en su vida había escuchado ese término.

Theo hizo un movimiento despectivo con la mano.

—No se preocupen mis queridos Watsons, yo los guiaré por el mundo de los detectives...

Amelie compartió una mirada divertida con Blaise.

—Bien de acuerdo, muéstrame los que es un detecive...

[...]

[19 de enero, 1995]

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Necesito de tu ayuda urgentemente con el desafío del huevo. ¿Crees que podamos encontrarnos en el patio a las 12 de la madrugada?

Por favor, Amelie.

Harry Potter.

Desde que recibió aquella carta está mañana, no ha parado de pensar en ella en todo el día y tarde. Por supuesto que quería ayudar a Harry, pero no podía evitar pensar que era peligroso ir por Hogwarts a tales horas.

¿Y si alguien la atrapará?

Recibiría un castigo y probablemente le enviarían una carta a su madre y ella se decepcionaría más todavía.

Pero, por otro lado, quería ayudar a Harry a resolver el enigma del huevo.

—¿Cuánto tiempo estaremos aquí? —murmuró Amelie con cansancio.—Ya son más de las once de la noche, señor...

Snape se movió por salón de clases agitando su capa. Estaba más estresado que nunca.

—Hasta que aprendas a a cambiar la emociones de un recuerdo.

Amelie se pasó las manos por la cara con estrés. Estas últimos días, no había tenido tiempo para absolutamente nada. Pasaba de la clases, a su sala común para realizar sus deberes, y luego en las tardes tenía que ir con Snape para ganarse un gran dolor de cabeza. ¡Y ni siquiera había pisado la biblioteca!

Bueno, en realidad, no se presentó ahí porque tenía miedo de encontrarse con Hermione.

—Presta atención —gruñó Snape. Y ella limpió el sudor en su frente antes de colocarse recta en su lugar.

—Estoy lista...

—Muy bien... —levantó la varita y la apuntó hacia ella, sin embargo, antes de que pudiera pronunciar el encantamiento, un ruido se escuchó desde el pasillo de las mazmorras. Y luego, unos gritos estruendosos como los de una gallina con dolor de garganta.—¿Qué demonios es eso?

Snape se quedó quieto unos segundos, mientras seguía escuchando el ruido que resonaba por todos lados, entonces, con un rápido movimiento, camino hacia la puerta y la abrió de golpe.

—¿Profesor? —Amelie vio a Snape desaparecer por el pasillo y ella no pensaba quedarse sola en el salón oscuro y terrorífico. Se levantó de un salto y salió corriendo detrás de Snape—. No se asuste, profesor, voy justo detrás...

Recorrieron algunos pasillos de las mazmorras, cruzaron el despacho, donde Snape que quedó parado unos segundos mirando fijamente la puerta abierta y luego, siguieron caminando hasta que llegaron a las escaleras que conducían al primer piso de Hogwarts.

Ahí parado con expresión cansada, estaba el vigilante, Filch, junto a su gato del demonio, la Señora Norris.

—Filch, ¿qué ocurre? —le preguntó Snape.

Amelie observó a sus alrededores, por alguna razón sabía que había alguien más en las escaleras.

El conserje se detuvo en los últimos escalones, y se volvió.

—Es Peeves, profesor —susurró Filch alzando una ceja—. Tiró este huevo por la escalera.

Amelie de inmediato llevó sus ojos grises hacia la cosa que sujetaba. Era un huevo dorado, como el de los competidores. Snape, se alejó de ella para subir aprisa y se detuvo junto a lado de Filch.

Ella se quedó observando el lugar, estaba segura de que había alguien más aquí, quizás alguien con una capa de invisibilidad.

—¿Peeves? —dijo Snape en voz baja, observando el huevo en las manos de Filch—. Pero Peeves no ha podido entrar en mi despacho...

—¿El huevo estaba en su despacho, profesor?

—Por supuesto que no —replicó Snape—. Oí golpes y luego gritos y al pasar por mi despacho, ¡vi las antorchas encendidas y la puerta de un armario abierta de par en par! ¡Alguien ha estado revolviendo en él!

—Pero Peeves no pudo...

—¡Ya sé que no, Filch! —espetó Snape—. ¡Yo cierro mi despacho con un embrujo que sólo otro mago podría abrir!

Amelie se acercó hasta su profesor, paso por un lado y subió unos tramos de escaleras, hasta que escuchó suaves respiraciones provenir de una esquina. Ahora estaba más que segura, era Harry.

—Bueno, ahora quiero que vengas a ayudarme a buscar al intruso, Filch —comentó Snape, para después sujetar a Amelie del suéter y alejarla de la esquina a la que se dirigía.—Regresa a la sala común, ahora...

—¿Qué? Pero... pero yo quería ir con usted —balbuceó con el entrecejo fruncido. Snape abrió la boca para responderle, cuando inesperadamente unos ruidos de pasos resonaron por el pasillo.

Snape se calló de repente. Tanto él como Filch miraron al pie de la escalera. Amelie levantó la cabeza para encontrarse con Ojoloco Moody, que llevaba su vieja capa de viaje puesta sobre el camisón, y se apoyaba en el bastón, como de costumbre.

—¿Qué es esto, una fiesta nocturna? —gruñó.

Snape de forma rápida empujó Amelie detrás de él, como si tratara de esconderla, pero fue demasiado tarde, porque Moody logró fijar su ojo mágico en ella.

—El profesor Snape y yo hemos oído ruidos, profesor —se apresuró a contestar Filch—. Peeves el poltergeist, que ha estado tirando cosas como de costumbre. Y además el profesor Snape ha descubierto que alguien ha entrado en su despacho.

—¡Cállate! —le dijo Snape a Filch entre dientes.
Moody dio un paso más hacia la escalera. Y entonces Amelie lo observó llevar sus ojos hacia la misma esquina donde ella escuchó respiraciones.

—¿He oído bien, Snape? —preguntó—. ¿Ha entrado alguien en tu despacho? ¿Y qué hace la señorita Rosier aquí?

Snape estaba a punto de responder, pero Amelie se adelantó:

—Me sentí enferma y... eh... vine a buscar al profesor Snape.

—¿Así? —replicó Moody, bajando por completo las escaleras para quedar frente a frente con Snape.—Pues me parece muy extraño, no pareces estar enferma...

—No tiene importancia —repuso Snape con frialdad, lanzándole una mirada a su alumna como si pensara que era idiota.

Amelie lo era, pero, sólo un poco.

—Al contrario —replicó Moody con brusquedad—, tiene mucha importancia la señorita Rosier. Además, ¿quién puede estar interesado en entrar en tu despacho?

—Supongo que algún estudiante —contestó Snape, tratando de cambiar el tema—. Ya ha ocurrido antes. Han estado desapareciendo de mi armario privado ingredientes de pociones... Sin duda, alumnos que tratan de probar mezclas prohibidas.

Y eso fue algo de lo que Amelie no estaba enterada. Sin embargo, atando cabos podría pensar que eran ingredientes para una poción Multijugos.

—¿Así? ¿Y quien podría hacerlo? —respondió Moody de manera alerta. Y Amelie se fijó en la expresión que hizo, como si pensara que lo habían descubierto.

Snape no se atrevió a seguir con la discusión; tomo a Amelie del brazo y la empujó escaleras abajo.

—Creo que llevaré a mi alumna a su sala común —declaró con tono cortante. Era muy obvio, que Snape tampoco confiaba en alguien como Moody.

—Ésa es la mejor idea que has tenido en toda la noche —replicó Moody—. Ahora, Filch, si me das ese huevo...

—¡No! —Filch agarraba el huevo como si fuera su primogénito—. ¡Profesor Moody, ésta es la prueba de la conducta de Peeves!

Amelie siguió a su profesor por el pasillo de las mazmorras hasta que las voces de Moody y Filch, dejaron de escucharse. El profesor Snape parecía más irritando que nunca; con sus puños apretados y la mueca de molestia en su rostro.

—¿Señor? —se atrevió hablar una vez regresaron hasta el salón de clases, donde estaba dándole lecciones de Oclumancia.

—Vuelve a tu sala común... —masculló Snape, ignorándola.

Pero Amelie necesitaba aclarar una de sus dudas.

—Señor, ¿qué ingredientes han estado robando de su despacho? —volvió a preguntarle antes de que Snape entrará al salón. Su profesor se quedó quieto, pensando si era bueno decirle o no.

—Sanguijuelas, piel de serpiente arbórea, entre otros ingredientes, ahora, largo de aquí...—la empujó para que sugiera caminando hasta su sala común y Amelie no tuvo de otra más que hacerlo, sin embargo, en su mente se repetían una y otra vez aquellos ingredientes.

Cuando giró en una esquina del pasillo, se escondió detrás de una estatua de un caballero. Se inclinó para observar que nadie más estuviera cerca, no obstante, el pasillo estaba completamente frío y solitario.

—Winky —susurró en voz baja. La elfina apareció en un solo segundo y se tambaleó adormilada.

—La señorita Rosier ha llamado a Winky —afirmó en voz baja.

—Si, lo lamento por la hora, pero necesito un favor —la acercó hasta la esquina lejos de la vista de alguien—.¿Puedes llevarme al patio de la escuela? Tengo que ayudar a Harry con algo, y al parecer todavía anda por ahí.

—Winky lo hará —le sujeto la mano y ambas aparecieron cerca del patio, el cual estaba iluminado solo por la luz de la luna.

El clima frío seguía rondando por Hogwarts, la nieve caía como una ligera llovizna en el castillo, empapando todo de blanco.

—Eh... gracias, Winky, ¿cómo te has sentido? ¿No has teniendo dolores de cabeza? —preguntó, mientras observaba a los alrededores.

—Winky está muy bien de salud, Winky come tres veces al día como la ama le recomendó...—levantó su mano con emoción para enseñar tres de sus dedos.

Amelie sonrió ante eso.

—Bueno, me alegro mucho por eso. ¿Crees que puedas venir por mí un poco más tarde? —Winky asintió con mucha emoción. Y luego de que compartieran un poco más de palabras, la elfina por fin desapareció en un chasquido.

Amelie se quedó sola en aquel pasillo, por lo que camino más cerca del patio, observando como la lluvia de nieve caía sobre el piso, además, del ligero viento que movía las hojas de los árboles. Cuando llegó en medio del pasillo del patio, se dejó caer con pesadez; recargó su espalda en la pared fría y cerró los ojos unos instantes.

No sabía que planeaba Harry con el enigma del huevo, pero ella pensó, que debía ser algo complicado si requirió su ayuda.

Quizás se necesitaban más de dos mentes pensantes.

Pero sobretodo tenía una pequeña duda: ¿por qué Harry iba de camino a las mazmorras? ¿Acaso él había rodado los ingredientes de Snape? Si su profesor de pociones se enteraba de aquello, no dudaría en hacerle la vida imposible. No obstante, Amelie sabía que Harry no era el ladrón. Los ingredientes que fueron robados eran especialmente para la poción multijugos, según lo que ella sabía.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando escuchó ligeros pasos provenir del vestíbulo. Esperaba que fueran los de Harry, porque si no, estaría metida en problemas.

Los pasos se aceraron cada vez más, y entonces ella se dio cuenta de que no eran exactamente de Harry.

Amelie se levantó de su lugar para mirar fijamente el pasillo del patio, podía saber a la perfección a quien le pertenecían aquellos pasos, e incluso la presencia de esa persona provocaba que su corazón se acelerara, sin importar que estuviera bajo una capa de invisibilidad.

Una sonrisa apareció en sus labios; se giró a mirar la nieve caer el el patio, que de forma suave marcaban el piso de tonos blancos. ¿Cómo es qué los meses pasaron tan rápido?

Cuando los pasos se detuvieron a tan solo dos metros de distancia de ella, volvió a girar su cabeza, observando la nada, aunque en realidad, sus ojos grises estaban conectados con unos ojos avellana brillantes.

—¿Viniste solo por mi? —murmuró con suavidad.

La persona se desprendió aquella capa, dejando ver unos mechones castaños y una bonita sonrisa nerviosa.

Era su Hermione.

—Siempre... —respondió con voz temblorosa, pero segura de si misma.

Amelie volvió a mirar al frente, imaginando las posibilidades de lo que sucediera. Sus ojos se dirigieron a la luz de la luna, que resplandecía hoy más que nunca.

Era buena noche para una confesión de amor.

Amelie se volvió a recargar en la pared y se deslizó por ella hasta quedar sentada de nuevo. Sus ojos grises enviaron una petición silenciosa a Hermione para que acercara.

Y así lo hizo. Quedaron una a lado de la otra, con sus hombros rozándose, pero Amelie no se atrevió a girar su cabeza, sabiendo que Hermione la observaba con atención.

—Supongo que Harry no quiere ayuda con el huevo... —habló en voz baja.

—Lo lamento, quería hablar contigo desde esa noche en el vestíbulo pero tú... —se detuvo unos segundos para mirar sus manos en su regazo—, tu no hacías otra cosa más que huir.

Amelie se quedo quieta en su lugar, con la mirada fija en la nieve que caía alrededor.

—¿Escuchaste todo esa noche, no? —preguntó en voz baja, aunque, ya sabía la respuesta.

—Lo hice...

Ambas se quedaron en un silencio tenso, teniendo miles de pensamientos diferentes.

Amelie no podía evitar pensar en el miedo que la recorría; no quería imaginar el futuro, porque siempre la aterraba. Ella no tenía nada que ofrecerle Hermione, más allá de cosas materiales. Sabía que, en un futuro, tendría que hacerse responsable de su apellido, de aquellas cosas por las que tanto se esforzó.

¿Es capaz de arriesgar todo eso por una chica? Dejar atrás su apellido, su familia, y todo lo que alguna vez le prometieron.

¿Qué pasa si Hermione no siente lo mismo? ¿O si ella alguna vez deja de tener estos sentimientos? ¿Qué sucedería entonces?

Amelie giro su vista para mirar a la chica a su lado. Tenía los ojos más hermosos que alguna vez haya visto, eran tan resplandecientes que podía reflejarse en ellos.

Hermione no era cualquier chica.

Y ella no estaba segura de si alguna vez se sentiría de esa forma de nuevo. Jamás pensaría en alguien más, como lo hace con Hermione, ni a anhelar su toque; su presencia; su cariño. ¿Por qué no arriesgarse entonces? ¿Qué es lo peor que podría pasar?

Se levantó de su lugar para colocarse frente a Hermione, con el corazón latiendo en su pecho con tanta fuerza que casi era doloroso.

—Te veías hermosa en el baile con tu vestido —comenzó hablar, retorciendo con suavidad la tela de su suéter—, me habría gustado mucho haber obteniendo un baile contigo, pero supongo que nunca es tarde para uno, ¿no crees?

Hermione la miró sin comprender, entonces Amelie estiró su mano, ofreciéndosela.

—¿Bailarías conmigo? —preguntó, al ver la cara confundida de Hermione, que miraba entre su mano y sus ojos.

—Me encantaría... —pronunció en voz baja, y tomó su mano con suavidad, enviándole un escalofrío que se vio reflejado en su piel.

Amelie la llevó hasta el patio, donde la nieve aún caía. Y aunque Hermione estaba dudosa por aquello, accedió sin objetar. Ahora más que nunca, no quería alejarse de la chica de ojos estrellados.

Una vez estuvieron una frente a la otra, Amelie la tomó de la cintura con suavidad y Hermione la sujeto de los hombros con las manos temblorosas. Sus cuerpos se inclinaron hacia el otro, buscando calor ante el frío del aire. La nieve caía encima de sus pieles y ropas, pero a ninguna pareció importarle realmente.

Comenzaron a balancearse de un lado a otro, sin prisa de nada.

Hermione recargó su cabeza en el hombro de la chica más alta, esperando que no se alejara de ella. Y Amelie la sujeto con más firmeza, como si quisiera asegurarle que esta vez, no huiría a ninguna lado, porque la tenía, justo ahora y por mucho tiempo más.

—Lo que confesaste en la noche del baile ¿era verdad?—murmuró Hermione contra la tela fina del suéter de Amelie.

—Estaba un poco borracha —confesó con voz tímida; sintiendo que sus manos en la cintura de Hermione comenzaban a temblar en anticipación—. Pero jamás mentira...

A Hermione se le entrecortó la respiración en aquel momento, se alejó del hombro de Amelie para mirarla con cariño; detalló su rostro unos segundos, esperando que no fuera solo un sueño. Tomó una respiración profunda y la sujeto de las mejillas con delicadeza, obligándola a que la mirara.

Los ojos grises y los avellana se encontraron nuevamente, casi como si hubieran estado destinados a eso.

—Entonces dímelo, por favor...

Amelie se quedó quieta; relamió sus labios, mientras su corazón le gritaba todo que su boca no podía decir. Quizás, no tendría otra oportunidad de querer a alguien como Hermione. Así que, ¿qué importa si deja todo atrás?

Por la chica frente a ella valía la pena totalmente.

Eres tan hermosa como la luna misma, y yo soy tan vulnerable ante tu presencia —se acercó más Hermione, hasta que sus narices se rozaron, mientras que los corazones de ambas latían anhelando a la otra, como nunca antes—. Quiero pertenecerte Granger, en cuerpo y alma...

Sus labios se acercaron cada vez más, y Amelie cerró los ojos en aquel momento, esperando que Hermione hiciera lo que su mente le gritaba con tanta urgencia.

Y así lo hizo.

Ella la besó.

Sus labios se encontraron con sutileza, hasta que la brecha entre ambas se rompió; encontrándose en un contacto total de pieles, tan delicado y celestial, que dejó ambas anhelando cada vez más.

Amelie supo, en ese mismo momento, que haría de todo por la chica frente a ella, sin importar qué tan malo sea.

Y Hermione aceptó, que jamás amaría a alguien más en su vida como Amelie, porque le había robado todo de si misma, incluyendo su corazón.

Cuando se separaron, la nieve seguía cayendo en sus ropas, mientras que la luna iluminaba sus rostros enrojecidos. El viento susurraba cosas inaudibles, pero a ninguna le importó nada más, que la presencia de la otra.

Amelie abrió sus párpados, para encontrarse con los ojos llorosos de Hermione, que la miraban fijamente.

—¿Qué..? ¿Por... por qué lloras? ¿Tan mal beso? —balbuceó entrando en pánico.

Pero Hermione la ignoró, para pasar con suavidad sus pulgares por las mejillas de Amelie.

—¿Estoy soñando? ¿O de verdad me besaste? —murmuró soltando un pequeño sollozo.

—Bueno si, pero no... quiero decir, tú me besaste a mi —cerró los ojos maldiciendo mentalmente. Y entonces Hermione se lanzó abrazarla con fuerza, se aferró a su cintura mientras escondía su cabeza entre su cuello.

—Estoy enamorada de ti... —confesó acariciando su rostro contra su suéter—. Tan enamorada de ti...

Amelie sonrió, sintiendo su corazón querer salirse del pecho; pasó sus brazos por la cintura de Hermione y la acercó más ella, como si eso fuera posible.

—Me alegra escuchar eso Granger, porque yo también estoy enamorada de ti...



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¡Sucedió, sucedió! *gritos internos*

Espero que de verdad sintieran las emociones del capituló, porque que me costó un poco, debido a que quería hacer algo bonito.

Honestamente tuve que poner dos capítulos aquí, porque bueno, supongo que lo merecían. ¡Nos vemos! ¡Y gracias por leer la historia!

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