"WONDERWALL; Hermione Granger"

By August_dann

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❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos est... More

"Prólogo"
El prisionero de Azkabán
⭑ "Primer trauma del año"
⭑ "Nuevas reglas"
⭑ "Draco y su mala suerte"
⭑ "El boggart del armario"
⭑ "Sirius Black"
⭑ "¿Augusta o Hermione?"
⭑ "El partido de Quidditch sale mal"
⭑ "Dia de hospital"
⭑ "Hogsmeade"
⭑ "Un nuevo Rosier"
⭑ "Disculpas y ranas de chocolate"⭒
⭑ "¿Cita?"
⭑ "Tú"
⭑ "Como una puesta de sol"⭒
⭑ "Bienvenida con postres a media noche"⭒
⭑ "Salamandras y un perro mañoso"
⭑ "Patronus"
⭑ "Amelie contra Ravenclaw"
⭑ "Una perfecta heredera"
⭑ "Me besaste"
⭑ "Tejones contra Aguilas"⭒
⭑ "Como hacer enojar a un Rosier. By: Draco Malfoy"⭒
⭑ "Black odia a los pelirrojos"
⭑ "¿Potter perdió la cabeza?"
⭑ "Copa de Quidditch"
⭑ "Predicción"
⭑ "Un perro, dos gatos y una rata"
⭑ "Accidentalmente asesine a mi profesor de pociones"
⭑ "El secreto de Hermione"
⭑ "Plumas de azúcar"
El cáliz de fuego
⭑ "Beautiful girl"
⭑ "Starry eyes"
⭑ "Happy birthday, Amelie"
⭑ "Dollhouse"
⭑ "Sunlight"
⭑ "Un ángel en el infierno"
⭑ "Comida hecha de esclavitud"
⭑ "Los increíbles hurones botadores"
⭑ "Maldiciones Imperdonables"
⭑ "Feliz cumpleaños, Granger"
⭑ "Enemigo con rostro bonito"
⭑ "¿Ojoloco Moody?"
⭑ "Smithereens"
⭑ "When you know, you know"
⭑ "Problemas, problemas y más problemas"
⭑ "Desamor"
⭑ "Juramento Inquebrantable"
La Orden del Fénix
⭑ "Casa Black"
⭑ "Regulus A. Black"

⭑ "Potter, the flying boy"

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By August_dann

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[14 de Noviembre; 1994]

Amelie pateo una piedra en el camino con aburrimiento, Theo a su lado, jugaba con una snitch dorada, la misma que Pansy le había regalado en su cumpleaños. Blaise, por otro lado, trataba de no dormirse en el camino.

Los tres, se dirigían por el camino principal de Hogsmeade, hacia las tres escobas, mientras que sus otros amigos se encontraban en Honeydukes.

Amelie, los había arrastrado hasta en ese lugar porque necesitaba contarle a Blaise, lo que ella y Theo habían descubierto hace unos días de "Moody".

—¿Por qué estamos aquí, Amy? Nunca te pierdes la oportunidad de llenar tus bolsillos de dulces —le dijo Blaise, una vez que ocuparon el asiento más lejano en la esquina del bar.

Desde ese lugar, Amelie, podía ver todas las mesas y las personas que estaban en ellas.

—Tengo algo importante que contarte, y no puedo dejar que los demás lo escuchen —metió su mano en el bolsillo de su suéter para sacar aquella foto de su padre con sus compañeros de cuarto.

Aquel día, en la biblioteca, antes de que Winky regresara las cosas a su lugar, Amelie decidió usar el hechizo duplicador en las dos fotos. De esa forma, su padre no se daría cuenta de que robó un rato su caja de secretos.

—¿Y qué es eso tan importante? —recargó su peso en la silla para pasar su mirada de Theo a ella.

Amelie colocó la foto en la mesa con un ruido sordo y se la acercó a Blaise para que la observara.

Señaló con su dedo al castaño en la foto.

—¿Conoces a este chico?

Blaise se quedo analizándolo unos segundos, pero, mientras más miraba al chico, menos lo recocía.

—La lamentó, pero no tengo idea de quién es. —negó, llevando sus ojos hasta ella.—Los demás en la foto, ¿son tus tíos, no?

Amelie asintió, soltando un suave suspiro.

—Lo son, esta foto es de 1976. Mi padre estaba en su quinto año, al igual que mi tío Regulus, mientras que el tío Evan, estaba en su séptimo año —explicó, señalando a cada uno de los chicos en la foto.

Y se recargó en la mesa con cansancio. Llevaba varios días tratando de descifrar quien era el otro chico de la foto, sin embargo, no había obtenido ninguna respuesta. Y ella no quería pregúntale a su padre, sabiendo que estaría delatándose por robar sus cosas personales. Debía descifrarlo por sí misma.

—Amy, ¿esto tiene que ver con lo que te dijo Moody? —preguntó Blaise dudando.

Su amiga aveces solía aferrarse a cosas cómo estas, como cuando pensó que Snape era un vampiro, solo porque nunca lo vio usando otra cosa que no fuera de color negro.

Amelie compartió una mirada con Theo, a quien ya le había hablado sobre el tema con lujo de detalles. Su amigo, sin ninguna duda, confió en ella.

—Bueno creo... creo que Moody no es el verdadero Moody ¿entiendes? —susurro cerca de él, para que nadie más en el lugar escuchara.

Blaise la miro con incredulidad. ¿Cómo había llegado a esa conclusión? Era un poco absurdo, pero la forma en que Amelie lo dijo, le hizo saber que no estaba jugándole una broma.

—Tendrás que darme más explicaciones, porque no estoy comprendiendo nada de nada —sus ojos oscuros pasaron de Theo a ella.

Amelie suspiró, volviendo a tomar la foto entre sus manos. Debía explicarlo de la mejor manera posible si quería que Blaise lo entendiera.

—Bueno, Moody me dijo que compartió cuarto con mi padre, lo cual es demasiado ilógico. Mi padre fue a Hogwarts a partir de 1972, y yo encontré en un libro que Moody empezó su carrera de Auror desde 1955; las fechas no cuadran.

Blaise lo pensó unos segundos antes de hablar.

—¿Y qué tal si sólo se equivocó? Moody es un anciano.

Amelie asintió de acuerdo, eso también había cruzado por su cabeza varías veces, cuando no sabía qué más hacer.

—Pensé eso, pero luego... —miró a Theo para que siguiera hablando, habían tenido esta conversación días antes. Y gracias a él, recordó algo importante.

Theo se acomodó mejor en su lugar y se inclinó hacia enfrente. Estaba sentado a lado de Amelie, mientras que Blaise ocupada un lugar frente a ellos.

—Moody fue atacado antes de entrar a Hogwarts, ¿no crees que es mucha coincidencia? —alzó ambas cejas expectante.

—¿Atacado? —murmuró Blaise, sin comprender.

Amelie asintió con rapidez y sacó un trozo de periódico de su bolsillo, que tenía de título: "MÁS ERRORES EN EL MINISTERIO DE MAGIA". Lo desdobló en la mesa para que su amigo pudiera verlo correctamente. Blaise le echo un pequeño vistazo y luego levanto sus ojos hasta ella, para que la explicara correctamente.

Amelie golpeó con sus dedos el periódico y empezó a hablar en voz más baja:

—Recuérdalo, lo pusieron el periódico; cuando Draco se estaba burlando de la mamá de Ron. Rita Skeeter escribió sobre el supuesto —hizo comillas con los dedos— ataque de Moody, debido a que pensaban que era una mentira y el único que acudió en su llamado, fue Arthur Weasley.

—Y termino metido en problemas... —le susurró Theo, a lo que ella asintió.

—Bueno, eso si es un poco extraño —comentó Blaise, fijando sus ojos oscuros de nuevo en el trozo de periódico arrugado. Amelie había subrayado algunos párrafos con tinta roja.

—Lo es ¿verdad? —alzó una ceja esperando que Blaise les creyera.

El moreno asintió, se cruzo de brazos y se recargó de nuevo en su silla. La verdad es que confiaba en las suposiciones de sus amigos desde que Amelie mencionó las fechas, pero, quería saber hasta qué conclusión habían llegado los dos.

—De acuerdo, supongamos que esto es real y alguien atacó a Moody, para cambiar de cuerpo o lo que sea, ¿cómo lo hizo? —señaló a Theo.

—Fácil, con la poción multijugos —se encogió de hombros, dándole una mirada de reojo a su amiga.

—Bien entonces, si tomamos todo esto como verdadero y, Moody de verdad no es Moody, ¿para qué querría este impostor, entrar en Hogwarts?

—Piensa Zaza, ¿qué acontecimiento extraño pasó en Halloween? —preguntó Amelie, ahora señalándolo a él.

Blaise no tuvo que pensarlo mucho, la respuesta que su cerebro le dio fue inmediata.

—Potter... —murmuró cansado.

Por supuesto que esto tenía que ver con Harry.

Amelie pensó, que el niño era un imán de problemas. Uno muy feo.

—Exacto, alguien puso su nombre ilegalmente. Quiero decir, Harry realmente no puso su nombre ahí, y ningún alumno podría ser capaz de traspasar la barrera de edad que colocó Dumbledore, a menos que seas un mago experimentado —hizo movimientos extraños con las manos, mientras que Theo giraba sus dedos en círculos simulando la barrera de edad.

Blaise entrecerró los ojos y llevó su mano hasta su rostro, fingiendo acariciar su barbar inexistente.

—Entonces, la conclusión es que alguien tomó el lugar de Moody para poner el nombre de Harry en el cáliz, ¿no?—Amelie y Theo asintieron—. Pero, ¿para qué? ¿Qué ganaría con poner a Potter dentro de un torneo de muerte?

—Quizás, quiera matarlo —opinó Theo con duda. —Todos intentan eso cada año, ¿no?

—Es posible —le respondió Blaise de acuerdo.

Amelie suspiró, tomando el periódico arrugando para jugar con las esquinas de este.

—No lo sé... 

Los tres se quedaron en un silencio tenso. Amelie pensó que tenía todo un rompecabezas, y aunque algunas partes estaban echas; todavía le faltaba encontrar más piezas sueltas para unirlas.

—¡Amelie, ya lo tengo! —la llamó Blaise con los ojos ligeramente abiertos, había pensando en algo realmente importante.

—¿Qué? ¿Qué tienes en mente, querido Blaise? —se inclinó en la silla, esperando a que le dijera.

—Piensa, el ataque del mundial; los mortifagos... —murmuró por lo bajo.

No quieran recordar esa noche, sin embargo, aquello tenía mucho más sentido del que imaginaban. Los tres se miraron un poco alarmados cuando se dieron cuenta de que tuvieron la misma idea y no precisamente una que les alegraba.

—La marca tenebrosa —murmuraron al mismo tiempo.

Amelie pudo jugar que su corazón se aceleró por el susto, y un golpe repentino en la mesa no le ayudó.

—¿Qué están haciendo? —exclamó Orion colocando vasos con cerveza de mantequilla en la mesa. Cristina venia detrás de él, con una sonrisa enorme en la cara y un montón de dulces.

—¡Nada! —respondió ella y de manera rápida tomó la fotografía y el periódico de la mesa para guardarlos en su bolsillo.

Orion la miro extrañado, pero no hizo preguntas, en cambio, le pasó una cerveza de mantequilla a cada uno y luego se dejó caer en la silla vacía a lado de Blaise, mientras que Cristina tomaba lugar a lado de Amelie.

—¿Dónde está Draco? —lea preguntó Theo, una vez estuvieron acomodados.

Cristina se encogió de hombros, restándole importancia.

—Lo perdimos por ahí, en algún lugar de Hogsmeade.

Amelie asintió, la verdad es que no le importaba mucho en donde se encontraba el rubio, solo quería tener un momento de paz con sus amigos.

Así que, se encargó en varias ocasiones de ir hacia la barra y pedir más cervezas de mantequilla.

Orion y Cristina habían comprado un montón de dulces de diferentes sabores y formas, entre ellos: varitas de regaliz; ranas de chocolate; sapos de menta y plumas de azúcar.
Amelie fue la primera en abalanzarse hacia los dulces, para evitar que Theo le robara los suyos, quizás, era su mejor amigo pero no permitirá que le robara sus preciadas posesiones.

Y cuando pasaron más de una hora entre risas y parloteos sin sentido; Amelie estaba empezado a quedarse dormida en el hombro de Theo, al parecer, la mantequilla también puede emborracharte, o en su caso, dar mucho sueño.

—Amy, mira quien viene ahí... —susurro Theo y la movió con suavidad.

Amelie soltó un gruñido molesto, para después abrir sus párpados con demasiada lentitud para el gusto de Theo. Entonces, sus ojos grises se encontraron con cierta chica de Gryffindor, que buscaba de un lado a otro, una mesa vacía.

—Linda, linda... —canto en voz baja, mientras sus ojos no se despegaban de Hermione.

Y por suerte Cristina, a su otro lado, no se dio cuenta de nada, estaba más absorta en su conversación con Blaise.

Hermione, se acercó a una mesa vacía cerca de la puerta de salida y se dejó caer en ella con dos tarros. De pronto, estiro la mano, como si le ofreciera la cerveza de mantequilla a alguien frente a ella, y Amelie observó como el tarro, junto con su contenido, desaparecían de la mesa.

«Es el Popote, digo Potter» pensó, mientras una sonrisa parecía en sus labios. Harry rompía tantas reglas que ya no estaba sorprendida. Aunque, también era una lástima que no pudiera estar sentando con Hermione de manera libre.

Ella y Harry no eran diferentes.

Amelie cerró los ojos unos instantes, deleitándose con el sonido de las risas curiosas, que sus amigos dejaban salir cada cierto tiempo. Le gustaba la sensación de relajación que obtenía al estar rodeada de ellos. Era mucho mejor, que la que obtenía cuando estaba con su familia.

A ellos los amaba más que nada, pero las cadenas que la hacían sostener, eran muy difíciles de cargar.

Volvió abrir los ojos, esperando encontrase obtener paz con la existencia de Hermione, sin embargo, no sucedió así. En su lugar, una llama extraña le quemo el pecho. Frente a ella, estaba Céline, sentada en el lugar donde se suponía que debía estar Harry.

Amelie se colocó recta en su lugar, con la mandíbula apretada.

—¿Qué te pasa, Líe? ¿Todo bien?—le sonrió Orion, a lo que ella asintió.

—No me pasa nada, ¿por qué crees que me pasa algo? —respondido tratando de no sonar nerviosa, lo cual, no funcionó.

—De acuerdo... —murmuró Orion lentamente, sin entender nada.

Amelie volvió a mirar, disimuladamente hacía la mesa donde estaba Hermione. Solo para encontrarse con la sonrisa de la castaña. ¿Estaba sonriendo? ¿De qué?

Entonces, por el rabillo del ojo capto a Céline hacer movimientos extraños con las manos. Hermione sacó una libreta de su bolso y la abrió para enseñarle algo, de lo que ella no estaba enterada.

Un sentimiento de pesadez en su pecho se hizo presente.

—Es hora de irnos —anunció Blaise de pronto.

Ella lo miro de forma instantánea. No quería irse, no hasta que súpera que Hermione estaba cómoda con la chica frente a ella.

—¿No es muy pronto? —balbuceó tratando de encontrar una excusa, pero no la tenía. Su cerveza de mantequilla estaba vacía, al igual que la de sus compañeros.

—Llevamos más de una hora aquí —se burló Orion—, además, queremos ir a la tienda Zonko por artículos de bromas.

Su grupo de amigos se levantó de su lugar. Y ella no tuvo de otra más que seguirlos, no tenía ninguna razón para quedarse, aparte de Hermione, pero la castaña parecía estar pasando un momento agradable con la persona que Amelie, quería lo más lejos posible.

Hace menos de dos semanas se habían encontrado en el vestíbulo, y Céline tuvo el atrevimiento de llamar a Hermione "sangre sucia". Y ahora, ella estaba ahí sentada, conversando como si nada.

—Oh, mira eso, tal parece que Granger está teniendo una cita —se burló Cristina en voz alta, cuando ellos se dirigían hacia la salida.

Hermione rodó los ojos fastidiada, y no le prestó atención.

—Pensé que estabas saliendo con Potter, pero al parecer alguien mas se fijó en tu insoportable presencia —sonrió como si hubiera sido el mejor chiste de todos los tiempos.

Céline se echó a reír en voz baja, aunque trató de disimularlo frente a Hermione.

—Pierde rubia... —hizo un movimiento despectivo con la mano para indicarle la salida.

Amelie se abrió paso entre Blaise y Orion, para tomar a su amiga del hombro. Quizás, estaba molesta con la presencia molesta de Céline, pero eso no significaba que le permitiría a Cristina burlarse de Hermione.

—Deja de hacer comentarios estupidos y vámonos —gruño con rudeza, para luego empujarla por la puerta.

Y no miro hacia atrás cuando salieron de las tres escobas, aunque por dentro quisiera volver para poder alejar a Céline de Hermione.

—¿Y por qué fue eso? —le preguntó Cristina, una vez estuvieron todos afuera.

—No te voy a permití que te burles de la gente —regaño y la sujeto del brazo para guiarla hacia la tienda de bromas.—Si sigues así, te vas a parecer a Draco, ¿quieres eso?

Cristina negó con la cabeza asustada y no se atrevió a contradecirla.

Para cuando regresaron a los terrenos de Hogwarts, Amelie llevaba los bolsillos llenos de juguetes para bromas y un montón de dulces pero, ni con eso, se le quitaba el malestar en el estómago, luego de lo que vio en las tres escobas.

—¿Qué te tiene tan distraída, Amelie? —le preguntó Cristina una vez que ingresaron a las mazmorras.

Orion se metió una paleta a la boca para evitar decir algo, mientras que Blaise y Theo, fingieron no saber nada.

—¿A mi? Nada... —pronunció con naturalidad.

—Podría jurar que estás molesta —Cristina observó el muro de la sala común, antes de decir la contraseña y que este se abriera, revelando el sonido de las pláticas que algunos Slytherin sostenían.

—No lo estoy —mintió, si lo estaba.

Todos ingresaron a la sala común, dispuestos a revisar su material de bromas. Robyn se acercó a Orion para que le mostrara lo que compró.

Amelie por otro lado, se alejó de ellos para sentarse en un sillón vacío, frente a una mesa pequeña en la estaba su juego de ajedrez. Tomó una pieza y comenzó a jugar con ella, evitando la mirada de su mejor amiga.

Cristina se acercó a ella y se dejó caer en el respaldo del sillón.

—¿Es por lo qué dije en las tres escobas? ¿Te molesto que me burlara de Granger? —susurro.

—No —gruñó.

Esa solo era una parte de su molestia, sin embargo, no podía culpar a Cristina de todo. Ella había sido criada de esa manera, como Draco. La diferencia es que su familia era horrible, en algunos sentidos.

Cristina soltó un suspiro y tomó un par de mechones de su cabello negro para jugar con el.

—Pansy me dijo que te acercaste a Granger cuando Draco la hechizo y, bueno, Blaise dijo que lucías preocupada por ella, ¿es cierto?

Amelie se tensó en su lugar, así que sus amigos había hablado de eso a sus espaldas. Bueno, para ser honesta se lo esperaba, sus acciones no tenían justificación, porque nunca la han visto hablar con Hermione.

—Es cierto... —admitió en voz baja.

Quizás, estaba siendo demasiado sincera con ella. ¿Y si Cristina fue la culpable de informarle a su abuelo de Orion? ¿Qué pasaría si la traiciona y se lo dice?

Las consecuencias serían fatales para ella, tanto así, que no podía imaginarlas.

Cristina soltó un suspiro, antes de levantarse del sillón y colocase de rodillas frente a ella. Amelie por inercia levantó la vista de sus pies hacia ella. Los ojos grises chocaron contra los azules oceánicos.

—Siempre creí que eras demasiado buena para este mundo... —le susurró con una sonrisa.

—¿Eso es bueno o malo? —frunció las cejas dudosa.

Cristina la tomó de la mano con suavidad.

—Ambas —asintió con honestidad —, por eso te pido que no lo vuelvas hacer. No te acerques a Granger de nuevo...

Amelie la miro con incredulidad.

—¿De qué hablas?

—Amelie, no puedes ir por allí, preocupándote por personas como Granger, aunque tu corazón así lo quiera. ¿Sabes lo que pasaría si tu abuelo se entera?

No necesito que se lo dijera dos veces, ella ya lo sabía. Y tenía que admitir, que la realidad aveces era dolorosa. Hermione era de un mundo diferente al suyo, pero no aún así, no podía evitar querer estar cerca de ella, a pesar del doloroso resultado que tendría su debilidad.

Quizás, estaba comenzando a enamorarse de una hija de muggles.

Y eso la asustaba.

[...]

[20 de noviembre, 1994]

—Hoy será algo diferente... —explicó Snape mientras se movía por la habitación.

—¿Diferente? ¿No más relojes? —miro hacia la mesa, donde ahora no había nada más que pergaminos viejos.

—Hemos trabajado por más de dos meses con eso —se detuvo en medio de la habitación para mirarla—, lo has manejado a la perfección por lo que he notado.

Amelie casi se echa a reír. La verdad, es que lo había dominado bastante bien, pero no a la perfección. En ocasiones sus pensamientos aún se descontrolaban, y no podía detenerlos.

—Vamos a comenzar —levantó su varita frente a ella y Amelie se aferró a la silla debajo de ella. —Mantén tu mente protegida, puedes imaginar lo que gustes: un laberinto; una habitación; un montón de cajas, lo que sea.

Amélie respiro profundamente y cerro los ojos; de inmediato se enfrentó a la oscuridad en su cabeza. Le tomó un par de intentos imaginar a la perfección, aquel pasillo con habitaciones que había usado en el verano. No estaba segura de si funcionaria contra Snape, pero al menos haría el intento.

—No espero que lo hagas bien la primera vez, pero tampoco que seas un fracaso —pronunció arrastrando las palabras y la apuntó con su varita mágica—, ¡Legeremens!

Amelie dejó caer su cabeza en el respaldo de la silla, mientras mantenía su mente enfocada en hacer las cosas bien.

Snape, no era tan tranquilo como su padre, a él no le importó golpear con brusquedad la primera puerta con la se encontró. Amelie, intentó mantenerlo alejado de su recuero, pero lo único que conseguía era, que Snape rodara los ojos fastidiado.

Abrió la puerta y entró. Una luz resplandeciente los cegó a los dos de forma instantánea.

Una Amelie de doce años caminaba hacia el campo de Quidditch, con sus compañeros de equipo. Flint, iba al frente parloteando sin parar, mientras que ella estaba emocionada por volar en escoba y demostrar que era una digna cazadora.

Cuando entraron en el campo de Quidditch, los Gryffindor los recibieron de manera especial.

—Flint —gritó Wood al capitán del equipo de Slytherin—, es nuestro turno de entrenamiento. Nos hemos levantado a propósito. ¡Así que ya pueden largarse!

Amelie se quedó en la parte de atrás con Draco, quien estaba ansioso por mostrar su nueva escoba.

—Hay bastante sitio para todos, Wood.

Angelina, Alicia y Katie también se habían acercado.

—¡Pero yo he reservado el campo! —dijo Wood, escupiendo la rabia—. ¡Lo he reservado!

—¡Ah! —dijo Flint—, pero nosotros traemos una hoja firmada por el profesor Snape. «Yo, el profesor S. Snape, concedo permiso al equipo de Slytherin para entrenar hoy en el campo de quidditch debido a su necesidad de dar entrenamiento al nuevo buscador.»

—¿Tienen un buscador nuevo? —preguntó Wood, preocupado—. ¿Quién es?

Draco sonrió y se abrió paso hasta ellos. Amelie rodó sus ojos fastidiada. Ella permaneció detrás de los seis chicos más altos y robustos.

—¿No eres tú el hijo de Lucius Malfoy? —preguntó Fred, mirándole con desagrado.

—Es curioso que menciones al padre de Malfoy —dijo Flint, mientras el conjunto de Slytherin sonreía aún más—. Déjame que te enseñe el generoso regalo que ha hecho al equipo de Slytherin.

Los siete presentaron sus escobas. Seis mangos muy pulidos, completamente nuevos, y seis placas de oro que decían «Nimbus 2.001»

Draco levantó el pecho con orgullo, pero Flint no le hizo caso.

—Y eso no es todo... —se hizo a un lado y la tomó con firmeza de la túnica, para después jalarla hacia enfrente —, te presentó a mi nueva cazadora y jugadora estrella: Rosier.

Amelie de doce años prefería estar en otro lugar, que frente a un montón de ineptos, como los Gryffindor.

Ron y Hermione cruzaban el césped para enterarse de qué pasaba.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Ron a Harry—. ¿Y qué están haciendo estos tontos aquí? —señaló a los dos niños de segundo año.

Amelie hizo contacto visual con la hija de muggles, que la miraba expectante. Hermione miro hacia otro lado con las mejillas rojas en vergüenza.

Ron llevó sus ojos hasta las escobas que sostenían.

—¡Son Nimbus 2.001! ¿De dónde las sacaron?

—Obsequió de su padre... —respondió Flint aburrido. Quería empezar a jugar ya, para mostrarles a todos su impresionante jugadora nueva.

Draco sonrió con arrogancia y se acercó hasta él.

—Si Weasley, como verás, mi padre nos da lo mejor...

Hermione se adelantó para hablar, parándose frente al rubio sin ningún tipo de miedo. Amelie sonrió levemente ante aquello.

—Pero en el equipo de Gryffindor nadie compra su puesto—observó Hermione agudamente—. Lo ganan por su talento.

—Nadie ha pedido tu opinión, asquerosa sangre sucia —espetó él.

Amelie frunció el entrecejo y una mueca apareció en sus labios. Detestaba esa palabra más que nada. Llevó discretamente su mano hasta su varita en su bolsillo.

Hermione, se quedó callada con una mirada confundida, mientras que algunos Gryffindor habían jadeado ofendidos.

—¿Qué fue lo que dijiste, Malfoy? —gruñó Ron, sacando su varita y apuntándola hasta Draco.

—Dije que era una asquerosa... —pero ni Ron, ni Amelie no lo dejaron continuar.

El pelirrojo lanzó un hechizo que le terminó rebotándole en el pecho, provocando que saliera disparado hacia atrás.

Mientras que ella, había murmurado un hechizo en voz baja que bloqueó las palabras de Draco, al dejarle los labios pegados, como si nunca los hubiera tenido en primer lugar.

Hermione fue la única que se dio cuenta de aquello, mientras permanecía tontamente de pie, frente a ella, con la boca ligeramente abierta y un brillo espontáneo en los ojos.

Había hechizado a su amigo por ella.

Y el recuerdo se esfumó.

—Vaya, vaya... —murmuró Snape —, así que fuiste tú quien hechizo al joven Malfoy en aquella ocasión.

Amelie se pasó la mano por la frente con nervios.

—En mi defensa, estaba diciendo cosas estupidas, como todo el tiempo.

—¿Y no te preocupo las consecuencias? —alzó una ceja expectante.

—No hubo consecuencias, porque nadie se dio cuenta de eso, ni siquiera Draco —se encogió de hombros restándole importancia.

Snape rodó los ojos por quinta vez, en todo el raro que llevaba con ella.

—Prepárate, lo haremos de nuevo...

—Estoy lista —murmuró y se aferró a la silla con fuerza, mientras sus ojos se cerraban.

Snape levantó la varita, dudo unos segundos y luego grito:

¡Legeremens!

De nuevo estaban en el pasillo lleno de puertas. Amelie observó la forma de Snape viajar entre ellas, hasta que se detuvo en una y la intentó abrir con brusquedad. Y ella empujo lejos de nuevo, con una puerta tras otras.

Duraron de esa forma unos segundos, antes de que Snape gruñera con fuerza, y la mente de Amelie se sintiera como si fuera a explotar en cualquier momento.

Su profesor empujo la puerta, cuando ella dejó de resistirse.

Oh, bueno, aún le faltan mucha práctica dolorosa.

Una Amelie de seis años estaba parada detrás de una mesa, con un montón de ingredientes para posiciones esparcidos por todos lados; frente a ella, se encontraba un caldero enorme, que apenas podía ver su contenido.

Su madre, Adhara, estaba sentada en medio de la habitación, tenía las piernas cruzas mientras leía un libro con el título: "ARTES OSCURAS; UN MILENIO"

Afuera se escuchaban las risas de otros niños.

Amelie de seis años, llevó sus ojos hacia la ventana más cercana, por donde se filtraba la luz del sol. Ahí, pudo ver las siluetas de sus amigos que volaban en sus escobas de un lado a otro, soltando carcajadas sonoras.

—¡Oreo, dame la Quaffle! —gritó la voz lejana de Blaise.

El moreno cruzó por la ventana, mientras que Cristina lo seguía de cerca.

—¡Cuidado, ahí va Theo! —esta es escucho la voz de Graham.

Sus ojos grises viajaron de nuevo hasta el caldero, con un sentimiento de opresión en su pecho, ella quería estar ahí, con todos ellos.

—Madre... —la llamó con voz baja.

Adhara de inmediato levantó la vista de su libro, con la misma mirada seria y autoritaria de siempre.

—¿Terminaste? —preguntó mirando de ella, al caldero,m que humeaba en la habitación.

La pequeña niña negó con la cabeza de forma nerviosa, entonces sus ojos grises volvieron a la ventana brillante, donde podía ver a su hermano mayor levantar sus manos en el aire, mientras gritaba eufórico.

—¡Gane, Gane! ¡Soy el rey del Quidditch!

—¡No es cierto! ¡Eres malo en la escoba!

Adhara miro en esa dirección y se levantó de su lugar de forma inmediata, sus zapatos caros resonaron por toda la habitación.

—No te distraigas con tonterías, Amelie... —gruñó tapando su vista.

Pero, para aquella niña de ojos estrellados, no eran tonterías, eran ilusiones y sueños.

—Madre, ¿por qué no puedo jugar afuera con los demás niños? —murmuró, ladeando la cabeza con inocencia.

Quería una repuesta más que nada, una real.

Adhara soltó un suspiro, se acercó a su lado y le acarició el cabello con suavidad.

—Tú no eres como los otros niños —susurró pasando sus dedos por los apenas imperceptibles rizos—. Eres especial, Amelie.

La niña negó con la cabeza, fijando de nuevo sus ojos en la ventana, donde las risas de los niños, retumban como un suave eco en sus oídos.

—Entonces no quiero ser especial, quiero ser normal, como mi hermano...

—Imposible —gruñó la mujer, alejándose de ella. Todo aire maternal desapareció de su cuerpo.—Tienes un deber desde que naciste, Amelie.

La niña frunció el entrecejo, no lo comprendía.

—¿Por qué, madre?..Yo solo quiero jugar Quidditch con mis amigos —agacho la cabeza y sus ojos se fijaron en las agujetas sueltas de sus zapatos. Aún no podía amarrarlas.

Adhara no respondió, se acercó a la ventana y cerró la cortina; evitando que el sol golpeara la piel pálida de su hija. La habitación se hizo más oscura y fría de lo normal.

Curioso, así es como se sentía su vida siempre.

—Termina la poción... —indicó su madre y se dirigió a su sillón.

Quizás, había cerrado la ventana, pero Amelie aún podía escuchar aquellas voces alegres y llenas de esperanza.

Y el recuerdo se disolvió en una nube de humo negro.

Amelie, se inclinó hacia enfrente en la silla con un pesado jadeo, tocó sus zapatos con suavidad y fingió que los ataba, solo para poder limpiarse las pequeñas lágrimas que escurrían por sus mejillas.

Snape se aclaró la garganta con fuerza.

—Lo intentaste, te felicito, pero aún te falta mucha práctica —masculló —. Prepárate, lo volveremos a intentar.

Amelie asintió de acuerdo, necesitaba aprender a mantener a las personas lejos de su mente y recuerdos. Y agradeció que Snape no mencionara nada de lo que presenció o se pusiera sentimental como su padre.

—Estoy lista...

¡Legeremens!

Y el hechizo fue más fuerte esta vez, pero al menos duró más tiempo que el anterior.

Amelie se preguntó si todo su esfuerzo tendría frutos algún día. Esperaba que si, porque el dolor de cabeza que tenía que soportar al día siguiente no se lo desbaba a nadie. Ni siquiera a Harry, que había estado preocupado porque la prueba estaba más cerca de lo que imaginó.

Y ella no sabía como ayudarlo.

[...]

[22 de noviembre, 1994]

El domingo por la mañana, Amelie se levantó con pocas ganas de existir, tanto así, que Cristina tuvo que arrastrarla al gran comedor para que desayunara con los demás.

Los días se pasaron volando, que cuando menos se dio cuenta, faltaban dos días para la prueba del torneo, misma en la que Harry debía participar. No quería imaginar como se sentía el niño, al saber que podría salir herido o incluso muerto.

De todas formas, ella intentó apoyarlo. Pasó días en la biblioteca y habló con él sobre cosas sin sentido.

También, había llevado a Bianca consigo un par de veces, solo para enseñarle el recorrido hacia la biblioteca, pero la niña no parecía grabárselo nunca. La chica de cabellos castaños, casi rubios, fue una gran caja de sorpresas para ella.

Era amable y bastante hiperactiva, (mucho más de lo que era Robyn), se la pasó hablando sin parar, y a Hermione no pareció gustarle mucho aquello. Y siempre que Amelie aparecía en la biblioteca con ella, hacía muecas extrañas y se iba antes a su sala común, alegando que tenía algo importante que hacer.

Amelie pensó, qué tal vez le había caído mal su falta de madurez, aunque para ella, Bianca le pareció alguien bastante agradable, ignorando la parte en la que deseaba ponerle un pañuelo en la boca para que dejara de hablar.

Amelie, no comprendía del todo su reacción, hasta que Céline apareció en la biblioteca un día por la tarde y lo siguió haciendo por toda la semana consecutiva.

No se sentaba con ellas, pero si saludaba a Hermione cada vez que la veía, e incluso, Amelie la descubrió mirándola desde su mesa, mientras fingía leer un libro.

Y para la mala suerte de Amelie, ella no fue la única que intentó acercarse a la castaña.

Krum, también había aparecido un par de veces con su montón de chicas detrás, solo para intentar hablar con Hermione, la cual, nunca parecía cómoda con su presencia.

Así que, Amelie se vio obligada a quedarse en la biblioteca, hasta que la castaña decidiera volver a su sala común; solo porque tenía miedo de que Hermione se fuera con Céline o Krum, mientras ella no estaba presente.

De acuerdo, quizás, estaba actuando muy impulsivamente, pero no podía evitarlo, quería proteger a Hermione de la amenaza que Céline representaba.

—¿De nuevo a la biblioteca? —le preguntó Cristina, una vez que ella se puso de pie en la mesa del gran comedor.

—Si, ¿por qué? —Metió su mano en su bolsillo y sacó una varita de regaliz.

—Por nada, ¿quieres que te acompañe?

Amelie miro hacia la mesa Gryffindor, Harry y Hermione se encontraban ahí, mirándola expectante. Hace menos de diez minutos, Augusta, había traído una pequeña nota con la caligrafía de Hermione, que decía:

"Biblioteca en 10 minutos. Es urgente"

Y ella no tuvo de otra más que llenarse el estómago de manera rápida.

—No, gracias —murmuró saliendo de su asiento.—Augusta me acompañará. Los veo después.

Cargó a su mascota entre sus brazos y salió del gran comedor, bajo la atenta mirada de los dos amigos, que esperaron unos minutos antes de seguirla.

Amelie llegó a la biblioteca, saludo a Madame Pince y luego se dirigió hacia el lugar más oscuro en en pasillo de los libros que nadie leía. Espero durante un rato, mientras jugaba con Augusta, hasta que llegaron Hermione y Harry.

—Bien, empecemos, ¿qué es eso tan urgente? —les preguntó recargándose en su lugar.

Lo dos amigos amigos compartieron una mirada, antes de que Harry hablara primero.

—Dragones... —declaró en voz baja.

Amelie miro a cada uno, sin entender. ¿Estaban hablando en código?

—¿Eh? ¿Dragones?

Harry asintió con rapidez, luego miro varias veces por los pasillos de la biblioteca, como si alguien estuviera espiando.

—Es la primera prueba del torneo, los vi en persona.

Amelie se inclinó en la mesa, aplastando a Gus contra su pecho, quien maulló ofendida.

—¿Lo dices en serio? —Harry murmuró un "si" y Amelie soltó un chillido de emoción. —¡Eso es increíble! ¿Dónde están? ¿Puedo verlos? ¿Qué tan grandes son?

Harry compartió una mirada con Hermione, cuando Amelie comenzó hablar demasiado rápido para entenderla. Ambos amigos, juraban ver a un cachorro gigante dar vueltas y vueltas en la silla, mientras meneaba su cola.

—Amelie, no creo que eso sea emocionante —le dijo Harry, haciendo que ella se detuviera de inmediato.

—¿Por qué no? Los dragones son seres asombrosos... —volvió a recargar su peso en la mesa y Hermione la miro con una suave sonrisa.

—Bueno si, pero, el problema es que me enfrentare a ellos y, no creo que sean muy amistosos.

Bueno, ella estaba de acuerdo con eso, probablemente Harry quedaría hecho polvo para el final de la prueba, a menos que tuviera un plan en mente.

—¿Quieres que te ayude? —alzó una ceja, dudando de sus propias palabras.

—Eso esperábamos, ¿verdad, Hermione?—No obtuvo respuesta, porque la castaña estaba más ocupada mirando fijamente a la niña frente a ella, mientras miles de ilusiones pasaban por su mente.—¿Hermione?

—¿Qué? —parpadeó un par de veces para salir de su trace. —¡Oh, si, si!

Amelie se rio en voz baja, antes de asentir.

—Bien, investigaré lo que pueda.

—¡Gracias, Amelie! —exclamó Harry con esperanza.

Augusta maulló debajo de la mesa, mientras se deslizaba por las piernas de Hermione para que la cargara. La castaña gustosa, lo hizo.

—¿Es todo, verdad? —les preguntó Amelie, intentando levantarse de su lugar, quería llegar a su sala común, antes de que sus amigos la vinieran a buscar.

—En realidad, hay otra cosa que debemos decirte... —comenzó Hermione, dándole una mirada rápida a Harry.

—Oh, ¿y qué es? —se volvió a sentar. Al parecer era un tema más serio, porque la sonrisa de Harry desapareció de su rostro.

—Hable con Sirius anoche, y bueno, él básicamente me advirtió sobre Karkarov —susurró Harry en voz tan baja, que ella apenas pudo escucharlo.

—¿Qué quieres decir? —le preguntó confundía. Si bien, pensaba que el hombre era raro, no le daba tan malas vibras como Moody.

Harry meneo la cabeza dudoso.

—Bueno, me explicó que Karkarov fue un Mortífago en el pasado... —continuó, pero Amelie lo interrumpo antes de que sugiera.

—¿Sirius piensa que él, colocó tu nombre en el cáliz, no?

—Si, algo así. De todas formas me advirtió también de mantenerme lejos de la campeona de Durmstrang.

Amelie se volvió a inclinar en la silla, su mente trabajando a mil por hora. En ningún momento se le había pasado por la cabeza, que Karkarov podría ser el culpable de poner el nombre de Harry en el cáliz. El hombre parecería ser idiota por completo, pero, no lo suficiente como actuar de aquella manera. Al menos que fuera un excelente actor.

Y en cuanto a su competidora, Céline, desconfiaba de ella desde que la vio por primera vez. Aquel sueño que tuvo en verano la favoreció para ir un paso adelante de ella.

Ademas, aún estaba aferrada a la pequeña migaja que Moody le dio por error. No estaba de más desconfiar de él, cuando todas las cosas que descubrió, se unían como un solo hilo.

—Escucha Harry —se volvió a inclinar sobre la mesa, bajo la atenta mirada de ambos amigos—, dejemos eso de lado por ahora, primero debemos preocuparnos por tu primera prueba.

Harry asintió de acuerdo.

—Amelie tiene razón, debemos encontrar una manera para que no mueras frente al dragón —opinó Hermione y se levantó de su lugar, con Augusta aún en sus brazos.—Iré a traer algunos libros, mejor empezar temprano, ¿no creen?

Y con un rápido movimiento desapareció por un pasillo.

Harry y Amelie se quedaron en un silencio incómodo.

—Entonces...—comenzó el de lentes, quitándose las gafas para limpiarlas y luego volvérselas a colocar—, ¿te gusta Hermione?

Amelie se atragantó con su saliva, la pregunta la tomó desprevenida. Ademas, era demasiado personal.

—¿Disculpa? —murmuró, una vez sintió que su voz no iba a flaquear.

Harry ladeó la cabeza antes de responder:

—Si ya sabes, ella es una chica agradable y...

—¡Espera, detente! —le puso una mano en la boca para que dejara de hablar—. ¿Me estás preguntado que si me gusta tu amiga... románticamente?

La cara de Harry se transformó en una mueca de incredulidad.

—Si, obvio, ¿de qué otra manera sería, si no? No se como funcionan las cosa aquí, porque bueno, en el mundo muggle eso de que dos chicas salgan esta mal para algunos, pero, supongo que aquí es diferente, ¿no?

Amelie se relajó en su lugar, antes de asentir sin pensarlo mucho.

—El mundo mágico es mucho mejor, y a nosotros realmente no nos importa, más que... —se detuvo cuando estaba a punto de pronunciar las palabras de manera robotizada. Su madre demasiadas veces de aquello, como para no memorizarlo.

—¿Más qué..? —preguntó Harry con curiosidad, pero Amélie no quería decirle que estaba a punto de pronunciar la pureza de la sangre, sabiendo que él era un mestizo y Hermione una hija de muggles.

—No es nada, lo lamento...

Harry no pudo preguntarle otra cosa, porque Hermione regresó en aquel momento, con los brazos llenos de libros que apenas se le podía ver el rostro. Augusta venía justo detrás de ella, meneando su cola.

Amelie se levantó de inmediato para ayudarle y se aseguró de quitarle todo el peso de encima.

Una vez estuvieron todos los libros apilados, los tres se dispusieron a buscar en ellos por un largo rato.

—«Embrujos para cortarles las uñas... Cómo curar la podredumbre de las escamas...» Esto no nos sirve: es para chiflados como Hagrid que lo que quieren es cuidarlos...

Hermione era la más desesperada por buscar una solución y Amelie la escuchaba atentamente, solo porque le parecían lindas sus divagaciones.

—«Es extremadamente dificil matar a un dragón debido a la antigua magia que imbuye su gruesa piel, que nada excepto los encantamientos más fuertes puede penetrar...» —leyó Hermione—. ¡Pero Sirius dijo que había uno sencillo que funcionaría!

—Bueno, pues busquemos en los libros de encantamientos sencillos, quizás pueda haber algo ahí... —opinó Amelie, apartando a un lado el Libro del amante de los dragones.

Volvieron a la mesa con una pila de libros de hechizos y comenzó a hojearlos uno tras otro. A su lado, Hermione cuchicheaba sin parar:

—Bueno, están los encantamientos permutadores... pero ¿para qué cambiarlos? A menos que le cambiaras los colmillos en gominolas o algo así, porque eso lo haría menos peligroso... El problema es que, como decía el otro libro, no es fácil penetrar la piel del dragón. Lo mejor sería transformarlo, pero, algo tan grande, me temo que no tienes ninguna posibilidad: dudo incluso que la profesora McGonagall fuera capaz... Pero tal vez podrías encantarte tú mismo. Tal vez para adquirir más poderes. Claro que no son hechizos sencillos, y no los hemos visto en clase; sólo los conozco por haber hecho algunos ejercicios preparatorios para el TIMO...

Amelie lo intentó, realmente lo hizo, pero no podía seguirle el hilo a su conversación, quizás porque hablaba demasiado rápido o tal vez porque lo estaba susurrando. Así que, se decido a solo asentir unas pocas veces cuando Hermione la miraba.

—Hermione —pidió Harry de repente, con un aire exasperado—, ¿quieres callarte un momento, por favor? Trato de concentrarme.

Y Amelie lo miro como si fuera idiota y luego procedió a darle una patada debajo de la mesa. Augusta estuvo feliz por aquello, porque soltó un maullido agudo.

Harry estaba a punto de devolverle el golpe a la niña, cuando de pronto alguien más entró a la biblioteca y por casualidad, o tal vez no, se dirigió hacia donde estaban ellos.

Era Céline.

Salazar, ¿de verdad tenía que venir aquí también? ¿Qué no tenía otro lugar donde estar?

—Hola Hermione —se acercó hasta la mesa con una mano en la espalda—, me preguntaba si podía hablar contigo... —luego, se dio cuenta de su presencia y le sonrió—. Oh, hola Rosier.

Amelie la saludó con un movimiento de cabeza, antes de apartar la vista hasta su libro, fingiendo leerlo cuando en realidad estaba atenta a la conversación.

Harry fue ignorado por completo, pero el chico no me tomó importancia, tampoco quería hablar con ella. Al igual que Amelie, también le daba malas vibras, como si la conociera de algún lugar.

Hermione dejó de lado su libro para mirarla, tenía una mueca en la cara, pero trató de disimularla.

—Estoy un poco ocupada, ¿es importante?

—Bueno, un poco si —comentó vagamente.

Entonces Hermione se levantó de la mesa, dándole una rápida mirada a Amelie, que le fue devuelta de inmediato.

—¿Y qué necesitas? —se recargó en una estantería, lejos de la mesa en donde se encontraban Harry y Amelie.

Céline llevó su brazo al frente para revelar una rosa roja.

—Te traje esto, lo encontré por ahí y pensé que sería genial si te la daba —la puso en la mano de Hermione, sin esperar a que la castaña la tomara por si misma.

Hermione hizo una mueca dolor; la rosa aún tenía espinas que lastimaban al tacto, pero, parece que Céline no pudo notarlo antes o tal vez no le importaba tanto.

—Gracias, me gusta... —murmuró Hermione. No quería parecer una mal agradecida con el obsequio, aunque, por dentro quisiera dejarlo en la biblioteca para que alguien mas lo tomara.

—Por supuesto que si, a todas las chicas les gustan las rosas... —hizo un movimiento despectivo con mano.

Hermione la miro con el entrecejo frunció. Había estado hablado con ella por más de una semana, y aunque al principio pensó que tenía tantos parecidos con Amelie: como su cabello negro y los ojos grises resplandecientes; la verdad es que no se parecían en nada.

Su Amelie era linda y atenta, siempre escuchaba sus divagaciones sin sentido, por más aburridas que fueran. También se preocupaba por ella, asegurándose de que estuviera cómoda. Y jamás, pero jamás, la había escuchado hablar mal de otras personas, mucho menos de otras chicas.

Sin embargo, si había algo que Céline poseía y Amelie no, era la libertad de hablarle cuando quisiera, sin tener miedo de que la descubran hablado con una "sangre sucia".

Y Hermione anhelaba eso más que nada.

—Bueno, me tengo que ir —hablo Céline sacándola de sus pensamientos.—Tengo algunas cosas que hacer, te veo después, Granger —se acercó y le planto un beso en la mejilla.

—Adiós —se despidió y la observó desaparecer por el pasillo.

Se quedo quieta en su lugar, mirando la rosa en su mano. Ella no odiaba aquella flor pero, no era amarilla, como las que su madre tiene en el jardín.

Una vez dejó sus pensamientos de lado, se dirigió de nuevo hacia la mesa que ocupaban Harry y Amelie. Se dejó caer de nuevo en su lugar e intentó con rapidez guardar la rosa en su mochila para que ninguno se diera cuenta, lo cual, no resultó bien.

—¡Ay! —gruñó, cuando una de las espinas le hizo una pequeña herida en el dedo.

Amelie levantó la vista de su libro de inmediato.

—¿Estás bien? —murmuró con suavidad.

Hermione asintió, no queriendo que se preocupara, aunque fue imposible no sentir el calorcito en su corazón, que Amelie encendía con solo unas palabras.

Después de media hora más en la biblioteca, Harry decidió que era hora de volver a su sala común, estaba más que estresado de leer tantos libros y no encontrar nada bueno que pudiera ayudarlo. Al final se resignó a morir.

—¿Hermione?—Amelie la detuvo, una vez estuvieron fuera de la biblioteca. Harry vio la oportunidad y salió a pasos rápidos no deseando ser la tercera rueda de nuevo.

—¿Qué pasa? —Hermione la miro expectante.

Amelie se paró frente a ella y llevó su mano hasta la de Hermione, tomándola con suavidad. Un sonrojo intenso apareció en las mejillas de ambas, pero ninguna dijo nada al respecto.

—¿Qué te pasó en el dedo? Está sangrando —murmuró revisando la herida, ahora seca, que se encontraba en su dedo índice. No era grande como para preocuparse, pero si lo suficiente como para sentir incomodidad.

—Oh, eso, bueno... me corte con el papel —mintió entre dientes.

Amelie le sonrió cálidamente y luego saco su varita para curar la pequeña herida.

—No tienes que mentirme, ¿sabes? —Alejó su mano, una vez la herida estuvo curada. Y Hermione se le quedó mirando fijamente—. Vi la rosa antes de que la metieras en tu mochila...

Hermione se quedó sin aliento, abrió la boca y la cerró un par de veces tratando de formular una frase coherente.

Pero Amelie no necesitaba que le diera explicaciones de nada. ¿Por qué tendría que hacerlo? Hermione era libre de salir con quien quisiera, incluso si era alguien como Céline.

—Solo asegúrate de tomarla con más cuidado la próxima vez, o podrías cortarte de nuevo y no me gustaría eso —admito con sinceridad. Se dio media vuelta hacia el pasillo contrario—, nos vemos después, Granger.

Su sonrisa se borró tan pronto cruzo una esquina y desaprecio de la vista de Hermione, que seguía parada afuera de la biblioteca.

Bien, quizás, aceptaba con dolor que Hermione no estaba interesada en ella, pero no iba a permitir que Céline se aprovechara de la situación.

Hermione merecía lo mejor del mundo.

[...]

A la mañana siguiente, un día antes de la prueba, Amelie enfrentó las pláticas emocionadas de sus amigos sobre el torneo. Todos y cada uno, tenía ideas diferentes de lo que pasaría, sin embargo, ninguno se acercaba a la realidad.

—¿Quién crees que muera primero en el torneo? —le preguntó Theo, una vez salieron del aula de Transformaciones.

—Votó por Potter —alzó la mano Blaise con entusiasmo.

Amelie le dio una manotazo y luego procedió a contestar:

—Si muere la campeona de Durmstrang, no me molestaría—se encogió de hombros, sin tomarle mucha importancia.

Theo y Blaise compartieron una mirada divertida, pero no dijeron nada. Amelie solía ser algo evidente cuando quería.

El grupo de amigos se dirigió hacia el pasillo del gran comedor, mientras conversaban animadamente, hasta que al cruzar una esquina, alguien jalo a Amelie con fuerza de la túnica y la empujo contra la pared.

—¿Hermione? ¿Qué estás haciendo?—balbuceó tan pronto reconoció a la chica frente a ella.

—Sígueme —la tomó de la mano y la jalo con fuerza hacia un pasillo.

Amelie, hizo preguntas en todo el camino, pero no obtuvo ninguna respuesta, hasta que Hermione las guío a un aula vacía y la empujo dentro. Amelie se tropezó con sus pies y su espalda golpeó una mesa vacía.

—Pensé que primero debías declararte y luego seguía esta parte, pero esta bien, no me quejo si eres tú... —estaba tan nerviosa que se podía ver a kilómetros.

Hermione se puso colorada y negó con la cabeza. Si no había pensado en eso antes, ahora si. Harry, quien estaba sentado en una silla aburrido, las miro a las dos con incredulidad. ¿Cómo podían actuar así frente a él? Que vergüenza.

Harry se aclaró la garganta ruidosamente y se levantó de su lugar. Entonces Amelie se dio cuenta de su presencia, y no pudo evitar sentirse decepcionada.

—¿Por qué estoy aquí? ¿Saben que esto cuenta como un secuestro, no? —los señaló a los dos y Harry resopló.

—No es secuestro, si te gusta uno de los secuestradores —se burló en voz baja, pero ambas pudieron oírlo a la perfección.

Amelie se giró hacia otro lado, mirando él aula con atención. Estaba vacía, a excepción por las sillas y mesas que se encontraban ahí, además de algunos libros viejos y pergaminos.

—Como sea, ¿para qué estoy aquí? —indagó con curiosidad.

Hermione le dio un codazo a Harry, y este se aclaró de nuevo la garganta para hablar.

—Necesito tu ayuda.

Amelie lo miro con una ceja en alto, pensó que ya estaba haciendo eso, bueno, algo así. No por nada se quedó en la biblioteca con ellos un domingo, cuando podía haber estado en su sala durmiendo hasta tarde con Augusta de almohada.

—¿Con qué?

Harry sacó su varita y sonrió esperanzado.

—¿Sabes usar el encantamiento convocador?

Oh.

Hermione sacó un libro de quien sabe dónde y empezó a explicar en qué consistía el encantamiento. Su voz resonaba en la pequeña habitación y Amelie sacó su varita de su túnica, a la par que Hermione hablaba.

—«El encantamiento convocador (Accio) es un encantamiento que hace que un objeto inanimado que está a distancia de quien lanza el hechizo vuele o levite hacia sus brazos. Este hechizo requiere que el lanzador visualice claramente el objeto a convocar...»

Amelie apuntó su varita hacia un diccionario enorme que estaba en la mesa al otro lado del aula.

—¡Accio diccionario! —exclamó en voz alta y de un momento a otro, el gran libro pesado voló por la habitación, directamente hacia la cabeza de Harry.

—¡Mierda, Amelie! —gritó el niño con dolor.

Ambos la miraron atentamente.

—Lo siento, aún me falta mejorarlo —miro su varita y luego de nuevo Harry.— ¿Quieres que lo vuelta a intentar?

—¡No! —exclamó levantando las manos en alto.

Hermione dejó su libro en la mesa más cercana y la miro entre sorprendida y emocionada.

—¿Puedes enseñarle eso a Harry? —vaciló.

—Oh, claro —le indicó al chico que se acercara a ella y levantó su varita de nuevo, para a puntar a otro diccionario.—Tienes que pensar en el objeto...

Practicaron. En vez de ir a comer, Harry puso todo su empeño en atraer objetos. Seguía costándole trabajo: a mitad del recorrido, los libros y las plumas perdían fuerza y terminaban cayendo al suelo como piedras. Y a ella, aún le fallaba constantemente el atraparlos, porque los objetos volaban demasiado rápido para su gusto y terminaban golpeándola en la cara o en el estómago.

Mientras a Harry le faltaba fuerza en su encantamiento y a ella le sobraba.

Estuvieron toda la tarde y parte de la noche practicando, mientras que Hermione les daba ánimos una y otra vez. Fue una experiencia agradable, porque ella y Harry hacían algunos chistes que rompían la tensión nerviosa en el ambiente.

Mañana sería el día de la prueba y solo esperaba que Harry aprendiera de manera correcta el encantamiento o si no sería su culpa. Después de todo, era Amelie quien estaba actuando de maestra, cuando en realidad ella tampoco dominaba a la perfección el encantamiento.

Cuando pasaron de las ocho de la noche, Amelie optó por terminar su práctica, necesitaba volver a su habitación antes de que sus amigos se preocuparan, después de todo, ella no había vuelto con ellos en todo el día. Harry decidió que practicaría en su propia sala, todo todo lo que Amelie le había enseñado y Hermione estuvo de acuerdo.

Mañana sabrían si el esfuerzo habrá valido la pena o no.

[...]

—Siéntate a mi lado, Amelie —indicó Cristina, una vez que todos estuvieron en las gradas.

Los alumnos de Hogwarts; Durmstrang y Beauxbatons, se acomodaron en sus lugares respectivos. Todos hablaban emocionados y nerviosos por lo que estaban a punto de presenciar.

Amelie se dejó caer con pesadez en su lugar, mientras Theo se colocaba a su otro lado en las gradas, sus demás amigos se esparcieron por cualquier lugar vacío. Robyn y Orion llevaban pequeñas banderitas amarillas en apoyo a Cedric Diggory.

Amelie en cambio, se había colocado una bufanda amarilla con negro, que le pidió prestada a un chico de Hufflepuff cuando se dirigirán a las gradas. Quería demostrar su apoyo al chico mayor, aunque por otro lado también apoyaría a Harry.

Pero, eso nadie debía saberlo.

—¡Bienvenidos a la primera prueba del torneo de los tres magos! —bravo Bagman desde su lugar.

Todos los jueces estaba esparcidos en una una mesa enorme, que estaba en la esquina de las gradas, lejos de los alumnos. Karkarov permanecía con la misma cara amargada de siempre; Madame Maxime estaba recta en su lugar, mostrando una pequeña sonrisa amable. Barty Crouch, no mostraba ninguna emoción en su rostro. Y por último estaba Dumbledore, que lucía tan animado como siempre.

Amelie, siempre creyó que era viejo chiflado, pero al menos era un buen mago.

—¡Por favor, dejen pasar al primer dragón!

Tan pronto dijo aquellas palabras, todos jadearon sorprendido. Por una de las puertas de la arena aparecieron un montón de magos, para luego detrás de ellos, un rugido se hiciera escuchar.

Amelie casi se cae de su lugar en las grandes por inclinarse hacia la arena. Un enorme hocicorto sueco de color azul plateado, se presentaba agitando sus grandes alas.

—Es enorme... —murmuró en voz baja.

El gran dragón se colocó encima de unos enormes huevos, mientras soltaba gruñidos ásperos.

—¡Los competidores, tendrán que rescatar el huevo dorado! ¡Con mucha cautela de que el dragón no los atrape! —bravo Bagman señalando hacia la arena.—¡Y ahora, el primer competidor! ¡Cedric Diggory!

Desde el otro lado, se abrió una puerta más y de esta salió Cedric con la cara tan blanca como la de un fantasma, se aferraba con fuerza a su varita y miraba fijamente al dragón. Los gritos de todos se hicieron escuchar tan ruidosamente que Amelie tuvo miedo que el dragón se alertara.

Cedric, se acercó por toda la arena y apuntó su varita hacia un roca enorme para transformarla en un labrador; él dragón fijó su atención en el, lo suficiente para que Cedric se acercara al huevo dorado.

Al final, logró su objetivo; tomó el huevo y salió del arena, no sin antes, llevarse una gran quemadura. Debido a que al dragón le pareció más interesante Cedric, que el perro.

Amelie se alegró de su buen trabajo y aplaudió emocionada en todo momento, al menos así fue, hasta que Karkarov le dio una puntuación deprimente.

Todos se ofendieron por eso, pero nadie le dijo nada.

—¡Uno que ya está, y quedan tres! —gritó Bagman cuando volvió a sonar el silbato—. ¡Señorita Delacour, si tiene usted la bondad!

El dragón con el que se enfrentaría era un galés verde, no era el más agresivo, pero Fleur tuvo algunos problemas.

Logró ponerlo en un trace con un encantamiento y el dragón se quedó dormido, sin embargo, cuando Fleur se dirigía a la salida con una sonrisa exitosa, a la enorme bestia se le ocurrió roncar y expulsó una llamarada que le quemó parte de su falta.

En la humilde opinión de Amelie, Fleur fue mucho mejor que Cedric, al menos a ella no le quemaron parte del hombro.

—¡Y aquí aparece la señorita Aleksieva! —anunció Bagman cuando salía Céline con su aire desgarbado.

Amelie no se digno en aplaudir.

Hermione, en algún lugar de las gradas, lo hizo cuando la chica mayor la miro entre los demás estudiantes, aunque sin muchas ganas.

Céline no fue la mejor en hacerlo en la perspectiva de Amelie. Había realizado un hechizo de Conjuntivitis, que dejó ciego al dragón para poder abalanzarse por el huevo. Por supuesto, no resultó del todo bien, el animal terminó más alarmando de lo normal y hecho fuego a todos los lugares posibles. La chica se llevó un montón de quemaduras y una pérdida grande de puntos, porque el dragón, también había roto algunos huevos reales.

—¡Y ahora, nuestro competidor más joven! ¡Harry Potter!

Amelie se levantó de su lugar de forma inmediata y prácticamente se estaba comiendo las uñas de los nervios.

Observó como Harry salía de la puerta y se quedaba tontamente parado en su lugar, entonces el chico tomó un gran respiro y levantó su varita en el aire. Por el sonido de la multitud, ninguno escucho lo que el chico decía, sin embargo, Amelie lo sabía a la perfección. Lo habían practicado un montón de veces, que esperaba lo mejor de Harry.

De pronto, desde algún lugar del castillo, la saeta de fuego de Harry salió disparada hacia él. Amelie no pudo evitar soltar un chillido de emoción, ignorando las miradas que Cristina y Theo le estaban dando.

—¡Miren eso! ¡Harry acaba de montar su escoba! —gritó Bagman, como si nadie más pudiera verlo.

Entonces el chico se elevó en el aire, para hacer un descenso, justo como lo haría en un partido de Quidditch real.

—¡Cielo santo, vaya manera de volar! —vociferó Bagman, entre los gritos de la multitud—. ¿Ha visto eso, señor Krum?

Harry voló y voló por todo el estado tratando de llamar la atención del dragón, para que dejara de lado los huevos, incluyendo al que debía atrapar. Amelie, observó a Harry hacer movimientos extraños con las manos, como si se estuviera burlando de la bestia y luego, cuando por fin consiguió que el dragón se alejara lo suficiente de los huevos, se arrojó en picada hacia el nido.

Amelie juro que casi se le sale el corazón por la emoción. Harry consiguió a la perfección tomar el huevo dorado entre sus manos, y salió disparado hacia la puerta de salida.

—¡Miren eso! —gritó Bagman—. ¡Mírenlo! ¡Nuestro paladín más joven ha sido el más rápido en coger el huevo! ¡Bueno, esto aumenta las posibilidades de nuestro amigo Potter!

Todos en las gradas gritaban y aplaudían emocionados. Nadie parecía recordar los meses anteriores que trataron mal a Harry, a excepción de los Slytherin por supuesto, que refunfuñaban en voz baja, sobre cómo lo había hecho.

—Bueno, al menos Potter no se murió en la primera prueba —habló Theo, mientras caminaban de regreso a su sala común.

Cristina y Orion, caminaban frente a ellos compartiendo una bolsa de bolas de chocolate.

—Fue una actuación genial, ¿no? —asintió Blaise, mientras fingía pensar.—Me imagino que la sangre sucia de Granger, esta feliz de saber que su novio no se murió...

Amelie se tensó en su lugar ante aquel apodo, y se giró para mirar de mala manera a su amigo, aunque no dijo nada.

—¿No crees, Amelie? —le sonrió esperando a que se burlara, pero no lo hizo.

—No le digas así y Harry no es su novio...

—¿Por qué no debería llamarle así? Es lo que es, ¿no? Una sangre sucia horrenda. Me preguntó porque Rita escribió sobre su belleza, Granger tiene todo menos belleza...

Amelie apretó su mandíbula y fingió no sentirse molesta ante sus palabras. Blaise no hablaba así nunca de nadie.

—Sabes estoy seguro de que Granger es igual de fea que un mono, ¿no crees? Ella es tan fastidiosa y... —Amelie le puso una mano en la boca y lo acercó a ella.

—No hables de esa manera de Hermione, ni de nadie, ¿me escuchaste, Blaise?

Pero su amigo, en lugar de parecer asustando, soltó un chillido de emoción en su mano. Amelie la retiró de forma inmediata con una mueca de incredulidad.

—¡Lo sabía! ¡Traes algo con Granger! —exclamó en un susurro.

Amelie se quedó parada tontamente en su lugar, mientras abría la boca como pez. Theo se echo a reír en voz baja, disimulándolo con una tos.

—¡Oh, por favor! Es bastante obvio, la estuviste mirando a cada rato en las gradas, además, la defendiste ese día en las mazmorras. Tú nunca haces eso con nadie.

—Eso no es lo que parece, Blaise... —los ignoro, mientras seguía caminando hacia su sala común.

—¿Entonces qué es? Theo me dijo...

Amelie se giró de forma rápida y miró a su amigo con tanto odio que el niño tragó saliva.

—¿Qué? ¡Theo te matare!

—¡No dije nada! —susurro con nervios.

Si había dicho algo.

—Está bien, Amelie... —le restó importancia Blaise.—Al menos ahora se porque te desapareces alguna veces. Ademas, todo esto se veía venir desde el segundo año.

Ambos llegaron a la sala común y se quedaron en una esquina lejos de los demás.

—¿Desde el segundo? ¿Por qué lo dices? —jugó con sus anillos en las manos, pensando en quien más podría saber algo así.

—Te la pasabas mirándola todo el tiempo, y luego cuando Granger te miraba, tu simplemente fingías leer...

—Eso es porque Granger me miraba también, además, en ese tiempo creía que era extraña. —se intentó justificar, aunque en realidad Blaise tenía mucha razón, ella también actuaba de acosadora en aquellos tiempos.

—Como sea —suspiró.—Estoy un poco deprimido porque no me hayas dicho antes..

—En mi defensa, no quería que nadie se enterara... —admitió dejándose caer en un sillón.

—Bueno... —se encogió de hombros. — Y... ¿desde hace cuánto están saliendo?

Amelie abrió los ojos de pronto.

—¡No estamos saliendo! —le gruñó en voz baja.

—Oh, bueno, quizás deberías invitarla a salir pronto o alguien mas podría hacerlo.—Blaise le lanzo una bolsa de chocolates que ella abrió con desgana.

El pensamiento de confesar sus sentimientos cruzo por su mente. Y permanecerá ahí, por un largo rato.

—Si, quizás...




≻───── ⋆✩⋆ ─────≺


Próximo Capítulo: baile de Navidad. (Y trae más drama, del que me gustaría)

En fin, besos. <3 Y gracias por el apoyo, lo votos, los cometarios, todo. Solo me impulsan para seguir escribiendo.

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