"WONDERWALL; Hermione Granger"

By August_dann

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❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos est... More

"Prólogo"
El prisionero de Azkabán
⭑ "Primer trauma del año"
⭑ "Nuevas reglas"
⭑ "Draco y su mala suerte"
⭑ "El boggart del armario"
⭑ "Sirius Black"
⭑ "¿Augusta o Hermione?"
⭑ "El partido de Quidditch sale mal"
⭑ "Dia de hospital"
⭑ "Hogsmeade"
⭑ "Un nuevo Rosier"
⭑ "Disculpas y ranas de chocolate"⭒
⭑ "¿Cita?"
⭑ "Tú"
⭑ "Como una puesta de sol"⭒
⭑ "Bienvenida con postres a media noche"⭒
⭑ "Salamandras y un perro mañoso"
⭑ "Patronus"
⭑ "Amelie contra Ravenclaw"
⭑ "Una perfecta heredera"
⭑ "Me besaste"
⭑ "Tejones contra Aguilas"⭒
⭑ "Como hacer enojar a un Rosier. By: Draco Malfoy"⭒
⭑ "Black odia a los pelirrojos"
⭑ "¿Potter perdió la cabeza?"
⭑ "Copa de Quidditch"
⭑ "Predicción"
⭑ "Un perro, dos gatos y una rata"
⭑ "Accidentalmente asesine a mi profesor de pociones"
⭑ "El secreto de Hermione"
⭑ "Plumas de azúcar"
El cáliz de fuego
⭑ "Beautiful girl"
⭑ "Starry eyes"
⭑ "Happy birthday, Amelie"
⭑ "Dollhouse"
⭑ "Sunlight"
⭑ "Un ángel en el infierno"
⭑ "Comida hecha de esclavitud"
⭑ "Los increíbles hurones botadores"
⭑ "Feliz cumpleaños, Granger"
⭑ "Enemigo con rostro bonito"
⭑ "¿Ojoloco Moody?"
⭑ "Potter, the flying boy"
⭑ "Smithereens"
⭑ "When you know, you know"
⭑ "Problemas, problemas y más problemas"
⭑ "Desamor"
⭑ "Juramento Inquebrantable"
La Orden del Fénix
⭑ "Casa Black"
⭑ "Regulus A. Black"
⭑ "Slytherin, Gryffindor and Ravenclaw"

⭑ "Maldiciones Imperdonables"

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By August_dann

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—¿Qué crees que debo hacer entonces? —murmuró, acariciando con suavidad en pelaje de su mascota, quien maulló en sus brazos.

Ambos hermanos caminaban hacía el gran comedor, después de tener una pequeña visita a la lechucería.

Tal parece, que su querido amigo cuervo, si había logrado entrar en Hogwarts, sin embargo, permaneció oculto en el bosque prohibido porque no confiaba en las lechuzas que volaban cerca del castillo. Y Amelie, lo terminó encontrando gracias a Orion, que casualmente lo pudo descubrir mientras tenía su clase de criaturas mágicas con Hagrid.

Lo había atacado de la nada. El pequeño animal tenía cierto odio contra su hermano, aunque ninguno sabía la razón.

Al final, Amelie lo busco en el bosque por un rato con la ayuda de Orion, y con toda la confianza del mundo lo llevó hasta la lechucería. Y mientras tanto, los dos hermanos, compartieron una conversación casual, que terminó convirtiéndose en algo mas serio, al menos para Amelie.

—¿Quieres mi más honesta opinión? —respondió Orion, lanzándole una sonrisa ladeada.

Amelie, entrecerró los ojos con desconfianza, su hermano solía no dar muy buenos consejos. Aún así, era bueno escuchando, y ella confiaba en él más que en cualquier otro.

Aunque tuviera ideas bastante raras en ocasiones.

—Te escucho, señor genio...

Orion, de forma inmediata se colocó frente a ella, deteniendo su caminar. Comenzó hacer movimientos raros con sus manos, mientras hablaba.

—Deberías planear una cita, bajo la luz de la luna, con un montón de comida —soltó—, con música de fondo, para luego declararte y entonces...

—¡Espera, espera! —lo detuvo, antes de que siguiera divagando como idiota. Estaba comenzando a ir demasiado lejos para ella—. ¿En que demonios piensas, Ori? Solo quiero darle un buen regalo de cumpleaños—suspiró negando con la cabeza.—No quiero pedirle matrimonio o algo así...

—Pues deberías... —Orion se cruzó de brazos. Tenía una expresión fastidiada.

Ella lo ignoro por completo, empujándolo con su mano y que siguiera caminando.

Habían pasado solo unos días desde que regresaron a Hogwarts, pero ella, ya tenía en mente el cumpleaños número quince de Hermione, el cual, sería en dos semanas aproximadamente.

Necesitaba hacer algo bueno e impresionante.

—Siento que eso es demasiado —su voz apenada. Levantó su mano para jugar con la inicial del collar en su pecho.—Apenas somos amigas, además, no quiero incomodarla con mis tonterías.

Lo que decía era verdad, no deseaba hacer algo que a Hermione no le gustara. Amelie quería darle algo tan grandioso, como el regalo que ella le hizo.

Sin embargo, no era buena con las sorpresas, ni haciendo algo con sus propias manos como la castaña. Nunca tuvo la necesidad de hacer algo así para sus amigos. Los regalos que compraba eran más que suficientes, quizás, porque al final lo que más le importaba era pasar tiempo juntos.

Tal vez a Hermione también le guste eso, pensó por un momento.

—Dudo mucho que hagas algo para incomodarla. A Granger parece gustarle todo lo qué haces o dices, lo digo enserio... —sonrió Orion, dándole una mirada de reojo, solo para ver la forma en que las mejillas de su hermana se tornaban rojas.

Augusta le maulló a su dueña, como si tratara de afirmarlo. Amelie agachó su cabeza, ocultando su pequeña sonrisa, aunque en el fondo, su corazón estaba saltando como loco.

—¿Tú crees eso? —murmuró esperanzada.

—Oh, si —asintió—, es una realidad.

Amelie levantó la cabeza con rapidez, para mirarlo con sus ojos grises, brillando en anhelo. Tal vez estaba haciéndose ilusiones tontas, pero no podía evitar pensar en la simple posibilidad de que sus sentimientos sean mutuos.

¿Qué tan maravilloso sería eso?

—¿Crees que a ella..?—preguntó, dejando un hilo de duda en su voz—. Yo, bueno...ya sabes...

—¿Qué si le gustas a Granger? —exclamó su hermano, con una gran sonrisa por escuchar sus palabras. Había quiero hablar con ella durante mucho tiempo sobre el tema, pero su hermana siempre ponía excusas tontas.

—¡No lo digas en voz alta! —se exaltó, mirando hacia todos lados con rapidez.

—Ay, por favor. No hay nadie en el pasillo, Lie. Además, estuve esperando que me preguntaras algo así, solo que creí que me dirías primero que ella te gustaba —dudó unos segundos al ver la expresión de su hermana decaída de Amelie. Como si tuviera miedo de expresarse—. ¿Por qué te gusta, no?

Amelie se avergonzó por completo. Admitirle a su hermano mayor que le gustaba alguien, no era algo que había planeado. Orion solía ser bastante cuidadoso con ella, en respecto a su pretendientes matrimoniales, como lo hace con Draco. Y hace dos años lo hizo con Graham, a quien habían obligado a intentar conseguir un compromiso. Por suerte, no sucedió, Graham evitó por completo que algo así pasara, que incluso se volvieron grandes amigos hasta el día de hoy.

Y volviendo a la actualidad, no estaba segura de cómo decirle a su hermano, que comenzó a sentir cosas extrañas por Granger desde hace menos de un año, cuando en realidad pasó más de dos meses repitiéndose a si misma que solo era un gusto pasajero. Algo que no duraría mucho.

Estaba tan equivocada. Ahora puede verlo con más claridad.

—Es complicado, Ori —respondió finalmente.

Su hermano la miró como si fuera una idiota y Augusta en sus brazos, estaba completamente de acuerdo.

Orion resopló con incredulidad, soltando un gruño de frustración. Él no podía comprender la forma en que su hermana pensaba, pero si de algo estaba seguro era que merecía ser sincera consigo misma.

—No es que sea complicado, Lie —le picó el hombro con un dedo duramente—. Tú lo haces complicado...

Amelie creyó por un momento que Orion tenía un poco de razón. Ella más que nadie podría dejar de complicarse la vida, sin no tuviera tantas inseguridades.

Aún así, las cosas no era fáciles del todo, no podría simplemente salir con Hermione, sin tener que ocultarse la mayoría del tiempo. Y si su madre se enterara la mataría o algo peor, intentaría hacer algo en contra de la castaña.

Y eso era lo que menos deseaba, sin embargo, su hermano aún no lo comprendía. Y quizás nunca lo haga. Alguien libre como Orion, no podría comprender lo que es vivir en una jaula.

—Da igual —miró hacia enfrente, alejando sus ojos de la mirada frustrada de su hermano.

Orion se acercó, para tomarla de la mano con suavidad.

—Escucha, hermanita —se aclaró la garganta—, no puedes pasar toda la vida silenciando el amor, porque eso es lo más ruidoso que existe. ¡Tienes que ser valiente!

Amelie parpadeó con rapidez, un poco sorprendida por la perspectiva de Orion sobre el amor.

¡Espera! ¿Amor?

Entonces, se dió cuenta de la palabra que uso, para referirse a lo que siente por Hermione.

—¿Dijiste amor? —murmuró, entrecerrando los ojos.

—Si, quiero decir, amas a Granger y...—comenzó, moviendo la cabeza de un lado a otro.

—¡Vaya, detente ahí amigo! —gritó, colocándole una mano en la boca. Tenía las mejillas de un color carmesí, por la sinceridad de su hermano

¿Cómo podía decirlo con tanta facilidad?

Orion balbuceó algunas cosas, aún con la mano de Amelie en su boca. Ella se disculpó antes de quitarla para permitirle hablar.

Augusta maulló en burla, para luego saltar de los brazos de su dueña y perderse por el pasillo detrás de ellos. Probablemente, iría a buscar al gato feo de Crookshanks.

—No vuelvas a ponerme esa mano, sabe a pelos de gato —hizo una mueca de asco, limpiándose la boca con la manga de su suéter.

—Lo lamento...—se encogió de hombros, sin darle importancia. —Y respecto a los que dijiste anteriormente, estás muy equivocado—comenzó a caminar de nuevo, con el rostro lleno de vergüenza.

—¿Equivocado, por qué? ¿Acaso tú no...? —ladeó la cabeza, sin entenderla.

—Me gusta Hermione —sentenció, con firmeza. Orión soltó un chillido de emoción, que ella decidió ignorar—. Pero la palabra amor, es demasiado lejos.

Amelie observo cómo su hermano comenzaba a festejar en voz baja, sin prestar atención a sus palabras. Orion sabía muy en el fondo, que su hermana tenía dudas con respecto a sus sentimientos, pero, si de algo estaba seguro, era que Amelie, nunca se había visto tan feliz como cada vez que regresaba de ver a Hermione.

Era como si estuviera recargada de energía positiva. Esperaba que su hermana nunca perdiera aquellas emociones y se pusiera triste de nuevo. No lo soportaría.

—Está bien, dulce Lie —le sonrió, levantado su mano para darle palmadas en la cabeza con suavidad—, entiendo tus palabras.

—¿Así de fácil? —murmuró, sin creerle mucho.

—¡Por supuesto! —asintió.—Ahora, creo que tengo alguien en mente, que  podría ayudarte con un regalo.

—¿Así?

—¡Si, claro!

—¿Y quién es? —se confundió, imaginado todas las posibles personas que supieran de su amistad con Hermione. En realidad solo eran dos.

—Tu nuevo amigo elfo, ya sabes. Estoy seguro de que esta emocionada por ayudarte.

—¿Winky?—indagó con torpeza, ella no había pensado en ella, al menos no para que la ayudara. La elfina aún tenía que aprender a controlar sus nervios.—Bueno, creo que ella podría hacerlo. Lo pensaré después.

Orion soltó una pequeña risita, antes de pasarle un brazo por los hombros. Ambos siguieron su camino hacia el gran comedor, ya que se suponía que tendrían clases esa tarde.

—Cualquier cosa que necesites, estaré dispuesto a ayudarte —se ofreció, luego, lo pensó unos segundos, antes de burlarse—. Y si quieres la cita romántica bajo la luz de la luna...

—¡No! —gruñó Amelie, dándole un golpe en las costillas con suavidad.

Los dos hermanos se miraron con burla, antes de echarse a reír libremente.

Amelie se sintió mucho más tranquila, luego de aceptar en voz alta a su hermano, que le gustaba alguien tan maravillosa como Hermione. Y aunque sabía, que no debía por nada del mundo enamorase de ella, (por todos los contras que eso tendría) la ligera esperanza de que todo estaría bien, brillaba de forma resplandeciente.

Si tan solo Hermione la quisiera también.

Amelie entró en el gran comedor, junto a su hermano, ambos se dirigieron a la mesa de Slytherin, donde sus amigos los esperaban para comer.

La castaña, en la mesa de los leones, levantó la vista de su libro de forma inmediata, solo para seguir con la mirada a la niña de ojos grises hasta que se sentó en la mesa con decoración verde.

—Merlín, Mione —sonrió Ginny con burla—, si la sigues mirando así, se dará cuenta. ¿Aunque eso estaría genial, no crees?

Hermione apartó la vista con rapidez, aclarándose la garganta con torpeza. No podía evitar tener los ojos en alguien que brillaba tanto para ella.

—No estaba viendo a nadie—declaró, fingiendo demencia.

—Si claro, y yo no soy Gryffindor.

Hermione la miró con los ojos entrecerrados, antes de seguir con su desayunado, intentando ignorar las burlas de su amiga pelirroja, que no paraba de imitar las interacciones que ella tenía con Amelie.

Era muy frustrante tener a Ginny de amiga, mucho más ahora, que descubrió que le gustaba la sangre pura. Y ella ni siquiera lo había admitido en voz alta. Aunque, era bastante obvio si te fijabas en su sonrisa tonta cada vez que la chica estaba cerca.

Mientras tanto Amelie, del otro lado de comedor, se peleaba con Theo, por el último panqueque de la mesa, sin darse cuenta de nada.

—No puedo creer que estén peleándose por eso otra vez —gruño Cristina, quitándole el panqueque de las manos a su amiga, cuando estaba a punto de metérselo a la boca.

Amelie la miró con un puchero, observando la forma en que su mejor amiga, comenzaba a cortarlo a la mitad con su cuchillo. Luego, precedió a darle un pedazo a cada quien, tanto Theo como Amelie, le agradecieron con un beso en la mejilla.

—¿Hoy tendremos clase con Snape, cierto Amelie?—preguntó Blaise, dejando de lado su libro para mirarla.

—Si, comienza en media hora —respondió con seguridad.

Cristina agitó la cabeza con una sonrisa ladeada, compartió una mirada con Orion, antes de hablar.

—Nosotros tuvimos clase con él en la mañana—alzo las cejas con una sonrisa—. Snape no está muy contento.

—¿Y cuándo lo está?—replicó Amelie, logrando que todos le dieran la razón.

El año pasado, su profesor de pociones, había estado amargado con la presencia de Lupin, que resultó ser un licántropo. Y este año, estaba más que furioso con Moody, por una vez más, perder el puesto de D.C.A.O.

El profesor Snape era alguien desdichado.

—Por cierto, —comenzó Blaise con una expresión confusa—¿por qué el profesor te puso un castigo?

Amelie dejó su bebida de lado, para tratar de buscar una excusa lo más rápido posible. Había olvidado por completo, decirles a sus amigos una mentira para encubrir su salida la noche anterior.

Si, sus clases extras con el profesor Snape, comenzaron desde ayer, aunque en realidad no hizo mucho. Snape solo le ordenó que se quedara quieta en una esquina, con los ojos cerrados y que tratara de apartar cualquier pensamiento de su mente, incluyendo los sonidos que había a los alrededores.

Fue muy difícil, en su sincera opinión. Tener que pasar más de una hora tratando de no pensar, no era algo que le saliera bien, además, se estresó con el tonto reloj de su profesor, que no paraba de hacer ruido. Otro poco y se dirigía hacia el objeto, para desvanecerlo con su varita. Sin embargo, Snape la dejó ir en ese momento, ordenándole que no olvidara meditar todos los días.

No necesitaba que se lo repitiera, ella lo estaba haciendo perfectamente, aún con los ronquidos de Pansy en las mañanas.

—No te preocupes por eso, Zaza —agitó su mano con desdén.—El profesor solo está dándome clases extras, ya sabes...

—¿Extras de qué?—insistió Blaise.

Sus amigos tenían sus ojos puestos en ella, esperando por una respuesta, incluso Draco, quien para sorpresa de todos no recibió ningún castigo tan malo. Solo le quitaron unos cuantos puntos, que seguramente recuperarían en unas horas.

—De pociones, obviamente —se encogió de hombros, sin mostrar ninguna duda o nervios. —Mi madre se lo pidió.

Y como si eso hubiera sido una respuesta digna, Blaise asintió, quedándose callado. Todos sabían que su madre, Adhara, era alguien bastante estricto con las enseñanzas de Amelie. Y por nada del mundo permitirá que su hija tuviera pocos conocimientos de cosas tan importantes como las pociones.

—De acuerdo, comprendo —afirmó Blaise, siguiendo con su comida. El ambiente siguió siendo tranquilo.

Por otro lado, su hermano, se había quedado con la duda. No había escuchado que su madre le dijera algo al respecto, así que supuso que fue algo de última hora.

El grupo de amigos, siguió comiendo con pláticas y bromas de por medio, tratando de matar tiempo antes de su clase con Snape, de la cual, no muchos alumnos estaba emocionado. Un ejemplo de esto era Neville, que siempre tenía un colapso nervioso cada vez que debía preparar una poción.

Y en ocasiones era ayudado por Hermione, solo para que al final, Snape le quitará puntos a Gryffindor injustamente.

Amelie, siempre creyó que era una acción tonta de parte de la castaña, sin embargo, también pensó que era muy amable de su parte el querer ayudar a un chico como Neville.

Así que, cuando estaban en primer curso y ella se daba cuenta de la situación, nunca la acusó con Snape, simplemente se quedó en silencio, observando como la "rara de Granger" ayudaba a su tonto compañero. Y cuando Hermione, miraba en su dirección con una sonrisa, ella se giraba hacía otro lado, fingiendo tomar notas en su libreta.

Era divertido.

Lo curioso, es que ahora las cosas no parecen haber cambiando tanto. Ella sigue observándola en clases, cuando Hermione está concentrada en su propio mundo estudiantil, con la única diferencia de que cada vez que era descubierta, se ponía nerviosa y sus mejillas se tornaban rojas.

Ahora, ya no era divertido, era vergonzoso no poder controlar sus sentimientos.

Mientras más trataba de guardar sus emociones más difícil se volvía hacerlo.

—Debemos ir a la clase pociones —se aclaró la garganta, para luego levantarse de su lugar—. No quiero que él profesor Snape se moleste por nuestra tardanza.

Tanto Theo como Blaise y Draco, se levantaron de sus asientos de forma inmediata.

—¿Nos veremos para cenar? —preguntó su hermano, con una pequeña sonrisa afectuosa.

—Supongo que si...—le devolvió la dichosa sonrisa.

Los cuatro amigos se alejaron del gran comedor, para abrirse paso hasta las mazmorras. Sería un largo camino para los demás alumnos, pero no para ellos. Los Slytherin podían usar un atajo para llegar más rápido.

—No puedo creer que compartamos casi todas las clases con los Gryffindor, ¿qué tan mala es nuestra suerte?

Los tres adolescentes a su lado, rodaron los ojos de nuevo. Parecía que tenían a su cuidado a un niño pequeño y fastidioso.

—Está es la sexta vez que lo repites, Draco. El hecho que de odies tanto a los leones, no los hará desaparecer—respondió Blaise, dándole un golpe con su libro.

Tan pronto llegaron al salón de pociones, se dispusieron a tomar asiento en la últimas mesas. Y se dividieron en dos: Amelie con Theo, porque siempre era su compañero en todo, mientras que Blaise y Draco, solo se unieron porque a ninguno le quedaba de otra. (Crabbe o Goyle, nunca eran una buena opción).

El cuarteto de serpientes se cansaron de esperar, que al final comenzaron a hacer figuritas de papel con el pergamino viejo. Los alumnos de Gryffindor llegaron en grupos, acomodándose en los lugares vacíos, tratando lo más posible de alejarse de los Slytherin, a quienes ni siquiera les importó su presencia.

Amelie se fijó en Hermione, después de que la castaña entrara felizmente al salón de clases. No la había visto mucho en estos días, por ello, cada vez que estaban en un mismo lugar sus ojos grises brillaban intensamente, casi pidiéndole a gritos a Hermione para que la mirara devuelta.

Eran una necesidad que antes no sentía.

Y por supuesto que Hermione lo hizo, justo como ahora, que tan pronto llegó, buscó la mirada los orbes grises. Ambas se sonrieron mutuamente, antes de seguir hablando con sus amigos.

Cuando finalmente llegó la hora de que la clase diera comienzo, Amelie dejó unas cuantas figuritas de pergamino en forma de pájaro en el escritorio de su profesor. Solo porqué quería alegrarle el día.

No funciono, obviamente.

Snape entró al salón moviendo su capa, con la misma cara amargada que siempre. Y en el momento en que observó los pajaritos, soltó un gruñido malhumorado, antes de levantar su varita para incendiarlos.

Los trozos de pergamino, ahora negro, se esparcieron por el salón de clases. Snape supo de inmediato que fue ella quien los dejó ahí. Le lanzó una mirada cansada antes de acercarse a limpiar su mesa.

—¿Tú crees que le gustaron? —susurró Amelie a Blaise, que estaba en la mesa a su otro lado.

—Amy, los quemó con su varita —la miró con incredulidad.

Amelie volvió a mirar a su profesor que acomodaba las cosas con cuidado. Se giró para hablarle de nuevo a su amigo.

—¿Pero si le gustaron o no? —indagó no convencida.

—Meh, yo creo que sí—asintió el moreno.

Ambos volvieron a prestar atención, cuando Snape se paró frente a la clase entera, con las manos en la espalda, tenía una ceja arqueada mientras observaba a cada uno de ellos.

—Bien, comenzáremos está clase con una introducción a los antídotos para venenos, es algo demasiado fácil, incluso para la gente sin una pizca de talento para el arte de las pociones.

Tal vez no dijo nombres, pero Amelie supo de inmediato que se trataba de Neville. Pobre chico.

El profesor Snape entonces procedió a hablar sobre todo lo que sabía al respecto, algunos alumnos tomaban notas, otros se la pasaban tratando de no quedarse dormidos.

Amelie era una de ellos. No es que no quisiera escuchar a su profesor hablar, (bueno, la verdad no quería) pero Snape estaba explicado algo que ella había leído muchas veces en sus vacaciones de verano, que incluso podría repetir todo lo que él decía al mismo tiempo.

Tan pronto el profesor terminó su discurso, se dirigió hacía la pizarra para poder escribir los ingredientes que ellos ocuparían al hacer una poción simple, todos se dispusieron a ir por ellos en las estanterías detrás, donde se encontraban algunos gabinetes. Y cinco minutos después comenzaron a seguir las instrucciones de Snape.

—Está clase es tan deprimente —dijo Theo, dejando caer su cabeza en la mesa.

—Opinó lo mismo —murmuraron Amelie y Blaise al mismo tiempo.

Decir que el principio de la clase fue divertido, estaba de más, ella pasó la mayoría del tiempo observando su poción y el rostro bonito de Hermione cuando se encontraba concentrada en las instrucciones al frente.

Y luego de una hora entera haciendo lo mismo, los bostezos de sus compañeros se hicieron escuchar por todo el salón.

Amelie estaba a punto de quedarse dormida sobre su mesa cuando una pequeña explosión la asustó. Al principio creyó que había sido Neville, sin embargo, el chico aún estaba tratando de triturar un bezoar para echarlo a su caldero. Y en realidad, las que fueron responsables de la explosión, fueron Pansy y Daphne, justo unas mesas más enfrente.

—¡Que asco, se me pego en el cabello! —gritó Pansy con un líquido verde esparcido por su ropa y rostro. Daphne a su lado, no estaba en mejores condiciones.

Probablemente alguna de ellas se había equivocado en algún ingrediente o el caldero estaba demasiado frío aún, quien sabe.

—Señorita Parkinson —gruño Snape con impaciencia, observando con una mueca todo el desastre que hicieron en la mesa y el suelo de su salón. —Hágame el favor de irse de la clase y llévese a la señorita Greengrass consigo —hizo un movimiento despectivo con la mano, indicándoles que se fueran.

Algunos Gryffindor las estaban mirando con burla, mientras que Amelie permanecía tratando de ocultar su sonrisa.

No quería parecer alguien cruel. Aún cuando le daba bastante risa la cara de ambas chicas.

Pansy y Daphne asintieron de forma rápida y con pasos torpes pasaron a un lado de ella, para dirigirse hacía la puerta.

—Oye, Pansy—la llamó con inocencia, cuando se dio cuenta de su pequeño problema—, tienes un poco de líquido verde dentro del ojo, será mejor que vayas con Poppy para que te revise o se te podría caer.

Pansy la miró con la boca abierta y una expresión asustada.

—¿Mi...mi ojo? ¿Se me caerá el ojo?—balbuceó con terror.

Amelie compartió una mirada de pánico con Theo, cuando la niña de cabello corto comenzó lloriquear frente a ella.

—¡No se te caerá!—exclamó con nervios, dándole un suave manotazo en la mano cuando Pansy intentó tocarse. —Al menos que no vayas con Poppy, entonces si, despídete de tu ojo.

Pansy soltó un chillido aterrorizado.

—¡Largo señorita Parkinson! —ordenó Snape, señalando la puerta.

Daphne tuvo que arrastrar lejos a su amiga, que aún intentaba no tocarse el rostro.

—¡No te preocupes Pansy, todavía tendrás el otro ojo! —le gritó, observándola salir del salón de clases con la misma expresión asustada.

¡Vaya, chica sensible!

—Eso no pareció tranquilizarla —murmuró Blaise.

—¿Tú crees? Pero si fui muy gentil—pronunció girándose para mirar su propia poción, que adoptaban un color entre verde y azulado.

Al finalizar la clase, el cuarteto de serpientes entregaron su trabajo de forma precisa. Gracias a que Draco y Amelie eran bastante buenos cuando se trataba de aquella materia. Sin embargo, Blaise y Theo tampoco se quedaban atrás, ellos manejaban de mejor forma otras materias, como la Adivinación, la Aritmancia, la Astronomía, entre otras. Cada uno desempeñaba su propio labor de manera perfecta.

Cuando salieron del salón, colgándose sus mochilas al hombro, caminaron con pereza hacía su última clase del día que tendrían con él profesor que menos querían ver, sobretodo Amelie, a quien había avergonzado hace unos días frente a un montón de alumnos.

La sola mención del hombre la hacía querer romper algo.

Si bien, su abuelo le ordenó que se mantuviera alejada del Moody, nunca le dijo la razón exacta.
Y Amelie comenzaba a creer que había algo más detrás de Ojoloco, algo que nadie se imaginaba.

—Honestamente, pensé que ese tipo tendría un castigo...—masculló Blaise, balanceando su mochila con suavidad.

Los cuatro caminaban por el pasillo principal, empujando algunos alumnos que se atravesaban en su camino.

—Yo también lo creí —reconoció Theo—. Aunque, también pensé que le escribirías a tu abuelo lo que te hizo.

—Al principio de verdad quería hacerlo —admitió ella, recordando que fue lo primero que intento hacer cuando llegó a su habitación.—Pero luego me arrepentí. No quería que el abuelo hiciera una escena como la del año pasado.

—¿Cuando te caíste la escoba por culpa del inepto de Potter?—Draco alzó una ceja.

Ella hizo un sonido con la garganta de afirmación.

—Bueno, pues solo espero que la clase no sea tan horrenda como el profesor —se burló Theo.

—Acabas de maldecirla totalmente—respondió Amelie soltando una pequeña risa.

Para cuando llegaron al salón, algunos alumnos ya se encontraban ahí. Así que volvieron a dividirse, y esta vez, Amelie se sentó junto a Theo y Blaise, dejando a Draco con sus dos gorilas.

Los tres amigos obtuvieron el último asiento de la primera fila, mientras que Draco se sentó justo frente a ellos. Todos sacaron sus ejemplares de Las fuerzas oscuras: una guía para la autoprotección.

El salón permaneció en un silencio poco peculiar, incluso cuando Pansy y su grupo de amigas entró por la puerta, acercándose hasta ellos para sentarse en la segunda fila, casi hasta el final. Tenía una mueca de asco, al tener enfrente a Dean y Seamus, pero trato de manejarlo maduramente.

Amelie se inclinó en su asiento para intentar hablarle.

—¿No te sacaron un ojo?—preguntó por lo bajo, aunque su pregunta era más sincera que nada.

Pansy se giró hacia ella con incredulidad, sus dos ojos verdes brillaron mientras la miraba con enojo reprimido.

—¿Te parece que me sacaron un ojo? —masculló.

—Eh, bueno...no lo creo —musitó alejándose de ella para estar recta en su lugar.

Pansy se giró de nuevo en su lugar, gruñendo con los brazos cruzados. Amelie no intento volver a hablar, sabiendo que estaba un poco molesta por decir que se le caería un ojo, aunque tampoco mintió.

Por la puerta entró el trío de oro, y se acercaron hasta la única mesa vacía en el salón, que para la casualidad de Amelie, estaba justo a su lado. Nadie la ocupada, porque esa era la mesa que hacía demasiado ruido cuando te recargabas en ella, así que muchos preferían sentarse al frente, que obtener esa mesa.

—Te dije que no pasarás por comida, Ron. Ahora tendremos que sentarnos ahí —gruño Hermione, acomodando su cabello esponjoso detrás de su oreja. Tan pronto sus ojos avellana, se dieron cuenta de la presencia de cierta chica que le roba el alimento, su expresión cambió totalmente.

—Tenía hambre —se quejó Ron, masticando su manzana felizmente.—¿No quieres una?

Hermione no le contestó.

—Ella ya no te está prestando atención compañero —mencionó Harry con una risita disimulada.

La expresión de Ron cambió a una molesta cuando observó a la chica que le gustaba, mirar a otra persona.

—Ni que fuera tan interesante... —resopló el pelirrojo.

Los tres acercaron hasta la mesa, y antes de Hermione pudiera tomar el asiento más cerca de Amelie, Harry se adelantó, lanzándole una sonrisa amistosa a la Slytherin, que le fue devuelta de forma instantánea.

Harry también participó en la pelea de lodo, pero en ningún momento se atrevió a atacarla, ni ella a él, así que supuso que estaban bien lastimando a sus amigos, mientras no se lastimaran entre ellos.

Una especie de acuerdo silencioso.

Amelie, se burló en silencio de la forma en que Hermione le lanzó una mirada asesina a Harry, cuando se dejó caer en el otro asiento.

Unos minutos después, mientras todos permanecían en silencio, el sonido sordo y seco de los pasos de Moody se escucharon en el corredor antes de que entrara al salón, con esa aura extraña.
De forma inmediata, Amelie dejó de jugar con su pluma, para mandarle una mirada amenazadora al hombre.

—Ya pueden guardar los libros —gruñó, caminando ruidosamente hacia la mesa y sentándose tras ella—. No los necesitarán para nada.

Amelie compartió una mirada inquisitiva con sus amigos. Todos volvieron a meter en sus mochilas sus libros, dejando solo sus varitas en la mesa.

—Bien. He recibido carta del profesor Lupin a propósito de esta clase. Parece que ya son bastante diestros en enfrentamientos con criaturas tenebrosas. Habían estudiado los boggarts, los gorros rojos, los hinkypunks, los grindylows, los kappas y los hombres lobo, ¿no es eso?

Hubo un gran murmullo general de afirmación.

—Los lobos más que nada...—murmuró Ron, fingiendo un escalofrío. Hermione se encargó de darle un fuerte golpe en el estómago para que se callara.

—Pero están atrasados, muy atrasados, en enfrentarse a maldiciones —prosiguió Moody—. Así que he venido para prepararlos contra lo que unos magos pueden hacerles a otros. Dispongo de un curso corto para enseñarles a tratar con las mal...

—¿Por qué, no se va a quedar más? —dejó escapar Ron.

Moody giró su ojo mágico hacía el pelirrojo, que enseguida adoptó una postura asustada. El hombre le sonrió, dejando que su rostro se desfigurara por aquel gesto.

Fue un poco atemorizante.

—¿Dijo maldiciones? —le susurró Theo en el oído. Ella le dió un sonido afirmativo con la garganta, sin apartar sus ojos grises del hombre que miraba fijamente a Ron.

—Supongo que tú eres hijo de Arthur Weasley, ¿no? —dijo Moody, levantándose de su silla para colocarse frente a ellos—. Hace unos días tu padre me sacó de un buen aprieto... Sí, sólo me quedaré este curso. Es un favor que le hago a Dumbledore: un curso y me vuelvo a mi retiro.

Soltó una risa estruendosa, que llenó los espacios silenciosos del salón.

—Así que... vamos a ello. Maldiciones. Varían mucho en forma y en gravedad. Según el Ministerio de Magia, yo debería enseñar las contramaldiciones, nada más. Y ustedes no tendrán que aprender cómo son las maldiciones prohibidas hasta que estén en sexto—, se movió por el salón de clases mientras hablaba. —Aunque quizás algunos de ustedes ya las conozcan...

Amelie sintió una opresión en el pecho al escuchar sus palabras. Apartó la vista del profesor para mirar su varita en la mesa. Nunca creyó que tendría que volver a saber sobre eso. Maldiciones imperdonables. Si, ella las conocía bastante bien, sobretodo una en específico...

—Y el profesor Dumbledore piensa que pueden resistirlo. ¿Cómo podrían defenderse de algo que nunca han visto antes? Un mago que esté a punto de echarles una maldición prohibida no va a avisarles antes. No es probable que se comporte de forma caballerosa —masculló soltado otra carcajada—. Tienen que estar preparados. Tienen que estar alerta y vigilantes. Y usted, señorita Brown, tiene que guardar eso cuando yo estoy hablando.

Lavender soltó un chillido asustado, había estado enseñándole a Parvati el horóscopo, debajo de su pupitre. Amelie, tuvo la ligera impresión de que el ojo de Moody podía ver a través de la madera y su nuca.

Tendría que tener más cuidado con en él en todo caso.

—Así que... ¿alguno sabe cuáles son las maldiciones más castigadas por la ley mágica?—alzó alzando ambas cejas, espetando a que alguien respondería.

Amelie se abstuvo de levantar la mano, aunque probablemente era la que más sabía sobre el tema. Su familia tenía muchas estanterías llenas de libros con maldiciones oscuras. Y su abuelo, tenía un montón de objetos malditos en la cabaña. Ella podía sentir su poder hasta su habitación.

Varias manos se levantaron, incluyendo la de Ron y la de Hermione. Moody señaló a Ron.

—Eh... —comenzó Ron, titubeando— mi padre me ha hablado de una. Se llama maldición imperius, o algo parecido.

—Así es —aprobó Moody—. Tu padre la conoce bien. En otro tiempo la maldición imperius le dio al Ministerio muchos problemas.

Moody se acercó con cierta dificultad caminando sobre sus disparejos pies. Abrió el cajón de la mesa y sacó de él un tarro de cristal. Dentro correteaban tres arañas grandes y negras.

—Que horribles —masculló Blaise, con un falso escalofrío. No era el chico más valiente cuando se trataba de insectos.

Moody metió la mano en el tarro, tomó una de las arañas y la colocó en su mano, levantándola para que todos pudieran verla.

—No me digas que ese loco va a...—susurró Theo, comenzando a echarse para atrás en la silla. Y no pudo terminar de hablar porque Moody apuntó hacia la araña con su varita mágica y murmuró entre dientes:

—¡Imperio!

Amelie, captó como la araña por un momento se quedó estática en la mano del hombre, como una especia de piedra, hasta que estiró sus pequeñas patas con rigidez, y, de un salto, se libró de la mano de Ojoloco para caer en la mesa, comenzando a girar en círculos. Moody volvió a apuntarle con la varita, y la araña se levantó sobre dos de sus patas traseras y se puso a bailar.

Todos comenzaron a reírse por la escena. Excepto Moody, que permanecía quieto, apuntándole con su varita.

Amelie también lo habría encontrado divertido, si no supiera mejor que nadie, que la pobre araña no tenía control sobre si misma. Y cualquiera podría estar en su lugar. Incluso ella.

Cuando comprendes algo como eso, entonces ya no es divertido. En todo caso, es un acto repulsivo.

Theo y Blaise, permanecían incómodos en sus asientos, sin mostrar una sola sonrisa como Draco o como Ron.

—Esto supone el control total —dijo Moody en voz baja, mientras la araña se hacía una bola y empezaba a rodar—. Yo podría hacerla saltar por la ventana, ahogarse, colarse por la garganta de cualquiera de ustedes...

Ron soltó un chillido. Las risas en el salón finalizaron.

—Hace años, muchos magos y brujas fueron controlados por medio de la maldición imperius —explicó Moody—. Le dio bastante trabajo al Ministerio, que tenía que averiguar quién actuaba por voluntad propia y quién, obligado por la maldición—su ojo miró en la dirección de Amelie, y ella no se permitió apartar la vista.

Theo a su lado, levantó la mano con rapidez. Moody le dió permiso para hablar con un movimiento de cabeza.

—¿Se puede combatir la maldición imperius? —indagó con curiosidad. Y muchos, estaban atentos por la respuesta, ninguno deseando encontrarse en una situación tan vulnerable como la araña.

—¡Oh, definitivamente! Y yo les enseñaré cómo, pero se necesita mucha fuerza de carácter, y no todo el mundo la tiene. Lo mejor, si se puede, es evitar caer víctima de ella. ¡Alerta permanente! —bramó, y todos se sobresaltaron.

Moody tomó la araña y la volvió a meter en el tarro.

—¿Alguien conoce alguna más? ¿Otra maldición prohibida?

Hermione volvió a levantar la mano. Amelie, por el rabillo del ojo, captó a Neville hacerlo también, estaba sentado en la última mesa de la tercera fila.

Era la primera vez que participaba en algo que no tuviera que ver con plantas.

—¿Sí? —dijo Moody, girando su ojo mágico para dirigirlo a Neville.

—Hay una... la maldición cruciatus —dijo éste, con voz muy leve pero clara. Moody miró a Neville fijamente, aquella vez con los dos ojos.

Amelie se removió incómoda en su lugar, comenzó a sentir pequeñas punzadas en el pecho.

—¿Tú te llamas Longbottom? —preguntó el hombre sin parpadear. Parecía reconocerlo.

Neville asintió nerviosamente con la cabeza, y Moody no hizo más preguntas.

Se volvió a la clase en general y alcanzó el tarro para tomar la siguiente araña y ponerla sobre la mesa.

—Para la maldición cruciatus se precisa una araña un poco más grande para que todos puedan apreciarla bien—explicó, apuntó con la varita mágica a la araña y murmuró—: ¡Engorgio!

La araña creció hasta hacerse más grande que una tarántula. Moody levantó otra vez la varita, señaló de nuevo a la araña y murmuró: —¡Crucio!

Oh, no.

Amelie jadeó silenciosamente, apretando su puños bajo el pupitre. Estaba teniendo un flashback, en donde ella ocupada el lugar de la araña, la cual se retorcía por toda la mesa, balanceándose de un lado a otro. Sin hacer ningún sonido, pero era evidente que, de haber podido hacerlo, habría gritado.

Moody no apartó la varita, y la araña comenzó a estremecerse y a sacudirse más violentamente.

Amelie se cerró los ojos unos instantes, sin poder seguir observando la escena. Pensamientos nerviosos aparecieron de la nada y su ritmo cardíaco se aceleró. Podría jurar sentir sus huesos arder, aunque no era ella quien estaba bajo la varita.

Theo a su lado, la miró con preocupación al darse cuenta de la forma en que su cuerpo temblaba.

—¿Amelie? ¿Qué pasa?—murmuró con suavidad.

Ella no respondió.

Sintió las intensa ganas de vomitar instalándose en su estómago. Su corazón estaba hecho un ovillo en su pecho. Y pequeñas lágrimas se arremolinaron en sus ojos. Estaba a punto de llorar.

Otra vez.

Entonces, sintió que fallaba de nuevo. Tal parece, que siempre estaría destinada al fracaso. No puede ni siquiera mantener la calma.

¿Y cómo lo haría? Si solo tiene catorce años.

—¡Pare! —gritó Hermione con voz estridente.

Amelie abrió los ojos de inmediato, soltando el aire que estaba reteniendo en sus pulmones. Las palmas de sus manos dolían, se había hecho daño inconscientemente.

—¿Estás bien, Amy?—le susurró esta vez Blaise, tratando de tomar su mano. Amelie se alejó, sobresaltada por su acción.

—Estoy... bien...—asintió, sin querer mirar a Theo o Blaise, a los ojos.

Por otro lado, en la clase, ella no era la única que trataba de no poder el control. Neville se aferró a su pupitre, hasta que sus nudillos se pusieron blancos, tenía los ojos desorbitados en horror.

Y gracias a eso, nadie se dió cuenta de su pequeño problema. Se sintió mal de solo pensar aquello, pero era mejor así. No deseaba más murmullos sobre ella en este año.

Moody levantó la varita. La araña relajó las patas pero siguió retorciéndose, teniendo ligeros espasmos.

Reducio —murmuró Moody, y la araña se encogió hasta recuperar su tamaño habitual. Volvió a meterla en el tarro—. Dolor, eso es todo lo que se siente. ¡Y ninguna persona, sería capaz de soportar el poder de la maldición cruciatus! ¡Desearían la muerte más que nada! —gritó, haciendo un movimiento extraño con la boca.—Bueno, ¿alguien conoce alguna otra?

No hubo respuesta, pero Moody lo volvió a intentar. Esta vez teniendo a alguien en la mira.

—¿Qué tal usted señorita, Rosier?

Todos los ojos fueron de inmediato a ella, se sintió pequeña ante las miradas intensas. Ajustó su postura en la silla, tragando saliva para que su voz no saliera temblorosa.

Amelie, abrió la boca levemente, pero nada salió.

—¿Sí? —insistió Moody, mirándola con ambos ojos.

Soltó otro suspiro tembloroso, antes de hablar:

—La maldición asesina —susurró.—Avada Kedavra.

Algunos le dirigieron miradas mordaces y otros tensas.

—¡Ah! —exclamó Moody, y su boca torcida se contorsionó en otra ligera sonrisa—. Sí, la última y la peor. Avada Kedavra.

Metió la mano en el tarro, tratando de sujetar la última araña, que empezó a correr despavorida para evitar ser atrapada. Moody la atrapó con facilidad, para después colocarla en la mesa. La araña correteó por la superficie con sus largas patas.

Entonces, Moody levantó su varita y apuntó hacía el animal.

Theo intento sujetar su mano, y está vez, ella lo dejó. Se aferró como su su vida dependiera de eso.

—¡Avada Kedavra! —gritó Moody.

Hubo un destello verde, que iluminó todo el salón. Y en el instante que el rayo verde impactó contra la araña, está se desplomó en la mesa, patas arriba, sin ningún tipo de herida, pero estaba muerta, eso era seguro.

Algunos alumnos, como Theo, profirieron gritos ahogados. Moody barrió con una mano la araña muerta y la dejó caer al suelo.

—No es agradable —dijo con calma—. Ni placentero. Y no hay contramaldición. No hay manera de interceptarla. Sólo se sabe de una persona que haya sobrevivido a esta maldición, y está en este salón.

Esta vez, los ojos de todos estaban puestos en Harry, que mantenía la mirada perdida en la pizarra al frente. Amelie creyó que podría estar teniendo pensamientos sobre sus padres, los cuales murieron bajo la maldición asesina.

Y mientras mantenía sus pensamientos en aquello, recordó vagamente, haber escuchado sobre la muerte de su tío, Evan Rosier, quien fue asesinado por Alastor Moody, el hombre que en este momento estaba dándole clases. Quizás, esa era una de las razones por las que su abuelo le advirtió que se mantuviera alejada del hombre.

Su abuelo, no solía hablar mucho de sus hijos fallecidos, por eso, no tenía tanta información de ellos. Era cómo si nunca hubieran existido.

Moody, se aclaró la garganta ruidosamente, para después caminar hacia el pizarrón.

—Avada Kedavra es una maldición que sólo puede llevar a cabo un mago muy poderoso. Podrían sacar las varitas mágicas todos ustedes y apuntarme con ellas, decir las palabras y, dudo que entre todos consiguieran hacerme sangrar la nariz. Ahora bien, ¿por qué la he mostrado, si no existe una contramaldición? Pues porque tienen que conocer lo peor. Ninguno querrá hallarse en una situación en que tengan que enfrentarse a ella. ¡Alerta permanente! —bramó, y toda la clase volvió a sobresaltarse.

Amelie apretó la mano de Theo, sintiendo aún su cuerpo tenso. Necesitaría un momento a solas después de esto para meditar. No tendría su clase con Snape, hasta el día de mañana y lo menos que quería era tener un descontrol consigo misma y sus emociones.

En el resto de la clase, se la pasaron tomando apuntes sobre cada una de las maldiciones imperdonables. Nadie se atrevió a hablar, ni hacer algún ruido. Permanecieron tranquilos. Sobretodo ella, que tuvo que lidiar con las miradas preocupadas que Theo le lanzaba cada dos segundos, como si le preguntara silenciosamente por su reacción asustada.

Ella no se atrevería a responderle. Nunca lo haría.

Blaise, por otro lado, no era tan obvio al estarla mirándola, pero aún así, ella podía sentir sus ojos en ella mientras escribía.

Cuando la campana sonó, se levantó con rapidez para guardar sus cosas en su mochila. Moody, desde la mesa, la estaba mirando con atención.

—Necesito ir a la biblioteca...—le murmuró a Theo y Blaise. Y sin esperar una respuesta se colgó la mochila en el hombro y camino a pasos rápidos hacía la salida.

La mano de Blaise la detuvo antes de que pudiera dirigirse por un pasillo. Su amigo la sujeto con fuerza de la muñeca.

—Podemos ir contigo, si quieres —se ofreció.

—Si, podemos hacerte compañía —habló Theo tratando de darle una sonrisa.

Ninguno hizo preguntas sobre lo sucedió en la clase, aunque a sus espaldas, los alumnos que salían del salón, murmuraran asombrados por lo que presenciaron.

—No —sonrió—, estaré bien, ustedes vayan con los demás, los veré para cenar.

Se zafó del agarre de Blaise, y se ajustó la mochila al hombro. Detrás de sus amigos, pudo deslumbrarse con unos ojos avellana, que la miraban con curiosidad.

Amelie le lanzó una sonrisa discreta, que también iba dirigida para los dos chicos a su frente y, sin más interrupciones, se dio media vuelta para caminar por el pasillo contrario.

Sin saber, que cierta chica de cabello esponjoso, también se dió cuenta de su reacción en clase.

Quizás, porque mientras observaba a la araña retorcerse, su primer pensamiento fue buscar tranquilidad en los ojos grises que tanto le gustaban, solo para encontrarse con un brillo de temor plasmados en ellos.

Aún no conocía los rincones más sombríos de Amelie. Y eso estaba bien, porque la niña era un gran laberinto complicado, incluso para ella misma.

Y por cosas del universo, a Hermione siempre le gustaron las cosas difíciles.

[...]

Amelie golpe su cabeza nuevamente contra la ventana a su lado, había pasado más de una hora desde que salió de su primera clase con Moody, y lo primero que hizo fue alejarse de todos. Le había dicho a Blaise y Theo, que estaría en la biblioteca, pero en realidad, solo quería estar sola con sus pensamientos.

Así que camino por un largo rato, pasando corredores con alumnos de otros casas y brincando escaleras que se mueven, tratando de encontrar un lugar vacío donde permanecer. Hasta que recordó el pasillo hacia los baños de Myrtle la llorona, por donde nadie se atrevía a pasar. La chica fantasma que deambulaba por ese lugar, solía ser muy fastidiosa para la mayoría de alumnos, así que, nadie se atrevía a ir a su baño o a caminar por ese pasillo.

Amelie se acercó a la primera ventana, por donde la luz del atardecer se reflejaba, observó las afueras del castillo, los diversos árboles que rodeaban y limitaban el castillo de Hogwarts. Un suspiro salió de sus labios antes de sentarse con suavidad en el alféizar de la ventana con las piernas cruzadas, para después recargar su cabeza en el vidrio.

Eso nos deja aquí, después de una hora entera meditando sus emociones y tratando de calmarlas. Pero, por más que lo intentaba, la clase de hoy no salía de sus pensamientos. Fue terrible ver aquello, sobretodo cuando lo has experimentado en persona.

Amelie, ni siquiera sabía cómo podía seguir viviendo como si nada pasara, como si nada le doliera. Tal vez ya estaba acostumbrada a todo eso, que incluso, lo olvidaba después de un tiempo para darle paso a algo más grande.

No sabía si era correcto, o si solo era su mecanismo de defensa para hacerle frente a la realidad de su vida, pero así es como había actuado desde que tiene memoria.

Y estaba muy consciente de que eso no cambiaría, ni con todas las lecciones de Legeremancia que tomará.

¡Vaya, mierda!

Golpeó su cabeza de nuevo contra el vidrio duro a su lado.

—Leí por ahí, que era bueno tomar baños de luz ocasionalmente...—pronunció alguien desde el pasillo—, ¿tú también lo leíste?

Amelie, casi se cae del alféizar de la ventana por la rapidez que se giró hacía el pasillo.

—¿Hermione? ¿Qué...qué haces aquí?—murmuró con suavidad, mientras ajustaba su postura. Su corazón se aceleró con el simple sonido de su voz.

La castaña se encogió de hombros, guardando en su túnica un pequeño pergamino, que ante los ojos de Amelie, lucía bastante viejo.

—Solo pasaba por aquí. Es cosa del destino que te encontrará, ¿no crees? —murmuró acercándose, con las manos detrás de su espalda.

—Supongo —se encogió de hombros, sin apartar la mirada.

Hermione se detuvo, justo frente a ella. Y Amelie no pudo evitar su sonrisa nerviosa.

—¿Puedo sentarme? —señalo el espacio vacío en el alféizar de la ventana. Justo a su lado.

—Adelante... —susurró Amelie.

Hermione se dejó caer en el pequeño espacio, logrando que la luz del atardecer se reflejara en su rostro. Levantó la vista para encontrase con los ojos grises, tan bonitos y resplandeciente como las estrellas. Tan profundos como el océano.

Si, estaba enamorada de aquellos iris.

—¿Interrumpí tus pensamientos? —habló torpemente, levantado su mano para pasar un mechón de su cabello castaño, detrás de su oreja.

—No, claro que no...—soltó una risa nerviosa, negando con la cabeza.

Estaba mintiendo, eso era obvio.

—¿Estás segura? Parecías molesta en la clase con Moody, igual que ahora... —admitió Hermione, desviando la mirada hacia la ventana.

—Oh, eso. Bueno, fue un poco espeluznante, ¿no crees? Cualquier persona se habría molestado por la actitud dé Ojoloco —comentó, encogiéndose de hombros.

—Tienes razón, fue un terrible presentación como profesor.

—Lo sé, pero sigue siendo mejor que Snape, ¿no?

Hermione asintió con la cabeza con una sonrisa burlona.

—Si, sigue siendo mejor que Snape.

Ambas se quedaron en un silencio tranquilo, observando por la ventana los pequeños pájaros que volaban entre los árboles del bosque. La cabaña de Hagrid, emitía humo desde su chimenea, seguramente el hombre estaba preparado la comida o algo parecido.

Amelie sintió, como poco a poco la tormenta en su interior se desvanecía. Y no sabía si era por el ambiente, o por la presencia cálida de Hermione.

No. Si lo sabía, muy en el fondo. Y estaba mintiendo por segunda vez.

Sus latidos serenos, no se trataban de otra cosa que no fuera el aura de Hermione, que la atrapaba con facilidad. Le quitaba el aliento con un solo suspiro, y la dejaba anhelando cada vez más.

Pero admitirlo para si misma, era como asegurarse de que se estaba enamorando.

Amelie no podía permitírselo, sabiendo que jamás tendría libertad sobre su futuro. Y amar en silencio nunca es bueno. Ademas, entendía, que alguien como Hermione no se merecía un amor así.

—¿Estás segura, de que estás bien? —murmuró la castaña, rompiendo el silencio, pero sin atreverse a mirarla.

Amelie, en cambio, lo hizo. Detallado cada rincón de su rostro, como si no tuviera suficiente de Hermione. Dudo unos instantes en responderle, peleando contra las intensas ganas de ser sincera con ella. Enseñarle cada rincón de su existir, y demostrarle las verdades que su corazón desborda.

¿Era demasiado pronto para todo eso? Quizás si.

—¿Alguna vez, te has sentido avergonzada de tu vida? —susurró, dejando que sus palabras expresaran lo suficiente.

Hermione la miró, con aquellos ojos formidables.

—¿Así es como te sientes? —preguntó, un tanto curiosa. Se acercó más a ella, tratando de mostrar su comprensión.

Amelie, sintió un cosquilleo en su estómago, indicándole sus sentimientos acumulados por la chica frente a ella.

—Algunas veces, si —respondió en voz baja.—¿Es normal en adolescentes, no?—bromeó.

Pero Hermione no se rio, mantenía su expresión neutral. Como si miles de pensamientos corrieran por su cabeza en ese momento. Unos más razonables y otros más sinceros.

—Lo dudo mucho, pero creo no soy buena con los sentimientos —habló en un susurró, apenas audible.

Oh, vaya. Tenían algo en común entonces.

—¿Te has sentido así? —cuestionó Amelie, ignorando sus propios pensamientos vagos.

—Si, yo también.—admitió Hermione, comenzando a jugar con sus manos. Estaba nerviosa. —Creo que me avergüenzo de donde vengo, aunque no debería. Se que valgo tanto como cualquiera, pero, aveces simplemente no puedes detener los pensamientos que te gritan lo contrario...

Amelie frunció las cejas con temor, al pensar en Hermione sintiéndose insuficiente. La castaña, era mucho más valiosa de lo que imaginaba.

—¿Es por tu sangre? —su voz temblorosa, al saber que su pregunta iba cargada de tantas cosas.

Por un momento, se arrepintió de haber dejado que sus palabras salieran de sus labios. Pero Hermione le sonrió, indicándole que todo estaba bien.

—Es por mi sangre —afirmó con seguridad, sin dejar su sonrisa de lado.

Amelie, miró sus manos un momento, antes de atreverse hablar. Quizás era demasiado torpe con los sentimientos, pero su sinceridad lo remediaba.

—Creo que eres perfecta, Granger —expresó con las mejillas rojas.

Hermione soltó una risa nerviosa. Aparto la vista de nuevo a la ventana, con el corazón queriendo salirse de su pecho.

Amelie soltó un suspiro, si Hermione fue sincera con respecto a si misma, ella también debía hacerlo. Aunque fuera complicado de explicar, de comprender.

—Creo que me avergüenzo de mi vida por muchas razones —comenzó, ganándose de inmediato la atención de Hermione—, aunque no pudo reconocer todas. Simplemente creo que, no encajo en ningún lugar por más que lo intente. Quizás es porque soy diferente a los demás y, al mismo tiempo, igual al resto.

La castaña lo pensó durante algunos segundos, antes de preguntar:

—¿Cómo podrías ser ambas?

Amelie negó con la cabeza, pasando sus manos por su rostros con frustración.

—Es estupido, lo siento. No tiene mucho sentido.

—¿Lo tiene para ti?

Esta vez fue el turno de Amelie de pensar, escuchando solo el sonido de su respiración. Cada uno de sus suspiros se siente cargado de una melancolía profunda, como si llevara el peso de emociones no expresadas. En este estado, las palabras son difíciles de encontrar y mucho más complicado es tratar de descifrarlas.

—Si, demasiado —admitió finalmente.

—Entonces no es estupido —comentó Hermione, levantando su mano para dejar una caricia suave en su mejilla.

—¿Lo crees? —murmuró Amelie con duda.

—Lo creo, además, eres especial en muchos sentidos —replicó—. Todos te amarían, si te conocieran.

—¿Y qué pasa si no quiero que me conozcan? —murmuró, mirándola con atención.

Hermione parpadeó un par de veces, antes de poder responderle.

—¿Ni siquiera yo?—cuestionó, sintiendo sus sentimientos desbordarse por la punta de sus dedos.

—¿Quieres hacerlo? —la ilusión asomándose por el brillo de sus ojos.

—Me gustaría conocer, Amelie —admitió con voz serena. —Cada parte de ti, por más pequeña que sea...

Se miraron unos momentos, que parecieron una eternidad. Tal vez no sabían con exactitud el significado de sus palabras, pero ambas querían lo mismo, aunque ninguna lo supieran. Y con cada conversación que mantenían, la atadura entre ellas se entrelazaba como un hilo invisible.

Amelie, tragó saliva nerviosa. Si una persona, podía lograr remover algo en su interior con tan solo unas palabras, esa era Hermione.

—¿Entonces..? —sonrió con burla, sin dejar de mirarla—. ¿Te gustaría escuchar mis quejas sobre este horrible mundo?

Hermione se relajó en su lugar, dejando que su cabeza se recargara en la ventana. Apartó su mano, hasta su regazo sintiendo aún, la calidez de la piel de Amelie.

—Oh, definitivamente —afirmó, mostrando su interés.—Me quedaría toda la noche escuchándote hablar, sobre tu perspectiva de este patético mundo...

—Bien, me atrapaste Granger, lo admito—levantó las manos como burla.

Hermione le lanzó una sonrisa ladeada.

—¿De verdad?—susurró.

—De verdad.

—Bien, en ese caso —se levantó de su lugar, ajustando su mochila en su hombro—, quizás podríamos vernos en la biblioteca algunas veces, ¿qué dices?—preguntó Hermione, con la esperanza de un respuesta positiva.

Amelie copió su acción, recogiendo su propia mochila del alféizar de la ventana. Sus zapatos golpearon el suelo con un ruido sordo. Se elevó sobre Hermione, tan sólo unos centímetros, pero los suficientes para hacer que la castaña levantara la vista.

—Me encantaría si solo fuéramos tú y yo —admitió en voz baja, mordiéndose el labio con suavidad. Estaba más que nerviosa.—A mi también me gustaría conocerte, ¿sabes?

En el corazón Hermione la compañía de Amelie, se manifestaba como un refugio cálido y acogedor. Sus palabras fueron como una chispa de alegría.

—Solo seremos tú y yo, si así lo quieres.

—Me gusta eso—Amelie asintió, acomodando con torpeza su mochila. Sus manos estaba comenzando a temblarle por la mirada tan profunda de la castaña.

—¿Te acompaño a cenar, entonces?—señaló con la cabeza el pasillo. —Esta bien, estoy segura de que nadie nos verá.

Amelie asintió con la cabeza, tomando con suavidad la mano de Hermione. El tacto simple de ambas, era como un recordatorio constante de esa conexión especial que existe, una especie de comodidad palpable que se transmite a través de la piel.

—Vamos, Granger —le sonrió—, si llegamos tarde seguramente Weasley se comerá toda la cena y no alcanzáremos nada.

—No seas mala—regaño, aunque también se estaba riendo de sus palabras.

—Solo digo verdades, Granger.

Ambas caminaron por los pasillo desiertos. La hora de la cena había llegado, así que seguramente todos estaba en el gran comedor, lo cual, fue bueno para ellas. No querían que nadie las interrumpiera.

Amelie se la pasó bromeando con Hermione, haciéndola reír en todo el camino. Dejó de lado todo tipo de pensamientos negativos, prefiriendo en su lugar, deleitarse con la risa contagiosa de Hermione, a quien le brillaban los ojos cada vez que hacían contacto visual.

Eran sólo dos jovenes chicas, con sentimientos mutuos la una por la otra. Sus encuentros se convierte en un refugio, y la distancia, se convierte en una ausencia que despierta un deseo de estar cerca.

Y quizás con el tiempo, ambas lo comprendan.

Al final, cuando llegaron frente a las puertas del gran comedor, se separaron. Cada una camino hacía su propia mesa correspondiente, como si nunca hubieran llegado juntas, aunque en sus rostros permanecía la misma sonrisa.

Y Hermione no pudo evitar, mantener sus ojos avellana en Amelie durante toda la cena.

Si, estaba enamorada.

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺



Me costo terminar el capítulo, lo admito. Así que no me regañen, aveces me sucede.

En fin, solo para aclara que Hermione está en la etapa del enamoramiento, mientras que Amelie está entrando en ella. En otras palabras:

Hermione siempre caerá primero. Y Amelie siempre caerá más fuerte.

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