"WONDERWALL; Hermione Granger"

By August_dann

596K 46K 26.3K

❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos est... More

"Prólogo"
El prisionero de Azkabán
⭑ "Primer trauma del año"
⭑ "Nuevas reglas"
⭑ "Draco y su mala suerte"
⭑ "El boggart del armario"
⭑ "Sirius Black"
⭑ "¿Augusta o Hermione?"
⭑ "El partido de Quidditch sale mal"
⭑ "Dia de hospital"
⭑ "Hogsmeade"
⭑ "Un nuevo Rosier"
⭑ "Disculpas y ranas de chocolate"⭒
⭑ "¿Cita?"
⭑ "Tú"
⭑ "Como una puesta de sol"⭒
⭑ "Bienvenida con postres a media noche"⭒
⭑ "Salamandras y un perro mañoso"
⭑ "Patronus"
⭑ "Amelie contra Ravenclaw"
⭑ "Una perfecta heredera"
⭑ "Me besaste"
⭑ "Tejones contra Aguilas"⭒
⭑ "Como hacer enojar a un Rosier. By: Draco Malfoy"⭒
⭑ "Black odia a los pelirrojos"
⭑ "¿Potter perdió la cabeza?"
⭑ "Copa de Quidditch"
⭑ "Predicción"
⭑ "Un perro, dos gatos y una rata"
⭑ "Accidentalmente asesine a mi profesor de pociones"
⭑ "El secreto de Hermione"
⭑ "Plumas de azúcar"
El cáliz de fuego
⭑ "Beautiful girl"
⭑ "Starry eyes"
⭑ "Happy birthday, Amelie"
⭑ "Dollhouse"
⭑ "Sunlight"
⭑ "Comida hecha de esclavitud"
⭑ "Los increíbles hurones botadores"
⭑ "Maldiciones Imperdonables"
⭑ "Feliz cumpleaños, Granger"
⭑ "Enemigo con rostro bonito"
⭑ "¿Ojoloco Moody?"
⭑ "Potter, the flying boy"
⭑ "Smithereens"
⭑ "When you know, you know"
⭑ "Problemas, problemas y más problemas"
⭑ "Desamor"
⭑ "Juramento Inquebrantable"
La Orden del Fénix
⭑ "Casa Black"
⭑ "Regulus A. Black"
⭑ "Slytherin, Gryffindor and Ravenclaw"

⭑ "Un ángel en el infierno"

10.7K 792 572
By August_dann

TW: Menciones de sangre, escenas violentas, etc.

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

Amelie se movía de un lado a otro, jugando con sus anillos en la mano. Estaba nerviosa, eso era seguro. Su tarde, se pasó en un abrir y cerrar de ojos, que apenas y pudo recodar como había llegado hasta la sala de los jugadores de Irlanda.

Después de regresar con Theo, dando pequeños saltos de felicidad. Ambos volvieron hacia la tienda de campaña con sus demás amigos, para seguir con el partido de Quidditch que quedó pendiente. Aunque, en realidad no era un partido real, solo estaban compitiendo para ver quien lanzaba la Quaffle más lejos. A lo cual, todos sus compañeros de Quidditch se habían unido.

Era una experiencia agradable.

Por supuesto, que luego de la pequeña interrupción que tuvo, su emoción se desvaneció, dejándola con una ligera molestia. Y, todo fue gracias a las hermana Carrow.

¿Cuándo podía tener un día normal? Supuso que nunca, no obstante, al final terminó más feliz que en la mañana, por su recién encuentro con Hermione. Fue como ser recargada de energía emocionalmente positiva.

Hermione era como un faro de luz, que iluminaba cualquier densa oscuridad. Y Amelie le tenía miedo.

Tal vez era cosa del destino, quien sabe.

—Estás bien? ¿Amelie?—Llamó su padre por segunda vez.

Ella agitó la cabeza, levantando la vista para poder verlo. Ni siquiera se había dado cuenta de que se estaba aferrando a su traje con su mano.

—Lo lamento...—murmuró, quitando la mano de manera avergonzada.

Sus ojos grises volvieron al mago, alto y musculoso, que se encontraba de guardia en la puerta, donde se supone que ella, junto a su grupo de amigos, debían cruzar para ver a los geniales jugadores irlandeses.

Amelie se movía de manera nerviosa, conocería a unos de sus ídolos en un par de mínimos. Debía dar una buena primera impresión. Con sus manos temblorosas, se volvió ajustar la bufanda verde y blanco que colgaba de su cuello.

—¿Crees que nos dejen tomar fotos?—le murmuró Blaise a Theo, detrás de ella.

Robyn estaba agachada en el piso, jugando con una figura coleccionable en miniatura, del buscador Krum, que se paseaba de un lado a otro, con una cara arrogante.

—¿Si?—le respondió Theo, dudoso—. No estoy muy seguro.

Amelie sonrió con aprecio ante sus dos amigos. Se giró para mirarlos, admirando cómo iban vestidos. Casi parecían vendedores, por todas las cosas que colgaban de sus cabezas y ropas. Iban desde unos sombreros gigantes con tréboles por todos lados, hasta banderas que cantaban el himno nacional cada que las agitaban.

Su hermano, Orion, no se encontraba ahí, porque se suponía que había ido al baño. Pero, Amelie estaba segura de que se veía exactamente igual.

—¿De qué se ríe, señorita Rosier?—se burló Theo, bajándose las grandes gafas que le tapaban la vista.

—¿Por qué trajeron todo eso con ustedes?—sonrió.

Ella también compró muchas cosas interesantes, antes de venir. Como un par de saetas de fuego en miniatura que volaban de verdad, junto con muchas figuras coleccionables de sus jugadores favoritos. Pero, a diferencia de sus amigos, ella solo uso una simple bufanda, además, de su sudadera azul, que tenía cosida la bandera de Irlanda.

Aunque, ahora mismo, se arrepentía de no comprar más cosas luminosas. Podría ir por allí, presumiendo su gran brillo, de una manera muy literal.

—¿Por qué tú no trajiste nada, Amy?—replicó Blaise.

Ella se encogió de hombros.

—No quería llamar tanto la atención.

—Amelie, nuestra sola presencia llama la atención. Somos guapos—habló Robyn con burla, desde su lugar en el suelo.

Se echaron a reír, sin poder evitarlo.

Laurent a su lado, sonrió nostálgico, recordado la forma en su hija solía solo reírse de esa manera cuando estaba con sus amigos. Y ahora, aquello no había cambiando en absoluto.

—¡Amelie!—gritó la voz de su hermano.

Todos se giraron para mirarlo. Venía corriendo con un montón de...

—¡Omniculares!—exclamó con emoción, una vez estuvo frente a ellos.

Eran un artefacto bastante famoso en los mundiales, con el cual se puede volver a ver una jugada, analizarla en cámara lenta y hasta te ofrece un análisis del partido. Una cosa tremenda, si eres un gran fan del Quidditch.

Y ella lo era.

—¡Vaya! ¿Dónde conseguiste eso?—preguntó con un gran brillo en sus ojos.

—Me encontré a un vendedor afuera del baño, por eso me tarde—sonrió con orgullo—. Compre para todos. Él señor los estaba vendiendo a solo a diez galeones. ¿Genial, no?

—Es asombroso...

Orion procedió a darle uno a cada quien, incluso su padre obtuvo uno, aunque no parecía quererlo. Amelie se colgó el suyo en el cuello, con mucha felicidad.

Estuvieron un par de minutos más hablando entre ellos. Hasta que por fin, un hombre pequeño y calvo, apareció por la puerta para llamarlos. Se podía ver en su manera de hablar, que no era de aquí.

—¡Hola, Hola!—exclamó mirándolos a cada uno ellos, luego se giró hacia el hombre mayor—¡Ah, Señor Rosier! ¡Un gusto conocerlo!

Laurent se acercó hasta apretarle la mano. El hombre pequeño, que parecía de la misma estatura que Robyn, comenzó hablarle a su padre sobre cosas del ministerio. A ella realmente no le importaba, estaba más desesperada porque le mostrara el camino hacia los jugadores.

Y sus amigos estaban de acuerdo.

—Ella es mi hija, Amelie—señaló de pronto su padre en su dirección.

Se puso recta en su lugar, cuando el hombre la miró. La buena impresión comenzaba, aunque, no tenía idea de quién era el sujeto extraño.

—¿Así que tú eres la promesa del Quidditch?—se burló en tono amistoso.

Amelie se incómodo con sus palabras. ¿Promesa del Quidditch? ¿De dónde demonios sacó eso? Ella apenas lo conocía. ¿Por qué le hablaba con tanta confianza?

¡Qué tipo más raro!

—Ehh... Supongo—sonrió con nervios.

Detrás de ella escucho la risa de sus amigos por la forma tan rígida que estaba.

—¡Será fantástico ver que lo logres! Pero bueno, empecemos con la parte emocionante—dijo, para después acercarse hasta el mago musculoso y murmurarle un par de palabras en...¿Irlandés?

De pronto, se escuchó el sonido retumbante de un Gong, que básicamente era como una gran campana, la cual, indicaba que el partido comenzaría muy pronto. Ellos ya estaban cerca del enorme estadio, así que no tenían que preocuparse por llegar como los demás.

—¡Bien!-aplaudió el hombre pequeño, alejándose del otro mago.—El partido comenzará en...-revisó su reloj de bolsillo—, Cuarenta minutos, así que será mejor que nos apresuremos.

Y sin otra palabra les hizo un ademán para que lo siguieran.

—Esto va estar emocionante—dijo Blaise, sacando de su pequeña bolsa una cámara gigante.

Robyn se aferró a la mano de Orion, con una sonrisa tan enorme que Amelie pensó que se saldría de su rostro. Estaba segura de que sería un gran recuerdo para el futuro.

Todos siguiendo al pequeño hombre a través de la puerta, encontrándose con un pasillo enorme, que daba quien sabe a donde. Estaba iluminado con algunas luces que colgaban del techo, por supuesto, sin nada que las sujetara. A los alrededores, había un montón de puertas y Amelie por un momento pensó que podía estar en su mente.

—Síganme por aquí—señaló el hombre hacia la derecha.

Amelie observó como el pasillo se hacía pequeño al girar. Y se encontraron con varias personas del ministerio, que su padre saludaba amistosamente. Él trabaja en la Brigada de Aplicación de la Ley Mágica, al igual que su madre. Así que podían tener ciertos lujos.

—¡Mira eso Amelie!—exclamó Theo, hacia la esquina.

Ella dirigió su vista hacia allí, solo para encontrase varios leprechauns, que sonreían burlonamente entre ellos mientras algunos se amarraban los zapatos y otros se acomodan sus pequeñas ropas.

—¡Así!—Exclamó el hombre acercándose un poco para señalarlos—. ¡Esos pequeños duendes serán las mascotas de Irlanda! ¿Asombroso, no?

Amelie asintió, observado la forma en que parecían modelar sus ropas. No podía esperar para verlos en el estadio.

—¡Son geniales!—sonrió Orion, mientras él y Robyn saludaba algunos con la mano.

Después de eso, siguieron caminado un par de pasillos más, hasta que llegaron a una puerta muy grande que decía: "Sala de Irlanda"

Los nervios de Amelie florecieron de nuevo, que incluso se tuvo que poner detrás de su padre cuando el hombre se giró para mirarlos. No quería parecer una bebé asustada, aunque en realidad lo era.

—Bueno, aquí se termina nuestro viaje. Espero que la experiencia que obtengan ahí, les sirva para el futuro. Sobretodo a ti, Amelie—se rió suavemente, acercando su mano para darle palmadas en la cabeza.

Fue muy agradable al final, aunque aún tenía el pensamiento de que era un poco raro.

—Gracias señor—. Se inclinó en respetó.

Y el hombre se echó a reír. Con un último resoplido, se acercó hasta la puerta enorme y la golpeó varias veces, en una especie de código. Por la puerta se asomó otro mago, mucho más grande, que prácticamente tuvo que mirar hacia abajo para poder mirar al otro.

Ellos procedieron a hablar en un idioma que no comprendía muy bien, sin embargo, su padre parecía que si lo hacía. Él era un hombre muy inteligente, que suerte que vino con ellos o estarían perdidos.

—¡Muy bien!—sonrió el pequeño hombre—. Pueden pasar. Vendré por ustedes en media hora, para llevarlos hasta su lugar en el estadio.

Amelie miró a su padre darle la mano, en agradecimiento. Y luego, el hombre procedió a irse tarareando una canción.

Ojalá pudiera ser así de feliz.

—Vamos, Amy—indicó su padre para que abrirá la puerta.

Ella con un poco de duda, miró a sus amigos. Todos ellos le ofrecieron sonrisas sinceras, tratando de que mantuviera la calma. Del otro lado de la puerta se podían escuchar algunas voces entusiasmadas, como si estuvieran ensayando su momento de victoria.

Así que, con un último suspiro, se atrevió abrir la puerta.

Tan pronto lo hizo, el flash de una cámara la terminó cegando. Su querido Blaise le había tomado una foto para el recuerdo. Y gracias a eso, termino golpeándose con algo que se atravesó en su camino.

—¡Ahí están!—exclamó la voz animada de un chico con un acento raro—¡Son los niños que estábamos buscando!

Amelie parpadeó un par de veces tratando de ajustarse a la nueva luz. Detrás de ella pudo escuchar el chillido de dos personas.

Conociéndolos perfectamente, sabía que eran Theo y Robyn.

—¿Estás bien, dulce niña?—habló una suave voz cerca de ella.

Entonces sus ojos grises se encontraron con una chica sonriéndole. ¡Era Kayleigh Mullet! ¡Una de sus Cazadoras favoritas! ¡Salazar, ella se desmayaría! Estaba sujetándola de los hombros con suavidad, para evitar que se cayera. Y Amelie pudo jugar que casi se le sale el corazón.

Abrió y cerró la boca varías veces, pero nada salió.
Otro flash golpeó su rostro, provocando que cerrara de nuevo los ojos, solo que esta vez, no la dejó ciega.

—Y yo que pensé que te desmayarías—se burló Blaise, alejando su cámara mágica.

—¡Tú eres Amelie!—gritó la misma voz del principio.

Amelie abrió los ojos para encontrase con Aidan Lynch. ¡Por Merlin! ¡Un sueño hecho realidad!

—¡Mira Troy!—gritó de nuevo el chico de cabello revoltoso, hacia su amigo que estaba felizmente hablado con Robyn, Theo y Orion.

El otro chico, que lucía un bonito cabello esponjado le sonrió cálidamente. Entonces ella supo, que debía mantener la calma si quería que ellos le dieran consejos sobre Quidditch. Además, todavía tenía que pedirles autógrafos para sus otros amigos.

—Es un placer conocerlos—sonrió, tratando de hacer una reverencia formal, sin embargo, la chica a su frente le pasó un brazo por los hombros, antes de que pudiera hacerlo.

Fue genial.

—¡Ah! ¡Sabemos quién eres!—admitió el chico acercándose para sujetarle la mano y agitarla en movimientos rápidos.—¡Oigan chicos, vengan a saludar a la pequeña Rosier!—llamó a los otros jugadores.

Amelie miró con emoción a su padre. En ese mismo momento, se olvidó de su pequeña relación fracturada, de que había sido torturada hace unos meses atrás y del hecho de que aún tenía pesadillas con eso.

Decidió por un momento, que quería más que nada ser una adolescente normal. Y estar rodeada de estas personas, que no paraban de darle palmaditas en hombros, la hacían sentir especial.

Aún así, no pudo pensar en lo malo que pasaría después. Estaba comenzado acostumbrarse a que cosas malas pasaran luego de un momento de alegría. Y si no lo hacían hoy, quizás serían mañana.

Amelie pasó esa media hora, hablando con los jugadores de Irlanda. Conoció la personalidad optimista de Aidan Lynch, el buscador, casi igual a Robyn. También conoció a los demás cazadores, Troy, Mullet y Moran. Los tres eran un poco serios y reservados, aunque no dudaron en hablarle de algunas jugadas que podían servirle a ella en próximos partidos.

Luego, conoció a los dos golpeadores del equipo: Connolly y Quigley, que eran mucho más grandes que los mellizos Rowle, sin embargo, su personalidad era muy explosiva. Ellos le dieron consejos para bloquear las Bludger, que se le presentarán en un futuro.

Finalmente, se presentó ante el guardián: Barry Ryan, quien era el más adulto de todos, al parecer tenía la misma edad que su padre y aún así era muy ágil.

Deseo ser así cuando tuviera su edad.

—¿Alguna vez has pensando en unirte a un equipo?—cuestionó Troy con una amable sonrisa.

Ella estaba sentada en el suelo, comiendo una pequeña rana de chocolate, que le habían regalado. A su lado estaba la Lynch, que al igual que ella se estaba comiendo un dulce.

Sus demás amigos, estaban esparcidos por todos lados, hablando con los demás jugadores. Incluso, su padre mantenía una conversación con Ryan, de quien sabe que.

Amelie pensó unos segundos, en la pregunta del chico, si bien, su sueño siempre había sido montar una escoba en un gran estadio como el de ahora, nunca creyó necesario decírselo a alguien. Al final sabía que, aquel sueño, solo se quedaría como eso, un simple sueño.

—No estoy segura, quizás en un futuro lo piense mejor—murmuró nerviosa, jugando con sus anillos.

Troy le revolvió el cabello en afecto.

—Bueno, cualquier cosa que decidas hacer, te irá genial. Y estoy bastante seguro que tus amigos siempre te apoyarán.

Sus palabras en aquel momento, no parecían ser impresionantes, porque ya sabía, que sus amigos estarían con ella en todo momento.

Sin embargo, en un futuro, quizás si lo sean.

—Si algún día te decides a jugar Quidditch, te guardare un lugar en los Chudley Cannons—mencionó de pronto Lynch con la voz decidida.

Amelie casi se atraganta con su chocolate.

—¿De verdad?—chilló con los ojos brillosos.

Aquel era su equipo favorito, desde que prácticamente se subió a una escoba y conoció todo sobre el Quidditch.

—¡Por supuesto!—exclamó—. Han estado buscando jugadores promesa. Y estoy seguro de que eres una.

—Es verdad—dijo Troy alzando una ceja—. Por lo que sé de varias personas, eres fenomenal con la escoba.

Amelie se sonrojó sin poder evitarlo. Nunca había sido buena con los elogios. Y esta vez, venían de jugadores profesionales, debía estar en un sueño.

—Gracias—murmuró con la mirada baja—. Me esforzarse mucho más para estar a la altura...

—¡Oh, estoy seguro de que lo harás!—exclamó Lynch emotivo.

Después de unos minutos más hablando entre ellos, el tiempo se acabó. Sonó de nuevo la campana para el comienzo oficial del partido. Lo que indicaba que los jugadores Irlandeses debían tomar sus posiciones.

Y, como si también fuera su señal, el mismo hombre pequeño volvió aparecer por la puerta, tan alegre como siempre. Llevaba una túnica verde enorme que se arrastraba por el piso, a él no parecía importarle.

—¡Es hora de ir hacia sus lugares!—anunció con voz enérgica.

Amelie se levantó de su lugar con ayuda de Troy, que le tendió la mano, asegurándose de que ella estuviera en perfecto estado para verlos jugar esta noche.

—Bueno, Amelie. Fue un gran placer conocerte—le dio un fuerte apretón de manos, que ella intento devolverle.

Aidan Lynch también se acercó para darle palmadas en el hombro con fuerza.

—¡Espero verte pronto, Amelie!

Ella les regalo una gran sonrisa, antes de recordar pedirles un autógrafo para sus dos amigos amantes del Quidditch.

Los demás jugadores se acercaron para saludarla con la mano y desearle buena suerte en sus próximos partidos. Y cada uno de ellos, le firmó con mucha emoción su bufanda y los dos pergaminos que tenia en sus manos.

Sus amigos, se acercaron a su padre para seguirlo afuera de la puerta. Robyn tenía la mejilla manchada de un beso, que la capitana Mullet le había dado como despedida.

¡Qué suerte la suya!, Pensó Amelie, mientras la veía caminar hacía su padre.

—Asegúrense de entrenar muy duró—les dijo Barry, el guardián del equipo.

Amelie asintió, saludando con la mano.

Finamente, los vio alejarse hacia la otra puerta del final de la habitación. Seguramente hacia el campo de Quidditch. Su emoción la volvió a consumir, al saber que muy pronto los vería en acción.

Estaba demasiado segura de que ganarían, los cazadores de Irlanda eran superiores a los de Bulgaria, que ni siquiera Viktor Krum con su increíble manera de volar, podría detener.

—Eso fue tremendo, ¿no es así, Amelie?—peguntó su hermano, tomándola del hombro para agitarla.

Ella se rió suavemente, asintiendo con cabeza.

—¡Por supuesto que lo fue!

—¡Bueno, bueno! Será mejor que nos vayamos, si queremos llegar a tiempo para el partido—comentó el pequeño hombre.

—Vamos, Amelie—llamó su padre para indicarle que se acercará

El grupo camino de regreso por el pasillo, hasta la misma zona donde antes estaban los duendes vestidos de verde, que prácticamente chillaban de emoción. Luego, giraron a la derecha, para ser conducidos hasta unas escaleras enormes, incluso más grandes que las de su mansión.

Orion se quejó en todo el camino. No era exactamente un chico deportista, como su hermana, que se la pasaba de un lado a otro con su elfo.

Así que, tuvieron que arrastrarlo contra su voluntad.

En la parte más arriba de las escaleras, se lograba oír el ruido de la gente que gritaba emocionada. Amelie muy prontamente seria una de esos.

Siguieron caminando por las largas escaleras, que estaban tapizas de un color purpura, muy llamativo.

—¡Aquí estamos!—anunció el hombre señalando al final de las escaleras.

Ahora el ruido estaba por todos lados, que Amelie se siento un poco ansiosa. No estaba tan acostumbrada a el, de manera tan extremista.

—Bien, aquí termina mi trabajo de guía, pueden seguir subiendo—señaló.—Seguramente Cornelius Fudge, ya debe estar ahí.

Amelie miró por encima de su hombro, cuando pudo ver algunas personas conocidas para ella. Era los Weasley, tan llamativos por su cabello pelirrojo, que incluso con muchas personas a su alrededor, Amelie podía identificarlos.

—Muchas gracias por su ayuda—agradeció su padre con un fuerte apretón de manos.

El hombre pasó a su lado, revolviéndole el pelo. Y ella lo miró irse escaleras abajo, aún arrastrando la gran túnica verde.

—Vamos—indicó su padre que avanzarán, hacía el último tramo de escaleras—, seguramente Lucius ya debe estar ahí.

Una mueca involuntaria se abrió paso en su rostro. Aún estaba un poco alerta con el hombre de cabello rubio. Después de lo qué pasó en la mansión, temía que la acusara con su madre. Y ella, por supuesto, no lo dejaría así. La castigaría por el resto del mes y año.

Sin embargo, se sorprendió al saber que Lucius no fue un hombre chismoso. Y se mantuvo callado, aunque, sabía que quería vengarse por sus palabras. Pero, ¿qué podría hacer él? ¿Lastimarla? ¡Imposible! Su abuelo lo mataría antes de que le tocara un solo cabello negro.

Además, ella tampoco se quedaría quieta en su lugar, no por nada era conocida por ser una bruja promesa. Sus habilidades en los duelos, impresionaban a cualquiera.

Y para ella, Lucius Malfoy era solo un hombre cobarde.

—¡Mira eso, Amelie!—señaló Theo.

Se habían encontrado en la parte más alta, con una gran tribuna llena de gente. Contenía un aproximado de veinte butacas, perfectamente acomodadas en tres filas.

Amelie pudo observar que en ella ya se encontraban la familia Weasley y...

—¡Amelie!—gritó una voz aguda.

Era Cristina, su mejor amiga. Estaba con los Malfoy, acomodada en la segunda fila y sentada en su silla de rodillas para poder saludarla con la mano.

Amelie también le devolvió el saludo, un poco incómoda por su presentación.

La familia Weasley, (con Harry y Hermione), voltearon de inmediato hacia donde iban llegando, por la misma puerta que ellos hace unos momentos, solo que por otro pasillo.

—¡Ah, Laurent! ¡El hombre magnífico!-saludó el ministro de magia, Cornelius Fudge—. Por un momento pensé que no vendrías.

Amelie miró en dirección de los ojos avellana, que prácticamente le estaban gritando que la mirara. Hermione estaba sentada en su lugar con un programa, que anunciaba las cosas pasarían en el mundial. Y tan pronto ella la miró, Hermione le sonrió dulcemente.

Amelie pensó que las luces del estadio la hacían lucir más bonita. El feo moretón en su mejilla ya no era visible, probablemente lo había curado alguien. Sus cabellos castaños parecían casi brillar, y las pecas en su rostro estaban más perceptibles que nunca.

O tal vez solo ella podía verlas, quien sabe.

—Estuvimos ocupados con los pases—respondió su padre, haciendo que volviera a la realidad.

Fudge pareció llenarse de emoción por oír sus palabras.

—¡Ah, si, si! Los pases para ver a los jugadores de Irlanda. Espero fuera una gran experiencia—Fudge les sonrió, mirando a cada uno. Y luego, más específicamente a ella, como si esperara que se pusiera a llorar de la emoción.

En las butacas detrás del ministro, escuchó perfectamente el jadeó de Ron. Él definitivamente se hubiera puesto a llorar si conocía a los jugadores.

Su padre se rió con calma y luego, precedió a ponerle una mano en el hombro. Amelie lo tomó como una indicación para hablar.

Así es como su abuelo la había criado.

—Fue una experiencia gratificante, señor—comentó ella casualmente, tratando de mantener su postura educada.

Detrás en las butacas, Hermione la miraba atentamente. Bueno, en realidad, todos miraban la conversación con interés, sin embargo, la castaña no apartaba la mirada del rostro de Amelie, creyendo que era realmente lindo, la forma en que estaba tratando de mantener su actitud seria, aunque parecía que explotaría de felicidad.

Fudge pareció muy satisfecho con su respuesta.

—Me alegro escuchar eso, ¿qué tal te pareció Aidan Lynch? ¿Un tipo genial, no? Escuche que te ofrecería un lugar en los Chudley Cannons...

Y su postura se quebró en mil pedazos.

—¡Oh, él lo hizo!—exclamó con voz eufórica, dejando de lado su formalidad.

La sola mención de aquello, la ponía feliz como nunca. Incluso, volvió a escuchar el jadeó de Ron en las butacas, que le chismoseaba a Harry, en voz no tan baja.

Fudge la miró con sorpresa y luego se echó a reír, provocando que ella se avergonzara.

Amelie se aclaró la garganta antes de ajustar nuevamente su postura.

—Eh...Lo lamento, señor—susurró.

—Qué va, es magnifico. Me alegro mucho por ti. Pero, bueno...¡Vamos, tomen sus asientos!—señalo con la mano hacia las butacas vacías, cerca de los Malfoy.—¡Empezaremos el partido, ahora mismo!

Ellos no esperaron una segunda invitación y se alejaron hasta las sillas vacías, en las segunda fila.

Theo la ayudó a bajar las escaleras con cuidado.

—¡Amelie siéntate aquí!—gritó Cristina señalando el espacio vacío a su lado.

Amelie le hizo caso de inmediato, pero solo porque en la butaca detrás, estaba Hermione con esa bonita sonrisa. Y ella no quería perderse la oportunidad de estar cerca suyo.

Al otro lado de Cristina, estaba Draco, que la saludó con una gran sonrisa. Después de él, estaba su madre, Narcissa Malfoy, quien le sonrió con cariño. Amelie también le tenía cierto apreció, aunque no estaba de acuerdo con sus creencias de sangre pura.

Y finalmente, en la última silla, se encontraba Lucius, que la miró con los ojos entrecerrados.

Amelie le hizo lo mismo. No iba dejar que la intimidara solo porque era un adulto.

—¿Cómo te fue con los jugadores, Amy?—preguntó de pronto Cristina, esperando pacientemente a que ella le contara todo.

Amelie apartó la vista de Lucius, para poder ver a la rubia.

—Fue increíble, Aidan Lynch me guardara un lugar con los Chudley Cannons, ¿no es fabuloso?

—Creo que lo mereces más que nadie, Amy. Siempre te estás matando en las prácticas de Quidditch—comentó con los ojos brillosos.

Cristina no estaba mintiendo. Solía esforzarse demasiado cuando se trataba de algo que realmente le gustara.

Esa necesidad de ser la mejor en todo, nunca podría irse de su cabeza.

—¡Amelie toma esto!—gritó Blaise, pasándole una bandera de color verde, que cantaba el himno nacional.

Ella la atrapó con facilidad.

Sus amigos estaban sentados a su otro lado, alineados, primero: Theo, luego Robyn, Blaise, Orion y hasta el final su padre.

Amelie inspeccionó el lugar con detenimiento, había muchas personas, que apenas podía verlas con claridad. Desde su posición el campo parecía más grande que nunca. A cada lado, se podía distinguir los enormes aros, por los que tendrían que anotar los cazadores. Y, en medio de todo había un panel gigante que mostraba anuncios de cualquier tipo.

Sus ojos pasaron hasta una elfina doméstica que estaba sentada unos asientos más abajo, tapándose los ojos con las manos.

Seguramente tenía miedo a las alturas o quizás estaba nerviosa por el alboroto. No podía decirlo con claridad. Sin embargo, de lo que sí estaba segura, era de que su amo probablemente la obligó a sentarse en ese lugar. Que terrible pueden ser las personas aveces.

Ella nunca podría hacerle eso a su amigo elfo.

De pronto, la voz de Ludo Bagman resonó por todo el estadio:

—¡Damas y caballeros..! ¡Bienvenidos a la cuadringentésima vigésima segunda edición de la Copa del Mundo de quidditch!

Los espectadores gritaron y aplaudieron, ondeando sus banderas, que cantaban el himno nacional. Amelie y sus amigos no pudieron evitar hacer lo mismo.

El enorme panel que tenían enfrente borró su último anuncio (Grageas multisabores de Bertie Bott: ¡un peligro en cada bocado!) y mostró a continuación: BULGARIA: 0; IRLANDA: 0.

—Van a presentar primero las mascotas—le susurró Theo en el oído, llevaba consigo un programa del partido.

—Veremos a los leprechauns—sonrió ella con emoción. Esos duendes estaba llenos de energía.

—¿A los qué?—Alzó una ceja Cristiana, sin entender nada de nada.

Amelie negó con la cabeza de manera afectuosa.

—En serio Cris, necesitas leer más libros, pero no te preocupes, pronto lo descubrirás.

De nuevo la voz de Bagman, lleno el estadio:

—Y ahora, sin más extensiones, permítanme que les presente a... ¡Las mascotas del equipo de Bulgaria!

Las tribunas del lado derecho, que eran un sólido bloque de color escarlata, bramaron su aprobación.

Amelie no sabía con claridad dónde estaba sus otros amigos, pero podría imaginar que Hugo, el pequeño castaño pecoso, estaba gritando como loco en este momento.

—¿Qué mascotas traerán?—preguntó Amelie con curiosidad.

Theo revisó el programa, pero no encontró nada. Amelie se inclinó hacia enfrente en su asiento, con intención de ver con más claridad lo que se acercaba por el campo.

Entonces escucho la voz del señor Weasley gritar:

—¡Ah! ¡Son veelas!

Oh, bueno eso respondía a su pregunta. Las veelas eran mujeres muy guapas, su piel brillaba por la luz de quién sabe dónde y el pelo rubio se les ondeaba.

—¡Wow, que genial!—exclamó Theo, sin apartar la vista.

Amelie las miró bailar con naturalidad, movían sus brazos de izquierda a derecha. Como si quisieran quitarse las tantas pulseras que tenían en las muñecas.

—Hombre, que raro...—murmuró ladeando la cabeza.

Lo único que las chicas estaban haciendo era eso, sin embargo, la gente parecía volverse loca en sus lugares, sobretodo los hombres. Una mueca de disgusto se expandió por su rostro, al pensar que solo las estaban adulando porque eran guapas.

Quizás las señoritas podían ser más interesantes que eso, pero nadie podía notarlo.

De pronto, sintió la mirada penetrante de la Gryffindor en su nuca. Y, con un poco de duda, miró hacia atrás, solo para encontrase con los ojos avellana.

Hermione se sorprendió un poco al ser descubierta, y un sonrojo se abrió paso en sus mejillas. Amelie le sonrió con dulzura, le parecía muy bonita la forma en que se avergonzaba con facilidad.

Ella tampoco estaba viendo a las chicas bailar, a diferencia de Harry y Ron, que parecían querer saltar de la tribuna.

—Es magnífico...—murmuró Theo, a su lado con los ojos brillosos, logrando llamar su atención.

Amelie apartó la vista de Hermione para mirar a su amigo.

—¿Theo?—lo llamó cuando lo vio levantarse de su lugar.—¿Theo, qué haces?

A su otro lado, Cristina estaba con la mirada fija en las danza de las chicas. Parecía también en trance, sin embargo, Amelie no se dio cuenta, estaba más preocupada por Theo, que parecía querer brincar de la tribuna.

—Tranquila se le pasará—dijo su padre en voz alta, mientras abría una bolsa de bolas de chocolate.

Estaba bastante relajado en su asiento, disfrutando del alboroto, igual que ella.

Entonces Amelie se dio cuenta de que Orion y Blaise tenían la cara y oídos tapados con sus enormes sombreros. Oh, bueno, al menos no estaban babeando como Ron Weasley.

Él sí que debía aprender modales.

Incluso Draco, quien no era el ser más respetuoso del mundo, estaba tranquilamente en su asiento, moviendo sus pies de adelante hacia atrás.

—Theo, siéntate—lo jalo de la camisa con fuerza, hasta dejarlo de nuevo en su lugar.

—Son hermosas...—volvió a murmurar.

Amelie estaba apunto de darle un golpe en la nuca, pero un suave tacto en su mano libre, llamó su atención, provocando que se girara de manera rápida hacia la persona. Cristina estaba rozando su dedo meñique en el dorso de su mano. Fue un poco extraño ver cómo su amiga se relajaba en su lugar, ante su tacto. Pero tampoco le dio importancia.

Entonces las Veelas, por fin abandonaron el estadio, hasta sentarse en una de las esquinas. Y los gritos de protesta se hicieron escuchar en todos lados.

Theo volvió a su postura después de unos segundos, no obstante, Amelie lo terminó golpeando en la nuca.

Solo por si las dudas.

—Y ahora —bramó la voz de Bagman—, tengan la bondad de alzar sus varitas para recibir a... ¡Las mascotas del equipo nacional de Irlanda!

En aquel momento, algo que parecía ser un gran cometa de color oro y verde, salió disparado hacia el estadio. Dio una vuelta al terreno de juego y se dividió en dos cometas más pequeños, que se dirigieron a toda velocidad hacia los aros.

Repentinamente se formó un arco iris que se extendió de un lado a otro, en el campo de juego, conectando las dos bolas de luz.

—¡Magnífico!—exclamó Amelie, con sus ojos grises reflejando aquel arcoíris.

—¿Esos son duendes?—preguntó Cristina con mucho interés.

Amelie asintió con entusiasmo. Los había visto antes, cuando aún estaban en los vestuarios. Pero, ahora era una experiencia más maravillosa.

A continuación, se desvaneció el arco iris, y las dos bolas de luz volvieron a juntarse. Y se abrieron: formaron un trébol enorme y reluciente, que se levantó en el aire para empezar a elevarse sobre las tribunas. De el caía algo que parecía una lluvia de oro.

—¡Atraparé más que tú, Amelie!—le gritó Theo en tono infantil.

Del cielo comenzaron a caer pesadas monedas de oro, que rebotaban por todo el estadio.

—¡Ya veremos eso!—gritó ella, arrojándose hacia enfrente, por las monedas que caían a sus pies. Con las risas de sus demás amigos, de fondo.

¿Qué si iba a recoger dinero del suelo, aún cuando tenía dos bodegas llenas de oro?

¡Pues si, obviamente!

Además, era muy divertido ver a Blaise pelearse con Orion por una simple moneda que se atoro en la butaca.

—Amelie no hagas eso, te ensuciaras—le dijo Cristina cuando ella se arrodilló en el suelo por una moneda que Robyn no alcanzaba.

—No importa—respondió, ajustando su postura en la tribuna.—Toma Roby—le entregó el oro a su pelirroja, con una sonrisa victoriosa.

Entonces, el enorme trébol se disolvió en una nube de humo blanco. Los leprechauns se marcharon, hacia el lado opuesto que ocupaban las Veelas. Sé sentaron con las piernas cruzadas para contemplar el partido.

—Y ahora, damas y caballeros, ¡demos una calurosa bienvenida a la selección nacional de quidditch de Bulgaria! Con ustedes... ¡Dimitrov!

—¡Oh, Oh! ¡Aquí vienen!—chilló Amelie levantándose de su silla para acercarse hasta la barandilla.

Una figura vestida de escarlata entro de pronto por el campo. Tan rápido que apenas y se pudo notar un borrón en el aire. Los fanáticos de Bulgaria gritaron como locos.

—¡Ivanova!—anunció el ministro.

Una nueva figura hizo su aparición zumbando en el aire, igualmente vestida con túnicas escarlatas. Se veían realmente impresionantes.

—¡Zograf!, ¡Levski!, ¡Vulchanov!, ¡Volkov! ¡Y el magnífico!..¡Krum!

—¡Mira eso Amelie!—gritó Draco señalando hacia enfrente.

Todos sus amigos estaban pardos en la barandilla, tratando de ver a los jugadores a través de sus omniculares.

—¡Es él, es él!—gritó Ron, detrás de ella.

Krum era un chico delgado, moreno, con las cejas pobladas y una nariz tan curva, como la de Snape. Costaba creer que tuviera tan solo dieciocho años.

Y Amelie, lo consideraba como uno de los mejores buscadores del mundo.

—¡Es un jugador asombroso!—reconoció con los brillando por las luces del campo.

Todos tenían la atención en los búlgaros que volaban del un lado a otro, mostrando sus hermosas túnicas resplandecientes.

A excepción de dos chicas, que tenían sus ojos puestos en ella, como si fuera la persona más bonita en todo el universo.

—Algún día seré una gran jugadora como tú...—dijo Robyn llamando su atención.

La pelirroja le estaba sonriendo a ella. Amelie la miró con una ceja en alto.

—¿Cómo Krum?—sonrió confundida.

Entonces Robyn se echó a reír.—¡No tonta! ¡Cómo tú! ¿Quién es Krum, a lado de Amelie Rosier?

—¡Nadie!—respondió Blaise, al otro lado de Robyn.

Theo y Orion, también asintieron con la cabeza. Totalmente de acuerdo con la niña pelirroja.

Amelie se sintió muy amada en ese momento, que casi se echa a llorar, luego recordó que estaba en público y recuperó su postura. Aunque, aquel calor en el pecho permanecería con ella todo el partido.

—Y recibamos ahora con un cordial saludo ¡a la selección nacional de quidditch de Irlanda!—bramó Bagman—. Les presento a... ¡Connolly!, ¡Ryan!, ¡Troy!, ¡Mullet!, ¡Moran!, ¡Quigley!

Seis borrones de color verde rasgaron el aire al entrar en el campo. Todos con hermosas saetas de fuego.

—¡Y el ágil!..¡Lynch!—gritó finalmente Bagman.

El chico entró en último lugar, alzando un brazo para saludar a las personas en sus asientos. Los fanáticos de Irlanda gritaron como locos, ondeando sus banderas y enormes sombreros.

—¡Mira eso, Amelie! ¡Vienen hacia acá!—gritó Orion sobre el ruido de las personas.

Era verdad, los siete jugadores se alinearon un detrás del otro, con Lynch a la cabeza. Y venían volando en su dirección, para recibir un saludo de buena suerte.

Amelie inmediatamente jaló a Cristina del brazo para también tuviera la oportunidad de saludarlos. Incluso, llamó a Draco para que se pusiera de pie.

Entonces los jugadores les chocaron los cinco de forma rápida. Fue una experiencia gratificante y Amelie la recordaría siempre.

Por último, el ministro presentó al árbitro del partido. Y resulta que era el mismo hombre pequeño y calvo que los había estado guiando, hacia la sala de los jugadores. Solo que esta vez vestía una túnica dorada. Amelie supuso, que no podía usar la verde porque sería un apoyo hacia los irlandeses y eso lo pondría en problemas.

El hombre calvo, montó su escoba y, con el pie, abrió una pequeña caja azul, que contenía: la quaffle, de color escarlata; las dos bludgers negras; Y la dorada y minúscula snitch. Soplando el silbato, el hombre emprendió el vuelo detrás de las bolas.

—¡Qué de comienzo el partido!—gritó Bagman.

Todos los jugadores despegaron en sus escobas hasta su posición. El equipo Irlandés fue el primero en demostrar sus habilidades.

Amelie miraba todo a través de sus omniculares.

Bagman trataba de narrar el partido, con los pocos movimientos que podía reconocer:

—¡Mullet tiene la quaffle! ¡Troy! ¡Moran! ¡Dimitrov! ¡Mullet de nuevo! ¡Troy! ¡Levski! ¡Moran!

Lo que Amelie estaba presenciando en ese momento, era el verdadero Quidditch, los jugadores se movían de manera tan ágil, que parecían pegados en sus escobas. Ella algún día esperaba ser así de buena, con un equipo tan impresiónate, que pudiera leer su mente.

-—Y Troy Marca!—bramó Bagman, y el estadio entero vibró entre vítores y aplausos—. ¡Diez a cero a favor de Irlanda!

En partido continuo de manera impactante y, a medida que avanzaban, los búlgaros hacían sus jugadas más pesadas, logrando casi derribar al trío de cazadores. Sin embargo, ninguno de ellos se rindió, eran básicamente como personas invencibles.

Mientras que los buscadores, Krum y Lynch, se movían por todo el campo, en busca de la pequeña snitch. Inclusive, hubo un momento donde Viktor hizo el ademán de encontrarla, cayendo en picada hacia el campo, provocando que Lynch se estrellara contra el piso.

Amelie en aquel momento, pensó que fue realmente tonto al arrojarse como si nada, se notaba desde lejos que Krum era mucho más hábil en la escoba. Pero, por suerte, Lynch no resultó muy herido y lograron reanimarlo con tazas de pociones.

Al cabo de otros treinta minutos, Irlanda llevaba una ventaja de ciento treinta puntos a diez.

Y, los fans de Irlanda festejaban como si ya hubieran ganado. (Amelie era una de esos). Lo que provocó, sin duda, que los leprechauns se pusieran hacer un acto llamativo que hizo enfurecer a las veelas, dejado ver su verdadero ser.

Amelie casi se cae de la tribuna cuando las vio. Y luego, procedió a darle una platica a Theo, sobre no fijarse solo en la belleza física. Cristina a su lado, estuvo de acuerdo con todo, asintiendo de manera rápida con la cabeza.

Mientras tanto abajo, en el suelo del campo, se podía observar la pelea que los leprechauns y las Veelas tenían. Sin embargo, no era tan impresionante como la que se estaba dando en los aires.

—De nuevo la tiene Moran... Moran... ¡Y MORAN CONSIGUE MARCAR!-anunció Bagman.

Pero apenas se pudieron oír los vítores de la afición irlandesa, tapados por los gritos de las veelas, los disparos de las varitas de los funcionarios, que trataban de calmar la situación (con la única manera que conocían) y los bramidos de furia de los búlgaros.

Era un caos tremendo.

—¡Que tonto guardian! ¡Ni siquiera lo vio venir!—se burló Draco, soltando una risa.

—Creo que los Búlgaros no tienen un gran equipo—le gritó Orion.

Amelie asintió de acuerdo con su hermano, iban perdiendo por muchos puntos. Y aunque Krum, logrará conseguir la snitch por sus medios, los puntos que obtendría no serían suficientes.

De pronto, Quigley, el golpeador irlandés, le dio a una bludger que pasaba a su lado y la lanzó con todas sus fuerzas contra Krum, que no consiguió esquivarla a tiempo: le pegó de lleno en la cara.

—¡Oh, rayos!—gruñó Amelie con dolor.

—¡Ese tipo acaba de perder su nariz—se burló Theo señalándolo.

—¡No seas malo!—regaño Robyn, que de manera inconsciente había mirado hacia otro lado, por qué le daba miedo ver la sangre en el rostro de Krum.

Todos en el estadio había jadeado en pánico. Krum tenía la nariz rota, al parecer. Su cara estaba cubierta de una capa de sangre. Sin embargo, el señor calvo del arbitro, no señaló ninguna falta.

—¿Por qué no hace nada?—preguntó Cristina con duda.

—Bueno, fue culpa de Krum...—respondió Amelie con duda—, él no esquivó a tiempo la bludger.

Theo se burló.—En otras palabras, es un tonto, sin reflejos.

Robyn lo regañó, otra vez.

Amelie escucho detrás de ella, el gritó escandaloso de Ron, hacia Harry:

—¡Esto tiene que ser tiempo muerto! No puede jugar en esas condiciones, míralo...

"Oh, bueno, tampoco es como si se estuviera muriendo", pensó Amelie, con las cejas fruncidas.

—¡Mira a Lynch!—exclamó Theo, jalándola de brazo con fuerza.

El chico irlandés, había comenzando a descender con rapidez hacia el campo, como si estuviera tratando de engañar a Krum.

—Un minuto—susurro ella, tomando sus Omniculares, para verlo mejor. Entonces se dió cuenta de que no estaba tratando de engañar a nadie.

En realidad...

—¡Ha visto la maldita snitch!—gritó Blaise con euforia.

Los aficionados de Irlanda gritaron, levantado sus banderas.

Viktor Krum inmediatamente fue detrás, con la sangre escurriendo por su nariz. Y ambos buscadores se lanzaron de nuevo, hacia el suelo del campo...

—¡Vamos Lynch!—gritó Amelie con fuerza, aunque sabía que no lo lograría. Luego, agregó en voz baja: "Se va ha estrellar, estoy segura"

Y efectivamente, así fue. Por segunda vez esa noche, Lynch se estrelló contra el suelo, con una fuerza tremenda y las veelas que estaban cerca, comenzaron a darle patadas.

—Oh, pobre Lynch...—murmuró Theo, con lástima.

—Al menos está vivo —le respondió Amelie con una sonrisa.

Entonces las veelas se alejaron, para dejarlo tirado en el campo. Lynch no movió ni un solo dedo. La sonrisa de Amelie se borro de a poco.

—Ehh... creo—agregó rápidamente, con una mueca, apartando la vista de inmediato, hacia Krum.

La multitud de Bulgaria gritó emocionada cuando lo vieron levantar en su mano derecha la snitch,

El gran tablero, frente a ellos anunció: «BULGARIA: 160; IRLANDA: 170» y nadie pareció comprender lo qué pasó.

Amelie agitó la cabeza con una sonrisa arrogante. Sabia que Krum no podría con la fuerza de los cazadores de Irlanda. Eran mil veces mejor.

Luego, despacio, un bramido se alzó entre la afición del equipo de Irlanda, y fue creciendo más y más, hasta convertirse en gritos de alegría.

—¡Irlanda ha ganado!—voceó Bagman, que, como los mismos irlandeses, parecía desconcertado por el repentino final del juego—. ¡Krum ha tomado la snitch, pero Irlanda ah ganado! ¡Dios Santo, no creo que nadie se lo esperara!

Bueno, ella si se lo esperaba.

—Krum es un sujeto muy tonto—habló Theo, agitando la cabeza en decepción.

—Tal vez un poco—admitió Amelie en voz baja. Y se dejo caer en su asiento con pereza y pudo escuchar la conversación del trío de oro:

—¡El muy idiota ha dado por finalizado el juego cuando Irlanda les sacaba ciento sesenta puntos de ventaja!

—Sabía que nunca conseguirían alcanzarlos—le respondió Harry, gritando para hacerse oír por encima del estruendo, y aplaudiendo con todas sus fuerzas—, los cazadores del equipo de Irlanda son demasiado buenos. Quiso terminar lo mejor posible, eso es todo...

—Ha estado magnífico, ¿verdad?—habló Hermione, inclinándose hacia delante para verlo aterrizar, mientras un enjambre de medimagos se abría camino hacia él entre los leprechauns y las veelas, que seguían peleándose—. Está hecho una pena...

Una mueca apareció en el rostro de Amelie al escucharla hablar.

—¿Magnífico?—se burló en voz baja, para que nadie la escuchara.—Yo también podría hacer eso. En realidad, podría hacerlo mil veces mejor.

Luego, se sonrojó al darse cuenta de lo que estaba diciendo, se estaba dejando llevar por las palabras de Hermione. Ademas, no estaba segura de hacerlo tan bien como Krum. Sin embargo, nadie tenía porque saberlo.

—Bueno...¿Fue genial, no crees?—pronunció Theo, asu otro lado.

—Oh, si, lo fue...

Y definitivamente seria un gran evento, que mucha gente recordaría después de tantos años.

Aunque, no específicamente por el Quidditch.

Al final, cuando la selección irlandesa dio su última vuelta por el campo. Mullet, la capitana del equipo, se acercó hasta ella para plantarle un beso en la mejilla. Lo que la desconcertó bastante, pero tampoco se quejó.

Incluso pudo escuchar el jadeó ofendió de alguien detrás suyo. Y, no supo de quien exactamente era, porque Cristina la jalo de mano, tan pronto la jugadora se fue.

Fue una bonita manera de terminar el mundial.

Su padre y Lucius anunciaron que volverían, después de hablar con el ministro de magia, de algo que a ella no le interesaba. Así que, tuvieron que permanecer ahí sentados, observando a la demás gente salir del estadio. Todos gritando felices por las maravillas que presenciaron.

Qué incluso Amelie, se imaginó siendo ella, una de esas jugadoras famosas que eran aclamadas por el público. Era un sueño infantil, lo sabía. Tenía muchas responsabilidades con su familia, como para siquiera intentar jugar Quidditch después de Hogwarts.

Que lastima. Ella podría hacerlo muy bien.

—¿Estás bien, Amelie?—susurró Cristina cerca suyo.

—Aja...—le respondió sin comprender sus palabras.

En aquel momento, algo pequeño la golpeó en la cabeza, provocando que se girara a mirar hacia atrás. Se encontró con la sonrisa avergonzada de Hermione. Era la única que estaba sentada en la primera fila, pues los Weasley (con Harry) ya estaban listos para salir del estadio.

Ella se giró con rapidez cuando se dio cuenta de que todavía estaban en público. Y Narcissa Malfoy, estaba a tan solo dos asientos de distancia.

Si ella la viera, no estaba segura de que pasaría...

Pero Hermione no se dio por vencida, le arrojó un pedazo de pergamino hecho bolita, que aterrizó justo en su regazo, y luego precedió a mirar a otros lados, como si nada pasara.

Amelie muy disimuladamente lo abrió, esperando que Cristina, a su lado, siguiera con la conversación que estaba teniendo con Draco.

Se halló con la bonita letra de Hermione, aunque, sólo había un par de palabras escritas.

"Encuéntrame en el baño"

Oh, eso decía mucho. La doblo con cuidado y se la metió en la bolsa de su sudadera azul.

Una mueca confusa apareció en sus rasgos: "¿De dónde demonios había sacado una pluma y pergamino?, se preguntó, y luego, "Bueno, es Hermione, ella siempre está preparada para todo" sonrío con cariño ante su propio pensamiento.

Posteriormente, se aclaró la garganta en voz alta;

—Ahora vuelo, iré al baño—anunció levantándose de su lugar.

Cristina fue la primera en responder a velocidad luz.—¡Iré contigo!

Pero Amelie se rio nerviosa y la volvió a empujar en su asiento, cuando Cristina hizo el ademán de levantarse.

—¡No!—se rio, casi sudando por los nervios del momento. No era buena disimulando.—Puedo ir sola, Cris. No soy una niña pequeña—, luego agregó, mirando específicamente a Robyn, que si necesitaba ser acompañada al baño—, sin ofender...

Y procedió a salir a pasos rápidos, sin esperar a que la rubia respondiera. Escucho el susurro de Orion a Blaise, detrás suyo:

—Mujeres, nadie las entiende...

Amelie camino por las escaleras, empujando con los codos a las personas que le estorbaban. Hasta que llegó a la zona, donde estaba hablado su padre con el ministro de magia. Los esquivo de manera sigilosa y se adentró hasta las puertas del baño, que justamente estaban al otro lado del pasillo por el que entraron.

Tan pronto entro al lugar, una mano la jalo hacia un cubículo del baño.

Se asustó mucho por unos segundos, no estaba acostumbrada a entrar en estos lugares. Ella era una niña mimada con un mansión enorme, que prácticamente tenía muchos baños. Así que si, estaba un poco disgustada.

—Soy yo, tranquila...—anunció Hermione con una sonrisa.

Amelie levanto la vista, para encontrase con los suaves ojos avellana, que había estado viendo disimuladamente, toda la noche.

—¡Casi me matas de un susto!—declaró con una mano en el pecho.

—Lo lamento mucho, solo que pensé que no querías que nadie nos viera...—murmuró con la voz apagada, mirando hacia abajo.

Y Amelie se sintió mal ante sus palabras, sin embargo, no dijo nada al respecto. No sabía cómo responderle sin mentir. Era cierto que no quería que la vieran hablando con ella, no porque estuviera avergonzada, si no, porque le traería problemas enormes.Y definitivamente, no quería volver a sentir sus huesos quemarse.

Se acercó hasta ella y le puso un dedo en la barbilla para obligarla a mirarla. Y dijo lo primero que se le vino a la mente:

—Entonces...¿Me trajiste aquí para una cita?—murmuró con dulzura.

A Hermione se le puso la cara tan roja, que por poco y se parecía a un tomate andante.

—¿Qué..? ¿Ci...cita?—tartamudeó, mirándola fijamente con sus ojos avellana dilatados.

Amelie se quedo un momento detallando su rostro antes de echarse a reír.

—Solo bromeó, Granger—alejó su mano con lentitud para adoptar una postura más confiada. Aunque, por dentro estaba muriéndose de vergüenza.

—Oh, yo de verdad creí...—se detuvo agitando su cabeza con torpeza.-No importa.

Pero Amelie no se detuvo, quería hacerla sentir mejor y que olvidara su ligera decepción con ella.

—Bueno, es que este—hizo un ademán hacia el baño en donde estaban metidas—, no es un buen lugar para una cita, ¿no crees?

Entonces Hermione se permitió sonreírle de nuevo.—No, no lo es.

—Me alegro que estemos de acuerdo. Ahora, ¿para que me llamaste? ¿Necesitabas algo?

—Bueno, es que compre algo para ti...—dijo mostrando el libro que tenía detrás de su espalda.

El cual, Amelie no había notado. Bueno, obviamente, la niña lo tenía escondido.

—¿Eh? ¿Por qué..?—murmuró con torpeza. Ya había pasado su cumpleaños y además, faltaba mucho para navidad.

—Por nada, Amy. Solo que lo vi en uno de los carritos de los vendedores y...—Se detuvo para que ella lo tomará—Pensé en ti.

Amelie lo sujeto entre sus manos, era un libro pequeño de color verde. Y cuando lo giro entre sus manos, pudo reconocer a la perfección, que libro era, por el nombre que tenía plasmado en letras doradas:

"QUIDDITCH A TRAVES DE LOS TIEMPOS"

—Estoy bastante segura de que ya lo leíste en Hogwarts, pero quería que lo tuvieras para ti misma, ya sabes—comentó Hermione, observando su reacción—. Pensé que sería lindo, ¿te gusta?

¿Qué si le gustaba? Demonios, si no estuviera en este sitio tan extraño, se hubiera puesto a dar pequeños brincos. Aún así, se tragó sus ganas de arrojase a Hermione para un abrazo. Estaba comenzando a acostumbrarme al contacto físico de ella.

—Es fantástico, Hermione. Me encanta, de verdad.—respondió con sinceridad.

Sabía que lo que decía la castaña era verdad, ella lo había leído en Hogwarts bastantes veces, y nunca pensó en comprar uno. Ahora, Hermione le cumplió un capricho que no sabía que tenía.

—Me alegro mucho, honestamente Harry quería robármelo porque era el único que quedaba, así que tuve que esconderlo en mi suéter todo este tiempo—soltó un suspiro, relajándose en su lugar.

—Típico de Potter.

Ambas soltaron una risa contagiosa. Estaban en un lugar poco inapropiado para hablar y, aún así, Amelie no quería irse.

Al menos eso fue hasta que escucho la voz de Theo, desde el otro lado.

—Dijo que iría al baño, ya no debe tardar.

—Bueno, será mejor que se apresure—contestó su padre.

—Iré a buscarla, señor Rosier—se ofreció Cristina.

Y Amelie maldijo mentalmente. ¿Siempre tenía que haber algo que la alejara de Hermione? Supo que si, cuando escucho la respuesta afirmativa de su padre.

Se giró hacia Hermione con una mirada de pánico, que trató de disimular.

—Vete ahora—indicó, aunque esta vez no sonaba triste, en realidad, tenía una sonrisa linda en la cara.

Fue un poco confuso.

—Te veré en Hogwarts. Y gracias por el libro, lo aprecio mucho—soltó, sintiendo su corazón dar un brinco, cuando Hermione de pronto la sujeto con fuerza de su suéter y la acercó a ella.

—Te veré en Hogwarts. Y no te olvides de escribirme—murmuró.

Y Amelie juro sentir su aliento tibió golpear sus labios.

Entonces, sin que se lo esperara, la empujó hacia la puerta del baño con fuerza. Amelie se tropezó con sus pies, apretando con fuerza el libro en su pecho.

Entro en pánico cuando vio algunas chicas mirarla con curiosidad.

—¿Día difícil, eh?—hizo un intento de sonrisa, señalando hacia el baño. Lo que no fue una gran presentación. Se dio media vuelta para huir, en dirección a la puerta, cuando las chicas le dieron miradas divertidas.—Mierda, que idiota eres...—murmuró para si misma saliendo del lugar.

Hermione dentro del cubículo, se estaba muriendo de risa.

Amelie salió del baño acomodando su bufanda verde y blanca, se metió en libro de Hermione en su suéter, tratando de apretarlo contra su estómago, de esa forma nadie se daría cuenta.

—¡Amelie!—gritó Robyn, desde la esquina del pasillo. Todos ya se encontraban ahí, esperando pacientemente por ella.

Cristina estaba unos pasos enfrente, en dirección hacia el baño. Fue una suerte que saliera antes de que ella entrara. Con pasos rápidos camino hacia ellos, empujando algunas personas en su camino. Aún estaban saliendo del estadio.

Algunos parecerían estar ebrios, que no se daban cuenta, de hacía donde debían dirigirse. Y, para su mala suerte termino chocando con alguien, cuando intento esquivar a un mago robusto.

—¡Maldición!—masculló, sintiendo que por poco y terminaba con la cara aplastada en el piso.

La persona con la que chocó la había sujetando del interior de su codo, con fuerza. Amelie recupero su postura, para terminar encontrándose con una chica, bastante alta, con el cabello castaño y una ropa bastante elegante. Tenía una mirada preocupada en el rostro, que muy pronto cambió a una sorprendida, en cuanto ella la miró.

—Lo lamento mucho, no fue intención—se alejó de la chica, un tanto incómoda por su tacto.

Sin embargo, la chica extraña no le dio ninguna respuesta, estaba parada, con la boca entre abierta y las mejillas rojas, mientras la miraba fijamente a los ojos.

Y Amelie, por instinto puso su mente en blanco, la chica se veía tan rara, que le pareció por un momento que quería leer su mente.

—¡Amelie! ¿Que haces? Vámonos ya—llegó Cristina de pronto. Acercándose para tomarla de la mano, y alejarla de la chica en trace.

La rubia tiró de su mano tan fuerte que casi se la arranca. Las dos llegaron con su padre, que esperaba con una sonrisa tranquila. Y, una vez estuvieron todos juntos, caminaron hacia la salida del estadio.

Amelie miró hacia atrás una última vez, para encontrase con unos ojos castaños, que, sin embargo, esta vez no le pertenecía a Hermione.

Que decepcionante.


[...]


Se removió incómoda en su lugar, apretando ligeramente su peluche de dragón, cuando sintió un roce en su mejilla.

Después de regresar del estadio, no pudieron conciliar el sueño de manera rápida, así que se quedaron despiertos tomando un gran vaso de leche, mientras hablaban del partido.

Y cuando Robyn se quedó dormida en el regazo de Amelie, su padre, dio finalizada la conversación, mandando a todos a dormir. Draco y Cristina tuvieron que ir a su propia tienda de campaña, que estaba justo al lado, mientras que el grupo de Amelie, solo tuvo que dividirse las enormes camas.

Lo que fue bueno, porque ella solía usar la cama completa, sin nadie de acompañante. Al menos, que tuviera una pesadilla.

—Amelie...Amelie—susurró una voz cerca de su oído.

Ella volvió a removerse en su lugar, comenzando a irritarse. Se aferró a sus sábanas en busca de calor.

—Quítate, yo lo hago—dijo otra voz en tono demandante.

Y de pronto, le arrebataron de las manos su peluche.

Abrió los ojos de manera rápida, cuando ya no sintió la presencian de sujetar algo entre sus brazos. Se encontró con dos chicos inclinados frente a ella, para ver si ya estaba despierta. Eran Theo y Blaise.

—¿Qué..? ¿Ya vamos a clases..?—balbuceó más dormida que despierta.

—No, aún no—respondió Blaise burlón—Vamos levántate, no tenemos mucho tiempo.

Ella le hizo caso, se quedó sentada en su lugar, observando a sus amigos tomar su bufanda y su suéter azul, que ella dejó en una silla, cuando se metió en la cama.

Miró a su alrededor, para encontrase con Robyn durmiendo en otra cama diferente, con una pierna fuera de las sábanas y los brazos hacia arriba, como si todavía estuviera animando al equipo de Irlanda.

Amelie no pudo evitar soltar una risita al verla.

—Levanta las manos, Amelie—indicó Theo, cuando se acercó a ella, con su suéter en manos.

Ella lo hizo, un poco confundida por ser despertada.

—¿A dónde vamos?.. ¿Y qué hora es?—cuestionó parpadeando para evitar quedarse dormida.

—Vamos a divertirnos un poco—sonrió Blaise, enredándole la bufanda con las firmas de los jugadores Irlandeses.—Y creo que son las doce de la noche, no estoy seguro.

Afuera de la tienda de campaña se podían escuchar las risas y gritos, de la gente que aún celebrará.

Amelie se vio arrastrada por sus dos amigos hasta la salida de la tienda, con cuidado de no despertar a su padre, ni a nadie más.

—Toma tú varita, Amy—susurró Theo.

Ella lo miró confundida. Pero el chico no le hizo mucho caso, y la empujó hacia Blaise, para que caminaran juntos.

—¿Por qué la varita? No podemos hacer magia fuera de la escuela.

—Solo por si las dudas.—respondió Blaise encogiéndose de hombros.

Amelie asintió, aunque no lo entendió. Y de todas formas los siguió a ambos, a través del mar de tiendas que se extendían por todos lados. Afuera los gritos eran muchos más ruidosos, las personas sí que sabían como divertirse.

Cruzaron a pasos tranquilos, hasta la zona más lejana de su tienda, cerca del bosque. Desde ahí, Amelie pudo distinguir a unos hombres sentados frente al fuego, con botellas de alcohol por todos lados. Ella pudo reconocer a la perfección a Lucius Malfoy entre ellos, el cual levantaba una botella de Whiskey de fuego con una sonrisa estupida en la cara.

Amelie no pudo evita hacer una mueca de asco, ante eso. Luego, Blaise la jalo de la mano para que siguiera caminando y ella tuvo que apartar la vista. Sin notar que Malfoy se dio cuenta de su presencia también.

—¿Ya casi llegamos?—preguntó por quinta vez consecutiva, mientras sus zapatos pisaban el suelo lodoso del bosque.

Había una luces brillantes en color rojo, que anteriormente se usaron para mostrarles el camino a las personas hacia el estadio.

—Ya casi—contestó Blaise, moviendo sus manos unidas de adelante hacia atrás.

—¿Dónde están esos dos?—preguntó Theo, mirando hacia sus alrededores.

Amelie lo miró con las cejas fruncidas. ¿Esperaban a alguien? Y entonces su pregunta fue respondida, antes de que pudiera hacerla.

—¡Bu!—gritaron dos chicos apareciendo desde atrás.

Amelie soltó un chillido de miedo, y apuntó su varita en el cuello de...

—¡Marcus! ¿Qué demonios? ¿Estás tratando de que te mate?—exclamó, mientras observaba al niño tragar saliva nervioso.

—¿Puedes quitar tu varita?—balbuceó.

Amelie soltó un resoplido antes de bajarla. Detrás de Flint, se encontraba Graham, tratando de esconderse en la espalda de su amigo. Ella lo miró con las cejas en alto, provocando que el chico soltara una risa nerviosa.

—¿Sorpresa?—dijo en un intento de sonrisa.

—¿Qué está pasando?—Se giró para mirar a Theo, y luego hizo un ademán hacia los dos chicos adolescentes—¿Y por qué están aquí estos dos?

Tanto Marcus como Graham, la miraron ofendidos.

—Queremos dar un paseo—respondió Theo, pasándole un brazo por los hombros.—Y tenemos que irnos ahora...¿Qué te parece una bolsa de bolas de chocolate?

Amelie no dijo nada más, mientras asentía emocionada. Theo le pasó la bolsa y ella prácticamente se las arrebató. No volvió abrir la boca en todo el camino, más interesada en comer sus dulces.

El grupo de cinco Slytherin, camino a través del bosque, hasta las tiendas de campaña de los búlgaros, donde se encontraron con los carteles de Krum, que parecían molestos. Flint, (que ya era mayor de edad), se encargo de utilizar su varita para pitarles bigotes enormes a cada Krum, que se le cruzaba. Solo porque a él no le parecía un tipo tan genial. Y Theo estaba de acuerdo.

En el camino, también vieron a muchas personas aún despiertas, bailando y riendo con música muy llamativa. Incluso, encontraron un grupo de veelas hablando animadamente con unos señores, que parecían dispuestos hacer todo por ellas.

—¡Mírame, mírame! ¡Puedo volar nena!—dijo un señor bajito, mientras movía sus manos como un ave.

—¡Eso no es nada! ¡Miren mis enormes músculos!—exclamó otro, arrancándose la camisa, dejando ver su enorme panza.

Ellos se estaban divirtiendo mucho con la escena, hasta que uno de los señores, intentó quitarse el pantalón. Sus amigos de inmediato, la arrastraron lejos.

Pasaron un pequeño arroyo, jugueteando a través de las piedras, mientras Flint, usaba su varita para arrojarles chorros de agua. Amelie sabía que terminaría enferma después, pero en ese momento, mientras oía las risas estruendosas de Theo, no le pareció tan importante.

Siguieron caminado a través de árboles y pinos. Amelie aferrada a la mano de Blaise, por miedo a perderse ahí. Aunque, sabía que sus amigos nunca la dejarían sola.

—¡Mira eso, Amelie!—señaló a un árbol gigante.
—¡Apuesto que puedo subir más rápido que tu!

—¡Imposible!—grito arrojándose hacia enfrente para empezar a trepar.

Termino ganando, cuando empujó "accidentalmente" la mano de Theo para que se resbalara. El Niño terminó cayendo de espaldas, encima de Graham con ruido estruendoso. Y por suerte no se lastimó. Pero si termino aturdido, con una sonrisa tonta en la cara.

Llegaron hasta la zona de los Irlandeses, donde la fiesta era más escandalosa que ninguna otra. La gente reía, bailaba y bebía alcohol, como si no hubiera un mañana. Parecían animales salvajes.
Se alejaron de ellos, hasta la entrada, rodeándolos para evitar confrontaciones, no sabían que clase de personas serían. Ademas, estaban repletos de alcohol.

El grupo de Slytherin, pasaban entre las tiendas haciendo bromas, y robándose los dulces que la gente dejaba en las mesas de afuera. Incluso, Flint pintó algunas banderas de Bulgaria en los tréboles solo para joder. No salió bien, termino en un hombre, rompiendo su tienda por llevar aquella bandera.

Fue trágico, y sin embargo, ellos se rieron, porque era gracioso ver a un hombre borracho, mientras no hiciera nada malo.

Amelie no conocía exactamente la hora, pero supuso que era tarde, ¿dos de la mañana quizás? No sabría decirlo con certeza. Pero aveces sus ojos solían intentar cerrarse por el cansancio. Así que sus amigos la llenaban de dulces, cada vez que la veían apuntó de dormirse en la espalda de Flint, el cual la había cargado en su espalda, luego de que ella se quejara por las piedras en el camino.

Incluso, hubo un momento, en el que juro haber visto a Hermione saludarla, a lo lejos, desde una tienda. Solo para terminarse dando cuenta, de que en realidad era una anciana, que agitaba su varita hacia ellos de manera furiosa.

Resulta que anteriormente, Amelie se había robado su tarro de cucarachas, solo porque pensó que a nadie le importaría si se los llevaba, para dárselos a su amigo cuervo.

Ademas, ¿quién demonios come esos dulces? ¡Son horribles!

Al final tuvieron que salir corriendo, porque ella se aferró al tarro, como si su vida dependiera de eso. Y no lo soltó en todo el camino, hasta que estuvieron lejos de la anciana que lanzaba maldiciones en su dirección.

Las personas mayores se ponía sensibles, supuso ella, mientras jadeaba por aire, se había estado riendo a carcajadas desde que salieron corriendo.

—¡Eso estuvo increíble!—exclamó mientras se pasaba la mano por el cabello—¡Hay que repetirlo!

Flint la dejo en el suelo, y luego precedió acostarse boca arriba.

—Lo dices...—jadeó—¡Por qué no estas cargado nada!

Ella lo miró ofendida. ¡Claro que estaba cargado algo! ¿Qué acaso no veía el tarro de cucarachas que tenía en sus manos? En fin, hombres.

—¡Mira Amelie, un vagabundo!—gritó Theo de repente, señalando hacia una esquina del bosque, donde un hombre estaba sentado a lado de una...¿Grajadora?..¿Gramadora? Ella no recordaba el nombre que Hermione le dijo. Sin embargo, pudo suponer que el hombre, era un nacido de muggles o un mestizo, quizás.

—Theo, no creo que sea un vagabundo—dijo ella, observando como el hombre, tenía la ropa desarreglada y no llevaba zapatos, pero, en sus manos había unos anillos al parecer de oro.

—Vayamos a saludarlo—sonrió Blaise, acercándose con Theo detrás.

—¿Qué..?—hizo una mueca.

Ninguno de ellos le respondió. Flint se levanto de su lugar con ayuda de Graham y, precedió a seguir a los niños.

Amelie piso duro con el pie, antes de acercarse hasta ellos. Con las cejas fruncidas, mientras miraba al hombre babear.

—¡Despiértalo!—empujo Flint a Blaise.

—¿Yo?—Se señaló con el dedo—¿Por qué no lo despiertas tú?

Ambos se miraron de manera retadora. Hasta que Theo hablo:

—¡Yo lo hago!—Se ofreció.

Ella lo miró como si fuera loco. Qué tal si los asesinaba por despertarlo. ¡Que miedo!

—Podría tener rabia—les dijo en un intento de voz baja.

No resultó. El hombre abrió los ojos sobresaltando.

Todos soltaron un gritó tremendo, que a ella se le terminó cayendo al piso el tarro de vidrio, esparciendo por todos lados las cucarachas. Blaise se aferró a Theo, tratando de treparlo con sus brazos y piernas.

El hombre soltó un gruñido bajo. Luego se estiró, ignorando su presencia. Hasta que se atrevió a sonreírles. O bueno, mas específicamente a Theo.

—¿Qué pasa chico, quieres bailar?—sonrió mostrando sus dientes amarillos. Además, su voz sonaba rara, casi afeminada.

—¿Quién yo?—se señaló Theo.

El hombre asintió, picándole a uno de los botones del objeto que producía la música, para que emitiera un sonido más fuerte. Theo se alejó unos pasos, totalmente incomodo, hasta que chocó con la espalda de Graham, que tenía una sonrisa burlona.

—Te reto a que lo hagas bailar—dijo en voz baja y burlona.

Amelie soltó una risa pequeña al imaginarse eso, luego, se acomodó en su lugar cuando Theo la miró, entonces negó con la cabeza.

—¿Y qué me vas a dar? Dinero tengo...—le susurró devuelta.

—Una cita, con una de las chicas mayores de nuestro grado...—sonrió Flint. Y esas palabras fueron más que suficientes.

Amelie no supo exactamente cómo demonios habían pasado de robar dulces, a estar animando a Theo y un vagabundo a bailar. Pero no se quejaba, aunque al principio no acepto la idea, ahora estaba con las manos arriba de la cabeza, dando pequeños saltos, mientras coreaban el nombre de su mejor amigo.

Theo se movía de un lado a otro, sujetando la mano del señor. No tenía idea de lo que estaba haciendo, pero al menos lo intentaba.

—¡Vamos Theo!—gritó Blaise aplaudiendo.

—¡Theo, Theo!—coreaba ella y Flint con carcajadas de intermedio. Graham en cambio, estaba silbando.

Amelie sintió su corazón brincar con tanta alegría, que juro sentir el suelo bajo sus pies temblar. Y luego, lo sintió otra vez, mientras observaba a Theo darle vueltas al vagabundo de la mano.

Se quedó quieta en su lugar, con su sonrisa borrándose de poco. Se giró hacia la fiesta que aún estaba detrás de ellos, los gritos de alegría aún se escuchaban. Pero, había algo diferente, era casi como si detrás de todo eso, alguien no estuviera gritando por felicidad, si no más bien, por terror.

Amelie se alejó unos pasos, hasta observar el alboroto. De fondo aún estaban sus amigos riéndose y aplaudiendo. Entonces, el sonido a su alrededor se detuvo solo para ella.

—Oigan—llamó—¡Oigan chicos!—gritó para girarse hacia ellos cuando no escucho sus respuesta.

En aquel momento un explosión retumbó por todo el lugar, provocando un temblor. Amelie cayó en el suelo con fuerza, el objeto de la música se estrelló contra el piso. Y el sonido de los gritos se escuchó con más claridad.

No estaban festejando, estaban huyendo aterrados.

—¡¿Qué demonios fue eso?!—gritó Flint con terror.

Todos se encontraban en el piso, observando a la distancia el humo que se alzaba. De pronto en ese mismo lugar, por la entrada que ellos habían pasado, se alzaron cuatro figuras, una a una.

—¿Qué es eso?—chilló ella con miedo.

—¡Oh, mierda, mierda! ¡Amelie levántate!—gritó Flint, acercándose hasta ella para tomarla del brazo.

Pero ella no apartó sus ojos de las figuras oscuras. Y entonces, otra explosión ocurrió, más cerca que antes, provocando que el fuego iluminara todo a su paso. Era una familia completa, la que estaba levitando frente ellos como simples muñecos. Un hombre, una mujer y sus dos hijos.

—¡Son muggles!—lloró Theo señalándolos con terror.

—Tenemos que irnos—dijo Flint, jalándola del brazo con fuerza.—¡Ahora, vámonos!—gritó empujando a Theo y Blaise por la espalda.

Amelie se vio arrastrada lejos del caos, Flint los condujo a través de las tiendas de campaña. Estaba nervioso y no paraba de gritar que corrieran más rápido.

—Estaremos bien, no te preocupes, Amelie—masculló mientras levantaba su varita.

El mar de personas que gritaban, parecían acercarse más y más, en su dirección. Y las figuras en el aíre también lo hacían. Algo estaba pasando, algo muy malo. Y Flint parecía saberlo mejor que ninguno.

—No pasara nada, solo tenemos que llegar a nuestro campamento...—miró en todas las direcciones, tratando de saber cómo regresar.
—¡¿Donde demonios está el campamento?!—gritó con desesperación.

—¿Qué demonios está pasando Flint?—murmuró ella con temor.

A su frente pasaron corriendo una pareja, casi empujándolos fuera del camino. El hombre tenía un enorme corte en el ojo, que dejaba un rastro de sangre en el piso. La mujer a su lado, cargaba un bebé, que colgaba su cabeza hacía atrás como si estuviera muerto.

—No te separes, Amelie—trago saliva Theo, sacando su varita. A este punto todos la tenían en sus manos.

Un explosión ocurrió de nuevo, eliminando las tiendas de campaña cercanas, dejando el rastro de los gritos desgarradores de mujeres, hombres y niños. Entonces ella los vio, unos hombres moviéndose juntos, con máscaras y trajes negros. Movían sus varitas de un lado a otro, jugando con los muggles en el aire. De pronto, uno de ellos hizo girar a la mujer muggle para que quedara de cabeza, mostrando ante todos sus enormes bragas. Ella hizo lo que pudo para taparse mientras la multitud, abajo, chillaba y abucheaba alegremente.

Amelie lo supo en aquel momento, se trataban de Mortífagos, seguidores de Voldemort. Entonces ella se preguntó si su familia también estaba ahí. ¿Su abuelo? ¿Sus padres?

—¡No mires eso, Amelie! ¡Vámonos!—le gritó Graham, tomándola del brazo para tratar de alejarla del caos.

Pero fue imposible, ya estaban en el. La gente pasaban corriendo a sus alrededores, empujándolos fuera del camino para esconderse en el bosque. Sin embargo, Flint no los estaba guiando hacia allá para mantenerse a salvo, él los estaba llevando hacia su propio campamento, que casualmente estaba detrás de los Mortifagos.

—¡No pasara nada, solo tenemos que mantenernos juntos!—grito Flint a través del ruido desgarrador de las personas.

Amelie observo a la gente a su alrededor, que la golpeaba para quitarla de su camino. Había mujeres cargando a sus hijos. Hombres llorando en el piso, mientras observaban a sus familias ser atacadas. Niños buscando a sus madres, a través del caos.

Fue desgarrador saber que no podía hacer nada más que mirar.

—¡Ayuda, por favor!—gritó de repente una voz conocida.

Amelie se detuvo de forma inmediata, a través del las tiendas en llamas, se lograba ver una figura en el suelo. Era el señor pequeño y calvo, que les había dado un recorrido antes. Estaba llorando mientras pedía ayuda.

Flint miró en su dirección, y no lo pensó dos veces antes de negar.

—¡De ninguna manera!—gritó con fuerza.

Pero ninguno de los tres lo escucho, ya estaban corriendo hacia el.

—¡Debemos ayudarlo Flint!

Se acercaron hasta donde estaba, logrando ver que tenía la mitad de las piernas atrapadas en un gran trozo de madera y escombros. No se podía mover porque la gente pasaban pisándolo, sin importarle sus gritos de dolor.

—¡Amelie, por Salazar! ¡Tenemos que irnos!—exclamó Flint con ansiedad.—¡Tú padre me matara si te lastimas!

—¡Entonces ayúdame! ¡Usa tu maldita varita!

El hombre pequeño bramó en alegría al salver que lo ayudarían. Por su boca le escurría sangre, que se le dificultaba hablar, aún así agradeció con los ojos llorosos.

—¡Gracias! ¡Por favor, no me dejen!

Y ella no lo haría, tal vez estaba temblado de miedo por los Mortífagos que se acercaban, pero no lo dejaría.

—Levantemos los escombros—dijo Graham, sujetando con fuerza la madera—. Flint, usa tu varita.

—¡Maldición! ¡Son unos niños estupidos!—les gritó, antes de levantar su varita y con un simple hechizo, tratar del levantar los escombros.

De fondo aún, se podían escuchar las explosiones y voces aterrorizadas. Amelie aplicó toda su fuerza en sus brazos, mientras frente a ella, aún podía ver a la gente correr.

Un hombre anciano pasó a su lado, golpeándola con su codo, tenía el ojo manchado de sangre, como si se lo hubieran arrancado.

—¡Vienen por nosotros! ¡No quiero morir!

Otra mujer, muy lejos de ellos, soltaba gritos desgarradores mientras sostenía un bulto, envuelto en sangre.

—¡Mi bebé! ¡Mi pobre bebé!

Amelie cerró los ojos, tratando de evitar ver el caos pero, le era imposible no escuchar a todas las personas que pedían ayuda.

—¡Mami! ¡Quiero a mi mami!

¡Ten piedad!—

—¡Me quemo, duele!

Lágrimas silenciosas salieron por su rostro. Ella solo quería divertirse con sus amigos, quería comer más dulces de colores extraños, quería fastidiar a las ancianas que les gustaban los tarros de cucarachas. Pero sobre todo, quería a su padre y a su hermano. Necesitaba que le dieran un abrazo, asegurándole que todo estaría bien.

Pero, ¿cuando fue la última vez que todo estuvo bien en su vida?

Hace solo unos segundos y, al final, se derrumbó.

Gruño mientras enjugaba con fuerza la madera, logrando liberar el cuerpo del hombre.

—¡Oh, por Merlin!—jadeó Blaise.

Amelie abrió los ojos con rapidez, para encontrase con una escena que recordaría por siempre. El hombre estaba partido a la mitad, con un montón de sangre escurriendo de su parte inferior.

—¿Qué?..¡¿Qué sucede?!—gritó en pánico. Entonces se atrevió a mirar su cuerpo. Un gritó desgarrador se abrió paso en su garganta, que paralizó a los cinco adolescentes.

Todos apartaron la vista de inmediato. Graham se giró con rapidez hacia otro lado, para vomitar. Flint bajo su varita, para mirarse los pies, mientras pequeñas lágrimas se arremolinaban en sus párpados.

Tal vez les gustaba reírse con el sufrimiento de la gente, burlarse de los menos afortunados. Y todos los reconocían como personas horribles, sin sentido común.

Pero, eso no tenía ni un poco de verdad. Eran solo niños. Niños pequeños, que se asustaban de sus familias. Qué aveces lloraban por las noches, al no ser suficientes. Y, que sin lugar a dudas, estaban aterrorizados por las atrocidades que está noche estaban presenciando.

—Te...Tenemos que irnos...—balbuceó Flint, aún con sus ojos en el piso.

Amelie se movió hacia él, con intenciones de irse y esconderse como una cobarde.

—¡No, por favor! ¡No me dejes así—jadeó el hombre sujetándola del tobillo; Escupió sangre manchándole sus zapatos.—Ayúdame...¡Ayúdame con el dolor!

Ella lo miró aterrorizada por sus palabras. A su frente las figuras se dieron cuenta de su presencia. Y un hombre en específico, tenía sed de venganza.

—¿Qué...qué? No pudo hacer eso—negó con la cabeza cuando se dio cuenta de lo que quería.

—¡Por favor! ¡Quita mi dolor!

—¡No, no, no!—negó cerrando los ojos y tapándose los oídos con sus manos. Su respiraron comenzó a ser más pesada cada vez.

—¡Déjala!—gritó la voz de Theo.

—¡Por favor, dulce niña!

—¡No puedo! ¡No quiero!

Y entonces el hombre dejó de hablar, comenzando a atragantarse con algo. Amelie abrió los ojos cuando sintió que le apretaba el tobillo con dureza, lastimándola.

Un sollozo se abrió paso en su garganta, al verlo. Tenía una soga en el cuello, que lo estaba ahorcando. Uno de sus amigos, había cumplido la petición del pobre hombre.

—¡No mires, Amelie!—llamó Graham, tomándola de las mejillas.—Mírame a mi...—susurró, pasando con delicadeza los pulgares, por sus mejillas machadas de lágrimas.—Todo está bien ¿okey? Nadie va a lastimarte...

Ella asintió, aferrándose al suéter del chico frente a ella, hasta que sintió que el hombre aflojaba su agarre en su pierna. Había muerto, solo que esta vez no sufriría más. Su propia magia lo estaba tratando de curar inconscientemente y eso solo le provocaba más dolor.

Al menos ya no estaba gritándole, pensó Amelie con amargura.

—Tenemos que irnos—habló Flint, bajando su varita.—Debemos...

No termino de hablar porque una maldición cayó en su pecho, lanzándolo lejos, hasta que aterrizó con un ruido sordo.

—¡Flint!—gritó ella, observando la forma en que no se movía.

—Pero mira que tenemos aquí—se burló un hombre. Que hasta hora no habían notado.

Frente a ellos, había tres hombres encapuchados. No podían verles el rostro, pero sabían que estaban sonriendo.

—¿No estás asustada, pequeña Rosier?—masculló una voz grave, distorsionada por la máscara.

Graham la colocó detrás de él, por instinto. Amelie sacó su varita y la sujeto con fuerza en su mano izquierda. Estaba temblando con miedo, pero eso estaba bien, porque es el primer paso para ser valiente.

Detrás de ellos, las demás figuras encapuchados seguían haciendo destrozos, jugando como titiriteros con los muggles.

—Por favor, no nos lastimen...—habló Graham, tendiendo en cuenta quienes podrían estar detrás de esas máscaras.—Solo estábamos jugando.

Desmaius—gritó uno de ellos, arrojándolo contra Graham.

Amelie lo miró caer frente a ella, inconsciente.

Los hombres se burlaron con risas estruendosas, sin importarle haber atacado a un niño.

—¡Amelie!—llamó Blaise.—¡Los detendré, vete!—exclamó levantado su varita. Y sin que ella o Theo se lo esperaran gritó: "Fumus"

Una inmensa nube de humo gris los cubrió de pronto. Bloqueando la vista de todos, a ellos incluidos. Amelie encerró los ojos tratando de ver a través del humo oscuro.

—¡Mocoso insolente!—gruño una voz de repente—¡Bombarda Maxima!

Una explosión los golpeó a los tres. Amelie cayó al suelo aturdida con la vista fija en el cielo estrellado. Podía sentir sangre gotear de su frente y mejilla. Se quedó ahí unos segundos, hasta recuperar su audición.

—¿Theo?..—susurró—¿Blaise?

—Amelie, ¿estas bien?—pronunció uno de ellos, no puedo reconocer quien era.

Se colocó con torpeza de pie, sujetando aún su varita. El humo comenzaban a esparcirse, dejando ver a las tres figuras con sus varias en alto, mostrando una luz resplandeciente.

—Amelie—lloró de pronto, una voz a su frente.

Ella se acercó con cuidado, solo para encontrase con Theo arrodillando, sujetando la mano de alguien, que se encontraba bajo un montón de escombros. Era Blaise.

—No, no, no—murmuró, negando con la cabeza. Hace menos de una hora, su amigo estala mostrando su sonrisa y ahora no podía ni verlo.

Ellos habían lastimado a sus amigos, los hirieron como si no fueran nada. ¿Como se atrevían? ¿Y ella solo se quería ahí, sin hacer nada? No. Ellos pagarían por lo que hicieron, con fuego y sangre.

—¡Vamos pequeña Rosier! ¡Sal de tú escondite!—se burló un Mortifago, agitando su varita.

Ella levanto la  mirada decidida. Sus ojos grisees resplandecían con un fuego intenso. Esta vez no estaba temblando de miedo, no, esta vez estaba temblando de enojo puro.

Querían a la pequeña Rosier, entonces la tendrían.

Se alejó de Theo, que lloraba en silencio. Y levanto su varita, sintiendo su magia florecer desde su corazón, hasta la punta de sus dedos. Aún salían lágrimas de sus ojos, pero no se dio la vuelta para correr. No. Plantó su pies en el suelo y con toda la valentía que tenía se atrevió a hablar.

—¡Cómo te atreves a lastimar a mis amigos! ¡Seres repugnantes!—masculló sintiendo el odio correr por sus venas.

Los tres hombres se giraron para mirarla. El del centro, que parecía más decidido a lastimarla, se acercó. Y al igual que ella levanto su varita.

Una simple oportunidad. Un duelo de magia.

Entonces ella se tragó el nudo en su garganta y aceptó que su destino probablemente era sufrir por la eternidad. Quizás la profecía de la profesora Trelawney, tenía razón. Su libertad llegaría solo en la muerte.

Así que, se aseguraría hasta entonces, de quitar algunos peones inservibles de su camino.

—¡Confringo!—gritó. Y de la punta de su varita salió un rayo naranja, que impactó con fuerza, provocando una explosión.

Observó a los tres esquivarlo. Y entonces el duelo comenzó. Tres contra uno. Mortífagos contra una bruja promesa.

Theo se encogió en su lugar, sin dejar de tomar la mano de Blaise. Estaba asustado, si, pero jamás dejaría a sus amigos.

—¡Confundo!—masculló una voz detrás de ella.

—¡Protego!

Los hechizos veían de diferente direcciones, que aveces le costaba verlos con claridad. Aunque, siempre terminaba esquivándolos. Uno a uno, movía su varita con velocidad. Nunca había estado en un duelo real, pero por la forma en que se movía, parecía que si.

—¡Incendio!—masculló uno con voz burlona, apareciendo detrás de Theo. Amelie se quitó del camino a tiempo, provocando que unos árboles detrás de ella se incendiaran.

¡Incarcerous!—gritó ella de vuelta, cuando lo vio intentar tomar a de Theo del cuello. El hombre terminó con gruesas cuerdas por todo el cuerpo. Casi aplastándolo. Cayó al piso con un fuerte golpe, moviendo su cuerpo de un lado a otro, con desesperación.

Se había descuidado solo un segundo para lanzar ese hechizo y proteger a su amigo, que olvido a los demás. Amelie giró la vista de inmediato al escuchar el gruñido de un Mortífago.

¡Diffindo!

El hechizo de color escarlata, iba justo a su pecho. Sin embargo, logró esquivarlo por poco. Logrado que una gran cortadura se instalara en su brazo derecho. Le dolía tanto que apenas y podía moverlo. No quería imaginar qué sucedería si le diera en el pecho.

—¡Ja! ¡La golpe!—se burló el mago, bajando su guardia para echarse a reír.

Ella tomó la oportunidad que le dió.

¡Impedimenta!

Y el hombre cayó hacia atrás con un ruido sordo.

—¡En un duelo nunca debes bajar la guardia!—gruño, recordando las palabras de su abuelo.

El mortífago se levantó con rapidez, aturdido. Ella no le dio oportunidad alguna y lo volvió atacar:

—¡Orbis!—apunto a sus pies y el suelo comenzó a comérselo, como si fueran arenas movedizas.

El hombre gruño, tratando con su varita de deshacerse el hechizo. Estaba comenzando a entrar en pánico, al igual que el otro, que seguía atado con las cuerdas.

—¡Desmaius!—gritó el encapuchado, que parecía tenerle más odio. Como si ella le hubiera hecho algo.

—¡Protego!—Gruño¿Es todo lo que tienes? ¿Acaso no puedes con una simple niña? ¡Hombre patético! ¡Confundus!

El hechizo trasparente lo golpeó en la cabeza. El Mortífago se tambaleó hacia atrás desorientado. Y aún así, se atrevió a intentar hechizarla.

—¡¿Cómo te atreves, mocosa?! ¡Desmaius!

Ella desvió su hechizo con rapidez. Y entonces el apuntó su varita con más decisión:

—Cruci...¡Grrr!—gruño cuando de pronto un enorme cuervo lo rasguñó en la máscara, traspasándola y lastimando su rostro.

Ese cuervo, era el suyo. El animal voló de un lado a otro, soltando chirridos escalofriantes. Hasta que aterrizó justo en el hombro de su dueña, recreando una profecía, que los Mortífagos debieron haber recordado.

—¡Nyx!

Los dos magos oscuros, se colocaron uno a lado del otro. Esta vez con todas las intenciones de lastimarla.

—Este juego, se acabo...—murmuró Amelie, levantando su varita, al mismo tiempo que los dos hombres. Solo que ella apuntó hacia el cielo oscuro.—¡Avis!—gritó. Y de la punta de su varita salieron una Bandada de cuervos.

Los dos mortifagos retrocedieron unos pasos. Sorprendidos por la magia que estaban percibiendo. Era casi igual a la de...

Apuntó su varita hacia los dos—¡Oppugno!—Gritó. Y la Bandada de cuervos volaron hacia ellos, con las mismas intenciones de herir, igual que su dueña.

Amelie aprovechó el momento para salir corriendo hacia Theo, que seguía hecho bolita en el piso. Tenían que irse ahora, porque ya no podía sentir su brazo derecho.

—¡Theo! ¡Tenemos que irnos!—lo llamó.

Su amigo levanto la vista, estaba pálido y se sujetaba el estómago con fuerza.

—¡Mierda! ¿Estás herido?

El la ignoro, para mirar al chico moreno.
—¿Dejaremos a Blaise?

—Volveremos, lo prometo...—dijo, tomado la mano de Blaise para deslizarle el anillo de los Black. No iba a romper una promesa.

Y Theo asintió, dejando que Amelie le pasara un brazo por la cintura.

Detrás de ellos, se escuchaban los gritos de furia de los mortifagos, sin embargo, ninguno se atrevió a mirarlos. Se adentraron en el bosque oscuro. Con Nyx, siguiéndolos desde los aires.

Caminaron por una eternidad, o al menos así es como se sentía.

Sus jadeos, era lo único que se escuchaba. Theo no hablaba, por las pocas fuerzas que tenía. Y ella no se quedaba atrás. Estaba agotada. Lo había intentado curar con su varita, pero fue imposible, no tenía fuerzas. Además, no era buena con eso.

—Tenemos que detenernos..—masculló Theo.

—Lumos...—susurró Amelie. La luz alumbró el bosque. Podían escuchar el sonido de las voces de ansiedad, que trataban de mantenerse calladas.

De pronto, escucho pasos que se acercaban a ellos. Amelie tembló con miedo.

—¿Quién está ahí?—dijo una voz suave. Ella la reconocía mejor que nadie.

—¿Hermione?—susurró. Su voz ronca resonó a través del bosque oscuro.

—¿Amelie?

Entonces tres figuras se dieron a conocer, era el trío de oro. Y tan pronto los vieron repletos de heridas y sangre, retrocedieron unos pasos. A excepción de Hermione, ella permaneció mirándola a los ojos.

Hace unos momentos se habían encontrado con Draco Malfoy. Y el parecía muy tranquilo. Sin embargo, cuando Ron mencionó a Amelie, su estado cambió, como si estuviera preocupado.

—¿Estás herida?—cuestionó Hermione, mirando la sangre que goteaba de su frente y mejilla.

Amelie agito la cabeza con rapidez. Si estaba herida, pero no muriéndose. No como su mejor amigo, al menos.

—¿Qué? No, es Theo—señaló al chico.

Ron apuntó su varita hacia el, logrando alumbrar su camisa ensangrentada y su estado pálido.

—¿Por qué no lo has curado?—indagó Hermione acercándose hasta ella, unos pasos.

Amelie estaba comenzando a desesperarse por la poca energía que le quedaba. Y su amigo no paraba de sangrar.

—¡Ya lo intente!—exclamó—. ¡No soy buena con los hechizos de curación!

Hermione la miró incrédula.

—¡Pero dijiste que podrías curarme!

—¡Solo quería impresionarte!—le gritó moviendo su varita de manera rápida—. Además, tu herida era pequeña. ¡Mira la de Theo! ¡Se va a morir!—lloró.

Su amigo a su lado, la miró alarmando.

—¡¿Me voy a morir?!

De pronto un ruido provino de la oscuridad del bosque, por donde no llegaba la luz de sus varitas. Parecía que alguien se acercaba a ellos, dando fuertes pisadas.

Amelie dejó a Theo recargado en un árbol, para poder apuntar con su varita.

—¿Quién está ahí?—habló, acercándose hasta Hermione para tomarla de la mano. Y con suavidad colocarla detrás de ella.—¡Muéstrate!

Entonces los pasos se detuvieron de repente. Solo se oyó el silencio del aire, sin embargo, Amelie tenía la sensación de que había alguien más allá de su visión.

Y entonces, sin previo aviso, una voz diferente de cualquier otra que hubieran escuchado, desgarró el silencio. Y no lanzó un grito de terror, sino algo que parecía más bien un conjuro:

—¡MORSMORDRE!

Algo grande, verde y brillante salió de la oscuridad y se levantó hacia el cielo por encima de las copas de los árboles.

Amelie retrocedió con terror, sus piernas temblaron hasta caer en el suelo sucio. Frente a ellos, se alzaba la figura de una calavera de tamaño colosal.

Era su marca. La marca del señor Oscuro.

Y Amelie confirmó entonces, que la estupida profecía, que trató de evitar en sus pensamientos, había dado comienzo.

Y apenas tenía catorce años.



≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺


Me tarde, lo sé. Pero resulta que tenía el capítulo desde hace dos días. Y bueno, me fui muy tranqui a un partido de Basquetbol. Y resulta que cuando regrese para subir el cap. ¡No se guardó la mitad del capítulo! ¿Cómo por qué? No tengo idea. Así que me enoje y maldije a Wattpad como veinte veces seguidas. Y me fui a dormir enojada.

En fin. ¿Estuvo fuerte el capítulo? Pues no tanto. (Creo) De todas formas, quiero que tomen en cuenta que esto es un FANFIC. Y resulta que me gustan las cosas oscuras. Así que si, es probable que las escenas sean fuertes. Dependiendo de mi estado de ánimo.

Entonces, traté de hacer esa escena del duelo, de la mejor manera posible. (Teniendo en cuenta que se borró la primera vez que lo hice) Así que espero haberlo hecho bien. (Díganme que si, o me deprimo)

Como sea. Adiós. Y gracias por el apoyo tanto aquí, como en Tiktok. Besos a todxs.

Continue Reading

You'll Also Like

5.2K 288 38
(Kate Bishop x Famale Reader) Pensaste que ella sería todo lo que odiabas. La historia no es mía, solo la traduje al español. No tengo los derechos.
98.7K 7.1K 29
un joven de 22 años, fanático de Ben 10 viaja a ese universo luego de morir en un trágico accidente, estará preparado para enfrentar los peligros de...
47.1K 4.5K 22
"Le doy mi corazón entero en sus manos, haga lo que quiera con el, romapalo, úselo, ilusionelo, pero no me abandone, profesora Black"
3.9K 356 100
Los protagonistas de esta historia son Nicolás Bauer, un arquitecto que se volvió mujeriego tras una relación fallida, y Cielo Mágico, una alegre pro...