"WONDERWALL; Hermione Granger"

By August_dann

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❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos est... More

"Prólogo"
El prisionero de Azkabán
⭑ "Primer trauma del año"
⭑ "Nuevas reglas"
⭑ "Draco y su mala suerte"
⭑ "El boggart del armario"
⭑ "Sirius Black"
⭑ "¿Augusta o Hermione?"
⭑ "El partido de Quidditch sale mal"
⭑ "Dia de hospital"
⭑ "Hogsmeade"
⭑ "Un nuevo Rosier"
⭑ "Disculpas y ranas de chocolate"⭒
⭑ "¿Cita?"
⭑ "Tú"
⭑ "Como una puesta de sol"⭒
⭑ "Bienvenida con postres a media noche"⭒
⭑ "Salamandras y un perro mañoso"
⭑ "Patronus"
⭑ "Amelie contra Ravenclaw"
⭑ "Una perfecta heredera"
⭑ "Me besaste"
⭑ "Tejones contra Aguilas"⭒
⭑ "Como hacer enojar a un Rosier. By: Draco Malfoy"⭒
⭑ "Black odia a los pelirrojos"
⭑ "¿Potter perdió la cabeza?"
⭑ "Copa de Quidditch"
⭑ "Predicción"
⭑ "Un perro, dos gatos y una rata"
⭑ "Accidentalmente asesine a mi profesor de pociones"
⭑ "El secreto de Hermione"
⭑ "Plumas de azúcar"
El cáliz de fuego
⭑ "Beautiful girl"
⭑ "Starry eyes"
⭑ "Happy birthday, Amelie"
⭑ "Dollhouse"
⭑ "Un ángel en el infierno"
⭑ "Comida hecha de esclavitud"
⭑ "Los increíbles hurones botadores"
⭑ "Maldiciones Imperdonables"
⭑ "Feliz cumpleaños, Granger"
⭑ "Enemigo con rostro bonito"
⭑ "¿Ojoloco Moody?"
⭑ "Potter, the flying boy"
⭑ "Smithereens"
⭑ "When you know, you know"
⭑ "Problemas, problemas y más problemas"
⭑ "Desamor"
⭑ "Juramento Inquebrantable"
La Orden del Fénix
⭑ "Casa Black"
⭑ "Regulus A. Black"
⭑ "Slytherin, Gryffindor and Ravenclaw"

⭑ "Sunlight"

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By August_dann

[21 de Agosto, 1994]

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—¡Amelie, tienes que concentrarte!—exclamó su padre sosteniendo su varita frente a ella.

Un jadeo salió de sus labios, intentando recuperar el aliento. Alejar a alguien de tu cabeza no era nada fácil. Mucho menos cuando ese alguien, era un hombre experimentado el arte de la Legeremancia

—¡Eso intento!—resopló, dejándose caer en el sillón detrás de ella.—Eres malo, no me das oportunidad alguna.

Laurent suspiró cansado.—No creo que en un ataque real hacia tu mente, la otra persona te de piedad—masculló con desdén.

Amelie no pudo evitar rodar los ojos porque en realidad tenía razón. Su abuelo no había tenido piedad con...

—No, no, no—murmuró para sí misma tratando de evitar recordar aquella noche.

Un mes más pasó volando. Y desde los sucesos en la cabaña, ella no había vuelto a pisar ese lugar, su abuelo le permitió pasar la otra mitad de las vacaciones en la mansión.

Fue agradable, no tenía que preocuparse por muchas cosas, sin embargo, después de un par de días, comenzó a sentir la necesidad de hacer algo, cualquier cosa para mantener a su mente ocupada de sus pensamientos.

Al principio pasaba constantemente las mañanas, tardes y noches, visitando al elfo doméstico Kreacher. Ella le contaba los libros que había estado leyendo, las nuevas pociones que aprendió, incluso, le habló sobre su emoción por ir al mundial de Quidditch con sus amigos.

El viejo elfo la escuchaba atentamente, sin interrumpirla.

Y ella descubrió que era por qué le recordaba a su anterior amo, Regulus.

Amelie no creyó que se parecieran en nada, había escuchado a su madre hablar un par de veces sobre su hermano, sin embargo, todas esas veces repetía las mismas cosas. Su tío Regulus era un purista de sangre respetado y, el heredero del apellido Black.

Quizás tenían un titulo en común que fue dado por sus familias. Pero eso era todo. Y realmente esperaba que Kreacher lo comprendiera. Pues desde esa noche cuando le contó frente a sus amigos que había llegado a la mansión Rosier por llamado de su madre Adhara para cuidarla, no paraba de seguirla.

A ella no le importaba, de hecho estaba feliz de tener un nuevo compañero a su lado; Sin embargo, prefería hablar con él, en la comodidad de las cocinas. Ahí, nadie la escucharía preguntarle al elfo sobre la antigua familia Black.

Y por esa y más razones lo visitaba todos los días.

Además, después de que ella le pidiera a su padre clases de oclumancia para aprender algo nuevo mientras estaba en casa, los postres que Kreacher le preparaba siempre la recargaban de energía. Así que era agradable tener un nuevo elfo de amigo.

Aunque, Amadeus no estaba muy contento con su presencia; Se sentía remplazado, solo porque ella prefería la comida de otro elfo.

Amelie le dejó en claro como más de diez veces que nadie podría cambiarlo, aún así, Amadeus parecía tener una competencia silenciosa con Kreacher, del la cual el viejo elfo no estaba enterado.

—¿Estás escuchando?—preguntó su padre moviendo la mano de un lado a otro, frente a ella.

Amelie sacudió la cabeza con rapidez, tratando de concentrarse en lo que había dicho.

—Lo lamento...—murmuró con timidez.

Laurent suspiró con cansancio. Así es como habían estado trabajando todos los días. Su padre le explicaba algo complejo, y ella no prestaba atención por todos los pensamientos que se arremolinaban en su mente, cuando se suponía que debía mantenerla en blanco.

—Amelie, nunca aprenderás si no me escuchas—se levantó de su lugar para indicarle que se preparará.—Lo haremos de nuevo.

Una mueca apareció en su rostro sin poder evitarlo. Había estado sentada en ese sillón por más de dos horas. Su padre estaba siendo suave con ella, lo sabía. Por qué hasta ahora, no sufrió ningún colapso nervioso como Orion.

—Está bien, adelante—sé acomodó en su lugar para mirarlo directamente.

Laurent levantó la varita frente a ella una vez más. Y un hechizo de color blanco salió disparado hacia su cabeza, su padre era un experto en magia no verbal.

Amelie sintió un ligero dolor en la cabeza, sus ojos se cerraron por instinto, y su cabeza cayó recargada en el sillón. De pronto, se encontraba parada frente a un pasillo enorme, que se extendía por todos lados, como un laberinto sin salida; A sus lados había un montón de puertas cerradas, con cuatro diferentes colores: naranja, amarillo, rojo y negro.

Se suponía que debía crear un sistema para mantener sus recuerdos protegidos de cualquier intruso. Y por alguna extraña razón su mente imagino aquello sin ningún problema.

Camino hacia enfrente con cuidado, observado con detenimiento cada puerta; Aún tenía que averiguar cómo funcionaba cada cosa. Era una creación de su subconsciente, por lo que era un poco difícil saber su función.

La mente puede ser engañosa en ocasiones.

Giró hacia la derecha en el pasillo, solo para encontrase con su padre a punto de abrir una puerta de color naranja.

El no podía verla a ella, ni tampoco el color de cada puerta, lo supo cuando su padre dijo que todo era de un color gris opaco.

Quizás se debía a su estado de ánimo. Ultimamente no se encontraba feliz consigo misma, ni con su vida.

—¿Intentarás abrirla?—murmuró con suavidad, pero él no la escucho.

Laurent lo hizo. Tomó la manija de la puerta y la giró.

Un dolor punzante comenzó en su cabeza después de eso, trató con todas sus fuerzas de mantenerlo a raya, con una puerta tras otra, pero su padre podía abrirlas con facilidad.

Y entonces él entro en su recuerdo, como todas las veces anteriores.

—Se supone que debes detenerme...—murmuró con burla.

Todo dentro de su mente se volvió claro, hasta que las imágenes del recuerdo aparecieron con un destello de luz.

Su pequeño yo de once años, con el cabello negro brillante, se encontraba parada a lado de Blaise, sujetando su manga con nervios. Sus otros amigos estaban sentados en la mesa Slytherin, después de ser seleccionados.

Ella también debía estar ahí o sería una vergüenza para su familia.

—Está bien, Amy. Tranquila—susurró Blaise con suavidad, al verla incómoda por los gritos que llenaban el gran comedor.

Hace unos minutos el grandioso Harry Potter había sido seleccionado para la casa Gryffindor. Ella lo vio, sentado con una sonrisa genuina por aquel recibimiento.

—¡Rosier Amelie!—gritó la profesora McGonagall, llamando la atención de todos.

Se acercó con cuidado, una mirada decidida pegada en su rostro; A su frente estaban sentados los demás profesores. Snape fue el primero y el único que le envió una señal de aprobación para indicarle que lo estaba haciendo bien, aunque en realidad no estaba haciendo nada más que existir.

Tan pronto estuvo sentada, el sombrero fue colocado en su cabeza, casi tapando su vista del comedor. Quizás era muy pequeña o el sombrero era muy grande.

Se vio fruncir levemente la nariz, en señal de molestia. Y tuvo que acercarse un poco más para poder escuchar lo que el viejo sombrero le decía:

—Oh, si, si. Puedo ver bien tus cualidades. Eres una niña impresionante en muchos sentidos. Pero tu astucia destaca más que nada. Si, ahora lo veo...¡Serás una gran líder, Amelie!—exclamó con mucha emoción.

Pero su yo pequeña no parecía préstale atención, su mirada estaba puesta en una Gryffindor de cabello castaño, que no apartaba la mirada de la suya. Se vio a si misma ladear la cabeza con extrañeza, en ese entonces creía que Hermione era un poco rara y solo la había visto dos veces.

Luego, sus pequeños ojos grises pasaron a la mesa verde, donde sus amigos le estaban dando sonrisas cariñosas.

Entonces el sombrero grito:

—¡Slytherin!

Y todos en la mesa de las serpientes se levantaron entre aplausos y gritos. Estaban más que felices de saber que ella estaría de su lado. Amelie de once años les sonrió en grande. Salió a pasos rápidos hacia sus amigos, con las mejillas rojas en vergüenza.

Y ni siquiera noto, que la rara hija de muggles se había enamorado.

La escena se disolvió con otro destello de luz cegador. Por un momento creyó que su padre volvería a entrar en otro recuerdo, pero no lo hizo. Salió de su mente, permitiéndole descansar.

Amelie abrió sus ojos nuevamente, solo para recordar que aún seguía sentada en aquel sillón. Los recuerdos solían ser tan reales que aveces lo olvidaba. Por suerte, su padre parecía solo abrir aquellas puertas que contenían escenas felices de su infancia.

O tal vez lo hacia porque ella así lo deseaba. Quien sabe.

—De esta forma nunca llegaremos a ningún lado—masculló su padre, mirando fijamente su varita.

—¿Qué se supone que debo hacer?—preguntó en un suspiro, estaba tratando de recuperar el aliento.

Era muy agotador detener a alguien, como ver un recuerdo, ocupaba mucha energía.

—Tienes que impedirme entrar en tus recuerdos, mantener tu mente en blanco, ¿qué tan complicado es eso para ti?—murmuró.

Ella lo miró mal, no era complicado entenderlo pero hacerlo, era muy diferente. Incluso los magos más experimentados tenían dificultades con aprender Oclumancia.

—Tal vez eres un mal maestro—susurró con resentimiento.

Laurent agito la cabeza con una sonrisa más tranquila. En realidad sabía que lo era, nunca podría ser tan cruel con su hija como para torturarla de esa manera. Sin embargo, en esta ocasión tenía que ser un poco más "rudo", si quería que Amelie aprendiera.

—Estoy tratando de enseñarte de una manera fácil, no creo que puedas soportarlo si lo hago difícil—sonrió con suficiencia, sabiendo que eso la haría enojar.

Pero su padre solo quería molestarla.

Amelie soltó una risa burlesca; Se levantó de su lugar con las cejas fruncidas, aceptado su reto silencioso.

—Hazlo, puedo soportalo—demando.

No, en realidad no estaba segura, sin embargo, quería intentarlo. Mientras él no entrara en recuerdos más profundos y dolorosos, ella estaría bien.

Y definitivamente debió pensarlo dos veces.

Él la miró, alzando las cejas con una pequeña sonrisa.—¿Sabes? Siempre creí que eras un poco arrogante...

—¿Creíste?—cuestionó inclinando la cabeza de lado con burla.

Laurent levantó su varita frente a ella, para después dejarla caer a sus pies. Amelie la miró con las cejas fruncidas en confusión. ¿No iba a entrar en su mente? Debía usar su varita para eso.

—Y ahora confirmé que lo eres—declaró con suavidad.

Amelie llevo sus ojos grises hasta los ojos de su padre. Y todo a su alrededor se detuvo como un hechizo de inmovilidad, aunque en realidad sólo fue ella quien dejó de moverse. Y no pudo pronunciar ninguna palabra cuando sintió aquella presión en su cabeza; Muy diferente a la de siempre. Esta era más fuerte, más decidida a recorer los espacios oscuros de su mente.

De nuevo se encontró en aquel pasillo, aturdida, sin saber que hacer.

Miró a sus alrededores, encontrando con rapidez la magia que salía de su padre, caminaba con facilidad por el pasillo, abriendo las puertas con movimientos rápidos, todas ellas con recuerdos agradables. Si seguía de esa manera pronto encontraría algunos con cierta hija de muggles.

Y ella definitivamente no quería verse a si misma hecha una masa de nervios.

Que vergüenza.

Aún aturdida por el dolor en su cabeza, trató de cerrar las puertas que él intentaba abrir. Aunque pensó que podría ser mejor si, simplemente no lo dejaba entrar. Y mantener la mente en blanco podría funcionar.

Era una verdadera lástima que todavía le falte descubrir cómo exactamente hacerlo.

Perdió de vista a su padre unos segundos. Y cuando lo volvió a encontrar, él estaba parado frente una puerta de color rojo.

—Oh, mierda—maldijo en voz baja.

Comenzó con lo difícil de su prueba.

Justo cuando estaba apunto de abrirla, lo empujo hacia atrás con la fuerza de su mente y cerró con seguro. Un sollozo se escucho detrás de la puerta.

Era un recuerdo malo, lo sabía. No solo por el color de la puerta, si no por las emociones que sentía detro de ella.

Su padre se quedó ahí parado unos segundos, antes de levantar su mano nuevamente. Si quería que su hija aprendiera correctamente, entonces debía comenzar abriendo esa puerta.

—Lo lamento—murmuró.

Amelie lo miró empujar con tanta facilidad el picaporte, que le pareció una locura.

Un dolor punzante la recorrió de nuevo. Su cuerpo físico cayó al piso con las manos sujetando su cabeza.

Lo intento, realmente lo hizo. Creo puerta tras puerta para mantenerlo lejos, sin embargo, su padre las empujaba todas con facilidad y sin dudar.

—¡Espera, detente!—rogó, apretando la mandíbula con fuerza.

Las voces del recuerdo podían escucharse por todos los espacios de su mente.

—Lo siento abuelo, pero realmente lo intente.

—¿Intentaste? ¡Una simple sangre sucia es mejor que tú! ¡Eres una vergüenza!

Amelie lo volvió a intentar una vez más, con todas las fuerzas del mundo para evitar que su padre observara aquella situación. El no tenia porque enterarse de nada.

—Ella es muy inteligente, no es mi culpa que...

Un fuerte golpe resonó por todos lados. Él la había golpeado.

—¡Por supuesto que es tú culpa!

Laurent tragó saliva al escuchar aquello. No era estupido como para no saber lo que su hija pasaba al lado de su abuelo, pero si era un cobarde por no hacer nada.

Amelie jadeó por aire, estaba comenzado a desesperarse. Así no es como se imaginaba que sería el dolor.

Su padre no escucho ninguna de sus palabras.

La puerta fue abierta de un golpe. Y entonces como si esa hubiera sido una señal, su magia explotó.

—¡Sal de mi mente! ¡Ahora!—gritó.

Un resplandor golpeó a su padre, antes de que pudiera ver algo. Amelie utilizó toda su fuerza para sacarlo de su cabeza.

Laurent se tambaleó aturdido, y cayó al piso con torpeza. Tenía los ojos abiertos, completamente sorprendido. Esperaba que Amelie dominara el arte de la Oclumancia de manera rápida, pero esto era muy diferente.

La magia de Amelie era fuerte y demasiado inestable cuando se trataba de sus emociones descontroladas.

Eso siempre lo había preocupado.

—¡Eres malo!—gritó ella, una vez estuvo de pie frente a él.—Debería entrar también en tú mente y torturarte hasta que te vuelvas loco.—gruño señalándolo con un dedo.

—Amy...solo quería enseñarte—murmuró su padre con los ojos abiertos.

Entonces ella se dio cuenta de lo que dijo, e inmediatamente se arrepintió de sus palabras.
Su expresión se suavizó al ver la reacción de su padre.

—Quiero decir...Yo, eh—suspiró—, necesito un descanso, lo siento.

Miró hacia otro lado avergonzada, ni siquiera sabía de donde había salido eso. Estaba molesta por no poder detener con facilidad a su padre. Llevaba un mes entero intentándolo y lo único que conseguía era crear un par de puertas para alejarlo.

—Tienes razón, debes descansar—se aclaró la garganta, levantándose del piso.—A partir de ahora, solo tratarás de mantener tu mente en blanco. Y meditar en las mañanas podría ayudarte mucho. ¿Estás de acuerdo con eso?

—Si padre—respondió con la mirada puesta en el piso.

Ambos se quedaron en un silencio incómodo. Ella no tenía nada que decirle, y él no quería hacer una pregunta tonta.

Su relación ahora mismo estaba un poco fracturada.

Laurent se aclaró la garganta para llamar su atención y tratar de cambiar el humor en la habitación. Camino hasta su mesa para recargarse en ella.

Amelie en cambio no se movió, lo único que quería era salir corriendo de la habitación para comerse un rico pastel en las cocinas.

—¿Estás emocionada por mañana?—preguntó indeciso.

Amelie asintió con rapidez.—Por supuesto—se encogió de hombros sin darle mucha importancia, aunque por dentro quería contarle todas las expectativas que tenía sobre el mundial.—¿Puedo irme ahora?—murmuró con timidez.

Y Laurent la dejó ir.

Aunque estaba un poco dolido por la forma en que ella solo se acercaba a él para recibir clases y luego se iba.

Pero Amelie no olvidaba su promesa rota. En realidad, podrían pasar años luz y ella lo seguirá recordando.

—Creo que realmente necesito meditar—habló en voz baja para si misma, saliendo de la oficina de su padre. La cabeza le dolía más que nunca, debido a todas las horas que estuvo tratando de forzar a su mente.

Su padre solo quería ayudará, lo sabía. Sin embargo, no estaba segura si él realmente soportaría ver aquellos recuerdos.

Camino con lentitud por el pasillo lleno de cuadros viejos, hasta subir las escaleras oscuras. Donde por casualidad se encontró a su madre, cargando entre sus brazos al pequeño bebé.

Se detuvo de inmediato cuando ella no avanzó. Tal vez no era una casualidad y ella había estado esperándola.

Eso la asustaba mucho.

—Madre—saludó con una pequeña reverencia.

—¿Ibas a tu habitación?—cuestionó Adhara con una sonrisa.

Ok, eso sí que es tan extraño. ¿Debía preocuparse? Ella no había hecho nada malo, al menos no algo que pudiera recordar. Tal vez se trataba de Orion, él siempre se estaba metiendo en problemas con cualquiera.

—Si, ¿necesitas algo?

Ella miró a su madre reírse con libertad. ¿Había dicho algo gracioso? Bueno, debía ser muy encantadora sin darse cuenta.

—No en absoluto—respondió—. ¿Tú necesitas algo?

Sus cejas se fruncieron. Ella definitivamente había hecho algo malo.

—¿Te moleste en algo, madre? Porque si es así, no lo recuerdo, quizás quieras decírmelo y yo...—balbuceó moviendo su manos con nervios.

—Oh, no, no. No hiciste nada malo, solo quería asegúrame que estuvieras bien para mañana.

Amelie dejó de hablar de inmediato.—¿Mañana? ¿Por qué exactamente?

—Mañana es el mundial, Amelie. Estoy segura de que estas muy emocionada. Tú abuelo me contó que hablaste sobre eso dos horas enteras con el señor Nott—.Comentó dulcemente, mientras ahora bajaba las escaleras.

Amelie no apartó su vista de ella, hasta que estuvo enfrente.

Lo que decía era verdad; Después de regresar de las cocinas con sus amigos, tuvo que lidiar con los adultos que querían tener una conversación formal con ella. Aunque, en realidad a ella le gustaba mucho la compañía del padre de Theo. Era un hombre encantador y tranquilo. Casi igual a su padre, sin embargo, por lo que ella sabía, el señor Nott nunca trataba mal a Theo, ni dejaba que alguien lo lastimara.

Deseaba que su padre también la amara tanto.

—Es verdad, estoy esperando el día de mañana con emoción—declaró, mirando hacia abajo donde el pequeño bebé comenzaba a moverse.

Era igual a su madre, con el cabello negro, y unos finos rasgos. Los genes Black, siempre eran mucho más fuertes. La única diferencia es que su hermano tenía los ojos azules, iguales a los de su padre.

Que envidia.

—En ese caso, asegúrate de traerme un lindo recuerdo—bromeó, alzando su mano libre para acariciarle el cabello.

Amelie no pudo evitar que su cuerpo se tensara, aunque trata de disimularlo con una sonrisa nerviosa.

—Me aseguraré de eso madre—asintió.

—Estoy segura de que si.

Y luego ella bajo las escaleras sin ninguna otra palabra. Fue un poco extraño, nunca conversaba con ella, a menos que fuera demasiado importante.

Tal vez había pasado algo que ella no sabía.

Y no pudo evitar pensar en él sueño que había tenido antes en la cabaña. Lo recordaba de manera corta, algunas imágenes de aquí y allá. No estaba segura de si fue real o solo fue invento de su cabeza para evitar los pensamientos.

Pero, aveces tenía la sensación que cosas malas pasarían. No solo con respecto a ella, si no también con los demás.

Tal vez solo estaba pensando demasiado, sin embargo, la imagen de aquella chica se le quedaría grabada por un largo tiempo.

Entro a su habitación con unas intensas ganas de dormir en su suave cama. Últimamente lo único que hacía era eso, pasaba sus días demasiado cansada como para pensar en otra cosa.

Encendió la luz, solo para encontrase con su hermano acostado, jugando con su peluche.

—Orion, ¿Qué dije sobre entrar a mi habitación sin mi permiso?—se cruzó de brazos con una sonrisa pequeña en la cara.

—Que me arrancarías un brazo...—resopló sin levantarse de la cama.—Pero se que no lo harías por qué me amas.

Amelie rodó los ojos divertida. Se acercó hasta él, en la cama, quitándole de las manos su peluche. Y se dejó caer a su lado, sintiendo las suaves sábanas debajo, que la llamaban para quedarse dormida todo el día.

Un silencio tranquilo inundó la habitación, ambos miraron hacia el techo oscuro.

Amelie se había disculpado con él, luego de que le gritara sin ninguna razón. Sabía que su hermano no tenía la culpa y, aunque se sentía un poco dolida porque no recordaba nada, también estaba feliz al saber que al menos uno de ellos tenía la mente tranquila.

Los dos cargaban con la misma cicatriz.

Solo que la de ella, aún estaba tratando de sanar.

—¿Ese regalo es de Granger?—preguntó Orion rompiendo el silencio.

Ella miró el dragón en sus manos con una sonrisa. Desde ese día, en que abrió el regalo de Hermione, el pequeño peluche se convirtió en una de sus posesiones más preciadas.

—Si, lo es.

Orion sonrió, feliz de saber que su hermana se encontraba mejor que hace un mes.

—Es lindo, parece que Granger es buena escuchando lo que te gusta—murmuró.—¿Ya le has escrito?

Amelie cerró los ojos en vergüenza, tan pronto lo escucho preguntar aquello.

—Todavía no, tengo miedo de que esté molesta conmigo, además, no se que decirle—respondió girándose de lado, para evitar mirar a su hermano.

Orion había estado insistiéndole para que le escribiera, ya que ella confesó que no le envío ningún carta desde la feria.

Amelie, se sintió un poco mal cuando fue regañada, porque en realidad su hermano tenía toda la razón en cada una de sus palabras.

—Pero ya pasó un mes entero, si sigues así, ella creerá otra cosa—negó con la cabeza en señal de decepción.

—¿Otra cosa? ¿Qué significa eso?—murmuró con su voz amortiguada por el pequeño peluche.

—Bueno, le dejaste de hablar después de que te invito al mundo muggle. ¿No crees que podría malinterpretarlo?

Ella se quedó callada, tratando de pensar en las posibilidades. Era un poco cierto, si lo ponía de esa manera. Hermione podría pensar que a ella le disgustó la invitación, o aún peor, podría creer que ella se incómodo con su presencia.

Cuando en realidad no fue así.

Existían muchas razones por las que estaba siendo, ahora mismo, una idiota con Hermione.

—Escúchame hermana, solo tienes que escribirle una disculpa, puedes inventar una excusa o lo que sea.—movió su mano de un lado a otro con desdén.

Ella se giró para mirarlo con un puchero triste.

—¿Lo qué sea?

—Lo que sea—asintió—, podrías decirle que tuviste una enfermedad mortal—alzó las cejas varias veces.

Vaya, había tenido la misma idea, entonces. Por algo eran hermanos.

—Bien, lo haré—se rió en voz baja—. ¿Estabas aquí solo para decirme eso?

Orion se levantó de inmediato de la cama, recordando la razón principal por la que realmente estaba ahí.

—¡Merlin, casi lo olvido! En realidad estoy aquí porque tú animal salvaje me sacó de las cocinas a picotazos—exclamó con voz dramática—. Enserio Lie, tienes que controlar a ese sujeto.

Oh, si, desde hace un par de semanas se había convertido en dueña del gran cuervo, que siempre estaba con ella en vacaciones. Su abuelo lo había traído en una jaula, al igual que Augusta, porque ningún de los dos quería abandonar su habitación hasta que ella volviera.

Fue un poco lindo imaginar aquello.

Y bueno, se suponía que debía liberarlo para que volviera al bosque, pero el animal no quiso irse, por más que ella lo corriera del lugar. Y al final, fue su madre quien le permitió quedárselo.

Después de todo, el cuervo era un representante de la familia Black, así que no estaba tan mal tener uno como mascota.

—No es un animal salvaje, su nombre es Nyx—comentó por milésima vez.—Además, solo te lástima porque le caes mal.

—Eso no me hace sentir mejor...—murmuró con las cejas fruncidas.

Amelie sacudió la cabeza con desaprobación.

—Vamos, acompáñame a verlo, de seguro tiene hambre.

Orion se quejó en voz alta, sin tener ganas de querer verlo, aún así, siguió a su hermana fuera de la habitación.

Los dos caminaron a pasos tranquilos por el pasillo, hasta la parte baja de la mansión, donde se encontraban las encantadoras cocinas. Orion se iba quejando cada segundo por lo horrible que era tener que bajar tantas escaleras.

Amelie estuvo mentalmente de acuerdo con él.

Finalmente llegaron al librero encantado, donde tuvieron que jalar un libro específico sobre pociones para que le mostrara la entrada.

Esa era una de sus partes favoritas de su mansión. Existían un montón de pasadizos extraños que seguramente nadie conocía, y que ellos dos podía encontrar muy bien.

Ser curiosos era una de sus cualidades.

—Cuando yo tenga una casa, créeme, no habrá ninguna escalera—comentó Orion detrás de ella.

Amelie le sonrió divertida antes de hablar:

—Bueno, si yo tengo una mansión propia, la cocina estará a lado de mi habitación—contestó mirando hacia la nada, como si pudiera ver el futuro.—Así será fácil conseguir comida ¿no crees?

Ambos caminaron nuevamente por las escaleras de caracol, que los dirigían con los elfos.

—¡Es una gran idea, Lie! ¡Lo tendré en mente!

Chocaron los cinco antes de llegar.

—La ama Amelie está aquí, Kreacher esta feliz de verla—habló el viejo elfo, acercándose a ellos.

Amelie le sonrió con dulzura al ver que estaba trabajando en un pastel, seguramente para ella. Era la única que podía comer postres todos los días.

—También estoy feliz de verte, Kreacher. ¿Dónde está Amadeus?

—Amadeus está trabajando con el señor Rosier—respondió de inmediato.

Ella supuso que se trataba de su abuelo, porque su padre casi no trataba al pequeño elfo, prefería hacer sus trabajos él solo.

Un maullido resonó al otro lado de la habitación llamando su atención. Era Augusta.

—Hola gatita linda—murmuró con suavidad acercándose hasta donde estaba acostada boca abajo.

Augusta ronroneó con satisfacción cuando ella le acarició el vientre.

—¿Dónde está el animal salvaje?—le susurró Orion al viejo elfo, tratando de que su hermana no escuchara.

Pero lo hizo.

—¡No es un salvaje! Ya te lo dije, solo le desagradas.

Kreacher lo miró con los ojos entrecerrados al verlo hacer una mueca infantil a su hermana, luego giró su cabeza hacia un lugar en específico:

—Kreacher alimentó al cuervo, porque Kreacher pensó que tenía hambre—señaló con la mano hacia la esquina, donde se podía ver algo moverse dentro de una bolsa.

—¿Qué está comiendo?—cuestionó Amelie con curiosidad, sentándose en una silla junto a Gus.

Orion se acercó con cuidado, observando con detenimiento que la bolsa era de semillas. Algunas de ellas estaban esparcidas por el piso, y otras seguían saliendo de la bolsa cada vez que el cuervo se movía.

—Ori, no creo que sea bueno que te le acerques. Él te odia, acuérdate—comentó Amelie con una mueca de preocupación en el rostro.

Pero su hermano no le hizo caso.

—¿Quién le dio eso? No creo que merezca comida después de que me lastimara—su voz saliendo resentida.

—Kreacher le dio esas semillas—comentó el elfo con voz ronca, sin preocuparse por sus palabras.

Orion se alejó del animal para dejarlo comer a gusto y, en el proceso terminó pisando una de las semillas, provocando un crujido que llamó la atención del Cuervo. El cual emitió un sonido ronco y fuerte de su garganta.

Si alguien escuchaba eso de noche, seguramente se asustaría.

—Oh, mierda...—murmuró Orion con temor.

Los ojos negros de cuervo lo miraron con furia guardada. Estaba interrumpiendo su hora de la comida, además, se suponía que ya lo había echado antes de la cocina.

Amelie observó como su hermano era atacado por su mascota. Orion corrió de un lado a otro, tratando de quitarse al gran cuervo de su cabeza, que agitaba las alas con fuerza.

—Kreacher le preparó un postre a su ama—llamó su viejo elfo, colocando frente a ella un enorme pastel de chocolate.

Amelie apartó la vista de su hermano de forma inmediata. Sus ojos grises brillaron en anticipación.

—¡Vaya! ¡Se ve delicioso!—exclamó ignorando las quejas de su hermano.—¡Gracias Kreacher!

—¡Amelie, cuida a tu animal salvaje!—gritó Orion desde algún lugar de la cocina.

Ella lo ignoro.

Se dispuso a comer aquel postre con emoción, su hermano podría esperar unos minutos, además, no se iba a morir por algunos picotazos o rasguños.

Y gracias a eso, Amelie pudo comprender dos cosas esa tarde:

Qué Orion era un dramático de primera.

Y ella amaba comer.

¿Genial, no?

[...]

(9:36 p.m)

"Querida Hermione Granger:

Se que probablemente te estes preguntando los motivos por los cuales no te escribí. Y para ser honesta, no tuvo mucho tiempo con nada. Estuve ocupada con varias cosas de mi vida.

¿Sabias que los catorces años no son tan lindos como se dice? (Creo que no).

De todas formas me disculpo por no escribirte en mucho tiempo. Espero y no estes molesta conmigo, porque realmente tengo ganas de regresar a Hogwarts solo para verte.

¿Es tonto eso? Quizás si, pero me he sentido como una tonta desde que me hablamos, (en el buen sentido), así que no me importa tanto.

Me disculpo de nuevo.

Creo que podría hacer una lista de mil disculpas si es necesario, pero creo que terminaría dormida antes de terminarla, ya que ahora mismo, mientras escribo esto, es bastante tarde. Al menos para mi.

(¿Quieres que lo haga? Porque lo haría si me lo pidieras).

Como sea, también quería agradecer por tu regalo, fue realmente lindo recibir algo así.
Y también el peluche por supuesto. Hasta ahora, no puedo evitar sonreír al verlo y saber que tú trabajaste en él con tus propias manos.

Eres una chica encantadora, Granger.

¿Quieres saber un secreto, no tan secreto?

Bueno, aún guardo tu inicial en mi cuello, me hace sentir muy cómoda tenerla. Quizás porque se trata de ti, quien sabe.

Nos vemos Hermione, espero tu verano fuera agradable hasta ahora. Y también espero verte pronto.

¡Oh, casi lo olvido!

¿Irás al mundial de Quidditch? Estoy segura de que Weasley te habrá invitado, me entere que su padre recibió entradas gratis. Eso es genial.

Si vas, le rezare a Merlin para que nos encontremos. ¡Será emocionante! ¡Vendrán magos de todos lados! ¡Y estará Aidan Lynch! Es un tipo asombroso. También estarán mis jugadores favoritos de Irlanda, como: Lorcan Troy y Kayleigh Mullet.

¡Son cazadores, como yo! ¡Espero algún día ser igual de genial como ellos!

¡Incluso podré ver de nuevo a Viktor Krum!

No soy fan de los búlgaros, pero ese chico es un magnífico buscador, y un tipo agradable, lo conocí una vez, en una cena que mi familia organizo.

Eh, lo siento. No debería hablar mucho, se supone que es una carta de disculpa. Que idiota de mi parte. Sin embargo, si pudiera te hablaría todo el día de Quidditch, aunque sé que terminarías huyendo por mi culpa.

Será mejor que lo deje para después.

Para ser honesta, me gustaría contarte todo sobre eso cuando nos veamos. Espero no aburrirte con mis divagaciones.

Nos vemos, Hermione.

Con amor, Amelie.

P.d: No te asustes si ves continuamente a ese pequeño amigo entrar por tu ventana. Es mi nueva lechuza, aunque, en realidad es un cuervo. Su nombre es Nyx. ¿Bonito, verdad? Por favor, no le digas nada malo, es un poco sensible, igual que yo.


[...]

[22 de Agosto, 1994]

════ ⋆★⋆ ════

—¡Amelie!—chilló Robyn lanzándose a los brazos de su amiga mayor.

—¡Roby!—jadeó cuando sintió que no podía respirar por el fuerte abrazo.

Hoy era el gran día del mundial.

Se había levantado temprano como siempre, solo que esta vez si estaba emocionada por despertar.

Tan pronto tuvo todo listo para irse, su padre la arrastró, junto a su hermano, hasta la chimenea de su oficina, donde se suponía que vendrían sus amigos.

Para ser más claros, estarían con ellos: Theo, Blaise y Robyn.

Si, su padre sería el de ellos por el día de hoy.

Resulta que el padre de Theo y Robyn, tienen asuntos pendientes con quien sabe que. Al igual que su abuelo. ¿Extraño, no? Si ella pensó que podría serlo, pero, su emoción por mundial era mucho más grande como para pensar en eso.

Lo único que quería era conocer a sus jugadores favoritos. Y gracias a su abuelo, ella iba a poder hacerlo. Se lo agradeció profundamente, aunque aveces no entienda su comportamiento raro.

Él solía darle todo lo que ella quisiera, a manos llenas. Como cuando quería entrar al equipo de Quidditch en segundo año, y él se lo permitió, aún cuando su madre había dicho que no.

¡Hasta fue a su primer partido!

Ni siquiera su padre hizo aquello.

También ese mismo año le permitió quedarse a la gatita (Augusta) que había rescatado en un callejón. Y su madre también había dicho que no.

Es tan raro tener que convivir con alguien que sientes que te lastima para cuidarte.

Amelie no comprendía aveces la persona que era su abuelo. ¿Él la quería, no? Entonces, se preguntó sobre el miedo constante que tenía al estar cerca suyo. Era como una alerta.

Y hasta ahora no encontraba una respuesta.

Quizás él futuro se la de.

—¿Tienes todo Robyn?—preguntó su padre amablemente, una vez que ella dejó de abrazar a la pelirroja.

—Si señor Rosier, mi elfo preparo mis cosas—sonrió levantando un pequeño bolso, que muy probablemente tenía un hechizo de extensión.

Su padre asintió, antes de mirar hacia enfrente, donde su otro hijo se encontraba.

Orion estaba dormido en uno de los sillones con la boca abierta. Desvelarse anoche, no parecía tan buena idea ahora.

Unos momentos más tarde, por la chimenea apareció Blaise, con el cabello perfectamente acomodado, como siempre, y una sonrisa que transmitía tranquilidad. Ella lo saludó con gran abrazo, a pesar de que se estuvieron viendo un par de veces en la mansión, no pudo evitar extrañarlo.

—¿Estás lista para la diversión?—le preguntó cuando se alejaron.

—¡Por supuesto! ¿Adivina quién podrá conocer a los jugadores Irlandeses?

Blaise se hizo el loco, poniendo una mano en su barbilla, fingiendo pensar.

Ella lo había estado mencionando más de cinco veces al día, sin embargo, por su emoción siempre lo olvidaba. A él le parecía algo lindo como Amelie podía comportarse como una niña pequeña cuando se trataba de algo que realmente amaba.

—Oh, no lo sé. ¿Usted sabe señor Rosier?—sonrió en dirección al hombre, quien negó divertido.

—Ni idea—contestó encogiéndose de hombros.

Amelie soltó un pequeño chillido, antes de abalanzarse sobre su amigo.

—¡Pues nosotros, obviamente!—lo sujeto con fuerza de los brazos para agitarlo.

Blaise se rió, hasta que captó las palabras completas. Robyn también la miró con extrañeza.

—Espera...¿nosotros?—murmuró el moreno sin comprender.

Amelie asintió, sin borrar su enorme sonrisa.

—Creí que sólo tú podías—habló Robyn ladeando la cabeza.

—¡Por supuesto que nosotros! No voy a dejarlos atrás, vienen conmigo—exclamó, luego se giró hacia el hombre mayor—. ¡Vamos, diles!

Y luego Laurent precedido a explicarles que gracias a su trabajo en el ministerio, pudo conseguir para todos, pases directos hacia las carpas de los jugadores Irlandeses. Lo cual en general, era el cielo para Amelie. Podría conocer a sus ídolos, y sus amigos estarían allí, compartiendo el recuerdo.

—¡Oh, Salazar! ¡Será increíble!—sonrió con emoción Blaise, sacando de su propia mochila una cámara mágica.—Podré tomar una foto exacta de cuando te desmayes por ver a Aidan Lynch.

Amelie se sonrojó, y no pudo negar aquello por qué la chimenea frente ellos hizo otro ruido de aparición. Muy diferente al de los otros dos.

El lugar se lleno de humo por la pequeña explosión. Unos segundos después, por la Red flu apareció Theo, lleno de suciedad por la cara.

Parece que no le fue muy bien.

Tosió con torpeza y se acercó a ellos, con la misma sonrisa encantadora de siempre, sin importarle la suciedad en su rostro.

—Honestamente, Amy—suspiró sujetándole el hombro—. Yo también me desmayaría por él guapo de Lynch.

Amelie alzó ambas cejas en sospecha, pero no dijo nada. Los cuatro se echaron a reír después de eso. Y ella se sintió bastante feliz.

Posteriormente, su padre los volvió arrastrar hasta la sala, donde su madre, junto a Amadeus estaban esperándolos para despedirlos. Ella no podría ir con ellos, debido al pequeño bebé que cargaba en brazos, no era bueno para él, encontrase en un lugar tan ruidoso.

Así que su madre decidió quedarse.

Amelie camino junto a Theo, ambos fantaseando con sus jugadores favoritos.

—¿Están todos listos? ¿No les falta nada?—preguntó Adhara con amabilidad.

Todos negaron con la cabeza. Cada uno de ellos llevaba consigo una mochila, con algunas cosas específicas, como: sus varitas, un par de ropa extra, un montón de galeones, y por supuesto, sus entradas para el partido.

—Amelie—la llamó—¿te aseguraste de Augusta estuviera bien?

—Si madre, la deje al cuidado de Kreacher.

—Muy bien. Supongo que pueden irse entonces, por lo que tengo entendido, Lucius estará allá junto con Draco y Cristina—explicó moviéndose para levantar la carta que estaba sobre un sillón.

—Perfecto—asintió su padre—, vamos niños, haremos una simple aparición.

Amelie tomó la mano de Robyn para empezar a caminar, detrás de ella se acercó Orion con la misma cara perezosa.

—¡Amo Rosier!—llamó el pequeño elfo con un balbuceó torpe.

Todos se giraron a mirarlo.

—¿Qué pasa?

—Amadeus preparó comida para cuando lleguen a su destino—sonrió, y chasqueó los dedos haciendo aparecer una canasta pesada en el piso.

Orion se acercó a levantarle, pero no pudo. Así que Amelie la cargo por él.

—Gracias Amadeus.—sonrió Laurent.

Adhara rodó los ojos exasperada. Se alejó unos pasos para sentarse en sillón, sin ganas de ver la escena.

El pequeño elfo infló el pecho con orgullo antes de responder:

—Amadeus preparó eso específicamente para cuando lleguen. Ninguno debe comerlo antes de...

Un crujido se hizo escuchar en toda la sala, provocando que dejara de hablar. Todos se giraron hacia ella, para encontrarla con las mejillas llenas de una tostada de mermelada.

Theo a su lado estaba apunto de morder la suya, pero la escondió detrás de su espalda antes de lo que vieran.

—Amelie—regañó su padre.

Ella hizo una mueca, en un intentó raro de una sonrisa.

—Amadeus preparará otra de esas—suspiró el elfo con cansancio.

Después de que la canasta volviera a ser rellenada con más tostadas de mermelada (para la satisfacción de Amelie), todos se dirigieron a pasos tranquilos hasta el jardín principal, que estaba rodeado de plantas hermosas.

—Bien, todos sujétense de las manos—dijo su padre haciendo un movimiento para que se acercaran.

—¿Tú nos harás aparecer?—murmuró Amelie a su padre con temor.

Laurent negó con la cabeza, y en ese mismo momento apareció Amadeus. Ella no pudo evitar suspirar con tranquilidad, al menos su elfo no la haría vomitar después de las tostada que se comió.

—¿Están listos?—volvió hablar su padre.

Cada uno asintió con rapidez, un poco desesperados por llegar. Era un poco más tarde de lo común, pero, como ellos solo tenían que aparecer no había ningún problema con la hora, además, nadie podía quitarles sus asientos. Iban a estar en la tribuna principal junto al ministro de Magia. Lo cual, básicamente era asombroso.

Amelie tomó con su mano libre la de Robyn para asegurase de que estuviera a salvo. Todos los demás se acercaron para que nadie faltara.

Laurent le dio un asentimiento firme al pequeño elfo, quien no dudó en chasquear sus dedos en un movimiento rápido.

Robyn se había aferrado a su mano con fuerza, cuando todo se volvió borroso y los jardines de su mansión desaparecieron.

Unos segundos después, el grupo estaba parado en un gran bosque, rodeado de árboles enormes, justo como los de su cabaña. Fue un trago amargo para Amelie, sin embargo, evitó tener pensamientos negativos; Suspiró y tratado de mantener su mente en blanco.

La pelirroja a su lado se agachó con la cara pálida. Se había mareado.

—¿Estás bien Robyn?—le susurró pasando su mano por su espalda para acariciarla con afecto.

—Si, todo genial—sonrió levantando su mano para darle un pulgar arriba.

—Nos vemos después, Amadeus—le sonrió su padre al pequeño elfo, que le hizo una reverencia, antes de desaparecer.

Amelie jalo a su hermano por la manga cuando su padre les hizo una señal para empezar a caminar. Orion estaba más dormido que despierto.

—Nuestra tienda esta cerca de aquí.

El grupo siguió un tranquilo paseo, hasta que llegaron a una zona llena de tiendas grandes, que tenían el hechizo de expansión, así que básicamente podrían caber una mansión completa, ahí dentro.

Mientras pasaban las tiendas cercanas, que lucían un bonito color gris, Amelie pudo ver a muchos compañeros de Slytherin con sus respectivas familias, hablado animadamente entre ellos sobre las expectativas del partido.

Entre ellos pudo localizar a las hermanas Greengrass, junto a Milli Bulstrode y Tracey Davis.

Todas las chicas la saludaron emocionadas con la mano. Y ella les dio una sonrisa amable, que se borró rápidamente cuando se tropezó con una piedra en el camino, provocando las risitas dulces de sus compañeras.

Un enorme sonrojo se abrió paso a sus mejillas, sin poder evitarlo.

Oh, bueno, al menos no se cayó con la canasta de comida, eso hubiera sido más vergonzoso.

—¡Hey, Amelie!—gritó una voz roca, muy familiar.

Ella giró su cabeza hacia una de las esquinas del lugar, solo para encontrase con Flint, su ex capitán de Quidditch.

—¡Marcus!—lo saludó con una enorme sonrisa.

El gran chico de cabello negro desordenado, se acerco a ella con rapidez, detrás de él estaba Graham Montague, un chico de aparecía encantadora. Él también le sonrió con amabilidad, habían estado hablando del equipo de Slytherin en la última reunión que su madre organizó.

—Me alegro de verte Amelie, estás más alta que la última vez—sonrió Flint, luego se giró hacia Laurent para saludarlo con la mano.—Un gusto verlo de nuevo, señor Rosier.

—Encantado de verte, Marcus. También a ti Graham.

Los dos chicos le sonrieron antes de arrastrar a su pequeña amiga hacia el otro lado. Amelie se tambaleó con la canasta de comida cuando los dos chicos la miraron expectantes.

—¿Qué?—murmuró con curiosidad, al ver sus sonrisas.

—¿Es verdad que podrás ver a los jugadores de Irlanda?—hablo Graham, acercándose más ella como si le contara un secreto.

Mientras tanto Flint miraba a los lados para evitar que alguien los escuchara. Amelie por los nervios, no pudo evitar hacer lo mismo. Parecía que estaban a punto de hacer algo ilegal.

—Si, mi abuelo consiguió el pase por cumpleaños—admitió tímidamente.

—¡Maravilloso!—exclamó Flint, luego se tapó la boca con las manos y miró de nuevo a sus alrededores antes de volver hablar—. ¿Crees que puedas concedernos un pequeño favor?

Ella asintió con la cabeza y los miró con las cejas en alto. Claro que podría, eran amigos después de todo.

Y ella haría de todo por sus amigos.

Graham soltó un chillido de emoción con un pequeño salto.—¿Crees que puedas conseguirnos una cita con...?

Y la sonrisa de Amelie se borró. Bueno, ella haría casi todo por sus amigos.

—No, no voy hacer eso—negó con una mueca.

—Pero, Amelie...—rogó Flint sujetándola del brazo.

—No, no voy a conseguirles una cita con una mujer Irlandesa que es mucho mayor que ustedes—sacó la lengua en señal de asco, aunque en realidad ella también podría querer una cita con una jugadora linda, pero nadie tenia porque saberlo.

Flint jadeó con una mano en pecho, como si lo hubiera ofendido.

—¿Quién dijo que era una mujer?—peguntó con las cejas fruncidas en seriedad.

Amelie se quedó muda en su lugar. ¿De que se perdió?

Flint y Graham se miraron entre ellos con la misma sonrisa torcida. Luego se giraron de nuevo hacia ella para responder al mismo tiempo:

—Queremos una cita con Aidan Lynch.

Vaya, si que fuera una sorpresa, pero tampoco podía culparlos, el tipo Irlandés era genial en todos los sentidos.

Sin embargo, pedirle una cita era un poco extremista. Así que al final termino convenciéndolos de traerles solo un autógrafo. Y, tanto Flint como Graham estuvieron satisfechos con eso, por lo que luego de tener una pequeña plática sobre el futuro partido, procedieron a devolverla con su padre. El cual se encontraba esperándola afuera de una tienda, no muy lejos de donde estaban.

—Hasta luego, señor Rosier—se inclinó Graham en una pequeña reverencia formal, siendo seguido por Flint. Y luego le guiño un ojo a ella.—Adiós, Amy.

—Nos vemos—se despidió con un rápido movimiento de mano.

Los vio caminar hasta su propia tienda a pasos tontos. Eso chicos eran un bomba juntos.

Laurent se aclaró la garganta para llamar su atención—¿Te gusta el lugar?—le preguntó una vez que ella puso su atención en la gran tienda.

—Todo es asombroso.

Amelie miró a sus alrededores para encontrase con las dos tiendas más cercanas a la suya. Una de ellas tenía la M en alto, supuso que era de Lucius. El tipo sí que sabía como lucirse.

Al otro lado estaba una más pequeña, casi de igual tamaño que la suya, donde estaban sentados los mellizos Enzo y Benjamín Rowle. Les dio una pequeña sonrisa de saludo, y ni siquiera tuvo que preguntarles por su pequeña hermana, porque ya sabía que estaría dentro de su tienda con Robyn.

Y no se equivocó. Esos niños eran inseparables.

Cuando Amelie entró al lugar, se encontró con una sala bastante grande, donde estaban sus amigos esparcidos por todos lados.

Orion estaba acostado, totalmente dormido en el sillón principal, sin importarle el ruido a su alrededor.

Sentados abajo, jugando con una pequeña réplica en miniatura del campo de Quidditch, estaban sus pequeños amigos, Esther, Hugo y Robyn. Los tres escuchaba atentamente las palabras de Blaise que les explicaba cómo funcionaba aquel artefacto.

—Hola Amelie—saludó la pequeña rubia una vez la vio. Su amigo de cabello rizado, también le sonrió.

—Hey, grupo de genios malvados—sonrió con cariño—. Ya veo que están jugando. ¿Quién creen que ganará en el partido real?—preguntó.

—Bulgaria.

—Irlanda.

Respondieron los dos al mismo tiempo, sin dudar. Luego se miraron con las cejas fruncidas y comenzaron una discusión tonta, de la que Amelie no quería ser participante, a pesar de que ella la ocasionó.

—¡Obviamente ganará Bulgaria, rubia! ¿En qué mundo vives?

—¡No me digas rubia como si fuera una ofensa! ¡Y ganará Irlanda, niño tonto!

Robyn que estaba en medio de los dos, se hizo más chiquita en su lugar. Por supuesto muy en el fondo estaba de acuerdo con Esther.

Y en realidad, la pequeña pelirroja estaría de acuerdo con ella en todo.

Amelie se alejó de ellos para ir directamente a la pequeña cocina donde se encontraba Theo, rebuscando entre las cosas algo rico para comer. Pero lo único que había ahí, era comida enlatada.

Theo sacó la lengua con asco, al ver los nombres raros de aquellos frascos. Con descuido colocó la pequeña lata en la mesa detrás de él, provocando que casi se cayera al piso, por suerte, Amelie la atrapó a tiempo con una sola mano.

—¿Hay algo rico para comer?—se burló dejando en la mesa la canasta que aún sostenía.

Theo se giró hacia ella con un pequeño puchero, que se borró rápidamente cuando el olor de ricos alimentos se impregnó en su nariz.

—Te tardaste tanto, qué pensé que te habías ido tu sola a comerte todo esto—hizo un movimiento exagerando hacia la canasta.

—Que tonto, si me hubiera ido a comer todo, seguramente te habría invitado—se rió suavemente.

—Y por eso te amo tanto, Amy.

Ella le sonrió, antes de indicarle que se sentara a su lado en una de la silla—. Vamos a comernos esto antes de que se den cuenta—susurró.

Theo asintió con rapidez, comenzado a sacar las cosas que había dentro de la canasta. El pequeño Amadeus realmente se había esforzando en preparar un almuerzo digno.

Al final, todos se reunieron en el pequeño comedor para poder disfrutar de la rica comida. Con algunas platicas de por medio sobre el partido que muy pronto presenciarían.

Amelie solo esperaba con ansias que las horas pasaran volando. No había estado tan feliz desde hace mucho tiempo, más específicamente, desde que vio a Hermione por última vez en aquella feria.

Y fue un poco triste saber que no obtuvo respuesta de su carta. Así que, quiso imaginar que era solo porque la envío algo tarde, además, el pequeño cuervo era nuevo en esto ser lechuza, podría haberse perdió.

¡Oh, qué maravilloso sería si se encontraran!

Es una lástima que ella casi nunca tuviera tanta suerte.

Casi nunca...


[...]


Hermione sujeto con fuerza la carta en su mano, había estado más de veinte minutos releyéndola, una y otra vez. Se suponía que debía darle una respuesta, sin embargo, no tuvo tiempo alguno de escribirla.

Cuando la carta llegó a sus manos estaban en medio del bosque, caminado a pasos perezosos con el señor Weasley de guía. Honestamente a ella le pareció un poco extraño el hecho de que tuvieran que caminar tanto para llegar al mundial, no obstante, terminó muy fascinada con la magia nueva que experimentó, aunque definitivamente no volvería a viajar en traslador.

Quizás porque se trata de ti...—releyó en un suave susurró.

Una sonrisa tonta apareció en sus labios, que se borró de manera rápida luego de que recibiera un picotazo en la mejilla.

Si, desde que la carta llegó a sus manos, el pequeño cuervo que resultó ser la nueva lechuza de Amelie, no se había separado de ella ni un segundo.

Hermione creyó que estaba un poco ansioso por hacer un buen trabajo con su dueña.

—Ya se que quieres llevarle una carta de respuesta pero, seguramente ya está aquí. Sería muy raro escribirle ahora—suspiró.

El cuervo agitó sus alas indignado, sin embargo, no se alejó de su hombro, se quedó quieto como una estatua.

Así que ella, hizo lo más interesante que podía hacer esa mañana. Seguir leyendo la carta de Amelie por décima vez consecutiva. No parecía cansarse de leer las mismas lineas, porque cada vez encontraba algo nuevo dentro la carta que le parecía lo más fascinante del mundo. Como la forma linda en que Amelie escribía su nombre, con un pequeño corazón en la letra "i".

O la manera en que parecía querer escribir dos pergaminos enteros para contarle todo sobre Quidditch.

Ella sin duda los hubiera leído, aunque realmente no fuera fanática del deporte. Hermione escucharía día y noche lo que Amelie quisiera contarle, con el único deseo de poder deleitarse con el sonido de su voz cuando esta emocionada, o cuando está concentrada, o cuando...

—¡Hermione!—gritó un pelirrojo con fuerza.

Ella dio un pequeño salto en su lugar provocando que el cuervo se tambaleara de su hombro.

—¿Eh? ¿Qué..?—balbuceó con torpeza.

Ron estaba frente a ella con las cejas fruncidas. Tenía una pequeña tetera polvorienta entre sus manos. Harry estaba detrás de él, asomándose por encima de su hombro con una mirada curiosa.

—Te estaba hablado y no pusiste atención. Parecías en trance mientras mirabas esa carta—señaló con la cabeza hacia abajo—. ¿Ya nos dirás de quién es?

—No es de nadie—se aclaró la garganta—¿A dónde van?

Harry sonrió con burla cuando se dio cuenta de las mejillas rojas en vergüenza de su amiga. Él había escuchado cuando Hermione le susurró a Ginny que la carta era de Amelie.

—Iremos a traer agua, ¿quieres venir?—sonrió Harry levantando una botella vacía.

—Si, vamos—se levantó con cuidado y se metió en el bolsillo de su suéter el pergamino.

—¿Ese animal vendrá contigo?—señalo Ron con una mueca, hacia el cuervo que permanecía sin moverse.

Hermione asintió sin pensarlo mucho, quizás afuera tendría ganas de volar con su dueña.

Los tres salieron de la tienda, que con mucho esfuerzo el señor Weasley intentó armar.

Afuera el ambiente era acogedor, tranquilo y fresco. El sol estaba en su punto más alto, sin embargo, no parecía quemarles la piel, al contrario, la tenue luz era perfecta para esa mañana.

Hermione pudo ver el mar de tiendas de campaña que se extendían en todas las direcciones, cada una con colores diferentes y muchos magos extraños sentados afuera; Hablando y riendo entre ellos. Todos parecían venir de diferentes países y, aunque había leído en libros sobre ello, verlo en persona era mil veces mejor.

—Eh... ¿son mis ojos, o es que se ha vuelto todo verde?—preguntó Ron.

No eran los ojos de Ron. Habían llegado a un área en la que las tiendas estaban completamente cubiertas de una espesa capa de tréboles, y daba la impresión de que unos extraños montículos habían brotado de la tierra. Dentro de las abiertas tiendas muchas personas sonreían con emoción.

—¡Harry!, ¡Ron!, ¡Hermione!—gritó una voz conocida.

Era Seamus Finnigan. Estaba sentado delante de su propia tienda cubierta de trébol, junto a una mujer de pelo rubio cobrizo que debía de ser su madre, y su mejor amigo, Dean Thomas, también se encontraba ahí.

Ellos se acercaron a saludar, ver caras conocidas era agradable.

—¿Le gusta nuestra decoración?—alzo las cejas con una sonrisa torcida—. Al ministerio no le ha gustado para nada, pero nosotros sólo queremos mostrar nuestro apoyo.

Harry se rió con nervios; Hermione y Ron tuvieron que seguirlo.

—Es genial—habló el de lentes.

—Oh, si. Tendrías que ver lo que pusieron lo búlgaros en sus tiendas, ellos si son un poco extremistas...—Rió Dean señalando hacia el otro lado de donde se encontraban.

Hermione llevó su vista hacia allí, donde un camino libre se podía observar.

—Aunque no les recomiendo que se acerquen mucho, escuche que cerca de ahí estaban los Slytherin. Ya saben como son de presumidos—declaró Seamus rodando los ojos.

El cuervo en el hombro de Hermione aleteó con molestia. Y fijó sus ojos negros profundos en el chico, el cual no pareció darse cuenta.

—No son solo los Slytherin, tonto—replicó su madre negando con una sonrisa burlona.—De ese lado se encuentran las familias influyentes, supongo que no les gusta mucho el alboroto que gente "ignorante" como nosotros ocasiona.

La manera en que dijo esas últimas palabras hizo sentir un poco incómoda a Hermione.

¿Era así cómo Amelie la veía? ¿Cómo alguien ignorante? No, no podría ser verdad. Ya había pasado mucho tiempo cerca de ella como para conocerla.

Amelie, la niña bonita que tartamudeaba al hablar cuando estaba nerviosa, nunca pensaría algo así de ella.

Sacudió la cabeza cuando se dio cuenta de los pensamientos negativos que empezaban a invadirla.

—Bueno...supongo que estarán apoyando a Irlanda, ¿no?—añadió Seamus.

Ellos se fueron luego de asegurarle que estarían de lado de Irlanda, aunque cualquiera hubiera dicho que si, al estar rodeado de tantos tréboles.

—Me pregunto qué habrán colgado en sus tiendas los búlgaros—habló Hermione con curiosidad, aunque en el fondo quería acercarse por si tenía la posibilidad de ver a...

—Vamos a echar un vistazo —propuso Harry, señalando una gran área de tiendas que había en lo alto de la ladera, donde la brisa hacía ondear una bandera de Bulgaria, roja, verde y blanca.

Cuando llegaron a la parte más alta, lograron tener una vista extraña, a diferencia de los enormes tréboles, en las tiendas de campaña de los búlgaros había colgados un montón de pósteres sobre un tipo alto, fornido, con pobladas cejas negras que llamaban la atención. La fotografía, por supuesto, se movía, pero no hacía absolutamente nada, más que parpadear y fruncir el entrecejo.

—Es Krum —explicó Ron en voz baja y muy emocionada.

—¿Quién?—preguntó Hermione, con una mueca en él rostro. El tipo le parecía un poco extraño.

—¡Krum!—repitió Ron—. ¡Viktor Krum, el buscador del equipo de Bulgaria!

Hermione no se impresionó, ni un poco.—Parece que tiene malas pulgas —comentó con voz aburrida observando la multitud de Krums que parpadeaban, molestos.

Harry, a su lado, soltó una pequeña risita por la cara, parada nada disimulada de su amiga.

—¿Malas pulgas?—Ron levantó los ojos al cielo con ilusión—. ¿Qué más da eso? Es increíble y muy joven; Sólo tiene dieciocho años o algo así. Es genial. Esperen a esta noche y lo verán.

Luego de eso, precedieron a ir hacia la fuente de agua, la cual ya tenía una cola. Frente a ellos, estaban dos hombres teniendo una acalorada discusión. Uno de ellos, un mago muy anciano, llevaba un camisón largo con estampado de flores.
El otro era evidentemente un mago del Ministerio: tenía en la mano unos pantalones de mil rayas y parecía a punto de llorar de exasperación.

—No esperaba esto—se rió Hermione, el cuervo en su hombro movió sus alas como si se estuviera burlando también.

Harry y Ron compartieron una mirada divertida. Aveces los viejos magos olvidaban algunas cosas importantes, como la vestimenta adecuada.

—Tan sólo tienes que ponerte esto, Archie, sé bueno. No puedes caminar por ahí de esa forma: el muggle de la entrada está ya receloso.

—Me compré esto en una tienda muggle —replicó el mago anciano con testarudez—. Los muggles lo llevan.

—Lo llevan las mujeres muggles, Archie, no los hombres. Los hombres llevan esto —dijo el mago del Ministerio, agitando los pantalones de rayas.

—No me los pienso poner —declaró indignado el viejo Archie—. Me gusta que me dé el aire en mis partes privadas, lo siento.

A Hermione le dio tal ataque de risa en aquel momento que tuvo que alejarse unos metros, hasta que los dos se fueron.

Entonces ella, con ayuda de Harry y Ron, comenzaron a llenar las dos botellas que tenían en las manos. Habían dejado la tetera para el final, ya que era mucho más fácil cargarla de regreso.

El gran cuervo se había colocado cerca de la fuente con intenciones de tomar agua para refrescarse.

Hermione suspiró con tranquilidad, tomando un poco de agua de la fuente, para pasarla por su pelo esponjando. Hasta ahora todo su día iba bastante bien, o al menos eso pensó, porque una voz molesta le hizo saber que no duraría para siempre.

—¡Pero miren que tenemos aquí!—exclamó con burla una voz chillona.

Hermione se giró, tan pronto escucho como Harry y Ron soltaban suspiros cansados. Frente a ellos se encontraban dos chicas altas, con el cabello negro largo y unos ojos enormes, como los de una libélula.

Eran las hermanas Carrow, Hestia y Flora. Unas chicas totalmente desagradables.

—Es la asquerosa sangre sucia, él traidor de
Weasley y el estupido mestizo—se río la más pequeña.

—¿Qué sucede? ¿Están perdidos? Porque dudó mucho que tengan dinero suficiente para pagar las entradas. Especialmente Weasley.

Se miraron y soltaron una sonora carcajada.

Ron se puso rojo de vergüenza, sin embargo, no pudo decir nada contra ellas porque la castaña se adelantó. Hermione las observó con molestia, no iba dejar que alguien la intimidara. Ni tampoco que molestaran a sus amigos.

—¿Es todo lo que tienen para burlarse? Qué patéticas son las dos—exclamó con veneno, sin moverse de su lugar.

Las dos hermanas la miraron con burla.
Acercándose con intención de intimidar a cada uno.

—De hecho, Granger. Tenemos muchas cosas con las que burlarnos—sonrió Hestia, con una mirada penetrante.

Su hermana siguió sus pasos.—Como por ejemplo, tú estupida manera de vestir. ¡Solo mírate! ¡Pareces un chico con esa ropa horrible!

Y sin importarle el daño que causará, pateo con dureza la tetera que aún se encontraba en el suelo, la cual salió disparada y se rompió en mil pedazos.

—¡Como te atreves!—jadeó Ron con la boca abierta.—¡Asquerosa serpiente, te mataré!

Harry y Hermione, lo sujetaron del brazo con fuerza para evitar que hiciera una tontería.

El cuervo de Amelie que hasta ahora había permanecido tranquilo, se alejó aleteando con rapidez, hacia quien sabe dónde.

—Oh, vamos Weasley, ¿no tienes dinero para comprar otro? No te preocupes yo puedo darte.—Dijo sacando de su bolsillo un par de galeones.

Los levantaron con burla y sin que el trío se lo esperara, los arrojaron con dureza en su rostro, provocando que se tambaleara hacia la fuente de agua.

—¡Atrápalo con esos dientes de conejo, Granger!

Uno de ellos golpeó la mejilla de Hermione, ocasionándole un fuerte dolor. Sus ojos se pusieron llorosos sin que pudiera evitarlo.

—¡Hermione!—llamó Harry acercándose hasta ella con preocupación, sin importarle que sus lentes se rompieran por una moneda.

Ron se colocó frente a ellos con la nariz sangrado, podía dejar que rompieran su tetera, pero lastimar a sus amigos era cruzar el límite.

—¡Aléjense asquerosas serpientes!—su voz furiosa resonó por todos lados, que incluso algunos magos se giraron a mirarlos con curiosidad.—¡O si no...!

—¿O si no qué..? ¿Nos acusarás con tu papi?—intervino señalando con el dedo, como si fuera una exhibición de la que burlarse.

—¡Ya verás!—gruño él pelirrojo.

Antes de que Ron se abalanzara contra ellas, esta vez sin nadie que lo detuviera, una bola pequeña, parecida a una quaffle, cayó sobre la cabeza de Hestia, logrando que cayera de rodillas al suelo. Soltó un quejido de dolor, que parecía el de un animal salvaje.

Hermione miró rápidamente en la dirección en la que vino, solo para encontrase con dos siluetas muy familiares, caminado con sonrisas inocentes.

Eran Amelie y Theo. Y, en el hombro de la chica estaba el gran cuervo negro, que permaneció inmóvil con siempre.

El corazón de Hermione dio un pequeño brinco, al observar a la chica de cabello negro, caminar tal elegante y confiada, como siempre.

—¡Me dolió!—lloro la niña en el suelo, siendo levantada con rapidez por su hermana, que miró hacia atrás para ver con furia a los causantes.

—¡¿Cómo te atreves, Rosier?!—gritó.

Amelie camino hacia ellos con las manos metidas en los bolsillos. Parecía estar completamente tranquila, sin embargo, en sus ojos grises se reflejaba un fuego intenso.

—¡Oh, lo lamento mucho Flora!—exclamó con falsa preocupación.—Le arroje la quaffle a Theo, pero, creo que me pasó la mano.

Hermione no pudo evitar sonreír, no la había visto en mucho tiempo, que tenerla ahora enfrente, era como sentir la brisa fresca en las mañanas. El tiempo a su alrededor se detuvo como si fuera magia, solo para que ella pudiera deleitarse con su apariencia.

Amelie tenía las mejillas rojas, y unas pequeñas gotas de sudor le corrían por la frente. Seguramente había estado jugando Quidditch todo este tiempo.

Hermione no pudo evitar mirar más abajo, hacia su mandíbula bien definida, luego, hacia su cuello, donde también podía observar un poco de sudor correr libremente hasta sus clavículas, que por la forma de su camisa podían verse con facilidad.

Las mariposas en su estómago estallaron, cuando se encontró mirando más abajo de lo adecuado. Parpadeó con torpeza para concentrarse en la conversación.

—¡Eres una perra, Rosier!—le gritó la chica colocándose enfrente de ella.

Hermione por instinto se acercó unos pasos, hasta estar alado de Ron, que también miraba todo expectante.

—¡Vaya! ¿Con esa boquita comes?—sonrió de lado, inclinado levemente la cabeza.

¡Dios! Si seguía así, Hermione se desmayaría.

—Vamos Flora, solo fue un accidente—intervino Theo, tratando de calmar la situación. Aunque en el fondo se estaba divirtiendo mucho.

Aveces solo tenias que golpear a una niña con ojos de libélula, para seguir con tu mañana tranquila.

—Si, Flora. No seas una aguafiestas—murmuró Amelie con voz extremadamente dulce. Luego, se acercó hasta el oído de la chica para susurrarle, sin que el trío de oro pudiera escuchar—. Solo quería ver si la tonta de tu hermana, realmente siente dolor.

Flora se le quedó mirando, abriendo y cerrando la boca.

Hermione se mordió el labio, tratando de descubrir que le había dicho para dejarla así. Amelie siempre había sido alguien dulce pero aveces, cuando se molestaba, solía ser un poco audaz.

—¿Todo bien Hestia?—habló Theo, acercándose a la otra hermana, para darle duras palmadas en la espalda. —¡Si, pareces tener buen aspecto!—asintió ignorando la mueca de dolor que hacia niña.

—¡Excelente!—exclamó Amelie, luego, procedió acercarse al otro lado de Hestia para, (al igual que Theo), darle palmadas duras en el hombro.—Será mejor que regresen a su tienda de campaña.

—¿Por qué debería escucharte?—tragó saliva Flora, luego de recuperar la postura.

Hermione observó como Amelie se encogía de hombros despreocupada, girándose para echarle un vistazo a la fuente de agua.

—No tienes que hacerlo, sin embargo, si yo fuera tu me iría—sonrió con gracia—. Tu padre estaba afuera de su tienda con una botella de Whiskey de fuego. No creo que sea buena idea dejarlo tomar antes del partido. Podría ocasionar problemas.

No tuvo que decir otra palabra, porque ambas niñas se pusieron pálidas al escucharla hablar. Amelie fue un poco cruel al decir aquello en voz alta, pero sabía, que esa era la única forma de hacerlas huir.

Aveces, necesitas hacerles recordar a las personas de donde vienen.

—Vamos, Hestia—llamó a su hermana con un movimiento de mano.

Con una última mueca hacia el trío de oro, las dos se alejaron en dirección hacia la tienda de su familia.

—Eso estuvo intenso, ¿no creen?—preguntó Theo con una sonrisa amigable.

—¿Qué es lo que quieres sucia serpiente?—gruño Ron enfadado, ya le habían arruinado el día.

Amelie se dejó caer cerca de su amigo cuervo para acariciarlo.

—¡Vaya, Weasley! Tranquilízate—lo miró con las cejas fruncidas, al escuchar la forma en que le habló a su mejor amigos.

Hermione la miró, estaba irritada por la molestia en su mejilla. Y, el hecho de que ella no se preocupara por la forma en que sus amigas los trataron, era un un trago agridulce. Entonces, los ojos grises también se encontraron con los suyos, como si la hubiera llamado. La mirada de Amelie se suavizó, al darse cuenta del corte sangrante en su mejilla.

—¿Qué te pasó?—preguntó levantándose de su lugar.

Oh, entonces ella no se había dado cuenta. Bueno, Amelie solía ser un poco lenta en ocasiones. Pero...¿Acaso no vio la nariz sangrante de Ron? ¿Y los lentes rotos Harry?

O tal vez solo lo ignoro. Hermione no sabría decirlo con certeza.

—Fueron tus estupidas amigas—respondió Ron, antes de que ella pudiera hacerlo.—¡Rompieron la tetera de papá!—lloriqueó limpiándose la sangre de su nariz.

—Ellas no son mis amigas...—declaró Amelie con duda.—Pero me haré responsable de sus actos, si te parece bien.

—¿Eh? ¿Por qué tú?—cuestionó Harry con duda, entrecerrando los ojos a través de unos de los cristales rotos.

Amelie le hecho un pequeño vistazo a Theo, que estaba parado jugando con sus manos, pacería incómodo.

—No sé como responder a eso—admitió en voz baja—, ¿aceptarás que te pague la tetera? Supongo que debe ser importante para tu padre.

Ron la miró de arriba abajo, antes de soltar un suspiro.—No, no quiero tu dinero—gruño.

Y Amelie no volvió a decir nada al respecto.

Hermione miró la forma en que retorcía sus manos nerviosa, como si quisiera decir algo más. Así que ella decidió hablar antes:

—Gracias, por ayudarnos—comentó con timidez, logrando romper el silencio.

Asintió Harry con torpeza, siguiendo el ejemplo de su amiga.—Si, gracias Amelie y,...Theodore.

—No fue nada.—la niña les sonrió, pero su ojos miraron específicamente a Hermione.

La castaña hizo lo mismo, quizás no habían hablado, ni visto, en más de un mes, pero sus sentimientos siempre serían los mismos. Amelie solía tener esa aura que la atraía, sin que pudiera evitarlo.

—¿Qué están esperando? Pueden irse ahora mismo—habló Ron con hostilidad.

Ella lo miró de inmediato, con las cejas fruncidas.

—¡Ron!—regaño—¡No seas grosero!

Pero Ron no los hizo caso, tomó entre sus manos aquella botella de agua, para llevársela a su padre. Y sin dirigirles otra palabra salió caminando.

—Lo siento—se disculpo Harry, siguiendo a su amigo.—¿Vienes Hermione?—preguntó cuando se dio cuenta de que su amiga no se movió.

Hermione se estaba mordiendo los labios en señal de nervios. Quería quedarse más tiempo, pero tampoco podía obligar a sus amigos a quedarse. Así que asintió en dirección a Harry, dio media vuelta para seguirlo, sin embargo, no pudo ni dar dos pasos, porque una suave mano se había aferrado a su muñeca.

Hermione miró por encima de su hombro, hacia los ojos grises que la miraban esperanza.

—¿Puedo acompañarte?—murmuró Amelie con duda.

Una sonrisa enorme se expandió por su rostro. Aún le dolía el golpe en su mejilla, pero eso no evitó que se sonrojara por el tacto.

—Claro que puedes...

Entonces Amelie también le sonrió, se giró para mirar a Theo, quien le dio un asentimiento firme para que fuera. No es como que él quisiera acompañarlos. Las actitudes de Weasley de alguna forma, le provocaban incomodidad.

Harry que se había quedó a esperarla, supo que no debía preocuparse por ella, así que se adelantó, permitiéndoles tener un momento.

Hermione camino con cuidado de regreso hacia la tienda, solo que esta vez no estaba nada más con la compañía de Harry y Ron, sino que tenía a una chica guapa, siguiéndole el paso.

—Lo lamento ¿sabes?—habló Amelie de pronto.

Hermione la miró, encontrándose con su perfil lateral. Tenía las cejas fruncidas en inquietud.

—Lo sé, me lo escribiste en la carta...

Amelie giró la cabeza con tanta velocidad que casi se lastima el cuello.

—¿Recibiste la carta? Y yo que pensé que Nyx la había perdido—se rió suavemente.—Tendré que agradecerle después.

—Si lo hice. Y yo también lo lamento—se encogió de hombros.

Ella también tenía que disculparse, si quería que todo estuviera bien.

Hermione tampoco le escribió cuando se dio cuenta de que Amelie no respondió a sus últimas cartas. Quizás porque pensó que la niña no quería hablar con ella, y tampoco quiso parecer una acosadora envidiándole cartas todos los días.

Aunque, si lo hubiera hecho, alguien más la habría descubierto. Que suerte.

—¿Por qué? Si fui yo quien no te escribió—ladeó la cabeza con duda.

—Lo sé, pero yo tampoco te escribir después de un mes sin respuesta—agacho la cabeza—. Además, tú hermano me dijo que casi no respondías cartas por qué era un regla de tu abuelo...

Hermione siguió caminado con tranquilidad, hasta que se dio cuenta de que la niña se había quedado parada en su lugar, con la mirada fija en el suelo.

—¿Orion te dijo eso?—murmuró con voz tensa.

Hermione no vio lo malo que era, ni tampoco la forma en que el rostro de Amelie se tornó serio de pronto.

—Si, en la última carta que le envíe—asintió rápidamente.

—Oh, entiendo.

Hermione se acercó, y con cuidado levantó su mano, para pasar con suavidad sus dedos por la mejilla de Amelie.

—¿Estás bien?—susurró.

Recibió una respuesta rápida de la chica, que se había inclinado a su tacto, como si fuera un simple instinto.

—Lo siento. Es que el abuelo cree que las cartas son una distracción.

Hermione estaba apunto de preguntarle el por qué. Sin embargo, no pudo hacerlo. Amelie cambió el tema de inmediato; Fijando sus ojos grises en la pequeña cortada en su mejilla.

—¿Te duele mucho?—preguntó acercándose más, para observarla mejor.

Hermione tragó saliva con nervios, al oler el suave aroma a dulces que Amelie desprendía. Había extrañado mucho eso.

—Solo un poco—mintió, en realidad si le dolía bastante. Que incluso, aún podía sentir su mejilla punzante.

—Si tuviera mi varita te habría curado.

Hermione se río, negando con la cabeza.
—Es imposible, no pudes hacer magia fuera de Hogswarts.

—Quizás no, pero por ti podría hacerlo. Además, solo sería un hechizo de curación, no iré a Azkaban por eso.

—Eres una tonta—murmuró con cariño.—Vamos, sigamos caminado. Estoy segura de que Harry estará esperándome.

Amelie se dejó arrastrar por la mano hacia la tienda de campaña de los Weasley. En el trayendo del camino, Hermione se permitió pregúntale sobre los equipos de Quidditch, sabiendo que eso la volvería feliz.

Y así fue, Amelie se la pasó hablando de la increíble actuación que seguramente harían los cazadores de Irlanda. Y tambien sobre lo impresionante que era Viktor Krum como buscador. Aunque, a Hermione no le pareció así, para ella eran personas que no reconocería nunca.

Solo los vería una vez en su vida, volando en escobas de un lado a otro. ¿Por qué debería impresionarse con eso? No es como si alguna vez fuera a conocer a un famoso jugador en Hogwarts.

—¿A quién estás apoyando esta noche, Hermione?—indagó Amelie, sacándola de su ensoñación.

Se quedó observando a detalle su rostro mientras hablaba, que por poco y no se da cuenta de que ya habían llegado con los Weasley. Los cuales estaban esparcidos por todos lados, unos cocinando y otros charlando. Ron que lucía molesto, estaba ayudando a su padre con las salchichas en la lumbre. Harry, en cambio estaba sentado solito en un silla, moviendo sus pies de adelante hacia atrás. Y en cuanto las vio, les envío una saludo emocionado con la mano. Como un pequeño y lindo cachorro que esperaba pacientemente a sus dueños.

Ellas le devolvieron el saludo. Y luego, Hermione pudo responder a su pregunta, aunque no sabía muy bien que decir, ella no era tan fanática del Quidditch.

—No estoy segura, creo solo seré una simple espectadora—se encogió de hombros, apartando la vista.

—Bueno, eso funciona. Mi padre también hará eso.—se rió suavemente.

Ambas se quedaron mirando por unos segundos. Había extrañado la presencia de la otra, en todos los sentidos. Aún cuando solo había tenido una conversación simple de Quidditch.

A Hermione le hacía bastante feliz saber que Amelie estaba justo enfrente de ella, con esa sonrisa resplandeciente; Sin lucir incómoda por el hecho de que casi se besaban antes de su cumpleaños.

No sabría imaginar, como ocurrirían las cosas sin ella de verdad se hubiera atrevido a...

—¡Hey, Rosier!—Llamó Ginny desde lejos, moviendo su mano de un lado a otro con rapidez.

Hermione observó divertida la forma en que Amele entró en pánico. No estaba acostumbrada a la presencia de Ginny. Era casi igual a tener a Robyn, con la diferencia de que Weasley si la molestaba con muchas cosas.

(Su pequeño enamoramiento por Hermione era una ejemplo). Se la pasaba diciéndole cuanta tontería para que la invitara a salir. Amelie no necesitaba sus consejos extraños.

—Será mejor que me vaya...—balbuceó con una mueca, mientras veía a Ginny acercarse a pasos rápidos.

—Me alegro de verte, Amy. Realmente te extrañe.—susurró Hermione, logrando que Amelie apartara la vista de la terrorífica pelirroja.

—Yo también te extrañe, Hermione. Espero que los últimos días de vacaciones pasen rápido, para poder verte otra vez.—se acercó con timidez para plantarle un suave beso en la frente.—Cura tu mejilla, por favor. Tú bonito rostro no debería lucir un moretón—susurró finalmente cerca de ella.

Amelie no espero una respuesta suya, dio media vuelta, y prácticamente salió corriendo. Hermione pudo ver sus mejillas rojas y la enorme sonrisa que decoraba su rostro.

La niña de ojos grises le gustaba tanto, que aveces sentía que su corazón no aguantaría tanto amor. La veía en las bellas flores de su jardín, en la suave lluvia que caía por su ventana. Incluso en la hermosa luna que siempre le brindaba luz resplandeciente.

Desearía que Amelie pudiera verlo, y también desearía a ser un poco más valiente. De esa forma no escondería sus palabras, sentimientos y acciones. Por qué si de algo estaba segura, era que estaba enamorada de la presencia tan pura de aquella chica, que le transmitía vida.

Y eso nadie podría cambiarlo.




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¿Siguen ahí? Espero que si. Honestamente me disculpo por la tardanza, estuve en semana de exámenes y, bueno, fue un poco estresante.

Pero lo genial de todo esto, es que salgo de vacaciones la próxima semana, así que mis actualizaciones serán mucho más seguidas. Quiero terminar este segundo acto, antes de que comience la escuela.

¡Así que, estén preparados! Porque este cuarto año, va estar muy emocionante. ¡Besos a todos!

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