KODOKU: The First #PGP2024

By AvenciniART

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Un príncipe mestizo lucha contra el reinado cruel de su padre y se embarca en un viaje para encontrar la libe... More

INTRODUCCIÓN
🎖️ DIARIO DE TRIUNFOS 🎖️
I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
XI
XII
XIII
¡Especial San Valentín! 💌
XIV
XV

X

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By AvenciniART

LA REVELACIÓN
Capítulo 10

GROSSE HANDELSSTADT
Eiserne Nation

En un callejón, en medio de un edificio abandonado, dos valientes caballeros se enfrentaban a una situación inusual: descubrieron y acabaron de enfrentar a dos arraigados que se ocultaban bajo la apariencia humana.

La lucha era feroz, y el grito desgarrador de un arraigado fue sofocado cuando Josep, con su habilidad y destreza, logró cortarle la garganta. Acto seguido, roció el brillante líquido celeste sobre la garganta abierta del arraigado, que poco a poco se consumía desde dentro. La escena era impactante, pero para ellos, era una forma de justicia por todo el sufrimiento causado por estos seres.

—¡Muere como mereces! —exclamó Josep, mientras se lamentaba de que se le estuviera agotando el agua bendita. Dirigiéndose a su compañero Anthony, le preguntó —¿Tienes más agua bendita, Anthony?

—Me sobran tres frascos, Josep. No deberías haber gastado todo en un solo demonio —respondió Anthony, consciente de que necesitaban dosificar sus recursos.

—Me gusta que sufran, que sientan una parte del dolor que infligieron a sus víctimas, o incluso más —agregó Josep con una sonrisa satisfecho —. ¡Odio a los demonios!

Mientras tanto, Sebastian, el joven guardia que acompañaba a los dos caballeros reales, observaba horrorizado cómo ellos torturaban a los demonios. De repente, el arraigado herido y mutilado clamó:

—¡Los mataré! ¡Les arrancaré sus corazones y alimentaré mis deseos con sus entrañas! ¡Ahhgr!

Sin embargo, el agua bendita que Josep había utilizado impedía su regeneración y lo mantenía debilitado. Anthony, siempre astuto, decidió interrogar al arraigado en busca de respuestas:

—¿Qué buscan? Dinos cuál es tu objetivo.

—No te lo diré, ¡Jamás traicionaré al rey, asqueroso humano! —el arraigado resistió y respondió desafiante.

Sin titubear, Anthony sacó una piedra brillante y un pergamino de su bolsa, y con un movimiento rápido y preciso, clavó la piedra en la frente del arraigado. El demonio gritaba de dolor mientras sus ojos brillaban intensamente.

A medida que el pergamino se llenaba de palabras e imágenes que reflejaban los pensamientos del ser, Anthony había logrado extraer valiosa información sobre los objetivos y planes de estos seres malignos. Algunas de las palabras y símbolos en el pergamino eran desconocidos para ellos, pero confiaban en que podrían descifrar su significado.

Al retirar la afilada piedra de la frente del arraigado, este quedó asombrado ante la habilidad de un humano para llevar a cabo tal acto.

—Bueno, al parecer has traicionado a tu rey, demonio —concluyó Anthony con una mirada firme y decidida.

—M-mmm... ¿Cómo...? —balbuceó el demonio, incapaz de comprender cómo un simple humano había logrado vencerlo de esa manera.

Con una destreza impresionante, Anthony blandió su espada con una velocidad vertiginosa, cortando el cráneo del arraigado en un solo golpe certero. La impactante escena se desarrolló en un instante, mientras la sangre del arraigado se derramaba en el suelo. El cuerpo de la criatura, ahora sin vida, colapsó en el suelo con un estruendo siniestro.

Mientras tanto, Sebastian, el guardia que había presenciado todo el intercambio con asombro, se preguntaba de dónde provenía esa habilidad mágica que poseían los caballeros. En ese momento, Josep se acercó a Sebastian por detrás y le habló en voz baja:

—Seb, necesito que lleves un mensaje.

—¿S-señor? —Sebastian, algo sorprendido por la repentina atención de Josep, respondió con nerviosismo.

—Debes ir al palacio del rey Valhgesio y decirle que los demonios están aquí, infiltrados y asesinando personas.

Luego, Anthony entregó el pergamino al guardia con una expresión seria.

—Esto es la prueba que debes mostrarle al rey, Sebastian. Es crucial que vea la verdad con sus propios ojos —dijo Anthony con solemnidad.

Pero Sebastian, preocupado por cómo convencería a los guardias de la realeza para que lo dejaran entrar, preguntó:

—¿Cómo puedo persuadir a los demás guardias para que me dejen pasar?

—Sebastian —Anthony responde —, comprendo tus preocupaciones, pero debes recordar que el destino del reino está en juego. La verdad y la seguridad de todos dependen de que el rey conozca esta información crucial —se acercó a él y puso una mano en su hombro, transmitiéndole confianza —. Tienes que aprovechar tu posición como guardia, mostrando tu lealtad. Explica que has sido testigo de algo que amenaza directamente al reino y al rey. Apela a su sentido del deber y resalta que tú estarás a su lado para protegerlo.

—Entiendo, señor —Sebastian asintió lentamente, asimilando las palabras del rubio caballero —. Haré lo que sea necesario para cumplir con mi deber y llevar este mensaje al rey. No dejaré que nada se interponga en mi camino.

—Eso es lo que esperaba de ti, Sebastian. Confío plenamente en que te mostrarás como un verdadero defensor del reino. Ahora ve, cada segundo cuenta.

—Tambien dile esto —Josep le susurró el mensaje al oído de Sebastian, asegurándose de que solo ellos dos pudieran escucharlo —.... Ahora sí, ve.

Después de que Josep le susurró el mensaje al oído de Sebastian, la urgencia se apoderó del ambiente. Era hora de actuar rápidamente y depositar todas las esperanzas en la valentía del joven guardia.

Sebastian guardó con cuidado el pergamino en su bolsa y abandonó el lugar a toda prisa, montando en su caballo y desapareciendo en la distancia hacia el palacio del rey. Anthony y Josep lo observaron con atención mientras se alejaba, deseándole éxito en su misión.

—¿Qué mensaje le diste a Sebastian? —curioso, Anthony le preguntó a Josep.

—Uno que estoy seguro que se cagará en los pantalones —Josep soltó una risa traviesa.

Anthony negó levemente con la cabeza, preocupado por las posibles bromas de Josep.

—Espero sinceramente que esto no sea una de tus travesuras habituales, Josep. La situación es demasiado seria para tomarla a la ligera.

—Descuida, los tendremos bajo control. Ahora sí, iré a limpiar esta mierda.

FREIES FELD
Eiserne Nation.

La noche caía sobre la pequeña cabaña de la abuela Weber, envolviéndola en un halo de misterio. El hogar, iluminado por suaves luces tenues, brindaba un refugio acogedor en medio de la oscuridad.

Risoku, Kodoku y Yuki, con una mezcla de cansancio y determinación en sus ojos, se encontraban de pie frente a la humilde morada de la abuela. Risoku, con voz suave pero firme, miró a su abuela y le dijo:

—Abuela Weber, sé que nuestra llegada ha sido inesperada y quizás te haya causado cierto malestar. Pero Kodoku y Yuki no tienen un lugar seguro para descansar en este momento. ¿Podríamos quedarnos aquí por esta noche?

La abuela, aún visiblemente afectada por los acontecimientos recientes, miró a Risoku con una mezcla de incertidumbre y reflexión. Sus ojos buscaron respuestas en el rostro de su nieta, tratando de comprenderla. Lentamente, suspiró y asintió con tristeza.

—Risoku, entiendo que necesiten un lugar donde dormir y descansar —respondió la abuela con voz temblorosa —. Aunque mi casa no es grande, siempre será un refugio para ti y aquellos a quienes quieres. Pueden quedarse, pero solo por esta noche.

Un destello de gratitud se reflejó en los ojos de Risoku mientras una sonrisa tímida iluminaba su rostro. Kodoku y Yuki, quienes se mantenían en silencio durante la conversación, agradecieron a la abuela con una inclinación de cabeza y expresiones de sincera gratitud.

La abuela Weber abrió la puerta de su cabaña, invitándolos a entrar. En el interior, la calidez del hogar se hizo evidente a través del suave crepitar de una chimenea y el olor reconfortante de la madera. La abuela Weber encendió algunas velas, creando una atmósfera acogedora en la sala de estar.

—Siéntanse como en casa —les dijo la abuela mientras se dirigía a la cocina por un momento.

Mientras tanto, Kodoku se acercó a Risoku y Yuki con una determinación en sus ojos.

—Chicos, hay algo que debo hacer primero —dijo Kodoku en tono serio —. No quiero que nadie se preocupe por ello, pero necesito asegurarme de deshacerme de los cadáveres de esos demonios.

Con esa afirmación, Kodoku se dirigió rápidamente hacia el exterior de la cabaña. Allí, en la oscuridad de la noche, se aseguró de que nadie pudiera verlo. Se concentró y utilizó su poder, invocando un portal hacia la dimensión del Unterwelt. Tomó a los dos cadáveres y los lanzó dentro del portal, despidiéndose de ellos en silencio, con una expresión de mirada que dice "váyanse a la mierda".

El portal desapareció sin dejar rastro, y Kodoku regresó a la cabaña con una expresión tranquila en su rostro. Se unió nuevamente a Risoku y Yuki, evitando mencionar lo que acababa de hacer para no perturbar el ambiente de calma y reconciliación de la anciana.

Luego de un rato, la abuela Weber regresó a la sala de estar, trayendo consigo una bandeja con tazas de té caliente y galletas recién horneadas. Con una sonrisa amable, la abuela Weber colocó la bandeja sobre la mesa y se sentó junto a Risoku y Yuki.

—Espero que disfruten de esta pequeña merienda —dijo la abuela con ternura, extendiendo una bandeja de galletas y tazas de té fragante —. Es un gesto para agradecerles por estar aquí y por traer paz a esta casa una vez más.

Risoku asintió con gratitud y tomó una taza de té entre sus manos, dejando que el calor reconfortante la envolviera. Yuki, sin embargo, observaba a la abuela con recelo, recordando el doloroso momento en el que la anciana le había rociado agua bendita en el rostro. La tensión se podía sentir en el aire mientras ambas se miraban fijamente.

La abuela Weber se acercó a Yuki con una expresión apenada en su rostro.

—Querida, lamento profundamente lo que hice. Mi miedo y prejuicio nublaron mi juicio y te causaron dolor. Fui injusta contigo y me arrepiento sinceramente.

Yuki se mantuvo en silencio por un momento, procesando las palabras de la abuela. Lentamente, su expresión de malicia se suavizó y una chispa de comprensión se encendió en sus ojos.

—Está bien abuelita, aprecio tus disculpas —respondió Yuki con voz suave pero firme.

La abuela Weber respiró aliviada, sus arrugas se suavizaron mientras un destello de gratitud iluminaba su mirada. Yuki también tomó una galleta y dio un mordisco, saboreando el dulce sabor mientras escuchaba los sonidos suaves del hogar.

MINUTOS DESPUÉS...

Risoku llevó a Kodoku hacia el ático, subiendo lentamente por las estrechas escaleras de madera. Al llegar arriba, abrió la puerta del ático, revelando un espacio pequeño pero acogedor. En una esquina, se encontraba una cama con mantas y almohadas cuidadosamente dispuestas.

—Esta es mi habitación en el ático —dijo Risoku —, es aquí donde duermo ahora. Aunque es sencilla, es un lugar lleno de paz y tranquilidad.

Lo que más llamaba la atención del ático era un cuadro lleno de garabatos hecho a crayones al lado de la cama. Risoku lo señaló, algunas partes están borrosas por el paso del tiempo, pero es un garabato hechos por ella cuando era solo una niña, y también los de sus padres, quienes ya no estaban presentes en su vida. Risoku sintió un nudo en la garganta al recordarlos.

—Estos garabatos son un tesoro para mí —compartió Risoku con voz suave —. Representan los momentos felices que viví junto a mis padres antes de que terminara viviendo aquí, en esta casa. Aunque los extraño cada día, esto me recuerda que su amor perdura en mi corazón y que siempre estarán conmigo.

Kodoku se acercó al cuadro y observó detenidamente los garabatos infantiles, captando la emoción en las palabras de Risoku. Podía sentir la tristeza y la nostalgia que se aferraban al corazón de la joven campesina.

—¿Segura de que tú los hiciste? —preguntó Kodoku.

Risoku frunció el ceño, pero luego una sonrisa se formó en sus labios.

—Bueno, algunos sí, pero otros fueron creaciones de mis padres. Aunque no eran artistas, esos garabatos eran verdaderas obras maestras para mí.

—Qué horrible se ven —bromeó con su tono frío y sarcástico habitual, tratando de hacer comentarios irónicos sobre la calidad artística de los garabatos.

Sin embargo, Risoku no tardó en reaccionar, dando un empujoncito enojado en el hombro a Kodoku.

—¡Oye! ¡No te burles de mis garabatos! —exclamó, su voz llena de indignación.

Kodoku se sintió un tanto desconcertado por la reacción de Risoku.

—Lo siento. Solo... Traté de bromear —admitió, su mirada indiferente ocultando cualquier signo de arrepentimiento.

A pesar de todo, Risoku no pudo contener su risa, dejando de lado cualquier atisbo de tristeza y nostalgia.

—Está bien, Kodoku —dijo con gratitud, mirando fijamente los garabatos una vez más —. Parece que no estás acostumbrado a las bromas amistosas.

Kodoku, sintiéndose un tanto incómodo con la muestra de gratitud, ocultó sus mejillas ruborizadas con su bufanda roja y mantuvo una mirada indiferente.

—Sabes, tu apoyo me ayuda a apreciar aún más estas pequeñas obras de arte —dijo Risoku, buscando encontrar un punto de conexión con el chico. Kodoku, incómodo con el comentario, respondió fríamente:

—Cállate, solo traté de decir algo bueno —suspirando suavemente, Kodoku permitió que su expresión se suavizara ligeramente —... No soy bueno con esto. Pero aprecio tu compañía, chica.

Risoku sonrió, reconocimiento y gratitud llenando su rostro.

—Gracias, Kodoku. No esperaba que te expresaras de esa manera —dijo con sinceridad —. Aunque a veces parezcas duro, sé que tienes un corazón que se preocupa.

—No necesito que lo digas en voz alta —respondió con un tono más suave mientras desvía la mirada —Pero agradezco que lo entiendas.

Risoku asintió, su expresión repleta de comprensión. Pero justo en ese momento, Yuki asomó la cabeza por la puerta del ático, interrumpiendo el momento íntimo entre Risoku y Kodoku.

—¿Qué están haciendo ustedes? ¿Alguna travesura mientras yo no estoy? —dijo Yuki con su típico tono de voz juguetón.

Kodoku, un poco fastidiado por la interrupción, se acercó a Yuki y cerró la puerta del ático de un golpe, dejándola afuera. Yuki, sorprendida, comenzó a protestar desde el otro lado de la puerta.

—¡Hey! ¡Déjame entrar! —exclamó Yuki, golpeando la puerta con su puño.

—Qué fastidio eres, Yuki —dijo Kodoku, su tono llevando una clara nota de molestia.

—Ahhh, entiendo, ¿entonces van a hacer el "sin respeto"? —dijo Yuki burlonamente —. Bueno, si lo vas a hacer, asegúrate de que Risoku sepa que los bebés no nacen dentro de un huevo.

Kodoku y Risoku se pusieron rojos como tomates, avergonzados por la insinuación de Yuki. Mientras tanto, ella soltó una risa traviesa al saber la reacción de sus amigos.

—¡Yuki, te voy a matar! —exclamó Kodoku en tono amenazante, abriendo la puerta del ático decidido a perseguirla.

—¡Mua-ha-ha, atrápame si puedes! —respondió Yuki, riendo mientras se alejaba corriendo por el pasillo, dando inicio a un juego de persecución.

Risoku, sin poder evitar contagiarse del espíritu travieso de Yuki, se unió a la diversión y persiguió a Kodoku a toda velocidad, riendo a carcajadas mientras jugaban enredándose por las habitaciones de la casa.

Las risas llenaron el aire y, aunque las responsabilidades y las preocupaciones del mundo exterior seguían presentes, en ese momento, los tres amigos encontraron un escape en la camaradería y complicidad que compartían.

MOMENTOS DESPUÉS...

Kodoku mantuvo a su hermana, Yuki, de rodillas y totalmente chamuscada, mientras los tres estaban delante de la abuela Weber. El ambiente se tornó un tanto tenso, Kodoku tomó una profunda respiración y decidió tomar la iniciativa.

—Señora Weber, lamento mucho el escándalo que hicimos —comenzó Kodoku, su tono sereno y respetuoso —. Fue irrespetuoso y fuera de lugar, y quiero pedir disculpas.

La abuela Weber los miró fijamente durante un momento antes de responder. A pesar de su fachada rígida, su mirada reflejaba comprensión.

—Entiendo que son jóvenes y que a veces pueden salirse de control las cosas —respondió en un tono sereno —. Aunque sean mitad demonios, siguen siendo niños, y eso es normal.

—Lo siento mucho, abuela Weber —Risoku se unió rápidamente a las disculpas de Kodoku —. No queríamos causar ningún problema. Nos dejamos llevar por la emoción del momento.

—Mis queridos, no hay necesidad de disculparse. La familia es un vínculo especial, y a veces es necesario que las tensiones salgan a la luz para poder sanar y crecer juntos —la abuela Weber sonrió con ternura, reconociendo la sinceridad en las palabras de Risoku.

Kodoku asintió, agradecido por las palabras comprensivas de la abuela Weber. Yuki, quien había estado en silencio todo este tiempo, finalmente rompió el silencio con un hilo de voz:

—Lo siento mucho, abuelita. Prometo comportarme mejor y no causar más problemas.

—Eres una niña especial, Yuki —la abuela Weber acarició el rostro de Yuki con ternura. Yuki, como platos en los ojos, dejó escapar un humo negro de su boca antes de caer.

...

Mientras la noche caía sobre la casa de la abuela Weber, Kodoku se encargó de realizar un conjuro antitelepático para proteger a todos del alcance de los demonios o criaturas arraigadas, mientras que Yuki aprovechó ese momento de tranquilidad para fabricar nuevas flechas, preparándose para las aventuras que les esperaban.

Después de terminar, Yuki se dio cuenta de que era hora de lavarse y prepararse para ir a dormir. Risoku, preocupada por la inquietud que percibía en su amiga, decidió improvisar un colchón en el suelo del ático para que Yuki pudiera descansar cómodamente.

Una vez completada su tarea, Risoku se recostó junto a ella, pero pronto se dio cuenta de que no podía conciliar el sueño. En ese momento de insomnio, Risoku se volvió hacia Kodoku y le hizo una solicitud en voz baja.

—Kodoku... Kodoku —susurró Risoku.

Kodoku, que descansaba sobre una manta en el suelo, respondió en voz baja.

—¿Qué quieres?

—¿Me contarías un cuento? —pidió Risoku, con una voz llena de ternura.

Kodoku miró a Risoku y asintió. Se acercó aún más a ella y, con voz suave y calmada, comenzó a relatar la historia.

—Había una vez, hace muchos años, una mujer que sufría en silencio debido a las guerras y las hambrunas causadas por los propios humanos —comenzó Kodoku, su tono cargado de emoción mientras revivía los recuerdos dolorosos —. Desesperada, ella se encontró con un demonio que le ofreció riqueza y comida a cambio de tener hijos con él. En su desesperación, la mujer accedió.

Risoku escuchaba atentamente, sintiendo la tristeza y el dolor en las palabras de Kodoku. Sin embargo, no dejó que la tristeza consumiera la habitación y continuó prestando atención a la historia.

—En los días oscuros de la Era de la Muerte, ambos niños encontraron consuelo en los brazos amorosos de su madre. En un intento de olvidar el ruido ensordecedor de la batalla, su madre le susurraba historias de tiempos pasados. Se sentaban juntos, en la escasez del refugio, con las velas temblorosas como su única compañía. Los niños, con los ojos abiertos de par en par, se sumergieron en la historia de su madre, encontrando consuelo en la imaginación de un mundo más allá del conflicto. Escuchaba atentamente mientras su madre describía los valientes héroes y su lucha por la paz, por la justicia y por la libertad, un mundo sin guerras, sin dolor y que solo había gozo y alegría para todos.

Continuó Kodoku, desviando la mirada para ocultar su tristeza.

—... Después de que la pobre mujer falleciera, confió en el demonio para que cuidara de sus hijos, ya que había perdido toda fe en la humanidad. Fue una decisión difícil para ella, pero creía que los niños estarían mejor protegidos en el mundo demoníaco.

Risoku permaneció en silencio mientras analizaba el cuento que Kodoku acababa de compartir. Su mente se llenó de preguntas y conexiones en un intento por comprender la realidad detrás de esas palabras. Finalmente, no pudo contener su curiosidad y preguntó con voz suave pero llena de intriga:

—Kodoku, esos... ¿esos niños eres tú y tu hermana?

Kodoku, consciente de la curiosidad de Risoku y deseando ser sincero, suspiró en confesión:

—Sí, Risoku, somos esos niños del cuento.

Risoku reflexionó sobre las dificultades que había enfrentado Kodoku, Yuki y su madre. Buscó encontrar las palabras adecuadas para confortar a Kodoku y hacerle saber que entendía su dolor.

—Kodoku, lamento el sufrimiento que tu madre y tú han experimentado —dijo Risoku con suavidad —Es comprensible que sientas ese dolor y resentimiento hacia los humanos. Pero recuerda, no todos somos iguales. Las acciones de unas pocas personas malas no representan a toda la humanidad —Risoku se acercó más a Kodoku, transmitiendo calidez y apoyo a través de su presencia —. Quiero recordarte que no eres más el príncipe del Rey Demonio. Eres un ser valioso y amado, y has encontrado un lugar y comprensión en nuestro círculo de amistad. Tú, Yuki y yo, podemos demostrar que incluso en la oscuridad, hay espacio para la compasión y la redención.

Kodoku sintió un cálido afecto y gratitud hacia Risoku. Le reconfortaba saber que su compañera lo comprendía y estaba dispuesta a estar a su lado en los momentos difíciles. Una leve sonrisa se dibujó en su rostro mientras respondía:

—Gracias, Risoku. Eres una buena chica. Ahora, descansa. Debo hacer lo mismo también.

Risoku se acomodó para ponerse más cómoda, asegurándose de brindar a Kodoku el espacio para descansar. Mientras Risoku se acomodaba, Kodoku cerró los ojos y una lágrima solitaria recorrió su mejilla. Se aseguró de que Risoku no lo viera, pero en ese momento de vulnerabilidad, sintió una mezcla de gratitud y alivio por tener a Risoku a su lado.

Mientras la noche envolvía el ático, Kodoku, Risoku y Yuki finalmente se sumergieron en un sueño reparador. Sus respiraciones calmas y regulares llenaron el espacio con paz y serenidad. En ese silencio, la abuela Weber escuchaba en secreto desde la puerta entreabierta del ático. Se mantenía oculta, pero sus oídos atentos capturaban cada palabra y cada emoción compartida. Una lágrima silenciosa recorrió su mejilla arrugada mientras se daba cuenta del peso de las historias y los recuerdos que albergaba el chico y su hermana.

La abuela Weber, en ese momento de silencio y reflexión, se prometió a sí misma que haría todo lo posible para ayudar a Kodoku, Risoku y Yuki en su camino hacia la sanación y la esperanza. Sabía que había una historia más grande en juego, una historia que no solo abarcaba el pasado, sino también el presente y el futuro de estos valientes jóvenes.

Con determinación en su corazón, la abuela Weber se alejó sigilosamente del ático, dejando que los tres durmieran en paz.

...

En un sueño vívido y lleno de nostalgia, Kodoku se encontró de nuevo en el pasado, en un momento en el que él y su hermana Yuki eran apenas unos niños muy jóvenes. La escena se desplegó frente a sus ojos, llevándolo de vuelta a aquel día soleado en el que construyeron un pequeño túmulo de piedras en memoria de su difunta madre.

Kodoku, con lágrimas en los ojos, observaba en su sueño los pequeños esfuerzos de él mismo y su hermana mientras intentaban honrar la memoria de su madre con el cuidado y el amor que podían mostrar. Pero en medio de aquella escena, su padre, Aranhold, el frío rey demonio, se acercó a ellos con una seriedad inusual en su rostro.

—Kodoku, hijo mío, necesitamos hablar —dijo Aranhold con una voz grave y penetrante.

Kodoku sintió un escalofrío recorrer su espalda, consciente de la dureza inherente en las palabras de su padre. Kodoku se volvió hacia su padre y asintió, preparándose para lo que iba a escuchar.

—Sí, padre, ¿qué deseas hablarme?

Aranhold miró a Kodoku con ojos penetrantes, respondiendo de manera directa y sin suavizar sus palabras.

—Hijo, necesito que entiendas la realidad del mundo en el que vivimos. Como Arraigado, nuestra naturaleza es distinta a la de los humanos. No debes dejar que las emociones humanas te abrumen o te haga débil.

Kodoku se sintió sobrecogido por la crudeza de las palabras de su padre, pero sabía que era importante escucharlo. Aunque Yuki, aún muy pequeña, no comprendía completamente el significado de la conversación, observaba atentamente a su padre y a su hermano mayor. Aranhold continuó, con firmeza en su voz.

—Como un arraigado que eres, no debes permitir que las emociones te controlen. Somos seres fríos y calculadores, destinados a gobernar el Unterwelt con mano firme. No debes aferrarte a los sentimientos como los humanos lo hacen, porque eso te debilita.

Kodoku, con tristeza en su mirada, asintió en silencio. Aceptar esa verdad cruda no era fácil, pero en su interior, sabía que su camino se desviaría de la frialdad de su linaje. Había algo más en el mundo que la realidad fría y despiadada que su padre le presentaba. Era un fuego en su corazón que anhelaba encontrar la verdad y la calidez en las emociones humanas. Con determinación, se prometió a sí mismo seguir su propio camino, uno lleno de compasión y redención.

AL DÍA SIGUIENTE

Al día siguiente, Kodoku se despertó temprano, sintiéndose ligeramente inquieto al dormir en una casa desconocida. Sin embargo, su preocupación se disipó al encontrarse con la abuela Weber en la cocina, quien lo recibió con una cálida sonrisa.

—Mira quién decidió despertarse temprano —dijo la abuela mientras servía una generosa porción de comida en el plato de Kodoku —. Es bueno verte de buen ánimo.

Kodoku se estiró, sintiendo que su energía regresaba poco a poco.

—A veces me mantengo alerta, especialmente cuando duermo en un lugar ajeno. Estoy agradecido de que mi magia nos haya mantenido a salvo, por ahora.

La abuela Weber asintió comprensiva.

—No te preocupes, tu magia es una gran ayuda para nuestra protección. Pero dime, ¿prefieres ayudarme a preparar el desayuno de Risoku y tu hermana, o prefieres comer primero?

Kodoku se acercó a la abuela Weber, ofreciendo su ayuda.

—La ayudaré.

Mientras Kodoku y la abuela Weber se ocupaban de la preparación del desayuno, Yuki y Risoku comenzaron a despertarse. Yuki, siempre llena de energía, fue la primera en salir del ático, con los ojos brillantes y una sonrisa radiante en su rostro.

Cuando Yuki llegó a la cocina, se detuvo en seco, sorprendida al ver a Kodoku y la abuela Weber trabajando juntos para servir un desayuno abundante y delicioso. El aroma dulce y reconfortante de panecillos recién horneados y el olor tentador de zumo de frutas frescas llenaban el aire.

—¡Oh, buenos días a todos! —exclamó Yuki, saltando de alegría —¡El desayuno se ve rico!

Risoku, aún medio adormilada, se unió a Yuki en la cocina, frotándose los ojos. Al ver la comida preparada, su rostro se iluminó de alegría.

—¡Huele delicioso! —Dijo ella. Kodoku, habitualmente serio, asintió en respuesta.

Después de un delicioso desayuno, Yuki, curiosa como siempre, preguntó:

—¿Qué vamos a hacer ahora, Kodoku?

Kodoku miró hacia Yuki, una mirada decidida en sus ojos.

—Necesito encontrar una forma de derrotar a nuestro padre, el Rey Demonio. No podemos vivir en verdadera libertad mientras seamos perseguidos por los arraigados que él envía.

La anciana se encontraba visiblemente afectada por el estrés postraumático ocasionado por los horrores vividos durante la Era de la Muerte. Ante la idea de buscar una forma de derrotar al Rey Demonio, una oleada de miedo se apoderó de ella, dejándola temblando y sin palabras.

Sin embargo, antes de que pudiera expresar su angustia, Risoku, siempre llena de empatía y comprensión, dio un paso adelante. Con una calma reconfortante y un amor incondicional, Risoku se acercó a la abuela Weber y la abrazó con ternura. Sus brazos envolvieron a la abuela en un gesto cálido y protector.

—Abuela Weber, entiendo que todo esto pueda ser abrumador para ti —susurró Risoku suavemente —. Pero recuerda que estoy aquí, contigo.

Kodoku, aunque no lo expresaba, lamentó ver el miedo en los ojos de la abuela Weber y se apresuró a aclarar:

—Señora, cálmate. Solo quiero encontrar una forma de liberarnos de las cadenas impuestas por mi padre. Quiero que vivamos en un mundo donde él y su reinado no nos persigan.

La abuela Weber, aún temblando, se levantó y fue hacia una estantería. Sacó un viejo libro y algunos papeles amarillentos, llevándolos de vuelta a la mesa.

—Creo que esto te ayudará, cariño —con voz temblorosa pero llena de determinación, comenzó a contarles una historia de la guerra de la Era de la Muerte —. Hace mucho tiempo, una valiente guerrera llamada Gisela Von Steinhardt se enfrentó al poder abrumador de la oscuridad. Era un poder demasiado poderoso para ser derrotado, pero esta guerrera no se rindió. Buscó y encontró una forma de desarmar la oscuridad del Rey Demonio y devolver la paz a nuestro mundo.

Kodoku y Yuki escucharon con atención, sus corazones llenos de esperanza y curiosidad. Querían saber más sobre la historia de esa guerrera que pudo detener tal fuerza destructiva de su padre.

La abuela Weber abrió el libro y mostró una ilustración de una valiente guerrera rodeada por un aura brillante.

—Gisela descubrió que el poder de la oscuridad era alimentado por el miedo y la desesperación. Comprendió que para derrotarla, necesitaba enfrentarla con coraje y esperanza. La guerrera reunió a aquellos que compartían su visión y formaron un ejército de esperanza. Yo tuve el honor de luchar junto a ella en la guerra. Juntos, desafiamos el poder de la oscuridad, con una gran fuerza de voluntad para debilitarla.

Kodoku se quedó sumido en sus pensamientos, la mención de la fuerza de la oscuridad y su capacidad de esparcir desesperación y miedo resonó en su mente.

—Creo que se refiere a la fuerza telepática del Rey Demonio —aclaró Kodoku —, eso es solo una parte de su poder. Pero para derrotarlo, necesitaremos más que eso.

La abuela Weber y Risoku lo miraron con atención, esperando ansiosamente sus palabras. Kodoku continuó, su tono lleno de convicción mientras buscaba una solución.

—Necesitamos encontrar una debilidad en su ser, una fisura en su fortaleza inexpugnable —dijo Kodoku —. Quizás hay un objeto o un lugar sagrado que pueda ser su punto débil. Debemos investigar y buscar cualquier pista histórica que revele la forma de neutralizar su poder.

La abuela Weber se dirigió rápidamente hacia su estantería llena de libros y reliquias históricas, buscando ansiosamente respuestas en los tesoros que había acumulado a lo largo de su vida. Sus dedos recorrieron los lomos gastados de los antiguos volúmenes, mientras su mente se llenaba de recuerdos de batallas pasadas.

Finalmente, las manos de la abuela Weber se detuvieron en un antiguo pergamino cuidadosamente resguardado en un estuche de cristal. Con una mezcla de emoción y reverencia, abrió el estuche y desenrolló con delicadeza el pergamino, cuyos bordes mostraban señales de haber sido afectado por las llamas. Con manos temblorosas, sostuvo el pergamino y, con cuidado, reveló un mapa antiguo adornado con inscripciones misteriosas y dibujos detallados. Sin embargo, algunas partes del pergamino habían sido consumidas por el fuego, dejando fragmentos insustanciales de información en su camino. A pesar de las imperfecciones, la abuela Weber sabía que aún contenía pistas valiosas que podrían llevarlos al éxito.

—Este mapa —dijo la abuela Weber con una voz llena de emoción contenida —, fue creado por Gisela Von Steinhardt misma. Está algo quemado, pero contiene información crucial para que encuentres la forma de destruir al Rey Demonio.

Kodoku, Yuki y Risoku se acercaron con cautela, sus ojos fijos en el mapa. Las manos de la abuela Weber señalaban puntos clave del dibujo, revelando antiguos lugares sagrados y reliquias olvidadas que podrían contener la clave para debilitar el poder del Rey Demonio.

—Gisela creía que al reunir estas reliquias y canalizar la energía en los lugares sagrados, sería posible neutralizar al Rey Demonio.

Kodoku observó el mapa con atención, captando cada detalle y buscando patrones en las ubicaciones señaladas.

—Si seguimos las pistas dejadas por Gisela, podríamos encontrar las reliquias y los lugares sagrados necesarios para enfrentar a mi padre —afirmó Kodoku, con valor en su voz —. Debemos emprender este viaje y reunir el poder necesario para hacerle frente.

Yuki y Risoku asintieron en acuerdo, compartiendo la determinación de Kodoku. Mientras tanto, la abuela Weber continuó rebuscando entre sus pertenencias hasta que finalmente encontró un retrato exquisitamente ilustrado de la valiente guerrera. Una ola de nostalgia la invadió al recordar a su heroína del pasado, pero a medida que observaba detenidamente el retrato, sus ojos se posaron en Yuki y una sonrisa se dibujó en su rostro.

—¿Sabes, querida? —habló la abuela Weber, con un brillo de emoción en sus ojos —Este es el retrato de Gisela Von Steinhardt. Recuerdo el día en que un talentoso pintor la capturó en esta imagen —dirigió su mirada hacia Yuki y continuó con admiración —. Y, al verlo detenidamente ahora, noto un increíble parecido contigo.

—¡Pff! Si claro, como no —Yuki soltó una risa sarcástica y se acercó al retrato, con escepticismo en su rostro.

Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con la imagen, quedó petrificada, como si el mundo se hubiera detenido a su alrededor. Una mezcla de asombro y shock se reflejó en su expresión.

—¿Qué pasa, querida? —preguntó la abuela Weber, preocupada por la reacción de Yuki.

Tanto Risoku como Kodoku se acercaron a ella, desconcertados por lo que estaban presenciando.

—Yuki, ¿estás bien? —preguntó Risoku, buscando respuestas en los ojos de su amiga.

—Dame eso, quiero verlo —dijo Kodoku seriamente, extendiendo su mano hacia el retrato.

La abuela Weber se lo entregó, y Kodoku quedó estupefacto al verlo. La incredulidad se apoderó de él.

—Es... imposible —expresó Kodoku con voz entrecortada, luchando por procesar lo que estaba viendo.

Risoku, queriendo ya entender lo que estaba sucediendo, miró a Kodoku y preguntó con nerviosismo:

—Kodoku, ¿qué está pasando? Por favor, explícanos.

Kodoku veía detalladamente el pergamino, revelando la ilustración detallada de la guerrera; es mujer con cabello blanco y los mismos ojos ámbar que Yuki. La figura estaba vestida con una armadura plateada, llevando consigo el arco de Yuki y la espada de Kodoku. Intentó negarlo, pero lo que lo dejó sin aliento fue el collar que la figura llevaba, idéntico al que Yuki siempre llevaba puesto, igualmente con la bufanda roja equipada alrededor del cuello, tal como la tiene Kodoku puesta. No había lugar para dudas.

—Ella... —Kodoku intentó encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que estaba sintiendo —Ella es... mi madre.

El silencio llenó la habitación mientras todos procesaban la impactante revelación.

CONTINUARÁ...
Fin del capítulo 10

GISELA VON STEINHARDT
Die Heldin von Eiserne Nation

NOTA DE KodokuBLD2
A quienes leyeron los escritos originales, de seguro les sorprendió la parte final al igual que a mi. Agradezco mucho a AvenciniART por darle honor a la historia que creé y darle vida nuevamente, mostrando al mundo lo que esperé, no conseguir mercancías o ganancias con esto, sino compartirla y que las personas la leyeran. Estoy feliz de tener un significado, para mi como para mis queridos lectores. ¡Muchas gracias!

NOTA DE AvenciniART
Saludos, lectores. Me complace dirigirme a todos ustedes para agradecerles por acompañarme en el descubrimiento de esta maravillosa historia. Permítanme expresar mi gratitud hacia aquel amigo mío quien, con amor y dedicación, creó a los personajes y yo, con todo el honor, los he cobrado vida en estas páginas. Como escritor de esta historia, quiero transmitirles lo honrado que me siento al haber sido el puente que ha transportado a estos fascinantes personajes a un mundo tan interesante. Ha sido un privilegio narrar sus vivencias y compartir con ustedes este relato lleno de emociones y reflexiones. Espero que hayan sentido el mismo nivel de entusiasmo que yo al sumergirnos juntos en esta fascinante travesía. Ha sido un viaje apasionante. Nos leemos.

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