"WONDERWALL; Hermione Granger"

By August_dann

599K 46.1K 26.4K

❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos est... More

"Prólogo"
El prisionero de Azkabán
⭑ "Primer trauma del año"
⭑ "Nuevas reglas"
⭑ "Draco y su mala suerte"
⭑ "El boggart del armario"
⭑ "Sirius Black"
⭑ "¿Augusta o Hermione?"
⭑ "El partido de Quidditch sale mal"
⭑ "Dia de hospital"
⭑ "Hogsmeade"
⭑ "Un nuevo Rosier"
⭑ "Disculpas y ranas de chocolate"⭒
⭑ "¿Cita?"
⭑ "Tú"
⭑ "Como una puesta de sol"⭒
⭑ "Bienvenida con postres a media noche"⭒
⭑ "Salamandras y un perro mañoso"
⭑ "Patronus"
⭑ "Amelie contra Ravenclaw"
⭑ "Una perfecta heredera"
⭑ "Me besaste"
⭑ "Tejones contra Aguilas"⭒
⭑ "Como hacer enojar a un Rosier. By: Draco Malfoy"⭒
⭑ "Black odia a los pelirrojos"
⭑ "¿Potter perdió la cabeza?"
⭑ "Copa de Quidditch"
⭑ "Predicción"
⭑ "Un perro, dos gatos y una rata"
⭑ "Accidentalmente asesine a mi profesor de pociones"
⭑ "El secreto de Hermione"
⭑ "Plumas de azúcar"
El cáliz de fuego
⭑ "Beautiful girl"
⭑ "Starry eyes"
⭑ "Dollhouse"
⭑ "Sunlight"
⭑ "Un ángel en el infierno"
⭑ "Comida hecha de esclavitud"
⭑ "Los increíbles hurones botadores"
⭑ "Maldiciones Imperdonables"
⭑ "Feliz cumpleaños, Granger"
⭑ "Enemigo con rostro bonito"
⭑ "¿Ojoloco Moody?"
⭑ "Potter, the flying boy"
⭑ "Smithereens"
⭑ "When you know, you know"
⭑ "Problemas, problemas y más problemas"
⭑ "Desamor"
⭑ "Juramento Inquebrantable"
La Orden del Fénix
⭑ "Casa Black"
⭑ "Regulus A. Black"
⭑ "Slytherin, Gryffindor and Ravenclaw"

⭑ "Happy birthday, Amelie"

7.8K 741 623
By August_dann

TW: Menciones de maltrato, tortura, manipulación, etc.

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

9 de Julio, 11:10 p.m

Sus pies aterrizaron en el pasto de la mansión Selwyn, el aire a sus alrededor era frío y las nubes tapaban la luz de Luna, dejándolos en completa oscuridad.

Amelie respiraba con dificultad, su ansiedad se hacía presente, sin importar lo mucho que estaba tratando de mantener la calma para no asustar a Robyn, quien a pesar de no tener idea de lo que sucedería, tenía miedo por ellos.

No podía soportar la idea de que algo malo les pasara.

Y tampoco quería dejarlos ir, de tan solo ver al pequeño elfo temblando como loco, ella mejor que nadie entendía que algo no estaba bien.

Robyn se aferró con fuerza a la mano de Amelie, en una petición silenciosa para que se quedará.

Pero no podía hacerlo, debía volver y enfrentarse con las consecuencias de su desobediencia.

Al menos pensó que su noche fue increíble.
Y no se arrepentía en absoluto, en todo caso lo volvería hacer una y otra vez, solo para ver a Hermione.

—Hasta luego, Rob...

Fue lo único que le pudo decir a su pequeña amiga, para luego soltarle la mano a regañadientes. Orion a su lado permaneció en silencio, con la ligera esperanza de que nada malo pasaría.

¿Que podía hacer él? ¿Lastimarlos? Imposible, Amelie le dijo que nunca lo había hecho antes, entonces no hay nada de que preocuparse. ¿Verdad?

Que iluso fue.

Con un jadeó de miedo, Amadeus los hizo aparecer en el patio de la cabaña, justo donde antes habían estado llenos de emociones positivas.

Ahora era muy diferente, tanto que hasta el cielo lo sabía. No se podía ver ninguna estrella, ni tampoco la luna.

Estaban solos.

Amelie tragó saliva cuando su hermano no le soltó la mano en ningún momento. A su frente la cabaña tenía las luces encendidas y se escuchaban fuertes ruidos de destrozos.

Ella no espero un minuto más, se adentró a lo que sea que pasaría. Abrió la puerta con cuidado solo para encontrar escombros de lo que una vez fue su sala.

Había libros y pergaminos esparcidos por todos lados, el sillón estaba tirado cerca de la ventana. Todo era un desastre completo, Amelie nunca imagino ver algo así.

Llevó la vista hacia el pasillo solo para encontrar a su osito de peluche con la mitad de su cara quemada, como si alguien lo hubiera hecho adrede. Con todas la intenciones de lastimarla emocionalmente.

—¡Teddy!—jadeó acercándose.

Esquivo un par de cosas más en el suelo, revistas, periódicos de hace mucho tiempo, que si hubiera fijado su vista más detenidamente, se habría dado cuenta de que algunos eran de la noche de 1981.

Cuando ella fue marcada.

Cuando Harry perdió a sus padres.

Y cuando los dos fueron declarados cómo armas, para un posible guerra.

Dos niños, con destinos muy diferentes.

—Esta bien, Teddy, estoy segura de que Cris sabrá como arreglarte, ella es buena con eso...—murmuró sujetando al pequeño peluche entre sus brazos, cerró los ojos unos minutos aferrándose a él.

Era solo una niña destrozada por su juguete, así es como debió haber sido toda la noche.

Pero su abuelo tenía otros planes.

—Amy...—susurró su hermano con temor.

Unos pasos resonaron por el pasillo con fuerza. Ella no abrió los ojos, hasta que sintió la presencia de la magia que su abuelo emanaba.

Estaba descontrolado, como si en cualquier momento fuera hacer explotar la casa entera con ellos adentró.

Tal vez lo haría.

Él se quedó parada frente a ella, con la respiración agitada. Amelie abrió los ojos para encontrarse con sus zapatos polvorientos, levantó la vista después de unos segundos para conectar miradas.

—Levántate...—susurro con los dientes apretados.

Ella tembló bajo su voz.

—¡Dije que te levantes!—gritó sujetándola del brazo con fuerza, lastimándola.

—Lo siento, nosotros solo estábamos...—se disculpó, pero él no dejó que terminara.

—¡Cierra la boca!—gritó, sus ojos ardían en locura total.

Algo andaba mal, no parecía enojado con ellos, parecía enojado con algo o alguien más.

—Por favor, no te molestes con ella...Yo solo quería celebrar su cumpleaños—se atrevió hablar Orion, tratando de mantener la calma, aunque podía sentir los latidos de su corazón en sus oídos, exigiéndole que saliera corriendo porque estaba aterrado.

Pero algo dentro de él, le pedía lo contrario, tenía que quedarse para mantener a su hermana a salvo de cualquier cosa.

—Tú mocoso insolente—murmuró con furioso, agitando su cabeza varías veces.

Empujó a su nieta a un lado, que se golpeo la espalda con fuerza, tratando de alejarse de él.

—Señor...—llamó Amelie sin dejar de aferrarse a su peluche.

Deseo por un momento que Orion no estuviera aquí con ella. En el fondo sabía que su hermano era demasiado débil para resistirlo, por eso ella cuidaba de él, siguiendo todas las órdenes, sin equivocaciones.

Así Orion podía obtener un camino despejado, uno que a ella le gustaría tener.

Y quizás en un futuro sea él quien realmente pueda vivir en libertad en una casa con muchos Gnomos de jardín.

—¡¿Dónde demonios estaban?!—gritó empujándolo con su mano para que retrocediera.

Orión se tropezó con los libros rotos del piso, hasta que estuvo arrinconado contra la pared fría.

En una esquina se encontraba su elfo, sollozando, con las manos en las orejas.

—¡Solo dimos una vuela en el pueblo! ¡Queríamos divertirnos!

Alphonse agitó la cabeza con desprecio.

—¿Con los asquerosos muggles? ¡Eres un chico patético!

Amelie se tambaleó hacia enfrente con torpeza, no entendía el porqué de su actitud.

—¡Yo quería ir! ¡Por favor, déjalo!—exclamó tratando de acercarse cuando vio que sacaba su varita.

Pero él la ignoro para levantarla contra su hermano, que tembló de miedo.

—Desde el principio supe que no eras más que una decepción. ¡Solo mírate, eres inútil! ¡Una desgracia para el apellido Rosier! ¡No mereces estar cerca de tu hermana!

—¡No es verdad!—lo empujó lejos de él—. ¡Tú eres un patético hombre!

—¡Orion cállate!—suplico su hermana.

Alphonse se acercó nuevamente, esta vez sujetándolo de la mandíbula con fuerza.

Lo miró sin expresión alguna, sus ojos brillaban como maniático. Estaba temblando tanto, que Amelie no supo si era por enojo o por miedo.

Pero, ¿Qué podría asustarlo tanto?

—¡Eres un mocoso estupido!

Lo empujó con fuerza hacia el piso sin importarle lastimarlo. Orion se arrastró hasta chocar contra él mismo sillón destrozado.

Alphonse levantó la varita contra él.

—Espera abuelo...

Pero Amelie no pudo completar su frase porque el susurro un hechizo, uno que hasta ahora lo único que sabía de él, era lo que había leído en los libros que su padre le entregó.

Legeremens...

Y Orion se sujeto la cabeza con fuerza, parpadeando para quitar las lágrimas de sus ojos que se deslizaron por sus mejillas con suavidad.
Sentía como si alguien le estuviera tratando de aplastarlo con tantas emociones a la vez.

Todo pasaba tan rápido, como una ráfaga de imágenes que no podía detener.

Y sus recuerdos más profundos fueron revelados ante el hombre a su frente. Desde parte de su niñez hasta esta noche, donde se encontró con el recuerdo de las risas de Robyn, en aquel juego de pelotas.

Estaba borroso, como si no tuviera la mágica o energía suficiente para mostrárselo. Pero, eso fue más que suficiente para el hombre que mantenía la varita frente a él.

Para Orion parecieron horas, mientras jadeaba aturdido. Y para Amelie fueron unos segundos. Unos donde lo vio retorcerse en el piso con los ojos cerrados.

—Abuelo...Por favor—lo intento una vez más tratando de acercarse a su hermano mayor.

Pero él hombre levantó la mano y la golpeó con tanta fuerza que sintió su rostro arder.

Esta bien, ella podía soportar eso. No es como si nunca lo hubiera hecho.

—¡Mentiroso! ¡¿Como te atreves a llevar a tu hermana con esa escoria?!

Orion no respondió aún estaba mareado en el piso, con las manos en sus oídos, tratando de aliviar el dolor en su cabeza. Sus ojos borrosos por lágrimas miraron a su hermana con preocupación.

Nada en esta noche terminaría bien.

—¡Tú eres la escoria!—lo señalo en un intento torpe de defenderse.

Fue un error grave.

Y Amelie lo entendió cuando su abuelo volvió a levantar la varita, esta vez con intenciones de hacerle daño. Sus ojos brillaron furiosos, sin ningún tipo de remordimiento por lo que haría.

Su voz resonó con dureza en aquella cabaña.

—¡Crucio!

Se escucho un grito desgarrador, el suyo.

No supo exactamente como lo hizo, pero era ella quien se estaba retorciendo de dolor bajo su varita, con el único pensamiento de proteger a su hermano.

¿Siempre tenía que salvarlo de sus imprudencias?

Quizás si.

Y lo volvería hacer, una y otra y otra y otra y otra vez, aunque tuviera que sangrar toda la vida.

Su hermano, su responsabilidad.

—¡Detente, detenten!—Orion se dejó caer a su lado suplicando.—¡Por favor, fue mi culpa!

Ella pensó que se detendría cuando vio que era ella bajo la maldición. Pero no lo hizo. En todo caso aumentó el dolor, como si estuviera castigándola.

Sintió sus brazos temblar y no pudo evitar que los sollozos se escaparan de sus labios, su cuerpo estaba en llamas ardientes que le quemaban los huesos, su piel pálida se sintió apuñalada con mil cuchillos a la vez.

Esto no le gustaba ni un poco, era un sufrimiento que no podría deseárselo a alguien.

Su estomago se encogió en un sentimiento raro, muy diferente a cuando estaba con Hermione. Quería hacerse bolita en el piso hasta ya no sentir dolor.

Pero, el dolor era lo único que había sentido desde que tiene memoria. ¿Cómo podría olvidarse de eso? Si fue criada por el mismo odio en persona.

No conocía otra cosa que no fuera la angustia de vivir.

El levantó la maldición, permitiéndole respirar, solo unos segundos.

—Señorita Amelie...—sollozó su elfo en la misma esquiva, sin dejar de temblar.

Ella ahora mismo, se sintió justo como un pequeño elfo, asustado de su amo. Tal vez Amadeus y ella no eran tan diferentes.

Ojalá que alguien también la liberara.

—¡Estoy ayudándote! ¡Crucio!

Y el intenso sufrimiento comenzó de nuevo, solo que esta vez era mil veces peor. Sus gritos se podían escuchar hasta el bosque donde solo los animales serían testigos.

¿Cómo habían llegado a esto?

Apenas unas horas estaba tan emocionada por ir con Hermione y pasar la mejor noche de su vida, que ni siquiera se sintió real. Era como una nueva persona. Una que no se preocupada por su apellido o su sangre. Simplemente se mantuvo atenta a las divagaciones de Hermione, a su sonrisa, su cabello esponjado, sus suaves y delicados tactos.

Todo a su alrededor se definía en Hermione Granger.

Ahora todo para ella giraba en la varita de su abuelo, tan firme y dolorosa.

Su mundo funciona de una manera extraña.
Después de la euforia, la invadió la melancolía.

Como si fuera una lección cruel de vida.

Y quizá el problema sea ella, puede que no esté hecha para ser feliz.

Justo cuando estaba apunto de desmayarse, con la esperanza de que se acabara el tormento, la maldición por fin se detuvo, sin embargó, el dolor permaneció en su cuerpo. No se atrevió a moverse cuando sintió a su hermano llorar en agonía.

Ella habría hecho lo mismo.

Otro hechizo salió de los labios de su abuelo.

Por un momento pensó que era para ella, y no pudo evitar que su cuerpo tembloroso se tensara en anticipación.

Pero, no fue ella quien lo recibió. Fue Orion.

Abrió sus párpados con rapidez cuando sintió el cuerpo de su hermano caer a su lado. Desmayado.

Al menos no lo lastimó físicamente, él estaba siendo piadoso con ella, ¿verdad?

—Obliviate...

Escucho susurrar y de la cabeza de su hermano apareció un pequeño brillo. Él no recordaría nada de esto, no sabría que ella fue torturada, ni tampoco recodaría el dolor que sintió.

Eso también estaba bien. Podría haber sido peor.

Se arrepintió tan pronto ese pensamiento cruzó por su cabeza. Solo se maldijo por pensar que terminaría así.

—Levántate—le ordenó, sujetándola con fuerza por el brazo, sin importarle el dolor que sentía.

—Duele...detente.

Amelie se colocó de pie con dificultad, incapaz de mantenerse despierta mucho tiempo, estaba agotada y solo quería irse a dormir por la eternidad.

Así tal vez cuando despierte, las cosas sean diferentes. Y entonces pueda besar Hermione sin miedo alguno.

Sin embargo, las cosas a su alrededor nunca son fáciles.

Debió haber sabido que él no lo dejaría pasar. Ella fue desobediente, no siguió las reglas y estuvo involucrada con la escoria muggle.

Todo tenia consecuencias, hasta las cosas más pequeñas e insignificantes.

Y el solo quería recordarle quien era ella.

¿Pero, realmente estaba haciendo algo malo como para castigarla de aquella forma?

Él le respondió.

—¿Entiendes lo que hiciste verdad, Arcturus? Nunca debes desobedecer.—susurró.

La miro directamente, sujetándola con fuerza del rostro y brazo. Ella parpadeó tratando de alejar el dolor que aquello le causaba. Sus ojos grises cansados, se encontraron con lo suyos.

Estaba...¿llorando? ¿Por qué el estaba llorando?

Fue ella quien recibió una maldición desde su varita.

¿Acaso le dolía lastimarla? Si debía ser eso, porque su abuelo solo quería ayudarla. Ella estaba mal y él estaba bien.

Tan simple como eso.

—Tú provocaste esto, fue tu culpa...—volvió a murmurar.

Y lo creyó. Aunque una pequeña parte de ella le gritaba lo contrario, quizás su conciencia. La cual era muy pequeña ahora mismo. Tan dócil ante su presencia.

—Fue mi culpa...lo...lamento—jadeó tratando de hablar.

—¿Sabes que eres importante, cierto?—preguntó dándole una ligera mirada a su collar en el cuello.

No entendió la razón. Y tampoco cuestionó, simplemente asintió con la cabeza de forma robótica.

—Excelente, pero, debes saber que necesito castigarte por tu desobediencia...

Y se derrumbó, otra vez. Sus ojos se abrieron levemente, negando con la cabeza.

¿Castigarla? ¿No lo había hecho ya? Oh, no, espera. ¡Ese fue el castigo de Orion! ¡Y ella lo tomó por el!

¿Se arrepentía? No, eso es seguro. Pero su cuerpo tembló de miedo.

—Jamás debes desobedecer mis órdenes. Dime que lo entiendes—exigió.

—Entiendo...entiendo...

—Bien, sin embargo, no es suficiente...—susurró acariciando su mejilla—. Tus actos tienen consecuencias.

La sujetó con fuerza del brazo y la arrastró lejos de la sala, de su hermano, de Amadeus y de Teddy.

Oh, ella quería tanto aferrarse a su osito. Quizás tomar el té con él o comer galletas. Si, eso le gustaría a él.

Se mareó cuando cruzó por el pasillo desierto, la maldición imperdonable le dejó la mente revuelta, más de lo que ya estaba.

—¡Muévete!—gritó su abuelo arrastrándola sin importarle lastimarla.

Ella levantó la vista para encontrar con esas escaleras. Esas malditas escaleras. Tantos recuerdos terribles la invadieron. Se sentía como una niña de 8 años otra vez.

—¡No, espera! ¡No, por favor!—exclamó tirando de su brazo con fuerza.

—¡Necesitas aprender tu lección! ¡Solo estoy ayudándote!—gritó él con tanta decisión, que por un momento ella se quedó en blanco.

Proceso sus palabras, sin embargo, no parecía que él quisiera ayudarla, en todo caso estaba lastimándola.

Amelie no podía verlo, aún no, al menos.

—¡Por favor, lo lamento! ¡Seré obediente! ¡Por favor, no me dejes ahí!..

Sus ojos se movían por todos lados, mientras bajaba las escaleras. No tenía mucho control de su misma luego de lo qué pasó, apenas y podía mover las piernas. Y su garganta estaba tan seca que sus súplicas sonaban desgarradoras.

O tal vez siempre fueron así.

—¡Solo estoy ayudante!—repitió él una vez, con los mismos ojos llorosos. La empujó dentro de aquel sótano oscuro, arrancándole el aliento en un abrir y cerrar de ojos.

Amelie cayó en aquel piso frío, sin poder moverse, sin poder dejar de llorar.

¿Él estaba realmente ayudándola? se preguntó.

Nadie le respondió esta vez.

La luces al rededor de la casa parpadearon con sus emociones. Y el suelo tembló, como si supiera exactamente lo que sentía.

—¡Te obedeceré! ¡No volveré a seguir a mi hermano!—exclamó aferrándose con una mano al pantalón polvoriento de aquel hombre a quien respeta tanto.

—¡No es suficiente decirlo!—gritó empujándola con el pie para que retrocediera, mirando a sus alrededores con miedo.

Arriba aun se podían escuchar los sollozos de su elfo.

—¡Lo lamento! ¡Abuelo, por favor!

El agitó la cabeza con ¿decepción? ¿Él lo estaba de ella? No, no. Eso no podía pasar. No podía permitirlo, debía estar orgulloso de ella.

Porque ella era una niña obediente.

—Felices catorce, Arcturus...—susurró como si sus palabras le sirvieran de consuelo.

No lo hicieron.

—¡No me dejes aquí! ¡Lo lamento!—se disculparía mil veces si era necesario, pero no quería que la abandonara.

Y la puerta se cerró con fuerza. Dejándola en completa oscuridad, justo como su vida diaria.

—¡Por favor, no me dejes!—lloro arrastrándose hasta la puerta para golpearla.—¡Tengo miedo! ¡No puedo ver nada! ¡Abuelo por favor!

Lloró y lloró.

Y nadie la salvo.

—¡Tengo miedo, esta oscuro! ¡Por favor, quiero a mi Teddy!

Sus manos temblorosas se aferraron a su cabello de forma desesperada.

Por primera vez no quería ser fuerte, ella quería hacerse bolita en el piso como una niña pequeña, hasta que el mundo a su alrededor no se sienta como una batalla constante.

Cerró los ojos, sintiendo el frio piso bajo sus rodillaz. Podía escuchar a su corazón aún martillando en sus oídos y los espasmos en su cuerpo parecían no querer detenerse.

Entonces una pregunta apareció en su mente: ¿Qué deseaba para su cumpleaños?

Ella no quería absolutamente nada material, más que la dicha de poder tener un día tranquilo.

Pero ahora, mientras sus mejillas se manchan con lágrimas silenciosas y sus brazos se aferran a sí misma por calor; supo exactamente lo que quería.

Amelie deseaba un cálido abrazo de su hermano después de que él le ensuciara la cara con pastel, o tal vez una salida con su padre para comprar helados como lo prometió.

O incluso, si no era mucho pedir, anhelo volver a repetir aquel momento donde Hermione le cantó aquella canción cerca del muelle, solo porque esta vez estaba segura de que la besaría sin ninguna duda.

Llevó su mano al pecho, esperando que alguna estrella fugaz escuchara sus deseos y tuviera piedad en cumplir alguno.

De pronto y como si fuera una señal, el sonido del reloj marcó las 12:00.

Era su cumpleaños, su emocionante cumpleaños.

Felices catorce a mi...

Se recargó en aquella puerta, anhelando dormir profundamente, olvidarlo todo, despertar y comenzar una nueva vida.

Pasó la noche entera llorando. Sin poder evitar mirar a todos lados paranoica.

Ahora si estaba completamente sola.

[...]

[10 de julio, 1994, 4:37 p.m]

Día uno.

Sus párpados se abrieron con lentitud cuando sintió que alguien le picaba la mejilla con dureza. Le dolía el cuerpo como nunca, no podía moverse, ni respirar correctamente.

—Nyx—exclamó una voz gruesa que conocía perfectamente.

—¿Señorita Amelie?—sollozo su elfo cerca de ella.

Cuando su vista se ajustó a la poca luz que ahora provenía de un hueco debajo de un mueble, sus ojos grises se encontraron con su pequeño amigo cuervo, que estaba en su hombro, inclinado hacia ella. Luego, giró su mirada para ver a su mascota gatuna siendo sujetada con fuerza por su elfo.

—¿Amadeus?—susurro apenas audible.

Se sobresaltó cuando se dio cuenta de que realmente no había sido un sueño.

No, ella estaba encerrada en aquel sótano otra vez. Un sollozo silencioso escapó de sus labios. Se sintió tan rota en aquel momento, tan vacía, tan sola.

Como casi toda su vida.

—¡Señorita Amelie!—gritó su elfo arrojándose hacia ella.

Un chillido de dolor salió de sus labios, cuando él la abrazó con más fuerza de la necesaria.

—Duele...—murmuró con los dientes apretados.

El pequeño elfo tan pronto se dio cuenta, se alejó llorando desconsolado.

—¡Amadeus lo siente! ¡Amadeus estaba tan preocupado por su ama!—comenzó a golpear su cabeza con una de las mesas vacías del lugar.—¡Fue la culpa de Amadeus! ¡Amadeus lo siente!

Amelie trago saliva sin saber cómo responder, entonces miro sus manos con una ligera mueca. Tenía sangre debajo de las uñas, probablemente cuando se aferró a si misma por temor.

Gus soltó un maullido que la hizo despertar de sus pensamientos. En su boca traía su anillo, el mismo que Sirius le había entregado.

Nunca noto cuando se fue de su mano.

—Gracias, Gus...

Mientras se lo ponía en uno de sus dedos, la ligera imagen de su hermano desmayado lleno a su mente. Se giró a mirar a su elfo con lo ojos abiertos.

—¿Donde...dónde está Orion?—susurro con voz quebrada.

Amadeus dejó de golpearse para mirarla.

—El amo el ordeno anoche que llevará a su hermano a la mansión. Amadeus no tuvo otra opción—murmuró avergonzado.

—¿Pero, él está bien?

—Si, Amadeus lo dejo en su habitación.

Amelie suspiró, al menos él no sufrió por la varita de nadie, ni tampoco las consecuencias de nada. Se sintió más tranquila al pensar eso, aunque en el fondo le doliera la idea de ser olvidada en su cumpleaños después de ser torturada.

—Un minuto—jadeó—¿Dijiste anoche?

Amadeus asintió sin comprender.—Si, Amadeus lo dejó anoche.

Amelie se levantó con torpeza de su lugar para acercarse a una de las sillas viejas que había ahí. Se dejó caer con pesadez.

—¿Qué hora es?—preguntó acostando su cabeza en la mesa a su frente.

Su mascota de inmediato se acercó a ella para acurrucarse en sus piernas. El pequeño cuervo permaneció en el piso.

—Son las cuatro...de la tarde—contestó, luego lo pensó bien y una mueca apareció en su cara—. Amadeus no lo sabe con claridad, pero esta es la segunda vez que viene a verla. La primera, Amadeus la movió pero su ama no despertó.

Amelie cerró los ojos con fuerza, tragando saliva al pensar en lo débil que seguramente estaba.

—¿El te dijo que vinieras aquí?—preguntó ya sabiendo la respuesta.

—El amo le prohibió verla...¡Pero Amadeus no puede dejar a su ama así! ¡Amadeus debe ayudarla, aunque sufra las consecuencias!

Ella no puedo evitar sentirse enternecida. Él siempre se preocupaba tanto, y por eso no permitiría que algo malo le pasara por su culpa.

No otra vez.

—Debes irte, ahora—ordenó agitando su mano.

Amadeus la miro sin esperar eso de ella.

—Pero Amadeus, quiere...

—No. Vete, antes de que él te descubra—exclamó con firmeza. Aunque su voz se quebrara varias veces.—Yo estaré bien, solo debo descansar. El dolor pasará con el tiempo.

Ella sabía que era verdad, al menos el físico, porque el mental se quedaría con ella por mucho tiempo.

—Amadeus tiene comida para su amiga...—admitió moviendo su mano para aparecer frente a ella un envoltorio pequeño.—Amadeus la robó de una tienda muggle—admitió en voz baja.

Ella asintió agradecida, sabiendo que no podía tomar comida de su almacén porque su abuelo se daría cuenta.

Entonces el pequeño elfo desapareció en un chasquido de sus dedos.

Amelie se quedó unos minutos mirado el lugar donde antes estaba. Quería que se quedara un rato con ella, no quería estar sola en un lugar tan pequeño. 

—Al menos los tengo a ustedes para celebrar mi cumpleaños—murmuró girándose para mirar a sus dos amigos animales.

Gus maulló ronroneando con amor. Y el gran cuervo agito sus alas en afirmación.

Y ella lloró.

Otra vez.

[...]

[12 de julio, 1994, 2:45 p.m]

Día 3.

Se estaba volviendo loca. No podía sopórtalo más, debía salir de ese lugar. Había pasado otra noche en completa oscuridad.

Ella odiaba esta sensación, le aterraba la idea de no poder ver nada, no saber que la atacara en cualquier momento. Necesitaba tanto a su pequeño peluche.

Estaba sin comida y sin agua.

Amadeus no volvió esa mañana. Y no sabía si vendría en la tarde.

—¡Quiero ir a casa Gus!—lloró sin poder evitarlo.

Se hizo bolita en el piso con las manos al rededor de sus rodillas. Si no hubiera desobedecido, entonces ahora podría estar jugando con su hermano en el patio, riéndose cada vez que el saque algún tema de la nada.

Ese hubiera sido un grandioso cumpleaños. Sin embargo, todo se derrumbó.

Y ella no sabía a quien culpar, más que así misma.

Gus maulló sin saber cómo ayudarla. Ella también estaba sufriendo.

—¿Por qué tiene ser todo así?—susurró mirando al piso, mientras sus lágrimas caían por sus mejillas.

Tenía el cuerpo tan débil, con tantas cicatrices, que aveces se preguntaba si estaban por dentro en su alma o afuera, en su piel. Si solo eran imaginarias o eran tan reales como ella.

No podía decirlo con certeza.

Pero, el dolor en su vida era parte de lo que era. Sin él, entonces su vida no sería suya.

[...]

[14 de julio, 1994, 8:40 p.m]

Día 5.

—¡Por favor, abuelo! ¡Déjame salir, te lo ruego!—gritó tan fuerte como pudo, golpeando las puertas.

Afuera la tormenta retumbaba sin intenciones de parar.

Tenía frío, tenía hambre, tenía miedo.

No hay nada que quisiera más que salir de ahí.
De tener una oportunidad para repetir la noche de su cumpleaños, para entonces arrepentirse y no ir.

Se odiaría a si misma por dejar a Hermione plantada, pero nada dolía tanto como esto.

—¡Te lo ruego, déjame salir!

Su pecho se apretaba tanto, dejándola sin aliento, su piel incluso después de dos días estaba mas pálida que de costumbre, lucia muerta.

Quizás era porque así es como se sentía.

Desde que su abuelo la encerró en aquel lugar, todo dentro de ella se vino abajo. Estaba más irritara, más enojada. Quería romper todo a su alrededor.

Empezado por el sótano donde estaba.

Nunca se había sentido tan infeliz consigo misma.

Tan asqueada de lo que era.

Se estaba hundiendo y quería que su padre la salvara. Y le dijera que todo estaría bien, que él la protegería.

—Mentiroso...—murmuró golpeando su frente con la puerta sucia.—¡Eres un mentiroso!

Estaba apunto de golpear la puerta con su puño, cuando Amadeus apareció de pronto.

—Señorita Amelie...—llamó.

—¿Amadeus?—susurro en la oscuridad de la pequeña habitación, sin poder ver nada.

¿Estaba alucinado, ahora?

—Amadeus trajo comida y una manta—murmuró acercándose hasta donde estaba ella, con la ligera esperanza de que pudiera verlo.

Hizo aparecer un pequeña vela en medio de la habitación. Todo se iluminó para Amelie, como rayo de sol. No sabía si era por la presencia de su elfo o por la vela.

Pero se sintió más tranquila. Como si la tormenta dentro de ella se hubiera detenido.

—¿Comida?—preguntó viéndolo.

El pequeño elfo asintió estirando su brazo para que ella tomara el paquete. Amelie no lo pensó dos veces. Se lo arrebató de la mano en un segundo.

—¿Qué le pasó a tu oreja?—masculló señalado la pequeña cortada que se alcanzaba a ver por la luz. Parecía fresca.

Amadeus movió sus manos con nervios. Y no se atrevió a responder.

—¿Qué le pasó a sus brazos?—replicó.

Amelie miro hacia abajo con rapidez, para encontrar en ellos, pequeñas cortadas que se había hecho sin darse cuenta. Se aferraba con tanta fuerza a si misma por el miedo que nunca notaba el daño físico que se hacía.

Se encogió de hombros, sin responderle tampoco. Prefiriendo seguir alimentando a su estómago vacío.

—¿La ama tiene miedo?—murmuró observando como devoraba todo el alimento, a pesar de odiar los vegetales.

—Tengo miedo, Deus—afirmó con simpleza.—¿No es como nos sentimos así siempre?—murmuró dándole una mirada especial, que el pequeño elfo no entendió.

—Amadeus siempre tiene miedo también. Pero un amigo de Amadeus le dijo que el miedo se ira algún día, que Amadeus no sufrirá siempre.

Amelie dejó de comer para mirarlo, sus palabras fueron tan sinceras que incluso pudo sentirlas tan especificas para ella. Ese amigo debía ser muy sabio, si hizo que su corazón diera un brinco esperanzado.

—¿Crees que el sufrimiento de Amelie también se vaya?..—susurró con la voz quebrada, no importándole si sus lágrimas volvían a mancharle las mejillas.

Estaba tan rota.

—¡Oh, si! ¡El dolor de mi ama también se irá!—exclamó saltando en su lugar.—¡Seremos libres!

Amelie sonrío después de dos días completos de no hacerlo. Incluso si el clima le decía que debía llorar hasta quedarse dormida, esta noche no lo hizo.

Tenía una buena compañía.

Por ahora.


[...]

[16 de julio, 1994, 9:45 p.m]

Día 7.

—¡Vamos, puedes hacerlo!—rogó por quinta vez consecutiva. Se sintió igual de fastidiosa que su hermano.

—¡Es peligroso!—exclamó su elfo nuevamente.

Ella suspiró sujetándose el estómago adolorido. No estaba recibiendo el mejor trato del mundo, pero podía ser peor si Amadeus no estuviera con ella.

Desde que él llegó, lo único que hizo ella fue rogarle para que le trajera sus libros de Legeremancia. Si iba a estar atrapada aquí por días, al menos deseaba aprender algo nuevo.

Y quizás aprender lo contrario para resguardar su mente, de un ataque como el que su hermano sufrió.

Ella no había llegado a leer el segundo libro, que era de Oclumancia, por lo que sabía.

Pero si entendía algo es que uno era para entrar en las mentes ajenas, mientras que el otro era para protegerse de alguien con aquellas habilidades.

Nunca conoció a una sola persona que practicara
aquello pero, si su padre se lo había dado debía ser por algo importante. El nunca dejaba cosas al azar, sin que fueran una pieza de rompecabezas.

—¡Por favor! Solo debes ir por ellos, ademas dijiste que no estaba.

—El amo no se encuentra en casa. Pero podría darse cuenta de que Amadeus tomó algo de su habitación.

Amelie agitó su cabeza con necedad, no iba a rendirse tan fácilmente.

—Hazlo por mi, por favor...

Y lo hizo. Amadeus desapareció en un chasquido. Y regreso unos segundos después con los dos libros que ella necesitaba. Se los entrego con un murmullo molesto consigo. Era demasiado fácil que él aceptara algo si venía de ella.

—Gracias...

—Amy es la mejor amiga de Amadeus, Amadeus cuidará siempre de su amiga—pronunció ayudándole a levantarse del piso.

Su cuerpo aún estaba frágil por aquella tortura. Y aunque el pequeño elfo intentó ayudarla, no fue suficiente.

—También eres mi mejor amigo...Gracias, Deus.

Y sin otra palabra comenzó a hojear el libro de Oclumancia. Todo bajo la tanta mirada de su elfo.

Amelie sabía que el viaje sería difícil, ella no entendía mucho aquello de mantener la mente en blanco. Oh, más bien, no podía hacerlo. Para su desgracia es alguien que siempre piensa demasiado. Hasta las cosas más pequeñas e insignificantes.

Aprender a controlar aquello sería incluso más difícil que mantener sus emociones a raya.

Ella sabía como controlarse ante otras personas, a menos que definitivamente la molestaran hasta el punto de no poder ignorarlo.

Como cuando Draco se burló de Hermione en pociones frente a todos.

No pudo dejarlo pasar, porque en primera le había prometido a la niña no dejar que sus amigos la molestaran. Y en segunda no pudo dormir en toda la noche. Estaba de malas sin sus ocho horas.

Ahora que acabada de vaciar todo el sufrimiento que tenía guardado, se sintió más tranquila.

Pasó cuatro días completos llorando, que ahora solo quería olvidarse de eso y seguir adelante. No quería seguir siendo una cobarde toda su vida.

Aún cuando el deseo de morir podría estar comenzando a nacer en ella.

Y solo tenía 14 años.

[...]

[18 de julio, 1994, 3:40 a.m]

Día 9. (Ultimó)

Agitó su cabeza entre sueños, tenía sus manos aferradas a la pequeña manta. Y un sudor frío le corría por la frente. Estaba teniendo otro de aquellos sueños, a pesar de tratar por alguna días en mantener su mente en blanco.

Este sueño era mucho más claro, como si estuviera pasando ahora mismo.

—¿Sabes de quién te estoy hablando?—pronunció una voz rasposa y gastada. Se escuchaba tan débil.

Amelie se enfrentó a una habitación oscura, casi igual de tenebrosa que su sótano. Solo la magia que ahí sentía era oscura, magia negra, que provenía de la persona sentada en aquel sillón.

Frente a él, arrodillada, con una sonrisa leve en la cara, se encontraba una chica, con los mismos rasgos faciales que ella. Cabello largo negro, ojos grises, muchos más opacos que los suyos. Pero, definitivamente era parecida.

Quizás un familiar que desconocía.

La chica sonrió ladeando la cabeza con diversión. Parecía entretenida con las palabras de aquel sujeto a su frente.

Oh, si. Escuche todo sobre ella. Desde su increíble actuación en el Quidditch, hasta como sigue a su abuelo como una marioneta. Que chica tan patética—se burló rodando los ojos.

Amelie frunció las cejas. ¿Estaba hablando...de ella?

Le dolió admitirlo, pero definitivamente lo estaba.

—No hables así de la chica—siseó como una serpiente. Y ella inmediatamente se quedó en silencio. Su sonrisa burlona no estaba más presente.

Amelie sintió su respiración hacerse más pesada, como si de repente alguien le estuviera quitando todo el oxígeno.

—Lo lamento, padre.—murmuró agachado la cabeza.

—Ella es más importante de lo que tu eres—admitió con veneno.

Amelie a pesar de no conocerla se sintió mal.

Los ojos de la chica brillaron en odio completo. Quizás con el hombre o tal vez con ella.

¿Pero, esto solo era un sueño, no?

Esperaba que si.

—Solo debes permanece cerca. Se útil por una vez en tu vida—gruño la persona.

—Lo seré, querido padre.

Amelie se quedó parada torpemente en la puerta con la los latidos de su corazón en sus oídos. Su pecho dolía tanto, como si la estuvieran incendiando viva.

Se sintió igual que la maldición de tortura, solo que estaba vez no podía moverse de su lugar.

De repente aquella persona en el sillón miro en su dirección. Y sus raros ojos rojos miraron directamente a su alma, queriendo arrancársela.

O tal vez no era la suya, pero se sintió así.

Su cuerpo se agitó en miedo, como si esa cosa pudiera matarla con un solo parpadeo.

¡Ella no quería morir!

Entonces despertó.

Sufrió un sobresalto al encontrarse con la misma oscuridad densa que siempre. Quería a su hermano, o su padre.

No quería estar sola.

Se levantó con rapidez, ignorado todo el dolor que su cuerpo sintió. Se acercó a la puerta que apenas sabía donde estaba. Arriba se escuchan las voces de dos hombres peleando. Ella definitivamente no había escuchando eso antes.

—¡Sácame de aquí! ¡Por favor, tengo miedo!—lloró de nuevo con mas desesperación.

El collar en su cuello se sintió pesado y le estaba quemado de una forma dolorosa. Sin embargo, por una razón desconocida no quería quitárselo. Quería que se quedara en su lugar, cerca de ella.

—¡Por favor, por favor!

Estaba comenzando a perder el aire.

Entonces unos pasos resonaron por el pasillo.

—¿Amelie?—llamó.

Era su padre. Su dulce padre, no se había olvidado de ella.

No pudo responder a su llamado, su ansiedad estaba comenzando a quitarle la consciencia. Se dejó caer de rodillas esperando a que él no se fuera.

Quería salir de aquella oscuridad.

—Padre...no me dejes...—sollozo desde el piso.

Y por esta única vez, él no lo hizo.

La puerta se abrió de un golpe. Y Laurent Rosier estaba ahí, frente a ella, tan vivo como siempre.
Aunque en su rostro había un par de cortadas que sangraban.

—Oh, dulce niña...—susurró acercándose para sujetarla del rostro.

Amelie lo miro con los ojos abiertos en pánico. Estaba temblado como loca. El tenía que ser real, debía serlo.

Y sin poder evitarlo se desmayó.

Lo único que recordaba de aquel día fue el sueño extraño que tuvo. Además de los brazos cálidos de su padre sujetando su pequeño y frágil cuerpo, para hacerle saber que estaba segura ahora.

Aunque no por mucho tiempo.

Amelie se sintió como un desastre completo.

Ella lo era.




≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

Si, bueno. ¿No fue tan malo, o si?

Para ser honesta borre varias cosas tristes que puse porque sentí que era demasiado cruel con mi personaje. Así que si iban a sufrir con mi escritura al 100% ahora solo sufrieron el 50%. A menos que seas sensibles.

En fin, también cambie un parte del capítulo que subí en Spoiler, porque se me olvidó. Jajaj. Un punto si te diste cuenta y si no, entonces ve a ver mi tiktok. 🫱🏻‍🫲🏼

La otra parte del capítulo seguirá en otro capítulo diferente, porque pensé que sería lo mejor. Bye.

Continue Reading

You'll Also Like

48.4K 4.7K 23
"Le doy mi corazón entero en sus manos, haga lo que quiera con el, romapalo, úselo, ilusionelo, pero no me abandone, profesora Black"
3.9K 356 100
Los protagonistas de esta historia son Nicolás Bauer, un arquitecto que se volvió mujeriego tras una relación fallida, y Cielo Mágico, una alegre pro...
17.2K 1K 17
Todo era normal en tu vida como cualquier adolescente pero decides a confesar algo lo cual desencadena algunas burlas y ciertos problemas, harta de t...
29.2K 2.2K 29
Yo siempre pensé que todo era blanco y negro pero... resulta que si es posible la redención y para colmo me enamoré de uno de los pecadores más malva...