"WONDERWALL; Hermione Granger"

Bởi August_dann

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❝ Y todos los caminos que tenemos que recorrer son tortuosos, y todas las luces que nos conducen allí nos est... Xem Thêm

"Prólogo"
El prisionero de Azkabán
⭑ "Primer trauma del año"
⭑ "Nuevas reglas"
⭑ "Draco y su mala suerte"
⭑ "El boggart del armario"
⭑ "Sirius Black"
⭑ "¿Augusta o Hermione?"
⭑ "El partido de Quidditch sale mal"
⭑ "Dia de hospital"
⭑ "Hogsmeade"
⭑ "Un nuevo Rosier"
⭑ "Disculpas y ranas de chocolate"⭒
⭑ "¿Cita?"
⭑ "Tú"
⭑ "Como una puesta de sol"⭒
⭑ "Bienvenida con postres a media noche"⭒
⭑ "Salamandras y un perro mañoso"
⭑ "Patronus"
⭑ "Amelie contra Ravenclaw"
⭑ "Una perfecta heredera"
⭑ "Me besaste"
⭑ "Tejones contra Aguilas"⭒
⭑ "Como hacer enojar a un Rosier. By: Draco Malfoy"⭒
⭑ "Black odia a los pelirrojos"
⭑ "¿Potter perdió la cabeza?"
⭑ "Copa de Quidditch"
⭑ "Predicción"
⭑ "Un perro, dos gatos y una rata"
⭑ "Accidentalmente asesine a mi profesor de pociones"
⭑ "El secreto de Hermione"
⭑ "Plumas de azúcar"
El cáliz de fuego
⭑ "Beautiful girl"
⭑ "Starry eyes"
⭑ "Happy birthday, Amelie"
⭑ "Sunlight"
⭑ "Un ángel en el infierno"
⭑ "Comida hecha de esclavitud"
⭑ "Los increíbles hurones botadores"
⭑ "Maldiciones Imperdonables"
⭑ "Feliz cumpleaños, Granger"
⭑ "Enemigo con rostro bonito"
⭑ "¿Ojoloco Moody?"
⭑ "Potter, the flying boy"
⭑ "Smithereens"
⭑ "When you know, you know"
⭑ "Problemas, problemas y más problemas"
⭑ "Desamor"
⭑ "Juramento Inquebrantable"
La Orden del Fénix
⭑ "Casa Black"
⭑ "Regulus A. Black"

⭑ "Dollhouse"

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Bởi August_dann

[20 de Julio de 1994]

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Había estado entrenado y saliendo de la conciencia sin poder permanecer despierta dos segundos, lo cual, era un completo asco, aunque al menos sabía que ya no estaba encerrada, porque cada vez que abría los ojos, la luz del sol le lastimaba las pupilas.

Puede que el estrés que vivió dentro de aquel sótano la estropeara en muchos sentidos.

O posiblemente siempre lo estuvo.

No recordaba con exactitud la primera vez que su abuelo la castigó de aquella manera, ni tampoco lo que vivió en completa oscuridad. Pero supuso que tenía cinco años, porque para esa época no hubo un día en que no le pidiera a su hermano mayor dormir con él.

Por eso Orion le había regalado aquel peluche, con la esperanza de que no se sintiera tan sola por las noches.

Y ahora estaba completamente destruido, igual que ella.

Aunque quizás con la ayuda de alguien, todavía pueda ser reparado.

Volvió a sentir como alguien le pasaba por la frente un trapo húmedo. Su fría piel se enfrentó con la calidad de una mano suave que le acarició la mejilla con afecto.

Entonces, como si hubieran encendió un interruptor en su cabeza, despertó.

Solo que estaba vez era para quedarse así por un buen rato.

Sus párpados se abrieron de manera brusca, revelando unos ojos grises paranoicos, en busca de una posible amenaza, sin embargo, solo se encontraron con la luz resplandeciente del sol, que provenía de la ventana a su lado.

—Carajo...—murmuró cubriendo su rostro con sus brazos.

—Lo siento, Lie. Lo olvidé—se disculpó la voz suave de su hermano.

Ahora sabía quien era la persona que la cuidaba. Debió suponerlo por el pésimo trabajo que estaba haciendo, porque la primera vez que recordó haber sido alimentada, casi la ahoga con la comida.

En fin, así amaba a su hermano.

—¿Está mejor, ahora?—preguntó, luego de empujar las cortinas para bloquear la luz.

Ella se removió incómoda, antes de quitar los brazos de su rostro, solo para revelar que estaba en su propia habitación, en la mansión Rosier.

Parpadeo con torpeza, primero observando con detalle los carteles que colgaban de su pared, todos con animales fantásticos. Luego, pasó su vista hacia la pequeña mesa, donde las fotografías de sus amigos junto a ella, estaban perfectamente enmarcadas. Y, finalmente sus ojos se posaron en su hermano sentado a su lado en una silla. Sostenía un pequeño balde con agua y un trapo.

—¿Todo bien, Lie?—murmuró.

Ella lo observo detenidamente, de pies a cabeza, parecía en muy buenas condiciones, mucho mejor ella.

—¿Qué...pasó?—arrastró las palabras al sentir su garganta seca.

Orion se dió cuenta de inmediato. Se acercó para tomar un vaso de agua y entregárselo. Amelie lo tomo con las manos temblorosas, apenas teniendo fuerzas para sostenerlo.

Oh, se sentía como si le hubieran pasado un tren por encima.

—Bueno, creo que yo debería hacerte esa pregunta...—comenzó hablar, moviéndose incomodo.—¿Qué demonios te pasó? Padre no quiere decirme nada, de echo me prohibió esta aquí—se encogió de hombros—pero, no le hice caso.

Amelie volvió a recostarse en la cama, con la vista fija en el techo, sin saber que responder. No es como si pudiera decirle todo lo que vivió sola, el no recordaba nada de eso y, ni siquiera podía saber hasta qué punto borró su abuelo.

Decidió ignorar su pregunta.

—¿Hace cuánto que estoy aquí?—murmuró, empezando a jugar con la manta debajo de ella.

Orion soltó un suspiro cansado, bajo las cosas que tenía en el regazo, para poder acercarse más a ella.

—Dos días, más o menos. Padre fue a buscarte a la cabaña porque bueno...—dejó de hablar para rascarse la nuca con nervios—Theo vino dos veces, alegando que no respondías a sus cartas.

—¿Theo?..—preguntó con un brillo en sus ojos.

Le alegraba saber que al menos alguien se preocupó por ella.

—Si, él dijo que Cristina y Blaise también estaban preocupados—asintió con una mueca—. Incluso Granger me mando algunas cartas preguntándome por ti. Y yo le dije que estabas bien, porque estuviste respondiendo las mías. ¿Por qué las de ellos no?—preguntó confundido.

Amelie parpadeo un par de veces sin comprender a lo que se refería. Ahora mismo no sabía diferenciar entre lo que era real y lo que no. Así que no pudo evitar cuestionarse si lo había hecho.

Tal vez si, o tal vez alguien más lo hizo por ella.

Miles de pensamientos viajaban de un lugar a otro, tratando de procesar todo.

Se sujetó la cabeza cuando sintió un ligero dolor.

—¿Hermione te envío cartas?—murmuró.

—Solo dos, fueron muy breves—respondió arrugando levemente las cejas, al notar que no contestó su pregunta.

Amelie asintió imaginando las probabilidades de que Hermione esté molesta con ella por haberla ignorado durante días. Aunque no fue intencional, sin embargo, eso es algo que ella nunca sabrá, así que tenia que planear una buena excusa, que sonara convincente. Quizás una enfermedad mortal.

Ya tendría tiempo para eso después.

Ahora, lo que más la preocupada era el hecho de que existía la probabilidad de que su abuelo respondiera a sus cartas, y para eso tenía que revisarlas. La idea de que encontrará el nombre de Hermione en alguna, le provocaba náuseas.

Y esperaba que el solo se dignara a responder las de su hermano, para no levantar alguna sospecha de que ella estaba indispuesta.

Fue un asco imaginar que ni su padre, ni su hermano la buscaran antes. Quiero decir, ella estuvo prácticamente varios días en un lugar oscuro, sin comida, sin agua, sin ropa limpia, sin su Teddy.

Una experiencia traumática. ¡Y ninguno de ellos la busco!

¡Era una mierda!

Para ellos su ausencia era tan natural, que podría desaparecer meses y todo estaría bien. Harían una fiesta para celebrar un día más de ser una familia feliz y unida.

Solo que todo era una simple mentira para hacer sentir celosa a la gente. Que todos pienses que sus vidas son perfectas.

¡Oh, Sorpresa, sorpresa! ¡No lo eran!

Y eso también la ponía triste, muy en el fondo.

Pero, tampoco podía llorar en su miseria, porque había personas que no tenían ni siquiera una familia para pasar navidad. Justo como Harry.

Tal vez ella podría ser su familia y él podría ser la suya.

Si, quizás...

Suspiró moviendo la cabeza de un lado a otro para alejar los pensamientos del niño que vivió.
Y también para dejar de pensar en lo patética que se sentía ahora.

—¿Qué hay de Roby? ¿Ella envió alguna?—murmuró preocupada.

No sabía nada de su niña y eso era también algo que la mantuvo despierta varias noches.

—Si, lo hizo, su padre no la castigo, por suerte. En realidad a él ni siquiera le importó su ausencia—respondió, se quedó pensando unos segundos antes de agregar.—Aunque, dijo que estaba actuando un poco raro...

—¿Raro? ¿En qué sentido?—Frunció las cejas, esperando una respuesta adecuada.

—Raro como...raro—se encogió de hombros con una mueca en el rostro.

—Vaya, gracias. Eso explica mucho—gruño entre dientes.

Sus palabras no la hicieron sentir mejor. En todo caso, ahora su mente estaría trabajado con más dudas.

—¿Qué pasó exactamente cuándo llegue aquí?—cuestionó con cuidado.

Orion se removió incómodo en su lugar.

—Bueno, estabas dormida, así que padre te subió a tu habitación. Él no me dejó entrar contigo y no lo cuestioné, esperé paciente en el pasillo para verte—suspiró con suavidad.—Hasta que escuche tus gritos, entonces abrí la puerta de golpe, solo para encontrarte llorando en el piso sin reconocer dónde estabas...—murmuró.

Se quedó callada, sin poder recordar eso.

—¿No te lastime, verdad?—cuestionó con la voz ligeramente quebrada.

—¿Qué? ¡No!—se burló—. Tu nunca lastimarías a nadie. Solo estabas asustada y temblado como loca. Padre no tuvo otra opción más que dormirte con un hechizo—. Se detuvo antes de preguntar con duda—¿Pasó algo malo con el abuelo?

Ella quería explicarle todo, de principio a fin. Necesitaba desahogarse con alguien, sin embargo, no lo hizo. Porque por una extraña razón pensó que las cosas serían peor. Orion no necesitaba saber nada de esas cosas.

—No pasó nada—afirmó sin darle importancia.

Aunque por dentro quería un abrazo reconfortante de su hermano mayor, para asegurarse que no era solo un sueño.

Todavía tenía la sensación de que estaba encerrada en aquel sótano.

No sería un experiencia agradable, si fuera así.

Ambos, se quedaron en un silencio tenso, por primera vez ninguno sabía qué decir exactamente.

Orion por un lado, queria asegurase de que su hermana estuviera bien, tanto físicamente como mentalmente, sin embargo, no quería entrometerse y preguntar algo indebido. Su hermana parecía lo suficientemente cansada como para lidiar con sus dudas.

Amelie en cambio, quería ahogarse en un río de agua fría para despertar, pero, como no existía uno cerca de su mansión, se conformaría con su tina de baño.

Necesitaba uno. Aunque tenía la sensación de que estaba bastante limpia físicamente, quería intentar lavar otro tipo de suciedad, la que no se puede ver a simple vista. Y solo ella siente.

Se removió incómoda en la cama, fijando su vista en la ventana por donde la luz no podía pasar.

—¿Recuerdas qué pasó la noche antes de mi cumpleaños?—preguntó rompiendo el silencio.

Orion sonrió de forma inmediata por recordar aquel día. Para él fue un evento inolvidable, algo que se quedaría guardado en su corazón por mucho tiempo. Y que definitivamente volvería a repetir.

—¡Por supuesto que si! ¡Fue la mejor noche de nuestras vidas!—exclamó felizmente.

Amelie giró su cabeza tan pronto lo escuchó reírse.¿Había escuchado bien? ¿La mejor noche?

¡Qué broma tan cruel de su parte!

Ella también quería sentir aquella sensación de no poder recodar lo qué pasó después. Orion vivía una mentira. No fue una noche agradable, no para ella.

Y debía serlo porque estuvo con Hermione.

Entonces cuando él comenzó a divagar emocionado sobre todas las cosas que hicieron, sintió su estómago revolverse en enojo puro. Apretó los dientes tratando de ignorar las emociones negativas, tratando de mantener la calma. Pero, le era algo imposible, con su hermano luciendo tan feliz, luego de que ella pasó días encerrada.

Fue su cumpleaños. ¡Su jodido cumpleaños!

Se suponía que debía ser ella quien estuviera feliz, quien contara todo con emoción. Sin embargo, todo lo que podía hacer era llorar. Se sintió desdichada, como si una parte de ella, que no tenía reparación se hubiera roto en mil pedazos.

—Cierra...la boca—murmuró con los dientes apretados.

Orion se detuvo de inmediato al no entender bien sus palabras. Frunció el entrecejo con confusión.

—¿Qué dijiste, Lie?—ladeó la cabeza al ver la oscura expresión de su hermana.

—Dije que cierres la boca...—repitió sin arrepentimiento, solo deseando que se largara de su habitación.

Definitivamente quería estar sola.

Y no, ahora mismo no quería un abrazo suyo.

Se levantó de la cama sin importarle el dolor que estaba sintiendo en ese momento. Solo quería ir a tomar un baño, sin nadie alrededor. Quería estar en paz por un rato, hasta que se sintiera mejor.

Orion también se levantó con ella, siguiendo sus movimientos, sin entender el comportamiento de su hermana. Ella nunca le había dicho algo así, en realidad, nunca le hablaba de manera brusca, solía mantener la calma con él.

Amelie se acercó con rapidez a su armario, buscando cualquier cosa para usar. Arrojó todos sus vestidos al piso, sin importarle arruinarlos, en absoluto.

—¿Lie..?—susurró Orion tomándola de hombro con suavidad.

Ella se quebró.

—¡Deja de llamarme así!—exclamó con brusquedad, empujándolo lejos.

Orion se tropezó con sus pies, sin esperar aquella reacción.

—¿Qué demonios te pasa?—gritó con los ojos abiertos en preocupación.

Estaba alterada, de nuevo. Solo que esta vez parecía enojada.

—¡Nada! ¡Nunca pasa nada!—exclamó con la voz quebrada. Movió su mano hasta su cabeza cuando sintió dolor.

Orion se burló en voz baja. Quería ayudarla y ella solo lo atacaba. ¿Qué clase de hermana hace eso? Además, como se supone que debía saber lo que sentía. No era adivino, ni sabía leer mentes. Su hermana, ahora mismo, estaba actuando de una manera tan infantil. Sin justificación. Tal vez había pasado una mal semana, pero, eso no significaba que podía tratarlo así.

Solo estaba tratando de ayudarla.

Por supuesto que para él no pasaba nada grave, pero, ella tendría que vivir con aquel trauma por un buen rato.

Y por alguna razón sentía que no era lo peor que le pasaría en su vida. Era como el comienzo.

Quizás sólo estaba actuando así porque estaba asustada, o tal vez era una advertencia de algo más allá. Algo que no podía ver aún.

—Esta bien, Amelie. Necesitas espacio, supongo—murmuró tragando saliva—. Te dejare sola para que descanses; Padre seguramente vendrá a verte en unas horas, siempre lo hace. Madre también a venido un par de veces pero, no te preocupes, no se queda mucho rato—balbuceó moviendo sus manos de un lado a otro.

Amelie lo miró, arrepintiéndose de su pequeño arrebato. Después de todo, Orion no tenia la culpa de no recordar nada.

Fue suya en realidad, ella fue la desobediente. Su abuelo ya no estaba orgulloso por eso, se lo dijo. Y ella tampoco. Fue algo bueno, supuso. No estaba mal ser una decepción de vez en cuando, aprendería sobre eso.

—Lo lamento, Ori...—susurró sinceramente.

Pero su hermano no supo que responder.

Se acercó a la puerta y la abrió despacio, tratando de hacer el menor ruido posible. Probablemente sus padre lo regañaría por entrar sin su permiso.

El volvió hablar, sin atreverse a mirarla.

—Madre querrá presentarse a alguien tan pronto sepa que estas despierta—murmuró jugando con la perilla de la puerta.

—¿Alguien?

Orion asintió saliendo de la habitación, con unas últimas palabras que la dejaron entre deprimida y molesta.

—Su nombre Cygnus, quizás te guste o quizás no.

Y con eso se fue, cerrando la puerta con cuidado.

Amelie paso sus manos con frustración por su rostro, sintiéndose totalmente molesta consigo. Se suponía que debía mantener sus emociones a raya, sin embargo, lo único que hizo fue explotar.

Había pasado por demasiado estos últimos días, que incluso la necesidad de llorar sé disolvió por completo, dejándola vacía.

No sabía si eso era algo bueno, malo o ambos.

Se acercó hasta su baño, necesitaba uno para relajarse. Su cuerpo estaba limpio, posiblemente su padre se aseguró de eso.

Amaba la magia por una buena razón.

Tan pronto la bañera estuvo lista, ella se deshizo de su ropa por completo. A excepción de su collar, por supuesto. Aunque ahora, mientras se adentraba en el agua helada, se dió cuenta de que el bonito collar con la inicial de Hermione colgaba de su cuello.

Fue una estupida al no recordarlo. Estuvo más ocupada con otras cosas, que simplemente lo olvido.

—Al menos aún tengo un lindo recuerdo...—murmuró pasando sus dedos suavemente por la inicial, que brillaba más que el resto del collar.

Se quedó ahí sentada, con los brazos alrededor de sus rodillas, mirando hacia la nada. Con tantos pensamientos que no sabía que hacer con ellos.

Por un lado estaba molesta con sus propias acciones, imaginar que hubiera pasado si jamás aceptara la invitación de Hermione, sin embargo, nunca podría hacerle algo como eso. Tenía una debilidad por ella.

Y su corazón dolía cada vez que la recordaba, el verla un día antes de ser encerrada, fue un rayo de luz que la iluminó, para después ser arrastrada hasta una oscuridad densa.

Era una sensación terrible.

Luego, estaba el hecho de que su madre probablemente le presentara al nuevo miembro de la familia. Supuso entonces, que aquel niño, era la razón de que su padre no cumpliera sus palabras. Estuvo más ocupado con su nuevo hijo, que no tuvo tiempo de preocuparse por algo más.

Ella siempre supo como cuidarse sola, pero, aveces deseaba que alguien la protegiera.

Y constantemente se repetía una y otra vez, que era pedir demasiado. El mundo no están agradable con personas como ella.

—Es un asco, un completo asco...—murmuró dejándose sumergir en el agua helada.

Sintió su cuerpo relajarse por completo, estaba cansada aún cuando no había hecho absolutamente nada.

Tener catorce años era agotador.

Al final, cuando paso casi una hora en completa calma, decidió salir. No podía pasar todo el día ahogándose en su miseria; De manera muy literal.

Debía simplemente seguir adelante, dejar atrás lo que vivió para poder llegar a algún lado.

Una mueca de fastidio se instaló en su rostro al escuchar ruido al otro lado de la puerta. Tal vez era su padre. Y ella lo que menos quería ahora era hablar con el.

Esta vez era definitivo, no quería explicaría nada de lo que sucedió en la cabaña. Porque en primer lugar no quería revivirlo. Y en segundo lugar, su padre ya no parecía alguien en quien confiar. Le hizo una promesa y un tiempo después la rompió.

O tal vez su promesa no tenía nada que ver con su propia familia, porque ni siquiera él estaba a salvo. Entonces cómo podría salvarla a ella.

Y aunque lo hiciera, ya no podía hacer nada para cambiar lo qué pasó. A menos que le borrara la memoria, como a Orion. Pero, eso no sería buena idea, a diferencia de su hermano, ella no podría vivir en la dulce ignorancia.

Aveces necesitas que el mundo sea cruel contigo, para que aprendas una lección.

Esta era la suya.

—¿Amadeus?—murmuró ladeando la cabeza, al ver que su pequeño elfo se encontraba caminando de un lado a otro preocupado.

El pequeño elfo, se sorprendió por su repentina voz. Sin embargo, tan pronto supo que era ella, se relajó en su lugar.

—Oh, la ama Amelie se encuentra bien—su voz tembló levemente.

Amelie abrió la boca varías veces, antes de formular una frase.

—Si, todo bien conmigo. ¿Por qué estás nervioso? ¿Te encuentras bien?

—Amadeus esta bien, el amo lo envío de vuelta a la mansión Rosier a cuidarla...—reveló con facilidad.

Ella no pudo evitar sentir un revoloteó en su estómago. Y no de una manera agradable.

—Ya veo...—susurró—. ¿El no te hizo nada, verdad? Es que no recuerdo qué pasó cuando padre me sacó.

—¡No, no, no!—exclamó con rapidez.— El amo fue piadoso, aunque estaba muy molesto con su hijo. Tuvieron una pelea...—sus ojos se abrieron de golpe.—¡Oh, no! ¡Amadeus no debía decirle!—gritó tapándose la boca con terror.

Luego, procedió a golpearse la cabeza con sus manos. Típico de un elfo doméstico.

La misma mueca del principio apareció en el rostro de Amelie, por un momento iba a detenerlo para que dejara de hacerse daño.

Pero, decidió irse a dormir.

Se estaba muriendo del sueño, incluso cuando durmió dos días enteros.

—¡Amadeus malo! ¡Amadeus malo!—gruño con frustración.

Amelie se dejó caer en su cama nuevamente, arropándose con cuidado. Giró su vista hacia la puerta donde por obra de su elfo, estaban sus cosas de la cabaña. Desde su maleta, hasta su pequeño peluche de oso destruido.

Oh bueno, al menos aún podía dormir con el.

—Amadeus—llamó levantado la voz para que su elfo la escuchara.— Amelie tiene hambre, ¿podrías traerme algo de comer, por favor..?

El elfo dejó de lado su castigo, para préstale atención.

—Amadeus le traerá lo que quiera...—habló asintiendo varias veces.

—¿Entonces pudo comer una tarta de manzana?—sus ojos brillando en esperanza. Ya había comido demasiados vegetales, merecía un descanso.

—Bien. Amadeus le traerá una deliciosa tarta de manzana—aceptó a regañadientes—. Pero, la señorita Amelie deberá comer algo nutritivo el resto de la semana.

Era demasiado bueno para ser real, pensó.

—Lo haré—admitió encogiéndose de hombros con indiferencia.

Y con eso el pequeño elfo sonrió, antes de desaparecer en un chasquido. Volvió a quedarse sola.

Esta vez no le importo.

Su solución más brillante fue quedarse dormida, no sin antes ir por su peluche, para poder acurrucarse con el. Estaba en un estado abatido, igual que ella.

No había muchas diferencias.

Cayó en un profundo sueño después de unos minutos. Solo para encontrase con la sonrisa bonita de Hermione Granger.

Esa chica estaba adueñándose de ella poco a poco, era una lástima que no lo supiera.

En fin, así era mejor.

[...]

Amelie no supo exactamente cuánto tiempo pasó desde que cerró los párpados, pero, supuso que durmió demasiado. porque cuando despertó la luz de la ventana ya no estaba. Ahora su cuarto estaba iluminado levemente por la luz de una vela.

Seguramente Amadeus la dejo ahí cuando le trajo su tarta.

Su cuerpo aun se sentía cansado, lo suficiente como para no jugar Quidditch en un gran tiempo. Lo cual le parecía terrible, no podía pasar mucho tiempo sin utilizar su escoba.

Se pasó las manos por el rostro tratando de acoplarse al lugar. Y estuvo apunto de levantarse de la cama para devorarse aquella tarta, si no hubiera sido por los pasos firmes que provenían del pasillo, seguidos de voces. De inmediato captó que se trataba de sus progenitores.

Con un rápido movimiento se tapó con las cobijas por completo, para pretender que aún seguía dormida.

La puerta se abrió.

Unos segundos después, los escucho entrar.

—Escucha, solo tenemos que dejarla descansar—habló la voz suave de su padre.

—¿Más? Lleva en esa cama dos días—se burló.
—Mañana tenemos una reunión y ella debe estar presente.

Amelie rodó los ojos sin poder evitarlo. Se preocupa más por cuánto tiempo durmió y no por cuánto tiempo pasó encerrada en un sótano. 

Esta bien. ¿Qué podría esperar?

—Te recuerdo que estaba desmayada cuando la llegó. No debe tener fuerzas para nada...

—No me interesa lo que sucediera. Tu padre debe haber tenido una razón para sus acciones. Amelie nunca desobedece sus órdenes, quizás esta vez lo hizo—declaró con firmeza.

—No lo digas de esa manera, Amelie no es un simple objeto—murmuró entre dientes, con ninguna intención de pelear. Aunque en el fondo, su estómago burbujeaba con enojo puro.

Adhara resopló cruzándose de brazos.

—Nunca dije que lo fuera—gruño a la defensiva, mirando los retratos de sus hijos en la mesita a su frente—. Amelie es mi más grande orgullo...

—No lo parece—susurró para si mismo su padre.

Y por suerte la mujer no lo escucho, no obstante, su hija lo hizo.

Amelie no pudo evitar que su expresión decayera. Ella también amaba a su madre de manera incondicional. Pero, aveces aquello se sentía como algo incorrecto de sentir.

—Sin embargo—, continuó—Amelie tiene responsabilidad con esta familia y debe cumplir con ellas.

Laurent se acercó hasta sujetarle el hombro, su voz sonó triste cuando se dirigió a ella.—Es solo una niña...—murmuró.

Hubo unos segundos de silencio, donde pensó que probablemente su madre se había quedado sin palabras.

No fue así.

Su respuesta fue algo que Amelie recodaría por siempre.

Ella nunca ha sido solo una niña—replicó con hostilidad.

Con una última mirada a la forma dormida de su hija, salió de la habitación. Sus pasos resonaron por el pasillo hasta que desaparecieron por completo.

Amelie no se movió ni un centímetro, esperando a que su padre también se fuera y la dejara sola. No obstante, el hombre se quedó.

Ella lo sintió acercarse. Y luego la cama se hundió a sus pies. Él tomó asiento sin ningún permiso.

—Se que no estas dormida, Amy—habló.

No hubo respuesta.

Amelie lo escucho suspirar. ¿Cómo demonios sabía que estaba despierta? Si ni siquiera podía verla. Ella estaba haciendo un gran trabajo con mantener su respiración regular.

—Y lo sé, porque tu luz no esta encendida. Te recuerdo que no puedes dormir sin ella, además, odias las velas—mencionó como si eso lo explicara todo.

Y en realidad lo hacia, ella odiaba las velas. No eran muy eficientes y, siempre terminaban apagándose a media noche. Su padre se hizo cargo de eso, creando con magia un par de luces que no se apagarían por nada, a menos que ella quisiera.

Fue una lástima que no llevara una de esas en su bolsillo cuando fue encerrada. Le habría ahorrado muchos traumas futuros.

—Amelie, necesito que hables conmigo—murmuró.

Eso la hizo enojar mucho, ella no deseaba hablar con él. En realidad, ni siquiera quería verlo por ahora.

—Solo vete—gruñó, sin moverse de su lugar.

Otro suspiro salió de los labios de su padre. Sonaba angustiado. Amelie pensó que probablemente se debía al hecho de que peleó con su propio padre.

Eso no era una buena señal para ella.

—No me iré hasta que tengamos una pequeña charla.

Hubo un gran silencio. Ella no le dio ninguna respuesta, entonces él puso una mano en las cobijas con la intención de quitárselas de encima, pero no lo consiguió. Amelie se aferró a ella como si su vida dependiera de eso.

Y espero que captara la indirecta de que esta vez no caería con palabras bonitas. Si quería recuperar su pequeña confianza, entonces Amelie necesitaba ver acciones.

—Amelie, por favor.

—No, vete a cuidar al pequeño bebé—gruñó con amargura.

Luego, se arrepintió porque sabía que su pequeño hermano no tenía la culpa de nada. El tendría la misma vida que Orion, o quizás peor.

—Es mi hijo, Amy...—su voz serena tratando de hacerla comprender.

Ella se burló en voz baja, se quitó las sábanas de cara con rapidez, solo para revelar sus ojos grises furiosos.

—Yo también soy tu hija—masculló entre dientes.

Él se levantó de su lugar con una mueca confundida, al escuchar el tono venenoso con el que le habló.

—Estas enojada lo entiendo—.Se acercó a ella, intentado tomarle la mejilla, solo para ser rechazado.

—¡No, no lo entiendes!—Exclamó, sintiendo de nuevo aquel burbujeo molesto en su estómago.

Era lo único que sentía desde que despertó.

—Debes tranquilizarte—lo intentó de nuevo, sintiendo un ligero deja vu.

Había estado en esta situación antes, con alguien más. Solo que, en aquella ocasión era él quien estaba en el lugar de Amelie. Sin poder controlar sus emociones, ni sus palabras.

Odiaba decirlo, pero su hija, era su reflejo en carne propia.

—Y tú debes salir de mi habitación. No quiero verte más—sentenció con voz monótona. Se repetía a su misma que debía mantener la calma.

No podía con él, en su habitación.

—Amy...

Ella negó con la cabeza.—Vete ahora. Mañana estaré lista para aquella reunión. ¿Siempre lo estoy, no? Seré la niña obediente de siempre, padre—le hizo una reverencia formal.

Laurent la miro unos segundos, que parecieron una eternidad para Amelie.

—Bien, de acuerdo—asintió dándose media vuela para salir.—Le pedí a Amadeus que trajera las cosas que faltaron de la cabaña—señaló con la cabeza hacia una esquina.—Tienes muchos regalos de tus Amigos.

Amelie miró en esa dirección solo para encontrase con un montón de cajas. No pudo evitar que su expresión se suavizara, se sintió especial por tener un grupo como ellos.

—Espero te sientas mejor—murmuró—. Recuerda que las emociones sinceras, no desaparecen rápido, pero, eso no significa que durarán para siempre...

La puerta se cerró detrás de él. Y ella la miró un por un largo rato, incapaz de moverse. Sus palabras tan realistas, calmaron el pequeño caos en su interior.

Él tenía razón, aveces necesitas sangrar un poco para saber que estas viva y que tienes alma, sin embargo, eso no significa que el sufrimiento será eterno.

Amelie cerró los ojos unos segundos, pasó sus manos suavemente por su cansado rostro.

Aveces sentía que estaba pasando por tanto, incluso cuando apenas tenía solo catorce. Tal vez su madre tenía razón, ella nunca había sido una simple niña. Desde muy pequeña comprendió cómo funcionaba su mundo. A la manera cruel, pero, al final lo entendió.

Esa era una de las principales razones por las que cuidaba de sus amigos tanto; Quería protegerlos.

Levantó la vista para encontrase con las cajas de regalo, que estaban perfectamente acomodados de la más pequeña a la más grande; Cada una con el nombre de la persona que lo envío.

Soltó un suspiro derrotado, antes de levantarse con cuidado de la cama para acercarse. Sus pies se movieron con lentitud, sin ganas realmente de abrir regalos de cumpleaños. Ni siquiera había tenido una fiesta.

En realidad, no tenía una fiesta desde los once años.

Y ahora su familia tendría una, para celebrar el nacimiento de su hermano. Era como un trago amargo para ella.

—Al menos estaré presente...—murmuró con amargura.

Sus ojos grises escanearon cada una de las cajas, encontrando varios nombres familiares. Todas eran de sus amigos o de algunos compañeros de casa con los que solía hablar algunas veces; Como los mellizos Carrow, Graham Montague, las hermanas Greengrass; No eran grandes amigos, pero definitivamente podía considerarlos cercanos.

Revisó algunas cajas más abajo para encontrar las de sus mejores amigos. Eran muy grandes, más que las demás, al menos.

La primera que pudo observar con detenimiento fue la de Cristina, estaba envuelta perfectamente en un papel verde. Y tenía su nombre escrito con marcador naranja.

La abrió por curiosidad, solo para encontrase con un Kit de mantenimiento para escobas. Fue como un beso pequeño para su corazón amante del Quidditch.

Abrió la nota que tenía pegada enfrente, con mucho cuidado.

Mi querida Amelie:

Espero que estes bien, se que probablemente estés estresada, casi siempre los estas cuando pasas las vacaciones en aquel lugar. Por eso quise comparte algo que sabía que amarías, deseando que mantenga tu mente ocupada de cualquier preocupación.

Te deseo un buen día de cumpleaños, cariño. Ojalá pudiera ir a darte un gran abrazo. Pero, supongo que lo guardaré para cuando nos volvamos a ver.

Con amor, Cristina.

Un pequeña sonrisa triste se instaló en su rostro. Hubiera sido genial recibir este regalo aquel día. Y también aquel abrazo.

Que lástima que no sucedió.

Luego, se fijó en las de Theo y Blaise, que eran más pequeñas, sin embargo, eran tan importantes para ella como las demás.

No dudo en abrirlas, esperando que esto mejorará su mal humor.

—Vaya..—susurró con asombro ante el regalo de Theo.

Era una pequeña pintura hecha a mano de ella con Augusta. Fue fascínate, parecía que Theo se había esforzado realmente.

Hace un año, ella también había querido pintar como él, sin embargo, nunca pudo comenzar con sus lecciones por su falta de tiempo.

Quizás este año pueda hacerlo.

Sintió su corazón saltar de emoción, al imaginarse una pintura que retratarán el rostro hermoso de Hermione.

—Algún día...—habló sujetando entre sus manos la pequeña nota de Theo.

Querida Amy...

Honestamente no se que demonios estes haciendo ahora mismo, envíe mi lechuza a las 11:30, espero realmente que este regalo llegue a tiempo para las 12:00 en punto.

¡Estoy tan emocionado por eso! ¡Salazar! ¡Mi mejor amiga cumplirá catorce años! ¡Es una locura!

Aún pudo recordar la primera vez que supe que te amaba como mi hermana. ¿Lo recuerdas? Estábamos jugando en un gran árbol y yo tenía miedo de bajarme, entonces me dijiste que estarías conmigo siempre; Qué a donde yo fuera, tú me seguirías de la mano. Me puse a llorar como un bebé por tus palabras.

¡Y luego me empujaste del árbol y me rompí un brazo! ¡Fuiste tan cursi ese día!

En fin, Amy. Feliz cumpleaños de tu querido mejor amigo. Espero que te guste la pintura, la hice con mucho amor, esperando que retrate tu verdadero ser.

Te ama, Theo.

—También te amo, Theo—susurró. Su sonrisa se hizo más grande al recordar aquella ocasión.

Nunca le gustó ser cursi con las personas, pero el chico castaño definitivamente tenía un pedazo de su corazón.

Miró la caja de Blaise, él siguiente chico que merecía su cariño en todos los sentidos.

Al abrir aquel paquete un jadeó emocionado salió de sus labios. Por un momento la tristeza de hace rato se esfumó. Tenía frente a ella un monto de dulces, de todo tipo. Que incluso algunos no conocía, así que supuso que los compró en sus viajes. Blaise solía ir de vacaciones a muchos lugares con su madre.

A diferencia de sus otros amigos, Blaise escribió una pequeña nota en la tapa de su caja.

Mi linda Amelie..

Feliz cumpleaños catorce "niña con cara de querer matar a alguien" ¿Lo recuerdas? Así fue como la mayoría de la escuela te decía y yo siempre me burlaba de ti por eso.

Honestamente quisiera volver a cuando éramos tan jovenes y tontos. No quiero verte crecer Amelie, siento que no estoy listo. Pero, creo que no pudo detener lo imposible.

Gracias por dejarme ser tu amigo. Siempre serás parte fundamental de mi vida. Y estaré encantado de ver a la mujer en la te convertirás, aunque en el fondo siempre serás mi dulce Amy.

Te manda besos, "Zaza"

Amelie soltó una risa baja por sus palabras. El chico sabía como recordarlo cosas vergonzosas. No podría esperar menos de Blaise.

Cerró la caja con cuidado y la colocó junto a las demás. No tenía ganas de abrir las otras, hasta que por casualidad sus ojos se encontraron con una letra fea, que conocía bien. Era de Pansy.

—Esto sí que es raro. Creo que me voy a enfermar o quizás llueva...

Se acercó y la levantó con cuidado, era la más pequeña de todas. La abrió sin esperanzas de recibir nada bueno. Sin embargo, su expresión cambió cuando se encontró con una pequeña snitch dorada. A su lado estaba una carta mal doblada. Típico de Pansy.

No querida Amelie:

Mi madre me obligó a escribir esto como podrás notar, así que no tengo nada que decir. Ella quiere que nos llevemos bien. ¿Por qué? No tengo idea. Pero, en fin. Elegí ese regalo para un trato silencioso de paz. Se que amas el Quidditch, así que espero que te guste.

Por favor, trata de no llegar a los quince años. Honestamente no quiero preocuparme por buscar un regalo el año siguiente. (Ni en navidad) Ni siquiera se si yo voy a llegar. Como sea. Feliz cumpleaños.

Con odio, Pansy.

Amelie no pudo evitar la mueca en su rostro al ver que debajo de la carta, había un pequeño dibujo de Pansy golpeándola con un palo en la cabeza.

Bueno, al menos no la estaba hechizando, eso sería peor.

Estuvo a punto de dejar la caja en su lugar con las demás, alejada de los regalos de sus amigos. No tenía la necesidad de abrir las demás ahora, casi siempre eran los mismos regalos, de las mismas personas.

Hasta que sus ojos se posaron en la caja naranja, donde antes estaba encimada la de Pansy. Tenía la perfecta letra de Hermione justo al frente.

Su corazón dio un vuelco tremendo. Y una emoción eufórica la invadió de pies a cabeza.

—Bendita seas Parkinson—tragó salvia, imaginado que probablemente nunca la hubiera visto, si no tomaba el regalo de encima.

Y no lo tomaría, si la curiosidad por recibir un regalo de su compañera, no le hubiera ganado.

Dejo el regalo que aún sostenía de Pansy, a un lado.

Sus manos temblaron con anticipación, al sujetar con fuerza la caja colorida. No espero en ningún momento un regalo de Hermione, pero, aquí estaba, sorprendiéndola como siempre.

Sus dedos trazan formas nerviosas en la firma de la castaña. No había sentido tanta emoción desde aquella noche, cuando vio su rostro iluminado por las luces de la feria.

Después de unos segundos de incertidumbre, por fin lo abrió. Revelando un pequeño peluche de dragón, que tenía de vestimenta un suéter de Quidditch color verde, con la serpiente de su casa plasmada al frente.

—Oh, mierda—chilló—Me matarás de amor, Granger...

No pudo evitar sujetarlo como si fuera de vidrio. Era realmente lindo. Y era justo lo que necesitaba, podría aferrarse a él cada noche. Además, tenía un ligero olor a chocolate, como el aroma que desprendía Hermione.

Sus mejillas se tiñeron de rojo, al sentirse avergonzada por recordar algo tan simple como eso.

Suspiro varias veces para calmar sus latidos desenfrenados, que provocaba la castaña; Aún cuando no estaba cerca.

—Debo ser muy estupida para no besarte esa noche...—se rió levemente, pasando sus manos por sus mejillas aún rojas.

Dejó aquel peluche en su cama, para poder leer la nota que venía con él. Una sonrisa tonta quedó plasmada en su rostro mientras leía la carta.

Mi querida, Amy:

¿Cómo estás, linda? Espero que perfectamente bien. Honestamente no sabía si enviarte esto ahora, ya sabes, no quiero interrumpir la celebración de tu cumpleaños.

Y si, al final terminé haciéndolo. No pude resistirme.

Estoy muy emociona por tu reacción, realmente espero que te guste. Hice yo misma ese suéter, mi abuela me enseñó a tejer, solo para eso.

Quería hace algo bueno para ti. Aunque me hubiera gustado mucho dártelo en persona; solo porque tal vez usaría la excusa de tu cumpleaños para darte un abrazo.

Solo espero que tus catorce fueran maravillosos, te mereces lo mejor del mundo.

Felicidades, Amy. Te mandó un beso.

Con amor, tú Hermione.


Esa chica estaba matándola de a poco, pero, también la estaba haciendo sentir viva como nunca.

Ni siquiera entendía si eso podía ser posible. El que una persona entre a tu vida de un momento a otro, sin esperarla. Y aún así te haga sentir como el cálido verano, en un invierno tan frío.

Eso era algo que solo Hermione podría lograr.

Pensar que hace dos años no podía imaginar en la idea de hablarle. Y, ahora se pone nerviosa con su sola presencia, sin entender qué pasará después.

Ojalá pudiera ver mas allá, en el futuro. Y saber si alguna vez, podría tomar la mano de Hermione frente a todos, sin tener miedo.

Ojalá...—murmuró dejándose caer en la cama.

Cerró los ojos, con una sonrisa plasmada en su rostro. La furia en su interior se desvaneció por completo, dejándola solo con las emociones de una niña enamorada.


[...]

[21 de julio, 1994]

════ ⋆★⋆ ════

Amelie se arregló de nuevo aquel vestido, le parecía completamente incómodo llevarlo, sin embargo, su madre siempre la obligaba a usarlos. No es que a ella no le gustaran, si no que, simplemente preferiría su comodidad, antes que verse bien.

—La señorita Amelie, se ve bonita—halagó el pequeño elfo.

Amelie se miró al espejo por quinta vez consecutiva, no le parecía verse bien.

—No se vale mentir, Amadeus.

Se giró para mirarlo, con una ceja alzada en incredulidad. Llevaba puesto un vestido verde, no muy largo, y su cabello negro estaba recogido en un pequeño peinado torpe.

—Amadeus no miente. La ama Amelie siempre luce bien. Pero Amadeus cree que la ama necesita sonreír.

—No tengo muchas ganas de hacer eso—resopló.

Se alejó de nuevo para mirarse en el espejo.

Estaba cansada, eso era seguro. Quería quedarse en su cama por el resto de las vacaciones. Así que debía hacer comportarse allá abajo. Su madre había hablado con ella esa mañana, no pidió disculpas por lo que dijo, ni tampoco mencionó nada de lo sucedido en la cabaña.

Amelie agradeció por eso.

Su madre solo llegó a su cuarto para hacerle comprender lo que debía hacer, su deber. Además también se encargó de usar magia con ella, borro cualquier rastro de cansancio en su rostro. Desde sus ojeras, hasta sus labios agrietados.

No fue tan malo, pero, la idea de saber que la persona en el espejo, no era realmente ella, la hacía sentir enferma. Y si cerraba los ojos por completo, aún podía sentir sus huesos ser quemados por la maldición Cruciatus.

Era un sentimiento terrible.

Unos toques en la puerta, la alejaron de sus recuerdos.

—Adelante...

Espero ver a su hermano con su sonrisa tímida, aún no había arreglado lo que sucedió ayer, sin embargo Orion no parecía enojado. Eso la alivio.

La puerta se abrió, revelando a su abuelo.

Retrocedió unos pasos por inercia. No debía tenerle miedo porque era su familia, pero la niña pequeña en su interior, le exigía que se escondiera debajo de su cama.

—¿Estás lista?—preguntó entrando por completo a la habitación. Su porte tan firme como siempre.

—Si, lo siento...—murmuró. Ni siquiera sabía porque estaba disculpándose.

El hombre suspiró observando sus reacciones.

Amelie no sabía si aún estaba molesto con ella, decepcionada quizás si.

—Amelie—llamó.

¿Le habló por su nombre? Él nunca hacía eso, literalmente nunca. ¿Debía preocuparse?

Ella levantó la vista enseguida, sin mostrar ninguna emoción en su rostro. Tenía que demostrarle que no tenía miedo.

—Abuelo.

—Acércate—le hizo un movimiento de mano.

Y ella lo hizo, camino a pasos lentos, hasta que estuvo frente a el. Tal vez iba a disculparse por lo que hizo.

Le extiendo la mano, ofreciéndole un sobre.

Ella lo miró con curiosidad, era pequeño como una carta. Entonces levantó la mano para tomarlo.

—Feliz cumpleaños—dijo con voz monótona. Sin expresar nada realmente.

No obstante, sus palabras golpearon bajo. Era exactamente lo que dijo antes de encerrarla en completa oscuridad, sabiendo perfectamente que ella tenía miedo.

Amelie no respondió, sus manos temblaron un poco, pero supo cómo controlarse. Entonces abrió el sobre pequeño, solo para encontrase varias entradas para el mundial dé Quidditch. El cual se celebraba hasta agosto.

—¿Por qué haces esto?—fue lo primero que pudo preguntar. Miró a su abuelo con las cejas fruncidas.

El se encogió de hombros, si darle importancia.

—Eres mi nieta Amelie, mi sangre. Siempre voy a preocuparme por tu futuro, espero que entiendas eso—reconoció—. Todo lo que yo hago es para protegerte, para hacerte fuerte.

Hubo silencio por unos segundos. Ninguno se movió.

Amelie soltó un suspiro derrotado, sin saber cómo tomárselo.

—Creo que ya lo comprendí...—respondió.

Su abuelo le hizo una señal para que ambos se movieran fuera de la habitación. Por la mansión se escuchaba las voces animadas de los invitados.

Amelie dejó aquel sobre en la mesa a su lado. Y lo siguió por el pasillo. Su hermano probablemente ya estaba abajo, porque las luces de su habitación estaban apagadas.

Alphonse volvió hablar antes de llegar a las escaleras, dejándola como siempre, sin palabras.

—Se que deseabas ir al mundial. Yo mismo pedí las entradas, además, también podrías conocer a los jugadores de Quidditch, solo si tú quieres.

—¿Cómo es eso posible?—murmuró con las cejas en alto.

Él la miró, tomándola de hombro con suavidad, sin embargo, su expresión sería no cambio.

—¿Quieres jugar Quidditch, no? Necesitas los consejos de alguien profesional. Yo mismo me encargué de eso.

Amelie parpadeó un par de veces, era verdad lo que decía. Ella siempre soñó con eso, desde que era pequeña. De echo su abuelo fue quien la impulsó a jugar. Los demás sangre pura que tenían hijas, no permitían que jugaran porque era un deporte rudo, inadecuado para las damas.

Lo cual, era un pensamiento estupido, porque ella conocía a varias mujeres que jugaban. Y parecían más fuertes que los hombres.

—Gracias...—bajó la cabeza sin saber qué más decir.

Ambos volvieron a retomar el camino hasta las escaleras principales. Al llegar las voces de las personas se escucharon más fuerte, a pesar de que no era una reunión grande. Su madre solo había invitado a las personas más cercanas a ella.

—Tu madre seguramente querrá que te mantengas cerca del niño Malfoy, en toda la reunión—habló, deteniéndola antes de  bajar por completo las escaleras—, Sin embargo, no lo hagas; Puedes ir con tus otros compañeros también—sentenció.

Ella le dio un rápido asentimiento, tampoco es como si le doliera mucho aquello.

Los dos entraron en la sala principal, estaba mucho más iluminada que siempre. Los sillones ahora estaba a los lados, donde los invitados podrían sentarse con tranquilidad. También había una mesa en una esquina, con un montón de comida, que para su sentido del gusto, era un horrible.

Observó a todas las personas que se encontraban charlando animadamente, con copas de vino en sus manos. Algunas se giraron a mirarla cuando entró por el pasillo. Le dieron sonrisas cortas, con respeto.

Eso siempre la hacía sentir especial cuando tenía siete años. Ahora solo le provocaba un mal sabor de boca.

—Amelie, ven acá—llamó su madre, desde la otra esquina.

Ella no dudó en acercarse, llamando la atención de cualquier a su alrededor. Desde ahí pudo localizar a sus amigos, estaban casi arrinconados en un sillón, hablando silenciosamente entre ellos, parecían preocupados.

Theo estaba sentado a lado de Draco, ambos con trajes negros, bastante elegantes; junto a ellos estaba Cristina con un lindo vestido azul cielo; Y finalmente parado al frente de grupo, con las manos en el bolsillos, estaba Blaise.

—Amelie acércate, tomaremos una foto—habló su madre una vez estuvo enfrente de ella.

Su abuelo la siguió en todo momento, saludando a las personas conocidas.

—De acuerdo—asintió, apartando la vista de sus amigos.

—¡Bien!—aplaudió un chico mirándola con emoción.

Era el fotógrafo, supuso. Tenía una cámara al frente que flotaba con magia. Lucía bastante joven con el cabello rubio cenizo, y una sonrisa enorme.

—¡Vamos siéntate a lado de tu madre!—animó con la mano, como si realmente fuera celebración feliz.

Para ella no lo era.

Se acercó con cuidado hacía su madre, que cargaba al pequeño bebé, mantenía su mirada tranquila; atrás de ella estaba Orion, junto a su padre.

Ella no se atrevió a mirarlos mucho tiempo, quería que la celebración se terminara lo más rápido posible para irse con sus amigos.

—Señor Rosier, ¿tomará asiento también?—preguntó el chico, señalando con la cabeza al lugar vacío al otro lado.

Su abuelo negó, se colocó justo detrás de ella y le sujetó el hombro. Al igual que ella, se notaba que quería acabar con la fiesta.

El rubio rápidamente movió su varita para acercar la cámara un poco más a ellos.

Una mueca se instaló en su rostro, el chico parecía más feliz, que ella.

—Bien...aquí vamos—dijo.

El primer destello sucedió. La dejó cegada por unos momentos. Y cuando recupero la vista se encontró con un montón de ojos que la observaban detenidamente. Todos se habían levantado de sus lugares para observar a la familia; con copas en sus manos; Esperando ver su vida perfecta de sangre pura.

Todos en esta salan respetaban a la Sanguinaria casa Rosier. La respetaban a ella, por ser la heredera de la familia más brutal en duelos con magia negra; La más cruel con los magos inferiores.

La más leal al Señor Oscuro.

Se suponía que debía ser igual, ese era su deber, su castigo por nacer en la familia equivocada.

Ella siendo tan amable con los elfos. Tan dulce con los animales. Tan débil con una sangre sucia.

Amelie se sintió enferma del estómago.

A donde quiera que mirara, había ojos juzgadores.
Y sus voces, sus malditas voces, podía escucharlas susurrando en sus oídos, como depredadores apunto de lanzarse hacia su presa.

Se sintió tan pequeña, tan patética.

No, no, no.

Ella no lo era. No podría serlo, no frente a ellos. Nunca se permitirá a si misma sangrar cerca de un montón de tiburones.

—Señorita Rosier—llamó el rubio—por favor, sonría para la foto.

Ella lo miró fijamente con sus ojos grises penetrantes, casi tratando de perforarle el cráneo con un solo vistazo.

El chico tragó saliva, se rió nervioso antes de mover la mano varias veces. —Oh, no lo haga. Eso también está perfecto...

Amelie miró a su madre a su derecha, para su sorpresa la mujer ya la estaba observando. Tenía una sonrisa grande, incitándola a hacer lo mismo. Miró de reojo también a los tres hombres, solo para encontrarlos con las mismas muecas, que pretendían ser radiantes sonrisas.

Entonces, lo hizo.

Sonrió para la foto familiar, que más tarde sería publicada en el Profeta.

¿Genial, no?

[...]

No sabía cómo sucedió, pero tan pronto terminó la foto familiar, se vio arrastrada hacia una mesa vacía, por el señor Nott, el padre de Theo. Era un nombre alto, castaño y muy serio. Pero, siempre solía tener competencias contra ella de ajedrez mágico.

Así que, no tuvo otra opción más que sentarse, rodeada de otros adultos gruñones, para poder enfrentarlo.

En la mesa, sentado su lado, estaba su abuelo. Con la misma expresión de querer matar a alguien.

—Tu turno, Amelie—señaló con la mano.

Ella soltó un suspiro, estaba recargada en un sillón, con los brazos cruzados; Constantemente movía sus dedos en estrés. Lo único que quería ir hacia la mesa de comida donde sus amigos hablaban entre ellos. Desde hace más de veinte minutos, habían estado tratando de hacerla salir de aquella situación.

No lo lograron.

—Caballo c3—murmuró con desinterés.

La pieza se movió rápidamente, hasta el lugar asignado.

El señor Malfoy que también estaba viendo la partida soltó una pequeña risa. Ella lo miró, alzando una ceja.

—Me parece que está perdiendo su toque señoría Amelie. Creo actividades no deseadas la están afectando.

No entendió a qué demonios se refría. Solo estaban jugando ajedrez. Parecía que el señor Malfoy quería decir algo desde hace rato, pero no encontraba la oportunidad. Lo sabía porque la había estado mirando demasiado y luego a Draco, que permanecía sentado en una silla con la mirada fija en ella.

Su abuelo se acomodó en su lugar para ver mejor el tablero. Tampoco comprendió lo que él señor Malfoy trataba de dar a entender.

—¿Qué quiere decir, señor?—preguntó.

Incluso el padre de Theo, realizó su jugada de manera rápida para mirarlo, una pequeña sonrisa permaneció en su rostro.

—Solo quiero decir que me sorprende un poco que Alphonse—miró a su abuelo—, te deje seguir realizando actividades innecesarias.

Su abuelo no respondió, así que Amelie lo tomó como un permiso para responder por sí misma.

Murmuró una jugada, antes de sonreírle dulcemente. Estaba fastidiada con la vida, como para que él tuviera que molestarla también.

—¿Actividades cómo cuáles?—masculló entre dientes.

Él soltó un risa burlesca.

—Quidditch por supuesto. A estas alturas creo que deberías pensar en tú futuro.

Amelie frunció las cejas.—¿Y qué significa eso, exactamente?—preguntó, ya sabiendo la tonta respuesta que le daría.

Lucius miró a su hijo en la silla, luego se dirigió de nuevo hacia ella, con la misma mirada confiada.

—Mi querido hijo está dispuesto a...

Amelie levantó la mano en su cara.—No, eso no pasará.—lo interrumpió antes de que terminara la frase.

Si su madre la escuchara ahora mismo, ya la hubiera reprendido de manera severa. Ella más que nadie quería un compromiso con el más joven de los Malfoy. Ni siquiera le importaba lo que su propia hija deseaba.

Y se sorprendería mucho si lo supiera.

El señor Nott sonrió con burla. Esta conversación era mejor que el juego de ajedrez mágico.

Sus amigos que hasta ahora habían permanecido tranquilos hablando entre ellos, también se giraron a escuchar la conversación.

Lucius no se movió de su lugar.—Me parece que una señorita como usted, merece a un hombre que la cuide, como mi hijo. Y no creo que él merezca a una chica que no pude comportarse como una dama—finalizó aclarándose la garganta con torpeza.

Alphonse se había cruzado de brazos.

Amelie volvió a mirar el tablero, sintiéndose completamente divertida con sus palabras. No quería ofender a Draco, pero no estaba segura de él fuera exactamente a protegerla. Se había puesto a llorar cuando una chica lo golpeó.

Y esa chica era Hermione, de quien ahora mismo está encantada. Y lo estará por mucho tiempo.

—Señor Malfoy, le puedo asegurar que Draco no puede ni cuidarse a si mismo—comenzó sin apartar sus ojos de las piezas mágicas.—Ademas, en todo caso. Yo soy más hombre que usted y él, juntos.

Lucius abrió y cerró la boca varías veces, sin saber que contestar. Nunca espero ese comentario.

El señor Nott se echó a reír, sin intenciones de ocultarlo. Esto definitivamente era mejor que la partida de ajedrez.

Amelie hizo un último movimiento en el tablero que le dio la victoria.

—Jaque mate—murmuró mirando específicamente al señor Malfoy. No estaba hablando del juego.

Esperaba que con sus palabras entendiera que ella no quería un matrimonio con su hijo. Y si él se atrevía a cancelar el acuerdo con su madre, tampoco le importaría mucho.

En todo caso estaría más que feliz.

—Buena partida, Amelie—asintió el hombre castaño a su frente.

Se levantó de su asiento para darle una reverencia formal—. Un placer señor Nott. —sonrió tiernamente a los tres hombres—Con su permiso, iré a ver a mis amigos.

No espero respuesta; Camino hasta la mesa de comida, donde fue recibida por sonrisas cariñosas. A excepción de Cristina, ella la estaba mirando con la boca abierta

—¿Qué?—sonrío.

La rubia se aclaró la garganta con timidez.

—Nada. ¿Quieres algo de comer?—señaló la mesa de atrás.

Amelie hizo una mueca de desagrado. Esa comida no era de su gusto, prefiera algo más tranquilo.

—No que asco. Iré a las cocinas, ¿Vienen?

Theo de inmediato se lanzó hacia ella, y le pasó un brazo por los hombros.

—Es la mejor idea; Honestamente la comida de aquí me está enfermando—comentó con diversión.

Blaise se colocó a su otro lado y asintió rápidamente.

Amelie miró a su amiga rubia con las cejas en alto, esperando que aceptara.

—¿A las cocinas? ¿Con...los elfos?—preguntó con una mueca.

Recibió rápidos movimientos de cabeza, indicándole que si. Todos ellos irían a las cocinas. A ninguno le importaba realmente.

Cristina soltó un suspiro derrotado, había pasado todo el verano queriendo ver a su amiga. Así que si ella quería ir con los elfos, entonces irían con los elfos.

—Bien, vamos...—murmuró.

Amelie sonrió en grande antes de sujetarle la mano y arrastrarlos a los tres por el pasillo. De una manera sutil se escabulleron por la sala, donde Amelie pudo ver a sus pequeños niños hablado entre ellos. Ella no los había visto antes, supuso que estaban con sus madres.

Oh, bueno. En el caso de Robyn con su padre.

No tuvo tiempo para saludarlos, pero se aseguró de hacer una nota mental para buscarlos después.

El grupo siguió por el pasillo principal, hasta una zona oscura de la mansión, donde solo estaba iluminado por velas.

—Este lugar da miedo...—murmuró Theo, aferrándose al brazo de su amiga.

—Mucho, pero aquí es donde están las cocinas—respondió Amelie.

Caminaron hasta el final del segundo pasillo. Y se encontraron con un enorme librero polvoriento. Se suponía que debía mover un libro para que se abriera y revelara unas escaleras, sin embargo, este ya se encontraba abierto.

—¿Qué demonios es eso?—susurró Blaise con los ojos abiertos.

Debajo de aquellas escaleras se escuchaban lloriqueos de dolor. Eran de un elfo, Amelie lo reconoció perfectamente.

—Vamos...—incitó con la mano.

Y sin ninguna duda sus amigas la siguieron. Aunque Theo y Cristina temblaban.

Amelie bajo con cuidado las pequeñas escaleras, sus pies se movieron con agilidad. El único elfo que podría llorar en su mansión, era Amadeus. Y eso la preocupaba. Quizás había hecho algo malo o simplemente estaba triste.

De todas formas a ella no le importaba nada, más que ayudarlo.

Cuando llegaron a la parte de abajo, la luz de la cocina estaba encendida, dejando ver a Crabbe sujetando a un elfo en el suelo; Goyle estaba agachado a su lado sosteniendo una vela.

Al frente, recargadas en una mesa con sonrisas burlonas, estaban las gemelas Carrow, Flora y Hestia.

—¿Qué carajo están haciendo?—exclamó llamado la atención del grupo, quien inmediatamente dejaron de reírse, pero no cambiaron su semblante burlón.

—Hey Amelie, ¿quieres divertirte?—sonrió la chica más cerca de ella.

Amelie la miró como si fuera estupida. Y en realidad lo era.

Escucho el susurró de Blaise detrás de ella. "Están tan muertas" Definitivamente lo estarían si no se largaban de su vista.

—¿Divertirme?—se rió.—¡Oh, si! ¡Me divertiré aplastando tu cara contra la mesa!—exclamó tratando de acercarse, pero la mano de Cristina lo evitó.

Las gemelas se rieron por lo bajo, ante su reacción.

—No seas una tonta aguafiestas. Solo queríamos ver si los elfos realmente sienten dolor—resopló Hestia rodando los ojos.

—¡Lárgate de aquí, idiota!—le gritó la rubia sin preocuparse por sus modales. Nadie iba a insultar a la chica que le gusta en su presencia.

Amelie se acercó a ellos con una mirada furiosa.

—Y ustedes suelten a ese elfo—señalo a los dos chicos.

Ellos se miraron mutuamente como preguntado que debían hacer. Luego, giraron al frente para encontrarse con las miradas frías de Theo y Blaise.

De manera rápida soltaron al pequeño elfo, que se quedó en el piso con las manos en los oídos.

—¡Largo!—gritó empujando a los chicas fuera de su vista.

Las gemelas rodaron los ojos, sin embargo, no se atrevieron a contradecir nada. Salieron a pasos rápidos, seguidas de los chicos.

Amelie se acercó de manera rápida al pequeño elfo. Y por primera vez se dio cuenta que no se trataba de su amigo. Este era más viejo y demacrado.  Estaba llorando desconsoladamente sin levantar la vista.

—¡A Kreacher le duele! ¡Kreacher, lo lamenta!—lloró en el piso.

—Está bien, no voy a lastimarte amigo...—susurró tratando de alejar sus manos de sus orejas para que la escuchara.

El elfo levantó la vista aturdido. Lo único que pudo ver fue la luz detrás de la persona que lo salvó. Entonces, como si de un milagro se tratase, deslumbró entre la oscuridad unos ojos estrellados, iguales a los de...

—Amo Regulus—murmuró con suavidad, aunque su voz era ronca.

Amelie inmediatamente retrocedió.

—¿Qué? No, soy Rosier, Amelie Rosier—se presentó.—¿Puedes levantarte, verdad?

Kreacher se quedó ahí unos minutos, procesado la imagen de una chica joven, con los mismos rasgos que su anterior amo y amigo. Había pasado tanto tiempo desde que lo perdió.

—La señorita Rosier salvo a Kreacher—se levantó con rapidez—. Kreacher está agradecido con su ama.

—¿Ama?—ladeó la cabeza con confusión. Miró a sus amigos buscando una respuesta, pero todos se encogieron de hombros.

Entonces el elfo hizo una reverencia formal.

—A su ama, si. Kreacher vive para servir a la noble casa Black—su voz tan vieja como él, resonó en toda la cocina.

Blaise le dio una golpe en él hombro con una gran sonrisa.—Te lo tenías guardado....

Amelie frunció las cejas y le devolvió el golpe. Luego se giró para mirar al elfo, que esperaba paciente por su respuesta.

Ella era tan parecida a él, que la emoción de servirle a una digna heredera, lo emocionaba.

—Vale...—Amelie parpadeo un par de veces, sin comprender nada de nada.—¿Desde cuándo hay un elfo de la familia Black, viviendo aquí?

Entonces el elfo la miró con grandes ojos, lo tomó como una orden para responder.

—Kreacher le contará a su ama. Pero antes, ¿la ama y sus amigos desean comer?..—dijo para después caminar hasta la cocina.

Amelie saltó de su lugar hacia la mesa, sentándose con rapidez. No tenía que ofrecérselo dos veces.

—Mi mente está siempre pensando en comida.

Dos segundos después, sus amigos la siguieron.
Cristina era la menos convencida de estar ahí, pero se aseguró de no decirlo. O Amelie le comenzaría hacer pucheros.

—Comida es mi segundo nombre Kreacher—mencionó Theo desabrochando los botones de su camisa.

Dejándolos boquiabiertos.

—¿Qué haces? ¿Te vas a desnudar?—preguntó la rubia confundida.

Amelie miró a su amigo con los ojos abiertos.

—Qué bendición...—exclamó Blaise con una gran sonrisa.

Cristina negó con la cabeza de manera rápida.
—¡No, que asco!

Theo se burló con las cejas en alto.— ¡Ay por favor! ¡No dirías eso si fuera Am...—No pudo terminar por qué Cristina le puso una mano en la boca.

—¡Cállate!

Amelie miró a Theo, luego a Blaise que se estaba riendo en la mesa de manera silenciosa.

—¿Quién es Am? ¿Lo conozco?—ladeó la cabeza confusión.

Theo se echó a reír. Y Cristina no tuvo de otra más que darse por vencida con su amiga. Realmente nunca capta nada.

Y nunca lo hará.

No con ella, al menos.



≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

≻───── ⋆✩⋆ ─────≺

Tarde pero seguro, como siempre.

En fin. ¿Alguna duda que tenga hasta ahora? Podría responderla. Mientras no sean Spoilers.

¿Tienen alguna conspiración de por qué Kreacher está ahí?

¿Del abuelo?

¿Del papá de Amelie?

¿De Amelie? :0

Besitos.

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