R U Í N ©

By Veronicapeher

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Si cierro los ojos, aún puedo sentir, en la oscuridad, tus dedos deslizándose por mi piel de forma silencios... More

R U Í N
Advertencia
Prefacio
Parte I
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Parte II
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 20
Parte III
Capítulo 21
Capítulo 22
6 meses
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Epílogo
Playlist
Agradecimientos

Capítulo 19

306 28 12
By Veronicapeher

Recomendación de canción: Staring Role - Marina And The Diamonds

Tal vez debía haber detectado mis tendencias masoquistas cuando Romeo y Julieta se convirtió en mi historia de amor favorita.

Era posiblemente la primera obra con la que me enamoré de la lectura, la cinematografía y el arte. Me encontraba siempre imaginando escenarios de amor, admirando los tonos cálidos de imagen, y atesorando la creatividad de cada detalle en sus infinitas adaptaciones.

Una más increíble que la otra.

Era una romántica empedernida, siempre había estado en constante búsqueda de las mejores representaciones del amor, quizá por su ausencia real en mi propia vida.

Por esa razón me convertí en editora, para poder sumergirme en miles de escrituras, unas que no eran conocidas, otras que buscaban reconocimiento. Amaba mi trabajo, me encantaba, aunque en el fondo mi verdadero sueño estaba ahí escondido en lo recóndito de mi corazón.

El libro que le escribí a él.

Meza.

Era una obra completa dedicada a nuestra deprimente e inestable historia, a nuestros subes y bajas que desorientaban a cualquiera, de nuestras memorias que parecían ser arrastradas con las olas.

Nuestro libro era una clara representación del amor en tiempos inmaduros y problemáticos, del constante agarre de otros sobre los hilos que nos movían, era una matanza contrariada, un evento trágico.

Una lucha entre el orgullo y los sentimientos.

-¿Si te llego a pedir que me dejes lo harías?

Evitó mirarme. -Si, pero debes darme una razón.

-Que te amo...

-¿Y porque me amas me dejarías ir?
En vez de luchar conmigo...

-Es que justo por eso...Te amo tanto que me da miedo, me aterroriza lo que pueda dejar pasar, lo que pueda ignorar. -Meza me mira, puedo ver claramente que esta confundido, hasta yo lo estoy. Pero no deseo, es más no quiero seguir teniendo tantas dudas.

....-Una parte de mi quería que dijeras que no me dejarías.

-Tu sabes que no lo haré, te lo he demostrado. ¿Cuántas veces me has dicho llorando que te deje? Nunca lo he hecho.

Y tal vez ese era nuestro problema. Estar unidos en el alma, sacrificar el corazón y la estabilidad. Perecer juntos, justo como aquella novela en Verona; La de los amantes separados.

La sonrisa que me da Eduardo es preciosa. -¿Quieres bailar? -Dice, encogiéndose de hombros. -Déjame cambiar la imagen que tienes de mí.

Asiento. Muy consiente de la vibración del móvil en mi mano, una llamada entrante, no necesito mirar para saber de quién es. Me encuentro a mi misma con un nudo en el estómago, pero decido hacer por primera vez algo por mi.

No era mi culpa, me repetía. No fui yo quien le ignoró, le gritó, quien desquitó su molestia cuando quería hablar las cosas. No era yo quien constantemente arruinaba todo lo que teníamos, no era yo quien nos apartaba en cada oportunidad, minimizando mis sentimientos.

Y ciertamente no era yo la persona desleal.

Meza no estaba en mi vida. Solo aparecía, sin permanecer.

-Bien, te daré una oportunidad de cambiar tu imagen Rocky.

Él me toma de la cintura para llevarme a donde están todos. Su mano roza la piel desnuda de mi espalda y manda escalofríos por la zona. ¿Por qué siento como si estuviese siendo infiel?

Aprovecho el momento para apagar el móvil. No me doy el tiempo de ver las notificaciones, no quiero recordatorios de él, o de como siempre me lastima. Quiero pretender que por un día, Meza no existe.

Aunque fuera difícil.

Nos unimos a las chicas en la pista de baile, Patricia está tomándose fotos con los jugadores y otras chicas de la fiesta, Diana baila con un hombre alto de cabello por los hombros, me recuerdo que debo hablar con ella sobre el rompimiento con su novio. Aun así, esta no es la ocasión. Es como si todas estuviesen en su pequeño mundo aparte. Y por supuesto Bayolet, que me veía de reojo, igual estaba concentrada con una trigueña de ojos grandes, mientras se movían al ritmo de la canción pegadiza.

Este tipo de tomadas me recordaban esas canciones populares del verano de 2015, El castaño guió mis brazos a sus hombros y me sostuvo con firmeza, para que ambos nos moviéramos como uno, reía por la forma en la que cantaba las canciones, notando el tono melodioso de su voz, era tan...sencillo.

En todo momento, no dejó de tocarme, tampoco era un toque que sobrepasaba límites, solo se aseguraba de que estuviera bien, de que nadie chocara conmigo, me mantenía pegada a él, y a su pecho. Era capaz de oler su perfume, y me hacía reír en sobre manera con los chistes que lanzaba sobre los demás jugadores.

-Javier es insufrible, no se porque la coach lo sigue dejando jugar.

-¿Es ese el de la pelea? -Él alza una ceja.

-¿Los reconoces a todos?

-He ido a varios partidos, pero solo porque Patricia me obliga.

Echa la cabeza hacia atrás, viéndome por entre los anteojos aviadores con una sonrisa. -Y yo que no te había visto.

Le regalo una mueca que pretende ser despreocupada. -Estabas concentrado en tu juego.

-O ciego.

-¡Buah! ¡Por favor! -Me quejo. -Odio esas respuestas o frases que pretenden ser coquetas, odio que coqueteen conmigo.

Parece que no puede creerlo, y aunque estemos gritando por sobre la música, es el momento más divertido que he tenido en meses. -¿Odias que te coqueteen? ¿Y cómo se supone que te conquiste?

Ahora soy yo quien le mira con gracia. Sentía esta combinación de alcohol y libertad: Inhibición que no había sentido en mucho tiempo. No acostumbraba a salir de fiesta, por lo que las pocas veces que lo hacía lucían como una película en mi cabeza. En esta ocasión, Eduardo era como el co-protagonista.

-No sé. -Respondo, mirando de sus ojos a sus labios.

Y él no pierde tiempo, se acerca y une su boca con la mía, no me niego. Dejo que sus labios exploren los míos, era suave, sabía a licor, mientras mordía levemente. Era capaz de sentir las miradas de mis amigas, y no fue hasta que escuché el coro de vitoreo que entendí que hasta los jugadores estaban esperando el beso.

Apenas se alejó con una sonrisa, estaba demasiado sonrojada. -He querido hacer eso desde que te vi.

Con una ceja levantada, hablo en su oído para que logre escuchar. -¿Ah y en lugar de besarme me partes la nariz?

Echa la cabeza atrás con risa, noto que es un hábito en su manera de ser. Aun así se detiene, estamos parados en medio de la pista de baile riendo como idiotas. -De nuevo, lo siento.

Me encojo de hombros. -No es lo peor que alguien que me ha besado ha hecho.

Y si bien suena a broma para él, en el fondo el deje amargo de mis palabras se acentúa en mi pecho. Es cierto, las condiciones en las que conocí al castaño no son las mejores, pero si lo comparas con todo lo que ha pasado en mi vida, románticamente. Es el mejor de todos los partidos.

-Necesito tomar aire.

-Te acompaño.

Ambos salimos del club, abriéndonos paso entre la gente, mis amigas me brindan una mirada pero les aseguro que estoy bien, llega un punto en donde no tienes que hablar para comunicarte con ellas.

Uno de los jugadores le da una palmada en el hombro a Eduardo, él asiente, noto el rostro del chico como un asiático de cabello corto.

Me acompaña a una de las salidas, un balcón diseñado como área de fumadores, que afortunadamente está vacía, no puedo soportar el olor a cigarrillo. De pronto siento la garganta seca, necesito agua.

-¿Fumas? -Me pregunta, apenas y recuesto la espalda de la barandilla.

Niego viéndole con terror. -Por favor no me digas que tú si, y menos que prenderás uno en este momento.

Sonríe. -No, antes si, pero más de porros.

-¿Marihuana?

-Si, pero lo dejé, estuve en rehabilitación. Luego de todo eso mi escape fue el deporte.

Asiento, procesando sus palabras, giró para mirar por debajo de nosotros, a los autos que circulan fuera en la calle, sintiendo la brisa en mi rostro, en cada parte de la piel que expone mi vestido. Me doy cuenta tarde que de ha colocado a mi lado. Carraspeo.

-Me agradan las personas que se eligen por sobre las adiciones, aún cuando el camino sea difícil.

-¿Por qué siempre hablas como si supieras todo en el mundo?

-¿Por que soy escritora?

-¿Escribes?

-Mm, bueno, edito. Soy editora en una firma de libros.

-Eso es genial, totalmente va contigo.

-¿Lo crees?

Asiente. -Tal vez no sería mi primera opción, pero tiene sentido, igual si fueras escritora.

-Bueno...escribí un libro.

¿Por qué le estaba contando esto a un extraño?, ¿Por qué me sentía cómoda diciendo algo que tenía años oculto de todos en mi vida?

-Mis respetos. -Dice. -Yo solo escribo canciones.

-Los músicos son mi debilidad. -Digo actuando cual dama en apuros, él ríe.

Me mira por más tiempo del necesario, y de pronto siento el aire tenso entre nosotros. -Antes hablaste como si estuvieses saliendo de una adicción también.

-Te diste cuenta eh...Pues sí, puede ser, pero no a una droga específicamente.

Parece intrigado. -¿A qué?

No respondo. ¿Cuál era mi droga de elección? ¿Cuál era mi adicción? Esa que no podía soltar, que sin importar cuantas veces se fuera, siempre le dejaba volver sin tomar en cuenta el tiempo. Qué o mejor dicho quién.

Él.

Me abrazo a mi misma, no por el frío sino por el pensamiento, acabo de besar a este chico, Alguien decente, atractivo, con quien puedo reír y que parece demasiado prometedor. Y mi mente, aún así, salta a mi mayor problema. Siempre orbitando en mi eje.

Eduardo coloca su chaqueta en mis hombros, ni me percaté de cuando se la quitó, pero me abriga con ella. Tomándome de los brazos y haciendo que introduzca mis manos en sus bolsillos. El gesto es dulce y me anima a mirarle bien. Bajo la poca luz de las farolas, sus ojos avellana se ven más verdes, la tez blanca está llena de pequeños lunares aquí y allá, el que más resalta está cerca de sus labios.

-Quiero conocerte, Ronnie. ¿Crees que puedas dejar atrás tu adicción?

Me toma por sorpresa que deduzca la razón de mi silencio, tal vez no es necesario ser adivino para descifrarme, o es que soy un libro complicado pero claro. No me siento capaz de darle una respuesta, todo lo que se escucha es el eco de la música adentro.

No sería justo para él porque...¿Quién se atrevería? ¿Arreglar algo que no rompió? ¿Construir en cimientos rotos por alguien más? Pero de pensarlo bien, la respuesta se me da perfectamente; Yo, yo lo hice.

Cuando llegué a la vida de Meza, él estaba en pedacitos, tenía tantas partes mal, tantos lazos al pasado, tantos daños. Si ahora es diferente en parte es por mi. Porque yo me atreví, me atreví a quedarme, me atreví a permanecer a pesar de que me destruía. Aposté todo por él y quede vacía.

Sin importar mis sacrificios, él seguía igual, seguía haciendo lo mismo.

"Soy quien soy gracias a ti."

Pero quién era esa persona. No lo conocía.

Deseaba avanzar. Deseaba la vida que quise junto a él, la que soñé, aunque ya no fuera a su lado.

Por lo que me acerco y beso al chico frente a mi, mantengo mi mano en su mejilla y me recuerdo lo sencillo que sería todo, asintiendo, convencida.

-Si, creo que puedo dejar mi adicción atrás.

Creo.

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