Milagrosamente, había despertado temprano y por voluntad propia. Pude arreglar un poco mi closet y mi habitación, además de que pasé más tiempo con mis abuelos. Desayunos los cinco juntos entre risas de diversión pura ante tantas anécdotas que nunca me cansaba de escuchar. Hablé con mis papás para saber de ellos y les comenté que ya ansiaba verlos y abrazarlos. En verdad los extrañaba muchísimo, no era igual sin ellos en casa.
Además de hablar un poquito sobre sus vacaciones por allá, como me encontraba y sobre como me iba en el colegio, aproveché en pedir permiso para que pueda dormir en casa de las chicas, ellos aceptaron con la única opción de que mis abuelos me dejaran. Luego de despedirme, fui corriendo donde estaban mis abuelos para pedirles que me dejen ir a casa de las chicas a dormir. ¿Fue difícil? Sí, pero se logró y solo me pidieron que no faltase al colegio mañana.
A eso de las diez de la mañana, Simón pasó por mí porque habíamos quedado en juntarnos y pasar un poco antes de su ensayo. Honestamente, tenía más ganas de que termine el concurso porque me sentía un poco sola y detestaba aquel sentimiento.
Luego de despedirme de mis abuelos, salí de casa y sonreí al ver a Simón frente a mi puerta. Lo abracé, escuchando como reía ante mi efusividad. Después de separarnos, sostuvo una de mis manos y me dió una vuelta provocando que sonría y sonroje.
—Muy linda— halagó.
Le di un pequeño empujón —Basta.
—¿Y ese bolso? ¿Querés fugarte conmigo?
—De hecho, sí, ¿no recuerdas nuestro plan de vivir alejados de todos en el campo?— bromeé —Quiero caballos y una casa gigante.
Simón soltó una risa —¿Caballos? Lo pensaré.
Me reí y dejé que entrelazara nuestras manos para luego empezar a caminar. Me contó un poco sobre cómo iban los ensayos y me preguntó un poco más sobre mis papás y su viaje.
—Por cierto— dije, llamando su atención —¿Sabes que me costó borrarme aquellos dibujos?
—Pero salieron.
—Sí, costó, pero salieron— mi vista se dirigió hacia un parque y sonreí —¿Nos sentamos en el pasto?
No dejé que respondiera, lo jalé de la mano y puse mi bolso en el suelo, a un lado mío. Palmeé junto a mi para que Simón se sentará conmigo y él lo hizo, para después colocar su cabeza sobre mi regazo. Le sonreí y acaricié su cabello con delicadeza.
—¿Puede ser que tengas mejor cabello que yo?
Lo escuché reír —Vos lo tenés mejor que todos.
—Nada que ver.
—Aunque vos de rubia...— le jalé un mechón —¡Es broma!
—De hecho, era rubia, pero crecí y el cabello se me oscureció— comenté.
Me miró —Igual y saliste rubia como tu ma-
Se detuvo y abrió los ojos, algo que me causó risa y mucha gracia.
—¿Qué pasó?
Negó —Nada.
—Simón— advertí —No pasa nada, sé lo que ibas a decir.
—Disculpame— parecía avergonzado.
—¿Por qué? No tienes que avergonzarte porque he pensando lo mismo que tú. Cuando supe que había sido adoptada, me imaginé cómo serían mis papás biológicos y siempre pensé que mi mamá era rubia como yo lo era de niña.
—¿Pensás mucho en tus papás biológicos?
Lo miré —Lo extraño es, que no los pensaba tanto, hasta que llegué a este país. Últimamente pienso y sueño con eso— murmuré.
—Quizá es porque sabés que naciste aquí.
—Puede ser— asentí —Es extraño, como que antes no tenía ganas en saber de ellos y me hace sentir... culpable pensar en ellos cuando sé que vivo bien y mis papás me han dado mucho amor.
—No deberías sentirte culpable— estiró una de sus manos y acarició mi mejilla —Vos tenés curiosidad en ellos, eso no significa que no amés a tus papás o los estés traicionando.
Suspiré —Lo sé, pero... no es solo eso.
—¿No?
—Tengo mucho miedo de encontrar algo de lo que después me arrepienta— confesé —¿Qué tal si soy hija de un... criminal? O peor, de un asesino, o-
Simón me detuvo —Pará, mi amor, ¿por qué tenés que pensar en lo negativo?
—No puedo evitarlo.
—¿Qué tal si tenés una familia normal? Además, si sos hija de... un asesino o un criminal, o quién sea, no pasa nada. Vos ya tenés una familia bien que te ama y tu vida no tiene que cambiar.
Mordí mi labio y asentí —Tienes razón.
—Si vos decidís saber más, podés contar conmigo.
—Lo sé— le sonreí —Gracias.
Bajé un poco mi cabeza y dejé un beso corto en sus labios. Me sentía muy afortunada de tenerlo.
Pasamos un poco más hablando de nosotros, hasta que recibió un mensaje de Sebas, preguntándole si tenía tiempo para hablar.
—Le diré que después.
Lo frené —No, mi amor, Sebastián te necesita.
—Pero quiero pasar más tiempo con vos.
—Yo igual, pero recuerda que eres su mejor amigo. Ahora mismo eres el único que puede escucharlo y aconsejarlo— le recordé —Ve con él.
Asintió —Tenés razón.
Lo vi escribir en su teléfono y sonreí. Cuando envío el mensaje, decidimos levantarnos para que él vaya con Sebas mientras que yo iría a casa de las chicas.
Simón no dejó que vaya sola a la mansión. Caminó conmigo de la mano hasta que nos detuvimos en la puerta.
—¿Nos vemos después? O te llamo.
Asentí con una sonrisa —Está bien.
Sostuvo mi rostro con sus manos y besó mis labios con delicadeza. Cuando nos separamos, le sonreí y aseguré que esperaría su llamada. Cuando lo vi un poco más lejos de la casa, decidí llamar a la puerta.
—Hey, Valen— me saludó Mar, después de abrir la puerta —Pasá, pasá.
Cuando entré, observé que todos estaban reunidos en la sala, Thiago incluido, y me avergoncé porque sentí que había llegado en un mal momento. Cielo, sonriente, me saludó, al igual que los demás.
—Eh... puedo venir después— ofrecí —Creo que he llegado en mal momento.
—No, quedate— respondió Jaz —¿Verdad que sí se puede quedar, Cielo?
Cielo asintió —Sí, no hay problema.
—¿Segura?— pregunté y ella asintió —Bueno...
Salvador, quien también se encontraba ahí, ofreció su lugar y yo lo acepté con una sonrisa.
—Bueno, chicos— Cielo empezó, todos los chicos la miraban atentos —Salva... reorganizó el tema de las clases del hogar y bueno...
—¿Salva?— preguntó León. No se escuchaba feliz y miraba un poco mal a Salvador —Si nadie lo invitó. ¿Por qué? ¿Quién te llamó?
—Lleca— lo regañó Cielo.
Salvador negó, asegurándole que no pasaba nada y estaba bien —Dejalo, dejalo.
—Dejalo nada— respondió Cielo, seria —Salvador es una buena persona.
—¿Pero qué se mete?— León volvió a preguntar.
—¿Me escuchás? Nos está ayudando nada más, así que respetalo.
—Dale, Salva, ¿cómo es esto?— Mar intervino para que dejaran de discutir.
Salvador asintió —Bueno, yo armé un cronograma de actividades— señaló la hoja en su mano —Van a ver los horarios con los talleres con los horarios de ducha, con los horarios de la visitas médicas-
Thiago lo interrumpió —¿Me puedo ir, por favor?
—No— respondió Cielo.
—Me estoy embolando.
Se paró, dispuesto a irse, pero Cielo lo frenó.
—No, quedate. Sentate. Escuchá— ordenó.
Thiago obedeció a regañadientes y se sentó. Tenía una actitud igual de mala, nada había cambiando.
—Hasta ahora— siguió Salva —Tenemos talleres... bueno, hay clases de boxeo, va a haber, eh... clases de música. También de antropología, eh... también de supervivencia-
Lleca lo interrumpió —¿Supervivencia? Esa clase la das vos y es un embole. No.
—Sí— Thiago soltó una risa —La de boxeo tachala también porque no va nadie.
—Mar, Sebastián, Simón, Luca y yo vamos— Tacho le respondió, aún enojado —¿Por qué no venís y así te saco la estupidez de una trompada?
Thiago se levantó de su asiento, dispuesto a pelear con Tacho mientras que los demás trataban de que se separen. Era bastante obvio que las cosas iban a pero en el hogar, sobre todo ahora que Nico estaba quién sabe donde. Pobre Cielo.
—¡Basta, chicos!— los regañó ella —¿Qué les pasa?
—¡Basta, basta!— Salvador exclamó —¡Ey! ¡Paren! ¡Paren, paren, paren!
Finalmente, lograron separar a los chicos. Ambos volvieron a sentarse, pero aún se les veía enojados.
—A ver, a ver, ¿quién propone algo?— Salvador les preguntó —¿Qué quieren proponer?
Rama levantó la mano, todos los miramos atentos, inclusive yo —Valeria... escribe buenos guiones de amor, de novelas.
—¿Por qué no te callás?— Vale lo regañó.
—Bueno— Salvador asintió, de acuerdo —Vamos a abrir un taller de guión entonces.
—A mi me gusta limpiar— comentó Caridad.
Los chicos las ignoraron y yo le sonreí, tratando de no reírme. Solo ella podría decir eso.
—Che, ¿y clase de amistad no hay?— Thiago seguía hincando —Así algunos aprenden a tener códigos.
—Me cansaste, Thiago— le respondió Cielo —¿Qué te pasa?
Thiago se levantó.
—Esto es un embole— murmuró.
—Sí, te vas a buscar tus cosas y venís para el hogar, ¿no?— Cielo le preguntó.
Thiago soltó una risa y se dió media vuelta. Ahora, lucía aún más furioso.
—Pero a ver, ¿quién te creés que sos vos, flaca? ¿Mi vieja?
—Tu tutora soy— Cielo también se puso de pie, ella caminó hacia él con más firmeza —Y vas a hacer lo que te diga, ¿me escuchaste?
—¿Sabés qué? Corriendo voy a buscar las cosas— a Thiago se le escapó otra risa sarcástica —Capa.
Sin más, se dió media vuelta y se fue.
—Dejalo, Cielo. Es un garca— comentó Mar.
La actitud de Thiago empeoraba.
**********
Luego de aquella reunión un poco fallida debido a Thiago y su mala actitud, Valeria, Cari y yo fuimos juntas a la cocina porque la rubia quería hacer una torta para Rama. Caridad le había ofrecido ayudar para que le salga mejor, pero Vale se rehusó e hizo todo solita. Cuando lo sacó del horno, se veía fatal.
—Bueno, ¿no? Quedó buenísimo— Vale comentó.
¿Cómo decirle que no se veía bien si hacerla sentir mal? No podíamos.
Le sonreí —Eh... sí, sí.
—Sí... ¿no?— Cari contestó —Si querés la retoco un poquito porque está medio chingad-
—No, no, no, no, no— Vale rechazó —La tengo que hacer yo.
—¿Está medio chingada, no? Así como...
Valeria roció unos dulces sobre el pastel —Ya está, miren. ¿Qué tal?
Ella se veía entusiasmada con el resultado. Se veía mal, esa era la verdad, pero quizá tenía bien sabor.
Cari y yo intercámbianos miradas.
—Linda— comentamos al mismo tiempo.
—Esto si es mérito, ¿no?
Asentí con una sonrisa mientras observaba a Mar, Sebas y Rama entrar a la cocina.
—Sí, maso— Rama comentó —A ver.
Los tres se acercaron más para ver la torta y Rama metió un pedazo a su boca. Valeria lo miro mucha expectación.
—Pero lo hice yo— comentó ella.
—Sí, está buenísima— Rama respondió.
—¿Sí?— Vale se emocionó —Que bueno.
El rubio asintió —Sí, pero... una mentira sale más que una torta, Vale.
—Uhhh.
—Así que seguí remando.
Rama agarró la torta y se dio media vuelta.
—Pará, pará, pará, invitá por lo menos— Sebastián dijo, haciéndome reír.
—¿Querés? Tomá.
Sebastián iba a recibir la torta, pero Vale se la quitó rápidamente.
—No, no, no, no, no, esta torta es del tronco— negó con la cabeza —Yo la hice.
Y así sin mas, y con la torta en manos, Vale se fue a seguir a Rama. Como dijo el rubio, a remarla.
—Yo no sé para que se la hace difícil Rama... si está hasta las trenzas con Vale, ¿no?— Cari preguntó.
Asentí —Sí, pero a veces hay que remarla.
—¿Vos decís? ¿Ustedes dicen?
Nos giramos a mirar a Sebas y a Mar, y fue ahí que notamos el gesto en el ojo que nos hizo Sebas. Cari se le acercó.
—¿Qué tenés algo ahí en el ojo?
Solté una risa —Nope, quiere que nos vayamos.
—¡Ah!— Caridad entendió —Cierto que ustedes...
Antes de que siguiera, y metiera la pata delante de ellos, entrelacé nuestros brazos para salir de aquel lugar y dejar solos a Mar y Sebas. Antes de salirme por completo, le di un guiño en el ojo a Sebas y me respondió con otro igual.
Cari me dijo que tenía que limpiar el baño, y como yo no tenía nada que hacer, decidí acompañar a mi amiga para charlar un poco. Me sorprendía mucho que a una persona de nuestra edad le gustase tanto limpiar como a ella. Definitivamente ella era única.
En el baño, nos encontramos a una Jazmín que no dejaba de sonreír. ¿El motivo? El Ángel Rojo.
—¿El Ángel Rojo otra vez?— Caridad preguntó con una mueca.
Asentí —¿No te estará siguiendo, nena?
—Ojalá— respondió Jazmín. Yo reí —Ojalá porque me encanta. ¿Qué más quiero?
Nos soltamos a reír otra vez.
—¿Y esto qué es?— murmuró Caridad.
Jazmín y yo nos giramos a mirarla y fruncí mi ceño cuando vi que sostenía una prenda roja parecía a la que usa el Ángel Rojo. ¿Qué hace eso acá?
—Mirá, está lindo. Falta unos voladitos, ¿no? Pero-
Jazmín le arranchó la prenda de las manos.
—¿Es tuyo?— le preguntó.
—Esto es del Ángel Rojo— respondió ella.
Jazmín se acercó al cesto y comenzó a buscar en el para ver si encontraba algo más. En ese momento, Tacho apareció y le quitó la prenda.
—Ey, ey, ey, ¿qué hacen con eso?— nos preguntó.
Jazmín lo miró —¿Qué te pasa?
—¿Es tuyo?— le pregunté al rubio, confundida.
—No— respondió él, un poco nervioso.
Aquello me hizo sospechar.
—¡Dámelo!— exigió Jaz, tratando de quitárselo.
—¡No!
—Dámelo, Ta-
Jazmín se detuvo al ver que Tacho tenía como una herida en la parte baja del estómago. Incluso hasta yo me asusté porque no se veía ligero. Él, se cubrió aquella zona rápidamente.
—¿Qué tenés ahí?
—Nada— respondió él. Jazmín trató de ver aquella herida otra vez, pero él no se lo permitió —¡Nada!
Finalmente, ella logró destaparlo y él se cubrió con rapidez aunque era obvio lo que tenía. ¿Cómo se lo había hecho? ¿No estará metido en algo malo?
Arrugué la nariz —Uh, eso se ve horrible.
—¿Tachito, qué te pasó ahí?— Cari le preguntó.
—Nada, me pegué contra una pared el otro día.
Jazmín lo miró —Vos sos un tarado, ¿no?
—No, es torpe, noma, no le digas así— Cari le dijo.
—¿Pará qué te hacés pasar por el Ángel Rojo?— le preguntó Jazmín, enojada. Yo estaba ahora mucho más confundida que antes —¿Para besarme?
—Pará, loca, si vos estás obsesionada conmigo— el rubio le respondió —Viste, es problema tuyo.
Parpadeé repetidas veces —No entiendo nada.
—¡No, yo no estoy obsesionada! Yo vi muy bien que hoy un chorro le corto al Ángel Rojo ahí, donde vos tenés esa lastimadura, Tacho.
¿Será posible que Tacho sea...? No, seguro se quiso hacer pasar por él para impresionar a Jazmín.
—¿Para qué te hacés pasar por él?— reclamó ella.
—Pero- pero eso es cualquiera. ¿Cómo yo me voy a hacer pasar por el Ángel Rojo?
De pronto, apareció Rama y este le quitó la prenda de las manos a Tacho. Si Rama decía que era de él, iba a quedar aún más confundida que antes.
—Esto es mío, ¿qué hacés con esto?
Parpadeé —¿Tuyo?
—Tuyo— repitió Jazmín, igual de confundida.
Esto se estaba poniendo más confuso e interesante.
—Bueno, no, mío no, es del Ángel Rojo— aclaró, yo asentí —Se lo pedí prestado, porque viste que en el concurso— comenzó a explicar — por ahí, podemos necesitar algo de superhéroe que estaría bueno.
No sé, pero no le creía nada a Rama ni a Tacho. Se veían muy nerviosos y lucían sospechosos. Extraño.
—¡Ay, es buenísimo!— comentó Caridad —Sí, yo le haré unos voladitos, va a quedar pintado, eh.
—Sin volados, sin volados.
—No, sí— afirmó Cari.
—El traje justo acá, roto, y Tacho, lastimado— dijo Jazmín, también si creerles —Que causalidad, ¿no? No me cierra.
Tacho se encogió de hombros —Bueno, está bien.
—Eso no fue con una pared, Tacho.
—Te voy a decir la verdad— aquello se ganó toda la atención —Te voy a decir la verdad— repitió, todos miramos atentos —Fue con una chica.
Caridad y yo nos sorprendimos, pero al ver la cara que puso Jazmín, supe que ella no le creía nada. A ella no le convencía.
—Flor de loca es, eh— Cari comentó entre risas.
—Bueno, ¿la cortamos con el interrogatorio?— nos preguntó Tacho, cansado —¿Se corta acá?
—Sí, bueno, basta que yo tengo que hacer pis— fue turno de Rama —¿Tema cerrado, aclarado?
—No, no, no, no, nada aclarado— respondió Jaz.
La miramos.
—Ustedes me están mintiendo y no se porqué. Pero yo lo voy a averiguar— aseguró.
—Jazmín, ¿Cómo- pero vos estás loca?
La rubia no le respondió a Rama, en su lugar, tomó mi mano y la de Caridad para llevarnos a su cuarto. Sin embargo, no estuvimos ni diez minutos dentro, ya que escuchamos unos gritos y tuvimos que salir para que de que se trataba.
Nos encontramos a Mar, Thiago y Sebas dentro del cuarto de los chicos. Al parecer, discutiendo.
—¿Qué pasa?— pregunté.
—Thiago nos estaba afanando el libro— Mar contó.
—¡¿Qué?!—preguntó Tacho, entrando también a la habitación.
Thiago soltó una risa —No, si hay un chorro en este cuarto, no soy yo, creeme— se giró para mirarnos a Sebas y a mí —¿Sabían que eran pibes chorros?
Tacho se quiso lanzar contra Thiago, pero Sebas lo frenó.
—Ey, ey, solamente te pueden robar el corazón. Sé muy bien lo que te digo— comentó Thiago mirando amargamente a Sebastián.
Sebas lo miró —¿Qué hacés acá entonces?
—Nada, yo vine a buscar un par de cosas mías— se rió —Bueno, entraron ustedes a intimar, che— Mar negó, enojada —No quería cortarles el mambo, che.
—¡Cortala con el che, tarado!— Jazmín exclamó, él soltó una risa —Y dame el libro— se lo quitó de las manos —Lo voy a esconder en otro lugar. Idiota.
Jazmin y Mar salieron de la habitación, furiosas, y Tacho se llevó a Sebastián. Miré a Thiago mientras que él se cruzaba de brazos, haciendo un gesto que me hizo bufar. No reconocía al chico frente a mí.
—¿Qué?— preguntó a la defensiva —¿Me darás un discurso más? Podes guardártelo.
Me reí sin gracia alguna —No, estoy segura de que no serviría de nada. Estás vacío, Thiago, no se que cambió en ti, pero cambiaste radicalmente.
—¿Y vos no dijiste que no estarías de ningún lado? Que rápido te cambió el discurso, eh.
—Lo que te dije el otro día era verdad, pero cambió cuando vi como traicionabas a tus mejores amigos, humillándolos en el proceso.
Soltó una risa —¿Traicionar? ¡Ellos son los que me traicionaron primero!
—Thiago, no-
—Vos no entendés nada porque sos igual que ellos. ¿A mí me hablás de humillar?— volvió a reír, yo ya quería abofetearlo —¿Vos no hiciste lo mismo? ¿Le preguntamos a Santiago?
Las palabras se salieron con veneno, él quería que me afecten, pero no lo conseguiría. No frente a él.
Negué —No es lo mismo, yo no quería lastimarlo y me siento terrible por hacerlo. Tú no sientes nada, estás vacío y estás solo.
—¿Solo? Tengo a mis verdaderos amigos conmigo.
Me reí —¿Tus verdaderos amigos? Vale, espero que me digas eso cuando ellos acaben traicionándote. Y tranquilo, no te molestaré más.
Sin esperar respuesta alguna, salí de la habitación, sintiendo una tristeza profunda en el pecho que no podía explicar. No sabía por qué me afectaba tanto aquello, pero lo hacía y no podía hacer nada.
Era todo tan extraño y confuso.