Fantasma [+18] - Dark romance...

By Annyquilada

25.7K 1.3K 3.4K

[AUTOCONCLUSIVO] Una asesina a sueldo se alía con un ladrón de arte para vengarse de la muerte de su mejor am... More

Nota de autora
🔥 Echa un vistazo al interior 🔥
1 | Una compresa salvavidas
2 | Las venganzas personales
3 | Vivi
4 | Una familia disfuncional y una pantera enfadada
5 | La primera llamada
6 | Pantera [+18]
7 | Moviendo ficha
8 | Se acabó
9 (I) | Los borrachos son difíciles de matar
10 | Todo por la rata
11 | Los capullos de Schrödinger
12 | Odiar a Dominique es una obligación
13 | Una localización matrioshka y un panda que no distingue a sus hijos

9 (II) | Los tríos no solo sirven para distraerse [+18]

487 25 34
By Annyquilada

Advertencia de contenido: Hay penes y se les da un uso prolongado.


La música suena con demasiada fuerza. Tanta que ahoga mis pensamientos y me deja en el aquí y el ahora, en este momento, con las luces de neón impactando sobre mi piel y los bajos resonando en mi caja torácica. No hay espacio para nada más que moverme al ritmo de la música, con el pelo azotándome el rostro y otros cuerpos moviéndose al mismo ritmo que el mío.

Una gota de sudor me resbala por la espalda mientras reviso la discoteca en busca de la distracción definitiva, esa que te deja la mente en blanco y las piernas temblando. No tardo en dar con mi objetivo porque, para ser sincera, ya lo había visto antes.

Hay dos chicos sentados en una zona VIP, con una botella de champán entre los dos que ha quedado completamente ignorada en cuanto han visto que por fin me he dado cuenta de que llevaban un buen rato comiéndome con la mirada. Dejando la vergüenza a un lado, les sonrío y sigo bailando, aunque esta vez los movimientos son más calculados, más lentos. Me muevo al rimo de la canción, deslizando las manos por mi cuerpo a sabiendas de que ambos están mirándome. No lo voy a negar: es irónico que mi vida se resuma en pasar desapercibida cuando disfruto tantísimo de ser el centro de atención.

Cuando la canción termina, ellos me hacen una seña para que me acerque y yo contengo una sonrisa triunfante.

Camino hacia su reservado y ellos hacen un hueco entre los dos, pero en el último momento decido sentarme frente a ellos, donde puedo evaluarlos mejor. No me voy a ir con el primer idiota que pase, por muy guapo que sea.

Y, al ser dos, no puedo jugármela demasiado. Algo que aprendes cuando estás las veinticuatro horas del día en modo supervivencia es que confiar es la forma más rápida de morir.

El de la izquierda lleva el pelo negro peinado hacia atrás con varios mechones sueltos y los ojos dorados más llamativos que he visto nunca. No parece de por aquí, a juzgar por sus rasgos. Tiene la mandíbula cuadrada y los tatuajes le sobresalen por el cuello de la camisa, aunque me detengo más en sus manos que en el resto del cuerpo. Son fuertes, anchas, suficientes para satisfacerme.

Creo que lo primero en lo que me fijo de un hombre es en que sus manos sean lo suficientemente anchas para rodearme el cuello. Fetiches de perturbada.

El otro tiene la piel café, el pelo corto y los ojos azules. Definitivamente, estos dos se llevan el premio a las miradas más bonitas con las que tengo la intención de pasar la noche.

Me inclino hacia adelante, retándolos con la mirada. El moreno me dedica una sonrisa ladeada y hace exactamente lo mismo.

—No te habíamos visto nunca por aquí —empieza el de los ojos dorados.

—Eso es porque no habéis mirado suficiente. Vengo muy a menudo.

Mentira. Es la primera vez que vengo. No suelo repetir en el mismo sitio demasiadas veces para evitar que me reconozcan. Y, si lo hago, dejo que pase bastante tiempo entre una visita y otra, solo por si acaso.

El otro me sirve una copa de champán y me la tiende. La dejo frente a mí, pero no tengo intención de tocarla. Es una de las pocas reglas que cumplo a rajatabla porque detesto la sensación de perder el control sobre mi propio cuerpo. Una vez, Halcón nos emborrachó a todos y nos jodió bien jodidos para demostrarnos lo vulnerables que nos volvíamos por culpa de la bebida. Desde entonces, no he tocado una gota de alcohol. No puedo decir lo mismo del resto, básicamente porque no tengo ni idea de dónde están o qué están haciendo ahora.

Casi mejor, porque la idea de volver a ver a Catorce me arranca un escalofrío. Es mi puto Némesis.

—Si hubieras venido, nos habríamos dado cuenta en seguida. Quiero decir, habría que estar completamente ciego para no verte —dice el de los ojos azules.

—Debe ser que habéis estado mirando en el lugar equivocado.

—¿Nos vas a decir tu nombre?

—Podéis llamarme como queráis, pero Mia servirá.

Me doy cuenta de que estos dos se conocen muy bien porque, con solo una mirada, parecen mantener una conversación completa.

—Yo soy Luca —confiesa el de los ojos dorados, que parece estar haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para no tocarme aún.

El otro no parece tan tímido, porque se levanta y se sienta junto a mí. A Luca no parece importarle, lo que me deja bastante claro que esta noche están dispuestos a compartir.

—Enzo —susurra en mi oído.

—¿Has venido sola? —pregunta Luca.

—Esa es la pregunta que haría un asesino en serie —respondo.

Salvo, que en este caso, la asesina soy yo. A sueldo, eso sí. Y tengo un sueldo bastante bajo, he de decir.

Enzo se echa a reír.

—Es la pregunta que haría alguien que quiere pasar la noche contigo y necesita saber si vas a abandonar a alguna amiga para poder pedirle un taxi —admite.

Esa simple mención hace que me de un vuelco el corazón. Hasta hace poco más de una semana, estaba en un sitio así con Vivi sin saber que esa sería la última noche que la vería.

—Me gusta salir sola —admito.

—Esa es la frase que diría un asesino en serie —señala Luca con una ceja arqueada.

Es gracioso porque es verdad.

—O un psicópata.

—En ocasiones son exactamente lo mismo.

—Depende del contexto en el que se haya desarrollado el asesino en cuestión.

—Claro, no todos los psicópatas son asesinos.

—Y no todos los asesinos son psicópatas.

Enzo gruñe y se tapa la cara con la mano, hastiado. Contengo una sonrisa al ver cómo se relacionan estos dos. Parece que son amigos de toda la vida, de esos que con una simple mirada son capaces de comunicarse.

Yo tengo gente así en mi vida, pero no son amigos, sino Fantasmas. Y esas miradas normalmente dicen «¿lo matas tú o lo mato yo?».

—No, por favor. Conversaciones sobre criminología otra vez no.

Luca se echa a reír y se muerde el labio inferior.

—Lo siento, deformación profesional.

—¿Eres criminólogo? —le pregunto, ladeando la cabeza.

—Algo así.

Por un segundo, me planteo la idea de inventar una excusa y largarme por si, al mirarme a los ojos, de pronto me aparece un letrero que diga «asesina a sueldo», pero a quién le voy a mentir. El peligro y yo somos amigos desde que éramos pequeños.

—Dicen que los criminólogos son muy buenos perfilando y leyendo a la gente. ¿Qué ves en mí?

Bien, Trece. Ya de paso dale tu dirección y una muestra de ADN, por si le apetece ponerse a investigar.

—Tendría que conocerte más en profundidad para hacerte un análisis, pero de momento hay algo en ti que veo bastante claro.

—¿Y qué es?

—Que vas a venir con nosotros esta noche.

No hace falta ser Einstein para saberlo, pero desde luego que su confianza en sí mismo le ha hecho ganar puntos.

—Esa es una variable.

—¿Y de qué depende dicha variable? —pregunta Enzo.

—De lo mal que os portéis.

—Eso es fácil.

—Pues tenéis cara de chicos buenos.

—En absoluto —señala Luca—. No te dejes guiar por las apariencias.

—¿Y tú a qué te dedicas? —pregunta Enzo. Al ver la mirada de Luca, se encoge de hombros y me señala—. ¿Qué? Me gusta conocer a la gente, déjame en paz.

—Soy mensajera.

—¿Trabajas en FedEx o algo así?

—Algo así —replico, sonriéndole.

Pongo el tacón entre sus piernas y presiono lo suficiente para notar su evidente erección. Esto va a ser increíblemente fácil.

—Creo que ya hemos hablado bastante, ¿no os parece? —les reto, poniéndome en pie para volver a la pista de baile.

Algo que he descubierto sobre mí es que no me gustan los hombres que no saben jugar, que no apuestan y no arriesgan. Supongo que el hecho de vivir en constante peligro me ha vuelto inmune a los halagos, a los chicos que solo buscan un abrazo, sexo dulce y un beso antes de dormir.

Yo ni siquiera sé lo que es eso, pero tampoco tengo intención de descubrirlo. Tal vez, porque si lo descubro y me gusta, puedo acabar muy jodida.

Mientras estoy bailando, con los ojos cerrados y la música fluyendo por mi cuerpo, dos cuerpos me aprisionan y abro los ojos, mordiéndome el labio inferior. Luca está delante de mí. Lleva una camisa negra que delinea sus músculos perfectamente. No pierdo ni un segundo en recorrerlos con la uña, haciendo que se estremezca.

—Hola de nuevo —me dice Enzo al oído.

—Cómo se nota que me echábais de menos.

—Mucho —admite Luca.

Sonrío, arqueándome contra su torso cuando Enzo me echa el pelo hacia un lado y sus labios me rozan el cuello sin llegar a besarme, solo depositando una caricia ardiente sobre mi piel. Por un segundo, pienso en decirles la verdad, pero la verdad siempre es arriesgada, así que opto por otra mentira más.

Los dedos de Enzo me recorren la cintura mientras que Luca me acaricia el labio inferior con el pulgar. Ninguno va más allá, disfrutan explorando despacio, tomándose su tiempo, aunque sí que han sido rápidos para reclamarme y dejar olvidada su carísima botella de champán.

Supongo que la perspectiva de pasar una noche conmigo es mucho mejor.

Evidentemente, tengo intención de cumplir con sus expectativas. Solo espero que ellos cumplan con las mías.

Me arqueo contra Enzo mientras bailamos. Atraemos muchas miradas que se balancean precariamente entre el desprecio, la curiosidad y el anhelo. Estas últimas son las que más me atrapan, aquellos cuya mirada refleja el fuego que estamos despertando a nuestro alrededor.

Luca no se queda atrás. Me agarra la mandíbula y me besa con una posesividad que me hace trastabillar y emitir un gemido. Enzo me agarra de la cintura y me aprisiona entre su cuerpo y el de Luca, convirtiendo sus brazos en una jaula de la que no quiero escapar.

Al menos, esta noche no estaré sola con mis pensamientos. De eso ya habrá tiempo cuando vuelva a casa, pero ahora mismo necesito disipar el dolor más intenso, ese que es capaz de paralizarme o llevarme a cometer una auténtica locura.

Necesito tener a alguien ocupándose de que no pueda pensar ni un solo instante en algo que no sea mi propio placer y el suyo. Y si son dos, mejor. Menos tregua.

Me inclino hacia Luca.

—Deberíamos buscar un lugar más privado —le digo al oído.

Él arquea una ceja, retándome.

—¿Te avergüenza que te vean así?

Me echo a reír.

—No, pero una discoteca no es el mejor lugar para ponerme de rodillas.

Enzo ha debido oírme, porque automáticamente me tira de la muñeca y los tres salimos del local entre risas y besos.

Recorremos tres calles hasta dar con el coche de Luca, que me deja bien claro que algo de dinero sí que tiene. Mientras Luca está sacando las llaves, Enzo me arrincona contra el coche y me besa, rodeándome el cuello con una mano suavemente.

Joder, este también tiene buenas manos.

—¿Estás segura de esto? —me pregunta mientras me muerde el labio inferior.

Arqueo una ceja.

Luca se detiene y nos observa. Me doy cuenta de que él también está esperando mi respuesta. Que, si digo que quiero parar, se detendrán inmediatamente. Es muy bonito de su parte, pero no necesito que me traten como a una damisela en apuros. Sé decir que no cuando tengo que hacerlo. Y si no quisiera esto, no le habría puesto el tacón en la polla en primer lugar.

—¿Y vosotros estáis seguros de que podréis conmigo?

Enzo se echa a reír y me levanta del suelo con un solo brazo, demostrándome que tiene fuerza más que suficiente. Espero que tenga esa misma fuerza entre las piernas, que es lo que me importa.

Enrollo las piernas en torno a su cintura y siento su erección justo en el punto más sensible de mi anatomía. Estoy tan húmeda que incluso me planteo la posibilidad de dejar que me follen aquí mismo, pero ellos tienen otros planes.

—Creo que nos las arreglaremos —susurra contra mis labios.

—Pues entonces vamos.

Me siento en la parte de atrás del coche, y Enzo no pierde ni un instante en sentarse a mi lado, dejando a Luca como conductor. Él arquea una ceja, mirándonos por el espejo retrovisor.

—Caradura —masculla.

—Es que debe tener muchísimo frío con ese vestido tan corto. Sería una pena que se resfríe antes de que lleguemos.

—¿A qué distancia está tu casa? —le pregunto a Luca.

—Diez minutos en coche.

—Vaya, pues tienes diez minutos para hacer que me corra —le digo a Enzo—. Más te vale ponerte las pilas.

Enzo ni siquiera espera a que Luca arranque. Sus labios reclaman los míos mientras sus dedos buscan el borde de mis bragas. En cuanto nota lo mojada que estoy, emite un gruñido de aprobación.

—Joder, me estás poniendo muchísimo.

Luca gruñe, aunque su gruñido es más de frustración que otra cosa.

—Espero una buena compensación por estos diez minutos de puro dolor.

Quiero responder, pero Enzo empieza a trazar círculos sobre mi clítoris con los dedos y cualquier palabra que estuviera a punto de pronunciar se borra inmediatamente de mi mente.

—Tranquilo, ya me ocuparé de ti luego —le dice Enzo, burlándose de él.

Luca pone los ojos en blanco.

—Preferiría que se ocupara ella, si no es molestia.

Enzo desliza mis bragas hacia un lado e introduce un dedo en mi interior. Me arqueo contra él y se me escapa un gemido cuando introduce un segundo dedo. Siento presión durante el instante que tarda mi cuerpo en adaptarse a sus dedos.

—Joder —masculla Luca—. Me estoy perdiendo todo lo bueno.

—Cállate y conduce —le reprocha Enzo.

Me echo a reír, pero la risa termina en un gemido cuando Enzo se inclina sobre mí y traza círculos con la lengua sobre mi clítoris. Le pongo una mano en la cabeza, instándolo a ser más brusco, a darme más, y me muevo contra sus labios desesperadamente.

Él levanta la cabeza un segundo y arquea una ceja. Todo mi cuerpo protesta ante la ausencia de su lengua.

—Tan exigente —murmura con voz ronca.

—Diez minutos, Enzo —replico con la voz entrecortada—. El tiempo sigue corriendo.

Ni siquiera responde. Vuelve a bajar la cabeza y se centra en darme placer sin tregua. La presión comienza a formarse en la boca de mi estómago y noto los músculos cada vez más tensos. Sé que estoy demasiado cerca, a punto de alcanzar el placer con la punta de los dedos.

—Semáforo en rojo —anuncia Luca, reduciendo la velocidad—. Vas a tener suerte, cabronazo.

Enzo sonríe entre mis piernas. Estoy a punto de correrme y él parece notarlo, porque aplica aún más presión con la lengua y sus dedos se mueven más rápido, bombeando con fuerza.

El orgasmo me atraviesa con fuerza y me dejo caer en el asiento, jadeando.

—Joder —mascullo.

Enzo me coloca la ropa interior y se lleva los dedos a los labios, un gesto que me enciende más rápido de lo que esperaba. Consciente del efecto que tiene sobre mí, él me dedica una sonrisa de labios hinchados. Se inclina hacia mí, besándome la mandíbula.

—Gané —susurra en mi oído.

—Nunca dudé de ti —replico, sonriendo.

La casa de Luca es uno de esos chalet que pueblan la periferia, económicos pero con , pero ni siquiera me molesto en echarle un vistazo, estoy demasiado ocupada intentando andar recto sin que me tiemblen las piernas por el orgasmo que acabo de tener.

Enzo y Luca no parecen querer darme tregua, porque me arrastran a través del salón hasta una habitación y cierran la puerta a su espalda.

No pierdo ni un segundo. Me arrodillo frente a Enzo y le desabrocho el pantalón mientras él reúne mi pelo en una coleta y tira de él. Luca me cubre con su cuerpo y tira de la cremallera de mi vestido, dejando un rastro de besos en la piel expuesta de mi espalda.

Cuando llega al final, me aparto de Enzo para ayudar a Luca a quitarme el vestido y me quedo solo en ropa interior entre los dos. Los dedos de Luca pasan entonces a trazar el contorno de mis caderas. Aprieto las piernas con fuerza, el deseo pulsando con intensidad entre mis piernas.

Me ocupo de Enzo, acariciando suavemente el bulto que se entreve en sus calzoncillos mientras deslizo la mano por debajo de su camiseta y le araño el pecho, arrancándole un gruñido.

Puede que solo vayamos a vernos una noche, pero me encanta dejar mi huella en ellos. Y me gusta hacer las cosas con calma, que me supliquen que continúe, llevarlos al límite.

Gimo cuando Luca me da una nalgada tan fuerte que resuena en la quietud de la habitación y se me escapa un gemido.

—¿No ibas a ocuparte de mí? —susurra en mi oído.

Me echo a reír.

—Tienes razón. —Miro a Enzo, ladeando la cabeza—. Pero puedo ocuparme de los dos al mismo tiempo.

Es como si supieran exactamente qué es lo que quiero, lo que estoy deseando, porque me lo dan sin rechistar. Enzo se quita el cinturón y yo le desabrocho el botón del pantalón mientras masturbo a Luca con la mano que me queda libre.

A partir de ahí, me turno para llevármelos a los dos a la boca y la habitación se convierte en un festival de gemidos, algún que otro gruñido y un «como sigas así, me voy a correr» bastante sincero de Enzo.

La última vez que hice un trío, hace ya un par de años, los dos chicos estaban nerviosos y se preocuparon más de ellos que de mí. Uno de ellos se corrió nada más llevármela a la boca y el otro duró tres minutos de reloj. No volví a probar los tríos, evidentemente, pero Enzo y Luca me han hecho cambiar de opinión en un segundo. Es más que evidente que saben perfectamente lo que están haciendo, sobre todo cuando Luca me separa de ellos, me levanta en brazos y me tumba en la cama.

—Si te dejamos seguir, no vamos a poder darte lo que te prometimos —señala Enzo, sonriendo.

Luca se sube encima de mí y me besa el cuello, el pecho, el estómago, y va descendiendo hasta casi llegar a mi clítoris.

Me dedica una sonrisa que haría derretirse el iglú de un puñetero esquimal y se relame los labios.

—¿Creías que me iba a quedar sin probarte?

Enzo nos mira desde el borde de la cama mientras se masturba perezosamente. Yo estoy a punto de decirle si quiere unirse cuando Luca me arrebata las palabras de los labios en cuanto me toca.

Si Enzo me dejó con las piernas temblando, Luca me destruye por completo. Me agarro a las sábanas mientras el placer se extiende por todo mi sistema nervioso como un virus.

—Como pares te mato —gruño.

Luca se echa a reír, como si fuera una broma. Ojalá lo fuera, pero en este momento sé que podría cerrar las piernas y dejarlo ahí atrapado para siempre porque la facilidad con la que me está elevando hasta el mismísimo cielo es abrumadora y no quiero que termine nunca.

—No voy a parar hasta que estés gimiendo mi nombre, Mia.

Y cumple con su palabra como un caballero, porque termino haciendo exactamente lo que me pide mientras me retuerzo bajo sus manos.

Luca se pone de pie para quitarse la ropa y Enzo se acerca a la mesilla de noche y abre el primer cajón, regalándome una vista en primer plano de la pistola que tiene guardada ahí, junto a una placa de policía, un bote de lubricante y una caja de condones medio gastada.

Ay, joder.

Intento disimular lo antes posible, porque evidentemente estoy desnuda en la misma cama que, al menos, un policía y lo último que quiero es reaccionar de forma que les haga pensar que tengo algo que ocultar. Además, siempre hay una primera vez para todo.

Siento como si hubiera entrado de lleno en un chiste malo que empieza con un «dos policías y una asesina en serie entran en una habitación...». Lo inesperado es el final, por supuesto. Me hacía falta una dosis de emociones fuertes, así que aquí me van tres tazas.

Como no tengo ni puñetera idea de qué hacer, le quito los condones de la mano.

—Túmbate —le ordeno.

Tenía pensado cederles el control, pero he cambiado de opinión. Hay algo increíblemente erótico en someter a alguien que se gana la vida sometiendo a otros.

Enzo me sonríe y obedece. Yo me inclino sobre el cajón y, aunque por un segundo siento la tentación de coger la pistola, al final me decido por el bote de lubricante.

Me inclino sobre Enzo y paso la lengua sobre su erección. Se remueve expectante cuando le pongo el preservativo y me siento sobre él. Echo la cabeza hacia atrás al sentirlo dentro de mí y me muevo suavemente mientras mi cuerpo se adapta a él.

Luca me rodea y se pone frente a mí. Agarra mi pelo en un puño y me acerca a su erección. Le sonrío y, en lugar de hacer lo que quiere, le tiendo el lubricante. Por un segundo, no parece entender lo que le estoy pidiendo, pero luego lo capta con bastante rapidez.

Baja la mirada al bote y abre los ojos. Apenas tarda un segundo en colocarse detrás de mí. Me muevo suavemente sobre Enzo porque no quiero que se corra antes de sentirlos a los dos dentro.

—Joder —gruñe Enzo—. Me estás matando.

Ellos dos sí que me están matando. Cierro los ojos cuando siento los dedos de Luca detrás de mí. Me masajea suavemente antes de meter un dedo e ir preparándome despacio. Gimo y no puedo evitar moverme con más intensidad sobre Enzo, retorciéndome de placer cuando por fin Enzo mete dos dedos en mi interior y la presión se intensifica entre mis piernas.

Le tiendo el condón que aún tengo en la mano, el papel de plata arrugado por la presión que he ejercido sobre él. Al oír cómo se rompe el paquete, me estremezco y me quedo completamente quieta cuando Luca se sitúa a mi espalda.

—¿Lista? —me pregunta.

Me he dado cuenta de que, aunque están deseando ser más bruscos conmigo, no dan un solo paso sin estar seguros de que lo voy a disfrutar y, sobre todo, de que yo lo consiento.

—Fóllame ya, Luca.

Él se ríe contra mi cuello y se coloca en mi entrada, presionando ligeramente hasta que logra entrar centímetro a centímetro. Al principio me envía una oleada de dolor y me tenso, pero el dolor no tarda en remitir. Los dos esperan a que empiece a moverme y, entonces, Luca me agarra del cuello y me aplasta contra su torso. Noto los duros músculos de su pecho contra mi espalda al mismo tiempo que me deleito con las expresiones de puro placer de Enzo.

Es entonces cuando empiezan a moverse al unísono. Cuando uno empuja, el otro sale y en muchas ocasiones me encuentro con ambos dentro de mí. Las manos de Luca exploran mi cuerpo, pellizcándome los pezones hasta que grito de placer y deslizándose por mi cuerpo para detenerse sobre mi clítoris y masajearlo en círculos.

La presión se acumula en ese punto tan sensible de mi anatomía y el placer estalla como chispas en los bordes de mi visión. El orgasmo me arrolla y me deja débil como una muñeca de trapo, pero Luca no me suelta y ambos continúan bombeando en mi interior hasta que encuentran su alivio. Luca se corre primero y sale de mi interior para dejarse caer a nuestro lado, jadeando. Es entonces cuando Enzo me agarra de la cintura y nos gira para que quede debajo de él. Me besa el cuello y me muerde de forma que deja en evidencia las marcas que van a quedar sobre mi piel, marcas que me recordarán este encuentro.

Hay algo increíblemente erótico en que un hombre te mire mientras otro te da placer. Luca se tumba de lado, apoyado sobre un codo, con la mirada fija en Enzo y en mí mientras su amigo se mueve cada vez más rápido, balanceándose en el borde del clímax.

Enzo desliza una mano entre los dos, masajeándome el clítoris. Estoy completamente segura de que no podré alcanzar otro orgasmo, pero Enzo me demuestra todo lo contrario.

Cuando termina conmigo y se corre, siento como si hubiera hecho una puñetera maratón y apenas consigo moverme lo suficiente para hacerle espacio a Enzo.

—Entonces, ¿qué era lo que decías sobre que no podíamos contigo? —susurra Enzo, divertido.

—Lo retiro —jadeo—. Me habéis destrozado.

Ambos sueltan una carcajada y se quedan charlando hasta que les vence el cansancio. Enzo se queda dormido con una mano sobre mi estómago y Luca dándome la mano, algo tan íntimo que me impide conciliar el sueño.

En cuanto me aseguro de que están profundamente dormidos, recojo mis cosas y desaparezco como si nunca hubiera existido.

A fin de cuentas, nunca he dejado de ser un Fantasma. Esto es lo que mejor se me da: desaparecer sin dejar rastro.

Continue Reading

You'll Also Like

63.6K 1.6K 12
Dicen que cuando eres diferente, eres raro. Cuando tienes gustos diferentes también dicen lo mismo.. Pero, ¿qué pasaría si mis gustos son un poco ext...
311K 21.9K 33
Las mentiras envenenaron los corazones de aquellas dos personas malditas. Lu va en su 4to año en Hogwarts. Parecía que su vida iba normal, claro, su...
943K 152K 146
4 volúmenes + 1 extra (+19) Autor: 상승대대 Fui poseído por el villano que muere mientras atormenta al protagonista en la novela Omegaverse. ¡Y eso justo...