Su Voz (Homoerótica) [En proc...

By AoiSuwabeStark

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Eric es todo lo que un chico de dieciocho años puede ser. Estudioso, le gusta estar con sus amigos, y es aten... More

Su Voz
Prólogo
Capítulo 1: Un nuevo comienzo
Capítulo 2: Haciendo amigos
Capítulo 3: Sueños
Capítulo 4: Los planes no salen siempre como uno espera
Capítulo 5: Tarde en la piscina
Capítulo 6: El amor es de locos
Capítulo 7: Confesión
Capítulo 8: La verdad duele
Capítulo 9: Los buenos amigos, por idiotas que sean, no tienen precio
Capítulo 10: Una noche de concierto
Interludio navideño // La autora tocando lo que no suena al personal
Capítulo 11: Broship
Capítulo 12: 5 de noviembre
Capítulo 13: El día del milagro
NO ES UN CAPI - Seiyuu cast
Capítulo 14: Interrogatorios, presentimientos y soledad
Capítulo 15: Caos y orden
Capítulo 16: Preparativos navideños
¡Celebrando 10.000 lecturas!
Capítulo 17: Una Nochebuena diferente
Capítulo 18: El club de la bollería industrial
Capítulo 19: La vida y sus giros inesperados
Capítulo 20: Mirando al pasado
Capítulo 21: Construyendo un nuevo futuro
Capítulo 22: El cumpleaños más extraño del mundo
Celebrando 20.000 lecturas - Capítulo extra: La otra cara del 5 de noviembre
Capítulo 23: Una cosa lleva a la otra
Celebrando 1 año de publicación - Capítulo extra 2: Malditas pecas
Capítulo 24: ... y una cagada lleva a otra cagada.
Capítulo 25: Sujetavelas
Capítulo 26: Don't miss a chance
Capítulo 27: Contradictorio
Capítulo 29: Salou
Capítulo 30: Entre la duda y la necesidad
Capítulo 31: Todo va bien, ¿no?
Capítulo 32: Egoísmo
Celebrando 50.000 lecturas - Capítulo extra 3: Basorexia (1)
Capítulo 33: Desatado
Capítulo 34: Oscuridad
Capítulo 35: Graduación
Celebrando 60.000 lecturas - Extra 4: Barcelona
Capítulo 36: Orgullo
Capítulo 37: Destinado al fracaso
Capítulo 38: Todo queda en familia
Capítulo 39: Temblores
Capítulo 40: Promesas rotas, promesas nuevas
Celebrando 75.000 lecturas - Capítulo extra 5: Yogurín
Capítulo 41: Septiembre
Capítulo 42: Poderes psíquicos
Capítulo extra 6: Estrellas
Capítulo 43: Brujería
Capítulo 44: Noche de chicos
Capítulo 45: Número de teléfono
Capítulo 46: Mensajes, una llamada y dos tontos enamorados
Celebrando 100K [1]: Extra 7 - Mini-relatos AU
Celebrando 100K [2]: 彼 の 声 (1)
Capítulo 47: Valentía
Capítulo 48: Euforia
Capítulo 49: Catarsis
Capítulo 50: Vacío
Capítulo 51: Cambio de aires
Capítulo extra 9: Una nueva familia
Capítulo 52: La esperanza es lo último que se pierde (Parte 1)
Capítulo 52: La esperanza es lo último que se pierde (Parte 2)
Celebrando 150K lecturas - Capítulo extra 10: Deseos
Capítulo 53: El gato de Schrödinger
Capítulo extra: El cumpleaños de Eric
Capítulo 54: Reinicio forzado
Celebrando 2 años de publicación - Extra 11: Cicatrices
Capítulo 55: Fotografía (Parte 1)
Capítulo 55: Fotografía (Parte 2)
Capítulo 56: Refugio secreto (Parte 1)
Capítulo 56: Refugio secreto (Parte 2)
Celebrando 200K - Capítulo extra 12: No hay peor ciego que el que no quiere ver
Extra concurso - Entrelazados
Capítulo 57: Tal para cual (Parte 1)
Capítulo 57: Tal para cual (Parte 2)
Capítulo extra - Cumpleaños de Álex: A malas decisiones, grandes recompensas

Capítulo 28: Inconscientes

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By AoiSuwabeStark

— ¿Qué te pasa últimamente? — Preguntó Blanca mientras se sentaba a su lado en la mesa del comedor, mordisqueando una tostada a la vez que dejaba sobre la superficie de madera una taza llena de zumo de melocotón.

— ¿A mí? Nada. ¿Por qué? — Contestó él, desviando la mirada y dejando su bocadillo de Nocilla en el plato. Odiaba que su hermana fuera tan perceptiva.

— El otro día lo estaba comentando con la mama. No sé, últimamente pareces feliz. ¿Te ha pasado algo que no nos hayas contado?

Claro que le habían pasado cosas que no les había contado. Principalmente que estaba liado con Pau, y que esa era la razón por la cual cada día se levantaba de buen humor. Después de su charla en el parque habían pasado un buen rato devorándose los labios el uno al otro sobre el banco en el que prometieron ser más que amigos. Al menos hasta que una señora les había echado, quejándose de que la juventud estaba cada vez más salida y que ya no quedaba decencia en el mundo. Pau, en vez de tomárselo mal se echó a reír, y arrastró a Eric hasta su coche, donde siguieron durante unos minutos más... Hasta que el pelirrojo recordó que trabajaba aquella tarde y tuvo que llamar a Juan para disculparse y decir que llegaría algo más tarde de lo habitual mientras Pau recorría Barcelona saltándose la mitad de las normas de circulación. O quizás incluso más.

Desde entonces, habían seguido como siempre. Iban a clase juntos, salían algunas tardes, estaban con Carles. La única diferencia era que, siempre que podían y ambos querían, se besaban y abrazaban. Al menos Pau respetaba el acuerdo en aquel sentido, y nunca intentaba hacer nada más, como si estuviera esperando que fuera Eric el diera el primer paso en caso de que quisiera profundizar su relación. De hecho, el moreno ni siquiera le había dado aún un beso con lengua. Parecía que había aprendido tras el intento frustrado de su primer beso.

Pero a Eric le parecía bien. Le gustaba el ritmo que llevaban. Disfrutaba con lo que hacían, con poder tener a Pau no sólo como amigo, sino también como alguien a quien poder acudir cuando se sintiera cariñoso o necesitado de mimos. Aunque, claramente, el que estaba más feliz con aquella situación era Carles. A pesar de que había fingido horrorizarse al día siguiente, cuando le contaron su reconciliación, al segundo esbozó una sonrisa enorme y les dio su bendición. Como si la necesitaran para algo. Y se había quejado mucho tras verlos besarse por primera vez mientras iban a tomar algo a una cafetería, pero la mirada dulce que le dedicó a Eric después de aquello le decía que, como tantas otras veces, el castaño disfrutaba riéndose de sus amigos pero en el fondo le encantaba saber que estaban juntos, si es que a aquello se le podía llamar así.

Si había una nube oscura en aquel cielo azul en que se había convertido la vida de Eric, era la situación de Anna. Le contestaba siempre que le mandaba algún mensaje al móvil, pero hacía días que no se pasaba por el restaurante, y él estaba empezando a preocuparse de verdad. Entendía que su amiga se hubiera llevado un palo muy grande tras la ruptura con el capullo de Marc, pero lo que no le parecía tan normal era que la rubia se encerrara de aquella forma, hasta el punto en que le había pedido las vacaciones adelantadas a su jefe, alegando que no se encontraba bien. Eric temía que su amiga estuviera pasando por una depresión, y se sentía impotente al ver que no estaba haciendo nada por ella.

Por eso se prometió que aquella noche, tras salir del trabajo, se pasaría un momento por su piso. Sin falta.

— No me pasa nada, lo digo en serio. Hace buen tiempo y eso me sienta bien — contestó mientras volvía a engullir su desayuno, aunque sin querer fijar aún la mirada en la de su hermana, que le observaba fijamente.

— Como tú quieras. Al fin y al cabo es tu vida, ¿no? Pero sé que me escondes algo, hermanito, y un día de estos lo descubriré — replicó ella mientras le dedicaba una sonrisa traviesa.

— Ya veremos.

Eric le sacó la lengua, pero en el fondo le daba miedo pensar en el momento en que su hermana descubriera lo que pasaba entre Pau y él, por mucho que supiera que hacía tiempo que Blanca sospechaba de él y su orientación sexual. Ella le enseñó el dedo corazón a cambio, y el pelirrojo sólo pudo agradecer que estuvieran solos en casa porque su madre se ponía de los nervios cuando tenían aquellas pequeñas y estúpidas discusiones pueriles. A él le encantaban. Una de las cosas que más le habían asustado durante aquellos meses en los que su madre estaba saliendo en serio con Juan era pensar en que él mismo se iba haciendo mayor, que se alejaba irremediablemente de su familia al estar tomando él mismo su propio camino mientras ellas seguían sus decisiones. Discutirse con Blanca le recordaba que seguían siendo hermanos, y que en ellos había una parte infantil que no desaparecería nunca mientras pudieran compartir un desayuno y confidencias a media voz que se quedaban en la garganta del pelirrojo.

El tema se desvió mientras acababan de desayunar. Se notaba que Blanca deseaba sonsacarle información, pues se ofreció a llevarse los platos de su hermano y lavarlos mientras se ponía a cantar distraídamente. El sonido del agua ahogaba su voz, así que no entendía qué estaba cantando. Él se dedicó a pasar una bayeta por la mesa para limpiar los restos de pan que habían quedado en ella.

Oblivious, I was young and horny (1) — canturreaba ella tras cerrar el grifo, lanzándole una mirada de soslayo que Eric no pudo descifrar, justo antes de irse y encerrarse en su habitación para acabar de arreglarse.

Allí se quedó él, mirando la puerta cerrada. Siempre le hacía lo mismo. Mientras cantaba o hablaba, le soltaba una frase que pretendía ser inocente, pero en la que Eric, conocedor de su propia situación, veía un doble sentido. Quizás era un paranoico, pero tenía la sensación de que aquello iba por él. Si la frase hubiera estado en presente describiría perfectamente su situación actual. La única excusa que tenía para estar con Pau cuando en realidad estaba enamorado hasta las trancas de Álex era que se decía a sí mismo que era demasiado joven como para no aprovechar la oportunidad, y sabía que era un inconsciente por desdeñar de esa forma sus propios sentimientos. También, obviamente, que el moreno le atraía, y mucho. Admiraba tanto como temía la capacidad de su hermana de calarle al instante.

O a lo mejor sólo estaba cantando una de sus canciones favoritas y él se estaba montando una historia en su cabeza que no tenía nada que ver con la realidad, a saber.

Como ya estaba listo, se fue directamente a la Escuela. Pau le había dejado caer un par de veces que podía ir a recogerle en coche y llevarle de vuelta siempre que quisiera, que sólo tenía que llamarle y le iría a buscar, pero él había rechazado sus propuestas. Era cierto que hacer tanto transbordo con el metro y el tren le cansaba un poco, pero era una persona que acostumbraba a estar sola y necesitaba algo de tiempo al día para sí mismo, aunque fuera para leer durante media hora en el metro. Y a pesar de todo, como era habitual, seguía llegando el primero al aula.

Aunque tampoco tuvo que esperar mucho. Al cabo de pocos minutos vio que sus dos amigos se acercaban por el pasillo, charlando y riendo. Seguía haciéndole gracia verles juntos, con lo alto que era Pau y lo bajito que era Carles, sobre todo al pensar que el segundo les sacaba unos años a los dos, por mucho que no lo pareciera tanto física como mentalmente.

— Buenos días, pringado — dijo Carles al entrar por la puerta, luciendo orgulloso una camiseta de un tono amarillo cegador con una "I", un corazón y a saber qué escrito en japonés. No sabía qué se suponía que decía que amaba, pero tampoco estaba muy seguro de querer descubrirlo.

— Buenos días — contestó él, devolviéndole a Pau la sonrisa dulce que le dedicaba, aunque el saludo fuera para los dos.

El moreno se apresuró a acercarse a él, y, nada más sentarse a su lado, le estampó tal beso en los morros que le dejó sin respiración durante una fracción de segundo. Había cogido aquella manía desde el primer día, y ya no había forma de quitársela. Aunque claro, tampoco es que tuviera ganas de hacerlo.

— Hola — saludó el moreno contra sus labios, antes de regalarle un segundo beso que le subió los colores y le acaloró a partes iguales.

— Frenad un poco, parejita, que al final me voy a poner celoso. ¿Dónde están mis besos? — se quejó Carles, poniendo morritos mientras se reía.

Pau le respondió tapándole la boca con una mano, apartándole, tras rodear los hombros de Eric con el brazo para tenerle cerca.

— No hay besos para ti. Además, no somos una parejita.

— Dejad de actuar como una y empezaré a creérmelo — replicó Carles, aunque de buen humor.

Sabía que su amigo, en el fondo, tenía razón. No estaban saliendo juntos, pero se besaban cada dos por tres, además de que siempre caía algún que otro beso para despedirse y saludarse. Y ellos, que hasta entonces habían tenido poco contacto físico a menos que Pau se le acercara en uno de sus famosos y estériles intentos de seducción, ahora siempre iban por la calle medio abrazados o con las manos entrelazadas, ignorando las pocas miradas de desaprobación que recibían. Sabía que estaban actuando como si fueran novios y que aquello no era en lo que habían quedado, pero a la vez era tan natural hacer aquellas cosas con Pau que ni siquiera se planteaba si estaba bien o mal. Y eso que sabía que el objetivo que motivaba al moreno a hacer todo aquello era llevárselo a la cama. Se sentía cómodo de aquella forma, y pensaba aprovecharlo.

— ¿Os tenéis que estar peleando siempre? Al final va a ser verdad que estás celoso, Carles — añadió Eric, intentando picarle.

— Eric, cariño mío, me has pillado. Deja al desgraciado este y huye conmigo a un lugar en el que nunca pueda encontrarnos — contestó en tono dramático el castaño, agarrando la mano del pelirrojo, como si quisiera llevárselo. Él se empezó a descojonar.

— Suerte que sólo te iban las tías — soltó Pau, acercando aún más a Eric, tratando de alejarle de Carles.

— Y así es. Lo que me pone celoso es no tener a nadie con quien hacer lo que hacéis vosotros.

A Eric le daba pena verle así. Carles era una persona que tenía mucho amor para dar, y siempre se estaba quejando de que no tenía novia, por mucho, que, a la vez, argumentara que con su querida waifu le sobraba. Y ahora encima tenía que aguantar a sus dos amigos metiéndose mano delante de él todo el día. Si por él fuera, serían bastante más discretos y dejarían lo de hacer manitas para cuando estuvieran a solas, pero cualquiera le ponía una restricción más a Pau, que estaba aguantando estoicamente todo lo que Eric le había pedido.

— He estado pensando en eso, — empezó a decir Pau — y creo que hoy podríamos ir a algún sitio a ver si encontramos a una chica que te pueda interesar por la tarde. Y si eso luego vamos a buscar a Eric al trabajo y nos vamos a cenar los tres juntos, ¿os parece bien?

— No importa el lugar, mientras vaya contigo mis posibilidades son cero.

— Y yo no puedo quedar hoy. Tengo cosas que hacer después del trabajo — añadió el pelirrojo, palmeando suavemente la mano de Pau para que no se lo tomara mal.

— Ya te está poniendo los cuernos.

— ¿Qué cuernos? Si es él el que te está proponiendo ir por ahí a ligar — suspiró, antes de tomar aire para seguir —. Lo que quiero hacer es ir a ver a Anna, hace mucho que no viene a trabajar y me tiene preocupado.

— ¿Y si vamos todos a verla? A lo mejor se anima, sea lo que sea que le pase.

— No sé cómo estará, y yo soy al que le tiene más confianza. Lo más probable es que ni siquiera a mí me quiera decir mucho, a saber cómo se toma que aparezcamos los tres en la puerta de su casa.

— Te preocupas demasiado, seguro que no es nada — murmuró Pau mientras hundía el rostro en el cabello pelirrojo, dándole un beso en la coronilla.

Eric se apartó al momento, incluso deshaciendo el abrazo. Él se tomaba muy en serio lo de Anna después del encontronazo que había tenido con Marc y la actitud que había estado mostrando la chica durante aquellos días, le molestaba que al moreno le interesara tan poco sólo porque quería salir de juerga con ellos e irse a cazar chicas con Carles. Seguro que el muy capullo le había hecho algo a la rubia, cada día lo tenía más claro.

— No, le pasa algo, y tengo que ir a ayudarla. Salid vosotros si queréis.

— ¿Y si hacemos una cosa? Nosotros salimos y tú te vas con ella. Si al final no vas o resulta que está bien, nos dices algo. Si seguimos por ahí, quedamos para cenar, ¿vale?

— Ya te he dicho que paso, contigo no se puede ligar.

— No aceptaré un no por respuesta.

— ¿Pero el de Eric sí? — refunfuñó Carles.

— A él me interesa tenerle contento — admitió tan tranquilo —. Además, tiene razón. Anna puede estar mal, y es el único que puede ir a animarla.

Eric le dedicó una sonrisa suave antes de apoyar la cabeza de nuevo sobre su pecho, permitiendo que le abrazara y le diera un beso en la sien. Había momentos como aquel en los que no sabía si era Pau el que le manipulaba a él para conseguir lo que quería, o si era él quien hacía lo que le daba la gana y obligaba al moreno a rendirse. Pero le daba igual, sinceramente. Cada uno conseguía algo del otro, y funcionaban bien de aquella forma.

Tuvieron que separarse cuando la gente empezó a entrar, y casi no se tocaron durante las clases, aunque alguna caricia se les escapaba a ambos por debajo del pupitre. Las aulas estaban cada vez más vacías, se empezaba a respirar el ambiente del verano en el aire.

Parecía increíble, pero apenas les quedaban dos meses para acabar el curso intensivo. De los tres, el único que por el momento había conseguido trabajar como doblador era Eric, pero no había tenido más ofertas de trabajo. Y, de hecho, le aterraba conseguir alguna más. Temía que le ofrecieran alguna, que viera a Álex y entonces, el frágil encanto sobre el que se sustentaba su relación con Pau, se desmoronaría y aquello estallaría en mil pedazos, irreparable. Estaba cómodo con su situación, pero se sentía terriblemente culpable porque el corazón que se aceleraba con cada beso del moreno seguía latiendo por un fantasma que no sabía ni que existía. No quería ver a Álex, porque en el momento en que lo hiciera flaquearía, y Pau ya no le parecería suficiente. Ya sabía que no lo era. Era un parche, un entretenimiento necesario para los dos que en un momento u otro acabaría. Una relación sin futuro, porque Pau jamás sería capaz de amarle, ni a él ni a nadie, y él siempre estaría pendiente de Álex, anhelándole mientras caminaba por la calle de la mano de Pau. Eran dos inconscientes jugando a quererse, sin pararse a pensar en el daño que podían hacerse. Les importaba una mierda mientras tuvieran veinte minutos al día para besarse y paliar aquella soledad que les carcomía a ambos y que no querían mostrar.

Sí que era difícil decir quién se aprovechaba más de quién, sí.

Se separaron después de las clases, con un beso furtivo entre Pau y Eric, y la promesa de que el segundo les contactaría en caso de poder quedar más tarde. Carles y Pau se dirigieron al aparcamiento privado mientras el pelirrojo iba corriendo al trabajo, deseando que le quedara suficiente tiempo para comer y mandarle algún mensaje a Anna.

Y pudo hacer lo primero, pero no lo segundo. Al final decidió que era mejor no decir nada, o ella intentaría escaquearse o convencerle de que no fuera. Y con lo influenciable que era él... sólo había que ver que, con un par de frases de Carles y Anna había acabado cayendo en los brazos de Pau sin pensárselo dos veces. Igualmente, no iba a dejarlo pasar. Hablaría con ella.

— Eric — le llamó una voz leve mientras iba del vestuario al restaurante, planeando entrar antes de tiempo. Una voz que provenía de detrás de la puerta del vestuario de las chicas, una voz que conocía de sobras.

— ¡Anna! Por fin has venido, me tenías preocupado. ¿Estás bien?

— Necesito tu ayuda — se limitó a decir ella.

Allí había algo raro. Su voz era demasiado baja, parecía deprimida. No le miraba a la cara, y la mitad del rostro de su amiga estaba oculto detrás de la puerta.

— Claro, ¿qué pasa?

Le indicó con la mano que entrara, y él, azorado, lo hizo, aunque no sin antes mirar a ambos lados para que nadie le viera colándose en un lugar en el que no debería estar. Y allí descubrió el horror. En la mejilla izquierda de Anna se veía una enorme magulladura ya amarillenta, que le cruzaba el rostro desde la sien hasta la barbilla. No quería imaginarse cómo debía haber sido aquello cuando estaba de color púrpura. Ya entendía por qué no había ido a trabajar durante tantos días. Ni la gruesa capa de maquillaje que la chica llevaba cubría aquello.

— ¿Se ve mucho? — preguntó Anna con los ojos enrojecidos.

A Eric le costó recuperar el habla.

— Ha sido ese cabrón, ¿verdad? — masculló. Le hervía la sangre de ira.

Ella simplemente asintió con la cabeza, evitando su mirada. El pelirrojo, por su parte, la tomó de la barbilla, obligándola a mirarle para poder observar de nuevo el moretón mientras trataba de calmarse y, a la vez, pensar en alguna forma de ocultar aquello para que pudiera trabajar en paz.

— ¿Cuándo?

— El día después de que te pelearas con él. Vino a hablar conmigo y cuando le dije que quería cortar me contestó que quién era yo para quitarle algo que era su propiedad. Intenté echarle, y entonces se puso violento y... — temblaba como una hoja mientras hablaba, parecía a punto de echarse a llorar de nuevo — me empujó, y me di contra un mueble. No me abrí la cara de milagro. Por suerte una de mis compañeras estaba ahí echando la siesta, se despertó y vino a ayudarme. Le echó del piso y amenazó con denunciarle si volvía a acercarse a mí. Después me llevó al hospital. No sé lo que hubiera pasado de no ser por ella...

Tras la última frase, rompió a llorar. Eric la abrazó y la acunó sobre su pecho mientras le llenaba el uniforme de lágrimas. Suerte que guardaba otro en su taquilla. Pero lo más importante era dejar que Anna se desahogara, que se sintiera querida y comprendida.

— ¿Sabes? No lo recuerdo porque era muy pequeño y mi padre nos abandonó cuando nació Blanca, pero él maltrataba día a día a mi madre — contó por primera vez en su vida, acariciándole la espalda —. A estas alturas todavía no lo ha superado, pero aun así ha rehecho su vida y es feliz. Lo que quiero decirte con esto es que tú, como mi madre, eres una mujer fuerte. Y puedes con esto y mucho más. Has hecho bien en darte cuenta tan pronto del tipo de persona que era, así puedes buscar a alguien que te haga feliz de verdad.

— No hagas que me enamore otra vez de ti, idiota — contestó ella, dándole un golpe suave en el pecho antes de moqueárselo con una nueva tanda de lloros ininterrumpidos.

— No era esa mi intención. Además, estoy ocupado por el momento — dijo él, dando con la clave para animarla.

— ¿Ocupado? ¿Con qué?

— Más bien deberías preguntar con quién — le dedicó una sonrisa dulce, limpiándole las lágrimas de la cara con la manga —. Estoy con Pau desde hace unos días.

Anna dejó de llorar al instante.

— ¿Sois novios?

— No, podrías decir que amigos con derecho a roce.

— O sea, follamigos.

— Tampoco porque le dije que no quería sexo con él — murmuró enrojeciendo al pronunciar la palabra clave del asunto.

Anna se echó a reír, y por fin la vio sonreír un poco. Aquello le alivió tremendamente, a pesar del daño que le hacía mirar la magulladura. Le tendría que haber partido la cara a Marc cuando tuvo la oportunidad.

— ¿Por qué siempre tienes que complicar tanto las cosas, cielo? — suspiró ella, dándole un beso en la mejilla —. Pero bueno, eso significa que las charlas que tuve con Pau y Carles fueron productivas, ¿no?

— Sí, gracias a ti todo vuelve a ser como antes, menos por lo nuestro.

— No me digas eso, que me muero de ganas de veros juntos. Tiene que ser tan sexy...

No le gustaba mostrar su relación con Pau como si fuera un trofeo o algo que debiera exhibirse, pero era lo que había conseguido que Anna se calmara al fin. Así que, tragándose sus redaños, sacó el móvil del bolsillo de los pantalones y marcó el número de Pau, pero sin llamarle todavía.

— Esta noche me han invitado a cenar con ellos. Les he dicho que no porque quería ir a verte a casa, pero ya que estás aquí creo que es mejor que vengas con nosotros. No sé si te apetecerá, pero tú me sacaste a cenar cuando lo necesitaba, es hora de que te devuelva el favor.

— Lo que hice yo fue un desastre, no sé...

— Me hacía falta, ¿vale? Así que tú vienes hoy.

— ¿Habrá magreo entre tú y Pau? — preguntó con voz traviesa, pellizcándole la nariz.

— Sabiendo cómo es seguro que sí.

— No hace falta que digas nada más, me apunto — dijo emocionada al fin.

Les quedaba poco tiempo antes de su turno, así que le hizo un desastre aún mayor en la cara cubriéndole como pudo aquello con maquillaje, algo que, por cierto, no había tocado en su vida. También llamó a Pau para confirmar que irían a cenar los dos al final, a lo que el moreno contestó con voz sensual diciendo que ya se moría de ganas de verle, haciendo que su corazón fuera al galope. Ay, si no fuera por Álex estaría metido en un lío aún mayor...

La jornada laboral se le pasó en un santiamén, y antes de lo esperado ya estaban los dos en una calle cercana, esperando a que sus amigos llegaran. Los dos estaban radiantes. Suponía que Carles estaba de buen humor porque había tenido suerte por la tarde y, de premio, Anna se unía a la reunión. Y Pau... Bueno, era imposible saber si el moreno estaba feliz porque había ligado o porque volvía a ver a Eric. Es mejor no saber según qué cosas, así que no pensaba preguntar.

— Habéis salido justo a la hora, pensaba que tendríamos que esperaros — comentó Pau mientras abrazaba estrechamente a Eric y se inclinaba ligeramente para ofrecerle un beso dulce y casto en los labios.

Al momento se oyó un gritito de emoción ahogado. Parecía que Anna no había perdido detalle del intercambio entre ellos.

— Ya sabes que Juan se porta bien con nosotros cuando quiere — bromeó contra sus labios, antes de imitar el gesto del moreno y darle un beso algo más prolongado. Era extraño, pero aquella tarde le había echado de menos, y había estado esperando que llegara aquel momento para estar un rato con él.

— Dios, es lo más sexy que he visto en mi vida. ¿Puedo haceros una foto? — Preguntó ella, que ya tenía el móvil en la mano y les miraba con ojitos de corderito degollado para convencerles.

Eric suspiró, sabiendo que no tenían escapatoria.

— Bueno, pero sin beso y ni se te ocurra pasársela a nadie, ¿eh?

— Lo del beso no me preocupa, ya conseguiré una. Pero esto será sólo mío, mi tesoro — masculló mientras les indicaba con la mano libre les indicaba que se juntaran más.

No les tomó una, sino varias fotos en la misma pose, abrazados. No le hacía mucha gracia, pero tampoco era nada grave. Simplemente parecían dos amigos muy cercanos, y al fin y al cabo así eran antes de empezar a estar juntos. Trató de no preocuparse demasiado por ello, y de disfrutar de estar con su reducido pero agradable grupo de amistades.

Se dirigieron hacia el restaurante cuando Anna se cansó de la sesión de fotos. Pau y Eric andaban con el brazo envolviendo la cintura del otro, intercambiando algún que otro arrumaco de vez en cuando bajo la atenta mirada de Anna, que no les quitaba el ojo de encima. Y Carles reclamaba la atención de la rubia preguntándole desde cuándo era una fujoshi, y explicando el significado de aquella palabra al ver que la chica no entendía lo que le decía.

Acabaron en una pizzería pequeña e íntima en pleno Born. Los cuatro se hartaron a comer, y, al ver el ansia con que Anna comía su pizza y los palitos de mozzarella que había pedido, Eric se apostaba el sueldo de un mes a que no había tocado un plato durante aquellos días infernales que debía haber vivido. Se alegraba de haberla convencido, tenía mucha mejor pinta, a pesar de que, tras horas trabajando y sudando, el maquillaje había ido desapareciendo y la magulladura volvía a ser visible. Pero ninguno de sus amigos dijo nada, y él se lo agradeció en silencio.

Así como Pau y Eric a veces se encerraban en su pequeña burbuja, Carles y Anna al final acabaron haciendo lo mismo. Su conversación se iba volviendo cada vez más íntima, y al final, cuando fueron a dar un paseo para bajar la cena antes de volver a casa, acabaron divididos en dos grupos: Carles y Anna iban delante, hablando de yaoi entre carcajadas, mientras el moreno y el pelirrojo se lo tomaban con calma, andando tranquilamente.

— ¿Qué le ha pasado a Anna en la cara? — murmuró suavemente Pau mientras deslizaba la mano y entrelazaba sus dedos con los de Eric.

— El muy capullo trató de darle una paliza cuando ella le dijo que quería dejarle.

— Si algún día nos lo encontramos por la calle me lo dices. No se irá de rositas, te lo prometo.

— ¿Desde cuándo tienes complejo de sicario? — trató de bromear Eric, aunque a él el asunto le ponía de tan mala leche como a Pau.

— Desde que hay capullos que se creen con derecho a pegarle a una chica por querer ser libre. Y me cabrea especialmente si esa chica es amiga tuya — contestó él, clavando su mirada profunda en los ojos marrones de Eric, que sintió ansias repentinas de estar a solas con él.

— Lo bueno es que quizás al final encontrará a un tío decente que le guste — al decirlo, señaló con la cabeza a Carles.

— ¿No crees que deberíamos dejarles solos? Hasta ella se ha olvidado de nosotros.

Eric asintió. Jamás le había dado por hacer de alcahueto, pero tanto él como Pau sobraban, y, de hecho, aprovecharían mejor el tiempo si se iban antes y tenían un rato para ellos. Así que les llamaron y les dijeron que se iban ya, que el moreno llevaría a Eric hasta su casa en coche y que ya se verían. Anna y Carles, por su parte, les dedicaron una sonrisa traviesa, y estuvieron riendo todo el rato, aconsejándoles buscarse una buena habitación de hotel hasta que Eric, fastidiado, les envió a tomar por saco y se llevó a Pau de allí. Pero lo hizo sonriendo, deseando que fuera lo que fuera que empezaba a crecer entre el castaño y la rubia acabara bien.

El viaje en coche fue relajante. Estuvieron hablando sobre la cena, sobre la relación de Carles y Anna, sobre las clases de la mañana. Pau incluso le comentó cuatro cosas sobre aquella tarde, pero Eric no se mostró excesivamente interesado. A él no le daba por decirle a Pau lo mucho que quería a Álex, y esperaba que él tuviera la suficiente inteligencia para darse cuenta de que no quería saber nada de las chicas que pasaban por su cama. Una cosa era reconocerlo al definir su relación, y otra muy distinta hablar de ello mientras estaban juntos.

— Ya hemos llegado, nos vemos mañana — comentó Pau al aparcar el coche a un par de calles del piso donde vivía el pelirrojo.

— Claro — contestó él.

Se acercaron a la vez para darse un beso de despedida, y al momento Eric notó que aquello no era suficiente, que quería más. Era él quien frenaba siempre a Pau, pero también quien tenía la llave para abrir la siguiente puerta. Si él no actuaba, se quedarían estancados ahí, con cuatro carantoñas y algunos besos suaves. Recordó sus ojos, relucientes de deseo y determinación mientras hablaban, y se rindió a la evidencia. Mientras se besaban, se atrevió a entreabrir los labios lo suficiente como para que la punta de su lengua llegara a los contrarios y pudiera darle un lametón suave al inferior. No hizo falta nada más.

Ante esa señal, Pau le echó los brazos al cuello para atraerle hacia él mientras el pelirrojo se agarraba a la cintura contraria, intentando no clavarse el cambio de marchas en ninguna parte del cuerpo. La lengua de Pau se internó en su boca, y su cerebro se desconectó. Al cabo de un rato, ya no sabía de quién era cada lengua, cada caricia, cada ronroneo, cada suspiro ahogado. Sus bocas se habían fundido en una, su saliva se había mezclado mientras sus lenguas se acariciaban, bailaban la una con la otra en un dulce y suave contoneo que parecía no tener fin. Se le escaparon las horas, voló el tiempo y el mundo, por un instante, fue sólo de ellos. 

****************

1. De la canción Walls de All Time low. Todos los derechos van para ellos, obviamente :)


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