Inmarescible

By sombreriiita17

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Historia de Inevitable narrada desde el punto de vista de Rach. (NO es la segunda parte) Rach siempre había s... More

Prólogo
Capítulo 2 - Malas suposiciones
Capítulo 3 - Extraña comodidad
Capítulo 4 - Confusión
Capítulo 5 - Confirmamos sospechas
Capítulo 6 - Apuesta con trampa
Capítulo 7 - Se acabó
Capítulo 8 - Solo es confusión
Capítulo 9 - El maldito puño
Capítulo 10 - La ducha fría
Capítulo 11 - Cambios
Capítulo 12 - Lluvia de zapatos
Capítulo 13 - Lo que nunca le diré
Capítulo 14 - Problemas
Capítulo 15 - Diez motivos
Capítulo 16 - Desconfianza

Capítulo 1 - La nueva inquilina

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By sombreriiita17

—Pss, Rach —susurró alguien a mi oído. Me retorcí un poco, dándome la vuelta como pude en el escaso espacio que tenía el sofá—. ¡Rachel!

Abrí los ojos de golpe y agité mi brazo al aire, arrasando con lo que encontró en su camino que, en este caso, resultó ser la cara de Zack.

—¡Ay, bruta! —se quejó llevándose la mano a la zona golpeada.

—¿Cómo se te ocurre despertarme así?

—Porque no había manera de que despertaras —masajeó su mejilla, mirándome con algo de rencor—. Espabílate. Dentro de un rato viene Ellie.

—¿Quién?

—Ellie, la nueva inquilina.

—Ah —crují mi espalda, que estaba algo entumecida por dormir en el sofá—. ¿Por qué me despiertas por eso?

—Porque no creo que dé muy buena impresión que lo primero que vea al entrar sea a ti durmiendo en el salón.

—¿Y por qué querría causarle buena impresión?

—Para que seáis amigas para siempre, vayáis de compras y os contéis secretitos, yo qué sé. Lo que hagáis las chicas.

—Claro, y de paso vemos series por las noches comiendo aceitunas —ironicé—. Sé realista.

Zack rodó los ojos. Sabía que dialogar conmigo a veces era misión imposible. Nada más levantarme del sofá se puso a recolocar los cojines en su posición correcta. Miró su trabajo con el ceño fruncido y, al no estar conforme, volvió a repetirlo tres veces más.

Yo, por mi parte, fui a prepararme el desayuno, concretamente unos deliciosísimos cereales con leche. Pensé en ponerme con mi teléfono, pero el espectáculo que estaba dando Zack corriendo histérico de un lado para otro no tenía precio.

—¿Puedes relajarte? Viene una nueva compañera, no un inspector de sanidad.

Segunda vez en lo que llevo despierta que Zack me fulmina con la mirada.

—Quiero que Alice y tú os comportéis... —levantó el dedo en mi dirección.

—¿Cuándo no lo hacemos?

—... y que seáis simpáticas.

—¿Cuándo no lo somos? —Zack me sostuvo la mirada, por lo que tuve que corregir mi frase—. ¿Cuándo no lo soy?

Antes de que pudiera contestar, Ally salió de la habitación, por lo que se convirtió en la nueva víctima de la histeria de Zack sobre que todo estuviera perfecto. Como no me interesaba escuchar lo mismo dos veces, comencé a recoger mis cosas del desayuno. Al dejar mi cuenco vacío de cereales en el fregadero, se me ocurrió una idea. Saqué el teléfono y busqué la receta de galletas más sencilla de hacer que hubiera en Internet.

¿Zack no quería buena impresión? Qué mejor que unas galletas recién hechas.

Comencé a buscar todos los ingredientes necesarios por la cocina.

—¿Qué haces? —preguntó Ally sentándose en la isla de la cocina y sirviéndose un café.

—Galletas para... —¿cómo ha dicho Zack que se llamaba?

—¿Ellie? —adivinó Ally.

—Eso.

—Lo veo muy buena táctica para que salga huyendo y no vuelva más. Te apoyo.

—¿Qué dices?

—Rach, a ver cómo te lo digo sin ofender... —golpeó rápidamente la encimera con dos dedos—. Cuando repartieron la habilidad para saber cocinar, tú llegaste tarde y te quedaste sin nada.

No me molesté siquiera en contestarle, no me iba a hacer cambiar de idea.

Verifiqué que había sacado todos los ingredientes que marcaba la página.

—¿Pasa algo si no llevan levadura? —le pregunté a Ally, viendo que no la había encontrado por ninguna parte—. ¿Ni vainilla?

—Empezamos bien.

Pues al final fue más fácil de lo que yo había pensado. En menos tiempo del que me esperaba ya tenía las galletas dentro del horno durante los siguientes quince minutos. Y la masa se parecía bastante a la de las fotos, sabía yo que ni la levadura ni la vainilla eran importantes. Limpié la poca harina que había en mis manos con el trapo de cocina, bastante satisfecha de mi trabajo.

—Vale, creo que está todo listo —entró Zack.

—¿Seguro que todo, todo? —preguntó Ally.

—¿Qué quieres decir? ¿Qué falta?

—¿Te has metido en la habitación de Rach?

—¿Qué pasa con la habitación de...? —giró su cabeza hacia mí de manera tan brusca que no sé cómo no se hizo daño en el cuello—. Dime que no sigue ningún chico durmiendo desnudo en tu cama.

—No sé si está desnudo —me defendí.

—¡Rachel! Échalo. Ya.

Miré directamente a Ally, suplicándole con la mirada que me hiciera el favor.

—No.

—Pero...

—No. Non. Nei. Ne. Nie. ¿Te lo digo en algún idioma más o te ha quedado claro?

—Me da igual quién lo haga, pero lo quiero fuera de mi casa ya —zanjó Zack.

Justo en ese momento llamaron al timbre y Zack palideció.

—¡Os voy a matar a las dos! Sacadlo de la oreja si hace falta, pero hacedlo ahora.

—Ally, por favor —supliqué.

—Que no, Rach, tienes que enfrentarte a tus problemas.

Mientras, vi a Zack acercarse al telefonillo.

—Te juro que no te lo vuelvo a pedir nunca más —la miré desesperada.

—Eso me has dicho las tres veces anteriores.

—Joder, Ally.

—Sshh, ¿os podéis callar que estoy intentando hablar? —interrumpió Zack.

—Por favor, por favor, por favor —retomé mis súplicas a mi amiga.

Ally rodó los ojos. Podía ser muy insistente cuando me lo proponía.

—Sois unas pesadas —se quejó Zack, acercándose—. Ya le he abierto.

Resoplé sonoramente mientras trataba de recordar el nombre del chico que conocí ayer.

—¡Buenos días!

En cuanto apareció por la cocina, quise llorar de alegría. Sobre todo, cuando lo vi vestido. No sería la primera vez que alguno se pasea por la casa llevando únicamente la ropa interior. Genial. Una cosa menos. Ally y Zack se apartaron al salón dejándome sola con el chico.

—Mhm... qué bien huele —dijo acercándose a mí.

Puse mi mano en su pecho para impedir que se siguiera acercando.

—Mira, me lo pasé muy bien anoche y eres un chico encantador, pero te tienes que ir —fui directa al grano.

—¿Qué?

—Que te pires —se escuchó a Ally desde el sofá.

Barrió con la mirada a cada uno de nosotros, que no apartábamos la vista de él, hasta detenerse finalmente en mí. Como no sabía muy bien si había captado el mensaje, decidí caminar hacia la puerta para abrírsela. Él, algo confuso, me siguió.

—Bueno —comencé, incómoda—, ha sido un placer conocerte.

—¿Me das tu número, al menos?

—Prefiero que no.

Hinchó su pecho, tratando de fingir que no le afectaba el rechazo que estaba recibiendo.

—Eres una puta.

Dicho esto, desapareció y yo pude cerrar la puerta. No ha sido tan difícil como me esperaba.

—Si es igual de original follando que insultando, entiendo que no quieras volver a quedar con él —rio Ally en cuanto me puse a su lado.

Zack, ajeno completamente a nuestra conversación, no podía apartar la mirada del reloj que estaba en la estantería.

—Está tardando mucho en subir, ¿no? —preguntó sin despegar los ojos de la hora.

—Te recuerdo que el ascensor no funciona y tiene que subir las escaleras con una maleta.

Abrió exageradamente los ojos antes de salir disparado por la puerta. Mientras tanto, yo me dirigí a la cocina para revisar cómo iban mis galletas. Según mis cálculos las tengo que sacar en tres minutos. No abrí el horno, pero a simple vista parece que van bien. Ally va a tener que darme una disculpa cuando las pruebe y vea que están riquísimas.

—Rach, ¿cuánto tiempo crees que tardará Zack en tirarle los tejos a la nueva? —se acercó a la cocina.

—Seguramente lo esté haciendo en estos momentos.

—Solo espero que ella tenga algo de buen gusto y no le haga caso.

Arrugué el ceño, apoyándome sobre la isla de la cocina justo frente a ella.

—Zack no es feo.

—¿Y por qué no te enrollaste con él cuando te lo insinuó?

El timbre impidió que pudiera responder a esa pregunta. Ally cerró los ojos, respirando hondo y armándose de paciencia antes de levantarse a abrir la puerta. Odiaba cuando Zack se olvidaba las llaves. Se viene grito en tres... dos...

—¡¿Cuántas veces te tengo que decir que te lleves las putas llaves, Zacharias?! —ahí estaba.

Reprimí una risa, recordando lo pesado que estaba Zack antes con causar buena impresión, pero la borré inmediatamente en cuanto la Ally cabreada se dio la vuelta. Detrás de ella entró Zack acompañado de una chica que llevaba una maleta casi más grande que ella.

Recorrió la casa con la mirada mientras jugaba inconscientemente con sus dedos debido al nerviosismo.

Me dio mucha ternura.

—Ellie, te presento a Alice y Rach. De ahora en adelante tu peor pesadilla —presentó Zack.

Nos sonrió tímidamente y yo, al contrario que Ally, le devolví la sonrisa. Tenía el pelo castaño, con ligeras ondas que le llegaba a la altura de los hombros y los ojos de un color muy parecido al de su pelo. Incluso tenía algunas pecas repartidas entre la nariz y las mejillas. Era bastante mona.

*Piiiiii-piiiiii*

Abrí ampliamente los ojos al escuchar ese pitido.

—¡Mierda! —corrí hacia el horno y, al abrirlo, una nube de humo gris inundó la cocina haciéndome toser—. Joder.

Saqué la bandeja donde se suponía que debían de estar mis riquísimas galletas de chocolate, aunque parecía que estaban completamente calcinadas.

—Joder, quería hacer galletas para darle la bienvenida a Ellie, pero me he distraído y... —con el guante del horno, agarré una galleta y la golpeé contra la bandeja—. Parece que se han pasado un poco.

—Una distracción no convierte las galletas en carbón. El problema es que no tienes ni puta idea de cocinar —atacó Ally. Es su gran forma de decirme "te lo dije".

No lo entendía. ¡Si había seguido todos los pasos al pie de la letra! Esa receta estaba defectuosa. Aunque, pensándolo mejor, el problema ha sido que no llevaban vainilla, seguro.

—Perdona, pero Rach hace los mejores cereales con leche que he probado en el universo —me defendió Zack contra todo pronóstico.

—Gracias Zack, al menos alguien sí sabe apreciar lo que hago.

—Y como mejor amiga tuya que soy te digo la verdad, aunque duela.

Tuve que hacer un esfuerzo para no sacarle el dedo del medio, aunque tampoco se habría enterado porque no despegaba la vista de la pantalla del móvil.

—Bueno, ¿quieres que te enseñe la habitación? —le preguntó Zack a Ellie.

—¿Tú no tenías clase a las doce? —pregunté, sirviéndome agua en un vaso—. Si quieres vete y me encargo yo.

No sé por qué acababa de ofrecerme si yo también tenía clase a la misma hora que Zack, pero ya no podía retirarlo.

—Solo es una presentación, no te preocupes.

Dicho esto, ambos desaparecieron por el pasillo.

—Es muy guapa, ¿no? —le pregunté a Ally una vez estuvimos solas.

Ella levantó la mirada, alzando una ceja.

—¿Tienes miedo de que te robe los ligues o qué?

—¿Qué? Claro que no.

Está claro que no me creyó, aunque lo decía totalmente en serio.

Zack no tardó en volver a la cocina, mirando su teléfono con cara de apuro.

—Rach, amiga mía del alma —se acercó sonriendo—. ¿Te he dicho alguna vez lo mucho que te quiero? No, ¿lo muchísimo que te quiero?

—No voy a acercarte en coche a clase —zanjé.

—Por favor —suplicó desesperado.

—¿No decías que solo era una presentación?

—Un colega me acaba de decir que el profesor se ha puesto a dar clase.

—Pues vete ya, no vayas a perder el metro.

—¿Por qué nunca me llevas?

—Porque tu universidad está literalmente en la otra punta de la ciudad.

—Siento decirte que es al revés, es la tuya la que está alejada del resto de facultades.

—En cualquier caso, la respuesta es la misma: no.

Finalmente, lo más inteligente que pudo hacer Zack fue dejar de insistir y tumbarse en el sillón decidiendo no ir. Decía que prefería estar ausente a llegar tarde.

Yo estaba terminando de organizar las cosas de hoy y, antes de que saliera por la puerta, una compañera envió un mensaje por el grupo de clase informando que la profesora se había puesto enferma y no habría clases suyas en un par de días. Así que me uní a Zack y Ally en su plan de estar sin hacer nada en el sofá.

No mucho más tarde apareció Ellie. Algo que jamás admitiré es que me asusté al escuchar pasos detrás de mí ya que no estaba acostumbrada a ser cuatro en la casa y no me esperaba que apareciera. Le saludamos y se sentó tímidamente al lado de Ally, quien puso una de sus agradables caras al ver que tenía compañía en el sofá.

Por la forma en la que estaba sentada y sus ojos que no sabían muy bien dónde detenerse, podías saber lo nerviosa que estaba.

—¿Y tú qué estudias, Ellie? —rompí el hielo.

—Voy a empezar segundo de Enfermería.

Solo tenía un año menos que yo. Creí que nos llevábamos más porque parecía bastante más joven.

—Ya sabemos quién va a evitar que muramos este curso —me contuve para no rodar los ojos ante el comentario de Zack—. Aunque siempre puedes ser mi enfermera particular.

—No lleva aquí ni dos horas y vas a conseguir que salga huyendo —intervine—. Aprenderás a ignorar su existencia.

—¿Y por qué has cambiado de universidad? —preguntó Zack, ignorándome.

—Porque decidieron convertir la universidad que estaba más cerca de mi casa en un centro comercial, así que... tuve que buscar otro lugar.

No me desagrada del todo que su decisión final haya sido aquí.

—No voy a decir que no me alegra que eso pasara —habló Zack guiñándole un ojo.

Vale, ¿acababa de pensar como Zack? Me dio un escalofrío solo de pensarlo.

Diría que la conversación prosiguió con normalidad, aunque parecía más bien un interrogatorio de Zack hacia Ellie ya que solo faltaba que le preguntase el color de su ropa interior para saberlo todo.

Sentí una patada en mi espinilla, mirando al instante en dirección a Ally. Señaló con los ojos mi teléfono que estaba boca abajo en el brazo del sofá. Lo agarré y, al encenderlo, vi un par de mensajes suyos.

Ally: ¿Qué te parece la nueva?

Ally: ¿Le pondrá a Zack una orden de alejamiento?

Rach: Parece simpática.

Miré a Ally, quien me respondió levantando una ceja.

Ally: Odio la gente simpática.

Rach: Odias a todo el mundo.

Ally: También tienes razón.

Dylan no tardó en llegar con nuestra comida, cosa que agradecí inmensamente porque me estaba muriendo de hambre. Después de comer, mientras unos dormían la siesta —bueno, "dormían"—, yo tuve que ir a clase por muy pocas ganas que tuviese. Era la clase práctica y, palabras textuales de los profesores, a no ser que una bomba nuclear impacte contra la Tierra, os quiero aquí puntuales.

Aparqué el coche en el aparcamiento de la facultad y saludé a un par de compañeros en mi camino a la puerta principal.

—¿Cómo es posible que cada vez que te vea estés más guapa?

Me sobresalté al escuchar esa voz a mi espalda. Al girarme me encontré con la sonrisa reluciente de Brandon. Creo que no lo veía desde antes de verano. Lo abracé y él me devolvió el abrazo al instante.

—¿Soy yo o estás más fuerte? —pregunté cuando nos separamos, tocándole el brazo. Parecía bastante más ancho que la última vez que lo vi.

—Cariño, ¿cuántos años nos conocemos? Sabes de sobra que no necesitas ninguna excusa para tocarme.

—Veo que no has cambiado nada.

—¿Cambiar para qué? Si ya soy genial.

Rodé los ojos sin poder evitar reír.

—¿Has venido a acompañar a Lucas?

Lucas era su novio. Estudiaba en mi facultad, pero no íbamos juntos a la misma clase.

—Sí. Pero he decidido quedarme esperándote a ver si te veía.

—Todo un detalle.

No pudimos hablar mucho tiempo más porque mi clase estaba a punto de comenzar, así que, tras despedirnos con otro abrazo, caminé hacia el auditorio de la facultad. Esa tarde tenía la primera clase de práctica y, a los cinco minutos de comenzar, Peter y Lara —los dos profesores— estaban quejándose de que íbamos justos de tiempo para preparar la primera obra del curso.

No me lo tomé muy en serio ya que siempre se estresaban a pesar de que en el día de la función todo salía según lo planeado. Las horas se me pasaron bastante rápidas. Comenzamos haciendo ejercicios de respiración y de control de la voz antes de dar paso a las improvisaciones y divertirnos un poco. Por último, hicimos las audiciones para los distintos personajes de la obra y nos dirían las elecciones finales mañana.

Cuando terminó la clase, aunque era bastante tarde, me quedé un rato hablando con Andy y Caleb, dos compañeros, en la puerta de mi coche. Pero lo que yo estaba deseando verdaderamente era quedarme con Andy a solas. Como si lo hubiese invocado con la mente, el teléfono de Caleb sonó. Se disculpó y se despidió de nosotros antes de alejarse llevándose el móvil a la oreja.

Perfecto.

—¿Sabes? Creo que deberían elegirnos a ti y a mí como la pareja protagonista —dijo una vez estuvimos solos.

—¿Y por qué crees eso?

—Porque hacemos buena pareja.

Creo que era de las excusas más simples con las que un chico ha intentado ligar conmigo, pero como llevo queriendo estar con Andy desde el año pasado y, hasta hace unos meses él tenía novia, me dediqué a sonreírle. Incluso parpadeé rápidamente recolocándome el pelo detrás de la oreja.

Eso nunca falla

—¿Tienes planes ahora? —preguntó.

¿Veis?

—Depende de lo que me vayas a proponer.

Esto avanza bien.

—Pues, estaba pensando en si te apete... —un pitido procedente de su teléfono lo interrumpió.

Lo sacó del bolsillo trasero de sus pantalones, mirando la pantalla con el ceño fruncido. Tecleó un par de veces, resopló y volvió a teclear, esta vez más furioso. Finalmente, devolvió el móvil a su bolsillo.

—Me ha surgido algo —se disculpó—. Lo dejamos para otro día, ¿vale?

—Claro, no te preocupes.

Se marchó dando largas zancadas, por lo que yo me metí en mi coche. Encendí la radio y conduje hasta el piso. En mi interior estaba rezando con que hayan comprado algo de comida ya que tenía mucha hambre y muy pocas ganas de cocinar la cena. Por eso, cuando abrí la puerta del apartamento y un olor a pizza inundó mi nariz, mi sorpresa fue mayúscula.

Lancé las llaves en su cajita sin ningún tipo de cuidado, avanzando casi corriendo hasta el salón que es donde estaban todos repartidos entre los sofás. Y, lo más importante, tres pizzas en la mesita esperándome. Tenía demasiadas ganas de comer la de jamón y queso.

Con un saludo general, me senté en el primer hueco que vi dispuesta a agarrar un trozo de pizza, pero el manotazo que me dio Zack en la mano me lo impidió.

—¿Qué te pasa ahora? —pregunté, entre hambrienta y molesta.

—¿No se te olvida algo?

—¿A quién hay que pagarle?

—Vale, rectifico. ¿No se te olvida alguien?

Recorrí la sala con la mirada. Alice y Dylan estaban en un sofá completamente ajenos a nosotros dándose un beso y Zack estaba delante de mí impidiendo llenar mi estómago.

—¿Quién? —pregunté, perdida.

—¿Ellie? ¿Te suena?

—¿Y cómo voy a saber yo que falta ella?

—¿La ves aquí?

—Podría haber salido.

—Claro, en su primer día sin conocer a nadie.

Rodé los ojos. A veces Zack podía llegar a ser muy desesperante.

—Vale, ¿por qué no la has avisado?

La fachada seria de Zack comenzó a ser sustituida por una más nerviosa. Incluso desvió la mirada y soltó una risita tensa.

—Porque no quiero que piense que soy muy pesado con ella —ahí podía entenderlo—. ¿Vas tú?

Estuve a punto de negarme, pero como quería cenar ya, me levanté del sofá sin decir una palabra más. Llegué hasta la puerta de la habitación de Ellie y golpeé un par de veces.

—Pasa —se escuchó al otro lado.

Abrí un poco, asomando la cabeza por la pequeña ranura.

No pude evitar recorrer toda la habitación con la mirada. Es increíble lo que cambia cuando está decorada. Normalmente aquí es donde dormía cuando traía algún chico a casa y él se quedaba en mi cama, ya que todavía era incapaz de dormir con alguien. Ahora, con todas las cosas de Ellie parecía otro cuarto completamente distinto.

—¿Tienes hambre? Hemos pedido pizza.

—Me muero de hambre.

Saltó de la cama y, cuando pasó por mi lado, le abrí completamente la puerta dejándola salir. La seguí hasta el salón donde estaban todos esperando nuestra llegada para comenzar a comer. Por fin.

Comenzamos a devorar las pizzas como si llevásemos años sin probar bocado. De hecho, salvo un par de frases sueltas, ninguno hablaba por estar demasiado absorto en sus propios pensamientos.

Bueno, menos Zack. Él miraba de reojo a Ellie, seguramente pensando en qué cosa no le había preguntado aún y así poder entablar conversación con ella.

Quise alargar la mano para alcanzar el último trozo que quedaba de la pizza de jamón y queso, que la estaba reservando para el final, pero vi a Ellie con la misma intención de agarrarlo.

—¿Lo quieres tú? —ofrecí extendiéndole el plato.

—¿Seguro? —asentí—. Gracias.

Sonrío tímidamente mientras cogía el trozo.

Sentía la mirada de Ally clavándose en mí por haber sido testigo de algo que no había hecho con ella en nuestros años de amistad: ofrecer mi comida favorita. Aunque la ignoré y fingí que no me había dado cuenta.

Estábamos hablando tranquilamente hasta que Ellie recibió una llamada telefónica. Se disculpó y se adentró en el pasillo para poder hablar con tranquilidad.

—Rach, ¿has visto quién le ha llamado? —me preguntó Zack.

—Creo que eso es lo más controlador que te he oído decir desde que te conozco.

Sí lo había visto. Me había parecido leer el nombre de un tal Taylor.

—Zacharias, hazle un favor al mundo y supéralo ya —habló Ally.

Zack no volvió a insistir, pero lo conocía lo suficiente como para saber que no se iba a dar por vencido así de rápido.

No mucho más tarde Ellie regresó, sentándose nuevamente a mi lado con una sonrisita en la cara que no sé si era consciente que llevaba. Solo por eso podía imaginarme quién era Taylor.

—Parece que alguien está enamorada —canturreó Dylan.

—¿Quién es Taylor?

Mordí mi lengua en cuanto esas palabras salieron de mi boca. ¿Por qué mierda lo había preguntado?

—Mi pareja.

Lo sabía.

—¿Tienes pareja? Ya no tengo ninguna oportunidad contigo.

Desde aquí, Taylor, te agradezco por existir y ahorrarnos los dolores de cabeza que nos habría provocado Zack en sus intentos de ligar con Ellie. No te conozco, pero te aprecio.

—No te ofendas Zack, pero... no eres exactamente mi tipo.

Cubrí mi boca para no reír. Me gusta esta chica, es directa.

—Creo que es la forma más bonita en la que te han dado calabazas, chaval —se burló Ally ganándose una mirada de reproche de Dylan.

Por suerte, la conversación no se alargó mucho más y cada uno fue yéndose a sus respectivas habitaciones. Yo hice lo mismo, aunque solo para ponerme el pijama porque no tenía nada de sueño. Me esperaba una larga noche de tomarme la pastillita y esperar a que me hiciese efecto.

Barajé la idea de ver la serie que comencé hace poco, aunque la descarté inmediatamente. Había visto casi tres temporadas en menos de una semana debido al insomnio y, aunque me entretenía, necesitaba intentar dormir.

Salí de la habitación para caminar un poco por la casa y tratar de cansarme físicamente. Nada más pasar por delante de la puerta de Ally, supe que quien terminaría agotada esta noche sería ella. Me compadecí momentáneamente de Ellie por tener su habitación al lado. Esperaba que estuviese durmiendo y que su sueño fuese profundo.

Finalmente, me instalé en el sofá del salón. Aquí los gemidos se seguían oyendo, pero no a un volumen excesivo. Utilicé el teléfono sin mucho interés. No había casi nada interesante a estas horas de la noche.

Miré el bote de pastillas sobre la mesa. Antes de tomármela, estaba esperando a ver si me entraba sueño con el paso del tiempo, pero no hubo manera. Volqué una sobre mi mano, bebí un trago de agua y me la tomé.

Me quedé completamente inmóvil en cuanto escuché ruidos detrás de mí. Concretamente pasos. Fruncí los labios, sintiendo cómo me iba enfadando porque Zack y Ally sabían perfectamente que odiaba tener compañía por la noche. Sobre todo cuando no puedo dormir.

Cuando noté que los pasos se acercaban, estaba preparada para decirle a Zack las cosas poco agradables que se me estaban pasando por la cabeza. Mismas cosas que se disiparon en cuanto vi que quien se acercaba era Ellie.

Vale, con ella no podía enfadarme. No sabía que prefería estar sola a estas horas.

—Recuérdame que mañana me compre unos tapones para los oídos —bromeé en cuanto se sentó a mi lado.

—Creí que ya estarías acostumbrada —rio.

Me gustaba su risa.

—Creo que nunca te acostumbras. ¿A ti te han desvelado?

—Qué va, no podía dormir —frunció sutilmente los labios, como pensando si seguir hablando o no—. Además, no los oía.

—¿Cómo puedes no oírlo?

Sí que tenía el sueño profundo.

Sin embargo, ella ahuecó su pelo y se lo colocó todo sobre un hombro, descubriendo su oreja. Fruncí el ceño al ver un pequeño aparatito que le rodeaba la oreja y se introducía en su oído.

—¿Son audífonos?

—Sí.

—¿Qué te pasó?

—Nada, simplemente nací con pérdida auditiva severa.

Abrí la boca para responder, pero la cerré al instante, completamente sin palabras. Ellie me resultaba cada vez más interesante conforme iba descubriendo más cosas.

—En momentos como este es una gran ventaja —bromeé para disimular que me había quedado mirándola más de la cuenta.

—Sí, no me ha hecho falta aceptar la tentadora oferta de Zack.

Sacudí la cabeza. Este chico no pierde el tiempo.

—Y aún no has salido huyendo. Sorprendente.

El ambiente volvió a quedarse en silencio. Bueno, acompañado por el sonido ambiental que proporcionaban Dylan y Ally desde la lejanía. La mirada de Ellie se detuvo momentáneamente en el televisor apagado y se mordió el interior de su mejilla.

—Tiene que ser duro, ¿no? —pregunté para intentar que no se sintiera tan tensa—. El separarte de tu pareja. No me imagino a estos dos más de dos días sin verse.

—Hasta esta mañana yo tampoco lo imaginaba. ¿Tú tienes...?

—No, no, no. Eso no va conmigo.

Tampoco es que lo haya intentado, pero ahora mismo no puedo imaginarme atándome a alguien en ese aspecto. Bueno, ni ahora ni en un tiempo. Ver a Ally era suficientemente vomitivo y solo reforzaba mi opinión sobre que, a lo mejor, yo estaba hecha para estar sola. No tenía nada de malo.

Esta vez, todo volvió a quedarse en silencio. Un silencio de verdad. A Ellie se le iluminó sutilmente la mirada esperanzada de que el espectáculo hubiese terminado, pero yo conocía lo suficiente a mi amiga como para saber que dentro de los siguientes minutos volverían a empezar.

—No me lo puedo creer, no te van a dejar dormir— dijo en cuanto se volvieron a escuchar los gruñidos.

—No te preocupes, tengo problemas de sueño desde... —siempre— desde hace años.

El pelo comenzó a molestarme, así que opté por la vía fácil de recogerlo en un moño. De paso, miré el reloj de la estantería sorprendiéndome al ver que había pasado casi media hora desde que Ellie se había sentado a hablar conmigo. Si sentía que acababa de llegar.

—Deberías dormir. Supongo que estarás cansada del viaje.

Iba a rebatirme, pero se le escapó un bostezo dándome la razón.

—¿Ves?

—Oye, si me quieres echar del salón, dímelo.

¿Bromea? No le pedía que se quedase más tiempo porque se notaba que estaba cansada y, a lo mejor, podía resultar raro al no conocernos, pero aún seguía sorprendida por cómo había pasado el tiempo de rápido. Y también me sorprendía lo cómoda que me sentía con ella a pesar de que es la primera vez que tenemos una conversación a solas.

—Me has pillado —dije, llevándome una mano al corazón— Es broma, ha estado bien tener compañía durante el insomnio.

—¿Estás diciendo que tengo el honor de ser la primera?

Ally se entera de esto y, junto a lo que ha visto en la cena, es el dato que necesita para confirmar que he perdido completamente la cabeza.

—Si te digo que sí, ¿se te subirá mucho a la cabeza?

—Intentaré que no.

—¿Te cuento una cosa? —eso pareció llamar su atención—. Cuando decidimos alquilar la habitación libre mi mayor miedo era que viniera algún psicópata y me robara la ropa interior o algo así.

—¿Y qué te hace pensar que no soy una de esas?

—No pareces una asesina en serie que se dedica a guardar los dedos de sus víctimas como recuerdo. De todas formas, en la próxima colada estaré atenta.

Intentamos reírnos no muy fuerte porque lo último que me apetecía era despertar a Zack y que se uniese a esta pequeña conversación.

—¿Segura de que no quieres un poco más de compañía?

Curiosamente, sí quería más.

Creo que Ellie tiene un algo, no sé explicar el qué, que me transmitía tranquilidad sin conocerla. No sabría decir si por su voz, su forma de hablar o por la forma tan graciosa que tenía de intentar ocultar su nerviosísimo.

De hecho, la única persona con la que había sentido algo parecido a eso era mi madrina, aunque era lógico teniendo en cuenta que es mi familia.

—En cuanto la pastilla me haga efecto seré como la bella durmiente —rechacé la tentadora oferta.

—Bueno, pues esta psicópata se va a dormir.

—Me ha gustado hablar contigo.

—Y a mí. Buenas noches, Rach.

—Descansa, Ellie.

Esto es algo que nunca, jamás, voy a confesarle a Zack, pero retiro todo lo malo que alguna vez pensé sobre su idea de alquilar la habitación libre.

Tengo el presentimiento de que Ellie y yo podemos llegar a ser muy buenas amigas.

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