El fin de semana había llegado por fin y en el cielo, el sol brillaba en todo su esplendor, los niños se despiertan muy emocionados para prepararse para ir al parque. Jimin había estado esperando con ansias que llegue ese día, pues su amigo Namjoon había tenido exámenes y tuvo que dejarlo estudiar sin poder verlo.
- ¡Vamos vamos! Apúdate Namu - insistía Jimin poniéndose una camisa de botones. La mirada llena de diversión de Namjoon lo confundió.
- Mírate, tan tonto. Te has puesto mal la camisa - habló el mayor acercándose al niño que se ruborizó por su acción torpe y rió bajito moviendo sus manitas con inquietud cuando su mejor amigo le abrochaba correctamente la prenda.
- Gacias, hyung. ¿Ya estás listo? - preguntó Jimin con más calma, Namjoon se colocó su sombrero verde olivo y salieron juntos de casa tomados de la mano al parque más cercano.
Jimin caminaba junto al mayor que se encargaba de mirar a ambos lados de la calle para poder pasar cuando el semáforo cambiaba de color. El menor lo imitaba en cada acción que realizaba Namjoon, para él, era un niño increíble, su modelo a seguir.
Ambos niños continuaron su camino bajo el sol que les brindaba calor y el aire fresco que los golpeaba en el rostro. Jimin se detenía en cada lugar que le parecía atractivo, para tomar flores de diversos colores y tamaños para guardarlas en su bolsillo. Namjoon lo miraba con ternura y por fin luego de unos minutos, habían llegado.
Grandes árboles rodeaban el parque dándoles sombra y aire fresco, columpios de madera y toboganes en forma de caracol, hicieron que Jimin abriera los ojos con sorpresa. No había visto un parque tan bonito y grande como este.
- ¡El que llega último es un huevo podido! - grita Jimin a su mayor para echar a correr en dirección a los toboganes, Namjoon le siguió el paso y aunque él era más rápido, dejó ganar al menor que saltaba de emoción y alegría por haber llegado en primer lugar.
- ¡Hyung es un huevo podido! - canturreaba el niño con una gran sonrisa, Namjoon pensó que si realmente fue buena idea dejarlo ganar esta vez. Después de salir de sus pensamientos, subió por las pequeñas escaleras para lanzarse por el tobogán.
- ¡Me dan cosquillas! - dice Jimin con mucha inocencia y alegría, haciendo reír a su mayor.
Así se pasaron toda la mañana, jugando hasta el cansancio.
Se acostaron sobre el verde y brillante césped que adornaba el lugar, mirando las grandes nubes blancas con formas divertidas.
- Esa nube parece un dinosaurio, mira - comenta Namjoon señalando en dirección al cielo. Jimin entrecierra sus ojitos y por fin le puede hallar forma a la nube.
- Es cieto, mida, esa de allá padece ave - exclamó Jimin sorprendido y Namjoon asentía.
Se quedaron mirando al cielo por largos minutos para poder recargar energías y seguir jugando. Habían lugares a los que no habían ido, como aquella rueda giratoria que se notaba muy divertida para Jimin.
Se levantaron de su sitio y corrieron para alcanzar la rueda que daba vueltas sin parar a causa de un par de niños que se encontraban ya en el sitio. Esperaron que terminaran su turno para poder jugar también.
El mayor le daba vueltas con suavidad pero Jimin sentía su cabeza a punto de salir volando y empezó a gritar de la emoción y se aferraba a los tubos de metal color amarillo y verde para sostenerse con fuerza ante la mirada divertida de Namjoon. La velocidad por fin estaba bajando y cuando la rueda se detuvo, Jimin se bajó tambaleante y mareado, caminó con dificultad hasta llegar a Namjoon que reía sin parar.
- Hyung, esto fue... ¡Divetido! Quiedo hacerlo de nuevo - pidió entre risas Jimin. Namjoon golpeó con suavidad su frente y rió también.
- Tu cerebro se va a batir, Jimin - exclamó Namjoon y Jimin cambió su expresión de diversión a confusión.
- ¿En serio hyung?
- No tonto, vamos a hacerlo de nuevo. Esta vez subiré contigo.
- ¿Cómo podás hacerlo?
- Ya lo verás.
Ambos niños se pusieron en marcha y Jimin se sostuvo de los tubos de colores, esperó la señal de Namjoon para empezar a dar vueltas. El niño corría con ímpetu para hacer el juego aún más divertido. Cuando la rueda giraba con mucha velocidad, tomó impulso y se trepó también, Jimin se sorprendió mucho pero a su vez se alegró en sobremanera al ver a su mejor amigo disfrutar con él.
La rueda disminuyó de velocidad y ambos niños al bajar tan mareados cayeron entre risas sobre el césped, abrazados y llenos de felicidad.
- Contigo todo es más divertido - comentó Namjoon con sinceridad, Jimin lo miró y sonrió hasta hacer desaparecer sus ojitos y dió un besito en la mejilla a su mayor, revolviendo su estómago por las cosquillas que le causó.
- Siempe voy a estar contigo, hyung, gacias por hacerme muy fediz.
- ¿Tienes hambre? Vamos a comprar helado.
- ¡Que rico hyung! Yo también quiero helado.
Ambos niños se pusieron en marcha hacia la heladería, mientras Jimin tomaba flores en el camino, Namjoon lo miraba y pensaba que era él quien se sentía feliz de tenerlo.
Los días pasan y la estación cambiaba y las hojas amarillas, cafés y rojizas caían ya muertas sobre el suelo con ayuda del viento, apenas había dejado de llover y el olor a tierra mojada prevalecía en todo el ambiente. Namjoon miraba por la ventana y suelta un suspiro cansado pues no puede saltar sobre los charcos de lodo que se han formado, tiene varicela y no puede salir de su dormitorio.
Piensa que su vida es en extremo aburrida sin poder jugar, reír y saltar, sobretodo no tener a Jimin junto a él hace que su corazón le duela. Pero sabe que es por su bien, no puede permitir que su pequeño Jimin se contagie también, tan solo le queda esperar, tomar su medicamento y ser fuerte.
Jimin en el dormitorio de su madre juega con un pequeño barquito de papel, con la mirada triste y el aburrimiento presente, mientras su madre termina de peinar su cabello para empezar a trabajar.
- ¿Mamá po qué no puedo ver a Namjoon hyung? Debe estar muy tiste sin mí.
- Mi pequeño. El doctor dijo que tiene varicela y necesita descansar. No podrá jugar en un par de semanas. Debes tener paciencia.
- ¡Pedo extraño a hyung!
- Cariño, estoy segura que él también. Pero por tu bien, mejor quédate aquí jugando o puedes mirar la televisión más tarde. ¿Si? - habló su madre con dulzura para salir de la habitación.
Un puchero se formó en los pequeños y abultados labios del niño, no le convenció la idea de mirar televisión sin su hyung. Quería verlo. Quería estar con él y jugar bajo los árboles y saltar sobre los charcos de lodo.
Dejó a un lado su barquito de papel sobre la cama y asomó su pequeña cabecita por el umbral de la puerta, vio que no había rastros de su madre y caminó haciendo el menor ruido posible y de puntitas hasta escurrirse por la sala y luego llegar a la gran escalera.
Jimin decidido en ver a su hyung, subió escaleras arriba y llegó rápidamente a la puerta del dormitorio de su mejor amigo. Apegó su orejita para ver si podía escuchar algo pero no obtuvo respuesta alguna. Abrió despacio la puerta colocándose de puntitas para alcanzar la manija y solo se encontró con un bulto envuelto bajo las sábanas sobre la cama. El pequeño entró completamente y cerró la puerta haciendo un pequeño ruido que hizo levantar al mayor.
- ¿Qué haces aquí?
- Quedia ver a hyung. Me abudo mucho.
- Jimin, tu mamá va a matarte.
- Quiedo estar con hyung.
El pequeño caminó hacia las escaleras para subir por completo a la cama de Namjoon y notó que su amigo se cubría el rostro con la sábana. Movido por la curiosidad, comenzó a meter la cabecita dentro de los espacios que dejaba su hyung entre la tela hasta que se pudo escabullir dentro de la sábana.
- No me mires, estoy muy feo.
- Hyung, edes muy bonito.
- ¿Con todo y granos?
Jimin asintió con una preciosa sonrisa y dió un besito en la piel llena de erupciones que hicieron darle cosquillas a su hyung.
- Mamá dice que los besitos ayudan a cudar cuando se está enfermo.
- ¿En serio?
- Si te doy besitos en toda la cada, te vas a cudar ponto, pontito.
Namjoon miró a Jimin con un leve sonrojo en sus mejillas y lo abrazó con fuerza, cómo si no quisiera despegarse de su pequeño, se quedaron así durante toda la tarde hasta que se quedaron dormidos profundamente.
- ¡Jimin!
Llamaba la madre del pequeño abriendo las puertas de su closet y la del baño sin encontrar a su hijo. Fue a la sala y el televisor estaba apagado y sin rastros del pequeño. La mujer subió rápidamente al dormitorio del niño y los halló juntos y dormidos plácidamente con una tranquilidad dibujada en sus pequeños rostros. Su corazón se llenó de ternura y por un lado, menguó su preocupación.
- ¿No crees que son hermosos? - preguntó la señora Kim observando la escena y capturando con su cámara fotográfica el bello momento.
- Jimin va a contagiarse también.
- No te preocupes, míralos, tan inseparables. Hasta se van a enfermar juntos. Son tan divinos. No pueden estar el uno sin el otro.
Ambas mujeres los dejaron descansar y salieron de la habitación para preparar una sopa para merendar.
Y así transcurrió el otoño, los dos niños juntos sin poder separarse, dentro de aquella habitación, llenos de erupciones y sarpullido, tomados de la mano observando por la ventana mientras la lluvia se hacía más seguida los días siguientes, las hojas habían caído por completo de los grandes árboles cubriendo la tierra de follaje ocre, compartiendo hermosos momentos y curando sus dolencias con besitos.