En tiempos de merodeadores 2

By OniVogel

188 28 269

El verano está a punto de terminar y nuestros protagonistas no tardarán en darse cuenta de que el curso pasad... More

Capítulo 1. Consecuencias del ayer
Capítulo 2. El lugar más seguro del mundo
Capítulo 3 - Secuelas
Capítulo 5. De las adversidades surgen bondades
Capítulo 6. Razones para vivir
Capítulo 7. En medio minuto
Capítulo 8. Es curioso cómo el amor llega a casa a tiempo para el té
Capítulo 9. Verdades que duelen
Capítulo 10. Retorno
Capítulo 11. La clase de Duelo
Capítulo 12. No todos los días son iguales
Capítulo 13 - El amor adopta diferentes formas
Capítulo 14. Miedos adolescentes
Capítulo 15 - Alea iacta est
Capítulo 16. Amigos de la calle y enemigos en casa
Epílogo

Capítulo 4. Sorprendente

5 2 1
By OniVogel

Burrow tenía un sándwich de jamón y queso en las manos, pero no le había dado ningún bocado. No solo acababa de llegar y estaba esperando a Rossen, sino que no estaba concentrado en comer. Su mirada se encontraba en una mesa vacía, frente a él, pero su mente se hallaba lejos de allí, en Hogwarts.

—Buenos días —saludó por fin el inefable. No tenía muy buen aspecto, pero si el auror se percató, no dijo nada.

—Llegas un poco tarde, ¿no?

—Al contrario de lo que parece tu caso, tenía mucho trabajo que hacer.

El auror esbozó una sonrisa e hizo un amago de carcajada. Volvían con las pullas sobre el esfuerzo en el trabajo.

—Tienes razón. Hay un montón de papeles en mi mesa y yo estoy aquí, esperando a mi pseudoamigo para desayunar.

Era, de hecho, el único momento del día en el que se permitía un descanso. Sus pronunciadas ojeras eran la prueba de ello.

Rossen decidió cambiar de tema.

—¿Volvemos a los malos hábitos alimenticios? —Señaló con el dedo índice el mísero desayuno del auror.

A base de insistencia, Rossen había logrado que Burrow se alimentase mejor, pero parecía haber vuelto a las andadas.

—No tengo mucha hambre.

El inefable contuvo un suspiro.

—¿Qué te pasa?

—¿Sabes por qué me burlo de los malos?

—No, pero me hace dudar de tu inteligencia.

—Porque, además de ser divertido para mí, es humillante para ellos —continuó como si nada, obviando la respuesta de su interlocutor—. Que se burlen de ti, cuando no tienes suficiente amor propio, es de las peores cosas por las que puedes pasar. Considero que es la mejor forma de empezar con su castigo.

Rossen no dijo nada durante casi un minuto.

—Burrow, ¿a qué viene eso? ¿Qué es lo que te pasa?

—¿Qué me pasa? Un puñado de familias perdió a sus hijos en el ataque al Expreso de Hogwarts, ¿crees que voy a quedarme impasible? —respondió con una calma que no cuadraba con sus palabras—. Han secuestrado a la hermana pequeña de mi pupilo y me duele ver cada día lo destrozado que está. Y eso no es todo... ¿Conoces a Adler Wechsel?

—Sí, uno de los muchos hermanos de Barend.

—Ayer me llegó una carta de ese muchacho. Me pedía ayuda, me pedía que la encontrase antes de que sea demasiado tarde. Estoy en ello, lo intento, pero no tengo ninguna pista. Estoy en un callejón sin salida. No me importa que me presionen los periodistas, pero... pensar en la pobre Arabelle von Cusack e imaginármela sufriendo...

Burrow se pasó una mano por la cara, como si quisiera secarse un sudor que no tenía, y no vio la sorpresa en el rostro de Rossen, pues se recuperó rápidamente, pero sus labios se fruncieron con disgusto. Animar a la gente no era una de sus cualidades.

—Me arrepiento de menospreciarte —fue lo único que se le ocurrió decir después de unos segundos. Que él aceptara un error propio o se retractara de algo era tan inusual —por no decir que nunca había ocurrido, al menos en público— que Burrow orientó una mirada de asombro hacia él.

—¿Qué?

—¿Recuerdas que me dijiste que lo que me decías en nuestros almuerzos era solo un juego? Bien, pues... para mí también lo es. Cuando expongo que eres un vago que apenas trabaja no lo digo en serio. Solo te pico a la espera de que saltes... aunque nunca saltas. —La explicación no pareció ser suficiente o Burrow no sabía qué decir, porque se quedó mirándolo en silencio—. Me he informado sobre ti, Daniel, conozco tu historial.

Burrow alzó las cejas.

—Pensaba que eso era privado.

—No todo lo es... la gente habla bien de ti.

El auror hizo un amago de risa.

—Suena a las típicas palabras que se dicen en un momento particular, solo por contentar a la otra persona —contestó con una leve sonrisa—. Seguramente luego, cuando me veas mejor, negarás que has dicho eso.

—Por supuesto que lo haré —concedió sin variar su expresión—, pero, por mucho que las niegue, las palabras dichas, dichas están. Y podrás acceder a ellas en tu memoria cuando lo necesites.

Daniel hizo otro amago de carcajada.

—Tengo que decidir si eres un idiota o eres un amor —dijo con una sonrisa burlona.

Rossen lo miró con cara de circunstancias.

—Ni lo uno ni lo otro.

Burrow se rio suavemente entre dientes.

—Ya está. Creo que lo he decidido: eres ambas cosas.

Rossen suspiró.

—Vas a hacer que me arrepienta de lo que he dicho...

—Puedes darlo por hecho —contestó con la misma sonrisa de antes y se puso de pie, recogiendo su bandeja—. Bueno, comeré en mi despacho. Nos vemos, Rossen. No me eches mucho de menos, ¿vale?

—Daniel.

A Rossen no le costó sujetar al auror por el antebrazo cuando pasó a su lado con solo estirar el brazo. Cuando el moreno lo miró, volvió a hablar.

—Come. Descansa. Cuídate. No puedes salvar a nadie si no te tratas bien.

La única respuesta de Daniel fue sonreírle de tal manera que sus ojos se entrecerraron un poco. Después se marchó.

El inefable suspiró pesadamente, de repente se le había quitado el apetito. Se levantó y tiró su comida antes de llevar la bandeja al carrito. Abandonó la cafetería en dirección al Departamento de Misterios otra vez... con la sombra de una emoción que no recordaba haber sentido en mucho tiempo y que, curiosamente, había experimentado por última vez también por Daniel: culpabilidad.

***

No sabía por qué repetía aquella acción, pero era la quinta vez que leía esa carta. Respiró hondo y cerró los ojos justo antes de pasarse la mano por la cara, sintiendo la pesadez de sus párpados.

Estar sentado en su despacho no ayudaba a paliar su frustración, él prefería el trabajo de campo... Al final Rossen iba a tener razón. Al menos él no se creía muy listo, de lo contrario ya tendría alguna pista, ¿no?

Se apretó el puente de la nariz... y entonces le vino una idea que lo hizo ponerse en pie.

Salió de su despacho y se dirigió al del que había sido su mentor y al que seguía considerando como tal, como un modelo a seguir.

Sin embargo, antes de que pudiera tocar en la puerta, esta se abrió y el auror mayor dio un respingo del susto.

—Kilver —dijo a modo de saludo.

—Daniel, hola. Justo iba a tu despacho. Tu aprendiz estaba muy inquieto, así que lo mandé a casa. Espero que no te moleste.

—Parece que no me conozcas, Kilver —dijo el más joven con una sonrisilla burlona, de esas que se iban hacia un lado y que algunos odiaban verle en la cara—. Hiciste bien en mandarlo a casa, lo que me sorprende es que aceptara. Yo también intenté que se fuera con su familia y no quiso. Dijo que prefería mantenerse trabajando y distraerse.

—Bueno, a mí también me dijo que no... pero al final demostró que es cabezota, pero no tanto como su mentor, con quien tengo una laaarga experiencia.

Daniel se rio entre dientes.

—Entra. Por lo que veo, tú también querías decirme algo.

El auror más joven asintió y entró antes que su mentor. Aquel hombre no solo era el equivalente de lo que era él para Gilbert von Cusack, sino que se había convertido en un segundo padre para Daniel.

—Kilver, necesito una orden para interrogar a Dendron —le dijo sin sentarse. Normalmente tenía demasiada energía y lo incomodaba tener que pasar mucho tiempo sentado, y en esa ocasión estaba nervioso y no iba a poder quedarse en una silla.

—¿Cómo? Ya lo hicimos antes del juicio... ¿Quieres ir a Azkaban?

—Sí.

—Daniel, no creo que sea buena idea... en tu estado y con los dementores pululando por allí...

—No me va a pasar nada, Kilver. Tengo que ir, es lo único que puedo hacer ahora mismo para encontrar a la hermana de Gilbert.

El auror mayor pareció sopesar la idea.

—Está bien, pero iré contigo.

—Siempre encantado de trabajar contigo.

Kilver sonrió levemente.

—Pediré permiso al Wizengamot, no creo que tengan ningún problema.

—Gracias —dijo Daniel y, tras una breve despedida, se marchó.

🔮✨🔮✨🔮

Con el paso de las semanas, el castillo iba recuperando un poco del brillo y el ambiente que hacía que muchos de los alumnos lo sintieran como un segundo hogar, pero probablemente tardaría en volver a ser como siempre, pues la ausencia de los alumnos asesinados se notaba. La de Arabelle, por supuesto, también.

Adler había terminado por hacer caso a Michael y había ido a hablar con el profesor Flitwick para recuperar su puesto. Al menos aquello lo mantendría entretenido para no pensar cada segundo en Arabelle o la ansiedad se lo comería vivo. El problema de eso era que solía hacer muchos turnos con Arabelle y hablar mucho sobre sus responsabilidades como prefectos... y eso iba a jugar en su contra. Sin embargo, siguió adelante con la idea, porque si Michael no iba a tomar su puesto por lealtad a él, no podía dejárselo a nadie más.

El patio de la torre del reloj estaba casi desierto, con la excepción de los cuatro niños que se encontraban sentados en el suelo empedrado. Aquellas cuatro figuras le daban color al lugar, pues cada uno tenía una túnica de un color distinto.

—¿De qué querías que hablásemos, Maggie? Vaaa, dínosloooo.

Margaret suspiró, no hacía falta ser una lumbrera para darse cuenta de que parecía preocupada.

—Anoche soñé con el 1 de septiembre. Lo... que pasó en el tren.

El único que no hizo una mueca fue Angel, pero sí que mostró un gesto de inquietud.

—Puede que no me diese cuenta por culpa de los nervios o que me olvidase... pero ahora no sé si solo fue cosa de la pesadilla o pasó de verdad. Es sobre el mortífago que me agarró y me preguntó mi nombre y mi edad... ¿Dijo que tenía una amiga que quería conocerme o algo así?

Dalia y Eileen se miraron, ceñudas, y luego ambas dirigieron la vista a Margaret otra vez.

—No me acuerdo...

—Yo sí —dijo Eileen—. Sí que dijo algo así. Aunque no sé por qué diría algo así...

Dalia torció el gesto.

—A lo mejor no se refería a nadie concreto... Son personas muy malas y a lo mejor solo quería burlarse de ti o jugar contigo —dijo Dalia—. Quizá solo quería llevarte con él porque tu padre era squib y tu madre, muggle.

—No lo sé... —dijo Margaret, a lo que le siguió un ligero silencio hasta que Angel, con su característico tono serio, intervino.

—No lo creo. Si te preguntó por tu nombre y tu edad es porque te buscaba justo a ti y... la verdad es que, viendo lo que hicieron en el tren, no creo que te cuestionara porque sí.

—Sí... estoy de acuerdo con Angel —coincidió Eileen, lo que en otras circunstancias les habría alegrado el corazón a sus amigas. Casi no quedaba rastro de lo sucedido el año anterior con el ya no tan pequeño de Slytherin.

—Pues no sé qué mortífago podría tener una amiga que quiera algo de mí... La verdad es que sí suena a que me quería hacer daño...

—¿Se lo has contado ya a tu abuela? —preguntó Eileen.

Margaret negó con la cabeza.

—Aún no. No lo recordé hasta que tuve esa pesadilla y hoy no le he escrito ninguna carta... Además, quería hablar sobre eso con ustedes primero... y que me aconsejaran. Iré a escribirle ahora.

—¿Quieres que te acompañemos? —inquirió de nuevo la Ravenclaw.

—Vale —contestó Margaret, que ya se había puesto de pie.

Los demás la imitaron y juntos se encaminaron a la torre de Gryffindor, donde Margaret podría coger un trozo de pergamino, una pluma y un tintero.

🔮✨🔮✨🔮

El frescor que traía consigo el otoño comenzaba a sentirse en los terrenos de Hogwarts y, aun así, todavía se podía ver a algunos alumnos —quizá los más atrevidos— disfrutando de un baño en el Lago Negro.

Violet no era una de ellos, pero sí que se encontraba dando un paseo para deleitarse con la agradable temperatura que había dejado el final de la época estival. Ahora que era prefecta veía todo con ojos distintos.

El día que la señora Sprout le ofreció el puesto se puso muy nerviosa. Por un lado, estaba contenta porque le parecía un honor ostentar semejante cargo, pero, por otro, sentía que si aceptaba estaría traicionando a su mejor amiga. O dando por sentado que no volvería... y esa idea le partía el corazón.

Tuvo que pedirle a la jefa de su casa que le diera unos días para pensarlo y la profesora se los concedió.

Violet tardó dos días en atreverse a hablar con Adler sobre el tema, le parecía hundir el dedo en la llaga, pero era algo que no iba a esperar eternamente. Ni por él ni por ella.

—Cuéntame.

—Yo... verás, yo... no sé qué hacer. La profesora Sprout...

—Te ha propuesto que seas la nueva prefecta de Hufflepuff —completó Adler la frase al ver que la chica se trababa mucho al hablar.

Violet lo miró con sorpresa.

—¿Cómo lo sabes...?

Adler esbozó una sonrisa triste.

—Michael me contó que el profesor Flitwick le ofreció mi puesto. Es normal, es un cargo importante que no puede estar vacío... así que entiendo que la profesora Sprout habrá buscado a dos alumnos para...

El muchacho tragó saliva y no terminó la frase. Violet no fue capaz de hablar enseguida, curiosamente fue él quien retomó la conversación.

—Felicidades, Violet.

—Oh. No, yo no... no he aceptado aún.

Adler la miró con la cabeza ligeramente ladeada, confundido. Habría entendido a qué se refería si no hubiese añadido el «aún».

—¿Por qué?

—Bueno, yo... quería preguntarte primero.

—¿Preguntarme? Oh... ya. Acéptalo, Violet, te lo mereces.

La Hufflepuff se relajó de golpe y lo miró con genuina sorpresa.

—¿De verdad lo crees?

—Claro que sí. Ella... cuando... cuando vuelva se alegrará de que hayas tomado el relevo.

Violet sonrió un poco y se colocó un mechón de cabello tras la oreja.

—Gracias, Adler...

Así, alentada, por el Ravenclaw, fue como aceptó el puesto y se convirtió en la prefecta junto a Sidney.

Durante su paseo por los inmensos jardines, Violet oyó un grito infantil en dirección al lago. Era un grito de auxilio.

Corrió hacia allí de inmediato y no tardó mucho en llegar, pues estaba cerca. Lo que se encontró allí la dejó congelada.

Ese día solo había un niño en la masa de agua y los alrededores, y se estaba ahogando...

... no, no se estaba ahogando, lo estaban ahogando.

Se quedó en shock al ver a Connor McAllister forcejeando con el pequeño.

Con los ojos abiertos de par en par, Violet fue a correr hacia allí... pero entonces se dio cuenta de que el niño no estaba forcejeando con el Slytherin... sino que luchaba por mantenerse en la superficie mientras McAllister trataba de llevarlo hasta la orilla.

Violet, que había alzado su varita por inercia y sin darse cuenta, bajó el brazo lentamente, anonadada.

Pronto, el niño dejó de revolverse, lo que le facilitó el trabajo al alumno de séptimo.

Cuando llegaron hasta la orilla, el niño se agarró a la tierra y McAllister salió sin esfuerzo del lago.

Al verlo mediodesnudo, Violet supo por qué Connor no era ningún enclenque, sino todo lo contrario. De hecho, juraría que estaba más tonificado y fuerte que el curso anterior... Ya se le notaba algo con el uniforme, pero sin él estaba más que claro el cambio. Y aquello la asustaba...

Después de todo, nunca había usado magia con ella, solo su fuerza bruta. Hasta que hizo daño a Sidney y Michael Kensington se metió por medio y lo destrozó.

Quizá por eso se había machacado tanto el cuerpo durante el verano.

—¿No sabes que hay grindylows en el lago, enano? —dijo con tono arisco— Ten más cuidado la próxima vez, el calamar gigante y yo no vamos a estar...

McAllister se cayó de repente al oír un ligero crujido. Cuando miró hacia allí vio a Violet, que lo observaba con sorpresa.

—¿Qué pasa, Sangre Sucia? ¿Te gusta lo que ves?

El Slytherin dejó al niño en la orilla —ahora que estaba a salvo—, cogió su camiseta y sus zapatos, y corrió hacia ella cuando la Hufflepuff se dio la vuelta y se marchó a igual velocidad. O más bien menos, pues él no tardó en alcanzarla. La frenó, sujetándola del brazo, y la rodeó con los suyos para que no pudiera irse.

—Si fuera un mortífago, ya estarías muerta —susurró, lo que lo hizo más inquietante.

Violet le dio un pisotón que, al estar descalzo, hizo que la soltara.

—¡Agh, maldita...!

El chico se interrumpió cuando vio que ella, tras alejarse unos cuantos pasos de él, lo apuntaba con su varita.

—Oh... —dijo McAllister antes de mostrar una sonrisa burlona que rasgaba el desdén— ¿vas a atacarme? Qué mala imagen daría la nueva prefecta si incumple las normas tan pronto...

—No sería un ataque —repuso Violet con la voz temblorosa por los nervios—, sería defensa propia.

—¿Tú crees? —dijo el chico mientras se volvía a poner la camiseta, que se mojó en cuanto entró en contacto con su piel— Ni siquiera he sacado mi varita... ¿Quieres que la saque? —inquirió con una sonrisa casi maliciosa.

Violet no dijo nada, pero Connor pudo ver el nerviosismo en todo su lenguaje corporal, en su mano temblorosa alrededor de la varita, en su rostro contrariado.

El chico hizo un gesto violento hacia adelante, como si fuera acercársele, y ella se echó hacia atrás de manera instintiva, se tropezó con sus propios pies y se cayó de culo sobre la hierba.

El Slytherin puso los ojos en blanco y negó con la cabeza, sin perder la sonrisa.

—Eres patética, Brooks... —dijo como si estuviese resignado y se acercó a ella para luego levantarla del suelo sin mucho esfuerzo, sujetándola por un brazo—. Que no se te ocurra contarle a nadie lo que acabas de ver, ¿me entiendes?

—¿Por qué? ¿Por qué quieres ser tan cretino?

—¿Cómo dices?

—¡Acabas de salvar a ese niño! Es lo único bueno que te he visto hacer en seis años, ¿por qué no quieres que lo sepa la gente?

—No me cuestiones, Violet —contestó el chico, apretándole el brazo y frunciendo los labios—. Si me entero de que le has contado a alguien lo que ha pasado, haré de tu vida una auténtica pesadilla.

—Eso ya lo has hecho —dijo la Hufflepuff mientras intentaba soltarse de su agarre.

Connor soltó un amago de carcajada burlona.

—Eso no es nada en comparación con lo que puedo hacer. Ahora dime, ¿lo has entendido? —Como la chica se quedó callada, como si estuviese pensando, la sacudió un poco— ¡Que me respondas!

—¡Que sí, suéltame ya!

El muchacho lo hizo. Se empujó las gafas hacia arriba con el índice y después se dio la vuelta y se fue.

Continue Reading

You'll Also Like

197K 11K 18
El maldito NTR pocas veces hace justicia por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ¿Qué suce...
386K 25.5K 97
Todas las personas se cansan. Junior lo sabía y aun así continuó lastimando a quien estaba seguro que era el amor de su vida.
473K 7.2K 5
𝙃𝙤𝙪𝙨𝙚 𝙊𝙛 𝘽𝙡𝙖𝙘𝙠 || 𝐒𝐚𝐠𝐚 𝐇𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐏𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫 "Ser una Black digna de su apellido" Madelyn siempre tuvo esos pensamientos al saber q...