Capítulo 3 - Secuelas

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Dumbledore estaba dando un discurso muy diferente al de todos los años

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Dumbledore estaba dando un discurso muy diferente al de todos los años. Se trataba de palabras de duelo, tanto por él como por aquellos que habían perdido a un amigo, compañero o cualquier otro ser querido.

Sin embargo, pocos eran los que le prestaban atención. La mayor parte de los alumnos estaba ida y deseando irse del comedor.

Dalia había ido a sentarse en la mesa de Gryffindor porque quería estar con sus mejores amigas, pero Eileen no se les unió.

Adler ni siquiera estaba allí. Cuando despertó y descubrió que Arabelle no estaba se puso histérico y la señora Pomfrey tuvo que sedarlo. El prefecto de Hufflepuff había fallecido intentando proteger a unos alumnos de segundo año y Eirwen logró salvarlos, pero había acabado herida en un hombro. Afortunadamente, no había sido muy grave y, tras una corta visita a la enfermería, se fue con los demás alumnos, aunque se sentó en la mesa de Gryffindor con su hermano, que había salido ileso.

De no ser porque los alumnos de primero necesitaban ser asignados a una casa para poder pasar la noche, la ceremonia de selección se habría cancelado. Nadie tenía los ánimos para celebrar nada.

El banquete, siempre abundante y normalmente devorado por los hambrientos alumnos, apenas se consumió. Los alumnos se fueron a sus habitaciones con un sabor amargo y el estómago más lleno de inquietud que de comida.

Casi nadie durmió esa noche, pero al día siguiente no iban a ir a clase, pues se había decretado un día de luto, así que podrían descansar cuando quisieran o necesitaran.

Después del desayuno, Rhys y Eirwen fueron a visitar a Adler a la enfermería, donde permanecía vigilado por la señora Pomfrey, aunque no había vuelto a necesitar un sedante.

—Ahí fuera están preocupados por ti... —dijo Rhys con inseguridad, pues no sabía cómo reaccionaría su amigo—. Yo le he mandado una carta a Freddie... aunque seguramente se enterara por los periódicos.

—¿Cuándo te dejarán salir? —intervino Eirwen—. Creo que te vendría bien salir a los jardines.

Adler no dijo nada, pero se llevó las manos al pelo mientras sus ojos se humedecían y empezaba a llorar tan fuerte que la señora Pomfrey salió de su despacho para ver qué pasaba.

—No le hemos dicho nada, señora Pomfrey —dijo la prefecta con preocupación—. Solo le dije que le vendría bien salir a los jardines...

—Tranquila, Moore, no ha sido culpa suya. Adler no se encuentra bien, incluso es posible que haya que internarlo en San Mungo.

—¿Qué? —dijo Rhys, consternado.

La enfermera, que parecía contenerse para no mostrar la misma tristeza que sentía la mayor parte de habitantes del castillo, les pidió que se marcharan mientras ella intentaba tranquilizarlo.

Los hermanos Moore abandonaron la enfermería con aire decaído. De las primeras cosas que habían hecho había sido cerciorarse de que Sidney, Pam y Violet, hijos de muggles, estuvieran bien.

En tiempos de merodeadores 2Where stories live. Discover now