La novia de mi hermano 1 [Dis...

By Luisebm7

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¿Rechazarías la compañía de la soledad cuando no puedes confiar en nadie más? La vida me mostró a temprana ed... More

Notas
La huella del pasado
¡Concurso!
1 - La sonrisa de mi cuñada
2 - Guerra de incordios
3 - Desconcertada
4 - Más que cuñadas
5 - Fisgoneando en su intimidad
6 - La amistad más corta de la historia
7 - Me gustas
8 - Presa de la lujuria
9 - Ella es un encanto
10 - La fiesta I
11 - La fiesta II
12 - La fiesta III
13 - La fiesta IV
14 - ¿Todo fue un sueño?
15 - Domingo de cine... y algo más I
16 - Domingo de cine... y algo más II
17 - Domingo de cine... y algo más III
18 - El renacer del rencor I
19 - El renacer del rencor II
20 - Desde la distancia, estaré a tu lado
21 - Sáname con un beso
22 - La perdición reside en sus labios
23 - La dulce venganza
24 - Una ruptura, una oportunidad
25 - Paseo en patines
26 - Hoy soñarás conmigo
27 - ¿Qué tramas?
28 - ¿Se reconciliarán?
29 - Cita de amigas I
30 - Cita de amigas II
31 - Cita de amigas III
32 - ¿Te conquisté?
33 - Esta noche serás mía
34 - Esta noche seré tuya
35 - Se acabó el cuento de hadas... ¿o no?
36 - Estrategia
37 - Encerrona
38 - La aliada kawaii
39 - El fin de su soltería
40 - Ana es cruel
41 - El Real Decreto de la distancia
42 - Cena con los suegros
43 - Cena con los suegros II
44 - La prueba de la distancia
45 - La prueba de la distancia II
46 - Masaje con final... ¿feliz?
48 - Doble estaca en el corazón
49 - Las consecuencias de las decisiones
50 - Alguien pagará los platos rotos
51 - Ani desatada
52 - La abolición de la distancia
53 - Confiesa y seré tuya...
54 - Una nueva amenaza
55 - Una Flor llena de espinas
56 - Ani ha sido corrompida
57 - Game over, Mario
58 - Siguiente en la lista
59 - Lista actualizada
60 - ¡Ani es una facilona!
61 - El diario de Ani
62 - Enferma de amor
63 - Revitalizada
64 - El pacto
65 - Confesión carnal
Agradecimientos

47 - La tortura de la distancia

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By Luisebm7

NOTAS

¡Cómo me emociona leer sus comentarios amorosos! Gracias por regalarme un poquito de su amor. Ustedes ya saben que tienen mi corazón conquistado. 

Después de mis días de ausencia, todos estos capítulos de la distancia parecen una ironía del destino. La coincidencia no habría salido tan bien ni planificada.

Disfruten el capítulo y el final del finde.

¡Besos!

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La tortura de la distancia

Ana y yo no volvimos a tocarnos después de lo sucedido en el jacuzzi. De hecho, me castigó con celos. Estuvo más unida a mi hermano, incluso se sentaba entre sus piernas y tomaba las manos de él para acomodarlas sobre su vientre y su muslo. Se aseguró de que yo la estuviera mirando cuando realizaba cada uno de esos gestos. Era su forma de restregarme que yo había perdido mi oportunidad.

Pero lo que más me fastidió fue lo que hizo cuando llegamos a la casa. Se metió en el baño con Eric y tuvo sexo con él en la ducha. El sonido del agua precipitada semejante a una cascada no bastó para ahogar sus estruendosos gemidos. Sé que chilló a todo pulmón para que yo la escuchara. Una parte de mí se consoló pensando que, al menos, ella me tenía presente mientras consumaba el acto. O sea, yo era uno de los motivos de su excitación. Otra parte de mí encontró consuelo en la misma bañera unos minutos más tarde. Yo tampoco me iba a privar de desahogar la calentura con la que había vuelto del parque acuático.

Si bien el desenlace del paseo no fue como me habría gustado, no puedo negar que me encantó. Disfruté mucho. Mi mente se olvidó del dolor. Creé un álbum de fotos para atesorar el agradable recuerdo de ese día, un día donde Ani y yo cruzamos la barrera de amigas y cuñadas una vez más.

Desde entonces, he seguido el guion de la distancia como Ani me pidió. La he estado tratando con cariño, como siempre, pero sin mimos. Ni el más mínimo roce. Me alejaré lo suficiente para que me extrañe y luego la tentaré con inofensivas migajas de pan para ver cómo reacciona. ¿Quién sabe? Puede que me asalte antes de lo previsto.

Ya es lunes y afrontamos una nueva semana escolar. Se avecinan exámenes, ese es uno de los temas que debatimos en el primer recreo, sobre todo Ana y Claudia. Mi hermano nos visitó antes de reunirse con sus compañeros en el patio. Él prefiere que tengamos nuestra privacidad para hablar sobre nuestras cosas íntimas, por eso no nos acompaña. Yo se lo agradezco porque así Ana no me estará torturando; suficiente tengo en casa.

Mientras le río las payasadas a Claudia como toda una hipócrita, observo a ratos a la niña Anaïs. Ella se pasea por los alrededores como una perrita en celo que intenta captar mi atención. Dos chicas la siguen de un lado a otro. Supongo que está ansiosa por tener ese encuentro a solas conmigo. Que siga esperando. Que se desespere más.

One, two, three de tobidase! —Aura no necesita un megáfono para hacerse notar. Muy risueña, se acerca a nosotras cantando una canción de Pokémon que me causa gracia—. ¿Qué hay, chicas? ¡Y Lau tan kawaii con su flequillo como siempre! ¡Me encanta! —Me acaricia los cabellos, un gesto a favor para devolverle los golpes a Ani.

—¡Vaya, chica! ¿No será que te has perdido? —comenta Claudia con un tonito irónico propio de ella—. La pescadería está por allá, sigue todo recto. —Homofóbica.

—¡Guau! ¡Súper chistosa! En serio, me has matado. Mira cómo me parto. Ja, ja. Amazing. ¡Maravillosa! ¡Premio a la creatividad! ¡Súper kawaii! Ja, ja. Vale, se acabó el chiste. —Definitivamente, Aura es la aliada que necesitaba. Me carcajeo por su sarcástica e ingeniosa forma de replicarle a Claudia.

—¿Qué se te ha perdido por aquí? —¿Por qué ese tono tan seco, Ani? ¿Revives amargos recuerdos al ver a Aura? A lo mejor debería ser mimosa con ella en tus narices para vengarme de tus jugadas sucias.

—¿No puede una venir a saludar a una amiga? —responde Aura.

—Lo que decía, buscando pescado fresco. —¿Qué tienes en contra de ella, Claudia? Te comportas igual con todas las que consideras inferior. Solo buscas aliviar tus carencias.

—¡Vaya! Me siento como Simba en el territorio de las hienas. No te preocupes, Nala, he venido a rescatarte. —Como toda una teatrera, Aura finge susurrarme al cubrirse la boca con la mano. De nuevo, río por el sentido del humor que emplea cuando contraataca. Nunca había conocido a alguien como ella.

—Esta friki es todo un personaje —se burla Claudia, enfatizando el tono despectivo al referirse a ella como friki. Es puro veneno.

—Friki con orgullo y otaku de nacimiento —pronuncia Aura con una amplia sonrisa y exhibe dos dedos a modo de gesto de la paz.

—Las hienas muerden, Aura. Ten cuidado. —Las palabras de Ani denotan una evidente amenaza. Espero que no sea capaz de hacerle daño porque me decepcionaría por completo. Aura vino pacífica y Claudia ha sido la que ha empezado a incordiarla, igual que hizo conmigo. Eso es lo que deberías notar, Ani.

—Te faltó mencionar otro orgullo —insinúa Claudia. No es un secreto que a Aura le gustan las chicas.

—Dime, Aura. ¿Venías a decirme algo? —No permitiré que este par de miss Tarántulas despiadadas le sigan poniendo sus patas peludas encima sin motivo.

—Sí, pero las hienas se han encaprichado con mis huesos. —Aura consigue que Ani expanda las fosas nasales, revelando su rabia interior.

—No te pases —protesta Claudia.

—En fin, he venido a invitarte a unirte a mi grupo un rato. ¡Te encantará! ¡Somos otakus! ¡Somos súper divertidos! ¡Somos lo mejor! ¡Somos muy kawaiis! Hablamos de K-pop, de animes, de mangas, de series, de videojuegos. ¡Todo lo que nos gusta! ¿Qué me dices? ¿Te vienes conmigo y te presento a los demás? —La propuesta de Aura parece caída del cielo. No me apasiona relacionarme con desconocidos que seguramente traten de herirme o aprovecharse de mí en alguna ocasión, ni siquiera porque tengamos gustos en común, pero asumo el riesgo por tal de que Ani saboree lo agria que es la distancia. Total, me quedan páginas en blanco en mi Death Note por si alguno cruza la raya.

—Claudia, ¿llamaste a seguridad? —bromea Ani con un evidente tono ofensivo. ¿Por qué actúa así?

—¿Cómo? —La propia Claudia aterriza de una nube, como si hubiera estado sumida en un profundo pensamiento, y la deja en ridículo por no coordinarse con ella.

—Boba, hemos encontrado a los que se fugaron del manicomio el otro día. —¿Por qué Ani es cruel? ¿Por qué se ríe con tanta maldad? ¿Y se supone que era peor antes?

—¡Ah, ya! ¡Ja, ja! Están avisados. Tranquila, traen camisas de fuerza. —Claudia, miss Idiota de chistes forzados. Espero que también solicitara un cerebro nuevo con extra de neuronas porque las quema muy rápido.

—Vale, vamos —asiento de forma tajante y contemplo cómo se extingue la risa malévola de Ani. Eso me demuestra que no era cruel por satisfacción propia, sino por mí, porque le disgusta mi cercanía con Aura.

—¡Yupi! —chilla Aura con entusiasmo y me coge de la mano, un detalle que atormenta a los ojos de Ani—. ¡Vamos! ¡Corre! ¡Hoy se contará que salvé a Nala de las hienas! —Me aseguro de que Ani aprecie mi ensanchada sonrisa mientras me alejo de ella en manos de una de sus víctimas.

***

Los amigos de Aura me recibieron con sumo agrado, como si fuera una más del grupo. De hecho, su trato conmigo superó los límites de la cordialidad. Influyó que Aura me presentara con palabras melosas y constantes toqueteos en mi hombro y mis cabellos, elevándome en un pedestal de amor idealizado. Me sentí como el personaje principal de una historia típica de un manga, un isekai donde la protagonista viaja a otro mundo y todos la adoran. Ellos mismos confirmaron que Aura les había hablado extremadamente bien de mí.

Sigo sin acostumbrarme a que los desconocidos me acepten sin pensar que ocultan oscuras pretensiones. Aun así, no percibí maldad en la exagerada familiaridad de ellos. Se interesaron lo justo por mí, ya que Aura se había encargado de presentarme como un plátano pelado, sin trivialidades de mi vida que pudiera desvelar poco a poco. En parte, le agradecí que me ahorrara gastar saliva repitiendo verdades a medias.

Como Aura, todos lucían accesorios de sus obras favoritas. Otra cosa que tenían en común era la capacidad para articular un amplio puñado de palabras por segundo, aunque ninguno destronaba a Aura. Se expresaban con elocuencia en sus eternas charlas sobre las series en emisión y las clásicas. Saltaban de una a otra como quien le da la vuelta a una moneda. Si hubiera tenido que escoger entre eso y la verborrea de Claudia, me habría tirado de un puente, pero al menos me sentía identificada con ellos por conversar sobre los mismos gustos.

Sin embargo, mi vista se escapaba en busca de Ani. Ella era la persona con quien quería estar, con la que me sentía más cómoda. Nuestras miradas se encontraron varias veces en la distancia, por lo que deduje que Ani también me vigilaba. Aunque siempre le mostraba una sonrisa de oreja a oreja para simular que disfrutaba en compañía de otros, por dentro sufría el desgarro de alejarme de ella.

Esos sentimientos que despedazaban mi pecho me atormentaron durante los días posteriores. Abandoné a Ani en los recreos para reunirme con Aura y sus amigos en el patio. En la tarde, empecé a salir con ellos por la ciudad para que Ani notara mi ausencia aún más; de hecho, tuve el valor de rechazar sus planes día tras día. Yo estaba convencida de que ella también debía echarme de menos, pues nuestra relación se había reducido a breves diálogos redundantes.

Cuanto más nos distanciábamos, más conciencia tomaba de lo cerca que quería estar de ella. De la misma manera, más notaba que no encajaba del todo en el grupo de Aura. A pesar de que hablaban sobre gustos que tenemos en común, los debates se me hacían monótonos y repetitivos. Rescataba algún que otro chiste, pero nada más. Ni siquiera vestíamos igual cuando salíamos a la calle.

Extrañaba las ocurrencias de Ani. Extrañaba sus detalles afectivos. Extrañaba incordiarla y que ella me provocara. No había pasado ni una semana y ya extrañaba el tacto de su piel, y sus juegos seductores. Incluso llegué a extrañar que me diera celos al acostarse con mi hermano porque sus gemidos disminuyeron y apenas sentí terremotos asolando su habitación. A pesar de vivir bajo el mismo techo, llegué a extrañarla tanto que me pesó no recordar a Aiko en veinticuatro horas seguidas.

Pero debía aguantar. Debía concederle la distancia que me había pedido por un tiempo prudencial, hasta que saboreara su desesperación por recuperarme. Por lo visto, ese momento ha llegado.

—Oye, Laurita, ¿hacemos algo esta tarde? —me consulta cuando accedemos a nuestra aula a primera hora del viernes. Ha deducido que esperar a la salida del instituto para proponerme pasear es un fracaso porque le he estado restregando que tengo planes con Aura. Su nueva táctica ha sido adelantarse y pedírmelo temprano. Tanto desea estar a solas conmigo que ha olvidado que la profesora Bernarda nos castigó los viernes por la tarde.

—Vale, Ani —asiento con una sonrisa de satisfacción y observo el brillo que irradia su carita. Ahora que sé que se muere por salir conmigo, me siento con ventaja para jugar nuevas cartas. He de conseguir que recuerde lo que siente cuando compartimos el mismo oxígeno para luego darle un bofetón al restregarle que ella no es la prioridad en mi vida. Puede que así recapacite y se percate de que la distancia ha sido una estupidez porque no puede estar sin mí.

—¡Genial! Luego decidimos qué hacer —dice con entusiasmo. En el fondo, me afecta contemplar su inocente y espontánea ilusión porque tal vez está enamorada de mí y mis métodos para que despierte podrían dañarla. Yo ya me hago daño por callarme lo que siento, por el miedo a que Ani juegue con mis sentimientos.

En cuanto alcanzamos nuestra mesa, descubrimos un sobre en mi puesto. Mi sospechoso había tardado en actuar. ¿También jugaba con la distancia?

—No me lo puedo creer, ese pesado ataca de nuevo. —Ani agarra la carta con cierta violencia—. ¿La rompo por ti?

—No. Quiero leerla primero. —Puede contener pruebas valiosas, detalles que, como mínimo, me sirvan para poner a Ani en evidencia por ocultarme una carta y su plan secreto para desenmascarar al escritor.

Sujeto el sobre. El papel ha vuelto a ser perfumado con una dulce fragancia. Parece una mezcla entre uno de mis perfumes y otra colonia. ¿Cómo el autor podría saber el perfume que empleo en ocasiones, especialmente para pasear? ¿Pura casualidad?

Alguien cercano a mí está implicado. Es imposible que aquel chico, Víctor, diferenciara los perfumes de Claudia, Ana y mío desde su posición, aparte de que no usé el Nina ese día. ¿Y alguien compraría ese perfume solo para este detalle? ¿Tanto pretende conmigo?

También es mucha coincidencia que aplicaran este perfume en esta carta la misma semana que conocí a los amigos de Aura. ¿Y si ella es la implicada? Ha estado en mi cuarto, ha visto mis objetos personales, y tiene amigos en el grupo B. Este caso se pone más interesante.

Si Ani no hubiera escondido aquella carta, tal vez me sería más fácil aclarar esta desconcertante pista.

Extiendo la hoja. Como en la primera tarjeta, el autor se ha esmerado con la elaborada caligrafía y ha dibujado corazones y flores para enmarcar el escrito. Coloco la carta en el centro de la mesa para leerla junto a Ani. Tras sentarnos, ella se me arrima. Aprovechada. La llegada de los otros alumnos no interrumpe nuestra lectura.

Hola, mi ángel,

Siento haber estado desaparecido por tanto tiempo. El motivo es que desafiaba mi amor por ti y mi paciencia. Deseaba abrazar la desesperación para consolarme con tu imagen divina. Como habrás deducido, no podría existir lejos de ti y por ello no me he rendido. Y es que el amor no es una ciencia, no hay que ponerlo a prueba, solo dejarse llevar. Mi cuestión es: ¿Hubo un vacío en tu corazón interpretable como que me llegaste a extrañar?

Espero escuchar la respuesta que anhelo de tus labios en un día no muy lejano. También espero que esta carta, como las otras, sea de tu agrado porque sacrifico gustoso todo mi ser en ellas por tal de acercarte un fragmento de mí. Tú, en cambio, atesoras misterios celestiales escritos en el firmamento que yo, como mero mortal, me condenaré armoniosamente hasta poderlos descifrar.

Mi último presente hasta que nuestras almas se vuelvan a cruzar: Un poema, una clave que te ayudará a desvelar mi identidad en el momento preciso.

Las letras ocultan con goce

Al amado ángel de mi corazón.

Unidas, una verdad esconden

Resplandeciente como tú, mi amor:

Aquí, ahora, tu nombre.

Tu enamorado de 4º B.

PD: Tus ojos ya me conocen y debo estar escondido en algún rincón de tu mente.

Este poeta tiene arte para confundirme, para jugar con mi imaginación. No sé cómo se las arregla para que sus escritos coincidan con mis vivencias con Ani. ¿Acaso lee las mentes? Ojalá fuera una confesión de Ani, donde expresa su arrepentimiento por la absurda distancia. Pero no me ilusionaré.

He de ser objetiva y centrarme en los detalles. La prueba de que me escribió más de una carta reside en ese plural, en "las otras". Si mi interpretación es correcta, parece que planea revelarme su nombre a través de un poema. Mi nombre aparece en este, uniendo la letra inicial de cada verso. Es un acróstico. Puede que ese sea el método que vaya a emplear para salir a la luz, pero todo esto ya me huele a un engaño bien planificado.

Y mis ojos ya lo conocen... De eso estoy segura.

—¿No te parece curioso que mencione otras cartas cuando solo he recibido una? —Empezaré con poner a Ana contra las cuerdas.

—Se habrá confundido —improvisa, evitando mi mirada.

—¿Crees que alguien que cuida hasta el último detalle se confundiría con esto? —¿Hasta dónde estás dispuesta a llevar la mentira, Ani?

—¡Y yo qué sé! Pecaría de perfeccionista. Puede que dejara otra y alguien la cogiera. —La cogiste tú—. No siempre somos las primeras en venir a clase. —Escupe hasta la última palabra de forma precipitada, sometida por los nervios.

—Verdad. Puede que incluso alguien se haga pasar por mí —insinúo al perforarla con la mirada.

—¿Y qué más da? La romperás, así que... —responde con ojos asustados.

—No. Esta la guardaré —resalto y, con delicadeza, guardo la carta. Me valdrá para algún propósito, como el de destapar la mentira de Ani. Practicaré la caligrafía hasta imitarla lo mejor posible.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Qué tiene esta de especial? —cuestiona con asombro.

—Esta me ha gustado. —Es ideal para cazar a la cazadora.

—¿Y ya está? La otra era bonita también. ¿Es que viste algo importante en esta? —Ya veo. A lo mejor no tuviste tiempo de descifrar el contenido.

—Simplemente eso. Esta me ha gustado. Me ha parecido más simbólica. Es solo la carta. Sigue sin interesarme quién está detrás. —Si tú eres miss Mentirosa, yo soy miss Hipócrita mentirosa. Pero no puedo negar que me encanta verte tensa como una niña ingenua que no sabe mentir.

***

Falta muy poco para que termine la clase y empiece la hora de optativa. La inquietud de Ani se dispara, lo sé por su manera de resoplar, de mirar el reloj y de mordisquear el bolígrafo. Algo trama con Patricia, que le ha estado haciendo gestos en las sombras. Yo también tramo algo, pues me toca mover ficha. Ani no se irá del aula sin pensar en mí.

Con disimulo, suelto el lápiz entre nuestras sillas. El ruido atrae la atención de Ani.

—Lo siento, se me cayó el lápiz —expreso como una inocente torpe y me agacho para recogerlo.

Entonces, apoyo la mano en su muslo. Tan pronto como palpo el tejido de su falda y la suavidad de su exquisita piel depilada, sus músculos se ponen rígidos y oigo un leve ruido sobre la mesa. Echaba de menos sentir la tibieza de su cuerpo, tocar los fragmentos de ella que he masajeado y mimado hasta con la lengua.

Trago saliva por el desborde de sensaciones placenteras que vivo a raíz de un simple roce como este. Golpeo el lápiz adrede para alejarlo más de mi alcance, así justifico tener que estirarme más bajo la mesa y apretujar su muslo como punto de apoyo. Finjo que mi mano resbala hacia el interior de su pierna en una sutil caricia, incluso pliego parte de la falda. Y pensar que estoy tan cerca de los encantos de Ani que solo he podido conquistar por encima de la ropa.

—Ya está. Ya lo tengo —anuncio al cogerlo y me reincorporo—. Perdón. Este lápiz tiene vida propia a veces —digo con inocencia mientras lo ondeo frente a sus ojos.

Aunque Ani permanece en silencio, me sonríe a la vez que se arregla la falda. No sé si he conseguido el efecto que pretendía en ella, pero a mí me ha salido el tiro por la culata. Dudo que sobreviva todo el día sin pensar en la irresistible Ani.

¡Riiing! ¡Riiing!

Ani se marcha y Aura ocupa su lugar. He pasado tantas horas con miss Kawaii últimamente que tengo la sensación de que me sale hasta en la sopa. En una de las tardes que pasamos con sus amigos, me dijo que me invitaría a su casa para intimar más, ya que nuestra relación amistosa no avanzaba del nivel superficial con ellos delante. Quiere conocerme en profundidad, entiende que yo sea tímida y que apenas hable cuando estamos en grupo. Me confesó que aprecia a sus amigos, pero que no tiene un mejor amigo en sí, y que a mí sí me ve con las papeletas para serlo. No supe si tomarlo como un halago o como una maldición.

—¡Dios! ¡Qué kawaii, Lau! ¡¿Has visto eso?! Es la primera vez que la señorita Sauron me felicita por hacer todos los ejercicios bien. ¡Qué alegría! —celebra con emoción. La profesora le dio la enhorabuena por su progreso de cara a los exámenes—. Creo que ahora la veré con otros ojos, como si fuera la profesora McGonagall elogiándome por mis esfuerzos. Pero el mérito es tuyo. Me has tenido mucha paciencia. ¡Gracias, Lau! —Me abraza en plena clase. Tiene suerte de que la profesora salió del aula, pues ya la habría reñido.

—No ha sido nada. Me alegra haberte ayudado. —No lo habría hecho si no me hubiera beneficiado también.

—Tan kawaii. Te voy a cebar a base de las galletas que tanto te gustan. No hablas mucho porque siempre estás ocupada engullendo hasta la última galleta del paquete. —Me siento como una glotona por su culpa—. Si apruebo los exámenes que vienen, mis padres me concederán algunos caprichos. Saben que estoy más motivada con los estudios desde que ando contigo, así que alguna sorpresita habrá para ti. —¿Galletas ilimitadas? Se me hace la boca agua—. Por ahora te premiaré con lo que me pediste —dice en voz baja.

—¿Averiguaste si alguno fue a la fiesta? —pregunto con interés.

—Moví hilos. Siento decirte que ninguno de los de la lista estuvo en esa fiesta. La verdad es que no suena como un premio muy kawaii. No te he sido de ayuda.

—No pasa nada. Descartarlos ha sido de ayuda. —En efecto, eso reduce la lista de sospechosos. Las únicas personas de la clase de Taller de revista que estuvieron en la fiesta fueron Ani y Patricia. Me faltan pruebas y existe la posibilidad de que otra persona supiera lo de la cuenta de Pascual, pero mi desconfianza hacia Patricia me inclina a pensar en ella—. Olvídalo. Oye, ¿te gusta mi perfume? —Redirijo el tema. A lo mejor descubro algo relacionado con el otro caso.

—Sí. Siempre hueles muy rico —expresa sonriente tras olfatearme de cerca—. Esa es una de las cosas que me atrajo de ti la primera vez que nos sentamos juntas. Me sentí como una abeja yendo a la miel.

—Es que estaba pensando en cambiarlo. ¿Sabes cuál es este? ¿Me recomiendas uno mejor? —A ver si se delata en cuanto a conocimientos sobre perfumes.

—Siento decepcionarte otra vez, Lau, pero no tengo ni idea. No lo tomes a mal, pero siempre me ha parecido algo de niñas pijas. A mí me regalan los perfumes. —No parece que mienta. Dado que no reconoce mi perfume, descarto que esté implicada en el asunto de las cartas—. Me he dado cuenta de que eres un poco pija, por como vistes y comes y eso, pero eres una excepción comparada con las que he conocido. Tú sí eres kawaii y en ti sí me gusta lo pijo, así que espero que no te hayas ofendido. Si quieres, luego miramos perfumes para ti por internet o vamos a una tienda. Esto solo lo haría exclusivamente por ti.

—Claro que no me ofendo. Tranquila, no te someteré al tormento de visitar una perfumería. Soy menos cruel que Voldemort —bromeo.

—¡Ja, ja, ja! ¡Qué kawaii! Eres una ternurita. ¿Sabes qué comentan los demás últimamente? —Me intriga con su tono misterioso—. Que estamos liadas. ¡Son unos cotillas! ¿Te lo puedes creer? Dicen que nos ven muy unidas y que hacemos una pareja kawaii. Que seguro estamos teniendo citas en secreto. —Esos rumores volarán por el instituto. Intuyo que Aura lo ha comentado con otra finalidad, con la de ver mi reacción al respecto. Espero que no se haga ideas equivocadas sobre nosotras.

—No me habría pasado por la cabeza. —No temo que especulen sobre mi orientación sexual, pero sí que me acosen por ello como ya lo he sufrido. A su vez, ese rumor podría ser la manera en que Ani deduzca mis preferencias—. Somos amigas. —No debí decir eso, pero es mejor que se sienta encasillada en la friendzone—. ¿Acaso le gusto a alguno de tus amigos? —Si menciona a alguien del grupo B, tendré a otro sospechoso para investigar.

—¿En serio lo preguntas, Lau? —dice exaltada—. Le gustas a medio instituto por lo menos. —Eso no me ayuda, pero podría indagar en si alguno de sus amigos del grupo B guarda algún vínculo estrecho con Víctor—. Chicas y chicos se vuelven locos contigo. Algunas hasta dudan de su heterosexualidad —murmura insinuante.

—A mí no me gusta nadie, por eso no estoy pendiente... —aclaro.

—En quien te fijes será muy afortunado... o afortunada —enfatiza de forma sugerente, como si esperara que le confirmara mis preferencias, pero me limito a sonreír.

***

Durante el recreo, analicé a un chico y una chica del grupo B, dos de los amigos de Aura. A simple vista, no parecían tener un profundo interés por mí como para elaborar un plan tan romántico con cartas poéticas. Pudieron jugar el rol de informantes para chivarse de mi perfume, pero precisamente ellos son los que siempre huelen a cebolla podrida. Dudo que sepan lo que es un desodorante o un perfume de calidad. Punto muerto.

Al terminar el recreo, me dirigí a la cancha cerrada como el resto de los estudiantes de mi aula. La clase de Educación Física está a punto de comenzar, así que acudimos a los vestuarios para ponernos la ropa de deporte.

A diferencia de las clases anteriores, hoy me atrevo a desvestirme en presencia de las otras chicas. No es solo porque Ani me haya hecho sentir más fuerte y segura cuando charlamos sobre el tema, sino también porque ella es mi objetivo.

Parada frente a un banco, me aseguro de captar la mirada de Ani con la mía. Destello pasión, deseo, erotismo. Entreabro los labios para cautivarla, para recordarle que esta es la boquita que la ha hecho pecar. Deslizo las manos por el cuello de la blusa, descubriendo mi piel en una caricia, y, despacio, desabrocho el primer botón. Serena y atrevida, revelo mi escote con un dedo.

Ani no pestañea. Ni siquiera los cuerpos que se interponen en nuestro campo visual interrumpen la conexión. Me contempla embelesada. Su mirada se torna lasciva y posesiva. Estruja el pliegue de su falda como si manifestara las ganas de arrancarme la blusa ella misma. Esto demuestra que la distancia no es capaz de vencer los fuertes deseos del corazón. ¿Caerá en la tentación?

Continúo con el segundo botón. Mediante gestos sutiles e inocentes, descubro mi sostén de flores. Resalto mis pechos dibujando su redondeado contorno con la yema de los dedos. Quizá Ani recuerde que le atraen, que aún no se ha adueñado de mis pezones como le gustaría.

Desabrocho el resto de los botones bajo el mismo encanto seductor y le muestro mi blanquecino vientre, el que ha acariciado en más de una ocasión. La blusa se precipita por mis hombros tras un leve movimiento, instante en que giro la cara y exhibo mi fino cuello. En cierto modo, invito a mi vampiresa a que me clave los colmillos. ¿Se resistirá ante mi atrayente fragilidad?

—¡Qué bonito es tu sostén, Laura! Debería comprarme uno así para la primavera. Bueno, voy para la clase. Apresuraos, no sea que la sargenta os castigue otra vez —nos advierte Clara, la antepenúltima chica que quedaba en el vestuario, sorprendiéndome para bien con su comentario sobre mi sostén.

Ana y yo estamos solas por fin. Ella pudo ignorarme, cambiarse y salir a la cancha entre las primeras, pero no lo hizo. En el fondo, le apetecía devorarme con los ojos y esperar hasta el último momento. ¿Sus impulsos la doblegarán para que me ataque como un torbellino de fuego igual que la semana pasada?

—¡Ay, mierda! No quiero doble castigo —chilla Ani y agiliza las manos para desvestirse. Se está conteniendo, así que le acercaré el queso con la ratonera.

—¡Ani, Ani! —Como toda una maestra de la actuación, corro hacia ella envuelta en un aura de agitación.

—¿Qué pasa? —cuestiona exaltada.

—¡Se me ha atascado la falda! ¡Ayúdame! —Mentira. Finjo tener dificultades para abrir la cremallera y soltar el botón.

—Eres un caso. ¿Y me lo pides a mí? —se queja, pero posa las manos en mi falda tras retirar las mías.

—Solo me la dejaría quitar por ti... —Sustituyo la voz de niña en apuros por la de chica traviesa. Me insinúo. Me regalo con una profunda mirada. Le permito que roce mi vientre bajo el borde de la falda y empino mis pechos para que me sienta a su alcance. Yo también me aferro a su falda para desnudarla con sensuales caricias—. Las otras no significan nada para mí. No son mis... amigas. —Ani debería deducir que es la privilegiada, la especial para mí.

Tras varios días de distancia, siento que mi plan funciona. Lo noto en su gentil manera de tocarme, en nuestra respiración revolucionada, en su boquita relajada, en la forma en que acaricia mis labios con los ojos. Sabía que ella no había dejado de desearme.

Ani tira de mi falda con sutileza para arrimarme a ella a la vez que se inclina sobre mí en un movimiento casi imperceptible. Me va a besar y yo la corresponderé.

—No me lo puedo creer. ¿Vosotras dos otra vez? —La voz atronadora que quiebra el final feliz que tanto anhelaba. La voz de la profesora Bernarda.

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