Don't cry

By Polette2206

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Itachi sufrió mucho cuando Shisui lo engañó para casarse con Izumi, ese engaño le costaría muy caro, pues su... More

CHAPTER 1
2
CHAPTER 4
CHAPTER 5
CHAPTER 6
CHAPTER 7
CHAPTER 8
CHAPTER 9
CHAPTER 10
CHAPTER 11

CHAPTER 3

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By Polette2206


Recordaba con claridad ese día, por primera vez le había puesto una mano encima al rubio, no es como si lo hubiera golpeado seguido, solo dos veces.


- No sé qué esperas que te diga, sabes que a Neji lo conozco desde la preparatoria –

- ¡No me mientas maldita sea! Vi cómo le coqueteabas, acaso ya eres una puta que se mete con cualquiera –

- No me hables así Uchiha – siempre lo nombraba por su apellido cuando peleaban, su paciencia se estaba agotando y no iba a permitir que lo siguiera insultando. Antes de explotar lo mejor sería ignorarlo y esperar a que su enojo pasara. Camino hacia la puerta, dormiría en la sala.

- ¿A dónde crees que vas maldito marica? – Naruto no pudo reaccionar pues Itachi le había dado un puñetazo haciéndolo caer de sentón. Naruto no creía lo que había pasado, Itachi nunca lo había insultado, mucho menos golpeado.

- Eres un maldito animal – se puso de pie lo más rápido que pudo, siendo detenido por él mayor – suéltame idiota – jaló su brazo, sabía que quedarían un par de marcas, pero estaba en shock, asustado por lo que su pareja había hecho. – Vete al diablo imbécil – dio un portazo al salir de la recamara.

Itachi se arrepintió de lo que hizo ¿cómo dudaba del rubio? Si este le había demostrado que lo amaba, además Neji tenía pareja, pero y ¿si se atrevía a dejarlo o engañarlo? Su miedo a ser engañado de nuevo lo hacía actuar de la forma más estúpida. Comenzó a llorar, no se perdonaba el haberlo golpeado. Salió de la habitación, tenía que pedir perdón por la estupidez que había hecho.

- Naruto – llamó al rubio, quien se encontraba sollozando en voz muy bajita – por favor mi amor, perdóname, Naruto –

Pero el rubio lo ignoraba, no entendía porque había actuado así – Me lastimaste, eso nunca te lo perdonaré –

- No bebé, perdóname, te amo y prometo que jamás lo volveré a hacer, por favor – el rubio se aferró a su cuello, llorando con mayor intensidad – lo siento, de verdad lo siento –

- Promete que jamás lo volverás a hacer –

- Lo juro, lo prometo, perdóname bebé, ven vamos a la cama –



Sobó su mano como si aquel golpe todavía doliera, cada día que pasaba en ese lugar recordaba más, llegaban a él recuerdos de todo lo malo que le hizo al rubio, era estresante y agotador tener que revivir una a una sus equivocaciones, sus errores, sus fallas. Además esas pequeñas y particulares marcas en el rostro se lo recordarían por el tiempo que estuviera en ese lugar.

Se levantó muy temprano, habían pasado varias semanas desde que llegó ahí, entró a trabajar a una pequeña cafetería, era extraño como se manejaban las cosas en el purgatorio, siempre pensó que sería un lugar en el que sus errores se repetirían una y otra vez al punto de volverlo loco, la paga era buena, en todos los lugares la paga era excelente, por las tardes se dedicaba a sembrar algunas verduras en su enorme jardín, era un pasatiempo que lo llenaba de paz, pasaba horas ahí. Su casa se encontraba en las orillas del pequeño poblado, no era muy grande y alrededor de este había un inmenso prado, con colinas, para ser un lugar que los obligaba a redimirse, era demasiado reconfortante.

Esa tarde se encontraba regando sus plantas y revisando el crecimiento de sus jitomates y lechugas cuando escuchó el grito que era muy común, incluso varias personas le contaron que cuando él llego, todos gritaron lo mismo.

- ¡Llegó alguien nuevo! – gritaron corriendo hacia un pequeño prado.

- ¡Hola hermanito Itachi! – saludó el pequeño

- ¡Hola Konohamaru! – el pequeño castaño se había hecho muy amigo del azabache, en ocasiones lo ayudaba con sus tareas, pasaba la mayor parte de la tarde ayudándole con sus plantas. Él vivía con su padre, un hombre alto de tez morena y barba, a los ojos de Itachi, Asuma Sarutobi era muy apuesto. Además lo recordaba, ¿quién no lo haría? Asuma era el hijo de un diputado Japonés, quien se mató junto a su pequeño hijo de ocho años al saberse engañado y abandonado por su esposa, en un arrebato de celos e ira se suicidó junto al pequeño, envenenando al menor y él dándose un tiro en la cabeza. Todo Japón recordaba ese hecho. Cada que Itachi lo veía sufría, no entendía cómo es que el pequeño Konohamaru terminó ahí, no es como si el niño hubiera querido suicidarse. ¿Por qué él tenía que pagar por el pecado de su padre y madre? A ella ni siquiera le importó la muerte de su hijo, un mes después del deceso, ella contrajo nupcias con su amante, que por cierto ya tenía dos hijos de su matrimonio anterior. Era irónico como se habían dado las cosas, ella no quería cuidar a su hijo, tal vez no lo amaba, pero sí se mostraba feliz en las portadas de revistas, abrazando y cuidando de los ajenos.

- Ven hermanito, llegó alguien nuevo, vamos a ayudarlo – la mayoría de las personas se ayudaban mutuamente, siempre deseando que el de al lado encontrara la paz que en vida no había tenido y se fuera pronto de ese lugar.

Ambos corrieron a la colina donde se encontraba el "nuevo" como solían llamarles, estaba dormido. Itachi llevaba de la mano al pequeño castaño – hermanito, ojalá el nuevo sea un niño de mi edad, para que me pueda defender de los demás niños –

- ¿Te siguen molestando? – el azabache frunció el ceño, siempre había odiado a los brabucones, los que se aprovechaban del más débil. Afortunadamente había solo cuatro niños ahí, solo de imaginar que pudiera haber más se le rompía el corazón. Los niños nunca deberían pagar por los pecados de los padres. – Ya te dije que te defiendas, o ignóralos –

- Te quiero hermanito Itachi, ya quiero que los dos regresemos a nuestros mundos – ¿cómo le explicaba a un niño que eso era imposible, que ya nunca iban a reencarnar, que lo próximo que les esperaba era el cielo? ¿Qué él ya estaba muerto? Que estaba pagando por los pecados que ni siquiera él cometió.

Se detuvieron frente al recién llegado, este dormía plácidamente, Itachi ya no quiso avanzar, el miedo le llegó y su corazón comenzó a latir tan rápido que sentía que iba a estallar, el pequeño castaño lo jaló para que se acercaran, pero el azabache lo retuvo – debemos darle su espacio, sabes que los nuevos a veces se espantan porque no saben dónde están –

- Tienes razón hermanito, pero míralo ¿crees que también podamos ser amigos? Es tan lindo –

El azabache solo asintió, lo mejor sería alejarse de ahí y esperar a que el abuelo lo recibiera y le explicara todo como lo hizo con él – vamos Kono debemos darle su espacio – ambos se retiraron, el pequeño lo abrazó con amor antes de retirarse a su casa.




En la penumbra de su casa el azabache comenzó a llorar, todas las noches se lamentaba por su actuar, todas las noches rezaba porque Naruto estuviera bien, encontrara su felicidad. Él no era una persona religiosa, pero había encontrado en esta, paz, nunca se había dado a la tarea de rezar, pero desde su muerte comenzó a hacerlo. Siempre pedía por el rubio, por su pequeño amor.


- ¿Hola? –

- Deidara, Naruto está en el bar – había llamado por teléfono a su rubio amigo, era su incondicional, siempre lo regaño por actuar como un imbécil con el menor.

- ¿Pudiste hablar con él? – preguntó adormilado ¿cómo se atrevia ese idiota a perturbar su sueño?

- No, le hablé pero paso de largo, me ignoró, ni siquiera preguntó por qué, no le intereso pedirme una explicación, Deidara yo... - su voz se quebró, esperaba reproche alguno de su ex novio, pero no hubo nada, solo un "hola" y "adiós" eso lo hizo sentir peor – me voy a morir Dei, yo no puedo estar sin él, debiste verlo, sonreía como la primera vez que lo vi ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas que eso fue lo que me enamoró? –

- Ay amigo, ¿cómo te ayudo? Debes dejarlo en paz, entiende que fue tu culpa, ya déjalo ser feliz, no lo atormentes más – dolía decirle la verdad a su amigo, pero no podía mentirle, no cuando él fue testigo de cómo la sonrisa de Naruto se fue rompiendo con cada acción de azabache – ven a mi casa y hablamos, prometo hablar con Naruto para que te deje al menos llamarle por teléfono, ¿te parece? – un simple "si" fue lo último que escuchó Deidara de su amigo, después solo fue el "Itachi tuvo un accidente" "Itachi ha muerto"

You could've asked me why I broke your heart
You could've told me that you fell apart
But you walked past me like I wasn't there
And just pretended like you didn't care

Esa maldita melodía de nuevo, no es como si no le dijera sus verdades, ¿cómo es que alguien pudo escribirla? ¿Acaso el cantante llamado The Weekend sabían su puta historia? Salió del bar para subir a su automóvil, siendo consiente que sería la última vez para él.



Corrió al baño, comenzando a vomitar, sentía su garganta arder con cada arcada que daba, antes de ir al baño, rezo tanto y con fervor para que Naruto viviera feliz, para que nada malo le pasara, ¿por qué? ¿Por qué maldita sea? Gritó con frustración y enojo, tenía que sacar todo en ese instante, gritó al punto de quedarse afónico, la culpa le llegó aún más porque seguramente él era el culpable de todo, ¿qué más seguía? Se maldijo una y otra vez era una basura, un bastardo que se merecía ser castigado y ahora más, jaló con desesperación sus cabellos araño sus brazos, como si con eso el dolor que estaba sintiendo en ese momento fuera a desaparecer. Lloró tanto que sus ojos parecían que no se podían abrir de lo hinchados que estaban ¿Acaso tendría otra penitencia?

Sentado al lado del retrete trataba de tranquilizarse, su mirada estaba perdida, tal vez él ya no tendría salvación. El timbre sonó, seguramente era el abuelo, de vez en cuando lo visitaba, hablar con el mayor lo tranquilizaba.

- Abuelo pasa –

- Debemos hablar de algo importante –





Abrió sus ojos despacio, la luz del ocaso lo hizo parpadear varias veces disfrutando del aire que refrescaba su rostro, se maldijo por quedarse dormido en aquel lugar, miró la hora ya era demasiado tarde. Suspiro cansado, tenía que preparar la cena, no había comido nada en todo el día. Estiró sus brazos y dio un enorme bostezo, esa siesta le había caído de maravilla.

Su sorpresa creció al ver a las personas a su alrededor, era como si él fuera un bicho raro y todos los presentes lo estuvieran observado – Disculpen – trató de ser cortes, pero las miradas lo estaban poniendo de mal humor.

- Por fin despiertas – gritó una chica de su edad, se acercó a él abrazándolo – ¡Bienvenido! – la bienvenida fue en coro, todos estaban contentos, dentro de lo que cabe, por la llegada de aquel chico. El joven los miró, no entendía lo que estaba pasando – el abuelo vendrá a verte, ven te invito un café – la chica pelirrosa se lo llevó a una cafetería.

El "abuelo"; como lo conocían todos; llegó al lugar tendría que hablar con aquel joven para hacerle saber lo que le había pasado, ahora veía a un pequeño joven aturdido y con algo de miedo en su rostro – Hola – dijo el mayor con voz suave, esa que relajaba a todos – no tengas miedo ¿sabes dónde estás? –

El más joven negó, no entendía nada, comenzó a hacer memoria lo último que recordaba era estar durmiendo en sobre el pasto, después caminó a su casa tomando una ducha, quedándose un rato más llorando en aquella enorme tina y luego ... luego... sus ojos se cristalizaron, lo había hecho, había sido tan estúpido, pero ¿qué podía hacer? Estaba tan dolido y lastimado, que para él fue a única salida para ponerle fin a su sufrimiento – yo ¿es...toy en el infierno? – preguntó con voz temblorosa, aceptaría el castigo que se le impusiera, lo merecía por ser tan cobarde, por dejar que lo hirieran de esa manera, por buscar la salida fácil.

- Verás – el mayor prosiguió a decirle donde se encontraba, el purgatorio, donde todos redimían y expiaban sus culpas, para poder ir al cielo. - ¿Tenías a alguien importante? –

- Si, pero no recuerdo su nombre, me parece que era... – miraba al anciano, tratando de recordar el nombre del maldito que lo orilló a suicidarse, a ese que amó con locura, y lo lastimo, no entendía porque no podía recordarlo – no puedo recordar su nombre, ni siquiera su rostro, solo sé que me rompió el corazón, me humilló de la peor manera que se puede humillar a alguien –

- ¿Aún lo amas? –

- Nunca pude olvidarlo, sé que él tenía muchas heridas que sanar, pero en el fondo deseaba que pidiera ayuda y que pudiéramos estar bien –

- ¿Por qué lo hiciste? – el mayor tomó al chico de las manos, colocándolas con las palmas hacia arriba, ahí pudo ver esas enormes cicatrices que quedaron, las que le recordarían lo que hizo.

No era estúpido, sabía a lo que se refería, suicidio, eso es lo que había hecho, porque dolía, todo en el dolía, su corazón, su alma destrozada, su cuerpo, sus muñecas, su mente estaba tan cansada – porque lo extrañaba tanto, porque mi amor hacia él dolía tanto que no pude vivir un día más sin estar a su lado, trate, de verdad trate de ser feliz, pero no pude – el joven rompió en llanto, el solo recordar lo sucedido lo hacía sentirse triste, no debía de hacerlo, fue tan cobarde, debió buscar ayuda para su ex pareja, tal vez así... no tenía caso lamentarse, la culpa no era suya, pero aun así dolía.

- Moriste pensando en él, tu última palabra fue su nombre – el joven asintió, aunque no lo recordara – debes redimirte, buscar el perdón e irte al cielo, en este lugar encontraras gente buena, la mayoría ha empezado a pedir perdón. Sakura – señalo a la joven pelirrosa, ella lo había llevado a esa cafetería – te ayudará a llegar a tu casa, quizá te sientas un poco aturdido y desorientado, pero poco a poco recordarás todo, no tiene caso que te mortifiques si no puedes recordar el nombre de esa persona, solo pide por su felicidad –

- Gracias abuelo, me has tranquilizado mucho –

- Ven yo te llevo a tu casa, creo que la reconocerás de inmediato, me alegra conocerte, soy Haruno Sakura – la pelirrosa tendió su mano, ella le ayudaría a sanar y a aprender a perdonar para que así se fuera la cielo. Ella llevaba mucho tiempo ahí, creía que no merecía el perdón de nadie, nuca fue su intención hacer lo que hizo, pero la culpa, hasta la fecha, no la dejaba, ayudaba sin dudar a todos los que llegaban ahí o al menos lo intentaba, algunos le agradecían y se iban pronto, ese era su manera de expiarse, ayudando a los demás y permaneciendo en ese lugar.

- Gracias Sakura – los dos se dirigieron a casa del chico platicando sobre o que harían a partir de ese día.




Al día siguiente despertó, había quedado en ir a desayunar con Sakura a una cafetería, diferente a la que había visitado el día anterior. Arregló su cabello, dio un último vistazo en el espejo para dirigirse a la entrada de su casa, miró sus manos y las dos pulseras color negras y unas pequeñas nubes en cada muñeca que lucían perfectamente cubriendo a la perfección sus cicatrices. Salió con la intención de encontrar paz interior, de expiar sus pecados, que al parecer era el haber sido cobarde y suicidarse.

Entraron a la cafetería con una Sakura parloteando todo el tiempo, estaba segura que se lugar le gustaría a su nuevo amigo. El nuevo encargado del lugar se acercó a ello, anotaría su orden, conocía a la chica, aunque no platicaban mucho, le agradaba. Ella cargaba una enorme pena y tristeza en sus ojos color esmeralda.

-¡Hola Sakura, buenos días! ¿Qué vas a pedir? –

El joven a su lado volteó al escuchar la voz de Itachi sonriéndole de forma amable, Itachi sintió su cuerpo desfallecer, no era posible, pensó que era una alucinación suya, se negaba a creer lo que ayer había visto – Naruto – susurró, creyendo que el nombrado no lo había escuchado. ¿Por qué lo hiciste? ¿Tanto mal le había hecho para orillarlo al suicidio? Pensó sin poder pronunciar palabra alguna, el río de emociones que en ese momento lo estaban hundiendo le impedía respirar correctamente.

- ¿Te conozco? – preguntó confundió aquel chicorubio de ojos color azul. Uno que el azabache conocía perfectamente, que amaba con todo su ser, pero talparecía que Naruto no lo recordaba.


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