CHAPTER 3

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Recordaba con claridad ese día, por primera vez le había puesto una mano encima al rubio, no es como si lo hubiera golpeado seguido, solo dos veces.


- No sé qué esperas que te diga, sabes que a Neji lo conozco desde la preparatoria –

- ¡No me mientas maldita sea! Vi cómo le coqueteabas, acaso ya eres una puta que se mete con cualquiera –

- No me hables así Uchiha – siempre lo nombraba por su apellido cuando peleaban, su paciencia se estaba agotando y no iba a permitir que lo siguiera insultando. Antes de explotar lo mejor sería ignorarlo y esperar a que su enojo pasara. Camino hacia la puerta, dormiría en la sala.

- ¿A dónde crees que vas maldito marica? – Naruto no pudo reaccionar pues Itachi le había dado un puñetazo haciéndolo caer de sentón. Naruto no creía lo que había pasado, Itachi nunca lo había insultado, mucho menos golpeado.

- Eres un maldito animal – se puso de pie lo más rápido que pudo, siendo detenido por él mayor – suéltame idiota – jaló su brazo, sabía que quedarían un par de marcas, pero estaba en shock, asustado por lo que su pareja había hecho. – Vete al diablo imbécil – dio un portazo al salir de la recamara.

Itachi se arrepintió de lo que hizo ¿cómo dudaba del rubio? Si este le había demostrado que lo amaba, además Neji tenía pareja, pero y ¿si se atrevía a dejarlo o engañarlo? Su miedo a ser engañado de nuevo lo hacía actuar de la forma más estúpida. Comenzó a llorar, no se perdonaba el haberlo golpeado. Salió de la habitación, tenía que pedir perdón por la estupidez que había hecho.

- Naruto – llamó al rubio, quien se encontraba sollozando en voz muy bajita – por favor mi amor, perdóname, Naruto –

Pero el rubio lo ignoraba, no entendía porque había actuado así – Me lastimaste, eso nunca te lo perdonaré –

- No bebé, perdóname, te amo y prometo que jamás lo volveré a hacer, por favor – el rubio se aferró a su cuello, llorando con mayor intensidad – lo siento, de verdad lo siento –

- Promete que jamás lo volverás a hacer –

- Lo juro, lo prometo, perdóname bebé, ven vamos a la cama –



Sobó su mano como si aquel golpe todavía doliera, cada día que pasaba en ese lugar recordaba más, llegaban a él recuerdos de todo lo malo que le hizo al rubio, era estresante y agotador tener que revivir una a una sus equivocaciones, sus errores, sus fallas. Además esas pequeñas y particulares marcas en el rostro se lo recordarían por el tiempo que estuviera en ese lugar.

Se levantó muy temprano, habían pasado varias semanas desde que llegó ahí, entró a trabajar a una pequeña cafetería, era extraño como se manejaban las cosas en el purgatorio, siempre pensó que sería un lugar en el que sus errores se repetirían una y otra vez al punto de volverlo loco, la paga era buena, en todos los lugares la paga era excelente, por las tardes se dedicaba a sembrar algunas verduras en su enorme jardín, era un pasatiempo que lo llenaba de paz, pasaba horas ahí. Su casa se encontraba en las orillas del pequeño poblado, no era muy grande y alrededor de este había un inmenso prado, con colinas, para ser un lugar que los obligaba a redimirse, era demasiado reconfortante.

Esa tarde se encontraba regando sus plantas y revisando el crecimiento de sus jitomates y lechugas cuando escuchó el grito que era muy común, incluso varias personas le contaron que cuando él llego, todos gritaron lo mismo.

Don't cryWhere stories live. Discover now