Las miradas fugaces

De LiaMallo3

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Tres mejores amigas empiezan su aventura universitaria en Madrid, donde conocerán a un grupo de chicos que lo... Mais

Antes de empezar...
Capítulo 1
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17

Capítulo 2

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De LiaMallo3

Una sonrisa preciosa me recibió y yo me sonrojé casi al instante. Qué ridículo.

-¿Estás bien?- dijo tirando de mí para levantarme.

-Si, no ha sido nada.- conteste estúpidamente, sintiendo la mirada y las risas de Ali y Rea. Él pareció notarlo y sonrió. Era muy guapo.

-Nos vemos.- afirmó mientras me guiñaba un ojo y entró en el vagón. Después de un silencio en el que seguro que las tres observamos lo bien que le sentaban los vaqueros, Rea decidió abrir la boca.

-¿Qué ha sido eso?- preguntó sonriente.

-Nada.- conteste sin apenas poder disimular el rubor de mis mejillas.

-¿Te has fijado en cómo te miraba?- continuó

-Yo me he fijado en como le mirabas tú a él... -añadió Ali riendo.

-Solo intentaba ser amable.- mentí con descaro.

Nos acercamos a nuestros asientos, que por suerte eran de cuatro. Ali y Rea decidieron sentarse junto a la ventana, lo que me dejó a mí en el pasillo. Y mientras colocaba mis maletas escuché los susurros entre risitas de mis dos mejores amigas.

-¿Se puede saber qué os pasa ahora?

Ali me dirigió con una mirada sugerente al asiento que, en la otra fila, quedaba a mi lado.

Me di la vuelta discretamente y allí estaba, sentado y mirándome.

-Hola.- dijo entre risas.

Le saludé con la mano y sonreí mientras me sentaba, de nuevo avergonzada, pero esta vez por la actitud de mis amigas.

-Madrid, eh. ¿Qué se te ha perdido por ahí?- preguntó mientras se inclinaba hacia mí.

El viaje transcurrió rápidamente. Aquel chico, Alex, estuvo charlando con nosotras todo el camino. Era divertido, parecía interesado en todo lo que le contábamos, aunque no sé si realmente era el caso o sencillamente sabía ser encantador. Aquello acabó con un intercambio de números de teléfono.

En cuanto pusimos un pie en la calle, tal y como esperaba, llovieron las preguntas.

-¿Te gusta?

-Es mono- contesté.

-¿Vas a salir con él?

-Igual a tomar algo, si se da.

-¿Y si...?

-Vale.- interrumpí- el tema Alex por hoy está cerrado.- añadí entre risas.

-Chicas... Aquí empieza oficialmente nuestra juventud.- gritó Rea.

Nos abrazamos y chillamos como niñas de cinco años, pero qué le íbamos a hacer, éramos total y plenamente felices.

Cogimos un taxi hacia el que iba a ser nuestro nuevo hogar. Ali había sido la persona de contacto de nuestro casero, como siempre tomando las riendas de las gestiones importantes. Las tres mirábamos por la ventanilla, señalando edificios y locales, sintiendo algo de vértigo por lo grande que todo parecía.

Al poco tiempo llegamos a nuestro destino. En la puerta nos esperaba un afable señor con bigote, que miraba nervioso su reloj.

-Señorita Alicia, me supongo.- dijo estirando la mano para saludar a Ali y después a Rea y a mí.

-Así es. Ellas son Gala y Rea, mis compañeras de piso.

-¡Y mejores amigas!- puntualizó Rea, lo que pareció hacer gracia a aquel hombre.

-Un placer. Suban conmigo, les enseñaré la que fue mi casa durante muchos años y que ahora será la suya.

Era un cuarto piso sin ascensor, dato importante, porque el señor Baltasar, un hombre de unos setenta años, subió las escaleras con un paso mucho más acelerado que el nuestro, que acabábamos de cumplir los dieciocho. Al llegar a la puerta, necesitamos unos segundos para recuperar el aire, cosa que a nuestro casero pareció divertidísima.

La casa era perfecta para nosotras. No muy grande, pero sí luminosa y con todo lo que podíamos necesitar. Tenía una esencia antigua y elegante, pero seguía siendo un lienzo en blanco que podríamos hacer nuestro. Mientras nos comentaba las normas, hacíamos esfuerzos por no chillar de la emoción.

"Entiendo que son jóvenes y querrán hacer algún que otro encuentro festivo, pero traten de no hacer mucho ruido. La vecina de abajo, Juana, está bastante sorda, la buena mujer, pero el resto del edificio, por suerte o por desgracia para ustedes, no".

El señor Baltasar era un hombre muy agradable y divertido. Nos insistió en que hiciéramos del espacio algo propio. "Pinten, pongan cuadros en las paredes, cambien los muebles de sitio y metan lo que quieran. Pero cuiden lo que ya está aquí. Muchos recuerdos habitarán con ustedes" había dicho.

Aquello me hizo pensar. ¿Cuántos recuerdos nuevos crearíamos nosotras? ¿Qué cosas nos esperaban entre aquellas paredes?

Cuando se marchó, esperamos un tiempo prudencial, unos cuatro segundos, para que bajara algún piso y poder volver a alterarnos en paz. Dimos saltos - Juana no iba a enterarse - nos abrazamos, y a Rea se le escapó alguna lágrima de emoción.

Decidimos sortear las habitaciones. Aunque eran bastante parecidas entre sí, queríamos dejar que el azar decidiera, era la mejor forma de evitar discusiones. A Ali le tocó la habitación más lejana. Esto era una suerte, porque tenía un sueño ligero y mal humor al despertarse. Era la más grande pero también la menos luminosa. Rea tuvo la que se encontraba a medio camino entre la puerta principal y la de Ali, muy luminosa y también con el armario más pequeño, lo que a Rea le entusiasmó, así le obligaría "a despojarse de sus posesiones materiales y conectar con el feng shui". A mi me tocó la más cercana a la puerta. Era algo más pequeña que las demás, pero tenía un pequeño balcón que daba a la calle, lo que hizo que me enamorara al instante de ella.

Después de colocar algunas cosas, volvimos al salón, empezaba a hacerse de noche.

-¿Qué tal vuestros armarios? Yo ya he colocado las cosas en los cajoncitos...- comentó Rea alegremente.

-No nos engañemos Rea, mi maleta y la de Gala van a ser nuestro armario durante al menos dos semanas.

Yo me reí, sabiendo que Ali tenía toda la razón.

-¿Y ahora qué?- pregunté.

-¡Salgamos a celebrar! Solo tenemos un par de semanas hasta que empiece la uni. Hay un bar aquí cerquita, que pone bebida muy barata.

-¿Cómo es posible que lo sepas, Rea? Acabamos de llegar.

Rea se sonrojó al instante y bajó la mirada.

-Es donde va Lucas, ¿no?- pregunté sonriendo.

-¡Lo he visto alguna vez en sus historias! ¿Tan terrible es cotillear a tu cuñado?

Un par de ojos de cachorrito de Rea bastaron para convencernos. Acabamos dando vueltas por un Madrid nocturno que nos fascinó. Solo habíamos estado en un par de ocasiones, en excursiones escolares. Había una atmósfera cálida y especial que, de alguna manera, me hizo sentir en casa.

Después de pasear acabamos en el bar del que hablaba Rea. Era un tugurio. Demasiada gente y demasiado ruido: el lugar perfecto para tomar algo.

Pedimos nuestras bebidas y Rea se dedicó a mirar frenéticamente los primeros tres minutos entre la multitud de cuerpos. De pronto su expresión cambió.

-¡Allí! ¡Están allí!- señaló frenéticamente con el dedo.

-Rea, por dios, no señales.- instó Ali mientras le cogía la mano.

Yo comencé a reír, mirando en la dirección que señalaba. Escaneé aquel grupo de chicos y me encontré un par de ojos verdes que ya me miraban. Aparté la vista rápidamente, para después fijarme con el rabillo del ojo en que ya no me miraba, conversaba riendo con los que parecían sus amigos. Su pelo rizado se movía con sus carcajadas. Tenía una sonrisa muy bonita.

-¡Mierda! ¿Dónde está?- preguntó Rea con frustración.

-¿Lucas?

-Sí. Esos son sus amigos. Les he visto en fotos. ¡Pero él no está!

-Igual se ha quedado en casa.- sugirió Ali.

-Bueno, el hecho de que estén aquí confirma que vienen.

Después de reír descontroladamente durante un par de horas con los planes de Rea y las ocurrencias de Ali, decidimos volver a casa.

Y así, en un abrir y cerrar de ojos, nuestra primera semana había pasado. Compras, decoraciones, probar todas las combinaciones de muebles posibles y pasear por el barrio había sido nuestro día a día. Ya conocíamos las tiendas y locales relevantes que nos pillaban más cerca de casa.

Aquella mañana se nos había antojado desayunar bollería. Ali y Rea, vagas y perezosas, se quedaron en el sofá plácidamente, mientras yo bajaba a la panadería de la esquina a comprar.

Estaba de buen humor, el cielo era azul, los pájaros cantaban y yo era libre con mis chicas.

Cruzaba la calle cuando algo me rozó la pierna. Miré hacia abajo para encontrar un precioso perrito de color marrón y con unos ojitos que hicieron que me derritiera.

-¡Hola!- saludé casi al instante, agachándome para acariciarlo.- ¿De dónde sales tú? Eres un chico precioso.

-Es una chica.- dijo quién debía ser su dueño.- Se llama Millian.

-¡Millian! Eres una chica preciosa. ¿Qué edad tiene?

Levanté la cabeza para mirar y... ¿no era aquel Lucas, el hermano de Javi?

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