Vidas cruzadas: El ciclo. #2...

By AbbyCon2B

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Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.
Un trailer que tenía guardado.
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B


08 de julio 1884.
Nottingham, Inglaterra.

Cuando se reunieron todas las mujeres en el salón y Olivia les dio la noticia, la ansiedad se sintió en el aire y como este pasó de sentirse ligero a pesar toneladas. Incluso Amelia palideció ante la idea, ella ya había conocido a la Reina más de una vez y podía asegurar que era una experiencia estresante y aterradora. Incluso había tenido que acompañar a su hija Josie para sus dieciocho años (afortunadamente Josie ya tenía esposo ese año y no necesitaban ir) y ambas habían pasado todo el mes con taquicardia y problemas para dormir. Era igual de estresante para los hombres, Rowland solía huirles durante esas fechas, refugiándose en su oficina o lejos de la casa, poniendo todo el dinero a su disposición para que no tuvieran que molestarle con compras y compras que a él le agobiaban.

Las hijas de Olivia hiperventilaron y algunas tuvieron que sentarse en el sofá para calmarse. Conocer a una Reina era como un sueño, el relativo de conocer a una celebridad en los tiempos de Olivia. Era un evento importante y marcaba un antes y después en la vida de los privilegiados. Les daría una gran oportunidad como mujeres de crecer en ese inmenso mundo de billetes y era una oportunidad tan asombrosa, que incluso Marie, habiendo manifestado su descontento con la idea de casarse, tenía dificultades rechazando la propuesta.

—¿En dos semanas? —repitió Gwendoline y tragó saliva con fuerza—. Madre, no podremos estar listas en tan poco tiempo. Soy un desastre...

—También yo —concordó Marie—. Es muy poco tiempo.

—Tendrán que esforzarse el doble, pero no podemos perder esta oportunidad. Su padre me ha hablado sobre los beneficios que les daría y la vida tan maravillosa que podrían llegar a tener —. Se acercó a ellas y acomodó su vestido para arrodillarse en el suelo frente al sofá y poder tomar sus manos—. Sé que es estresante y sé que no es exactamente lo que planeaban hacer, pero somos mujeres inteligentes y sabemos ver cuando tenemos una oportunidad inigualable ante nosotras. Conseguir un marido en estos eventos, podría asegurarles un lugar importante en esta sociedad.

Las vio tragar con fuerza otra vez y acarició la mejilla de Marie.

—Es una gran oportunidad y quiero que la aprovechen.

—¿Debemos casarnos para el final de la temporada? —inquirió Gwendoline.

—Es el objetivo, pero no deben elegir a un hombre que no se gane ese lugar ¿sí? Y si para el final de la temporada no han conseguido a nadie, no hay problema, papá y yo las seguiremos cuidando durante todos los años que quieran.

Asintieron y se inclinaron hacia el borde del sofá para abrazarse a su madre. Tenía a sus tres hijas mayores y solteras; Marie, Zenia y Gwendoline. Zenia era la única de las tres que soñaba con casarse, a Gwendoline la idea le daba igual y Marie no le gustaba, pero como su madre había dicho; era una mujer inteligente y sabía cuándo le convenía aceptar.

El resto de sus hijas dependían de sus maridos para poder asistir a la ceremonia y conocer a la Reina. Como Keiran, Derby, Stuart y Parker eran hombres importantes, podrían asistir. Lo mismo sucedía con Odelia, Alice y Maisy, esposas de tres hombres Morgan con una reputación y riquezas.

Pero Olivia quería enfocarse en sus tres hijas.

Cuando Jonathan entró en el salón con la lista de requisitos que le había comentado a Olivia, todas sus hijas se lanzaron sobre él.

—¿Realmente iremos, padre?

—¿Quién nos llevará?

—¿Vendrás con nosotros? ¿Y si nos caemos?

—¿Cómo sabremos comportarnos? ¿Acaso debemos leer un manual?

Jonathan las apartó a todas de lanzarse sobre él y extendió el manual hacia su esposa, ofreciéndole también una mano para ayudarla a ponerse de pie.

—No molesten a su padre, niñas —pidió Olivia y se sacudió la ropa.

—Mamá está a cargo —informó Jonathan, señalando a su mujer—. Ella decidirá a qué evento iremos, con quién hablarán, que se pondrán y a qué hora tendrán permitido mostrarse en público y dónde. Espero que hagan lo que ella dice, confíen en su criterio y me dejen a mí en paz ¿sí? ¿Pueden hacer eso?

Sus hijas asintieron y Jonathan señaló la lista que le había entregado a Olivia.

—Hay un mínimo de dinero que deben gastar en sus armarios para la temporada, si solo gastan el mínimo la gente pensará que tenemos problemas económicos y que apenas nos mantenemos. Se reirán de ustedes y de mi y probablemente no consigan esposo, así que deben gastar el doble o el triple. Solo procuren gastar.

—¿Cuánto es el mínimo? —curioseó Marie.

—Cinco mil dólares —leyó Olivia.

—Joder...

—Marie, el lenguaje, por favor —corrigió Olivia y ella se disculpó.

—¿Cómo gastaremos tanto en ropa? Tendremos que rehacer todo nuestro armario —señaló Zenia y Olivia asintió.

—Y usar al menos cinco atuendos distintos por día —agregó Olivia y Gwendoline maldijo para sus adentros—. Es posible...Bien, vamos a organizarnos con lo que dice esta lista. ¿Te irás, cariño?

Jonathan asintió y se abrochó su abrigo.

—Saldré a cabalgar con los hombres y los muchachos vendrán conmigo.

—¿Huirán tan pronto? —bromeó y Jonathan le dio un beso y sonrió.

—Debemos proteger nuestra cordura, ángel. Dime si necesitas algo ¿sí? Te amo.

—También te amo.

Jonathan se marchó y Olivia se giró hacia sus hijas, estaban todas reunidas. Sus ocho hijas mayores (quienes formarían parte de la temporada) y sus otras tres hijas, quienes, aunque no formarían parte, querían ayudar y se emocionaban tanto como sus hermanas. También estaban las esposas de sus hijos; Maisy, Odelia y Alice.

—De acuerdo, leeré la lista de requisitos primero —informó y todas sus hijas se sentaron y ella permaneció de pie—. Las personas postuladas para ser presentadas a su majestad son las esposas e hijas de los miembros de la aristocracia, esposas e hijas de aquellos con puestos altos en el gobierno. Las esposas e hijas de miembros del parlamento, la nobleza del país y la nobleza del pueblo. Esposas e hijas de miembros de la ley, militar, naval, clérigo, medicina y otras profesiones. Esposas e hijas de comerciantes, banqueros y empresarios.

—Papá es esa última categoría ¿verdad? —inquirió Katherina.

Olivia asintió y pasó a la siguiente página.

Aunque califiques para algunas de estas categorías, todos sabemos que las riquezas de nacimientos, asociaciones y posición dan las razones para tal privilegio y, por ejemplo, las esposas e hijas de un oficial de la fuerza militar, cuyos medios sean bajos y cuya posición esté perdida, no podrán aplicar para conocer a su majestad.

Las mujeres casadas se miraron entre ellas, intentando confirmar que no tenían ese problema.

—Todas calificamos —confirmó Olivia—. Sus maridos son hombres de buena posición y economía. Así que dejando eso de largo, vamos a la vestimenta para conocer a la Reina. Las mujeres casadas deberán llevar tres grandes plumas blancas en el lado izquierdo de la cabeza con el cabello recogido. Las mujeres solteras llevarán únicamente dos plumas. El vestido debe ser blanco, de hombros caídos y mangas pequeñas con un cuello en V. En caso de necesitar llevar mangas largas o un cuello alto por temas médicos, tendrán que presentar una carta del médico que justificará el atuendo. El vestido debe llevar una cola de tres yardas y medias o cuatro de largo, esta cola estará sujeta a los hombros o la cintura a elección. También se deberán llevar guantes blancos hasta los codos y velo blanco. Es opcional el uso de un ramo de flores blancas, un abanico y un pañuelo. Las joyas también han de ser de uso personal y opcional. De no cumplirse con las reglas marcadas en este documento para la vestimenta al momento de conocer a su majestad, no se podrá ingresar al palacio real.

—¿Cómo conseguiremos un vestido en dos semanas, madre? —inquirió Emma, empezando a hundirse en la desesperación—. Ningún diseñador los hará en tan poco tiempo.

—Si pagamos el doble podremos presionarles —aseguró y se abanicó con las hojas, empezando a sentir como le faltaba el aire—. Yo me encargaré del vestido de ustedes tres y si ustedes necesitan ayuda no duden decírmelo ¿sí?

Asintieron y Olivia continuó leyendo hasta que Amelia habló.

—También necesitan a alguien que las represente y será esa mujer quien llenará la carta por ustedes —. Sus hermanas fruncieron el ceño—. Yo puedo presentar a una de ustedes y tengo conocidas que seguro podrían acompañar a otras. Es un representante por mujer y debe ser otra mujer que ya haya sido previamente presentada ante la Reina.

—No conocemos suficientes personas aún.

—Yo sí, Gwen —aseguró Amelia—. Pero es importante que se lo tomen con absoluta seriedad, representar a una mujer ante la corte real es votar por ustedes, confirmando que son mujeres respetables de nuestra sociedad, si se demostrara lo contrario (lo cual ha sucedido) la mujer que las ha representado tendrá que presentar una disculpa pública en el periódico y soportar una gran humillación. Sería muy descortés que le hicieran algo como eso a otra persona.

Si antes estaban ansiosas, ahora estaban aterradas.

Amelia abandonó el sofá y se detuvo frente a sus hermanas.

—Necesitarán ensayar el saludo real. La reverencia que acostumbramos es muy distinta a la que tendrán que hacer en presencia de su majestad, además de que deben aprender a moverse con una cola tan larga y pesada. Yo hablaré con mis amigas para pedirles que las representen y enviaremos la carta anunciando que se presentaran en el palacio. También contrataremos a un profesor de modales que les enseñará la forma correcta de inclinarse ante la reina y moverse con la cola.

—¿Y cómo es? ¿Puedes demostrarnos?

Amelia asintió y se fue hacia la puerta del salón, Olivia tomó asiento donde momentos antes había estado su hija y sintió una gran emoción y orgullo por poder verla. 

Amelia se retiró un momento y regresó con una enorme menta que ató en su cintura.

—Hay muchos detalles a recordar. Para empezar, al ingresar al palacio y para que las colas de sus vestidos no molesten, los empleados de la reina les ayudaran a acomodarla sobre el brazo izquierdo. Siempre sobre el brazo izquierdo de esta forma —dijo y con la ayuda de una de sus hermanas lanzo la sabana que se ataba a su cintura por sobre el brazo izquierdo—. La deben sostener así hasta antes de conocer a la reina.

Dejó que la sabana cayera y una de sus hermanas le ayudó a estirarla en el suelo mientras ella permanecía de pie frente a la puerta.

— La reina las recibirá una mujer a la vez en su salón de estar, las veces que yo he ido su familia estaba con ella. Hijas e hijos. Hay una gran habitación, anterior al salón que es donde todas las mujeres esperan y se aprontan. Un día antes de la ceremonia tendrán que ir a buscar dos tarjetas en la cámara de lores y llenarlas con su nombre y el de su representante, una de estas tarjetas se la entregaran a uno de los empleados del palacio al ingresar y cuando sea el momento de ver a la reina, un guardia dirá su nombre y únicamente su nombre. Entonces, por ejemplo, en mi caso, llamarían al nombre; Lady Amelia Kimberly de Nottingham.

Acomodó su falda y les enseñó como la sabana se extendía perfectamente detrás de ella.

—Tendrán que quitarse el guante de la mano izquierda antes de entrar y sostenerlo de esta forma —dijo y se quitó su guante y lo pasó a la mano derecha—. Probablemente también tengan un rampo o un abanico en esta misma mano y la izquierda la dejaran libre. Cuando digan su nombre, ingresaran en el salón lentamente, intentando mantener el mentón en el alto y una gran elegancia, llegaran a la reina y tendrán que inclinarse.

Levantó la falda de su vestido para enseñarles como colocaba un pie detrás del otro como si fuera a hacer una reverencia normal y luego descendía hasta que sus rodillas estuvieron a segundos de tocar el suelo. Era una reverencia completa a diferencia de la que acostumbraban a hacer.

—Al poner un pie detrás del otro, dejen un espacio generoso, pues lo necesitarán para poder agacharse tanto. Deben casi que tocar el suelo con su rodilla. Aquellas mujeres familiares de un Lord no deben besar la mano de la reina y en su lugar la reina les dará un beso en la frente o en la mejilla.

—¿Mamá entonces no tendría que besar a la reina ¿verdad? —inquirió Katherina y Amelia lo confirmó.

—No, porque es mi madre, pero creo que no aplica para hermanas, así que, en ese caso, la reina extenderá su mano hacia ustedes y deberán poner la parte superior de su mano contra la palma de ella y apenas besar sobre sus nudillos —dijo e hizo la demostración con la mano de su madre—. Y listo, luego se enderezan lentamente y en caso de que esté el resto de la familia real, se moverán muy elegantemente hacia el próximo miembro y harán otra reverencia completa, sin besar la mano esta vez. De haber otro miembro, volverán a enderezarse y se moverán en su dirección para hacer otra reverencia. A veces puede haber hasta nueve miembros o más, lo que implica hacer nueve reverencias completas.

—Me duelen las piernas de imaginarlo —comentó Olivia y sus hijas se rieron.

—Créeme, madre, que puede ser agotador. Una vez terminen de hacer una reverencia ante la familia real, extenderán su brazo izquierdo de esta forma y los empleados recogerán la cola y la acomodaran como al comienzo y entonces así, abandonaran el salón marcha atrás, sin darle la espalda a la reina nunca. Y listo. Superaron uno de los eventos más aterradores de toda Inglaterra y sobrevivieron —. Hizo una pequeña reverencia cuando sus hermanas empezaron a aplaudirle y sonrió—. Lo ensayaremos todo con el señor Whitehead, él siempre trae una cola para practicar y es de gran ayuda. Yo le escribiré para pedirle que nos visite el próximo martes.

Le explicó también lo estresante de ese día.

Tendrían que conseguirse unos carros elegantes y maravilloso para cada una ir con su representante y tendrían que llegar temprano. Realmente temprano, pues pasada unas horas toda la calle llevando hacia el palacio de Buckingham quedaba tapada de carros con caballos y ser el carro número treinta era una cosa, pero ser el carro número quinientos implicaba que tendrían que esperar en el carro por unas tres o cuatro horas, con distintas personas pegándose a las ventanillas para echarles un vistazo y ver que tan bonitas eran, escuchando como las comparaban con otras de las mujeres que viajaban en otros carros, recibiendo buenos comentarios si resultaban ser más bonitas y malos si eran más feas. Así que estar en la calle temprano era de suma importancia.

Luego tendrían que desfilar hacia la puerta del palacio con cientos de personas observándoles y juzgando cada movimiento. Tenían que causar una buena impresión.

Después de conocer a la reina, podían respirar porque la parte más aterradora había terminado, pero el día apenas comenzaba. Tendrían que conducir por Londres presumiendo sus atuendos y carros lujosos a la gente que los miraba, luego regresarían a la casa para una fiesta que duraría todo el día. En dicha fiesta se reunirían amigos y conocidos para celebrar el evento.

—Y al irse a dormir se sentirían muy bien sabiendo que la ceremonia ha terminado, hasta que recuerden que la temporada comienza. La temporada para conseguir marido y Dios las salve, mis hermanas, es una temporada sumamente estresante, yo lo viví con mi hija y quise tirarme de un puente más de una vez. 

09 de julio 1884.
Maida Hill, Londres.

Olivia bajó del carro con la ayuda de Jonathan y se enganchó a su brazo para caminar hacia uno de los pueblos más peligrosos de Londres. En Maida Hill abundaban los criminales y la gente pobre, era una zona cuyas calles desfilaban por entre los edificios algo descuidados y el cielo nunca brillaba, pues el oscuro humo de las fábricas a la vuelta lo ocultaba.

Rowland bajó del carro detrás de ellos y les guio entre los edificios. Venían con dos guardias para asegurarse de que estarían a salvo, aunque a Olivia le molestaba un poco, pues sentía la distanciaba de conectar realmente con esas personas, como si ella estuviera por sobre ellos y fuera inalcanzable.

—Es por aquí —informó Rowland y descendieron por una estrecha calle hacia un espacio encerrado por varios de los apartamentos—. Doctor Breckinridge, he conseguido la ayuda de la que le hablé.

Olivia vio que un hombre se regresaba hacia ellos, era algo alto y delgado, traía un mostacho y el pelo corto y peinado con gomina hacia los lados con una raya separándolo al medio. Se veía algo sucio y sudado, pero no lo culpaba, después de todo, las condiciones de ese lugar realmente arruinaban el aspecto de uno. Vestía de traje y traía unos lentes que se quitó para poder verlos.

—Maravilloso, Lord Kimberly, estas personas estarán en deuda con usted. Un placer conocerle, doctor Morgan. 

Jonathan miró hacia la mano de Breckinridge y la estrechó al tiempo que negaba.

—No podría ser doctor aunque lo intentar, mi esposa es la doctora. Cirujana para ser más exactos.

Olivia forzó una sonrisa e intentó que ese malentendido no causa brechas en su futura relación, pero cuando el doctor Breckinridge la miró y luego miró hacia Rowland conteniendo su risa, sus intenciones de empezar una buena relación, desaparecieron.

—¿Una mujer? ¿Cirujana? Nunca escuche algo semejante en mi vida.

—Siempre hay una primera vez, doctor —intervino Olivia.

—Pero no es posible. Debe haber alguna clase de juego o engaño, ¿acaso es esto una broma, Lord Kimberly?

—No es ninguna broma, doctor. La señora Morgan es, sin lugar a duda, la mejor doctora que podrá encontrar. Sus habilidades exceden las capacidades de muchos doctores reconocidos y confío en ella para resolver esta terrible epidemia. ¿Podría trabajar a su lado, doctor?

Breckinridge balbuceó en protesta de forma ininteligible, pero terminó cediendo de malos modos y se giró para que le siguiera. Ella lo hizo y Jonathan no se despegó de su lado, traía los puños apretados y los labios en una línea recta. Si no hubiera prometido que se mantendría libre de problemas, ya estaría sobre ese doctor, frotándole el rostro contra el pavimento de piedra.

—Los enfermos empezaron a aparecer hace unas dos semanas aproximadamente, presentan diarrea...Quisiera explicárselo, pero temo sea demasiado desagradable.

—Sé lo que es la diarrea, doctor.

El hombre rodó los ojos y abrió la puerta hacia uno de los edificios, donde se escuchaban los lamentos de algunas personas y la tos de otras.

—Tienen náuseas y algunos presentan vómitos, están desorientados y cansado. He intentado mejorar sus condiciones con una dieta balanceada en verduras, pero muchas de estas personas no tienen suficiente dinero para conseguirlo.

El olor adentro de ese lugar era pútrido, Jonathan estuvo a segundos de vomitar al entrar detrás de Olivia y ella tropezó con un escalón en la oscuridad bajo la cual se movían y se habría caído, si Rowland no lo hubiera sujetado a tiempo. Tenían algunas velas encendidas, pero la luz del sol no llegaba, no solo por el denso humo cubriendo el cielo, sino porque las ventanas estaban tapadas con madera.

Entró en una de las habitaciones, pasando por sobre el cuerpo de un hombre que dormitaba en el suelo y abrió la ventana, permitiendo que el aire se limpiara.

—Ustedes dos esperen afuera, por favor —pidió, dirigiéndose a Jonathan y Rowland. Jonathan inmediatamente negó—. Por favor, mi amor, no quiero que enfermes tú también ¿sí?

—No voy a dejarte sola con este hombre —señaló y lanzó una mirada hacia el doctor.

—Estaré bien —. Le acarició la mejilla y sonrió—. Puedes matarlo si algo me sucede.

Jonathan sonrió al besarla y el doctor Breckinridge palideció y los miró como si fueran dementes. Se giró hacia Rowland y este se encogió de hombros, conteniendo su sonrisa.

Cuando quedó a solas y empezó a revisar a los enfermos, fue bastante evidente qué tenían y supo cómo tratarlos. Los síntomas eran característicos de una deshidratación, producto de toda esa diarrea y vómitos que tenían, de todas las enfermedades que existían en la época y las formas más lógicas de tratarlas, se le ocurría que podía tratarse de un brote de cólera y necesitaría generar una solución rehidratante para salvar la vida de esas personas.

—Tienen cólera, doctor —informó, alzando su mirada hacia el hombre.

—¿Qué? No, imposible, me habría dado cuenta.

—Evidentemente no, pues no se dio cuenta. La diarrea y los vómitos son producidos por el cólera que obliga al cuerpo a expulsar el agua almacenada hasta provocar un fallo de los órganos. De ahí que estas personas presenten deshidratación severa. Necesitaré un laboratorio donde poder trabajar en la cura, no es una solución muy difícil así que calculo podré tenerla lista para el final del día.

Abandonó la habitación y echó un vistazo a otros pacientes antes de reencontrarse con Jonathan.

—Al parecer es un caso de cólera —les informó y detrás de ella llegó el doctor en silencio—. ¿Por casualidad estas personas comparten bebedero?

—Sí, hay un pozo de agua en el centro del barrio —señaló Rowland y los llevó hasta él—. Lleva años funcionando.

—Me parece que ha llegado el momento de cerrarlo —. Mantuvo su distancia con el agua que había en el pozo y con la ayuda de Jonathan pudo cubrirlo con su enorme y pesada tapa—. El cólera se propaga por el agua contaminada, lo cual explicaría porque solo Maida Hill ha sido infectado. Le comentaba al doctor Breckinridge que necesitaré un laboratorio donde trabajar en la cura.

—Seguro el doctor puede prestarle su laboratorio, ¿verdad?

El hombre asintió, todavía sumido en sus pensamientos y Rowland le agradeció.

Se marcharon en el carro hacia el laboratorio del doctor que se ubicaba en uno de los barrios más elegantes de Londres. El hombre tenía su sótano adaptado para sus experimentos y contaba con cientos de frascos con diversas sustancias, entre las cuales Olivia buscó lo que necesitaba.

—¿Qué es lo que hace exactamente?

—Preparó una solución de sales que rehidrataran a los pacientes y podrá compensar las pérdidas masivas de agua y electrolitos en el cólera. Usaremos dos soluciones para el tratamiento, intentaré reducir la osmolaridad de estas sales para el tratamiento de los niños de forma que podamos prevenir los riesgos de hipernatremia. Y trabajaremos con la solución de osmolaridad normal para los adultos, una vez mejorados, mantendremos el tratamiento con la solución de osmolaridad reducida.

Breckinridge lanzó varias de sus libretas cuando se apresuró a conseguir una hoja y lápiz para anotar todo lo que ella hacía y cómo lo hacía. Podía llevarse el crédito cuando Olivia se marchará, todos le aplaudirían por sus logros.

Pero mientras anotaba todo, Jonathan le quitó el lápiz de la mano y lo rompió con su pulgar antes de arrugar la hoja y hacerla pedazos.

—No haga como si supiera de lo que mi esposa habla, ambos sabemos que sus capacidades son muy limitadas como para entenderle.

Olivia estuvo trabajando en su solución y en el proceso, envío a Rowland y al doctor a Maida Hill para que mantuvieran a los pacientes hidratados y fueran administrando la primera dosis en aquellos mayores de quince años.

Tratar el cólera conociendo la medicina del futuro era fácil, lo difícil era prevenirlo y era imposible inmunizarlos. No podía desarrollar una vacuna. Solo podía administrarle su solución de sales y esperar que fuera suficiente.

Se paseó entre los enfermos durante la puesta del sol, consciente de que tendría que dormir en un hotel esa noche (si es que reunía el valor para dejar a esa gente) y les dio de beber su solución y algo de agua para mantenerlos hidratados. Jonathan trajo alimentos y cada vez que alguien vomitaba o evacuaba, volvía a darles de beber de su solución.

Jonathan le ayudó en todo momento, llenando los vasos para administrar las dosis, pues no le dejó acercarse a los pacientes y cuando hubo terminado y estaba por irse, encontró que sacaban un cuerpo sin vida de una de las casas y le llegaron los gritos de agonía del interior del apartamento.

—¿Qué sucedió?

—Se fue a dormir y estaba bien —explicó uno de los muchachos que lo sacaba del apartamento—. No volvió a despertar.

El cuerpo era de un hombre joven que no debía tener más de treinta años y se encontraba pálido y con sus labios morados. Se agachó a su lado cuando lo dejaron en el suelo y tocó su piel, estaba fría, pero no parecía llevar mucho tiempo muerto. El color de su piel le decía que había sido asfixiado, pero no tenía marcas en su cuello. ¿Muerte por asfixia? Pensó y supo que no tenía mucho sentido, no parecía deshidratado como para culpar al cólera, no...Algo más había acabado con la vida de ese hombre joven y saludable.

—Yo me encargaré de llevar su cuerpo para que puedan enterrarlo en la mañana —les aseguró y consoló a los dos muchachos que parecían ser sus hermanos y lloraban en silencio—. Estén con su madre, deben permanecer juntos ahora más que nunca.

Ellos asintieron y se regresaron a la casa.

Jonathan se acercó a ella con el ceño fruncido.

—¿Lo llevaremos a dónde?

—Shh, ayúdame a subirlo al carro. Rápido.

La ayudó inmediatamente sin hacer muchas preguntas, pero cuando partieron, no pudo evitar mirarla con cierta preocupación.

—¿Ángel, ¿a dónde vamos con un muerto?

—A la morgue —informó y el chofer asintió emprendiendo el rumbo—. Este hombre no murió por cólera, algo más le mató y quiero hacerle una autopsia para asegurarme de que no nos enfrentamos a otro virus. Uno más peligroso quizás.

Llegaron a la morgue y el hombre que trabajaba en el lugar les dejó entrar sin hacer preguntas. Jonathan y el chofer cargaron con el cuerpo que pesaba una tonelada y lo hicieron rápido, pues lo que hacían era inmoral y podía acarrear varias consecuencias si los descubrían.

Rowland ya se había marchado, así que fue Jonathan quién se quedó en la morgue con ella y ayudó al empleado a encender las velas.

—¿Desea hacer un estudio, doctor?

—Yo no soy el doctor, es ella —señaló y el muchacho miró hacia Olivia y su boca se abrió en sorpresa.

—Oh guau, un placer señora —. Estrecharon manos y ella sonrió—. Prepararé el cuerpo para usted. ¿Necesita materiales?

—Por favor, me he dejado los míos en la casa —. Se puso un delantal y el muchacho, que no debía ser mayor de treinta tampoco, retiró la ropa del cadáver, cubrió sus genitales con una manta blanca y encendió las velas que alumbraban sobre sus cabezas.

Olivia era más alta que él, como le sucedía con casi todos los hombres que conocía, por lo que el muchacho intentó mantenerse alejado de ella. No era sorpresa alguna que a algunos hombres les incomodaran las mujeres demasiado altas, dañaba su ego y masculinidad.

Cuando ella empezó a abrir el torso del cadáver con un bisturí, Jonathan se cubrió la mitad del rostro con el cuello de su camisa y echó un vistazo desde su rincón seguro. Notó la sangre que emanaba del corte y como el muchacho asistía a Olivia limpiando el área con unos trapos y abriendo la piel para que ella pudiera romper las costillas con unas grandes pinzas. El hombre las retiró hacia una bandeja y le ayudó a terminar de romperlas y entonces, el silenció reinó en la habitación y ambos se miraron.

—¿Qué es? —inquirió sin salir de su rincón seguro—. ¿Qué lo mató?

—Cáncer —respondió ella—. Cáncer pulmonar. Ven, Jona, quiero que veas porque no me gusta que fumes.

Tuvo que tragar con fuerza para acercarse e hizo una arcada al ver el torso abierto de par en par con todos los órganos allí metidos, mezclados entre sangre, grasa y huesos. Era una imagen curiosa, aunque no la primera vez que lo veía; había matado, descuartizado y aplastado a cientos de hombres en su vida, pero nunca le había impresionado tanto como en esos momentos, cuando estaba viendo un cadáver que su esposa acababa de abrir en una camilla.

Olivia retiró los pulmones del interior del cuerpo y los apoyó sobre el vientre del hombre.

—Imaginé que sería algo en los pulmones por la falta de color en su piel que denota una asfixia. Estos pulmones ya no funcionaban, ¿notan el color? Están negros, pero deberían ser rosados tirando a un bordo —. El muchacho frunció el ceño y tocó los pulmones—. ¿Siente como parecen hasta secos ¿verdad?

—Sí, doctora...Pero no comprendo, ¿Qué provocaría esto en un hombre?

—Humo, seguramente la constante exposición al humo de las fábricas. También al humo de los cigarros. Los pulmones no están diseñados para inhalar humo y por esto no deberían fumar, caballeros —. Les enseñó el cáncer adentro de los pulmones y Jonathan hizo otra arcada—. Este cáncer está muy avanzado, a medida que el cáncer evoluciona la capacidad de los pulmones para almacenar oxigeno disminuye, se expanden menos porque pierden fuerza y por lo tanto respiramos menos.

—Debilita el tejido muscula —concluyó el muchacho y ella asintió—. Ha de matar a las células.

—Exacto, pero uno no se percata de estos cambios porque el cuerpo se adapta, una y otra vez se adapta a recibir menos oxígenos...

—Hasta que ya no puede recibir más —completo el joven—. Doctora, es usted consciente de que está ante todo un descubrimiento en sus manos ¿verdad? Debe escribir un reporte del mismo y presentarlo al público, advertir a los ciudadanos sobre los riesgos del humo en los pulmones.

—Ojalá pudiera, pero el descubrimiento no es mío —. Ni de esa época—. Así como este hombre, es probable que otras personas en Maida Hill estén conviviendo con un cáncer en sus pulmones, Jona. ¿No podemos hacer algo para salvarles?

Jonathan se alejó del cadáver, intentando refrescarse y negó.

—No cerrarán las fábricas ni aunque les implores y esas personas no pueden mudarse. Lo siento, ángel, pero realmente creo que no hay nada que puedas hacer ante esto.

Y pasarían años hasta que la gente descubriera que el humo era dañino para el cuerpo. Años y cientos de vidas que se perderían en el proceso.

Se quedó con un sabor amargo mientras cerraba el cuerpo, arrepintiéndose de su descubrimiento con el cual no podía hacer nada. Aunque lo intentara, el universo no le dejaría intervenir en el destino, ya lo habían intentado con la guerra civil de mil ochocientos sesenta y no lo habían logrado. No lo lograrían con ese elevado riesgo de cáncer pulmonar.

Pero había logrado, sin saberlo, que Jonathan dejara de fumar y eventualmente también sus hijos. Otra vez, Jonathan sentía que su mujer le había salvado la vida. 

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Séptima entrega de la Saga Ordinales
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En un mundo de negocios y mentiras, Roma debe hacer frente a una vida que anhela pero que teme. A pesar de querer trabajar como sirvienta para una f...