Vidas cruzadas: El ciclo. #2...

By AbbyCon2B

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Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.
Un trailer que tenía guardado.
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B


07 de julio 1884.
Nottingham, Inglaterra.

Olivia esperó de pie junto a Jonathan mientras el carro de la duquesa Kimberly (madre de Rowland) desfilaba por el camino de grava hasta detenerse frente a ellos.

Retorció sus dedos en la espalda, intentando mantener una buena actitud para recibirla sin avergonzar a su hija en el proceso y codeó a Jonathan para que se enderezara y dejara de hacer morisquetas con Alexandrina. Él rodó los ojos, pero le obedeció y eso era lo importante. Quería que Amelia pudiera sentirse orgullosa de su familia y lo refinados que eran, aunque estuvieran muy lejos de ese esplendor. Olivia sabía que los hombres en su familia, aunque elegantes, eran bastantes desastrosos y las mujeres rara vez se callaban la boca, lo cual, aunque a ella le parecía excelente, en la época se veía muy mal. Por no olvidar que todos estaban acostumbrados a ser naturales cuando estaban juntos y de repente esperaba que supieran comportarse ante una duquesa cuando ni siquiera ella estaba segura de saber cómo comportarse.

Cuando el carro se detuvo, colocaron unos escalones de madera frente a la puertilla y el mozo le ofreció una mano para ayudarla a bajar.

La duquesa Kimberly era casi de la edad de Dalia, lo cual implicaba que Dalia no debía estresarse tanto con las formalidades al dirigirse a ella, mucho menos Marie madre, quién tenía ya noventa años y resultaba ser la duquesa quien le debía respeto a Marie.

La señora traía un vestido amarillo algo opaco con un diseño de flores bastantes sobrias. Encima de su vestido traía un gran saco que se ajustaba a su cintura y caía en distintas extensiones y se adornaba con un moño en el cuello del mismo color marrón del atuendo. Venía con guantes, unas flores y un parasol cerrado que usó para marcar su caminar, aunque no lo necesitara. En su cabeza tendría un sombrero, un poco más grande y elegante que los bonnet que Olivia acostumbraba a usar, pero muy refinado y con unos detalles en azul.

—Madre —saludó Rowland y la recibió con dos besos en las mejillas—. Bienvenida a casa.

—Bienvenida, duquesa.

La señora Kimberly tomó las manos de Amelia, deteniéndola antes de que se inclinara y sonrió. Le temblaba un poco el pulso y a veces tartamudeaba al hablar, pero se notaba su adoración hacia Amelia en la enorme sonrisa que le dirigió.

—Ya te he dicho que puedes llamarme Noelle, querida. Déjame verte bien —. Sujetó el mentón de Amelia para levantarle el rostro y sonrió—. Oh, sí, cada vez más hermosa. La maternidad te sienta de maravilla.

Amelia sonrió y le agradeció con una pequeña inclinación que provocó un bufido en Noelle.

Cuando se acercó a Olivia, ella y Jonathan también la recibieron con una pequeña inclinación, pero Noelle tomó a Olivia en un cálido abrazo y rio mientras Olivia le regresaba el gesto un tanto confundida.

—Que maravilla conocerlos al fin —. Estrechó la mano de Jonathan y también lo abrazó, tomándolo por sorpresa—. Su hija ha traído tantas alegrías a nuestra familia que no podía estar más agradecida de que mi hijo la conociera. Por favor, llámenme Noelle, debemos ponernos al día durante el té. ¿Ya han servido el té, hijo?

—Como siempre, madre.

Noelle saludó a los hermanos y hermanas de Amelia y se detuvo a inspeccionar a todas las mujeres como había hecho con Amelia. A algunas las felicitó por su aspecto y lo bien que se presentaban, pero con otras, como Marie y Gwendoline, no hizo comentarios y simplemente ingresó en la casa.

Se sentaron en el salón para tomar el té, Noelle intercambió algunas palabras con Dalia mientras se conocían y Jonathan sostuvo la silla de Olivia para ayudarla como era costumbre.

El té fue un ambiente agradable y la duquesa era una mujer simpática y sociable, aunque tal vez un poco más criticona de lo que a Olivia le gustaba. No la criticó a ella directamente, pero sí a sus hijas y eso para Olivia era como un golpe en el estómago. No le gustaba que criticaran a sus hijos, ellas eran buenas personas y distintos los unos de los otros, era cierto que Marie podía ser un poco más brusca y Gwendoline no era tan elegante como se esperaría, pero eran mujeres inteligentes y con carácter, Olivia no soportaba escuchar que las criticaran y tener que morderse la lengua, así que terminó consiguiéndose una excusa para abandonar el té.

Jonathan la siguió, conociéndola a la perfección y no le sorprendió que ella estuviera bufando cuando la encontró en el dormitorio. Estaba molesta, aunque también estaba intentando controlarse.

—Es una señora mayor, ángel y las señoras mayores no comprenden a las mujeres jóvenes de hoy en día.

—Aun así, no tiene derecho a decirme como educar a mis hijas.

—Supongo que no —. Se sentó en el borde de la cama y la miró—. Marie y Gwendoline son mujeres extraordinarias, no importa lo que otros digan, tu y yo sabemos que ellas llegarán muy lejos, ángel, pero no sin que el mundo las critique.

—No me gusta pensar en eso, no quiero que deban sufrir por las opiniones de otros.

—Todos debemos sufrir por las opiniones de otros tarde o temprano, es parte de crecer.

Lo miró y se acercó a la cama para sentarse a su lado.

—Supongo que tienes razón, pero igual no me agradó que las criticara.

Jonathan tomó su mano en la suya y entrelazó sus dedos con una sonrisa. Tenía el anillo de cuando se habían casado, el color del oro contrastando contra su piel bronceada y a diferencia del anillo de Olivia, el suyo era más ancho. Sonrió cuando ella lo acarició y la atrajo hacia sus brazos para darle un beso en la cabeza.

—Nuestras hijas están bien, hicimos un buen trabajo.

Asintió, confiando en sus palabras y calmándose con su consuelo y permaneció en sus brazos, disfrutando del silencio. Todos los momentos se sentían bien cuando estaba a su lado, sin necesidad de tener que hablar o llenar ese silencio.

Se recostó contra su hombro y él contra su cabeza y miraron hacia la nada con sus manos todavía entrelazada y sus dedos jugando entre sí.

—¿Me acompañarás a Maida Hill?

—Sí, ya he hablado con mi madre para que cuide de Elizabeth mientras no estamos. ¿Le dirás a Harvie?

—Lo he estado pensando, supongo que esperaré a ver si es necesario, porque realmente no quiero molestarle. Ha estado muy tranquilo disfrutando de sus vacaciones con Darion y sé que él quería olvidarse un poco del trabajo en este viaje.

No regresaron al té con la duquesa, aprovecharon que estaban en el dormitorio para charlar un rato hasta que el té hubo terminado y entonces Olivia se marchó a inventar una disculpa y Jonathan se quedó sentado en la cama, sumido en sus propios pensamientos.

Llevaba esos días reviviendo su discusión con Olivia, que había comenzado con el asunto de Adrian y había terminado con él sintiendo un fracasado otra vez. Sabía que ella no pretendía hacerlo sentir de esa forma, pero era fácil para él que sus inseguridades asomaran. Intentaba ser un hombre "moderno" y adaptarse a los cambios de la época y todo lo que Olivia era y conocía, pero le resultaba difícil. Muchas ideas a las que intentaba abrirse le confundían y lo asustaban, pues toda su vida le habían dicho lo incorrecto que era. Lo enfermizo y diabólico.

Salió del dormitorio y detuvo a Peter en el corredor.

—¿Tu hermano? —. Peter no levantó la vista de su periódico y por unos minutos Jonathan se quedó esperando—. Peter.

—¿Uhm? —. Lo miró como si apenas se hubiera percatado de su presencia y parpadeó—. ¿Ya leíste esto? La Reina Victoria hará una ceremonia de debutantes en unos días.

Jonathan le quitó el periódico y echó un vistazo.

—Que tus hermanas no se enteren —pidió y se lo regresó—. Especialmente tu madre, por favor que tu madre no se entere.

—Pero sería un sueño para mamá poder conocer a la Reina Victoria, no ha dejado de hablar de ella durante todo el año.

—No tengo la reputación suficiente para conseguirles un lugar en la ceremonia —señaló—. Solo se decepcionarán.

—Debo diferir, tienes un buen nombre y creo que tendrías que intentarlo, por mamá. Sé que a ella le alegrará y es una buena oportunidad para mis hermanas. ¿Qué me habías preguntado?

—¿Dónde está tu hermano? —. Peter lo miró con una ceja en alto y Jonathan agregó—. Adrian.

—Ah, lo vi yendo hacia el establo hace unos minutos.

Le agradeció, dejó el periódico en su dormitorio dentro del cajón de su mesa de luz, esperando que a ninguna de las mujeres en la familia se le ocurriera echarle un vistazo y abandonó la casa para irse hacia el establo.

Lord Kimberly tenía un grupo de trabajadores cuidando de sus doce caballos, algunos de esos caballos solo se usaban para tirar de los carros y otros eran los caballos personales de la familia. El establo era grande y se mantenía bastante limpio a pesar de ser un ambiente de caballos. Cuando entró, el suelo de madera estaba cubierto por un poco de heno y los caballos se encontraban sueltos a excepción de dos o tres que descansaban en sus cubículos. Adrian estaba acariciando a uno de los animales y le convidaba con unas manzanas.

—Veo que te has hecho un nuevo amigo...aunque otra vez, no un amigo humano —. Adrian se rio y dejó que el caballo tomara la manzana en su mano.

—Es un progreso, además soy amigo de Jazmín.

—Esa muchacha no cuenta —. Tomó una de las manzanas de la bolsa y la limpió en su chaqueta antes de darle un mordisco—. Es evidente que quiere ser tu mujer.

—Sigue siendo mi amiga.

—Supongo... ¿Cómo has estado?

Adrian lo miró por sobre su hombro, sin dejar de acariciar al caballo y una sonrisa apareció en sus labios.

—¿Es una pregunta trampa?

—No, solo entablo conversación.

—¿Mamá te ha obligado?

Jonathan rodó los ojos y lo miró.

—¿No puedo simplemente ser un padre intentando hablar con su hijo?

—No es típico de ti entablar conversaciones como estas —. Se alejó del caballo y regresó la bolsa de manzanas a su lugar—. Pero estoy bien, padre, gracias por preguntar.

—¿Seguro? Porque ambos sabemos que tuviste unos años difíciles y...

—Realmente estoy bien —interrumpió y forzó una sonrisa ante su brusco tono—. Lo estoy.

Jonathan miró su perfil, cuando Adrian bajó la vista hacia el suelo y su expresión cambio, paso de una actitud tranquila a realmente mostrarse preocupado por su hijo. Se enderezó, apoyándose en la pared y mordió la manzana.

—Tu madre está preocupada.

—Entonces mamá sí te envió.

—Lo intentó, me negué y luego vine por voluntad propia. ¿Qué te sucede, Adrian? —. Negó en respuesta—. No me mientas, no has sido tu mismo últimamente. ¿Te sientes triste? ¿Es eso?

Volvió a negar y retrocedió cuando su padre se acercó.

—¿Alguien te ha dicho algo? ¿Te han lastimado?

—Estoy bien.

—No soy muy bueno dándome cuenta de cuando alguien se guarda sentimientos y aún así me estoy dando cuenta de que tu me los estás guardando ahora —. Apoyó una mano sobre su hombro y le levantó el rostro—. ¿Qué es? Dime...

Adrian sostuvo su mirada, Jonathan con sus ojos grises y él con los suyos azules y terminó suspirando y alejándose para ir a un banco afuera del establo. Jonathan le siguió y se sentó para escucharlo y terminar su manzana.

—Es solitario —confesó y Jonathan le miró confundido—. Ser como yo, padre. Es difícil saber quiénes comparten mis intereses, saber dónde encontrarnos para que nadie nos descubra...En cuatro años he conocido a tres hombres y dos de ellos eran prostitutos a los que les pagué mientras estaba en Nueva York, oculto en los callejones de Broadway donde todos los homosexuales parecen terminar de una forma u otra. He estado pensando en mi futuro y solo lo veo oscuro y solitario, no podré casarme o tener hijos...Dos cosas que siempre soñé poder hacer. Nunca podré tener una relación que se sienta real...Y Rian...Quiero odiarlo, pero pienso en él todas las noches.

—Lo amaste, lo amas. Es normal que no puedas superarlo, el amor es un sentimiento muy fuerte.

—Pero él me lastimó y traicionó mi confianza —concluyó, incapaz de mirar a su padre a los ojos—. Teníamos planes de vivir juntos por siempre y simplemente se rindió ante la primera de las dificultades. Y luego se atreve a escribirme buscando mantener nuestra amistad...

—¿Le respondiste?

—Obviamente no, no pienso ir a su casa a tomar el té con su esposa y sus hijos. Terminaría odiando a esa pobre mujer por tener lo que yo siempre soñé —. Se ocultó en sus manos, frotándose el rostro del agotamiento y exhaló—. Me siento solo muchas veces, aislado y diferente...Como si algo estuviera realmente mal conmigo, aunque Harvie insiste en que no es así, pero es difícil sentir que perteneces, cuando no hay un lugar donde te sientas...parte. Y luego está este otro asunto...

—¿Qué otro asunto?

—Es como si hubiera otra parte en mí que se opone completamente a todo lo que he contado y desea con demasiadas fuerzas a una mujer —. Jonathan se acomodó en el banco, girándose hacia Adrian, repentinamente intrigado en lo que decía—. No puedo quitármela de la cabeza, no puedo sacar su cuerpo de mi mente y nunca antes me había sentido de esta forma por una mujer. Me confunde y me asusta a partes iguales. Ella es divertida, es hermosa, es...es inteligente e inocente, tan pequeña y frágil en mis brazos que se siente como una experiencia completamente distinta y emocionante y creo que me gusta...

—¿Una mujer? —. Adrian asintió—. ¿Entonces...? No comprendo... ¿Eres o no homosexual?

—Lo soy, creo que lo soy, pero ¿ves? Ya no estoy seguro, simplemente no sé por qué ella provoca todo esto en mí.

—Tal vez sea todo un malentendido y sí te gusten las mujeres después de todo.

—No, padre, sé cien por ciento que me gustan los hombres —. Jonathan se hundió en el banco—. Pero creo que también me gustan las mujeres...O al menos esta mujer.

Jonathan suspiró y miró hacia el campo con él.

—Es más complicado de lo que pensé —confesó y Adrian concordó con él—. Pero te tengo un plan, ¿Qué tal si agarras a tus hermanos y se van a un burdel? Puedes pasar una noche con algunas mujeres y ver cómo te sientes.

—¿Y si no me gusta?

—No lo vuelves a hacer otra vez y ya tendrás tu respuesta. Además, tus hermanos necesitan ir, Aiden debe debutar y tu madre me matará si yo lo llevo —. Se rio y cuando Jonathan se puso de pie lo imitó—. Solo tengan cuidado de a qué mujer eligen y búscate una bonita y que te guste, si lo disfrutas, luego puedes lanzarte por esa mujer que te ha hipnotizado.

—¿Y si no lo disfruto ¿Cómo explicaré lo que esta mujer me hace sentir?

Jonathan se quedó pensando un minuto.

—Creo que, si eso sucediera, tendremos que acudir a la vieja costumbre de acusarla de brujería —. Se rio y lo empujó—. Tal vez te han hecho un amarre, hijo, esas cosas eran serias hace unos cien años.

Decidió tomar el consejo de su padre e irse a un burdel con sus hermanos, así que subió las escaleras y llamó en el dormitorio de Aiden antes de entrar. Encontró a su hermano sentado en el pequeño escritorio que tenía en el centro del dormitorio junto a la enorme ventana de cristales claros que permitía el paso de toda la luz.

—¿Qué haces?

—Llenando mi aplicación para la Universidad —. Lo metió en un sobre y selló la lengua con algo de cera—. Papá insiste en que no me aceptaran por mi edad, pero deseo diferir y demostrar que se equivoca.

—Buena actitud, aunque podrías aprovechar las vacaciones con el resto de la familia y reservar los estudios para el próximo año.

—Según mamá, seguiremos aquí el próximo año y no tiene sentido posponer mi educación —. Se recostó en la silla y miró el sobre fijamente—. Quiero hacer esto y quiero hacerlo ya, necesito descubrir mis capacidades. Estudiaré medicina como mamá.

Le desordenó el cabello al pasar por su lado y sonrió.

—Muy bien, harás que esté orgullosa de ti. Ahora toma tu abrigo, saldremos un rato.

—¿A dónde?

—Un burdel, papá dice que debes debutar y yo necesito probar una teoría. Invitaremos a Peter y Owen también, ellos nunca dicen que no a la oportunidad de dormir con una mujer.

—Pero no me gustan esos lugares, huelen horrible y algunas de las mujeres casi nunca se bañan y tienen aspectos muy desagradables.

—Buscaremos un lugar de mejor calidad —aseguró y lo empujó del hombro para que se levantara—. Pero vamos, no quiero volver de noche.

Suspiró y tragó saliva con fuerza cuando se puso su abrigo y tomó su sombrero.

—¿Debo hacer esto? Realmente no me siento cómodo.

—Te has pasado la edad.

—Pero mamá dice que debo perder mi virginidad cuando me sienta cómodo.

—Mamá no es de por aquí —. Llamó en la puerta del dormitorio de Peter y nadie asomó, así que decidió buscarla en el salón y lo encontró sentado en el sofá con un libro y tuvo la suerte de que Owen estuviera a su lado—. ¿Vienen con nosotros a la ciudad? Visitaremos los teatros.

Peter levantó su mirada del libro y estuvo de pie en menos de un segundo.

—Iré a buscar mi abrigo.

—¿Teatro? —repitió Olivia desde el sofá—. ¿Tu irás también?

Adrian asintió y entonces Olivia, confundida, notó a Aiden detrás de él.

—¿Y llevarás a Aiden?

—Ya es hora.

—No, claro que no —. Se puso de pie, dejando la silla donde registraba en su libreta todos los planes para esa semana y se acercó a su hijo—. Está muy chiquito todavía.

—Mamá tiene razón —apoyó Aiden—. Todavía soy su bebé.

—Claro que lo eres, mi amor. ¿Tu padre te ha dicho que lo lleves? ¡Jonathan! —. Adrian intentó evitar que su madre se enfrentara a su padre como sucedía cada vez que uno de ellos planeaba visitar el burdel para debutar, pero no tuvo caso—. ¿Le has dicho a Adrian que lleve a mi hijo a un asqueroso burdel?

Jonathan suspiró y dejó su taza de café en la mesa del salón.

—Tiene quince años.

—Todavía tiene catorce. Es un bebé.

—Es un hombre, debe serlo al menos y no lo será hasta que duerma con una mujer. Cumplirá quince en unos días, ángel, por favor, ya hemos tenido esta discusión.

—No permitiré que mi hijo vaya a ese lugar tan pequeño, esas mujeres no deberían siquiera tocarlo —. Se abrazó a Aiden y él se aferró a ella, ocultándose de la mirada molesta de su padre—. No irá.

—No discutiré, Aiden irá con sus hermanos y se terminó el tema.

—No te atrevas, Jonathan o gritaré.

Jonathan se acercó a ella para separarla de Aiden y Olivia retrocedió con su mirada determinante.

—Olivia, por favor, es tradición.

—Los tiempos cambian.

Olivia apartó a Jonathan en medio de su discusión para que no se acercara a su hijo y él maldijo y apretó los puños, conteniendo sus ganas de golpear algo.

—Debes dejar que crezca, Olivia.

—Todavía es joven y está enfocado en sus estudios, no necesita distracciones.

Jonathan sostuvo su mirada con una mano en la cintura, se relamió los labios y pasado unos segundos de deliberar en su cabeza, se acercó a ellos, separó a Aiden de su madre, a pesar de Olivia gritándole en el oído y lo empujó hacia Adrian para que se marchara. Giró su rostro hacia el de Olivia y sus miradas se enfrentaron, esa hermosa mujer, tan feraz y valiente, ni siquiera se encogía en lo más mínimo cuando él mostraba esa intensa y aterradora mirada que juraba estaba a segundos de lanzarla sobre una mesa.

No dejó ir su brazo, el cual sujetaba firmemente con una mano y aunque ella se sacudió para intentar liberarse, no funcionó. Jonathan la sujetaba muy bien.

—Dejarás que él se convierta en un hombre y no volverás a interferir en los asuntos de hombres. Yo no interfiero en tus asuntos con las niñas ¿o sí?

—Es mi hijo.

—Es mío también, Olivia y tu claramente todavía no comprendes las costumbres de esta época.

—Tu debes ser el único retrograda que sigue enviando a sus hijos a un burdel. Sé que no todos los hombres lo hacen.

—Es verdad, no todos lo hacen, pero les salvo de una gran humillación asegurándome de que ellos sí.

Se quedaron en silencio unos segundos y Jonathan fue consciente de que ella no aflojaría la seriedad en su mirada, ni se encogería ante él y le encantaba. Amaba ese desafío con el cual le miraba, ese poder que emanaba de sus ojos café. Aflojó el agarre en su brazo y aferró su rostro para atraerla a sus labios a pesar de que ella quiso apartarse.

—Estoy molesta.

—Me encantas cuando te enojas —. La abrazó, envolviendo su pequeña cintura y ella lo golpeó en el torso con sus manos—. Por favor, ángel, no pelemos otra vez.

—Has rebasado mi autoridad enfrente de los niños y siempre acordamos no hacer eso.

—Era necesario, eres muy terca y los proteges demasiado —. Rozó sus labios, mirándola a los ojos y acarició su mejilla—. Te amo, pero realmente me molesta que quieras interferir en tradiciones que no se pueden modificar. No todavía.

Asintió, mientras él sujetaba su rostro y bajó la mirada.

—Perdón...Yo...No me gusta pensar en ellos durmiendo con una mujer tan jóvenes, Jona.

—Sé que no, pero las cosas serán distintas para nuestros nietos ¿sí? —. Asintió y cuando él la abrazó, se ocultó en su hombro—. Me desesperas tanto, ángel.

Se rio entre disculpas y lo apretó con fuerza.

—Es más fuerte que yo.

—Ya sé, eres terca como una montaña que no quiere moverse —. Le besó la punta de la nariz y acarició su brazo—. ¿Te apreté muy fuerte? Creo que fui algo brusco.

—No, estoy bien, realmente no me dolió tanto como mi rodilla.

—¿Tu rodilla?

—Sí, de las ganas que tenía de pegarte en los huevos —. Jonathan se cubrió inmediatamente y bajó la vista mientras ella reía—. Tranquilo, me contuve por esta vez.

—No te atrevas nunca, Olivia, te pinchare una teta.

—¿Disculpa? —. Se cubrió y él miró a su alrededor para asegurarse de que nadie los había escuchado—. No te dejaré volver a tocarlas entonces.

—Pero...Eso no era parte del plan, ángel, solo bromeaba...Ángel, de verdad que solo era broma...

En la ciudad, Aiden bajó del carro detrás de sus hermanos y se sintió con ganas de vomitar. Caminó, solo porque Peter le puso una mano en el hombro y lo empujo para que se moviera, pero si hubiera podido, se habría aferrado a un poste de luz (que llevaban velas) y no se habría soltado.

—Siento que estoy a segundos de ser violado por una mujer.

—No exageres, será bueno —le aseguró Peter entre risas—. Yo también estaba asustado en mi primera vez y una vez hecho, nunca más miré atrás.

—Te gustará —le aseguró Owen—. Las mujeres son...especiales.

—Una bendición del Señor sobre nosotros.

Tragó saliva con fuerza y cuando se detuvieron frente a la puerta del burdel, miró sobre su hombro hacia Adrian, esperando que le ayudara a escapar y sus talones se arrastraron por el suelo cuando Peter le empujó desde la espalda.

—Que no te intimiden, hermanito, la pasarás bien.

Adrian entró al último. 

...

El vestido de la izquierda (verde) es el que tenía Olivia y el de la derecha con el parasol es el que traía la Duquesa Kimberly. 

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