Vidas cruzadas: El ciclo. #2...

By AbbyCon2B

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Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.
Un trailer que tenía guardado.
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B


17 de marzo 1880.
White Oak Lands, Minnesota.

Olivia estaba terminando de bajar las escaleras para irse a desayunar al salón cuando escuchó unos pasos retumbando por el corredor de los empleados y se giró, un tanto alarmada, para ver que Alice llegaba corriendo con Charlotte un poco por detrás.

—Señora, va a matarnos, pero por favor, perdónenos. Con todo lo que sucedió con Emma, se nos ha descuidado —sollozó Alice, retorciendo el borde de su vestido un tanto inquieta de pie a su lado.

—¿Descuidado? ¿Qué cosa, Alice?

Cuando Charlotte las alcanzó con una carta en sus manos, parecía casi tan angustiada como Alice e incluso un poco más.

Olivia tomó la carta, lanzándoles una última mirada para asegurarse de que ninguna se desmayaría y empezó a leer. Su expresión cambio a medida que avanzaba por la página y empezó a sentir el mismo pánico que veía en Alice y Charlotte. Se encontró hiperventilando un poco cuando bajó la carta y volvió a leer, intentando no ser ella quien se desmayará.

Minneapolis, Minnesota.

Señor y señora Morgan.

Espero que las situaciones en su hogar hayan mejorado, he podido apreciar que los rumores claramente se han disipado y me alegra saber que la joven Amelia ya no se verá afectada por la intromisión de la gente.

Les escribo porque mis hijos y yo estaremos viajando de regreso a Nueva York y mis hijas me han hablado de la buena reputación que tiene su hogar, así que nos gustaría hacer una parada en White Oak para explorar los paisajes y llevarnos algunos nuevos recuerdos. Tengo entendido que su casa se mantiene en pie con excelencia y es de las mejores habladas en cuanto a servicio y calidad por los alrededores, así que esperaba pudiera recibirme a mí y mi familia el próximo lunes a las diecisiete y cuarto. Llegará primero un carro con mis empleados para organizar nuestros dormitorios y mis hijos y yo llegaremos una hora y cuarto más tarde.

Espero no sea molestia alguna darnos un lugar en su bello hogar por un par de días y le agradezco desde ya su amabilidad.

Cordialmente.

Lord Rowland de Nottingham, Reino Unido.

—De verdad lo lamento, señora, la carta se debe haber perdido entre todo el caos.

—Está bien, Charlotte, no culparemos a nadie por este error, pero necesitamos empezar a trabajar desde ya —. Miró en su reloj de bolsillo y maldijo—. Tenemos diez horas hasta que Lord Kimberley y su familia lleguen, así que debemos usarlas muy bien. Quiero que limpien toda la casa y preparen un banquete para la cena de esta noche.

Ambas asintieron, memorizando cada orden y Olivia dobló la carta y la guardó en el bolsillo de su vestido.

—Preparen los dormitorios del tercer piso para Lord Kimberley y sus hijos. Quiero un dormitorio para cada uno abastecido con todo lo necesario; toallas limpias, aperitivos, jabón, cepillo de dientes sin usar, todo ¿entendido?

—Sí, señora.

—Hoy no pararemos para comer, avisen a todos y pónganse a trabajar...Yo debo buscar a mi marido.

Salió de la casa llevando su vestido de la nueva moda "forma natural", que no tenía ningún polisón abultando la falda, salvo unos pequeños accesorios que iban por debajo dándole un volumen algo interesante. Su vestido era de una sola pieza y se arrastraba por el suelo, con una capa protectora debajo para que no se dañara la tela.

Jonathan estaba con su nuevo caballo, que le había llegado el miércoles después de comprarlo, pero por todo lo que había sucedido no había tenido el tiempo de entrenarlo. Ahora que había despertado temprano en la madrugada para estar con ella, había descubierto rápidamente que no era tan agresiva como había parecido mientras estaba con el vendedor del establo. Quizás ella no estaba cómoda en aquel lugar y por eso se ponía a la defensiva.

Cuando Olivia llegó a él, Jonathan se bajó de su nuevo caballo (a quién había llamado Faith) y se apoyó en el cerco esperando a que ella le alcanzara.

—Recibimos una carta de Lord Kimberley, al parecer vendrá a hospedarse con nosotros por unas semanas antes de continuar su viaje —. Jonathan empezó a reírse mientras alcanzaba su sombrero y salía del recinto—. Vendrá esta tarde, Jona...Tengo a todo el mundo en la casa ordenando. Este podría ser un momento importante para nosotros.

—No seas ilusa, Olivia, ese hombre solo viene por Amelia.

—Pues ya lo sé, pero igual...Su presencia ayudara a nuestra reputación y es muy bueno ¿sabes? Con la posibilidad de que Emma este embarazada, nadie le prestara atención a ella si tenemos a un Lord en nuestra casa...Además sus hijas querían venir.

—Sus hijas lo que quieren es una madre —comentó riéndose—. Pero está bien, preparen todo para recibirlo.

—Debes estar para la cena.

—Estaré, pero debo irme. Quedé en acompañar al sheriff para desalojar al grupo quedándose cerca de Money Creek. ¿Segura qué es buena idea recibir a un Lord con ese asunto aun en nuestras manos?

—Lo había olvidado...Mierda, pero se verá mal si lo rechazo y perderemos una buena oportunidad, Jona.

—Tienes razón —. Tomó su mano, que estaba cubierta por unos guantes azules y besó sus nudillos—. Tu prepara todo para recibirlos y asegúrate de que no crucen Oak Pines, yo me encargaré de echar a ese grupo antes de que sean un problema.

Entraron en la casa y encontraron que todo era un caos absoluto.

Las mucamas corrían de un lado para otro sacudiendo cada rincón, lustrando cada adorno, sacando brillo al piso, etcétera. Algunas se llevaban las enormes alfombras de todas las habitaciones para sacudirlas en un largo proceso que requería colgarlas y golpearlas con unos pesados palos que removerían todo el polvo. La casa tenía demasiadas alfombras y al menos diez personas debían dedicarse únicamente a eso. Tenían otras mujeres limpiando los dormitorios y preparando aquellos que utilizaría Lord Kimberley y cada uno de sus seis hijos.

En la cocina había otro alboroto, Charlotte debía encargar aun más comida para llenar los armarios y asegurarse de que lo tendrían todo para alimentar a la familia y sus invitados. Las dos cocineras estaban empezando a dividirse los trabajos, Cooper se encargaría de las comidas y Davis de los postres, de esa forma lo tendrían todo servido en la mesa a tiempo.

Los mozos lustraban todos los utensilios de plata que estarían usando para servir la mesa. También lustraban todos los adornos de plata que había en la casa y los zapatos de cada miembro de la familia, para que estuvieran impecable durante la visita. Edgar organizaba los vinos para las comidas de la semana, en relación con lo que se serviría y también revisaba que todas las tareas de todos los empleados (hombres y/o mujeres) fueran realizada a la perfección.

En el jardín, arreglaban todas las plantas y recogían ramas u hojas que estuvieran estorbando en el césped o el camino. También retiraban la poca nieve que quedaba.

Incluso los caballos estaban atravesando una meticulosa limpieza y también los carros de viajes.

—Supongo que no nos servirán el almuerzo hoy.

—No, les he dicho que no se molestaran, para que puedan enfocarse en esto, pero puedes comprarte algo en el bar —. Asintió y la siguió por las escaleras mientras ella iba inspeccionando lo que los empleados hacían—. He pedido que preparen los dormitorios en el tercer piso, aunque no sé si Lord Kimberley querrá subir tantas escaleras.

—Debe estar acostumbrado, vive en un palacio dos veces más grande que este.

—¿Lord Kimberley? —inquirió Amelia bajando las escaleras para encontrarse con ellos en el camino—. ¿Es por eso que los empleados han empezado a sacudir cada minúsculo rincón de mi dormitorio?

—Oh, querida, iba a decirte, pero apenas nos hemos enterado —. Olivia subió hacia dónde ella les esperaba y tomó sus manos—. Ha pedido hospedaje en nuestra casa.

—¿Qué? ¿Pero por qué?

—Por ti —señaló Jonathan y Olivia le chitó.

—Va camino a Nueva York y quiere pasar un tiempo en White Oak, aunque podrás ver que tu padre tiene otras teorías.

Amelia miró hacia su padre, sintiendo una presión que ya conocía en su pecho y borró su sonrisa, antes de hacerse demasiadas ilusiones.

—¿Tu crees que está viniendo por mí?

—Pues sí, vio que quedaste soltera y aprovechará la oportunidad para conquistarte antes de volver a Inglaterra.

—Pero...Mamá...

—Shh, tranquila, cielo, no te adelantes a las cosas ¿sí? Aprovecha a pasar tiempo con él si es lo que quieres, conocerlo muy bien ¿vale? Y luego verás que sucede.

Asintió y le agradeció para marcharse a su dormitorio e intentar elegir que se pondría.

Olivia estuvo otro rato con Jonathan antes de que él se marchara a Money Creek para acompañar al Sheriff a hablar con aquel grupo de personas invadiendo su propiedad.

Alice estaba terminando de barrer el corredor del segundo piso cuando Oliver pasó por ella y la llamó de camino a su dormitorio. Vio su espalda alejándose hasta desaparecer dentro del cuarto y decidió dejar la escoba y seguirle. No podía distraerse demasiado con él, pues tenía otras cosas que hacer; limpiar las escaleras, entrar la alfombra que iba en la escalera para acomodarla perfectamente en el centro de esta, descendiendo escalón por escalón, volver a colocar los cuadros que habían bajado para limpiar y la lista continuaba, pero, aun así, podía hablar con él por un minuto.

Entró en su habitación y cerró la puerta a sus espaldas.

—¿Qué sucede?

—Necesitamos hablar de lo nuestro, Alice.

Palideció un poco ante sus palabras y la seriedad en su rostro cuando se sentó al borde de la cama. Iba a terminar con ella, pensó, tenía sentido y empezó a sentirse una ilusa por pensar que él querría pasar el resto de su vida atado a una empleada. Hiperventiló un poco, conteniendo sus lágrimas y asintió.

—Terminarás conmigo.

—¿Qué? —. Oliver se rio—. No, por supuesto que no, todo lo contrario. Quiero que vivamos juntos, Alice...Quiero hacerte mi mujer...

Levantó la cabeza de sus pies inmediatamente y lo miró con sus ojos bien abiertos, siguiéndolo, cuando él se puso de pie y se acercó a ella.

—Hemos estado saliendo por años y te amo, Alice, sé que lo hago, pero no puedo presumir que eres mi mujer si estás sirviéndome y a mi familia. Nadie lo entenderá de esa forma —. Dejó que sujetara sus manos, demasiado impactada como para poner palabras en su boca y siguió escuchándole—. Te he comprado un vestido para que lleves esta noche...

—¿E-Esta noche?

—Sí, quiero presentarte ante Lord Kimberley como mi mujer.

—Pero n-no estamos casados.

—Técnicamente, pero hemos estado juntos por muchos años —. Se alejó de ella para ir hacia el vestido que le había comprado y lo trajo del armario—. Mis hermanas me ayudaron a escogerlo. ¿Te gusta?

El vestido era hermoso, mucho más hermoso de lo que ella acostumbraba a usar y también más elegante. Tenía una cola larga que se arrastraría a su espalda e iba con guantes blancos hasta los codos. Se vería como una mujer importante con esa ropa, pero ella no era una mujer importante.

Tragó saliva con fuerza y miró hacia Oliver asintiendo.

—Es hermoso, pero...Pero no puedo usar eso, Oliver, te avergonzaré delante de tu familia y de Lord Kimberley.

—No podrías, amor. Sabes perfectamente cómo funciona este mundo, estarás perfecta.

—Pero no puedo dejar a todos limpiando solos, necesitan todas las manos que puedan conseguir.

—Entonces prométeme que te cambiarás para la cena y estarás a mi lado —. Dejó el vestido en la cama y se acercó a ella—. Quiero que estés a mi lado, Alice, lo hemos hablado un millón de veces estos últimos años.

—Sé que sí y lo siento, yo...Prometo que estaré a tu lado, solo espero no avergonzarte.

La atrajo hacia sus labios y acarició su espalda mientras sus bocas se acariciaban. Ella cerró los ojos, entregándose por completo a su cercanía, que siempre la hacía sentir tan cómoda y cálida y lo abrazó. Quería ser la mujer de Oliver, lo quería con todas sus fuerzas, pero no sabía que cambios provocaría en su vida...O la de su familia, tal vez sería algo bueno y todos serían felices o tal vez no y la gente los rechazaría porque ella no era más que una empleada y eso afectaría a la reputación de Oliver. Alice no quería que él se viera afectado.

—Te amo, Alice.

—También te amo —contestó mirándolo a los ojos—. Y prometo que estaré a tu lado esta noche.

El día fue escandalo tras escándalo, la casa parecía desordenarse cada vez más en lugar de quedar limpiar y las pobres mucamas no daban abasto con todo el trabajo. Olivia estuvo ayudándoles y también sus hijas, pero en cierto momento, empezó a necesitar más manos.

Asomó al jardín por la puerta trasera y miró hacia las personas que trabajaban en las flores. Ya casi habían terminado de acomodarlo todo.

—Angelica.

Esperó hasta que la mujer se acercó a ella para volver a hablar. Angelica Bristow era la chica que había intentado arruinar su matrimonio con Jonathan años atrás y quien aún trabajaba en la mansión para ayudar a su familia con el dinero que hacía, pero tenía treinta y cinco años y seguía sin tener esposo o hijos. Jonathan la había arruinado compartiendo entre sus amigos lo que ella había intentado hacer con su mentira y ningún hombre se olvidaba de eso.

—Necesito unas manos extras en la cocina para que la cena quede lista en hora, trabajaras con la señora Cooper solo por hoy y tienes prohibido abandonar la cocina o recorrer la casa sin la supervisión de Charlotte. ¿Entendiste?

—Sí, señora.

La dejó entrar haciéndose a un lado y apretó los labios antes de girarse para volver.

17 de marzo 1880.
White Oak Lands, Minnesota.

Jonathan cabalgó con el sheriff de Money Creek hasta el campamento que se había armado cerca de Oak Pines. Habían progresado en la construcción de una casa, así que Jonathan pensaba pagar a algunos hombres para que la terminaran una vez el grupo se marchara, considerando que la casa y los materiales estaban en su tierra, por lo cual eran suyos.

—Señor Huáng, Sheriff Paige le habla —anunció el sheriff sin bajar de su caballo—. Por orden de la ley debo pedirle que abandone la propiedad, señor Huáng o pague la renta del terreno que son cinco dólares a la semana. Estoy seguro que su grupo puede pagar y nos ahorrara un gran problema a todos.

Dalai Huáng salió de su carpa con una pipa entre sus labios y terminó de encenderla lanzando el fosforo al suelo.

—Ya fui claro con el señor Morgan cuando dije que no me marcharía, sheriff.

—No quiere ir por ese camino, señor Huáng, por ley, tengo permiso a traer soldados del ejército estadounidense para sacarlo.

Jonathan dejó de escuchar lo que el sheriff y Dalai decían cuando sus ojos se enfocaron en una mujer dentro de una de las carpas, que asomaba tímidamente para mirar que sucedía. Sus ojos encontraron los de ella y aunque Faith empezó a ponerse inquieta, amenazando con echar a correr en cualquier momento, no le prestó atención y se quedó mirando a aquella mujer.

La conocía...Al menos estaba seguro que era quién creía, una de las mujeres con las que había salido antes de conocer a Olivia y a quién había rechazado cuando ella se había presentado ante él, asegurándole que estaba esperando un hijo suyo.

Ella salió de la carpa, seguramente reconociéndolo de la misma forma y sus ojos se dirigieron hacia un muchacho sentado en los troncos junto al fuego. Jonathan lo miró y tragó saliva cuando el hombre levantó la vista del revolver que limpiaba y el sombrero que traía dejó de ocultar su rostro y le regresó una mirada de intensos ojos grises.

Regresó en sí cuando escuchó un disparó y miró hacia el sheriff para verlo caer de su caballo en la tierra, con un agujero en su pecho. Saltó de su caballo cuando más disparos empezaron a sonar en su dirección y dejó que Faith huyera antes de que las balas la alcanzaran y él se tiró al suelo detrás de uno de los troncos talados.

La mujer que él había visto, detuvo a su hijo de abrir fuego contra Jonathan y cuando le pidió a Dalai que no le hiciera daño, Jonathan pudo ver, al asomar un centímetro, que la respuesta de Dalai fue golpearla. Su hijo dio un paso hacia él, como si quisiera hacer algo para proteger a su madre, pero ella lo detuvo, acariciándose la mejilla y se puso de pie para regresar a la carpa.

Jonathan miró hacia el sheriff que estaba caído en el suelo, formando un charco de sangre en la tierra y luego hacia el caballo del sheriff, quien también había caído herido. Le disparó al caballo desde donde estaba para ahorrarle el sufrimiento y luego volvió a mirar hacia Dalai.

—Déjame ir, Huáng, déjame ir con la mujer que acabas de golpear y su hijo y prometo no volver a molestarlos.

—No necesito que prometas nada, Morgan. Esta tierra no tiene dueño.

—Está bien, Huáng, pero déjame ir con la mujer y su hijo primero.

—No —fue la repuesta que recibió.

Jonathan se puso de pie, arriesgándose para asomar, aunque pudieran dispararle y miró hacia el muchacho que seguía de pie con su revolver en mano.

—Déjame llevarme el cuerpo del sheriff entonces.

Vio como apuntaban el rifle en su dirección y maldijo al verse obligado a correr lejos del campamento antes de que las balas le alcanzaran. Encontró a Faith en el camino, un tanto inquieta, esperando por él a los pies del bosque y rápidamente trepó en su lomo y tomó las riendas para apresurarla a ir de regreso a la mansión.

Cuando entró en la casa, encontró que todo estaba mucho más ordenado, pero él era un caos andante. Gritó por Olivia para que viniera a él, pues no estaba con los humores para recorrer cada habitación en su búsqueda y cuando ella llegó desde el salón, supo que algo no estaba bien.

—¿Te hirieron?

—No, pero mataron al sheriff.

—¿Qué? —. Olivia miró hacia sus hijas que asomaban desde el salón y se regresó a Jonathan para llevarlo al baño en su dormitorio y hablar en privado—. ¿Dónde está el cuerpo?

—No me dejaron retirarlo, apenas pude escaparme sin que me dieran. Nena, eso no es todo...—. Se quitó la ropa para darse un baño con el agua que ya estaba preparada y Olivia se sentó en un banco a su lado—. Me odiaras cuando te lo diga.

—¿Qué cosa?

—Había una mujer en el campamento, Liv, una mujer con la que estuve antes de conocerte...Ella me dijo que estaba embarazada y yo no le creí, pero creo era cierto. El muchacho que vi debe tener veintitrés años, edad que encaja con...Liv, no te vayas...Liv...

—¿Trataste a una mujer de mentirosa cuando ella fue a ti embarazada?

—Me habían estado lloviendo mujeres embarazadas por esa fecha, nena, pensé que se estaban intentando aprovechar de mí y opté por no creerle a nadie más. Juro que no lo hice apropósito, no sabía que era verdad.

—¿Y cómo es que te llovían mujeres embarazadas?

—El rumor se corrió por el pueblo cuando ayude a la madre de uno de mis primeros hijos, las prostitutas se dieron cuenta de que yo no abandonaba a una mujer embarazada, se dieron cuenta de que les daba dinero y vinieron docenas de ellas asegurando de que esperaban a mi hijo cuando yo ni siquiera había dormido con ellas. Cuando ella llegó también, asumí era otra mentira más.

—¿Y lo era?

—No sé, el muchacho se parece un poco a mí.

Olivia se rio, incrédula y maldijo apoyándose en el lavado frente al espejo.

—Necesitamos sacarlos a ambos de ese lugar y traerlos aquí.

—Lo sé.

—Y debemos echar a ese grupo de nuestras tierras, pero no mientras Lord Kimberley este con nosotros, es muy peligroso.

—Lo sé.

—Págales.

—¿Qué?

—Págales para que te entreguen a la muchacha y su hijo. Yo les prepararé una habitación, vivirán con nosotros y...

—¿De verdad planeas aceptar a una mujer que fue mi ex y podría ser madre de un hijo mío? —preguntó, sorprendido.

Olivia se miró al espejo, tragándose su orgullo para asentir.

—Jamás le daría la espalda a una madre y su hijo, Jonathan, mucho menos uno con un padre tan estúpido, agg.

—¡Fue un accidente, maldita sea!

—Accidente —se burló soltando una carcajada—. ¡¿Accidente fue metérsela y dejarla embarazada?! ¡¿Sola por veintitrés años?! ¡Oh, sí, claro! ¡No me vengas con esa asquerosa excusa!

—¿Qué querías que hiciera? ¿Ayudar a todas las mujeres que "esperaban mi bebé"?

—¡Pues sí! —chilló, agitando una mano al aire—. Esperar a que naciera al menos, para ver si se parece un poco a ti o algo...Pero no tratarla de mentirosa y abandonarla. ¿Cuántos hijos tendrás ¿eh? —. Se rio y abandonó el baño. Jonathan salió del agua y envolvió una toalla en su cadera para ir detrás de ella—. Solo Dios sabe cuántos hijos habrás dejado regados por todo el país, que crecieron sin un padre...

—Olivia, no fue intencional.

—No fue intencional —se burló lanzándole su ropa en la cara—. Intencional será la patada en el culo que te daré, Jonathan Morgan. Ahora todos hablarán de esto, otra vez...Es que salimos de un escándalo para meternos en otro. ¡El hombre que deja hijos regados por todas partes!

—Exageras.

—¿Exagero? Cinco hijos me dijiste tuviste y ahora hay un sexto del cual ni siquiera sabíamos. Si no sabes de este, Dios sabe cuántos más desconoces.

—Justamente mi punto, si desconozco su existencia no es mi responsabilidad no haber formado parte de sus vidas. Olivia, me conoces —dijo, señalándose—. Sabes que jamás abandonaría a una mujer con mi hijo por gusto, sabes perfectamente como soy...como era cuando estaba en la pandilla, siempre ayude a todo aquel que pude, pero cuando sucedió lo de estas prostitutas, tuve que ponerle un alto porque se aprovechaban de mi amabilidad. No sabía que ella podría estar diciendo la verdad.

Olivia respiró hondo para calmarse y se sentó en la silla junto a su tocador, sintiéndose abatida por la noticia.

—Sé cómo eres, Jonathan, pero también sé cómo es la vida de las mujeres que tienen hijos fuera del matrimonio en estas épocas. Y no me siento del todo feliz sabiendo que conoceré a una mujer con la que estuviste...Me conozco y sé que me compararé.

—Ey, no, no, ángel, nada de eso —. Se agachó frente a ella, acomodando la toalla en su cadera y sujetó sus manos—. Te amo a ti, Olivia...Esa mujer no significó nada, sé que es feo que lo diga, pero es la realidad, simplemente le pagué un par de veces visitando el burdel y listo, pero tu...Tu eres mi esposa, mi mundo entero, no hay comparación. Tu belleza no tiene comparación.

—¿Intentas apaciguar mi enojo con palabras bonitas?

—No, pero si está funcionando puedo continuar.

Se rio, dejándose caer al suelo frente a él para abrazarlo y se fue hacia sus labios.

—Debemos ayudarlos, Jona.

—Lo sé y lo haremos. Los sacaremos de ese lugar y luego buscaremos la forma de echar a ese grupo de nuestras tierras, pero debes tener cuidado ¿sí? He visto como el hombre golpeaba a la mujer y mataba al sheriff sin pena alguna, temo que quieran hacerte daño.

—Te prometí que no me acercaría y mantendré mi palabra, pero tu ten cuidado ¿sí? Hoy estuviste muy cerca de que te lastimen —. Acarició su torso, sintiendo un escalofrío con solo imaginar que lo herían o peor aún; lo mataban—. Debes tener cuidado, mi amor.

—Lo tendré.

Esa misma tarde, el carro con los sirvientes de Lord Kimberley llegó a la propiedad. Venía su ayudante personal, para prepararle el dormitorio y desempacar las cosas que él traía en su bolso, su mayordomo (quién era algo así como el mejor amigo de Lord Kimberley) y una de las mucamas que cumplía también el rol de niñera, para cuidar y ayudar a los hijos.

Lord Kimberley estaba en un carro aparte, haciendo el viaje hacia la mansión de los Morgan con sus hijos. La más pequeña era Kellie, quien en esos momentos viajaba sentada sobre sus piernas. Luego estaba Frederick quién tenía diez años, Griffin de doce años, Josie de diecisiete, Meredith de diecinueve y finalmente Conner de veintidós. Todos eran hijos que había tenido con su difunta esposa, con quien había estado casado por dieciséis años, ella había muerto dando a luz a su última hija, hacía ya seis años y durante un tiempo, su muerte le había afectado de sobremanera. Había amado a su esposa profundamente y se había convencido de que no podría volver a amar a nadie con la misma locura; ahora estaba intentando darse una segunda oportunidad en el amor, incluso había probado ir en algunas citas con algunas mujeres de Londres, pero ninguna le daba esa paz y comodidad que buscaba.

—Es casi de mi edad, padre.

—Es mayor que tú.

—Por cinco años —señaló Conner—. No quiero que sea mi madre.

—Yo sí —contradijo Kellie agitando sus piernas—. Prepara mermelada de durazno...Es perfecta para ser nuestra mami.

—No será mamá de nadie ¿de acuerdo? Solo intento conocerla, creí que querían que hiciera eso.

—Y eso queremos, papá —aseguró Meredith recostándose en su hombro—. Y si esta es la mujer que satisface tu corazón, entonces la aceptaremos en la familia cuando tu estés listo. Es muy hermosa.

—Lo es —concordó—. Y quiero conocerla, así que espero todos se comporten y sean educados con ella y su familia.

Asintieron, desviando la atención hacia el paisaje por el cual circulaban y no volvieron a hablar de Amelia durante el resto del viaje. Rowland no sabía exactamente que esperar de Amelia, no sabía si las apariencias eran correctas o un mero engaño, pero por lo que veía, ella era un ángel en persona. Tenía un rostro tan lleno de inocencia y amabilidad que le fascinaba y su voz era suave y dulce...

Se alejó de los pensamientos sobre ella antes de empezar a sonreír y cuando vio la mansión de los Morgan a la distancia, respiró profundo para calmarse y fue el último en bajar del carro una vez llegaron. 

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