Vidas cruzadas: El ciclo. #2...

By AbbyCon2B

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Su amor ha demostrado ser más fuerte que aquellos obstáculos en el camino, pero su historia apenas comienza... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.
Un trailer que tenía guardado.
Cuarto libro de Vidas Cruzadas: El ciclo (Disponible)

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By AbbyCon2B

6 de noviembre 1873.

Pleasant Hill, Iowa.

Olivia salió de la bañera envolviéndose en la toalla y se secó para ponerse su camisola antes de ir a peinarse frente al espejo de la habitación.

Llevaba más de una semana buscando por Jonathan en la casa y ni siquiera habían dado con el acceso hacia el ático. Adrian había sido el único que hasta el momento había dado con más de una puerta secreta que llevaban a diversas habitaciones o conectaban con otras zonas de la casa, algunas incluso salían de la propiedad o de la mansión, pero ninguna terminaba en el ático.

Hasta el momento Olivia había descubierto no solo que los asesinos podían entrar y salir de cualquier habitación sin ser visto (permitiéndoles atacar a Laurissa e incluso intentarlo con Adrian), sino que además tenían agujeros pequeños en las paredes con los cuales podían mirar dentro del dormitorio y uno de los agujeros, miraba justo hacia la cama donde Jonathan y Olivia habían dormido todas las noches.

Imaginar a unos enfermos viéndola con sus hijos, en su intimidad con Jonathan, probablemente disfrutando de lo que ellos hacían cuando estaban a solas, la ponía nauseabunda.

También estaba la ausencia de Jonathan, tanto tiempo sin él, sin saber dónde estaba o si estaba bien, durmiendo sola con la compañía de sus hijos mayores, le estaba matando lentamente por dentro. Lloró durante su baño porque lo extrañaba y tenía demasiado miedo de lo que pudieran hacerle y se lamentó no haberse marchado de esa casa con todos en el primer segundo que algo extraño había sucedido.

Se detuvo frente al espejó con la toalla para limpiar la humedad que lo había empañado y se congeló con su mano en el aire, cuando pudo ver unas palabras escritas en la humedad con trazados desprolijo. Retrocedió un poco para poder tener una mejor imagen de todo el espejo de cuerpo completo y gritó por Oliver, quien se encontraba esperándola en la puerta del baño, para asegurarse de que nadie la atacara.

Viviendo en esa casa sabiendo que convivían con asesinos los había puesto a todos muy paranoicos, pero se negaban a irse de la propiedad sin Jonathan y las tres hijas del reverendo.

Oliver entró velozmente sin pensárselo demasiado y encontró que afortunadamente su madre estaba a salvo y vestida con la camisola y el corsé, pero que se encontraba mirando hacia el espejo del baño como si hubiera visto un fantasma.

—¿Qué sucede?

—¿Alguno de ustedes escribió en el espejo?

—¿Qué? No, mamá, estabas sola en el baño —señaló como si fuera obvio—. ¿Por qué?

Se acercó para ver lo que ella veía y entonces Olivia empezó a vestirse rápidamente, apremiándolo para que la ayudara abrochando el vestido a su espalda y dejó el baño corriendo y llamándole para que lo siguiera.

—¿Cuánta agua ha caído? —preguntó pasando junto al salón tan apurada, que todos los hombres la siguieron—. ¿Creen que sea suficiente para llenar un pozo de agua?

—Sí, probablemente. ¿Por qué?

—Encontré una nota en el espejo del baño, escrito en la humedad —. Entraron en la biblioteca y Olivia tiró partes de los libros que se encontraban en el último estante y alcanzó los mapas de la propiedad—. El pozo decía...Creo que se refieren a Jonathan.

—¿Quiénes se refieren?

—No lo sé, pero alguien claramente puso eso ahí para que yo lo viera.

Derby la miró mientras ella revisaba el mapa en busca de algún pozo de agua en la propiedad.

—Olivia, podría ser una trampa...Tal vez alguien entró al baño mientras no veías.

—No, estaba sentada mirando hacia el espejo en todo momento mientras me bañaba —. Les enseñó el pozo marcado en el mapa y los apuró para que la acompañaran—. Esto es algo más, Derby, debemos ir.

—Ya recorrimos esa zona unas seis veces y no había ningún pozo.

—Vayamos una vez más, Darrin, por favor.

—Yo iré con usted, señora —aseguró Bruce Courtenay sin pensárselo demasiado y Parker lo apoyó.

Sus hijos y Derby no tuvieron más opción salvo acompañarlos, aunque iban alerta, evaluando la posibilidad de que fuera una trampa y se enfrentaran a los asesinos por sorpresa.

Fueron prácticamente corriendo bajo la intensa tormenta, empapándose en el segundo que dejaron la casa. Olivia había agarrado una de las gruesas sogas del galpón por si llegaban a necesitarlas para sacar a Jonathan y la traía colgada al hombro.

Corrió tan rápido como era posible con la tormenta empujándola en la dirección contraria y cuando alcanzaron el bosque, buscaron por el punto dónde el mapa señalaba el pozo de agua. Estaban casi al extremo de la propiedad y no había ningún pozo que pudieran ver desde la distancia, solo un terreno algo irregular.

Olivia se detuvo a los pies de un pequeño descenso en el suelo donde el agua se acumulaba formando un pequeño charco y lo miró por unos largos minutos, no tenía sentido que ese fuera el pozo. No era lo suficientemente profundo y ni siquiera parecía hecho por personas, sino la naturaleza. Bajó para apoyar sus pies en el fondo de este descenso y sintió madera.

—¡Lo encontré! —anunció.

Intentó levantar la tapa de madera que se encontraba ocultando el pozo debajo del agua. Esta se acumulaba con el desnivel y se filtraba por medio de múltiples agujeros en la tapa, llenando lentamente el pozo. 

Como no pudo, se apartó para dejar que Derby y Jacob la levantaran con la ayuda de Oliver y una vez la tiraron hacia el otro lado, asomó para echar un vistazo.

El agua había alcanzado más de la mitad del pozo en las últimas horas y algunas ramas y hojas flotaban en la superficie como si durante ciertos momentos, le hubieran dejado la tapa levantada para que se llenara más rápido.

—¡Jonathan! Oh, Dios...

Olivia desenredó la soga rápidamente, mientras le temblaban las manos y las lágrimas nublaban su vista. Le entregó un extremo a Jacob y empezó a quitarse el vestido empapado para minimizar su peso y que los hombres pudieran descenderla y cargarla de regreso con Jonathan, quien pesaba demasiado por sí solo.

—¿Está respirando? ¡Jona! —. Derby asomó al borde del pozo y todo lo que pudo ver fue el cuerpo de Jonathan flotando bocabajo en el agua—. Déjame ir a mí, Olivia.

—Pero no podrán levantarlos a ambos.

—Tu no podrás cargar con él —señaló y supo tenía razón.

Derby ató la cuerda a su cintura y Parker fue con el otro extremo por detrás de un árbol y allí cerró el otro extremo entorno a su cintura y se acomodó sosteniendo con fuerza. Los demás agarraron la soga que se extendía entremedio.

Descendieron a Derby lentamente, hasta que alcanzó el agua del pozo y Olivia miró para ir señalándoles si debían bajarlo un poco más o empezar a subirlo. Cuando Derby sujetó a Jonathan para enderezarlo, su cabeza se fue hacia atrás en peso muerto y escuchó que Derby maldecía y lo sujetaba con fuerza contra su pecho.

—Ahora, levanten —les avisó mirando por un segundo hacia los muchachos.

Empezaron a tirar al mismo tiempo, contando hasta tres para tomar impulso y retroceder todos juntos. Jonathan por sí solo pesaba probablemente cerca de unos noventa kilos, inconsciente pesaba el doble y más el peso de Derby que rondaba los ochenta kilos, lo que los muchachos estaban haciendo en esos momentos era impresionante.

Cuando lograron levantarlos y Derby se agarró al borde del pozo aun sujetando a Jonathan, Olivia lo ayudó a arrastrar el cuerpo hacia la tierra y Derby terminó de salir por su cuenta.

—Mi amor, qué te han hecho... ¡Harvie, por favor!

Jonathan estaba completamente desnudo y con su piel helada, tenía una herida en el abdomen que parecía tener un trozo de flecha aun enterrado dentro de su piel y múltiples golpes en el rostro y el cuerpo que habían hinchado sus parpados y su nariz. Lloró, sujetando su rostro cerca y cuando Harvie se arrodilló a su lado, rápidamente le dio su espacio.

Harvie empezó a realizar reanimación cardiopulmonar, primero presionando en su pecho unas cuantas veces con un ritmo constante y luego deteniéndose por unos segundos para soplar aire en su boca. Olivia se encontró rezando como no había rezado nunca antes en su vida y le imploro a Dios y todos los ángeles que existían que por favor lo salvaran. No sabía que tan delgado era el destino, que tan fácil o difícil era alterarlo y en esos momentos, Jonathan permanecía sin respirar.

—Vamos, Jona, vuelve con nosotros, amigo —pidió Harvie continuando la reanimación.

Cuando Jonathan regresó en sí, escupió una gran cantidad de agua y empezó a toser. El alivió inundó el cuerpo de Olivia y todos los hombres presentes, llevando a Derby al borde de las lágrimas que jamás derramaría y Harvie rápidamente giró el cuerpo de Jonathan para ponerlo de lado, justo cuando Jonathan apoyaba una mano en la tierra y vomitaba toda el agua que había tragado y respirado.

Olivia rápidamente lo atrajo hacia su cuerpo para calentarlo y lamentó no haber traído una manta entre el apuro. Tomó su vestido, que había quedado en la tierra, y rasgó las telas para que se volvieran una pieza grande y larga con la cual cubrirlo y mantenerlo en calor.

Él la rodeó por la cintura y recostó su cabeza contra su pecho, quedándose inmóvil y con sus ojos cerrados, respirando lentamente en lo que intentaba recuperar sus fuerzas.

—Debemos llevarlo a la casa para que podamos curar sus heridas.

Olivia asintió, pero sus intentos por enderezarlo para que sus hijos pudieran cargarlo hasta la casa fueron fallidos. Él la aprisionó con sus brazos, asegurándose de que no se apartaba y se ocultó en su pecho de todos los presentes.

—Vayan rápido a buscarle algo de ropa —pidió Derby, señalando a Parker y Bruce—. Ve con ellos Jacob. Oliver tu también.

Tan solo Darrin, Harvie y Derby se quedaron.

—Vas a estar bien, Jona —aseguró Derby manteniendo la distancia—. Tienes a tu mujer que por poco desarma toda la casa intentando encontrarte.

Jonathan no respondió, pero la hizo sonreír cuando su mano subió hacia su mejilla y la acarició suavemente mientras seguía ocultándose contra su cuerpo.

Cuando regresaron los demás, lo hicieron con ropa, una manta y uno de los carros con el único caballo que había estado dispuesto a salir del establo sin miedo a la tormenta. Olivia vistió a Jonathan con la ayuda de Harvie y luego lo acostaron en el carro y subieron todos para volver rápidamente a la casa.

En cuanto llegaron, lo cargaron hasta uno de los dormitorios y Harvie trajo su equipo para empezar a atenderlo. Primero limpiaron todas las heridas superficiales en su rostro y el resto de su cuerpo, Harvie buscó cualquier señal de sangrado interno y Olivia encendió la estufa que estaba al otro lado del salón para empezar a calentarlo lentamente y también le puso algunos paños calientes en los pies y rodillas.

—Le dispararon con una flecha como Eli dijo —señaló Harvie cuando retiró el trozo de madera con punta de metal del interior de su abdomen—. Afortunadamente no parece haber penetrado ningún órgano. Tuvo suerte.

—¿Se mejorará?

—Sí, este hombre es duro de matar —bromeó y consiguió que Olivia se riera al tiempo que lloraba de alivio—. Aunque tendrá unas nuevas cicatrices para su colección.

Lo vio coser la herida para cerrarla y luego desinfectarla antes de cubrirla con una de sus vendas.

—Si le hubieran quitado la flecha de su abdomen probablemente estaríamos contando otra historia—. Le comentó—. Iré a buscarle algo de comer para cuando despierte y le diré a Oliver y Darrin que les den un espacio.

—Gracias.

Oliver y Darrin se quedaron frente a la puerta cerrada de la habitación y Harvie se marchó hacia la cocina dejándolos solos. Olivia se cambió por una camisola seca antes de ir hacia la cama dónde Jonathan descansaba. Se acostó a su lado, mirándolo y empezó a peinar sus rulos castaños que se atravesaban en su rostro. Los golpes parecían haber sanado en el correr de esa semana que llevaba buscándolo, probablemente porque se los habían hecho apenas atraparlo y de eso ya hacían días, pero, aun así, se veían como heridas dolorosas.

Jonathan durmió por gran parte del día y lentamente ella fue ayudándole a entrar en calor, con paños calientes y aumentando el fuego de la estufa gradualmente. Harvie les trajo una comida que queda junto a la cama hasta que él despertó y Olivia se tomó un té.

Estaba sentada en un sofá junto a la cama cuando lo sintió empezar a moverse. Rápidamente se acercó en el asiento y tomó su mano conteniendo su emoción. Ver sus hermosos ojos grises después de lo que se había sentido una eternidad la hizo sonreír y contener más y más lágrimas. Acercó su mano a los labios y besó la punta de sus dedos, sonriéndole cuando él la miró.

—Sabía que llegarías a salvarme —susurró él, con su voz ronca y lenta—. Siempre estás...

—Y siempre lo estaré, amor. Siempre —. Se cambió hacia su lado, sentándose al borde de la cama y lo miró—. ¿Cómo te sientes?

—Mmm, como si me hubieran dado una golpiza y lanzado a un pozo de agua, pero estoy bien —. Se impulsó para sentarse y recostar su espalda en el respaldo de la cama y Olivia le ayudó—. ¿Dónde están todos?

—Tad y James están con Eli en uno de los dormitorios y Harvie ha ido a verle. El resto de los hombres están en el salón y Oliver y Darrin vigilando la puerta.

—¿Y las niñas?

—Las envíe de regreso a Minnesota con mi madre y Elisa, es lo que tu habrías hecho.

—Tu también tendrías que haberte ido, este lugar no es seguro —. Ella empezó a negar y supo perfectamente qué le diría.

—No iba a irme sin ti y jamás lo haré, pero ahora nos marcharemos en cuanto estés en condiciones para viajar. Mientras tanto, debo seguir ayudando al Reverendo a buscar a sus hijas.

—¿El Reverendo?

Olivia asintió y alcanzó el plato con comida para calentarlo un poco en el fuego de la estufa.

—Sucedieron muchas cosas estos días. El Reverendo nos ha dicho que lo tenían amenazado con lastimar a sus hijas, al parecer las tienen cautivas en el ático desde hace años.

—Sé de quienes hablas, las vi cuando me llevaron al ático después de que me agarraran —. Removió las mantas de su cuerpo y aunque Olivia intentó detenerlo y lo rezongó, él continuó con lo que hacía—. Estaban desnudas en una celda, pero me habían inyectado algo y no pude distinguirlas o hablarles.

—¿Desnudas? —. Jonathan asintió—. Dios, el Reverendo mantuvo silencio pensando que de esa forma no las lastimarían...

—No cumplieron, dos mujeres desnudas y cubiertas en golpes claramente no han vivido bajo buenas condiciones.

—Espera —. Lo interrumpió justo cuando él terminaba de hablar y parpadeó un tanto atónita—. ¿Dos mujeres? ¿No había tres?

—No que recuerde, pero otra vez, estaba muy afectado por lo que me dieron, tal vez se me pasó.

Olivia decidió dejarlo por ahí y creer que Jonathan probablemente no había notado a la tercera hija del Reverendo. Le acercó el plato de comida y lo alimentó, cuidando de él y consintiéndolo como ambos tanto disfrutaban. Jonathan acarició su rodilla y aunque quería sonreír, sus heridas se lo impidieron.

—Debemos encontrar a las muchachas e irnos, ángel.

—Tu aun no estás en condiciones.

—Déjame hacer el esfuerzo ¿sí? No podemos permanecer más tiempo en este lugar o dejar a esas mujeres en manos de esos hombres, tal vez las maten cuando descubran que me han salvado.

Olivia tenía muchos motivos para protestar y ordenarle que se volviera a acostar y no moviera un musculo, pero sabía que él tenía razón. Debían salir de esa casa cuanto antes, incluso si eso significaba que Jonathan tendría que posponer su reposo por un día o dos. No le alegraba y deseaba poder tener alternativas, pero conviviendo con asesinos, la única opción era huir y no podían hacerlo sin las hijas del Reverendo.

Lo ayudó a ponerse de pie y le abrochó bien la camisa y el chaleco que iba sobre esta. Le colocó la cinturilla con su revolver y Jonathan se apoyó en la pared para poder caminar hasta la puerta. Tenía una renguera en la pierna izquierda, producto de un enorme moretón en su muslo donde parecían haberlo pateado o golpeado con algo pesado y contundente.

Afortunadamente sus huesos eran fuertes y habían soportado el golpe sin romperse.

Se vistió y lo siguió hacia la planta baja.

—No deberías estar levantado, papá —señaló Adrian al verlo bajar las escaleras—. Harvie dijo que necesitabas descansar.

—Estoy bien, lo que necesito es salir de este lugar —. Agradeció cuando Olivia lo ayudó a terminar de descender y se detuvo frente a todos los hombres—. Usted debe ser el Reverendo.

—Así es, señor, Dios lo cuide y lo proteja, lamento mucho lo que le sucedió.

—Sí, también yo. Buscaremos por sus hijas antes de irnos, por lo que recuerdo hay una entrada en el tercer piso, así que deberíamos comenzar por allí, el primero en encontrarla no entra solo, iremos todos juntos. Oliver, tú te quedarás con tu madre en el dormitorio de Eli.

—Jonathan...

—No pienso discutir al respecto —la interrumpió antes de que ella intentara convencerlo y su rostro se torció ante el dolor—. Ve.

Olivia no iba a hacerle caso cuando acababa de pasar una semana y algunos días buscando por él en todos los rincones de Pleasant Hill. Dejó que su hijo la arrastrara hacia la habitación dónde estaba Eli, James y Tad y una vez él entró, cerró la puerta desde afuera y puso llave.

—¡Mamá! ¡Maldita sea, mamá, abre la puerta! ¡Maldición! Nos ha encerrado...

Pudo escuchar como los tres hombres empezaban a hablar al respecto y murmuró una disculpa antes de alejarse por el pasillo hacia el tercer piso. Fue con su rifle, pues no pensaba entregarse en bandeja a los asesinos en la casa (suponiendo que estuvieran presentes esa noche) y se mantuvo algo distancia de todos los rincones que podían ser puertas secretas y permitirían la atacaran por la espalda.

Cuando llegó al tercer piso, encontró que los hombres ya no estaban presentes.

Adrian había encontrado que uno de los cuadros en uno de los dormitorios, que, para su pánico, había sido utilizado por los mellizos durante esos meses en la casa, era en realidad una puerta que daba a una escalera que subía dos pisos más por la pared hasta el ático.

Habían dejado la puerta abierta, así que asomó, apuntando con su rifle hacia el pasaje oscuro que ascendía y lentamente comenzó a ir un paso atrás del otro. Con su vestido que ocultaba sus pies, subir era peligroso, pues los escalones cambiaban de tamaño y algunos eran tan empinados que debía levantar drásticamente sus pies para alcanzarlo. Estuvo a segundos de tropezar un par de veces.

Subió por lo que se sintió una eternidad y se detuvo cuando vio una luz asomando al final de la escalera, dónde se encontraba la puerta hacia el ático. La única forma de acceder a ese lugar recóndito de la casa.

La escalera terminaba en el centro de una habitación, resguardada por las paredes que la rodeaban. No podía ver toda la habitación y tan solo asomó un milímetro para intentar localizar a Jonathan y sus hijos. El espacio parecía grande, aunque no podía apreciarlo todo desde el interior de la escalera, había tres camillas medicas cubiertas en sangre y con unas mesillas ocupadas con instrumentos extraños, algunos quirúrgicos y otros que parecían sacados de una sala de tortura de la edad media.

Miró hacia el centro de la habitación, que quedaba justo frente a dónde se encontraba la puerta de la escalera y notó una especie de cárcel o jaula que ocupaba el centro del salón, con sus cuatro paredes de barrotes y dos mujeres dentro de estas. Una de las mujeres estaba arrinconada en el suelo, pero la otra, todavía lo suficientemente lucida como para gritar, estaba sacudiendo los barrotes y maldiciendo a los hombres que les hacían daño.

Y Olivia encontró a solo dos de los hombres, eran el jardinero y el leñador. Uno de ellos sostenía a Adrian con su revolver en su cabeza y el otro tenía a Derby. De momento, esa era su única llave de salida, pues tenerlos a ellos prisioneros, era lo único que detenía a los otros hombres de atacarles.

Olivia asomó un poco más, aprovechando que los dos asesinos le daban la espalda y miró hacia ambos lados del salón. No había nadie más.

Jonathan fue el primero en notarla y su expresión lo dijo todo; la estrangularía cuando todo acabara o tal vez la besaría, dependiendo si el plan de Olivia funcionaba o fallaba.

Apuntó con su rifle hacia la pierna del hombre que sostenía a su hijo y le disparó. Evadió la cabeza por miedo a que la bala lo atravesara y por consiguiente acabara en Adrian, pero de todas formas funcionó. El hombre perdió el equilibro cuando se fue de rodillas por el dolor y Parker le golpeó el arma fuera de sus manos y lo tiró al suelo. El disparo, había logrado distraer al segundo hombre, dándole a Derby el tiempo para quitarle el arma e invertir lugares.

—Me mordiste, maldita sea —señaló Derby y se limpió la mejilla—. Estás enfermo, joder. Me mordió, ¿pueden creerlo?

Jonathan lo ignoró, aunque Derby estaba bastante indignado y dio unos pasos inestables hacia la puerta.

—Sal de las escaleras, Olivia. Te dije que te quedarás con los demás.

—Y yo conscientemente te ignoré, de nada —. Le entregó el rifle y asomó por completo para ir hacia la celda en el centro del salón—. ¿Son sus hijas, Reverendo?

El hombre estaba en una especie de transe mirando a las dos muchachas, parpadeó, limpiándose rápidamente las lágrimas y asintió.

—¿Qué les han hecho?

Cuando el Reverendo miró hacia los dos hombres que Parker y Derby mantenían acorralados con sus armas, rugió como un monstruo y corrió hacia uno de ellos, lanzándose sobre él para empezar a golpearlo. Era un comportamiento inesperado en un hombre de Dios, pero totalmente comprensible tratándose de un padre que defendía a sus hijas.

Olivia se acercó a la puerta de la celda y miró a su alrededor buscando por una llave.

—Mataron a nuestra hermana —empezó a explicar la única que estaba lo suficientemente lucida como para hablar—. La torturaron y la mataron, no sé dónde dejaron su cuerpo. Iban a hacer lo mismo con nosotras, pero ustedes llegaron. Gracias a Dios llegaron. Mi hermana está herida, necesita que la ayuden...T...Tiene algo...Algo en su vientre, no sé qué sea y...Necesita comida, mucha comida.

—Está bien, tranquila cielo, las ayudaré ¿sí? ¿Sabes dónde guardan la llave?

Tomó las manos temblorosas de la mujer a través de los barrotes e intentó consolarla.

Le recordaba a la mujer que había visto en el jardín meses atrás, aquella que el leñador había dicho era su hija. Tenían los pelos secos y alborotados, algunas cuantas canas a pesar de no tener más de unos veinte años y sus dientes algo dañados y amarillos. Su piel estaba envejecida y cubierta en cortes y golpes, e iban completamente desnudas, dejando ver que también estaban desnutridas, con la piel pegada a sus huesos.

—Hay...Hay un...Un botón detrás...detrás de esa columna —señaló y Olivia se alejó en dirección a donde decía—. Abre un compartimiento en el otro extremo.

Siguió sus indicaciones mientras los gritos del Reverendo se escuchaban en lo que molía a golpes a uno de los hombres sin que nadie lo detuviera. Alcanzó el botón, lo apretó y en el otro extremo se abrió un hueco en la pared, cruzó el salón y agarró las llaves que abrían la celda.

Sonrió victoriosa para regresarse velozmente con las muchachas y poder sacarlas de ese infierno, pero antes de llegar muy lejos, una pared de barrotes se deslizó inesperadamente desde el interior del muro y la aisló del resto de los hombres, dejando la mitad de la celda de su lado y la otra mitad del lado de Jonathan. Vio el pánico en el rostro de Jonathan cuando se percató que habían sido separados y escuchó como las mujeres empezaban a gritar y llorar, ambas ahora arrodilladas en el suelo, intentando protegerse, como si no fuera la primera vez que eso sucedía. 

Algo frío entró en contacto con su piel y por un segundo no supo bien que era aquello que la había empujado hacia un lado y la había hecho tambalearse. Bajó la vista hacia la cuchilla que acababa de penetrar en su vestido y luego hacia el hombre que la empuñaba. Peers Myles, el dueño de la propiedad.

Jonathan gritó por ella y arrancó uno de los rifles de las manos de los hombres para intentar volarle los sesos a Myles, pero encontró que no podía hacerlo, sin lastimar a Olivia en el proceso. Rengueó para llegar a la reja que los separaban e ignoro el dolor en todo su cuerpo con la intención de tirar de esta y ver si podía lograr deslizarla al menos unos centímetros para permitirle a alguno de los hombres entrar a ayudarla. Sus hijos le ayudaron.

—¡Olivia! Joder, joder...¿Cómo quitas las rejas? —preguntó a las mujeres, pero las dos estaban demasiado asustadas como para responder, así que se regresó hacia los hombres—. ¿Cómo?

—Ni la menor idea —contestó el leñador.

—Entonces no me sirves.

Jonathan le disparó en el estómago para asegurarse de que muriera lentamente y se giró hacia el jardinero, deteniendo al Reverendo en su desahogo.

—¿Cómo quitas las rejas? Dime o acabaras peor que tu amigo.

—Solo puedes quitarlas del otro lado —explicó débilmente, escupiendo sangre y el Reverendo lo pateó.

Jonathan miró otra vez hacia Olivia para descubrir que forcejeaba con Myles para quitarle la cuchilla de sus manos y detuvo a sus hijos de abrir fuego. Era demasiado riesgoso con ella en el camino. Myles parecía ser más fuerte que ella y la había golpeado un par de veces sacándole algo de ventaja, pero estaba herido en una pierna, donde parecían haberle apuñalado. Laurissa era quién le había apuñalado. 

Olivia sujetó la cuchilla desde el filo cuando esta fue hacia su pecho y la apretó con más fuerza para poder apartarla del camino. La sangre goteó de sus manos y el dolor empezó a penetrar en su hueso haciéndola gritar en agonía. Empujó su rodilla hacia la entrepierna de Myles y cuando este se arqueó, le quitó la cuchilla, la giró y se la enterró en el estómago.

La retiró y volvió a enterrársela en el abdomen antes de lanzarla al suelo lejos de él y dejarse caer de rodillas en las baldosas. Miró hacia sus manos que sangraban excesivamente y respiró profundo, intentando calmar toda esa adrenalina que circulaba por sus venas.

—Creo que lo apuñaló —señaló Darrin y empezó a llamar por su madre—. Abre las rejas, mamá.

—¿Ángel ¿estás herida? Abre las rejas.

—Estoy bien —aseguró y se impulsó para ponerse de pie—. Solo me corte un poco las manos, pero estoy bien.

Logró enderezarse y siguió las indicaciones que le dieron para encontrar el botón que retiraba los barrotes bloqueándole el paso. Fue a levantar las llaves para liberar a las mujeres y cuando se enderezó, su cuerpo impactó con el de Jonathan.

—Tu vientre...

—Tranquilo, el corsé me salvó, apenas llegó a pincharme un poco la piel.

—Pero toda esta sangre —. Le enseñó sus manos y él maldijo y rasgó unos trozos de su camisa para venderla—. Ve con Harvie para que te cure y...

—Permíteme ayudar a las mujeres primero, por favor...Necesitan de otra mujer que las cuide para que se sientan a salvo. Estoy bien, lo prometo.

Jonathan empezó a negar y la besó brevemente, suspirando contra su boca. Quería enojarse con ella, pero sabía que los había salvado a todos esa noche como tantas veces antes.

Olivia fue hacia la celda para quitar la tranca de la puerta y envío a uno de sus hijos a buscar algunas mantas para poder envolverlas.

Adrian se acercó a Myles con su padre y Parker y Bruce continuaron vigilando a los otros dos mientras Derby permanecía atento a todos los rincones.

—¿Por qué hizo todo esto? —preguntó Adrian, ante un Myles que moría lentamente—. ¿Por qué matar a su familia y a todas las mujeres y hombres que vivieron en esta casa?

—Porque...porque puedo —escupió sangre y se rio—. No habría matado a...a la hija del Reverendo...si ustedes...n-no hubieran abierto las puertas del tercer piso...

—¿De que habla?

—Se escapó, ella siempre se escapaba y se quedaba en el tercer piso...rompiendo todo y gritando...Les decía a los invitados que eran fantasmas. Y todos me creían, pero ustedes...tuvieron...tuvieron que abrir las puertas —. Se rio y empezó a negar—. Ella escapó e intentó buscar ayuda en los jardines, entonces tuvimos que...que matarla, ya era un problema demasiado grande.

Jonathan le escupió en la cara de pie a su lado y Adrian apretó los labios.

—No le digas a tu madre que eso sucedió —le pidió a Adrian, refiriéndose a la mujer que había escapado—. La culpa la destrozara.

Adrian asintió y continuó con las preguntas.

—¿Y su familia? ¿Por qué? Nadie le hizo nada.

—Eran muy hermosas para existir...

—Vale, claramente está enfermo, una pregunta más antes de que mi padre lo mate... ¿El libro sobre viajes del tiempo ¿es suyo?

—¿Qué? Agg, esa porquería no, era de mi esposa...Ella estaba obsesionada con esas tonterías...

Adrian se alejó de él conforme con las respuestas que había obtenido y tranquilo de saber que Myles no era un viajero que estuviera emparentado con ellos. Lo último que quería era imaginarse compartiendo sangre con una asquerosidad como él.

Cuando se alejó, Jonathan y Bruce arrastraron a Myles hacia una de las camillas del laboratorio y usaron las cadenas que había en la mesa, para inmovilizarlo.

—En unos momentos vamos a jugar un rato a los doctores, Myles.

Cargaron también con el jardinero y cuando fueron a cargar al leñador, quien seguía desangrándose y apretando la herida en su vientre, este se resistió y golpeó a Jonathan en su pierna herida, obligándolo a caer. Le quitó el arma de su cinturilla y cuando intentó disparar, se formó un forcejeo en donde escucharon un disparo, pero no vieron hacia donde fue la bala hasta que Derby gritó.

—¡Derby!

Jonathan terminó de matar al leñador rápidamente y Olivia corrió hacia Derby, sujetando su brazo.

—¡Me voló la mano! ¡Oh, joder! ¡Me voló la mano!

—Estarás bien, todo va a estar bien...

Ella lo envolvió en unos trozos de su vestido y Jacob se lo llevó de la habitación. Bajaron también a las dos mujeres, quienes fueron abrazadas a su padre y solo Jonathan permaneció con Darrin y Adrian, para terminar lo que habían empezado.

Torturar a Myles y el jardinero, como ellos habían torturado a todas sus víctimas hasta que murieran.

La policía les visitó para poner un fin a todo el asunto y descubrieron que el ático tenía una habitación repleta de pornografías y otra donde se almacenaban partes humanas. Fue una pesadilla descubrir que, durante todos esos meses, habían estado viviendo rodeados de toda esa maldad, compartiendo casa con el mismo diablo, pero les inundó un gran alivio poder marcharse.

—Lo siento —susurró Harvie por milésima vez mientras cocía las heridas de Olivia y ella se quejaba—. Lo siento...Perdón...Ay, perdón...

—No te disculpes...Sé que no es tu intención que duela tanto.

—Fuiste muy valiente, Liv, aunque no me sorprende —. Cortó el hilo y agarró un trozo de gasa para limpiarle la herida—. Siempre he admirado tu valentía, yo no tengo el mismo valor.

—Claro que sí, serviste en una guerra, ambos lo hicimos.

—Pero nunca me adentre en el campo de batalla como tú, no tanto al menos. Tú haces cosas que paralizarían de miedo a la mayoría de las personas y lo haces sin parpadear o temer por tu vida, siempre pones la vida de los que amas primero, es algo que admiro mucho de ti.

Se encontró sonriendo por sus palabras y lo abrazó.

—Sé que tu tienes el mismo valor, Harvie, aunque no lo sepas —. Le dio un beso en la mejilla y se enderezó para terminar de vendar sus manos—. ¿Cómo está Derby?

—Adolorido, iré a verlo ahora. He tenido que amputar el resto de su mano, el disparo destrozó casi todos los dedos.

—Mierda, me siento terrible por él... ¿Fue su mano dominante ¿no es así? —. Harvie asintió—. Que vuelva con nosotros a Minnesota, debe descansar en casa con su familia.

—Jonathan ya se lo dijo, pero me aseguraré de recordárselo.

Se marchó del salón, dejándola a solas y Olivia miró hacia sus manos, lamentando el dolor en su carne y suspiró. Alcanzó su taza de té y como pudo le dio un sorbo.

—¿Vamos a hablar respecto a tus acciones o fingiremos que no sucedió nada?

Se giró en el sofá para mirar hacia la puerta y levantó sus hombros.

—Estoy segura de que tienes algo que quieres decir.

—Me conoces bien —señaló Jonathan con media sonrisa y rengueó hacia el sofá—. Pero al parecer no lo suficiente o habrías hecho lo que te dije. Realmente necesito que dejes de ponerte en riesgo, Olivia, pero ya no sé como hacer que me escuches.

—Te escucho, Jonathan, simplemente desearía que tu me escucharas a mí. Te ignoré, porque sabía que era capaz de manejar la situación, todos ustedes estarían ahí y era poco probable que nos vencieran, sabía que lo lograríamos.

—Pero saliste herida.

—Y podría haber sido mucho peor, todos ustedes podrían haber terminado muertos. Sé que te molesta que no te obedezca, Jonathan, pero juro que no lo hago para molestarte. Si la situación me supera, seguiré tus ordenes, pero si mis hijos están en peligro, si mi marido está en peligro, mi hermano y mis amigos y sé que puedo hacer algo para ayudarlos, entonces lo haré, digas lo que digas.

Tuvo que quedarse en silencio pensando que responderle después de una conversación que sentía habían tenido ya unas mil veces. Se acercó al lugar donde ella estaba y con su ayuda pudo sentarse a su lado.

—Sé que no lo haces para molestarme y no es que yo este molesto, simplemente...Tengo miedo, bastante miedo —. Frotó su nariz, evadiendo la zona inflamada que aun le dolía y se encogió de hombros—. S-si algo te sucediera...

—Amor, estoy bien, estamos bien...Mírame, te amo.

—También te amo, ángel.

La besó, atrayéndola suavemente hacia su cuerpo herido y apretó los ojos para retener su llanto. Ella acarició su mejilla con la punta de sus dedos que no estaban vendados y unió sus frentes gentilmente.

—Nos recuperaremos de esto, tanto las heridas físicas como emocionales y lo haremos juntos como siempre lo hemos hecho ¿sí? Volveremos a casa con nuestros niños y tu descansarás muy bien.

—¿Y qué hare con la construcción? Volvemos al mismo punto, ángel.

—Pensaremos en algo para que no debas viajar tanto ¿sí? Resolveremos esto y dejaremos lo que sucedió en esta casa atrás, no volveremos a mencionarlo ¿vale?

Aceptó y la besó una vez más antes de ponerse de pie con su ayuda.

—Volvamos a casa entonces.

Se reunieron con todos en el salón, los oficiales se habían llevado los cuerpos y dado la violencia de las cosas descubiertas en la mansión, no habían culpado a nadie por el homicidio de los tres asesinos. Adrian ayudó a Eli a subir al carro y empezó a guardar todos sus equipajes con la ayuda de Parker y sus dos hermanos mayores. Bruce se despidió de toda la familia y les deseó suerte antes de marcharse y finalmente, la conversación se redujo a el Reverendo y Olivia.

—¿Cómo están sus hijas?

—Destrozadas —se lamentó perdiendo su voz—. Les he fallado y no sé si jamás podré pagar por mi fracaso o si ellas sanarán.

—Debemos poner nuestra fe en que sanarán, Reverendo, han demostrado una gran fuerza. ¿A dónde irán ahora, Reverendo?

—Realmente no lo sé, todo lo que tenía está aquí, pero no pienso dejar que mis hijas pasen un solo segundo más en este lugar. Y mi pobre niña...Ni siquiera pudimos encontrar su cuerpo, no podemos permanecer en esta casa.

Olivia le dio un suave apretó en el brazo a pesar de que dolieran sus manos y caminó con él hacia la salida.

—¿Por qué no se vienen con nosotros? Tenemos un pueblo que se alegraría mucho con la presencia de un servidor de Dios como usted, incluso puede dirigir la iglesia local, tengo entendido la están remodelando.

—¿Eso cree? ¿Es un buen lugar para mis hijas?

—Es perfecto, muy tranquilo y alejado de los ruidos de la ciudad y hay muchas muchachas de su edad con quien podrán hacer amistad para superar el pasado.

—Entonces creo que está decidido, muchas gracias, señora Morgan.

—Gracias a usted, Reverendo.

—Oh, por favor, llámeme Dave.

Todos subieron en los carros para irse a la estación y Olivia echó un último vistazo al salón vacío y sumido en oscuridad de la enorme mansión de Pleasant Hill y suspiró. Un escalofrío volvió a recorrerle el cuerpo, pero no fue una sensación desagradable, le trajo paz, sentía que habían terminado con algo que podría haber lastimado a muchas otras personas y habían terminado bien. Las hijas de Dave estaban a salvo y aunque se lamentaba por la tercera muchacha a la que no habían logrado encontrar, su instinto le decía que estaba en un mejor lugar.

Se marchaba con ciertas dudas, pero decidió dejarlo todo atrás y encerrar el asunto lejos en su pasado, para que jamás volviera a atormentarles.

Y mientras los carros se alejaban por el camino de la enorme mansión de Pleasant Hill, Adrian miró sobre su hombro y pudo apreciar en una de las ventanas a la tercera hermana, mirando hacia ellos con su camisola blanca y melena rubia, sin rastro alguno del cabello enmarañado o la piel arrugada, se veía feliz y sana y en un parpadeó, se desvaneció en el aire y los corredores de Pleasant Hill quedaron completamente abandonados, encerrando el oscuro pasado de aquellos que habían muerto luchando. 

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