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By _rezef_33

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By _rezef_33

────────── · ──────────

—Su majestad fue muy amable al permitir que la cuna de nuestro hijo estuviera en nuestra habitación. —solo oyó un gruñido de parte de él, uno en afirmación.
No parecía estar del todo contento, pero si toleraba que entre él y su amante estuviera metido en medio su hijo.

De mientras observaba con detenimiento el como él se alimentaba del pecho de su madre, ella se dio el lujo de pensar rápidamente. Tener a Claude en la habitación seria beneficioso, no quería tener que hacer aquello anterior nuevamente. Claro que a Ambrosio no le molestaría el cojerse a su mujer teniendo a la par dormido a su hijo, pero Betsabé lo ponía todo complicado. Se supone planeo ese viaje para poder disfrutarla al máximo, ¿por qué no se mordió la maldita lengua?

—Detesto ser el segundo. —sus palabras confundieron a su concubina—. Duerme a ese niño rápido, no hagas que pierda la paciencia.

—Claude no se duerme sin antes cantarle una canción. —pensó en una excusa más. Cuando terminara de alimentarse el tema de la canción sería una forma perfecta de perder el tiempo hasta que los aires de calenturiento de su majestad se aplacaran.

—Maldita sea. —murmuró por lo bajo de mientras echaba su cuerpo en la cama, llevaba su brazo a los ojos y se disponía a esperarla, paciente. Muy paciente.

Por desgracia Claude rechazó el pecho, estaba satisfecho.

Demonios, sueles pasarte horas bebiendo, ¿Ahora te llenaste con rapidez?

Siendo así, debería de llevarlo hasta la cuna.

Depositó al niño en ella, cubrió su cuerpito con una manta que él mismo movía mediante sus patitas jugando con ella. Había llegado la última etapa:

¿Qué canción cantaría? Ni siquiera pensó en eso antes.

Podía sentir la mirada de él encima suyo, atento a todo. Quizás también tenía curiosidad por oír aquella famosa canción que tanto su concubina le cantaba en las noches a su príncipe.

¿Siquiera sería buena en el canto?

Solo una canción le vino a la mente, aquella que es la común, que las madres suelen cantarles a sus hijos antes de dormir y que se volvió jodidamente tediosa que hasta provoca el llanto de los bebés. Podría esa canción funcionar.

Duermete mi niño, duermete mi amor —era demasiado vergonzoso teniendo la mirada del emperador sobre ella— duermete pedazo de mi corazón. —era de sorprenderse, pero esa maldita canción tan monótona en su anterior vida había funcionado increíblemente. Claude se durmió al instante.

—Vaya. —las risas de Ambrosio la tomaron por sorpresa. Volteó observando al soberano riéndose a más no poder—. Esto tiene que ser una broma. ¿En serio amas tanto a ese niño? Creí que me estabas mintiendo la primera vez.

—No hable tan alto. —reprendió enfadada. Fue un milagro el que el bebé se halla dormido y si se despertaba seria el doble de difícil el hacerlo dormir—. Deje de hablar de ese modo, que le quede claro que yo amo a mi hijo.

—Ninguna mujer seria capaz de amar al producto de una violación.

Maldito perro

—Pues yo seré la primer mujer. —se levantó de allí para ir hasta quedar al frente del rubio y le observó con los brazos cruzados—. Claude es mi salvación. —literalmente.

Su seriedad había regresado. En serio era una caja de sorpresas aquel hombre.

—Que lindo. —dijo con sarcasmo.

—¿Acaso su propia madre nunca lo amó? —fue una mala idea preguntarle algo así a ese sujeto.

Tomó con rudeza de su brazo e hizo que chocará contra la cama, provocó ligeramente un dolor a su cabeza. Él se posicionó encima suyo para tomarla con brusquedad de las mejillas.

—Mi propia madre intentó asesinarme reiteradas veces. —comentó. Fue algo aterrador oírlo decir tal cosa y con una sonrisa en la cara—. Mi propio padre me envió a los campos de batalla a la edad de diez años.
Mi madre golpeaba mi cuerpo sin siquiera yo haber cometido algún error. Sí, Betsabé, yo no fui amado ni por mi madre ni por mi padre. —aseguró.

『 "Maltrato infantil" Ahora comprendo el porqué está tan desequilibrado

—Su majestad. —su propio tono de voz era delicado, era tranquilo. Su mano fue hasta su mejilla fría. El tacto de la concubina era tan cálido y demasiado suave que pondría a cualquiera en bajas defensas—. ¿Todo eso ha sufrido usted? —a la mente de ella una sola respuesta le vino: quizás nunca hubo nadie que lo tratara con afecto y delicadeza. Su cuerpo lo denotaba demasiado—. Debió de haber sido tan horrible para un pequeño niño.

—Lo fue. —su tono fue de igual disminuyendo. Su agarre también, lentamente él iba bajando los humos de enfado y pasó a ser un triste emperador con miles de almas de inocentes cargadas sobre su conciencia—. Fue demasiado horrendo.

—Deje que yo... —fue ella la que está vez tomó a él por sus mejillas. Con ambas manos. Acarició su cabello, introdujó sus dedos por las hebras doradas. Secó el sudor de su frente y atrajó más a él a su cercanía— lo haga feliz.

Fue Ambrosio el que cortó la distancia entre los labios de él y los de ella. El beso fue desesperado. Finalmente él llegó a lo más deseado.

Solo deberían de ser cuidadosos para no emitir un ruido que lograra despertar al pequeño Claude de su sueño.

Es ahora en donde ella se preguntaba: ¿Eh logrado por primera vez calmar al monstruo?

Ambrosio dormía como un niño sobre su pecho. Podía sentir sus ronquidos ligeros y hasta los del bebé. Ambos tenían cierto parecido a la hora de dormir.

Tratar el tema del pasado del emperador no había sido su plan en un inicio, surgió de pronto, pero fue algo perfecto. Escabar profundo en los recuerdos más dolorosos del tirano de Obelia para ella poder consolarlo de manera que poco a poco iría facilitándole el tener que colocarle una correa de perro rabioso. Todo estaba saliendo perfecto.

────────── · ──────────

A la mañana él los llevó a pasear a caballo.

El corcel de su majestad era bellísimo. De pelaje blanco y melena perfectamente cuidada y trenzada.

—Mira Claude. —señaló donde ciertas mariposas volaban a su alrededor. El bebé emitió unas adorables risas que pusieron el corazón de su madre alegremente.
De mientras Ambrosio guiaba las riendas del caballo, su concubina estaba sentada adelante con el bebé en sus brazos admirando todo el alrededor de aquel bellisimo páramo—. Su majestad, esté lugar es hermoso.

—Podemos venir las veces que desees. —sus palabras fueron satisfactorias para ella. Exacto, él ahora le estaba ofreciendo tantas cosas desde aquella mañana.

Lo tenía poco a poco.

El páramo era un muy bonito terreno lleno de pasto verde, donde flores de tonalidades amarillas, rojas y rosas pintaban lo magnifico del lugar.
Habían unos cuantos árboles alrededor pero, uno en especial, se halzaba en una colinata. Era, quizás, más grande que otros.
Su sombra era fresca. Era el lugar perfecto para el picnic.

—Aquí estamos bien. —habló la concubina con emoción. Aguardó a que el emperador bajara para darle en sus manos a Claude y ella poder bajar con comodidad—. Cargue unos minutos a nuestro hijo mientras yo me ocupo de preparar la manta y las demás cosas.

¿Tardaría demasiado?

Ambrosio no se sentía del todo listo para cargar con un saco de carne demasiado adorable.

Pareces ser la adoración de Betsabé asique me veo en la obligación de no tirarte

Pensó él mientras cargaba –supuestamente bien– a su hijo.

Se movía cual gusano, esto le dificultaba todo pero no perdería contra su propio hijo.

—¿Necesita ayuda, su majestad?

—Estoy bien, tu ocupate de todo lo demás. —aseguró intentando hacer que Claude dejara de jalar de su cabello con fuerza. Era un bebé fuerte, fue difícil el hacer que soltara sus cabellos para darse con la sorpresa de que tenía unos cuantos en su manito.

Mocoso mal nacido...

Gruñó enfadado. Fue como un ronroneo para su hijo asique Claude empezó a reírse queriendo oír a su padre gruñirle más.

¿Le gustó?

Tal parece que el sentir la sensación que ocasionaban los gruñidos de su padre le eran encantadores para él.
Se vio en la obligación de tener que gruñirle como un perro para que se quedara finalmente quieto y no empezara a hacer berrinches.

Los guardias que los acompañaron observaron a su majestad con bastante rareza. Se preguntaba por qué él gruñía de ese modo. Aunque las risas del príncipe eran las respuestas suficientes. Estaban jugando –por lo visto–

Betsabé se acercó a ambos riendo tras ver y sentir todo aquello.

—¿Qué sucede Claude?, ¿Te gusta oír a tu padre gruñirte?

Era demasiado vergonzoso el tener que gruñírle a un bebé y el tener que ocultar su sonrojo de vergüenza.

—Venga, su majestad. Todo esta listo. —tomó de su mano y jaló de ella hasta donde la manta –de color celeste– se extendía.
Estaba la cesta de picnic allí, donde tenían todo lo necesario. Comida, postres, juego y, claro, el biberón del príncipe para que él también disfrutara—. Pruebe los sándwiches, los preparé yo misma. —los hizo de la forma que ella sabía realizarlos. En su anterior vida todos sus amigos solían elogiarle por sus sándwichs de carne y/o pollo, está vez hizo los mismos con un toque de verduras. Apenas y él probó uno de ellos quedó –para sorpresa de ella– maravillado.

Es solo un sándwich de pollo con lechuga y tomate, ¿Por qué actúa como si estuviera probando el cielo?

—¿Dónde es que aprendiste a hacer esto?

—... —debía pensar en una mentira— fue de mi madre. —una buena mentira—. Sí. Ella me enseñó todo lo que sé de cocina.

—¿Sabes hacer más cosas?

—Se hacer pescado con patatas fritas, puré de patatas con una riquisima guarnición y también soy muy buena preparando eton mess.

—¿Y deben de llevar nombres tan extraños? —indagó sintiéndose indagado por aquello último, no dejaba de comer los sándwiches y cada vez que terminaba uno seguía con otro.

—No se preocupe, cada vez que pueda le prepararé de cenar. Quedará maravillado. —Claude parecía el ignorar su propia comida y solo se quedaba admirando las hojas del árbol que se movían tras la brisa poco fresca.

Tragó mediante tomaba la copa de jugo. Sin duda alguna tenía muy poca etiqueta

—Más te vale lleguen a gustarme.

Mamá siempre me dijo que para llegar al corazón de un hombre solo se lo debe de alimentar. Pongamos a prueba eso

Observó a Claude, él en serio era un bebé demasiado risueño.

Creo que contigo es bastante, ¿No?. Te alimento cada 24 horas, glotón. Llegó el turno de este otro

Cambió su mirada a Ambrosio, él seguía sin dejar de comer de mientras tenía la mirada al frente.

¿Qué clase de apetito puede llegar a tener un monstruo?
Así como es para el sexo debe de serlo para la comida... Eso me aterra

────────── · ──────────

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