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Regresó sintiéndose cansada. El emperador insistió demasiado en que ella perdurara más horas con él, excusándose con que se sentiría sólo y que ahora debería de hacerse cargo por cometer la cancelación de todas sus reuniones. Las sintió eternas a todas esas horas. Él no le permitía respirar siquiera un poco. Exigía demasiada atención, de besos a mimos hasta roces. Como si se tratara de cualquier felino que buscaba de la atención de su dueño.

—Estela, ya eh regresado. —la pelinegra fue de inmediato hasta ella dejando su actividad de lado por ir a preguntar lo que sucedió.

—Mi señora-...

—Relajate. —habló con antelación, ya sabía qué era aquello que preguntaría—. El Emperador no ha dicho nada, como creí que lo haría.

Parvis liberó finalmente el suspiro que sacó, literalmente, todos sus temores. Podía volver a sentirse en paz y con tranquilidad sabiendo que su cuello no correría peligro.

—¿Dónde está Claude ahora?

—Se ha quedado dormido. Volvió agotado del paseo a la ciudad. —estando en paz podría volver a sus quehaceres pendientes, como el acomodar la ropa nueva en el guardarropas de su señora.

El suspiro de Betsabé era ligeramente distinto a los usuales que suele emitir. Estela observó a la mujer con un rostro confuso, el propio rostro de ella presentaba algo extraño, no sabía explicar el qué era, pero lo notaba.

Se acercó hasta ella.

—¿Mi señora se siente bien?

—¿Eh? —le miró desorientada, no se había dado cuenta en el momento en el que su dama de honor llegó hasta su lado, su voz fue repentina—. Es solo un ligero mareo. No es nada de lo que debas de preocuparte.

Los mareos en mí no son del todo comunes; el paseo de hoy pudo haberme dejado muy agotada

—Debería. —la joven duquesa observó donde un grupo de criadas, llamó la atención de ellas para que se acercaran—. Vayan y traigan a nuestra señora un té que ayude para su mareo. Obedezcan.

—Si, duquesa. —accedieron al pedido y fueron de inmediato a cumplir el encargo. El té de anís era demasiado esencial para ahora, beberlo le ayudaría a calmar el entonces mareo que cargaba la señora del palacio.

Una de ellas se encargó de llevárselo sobre una bandeja de plata reluciente.
El entonces brillo de aquella segó por momentos a la concubina.

—Vaya, se ve demasiado limpia. —elogió de mientras tomaba la taza con el té caliente, el simple olor de el ya hizo efecto en ella y pudo sus sentidos calmarse y dejar de girar como un trompo.

❝𝐁𝐄𝐓𝐒𝐀𝐁𝐄 ────𝘄𝗵𝗼 𝗺𝗮𝗱𝗲 𝗺𝗲 𝗮 𝗽𝗿𝗶𝗻𝗰𝗲𝘀𝘀?✓Where stories live. Discover now