𝙐𝙣𝙩𝙞𝙡 𝙙𝙚𝙖𝙩𝙝 𝙙𝙤 𝙪...

By __CelerySalad__

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Una extraña enfermedad está comenzando a expandirse desde Snezhnaya, amenazando con invadir el resto de nacio... More

ANTES DE LEER
Prólogo
1: Encuentro
3: El principio del fin
4: Huida
5: Trato
6: Azotea
7: Decir la verdad
8: El viñedo
9: Juntos
10: Vacío
Epílogo

2: Tienda

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By __CelerySalad__


Zhongli cerró la puerta del piso, colocando el cerrojo mientras Childe arrastraba los pies hacia el dormitorio tras haberse quitado los zapatos. Se dejó caer sobre la cama, extendiendo los brazos a ambos lados. Zhongli se estiró a su lado, rodeándolo con los brazos.

—Lo siento —susurró, hundiendo la cabeza en el hueco de su cuello.

—No importa —contestó, tapándose los ojos con el brazo—. Es... algo que no voy a poder olvidar, haber ido no hace que sea peor. Sobretodo si no había nada. Además... tampoco debe haber sido agradable para ti.

No podía aceptar el hecho de que se hubieran levantado estando muertos. Eso... no era algo posible. Tenía que haber una explicación, algo que pudiera contradecir todo esto. Pero joder, ¿acaso algo podía meterle una lógica a lo que estaba ocurriendo? Sentía una presión en el pecho, los ojos le picaban y lo único que quería hacer era llorar. ¿Por qué? ¿Por su familia? ¿Por lo que había visto? ¿Por su futuro incierto? No estaba seguro, quizás una mezcla de todo. Zhongli se acercó más a él; estaba temblando. Childe se dio la vuelta, abrazándolo y colocando la mano en su cabello castaño, intentando calmarlo a pesar de que él tampoco estuviera en buenas condiciones.

¿Qué debían hacer ahora? ¿Esperar? Eso podía ser lo más inteligente, o lo más estúpido. ¿A qué tenían que esperar exactamente? ¿A nuevas noticias? ¿A la muerte? ¿A qué? Quizás lo mejor sería reunirse con Scaramouche, muy a su pesar. El enano parecía estar mejor informado que ellos, y aunque nunca lo llegaría a admitir, podía ser alguien en quien se podía confiar. Solo en algunas ocasiones. Le salvó la vida probablemente, en el callejón se quedó aturdido, podría haber muerto si no hubiera sido por él.

—Deberíamos ver las noticias —susurró Zhongli. Asintió, soltándolo. Ambos se levantaron y caminaron hacia el salón. Childe cogió el mando a distancia, presionando el botón. Suspiró aliviado al ver que se encendió.

—Se han reportado más de cien pacientes positivos con esta enfermedad, el número de muertos se desconoce. Varios grupos de jóvenes han atacado algunas oficinas de la policía, acusándolos de haber disparado numerosas veces a un indigente que... —una mano le pasó un papel a la presentadora, el cual leyó durante unos segundos para después volver a clavar la mirada hacia la cámara—. Esto es un mensaje oficial, presten atención —volvió a mirar el papel, como si no creyera lo que había leído la primera vez—. El Gobierno de Liyue ha instaurado el toque de queda.

Se quedaron callados, la presentadora seguía hablando, pero él ya no la escuchaba. El toque de queda. ¿Cómo se supone que la situación había empeorado tanto en tan poco tiempo? Hacía apenas unos días no se habían registrado casos en Liyue y ahora... Childe sacudió la cabeza. No podían confiar en los datos oficiales. Nadie había hablado sobre el número de muertes, estaba seguro de que las autoridades eran conscientes de los... ¿muertos? No sabía exactamente lo que eran, pero era imposible que el gobierno no se hubiera enterado de lo que estaba ocurriendo. Y aún así, no habían alertado sobre el peligro real.

—Se mantendrá hasta nuevo aviso, desde las nueve de la noche hasta las siete de la mañana, nadie podrá salir de su vivienda, sin excepciones.

—Ajax —lo llamó Zhongli desconcertado—. Deberíamos ir a comprar comida.

Fue a responder, su boca estaba seca.

—Sí... —asintió, sintiendo que la realidad se alejaba de él, a pesar de ser consciente de lo que ocurría.

¿Salir a comprar era seguro? Por supuesto que no, pero no tenían la comida suficiente como para quedarse encerrados durante un tiempo indefinido.

—Vamos a la tienda donde trabajo —dijo mientras cogía el brazo de Zhongli, arrastrándolo hacia la entrada—. Podemos coger lo que nos dé la gana, y puedo cerrar para que nadie entre.

—¿Podemos hacer eso? —preguntó sin oponer resistencia, cerrando la puerta en cuanto salieron.

—No —respondió, mirándolo a los ojos—. ¿Pero prefieres ir a un supermercado normal, donde va a estar lleno de gente?

Negó con la cabeza. Bajaron por las escaleras hasta que llegaron a la salida. Las calles eran un desastre, como se habían imaginado. Había gente corriendo por todas partes, probablemente todos habían tenido la misma idea de ir a comprar para no salir de casa. Respiró hondo, abriendo la puerta y sujetando con fuerza la mano de Zhongli, que hizo lo mismo con él.

 Salieron al exterior, siendo recibidos por empujones y codazos, se escuchaba a alguien gritar el nombre de otra persona, las voces mezclándose. Avanzaron lentamente, intentando no separarse mucho el uno del otro. Childe no tenía ni idea de cómo iban a salir de la tienda y cargar con lo que sea que fueran a coger, pero ese sería un problema para después. Aguantó un grito en cuanto alguien le pisó con fuerza el pie, apartándose.

—¿Estás bien? —Zhongli le puso su otra mano en el hombro. Asintió, dándose cuenta de que habían quedado atrapados entre la multitud. No podían caminar de forma normal. Apretó los dientes, volviendo a caminar y comenzando a dar empujones y golpes a la gente, apartándola de su camino tal y como habían hecho con ellos. Tuvo la sensación que la violencia sería la solución a partir de ese momento, aunque ahogó ese pensamiento lo más rápido posible.

 Caminaron durante bastante rato, abriéndose paso hasta que finalmente llegaron al callejón. Childe giró la cabeza, echando un vistazo para luego seguir avanzando, pasando de largo hasta llegar a la puerta de la tienda. Sacó las llaves de su bolsillo, abriendo la entrada y dejando pasar a Zhongli, cerrando en cuanto ambos estuvieron dentro. Se apoyó en la pared, dejándose caer lentamente hasta que quedó sentado en el suelo, jadeando. Zhongli apoyó los brazos en sus rodillas, respirando con dificultad al igual que él. Los sonidos de la calle seguían escuchándose, golpes en las persianas de la tienda y gritos se filtraban al frío interior del edificio.

—¿Childe? —el llamado se giró, encontrándose con Scaramouche—. ¿Qué estáis haciendo aquí?

Se levantó, apoyándose en la pared y calmando su respiración.

—¿Qué haces tú aquí? Acaban de anunciar el toque de queda, ¿por qué estás...?

—Imaginaba que harían algo así, aunque si lo han puesto ahora ha sido coincidencia —respondió, acercándose a ellos. Childe alzó una ceja—. Era evidente, en Mondstadt lo pusieron ayer, lo vi al volver a mi piso.

—¿Ayer? No han dicho nada de eso por la televisión —interrumpió Zhongli, frunciendo el ceño.

—No han dicho apenas nada de las otras naciones, cuanto menos sepa la población mejor. Aunque claro, en internet es algo diferente —sonrió con desgana—. Aunque bueno, eso no importa ahora. Pensaba quedarme aquí hasta que la gente se calmara, pero viendo como se han puesto, puede que las cosas se pongan feas.

Childe frunció el ceño, desviando la mirada hacia Zhongli, quien solo se encogió de brazos.

—Habíamos pensado en preguntarte si querrías estar con nosotros hasta que todo esto pase —dijo Zhongli mirando al más bajo, que abrió los ojos sorprendido.

—Oh... —se cruzó de brazos, mirándolos a ambos—. Bueno... está bien, aunque no sé si esto va 'a pasar'.

—¿A qué te refieres con eso? —preguntó Childe.

—Una sociedad como la nuestra es muy delicada. Si algo en el sistema falla, todo se desmorona rápidamente, hasta que la civilización se acaba. Es lo que está sucediendo ahora mismo, y no parece que haya muchas posibilidades de que vaya a mejorar —cerró los ojos—. ¿O no recuerdas a esa chica? ¿Crees que van a admitir públicamente que la gente enferma se transforma en esas cosas?

Childe se quedó en silencio. Su hermano estaba enfermo, y su madre trabajaba en un hospital. Se tapó la boca, agachándose en el suelo mientras la realidad lo invadía. Lo sabía. Lo sabía desde que vio los mensajes de su madre. Pero...

—Mierda...

Estuvieron seleccionando latas de comida que pudieran transportar con facilidad y las que más pudieran durar, junto con otros suministros (medicinas, herramientas, agua, etc). Childe había ido a campamentos de verano cuando era un niño, así que sabía más o menos las cosas básicas para la supervivencia. Aunque claro, algo así se alejaba mucho a acampar en un bosque alegremente. Apretó los labios, esa felicidad nunca volvería, cada vez se daba más cuenta de lo que estaba a punto de ocurrir.

Prácticamente había anochecido, y las calles no parecían mucho mejor que antes. Eran las ocho y media, tenían media hora para volver al piso antes de que el toque de queda se pusiera en marcha. Antes habían escuchado varios disparos y cañones de agua, probablemente los militares estaban luchando contra la multitud. Salir era incluso más peligroso que antes.

Childe miró por las rendijas de la persiana, pudiendo observar algunas barricadas y a gente correr, destrozando cosas y quemando containers. Se apartó sobresaltado en cuando un hombre se enganchó en la persiana, los ojos inyectados en sangre y las pupilas grises.

—¿Pasa algo? —preguntó Zhongli sentado sobre el mostrador, mientras usaba la linterna de su teléfono para iluminar un poco. Childe se giró hacia él, abriendo la boca y desviando la mirada nuevamente hacia la persiana. No había nadie.

—No... —se acercó a él, mirando de reojo la ventana tapada. Scaramouche salió del almacén en ese momento, cargando un bate de béisbol. El pelirrojo levantó la cabeza para mirarlo, frunciendo el ceño—. ¿Qué pretendes hacer con eso?

—¿Quieres quedarte aquí toda la noche? Salir es peligroso, no vamos a ir sin nada.

—Tiene razón —lo apoyó Zhongli, levantándose y cargando las bolsas—. Ajax.

Suspiró, frotándose la sien.

—Está bien —el azabache le tendió el arma, Childe rodeó el mango con los dedos, apretando los labios.

—Vamos.

Se dirigieron a la salida, el de menor altura sujetó el pomo con fuerza mientras abría la puerta, girándose a mirar a los otros dos hombres, quienes asintieron. Childe apretó el bate en sus manos, tragando saliva. Salieron de la tienda, encontrándose con una escena bastante diferente a la de hacía unas horas. Habían varios incendios en la calle, coches tumbados y gente encima, aumentando las llamas. 

Los militares disparando contra la multitud con pelotas de goma, que aún así les provocaba heridas graves. Algunas manchas de sangre en el asfalto, muchas de las farolas no funcionaban o habían sido derrumbadas. Apenas se podía escuchar nada más que los gritos de la gente y los disparos, junto con otros ruidos de fondo.

—¡Vamos, no os quedéis parados! —gritó Scaramouche, moviendo el brazo para que lo siguieran. Obedecieron, Childe se colocó en frente, con el bate bajado mientras empujaba a la gente con el codo, confiando en que sus dos compañeros lo seguían de cerca. 

Pasaron por delante del callejón, ignoró las nuevas manchas de sangre que se adentraban en él, apretando los dientes mientras seguía corriendo. Un chico más alto que él le dio un fuerte empujón, haciendo que tropezara y cayera al suelo, aterrizando con el hombro, sin soltar el bate. Soltó un quejido, sujetándose el hombro con fuerza, todo su peso había caído sobre él. ¿Se lo había dislocado?

—¿Estás bien? —preguntó Zhongli, ayudándolo a levantarse.

—Sí... —miró al chico alejarse corriendo, incorporándose sin dejar de sentir el dolor punzante. Scaramouche los volvió a llamar, unos metros por delante de ellos. Childe jadeó, volviendo a correr junto con el castaño, colocándose nuevamente en el frente. Trató de ignorar con todas sus fuerzas el dolor que se estaba expandiendo por su brazo y espalda, que amenazaba con dejarlo sin aliento. Apartó las lágrimas en sus ojos, mordiéndose la lengua sin bajar el ritmo.

—¡¡Cuidado!! —la voz de Scaramouche sonó detrás suyo, mientras él se giraba para ver lo que sucedía. El tiempo pareció detenerse a su alrededor. Scaramouche estaba unos metros por detrás, y un poco más cerca suyo se encontraba Zhongli. Un chico se estaba avanzando sobre él, con los brazos extendidos y la boca bien abierta. Los ojos grises y borrosos, las venas marcadas.

—¡¡Zhongli!!

[18/9/21]

EHE.


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