La teoría del amor

Από AprilRussel123

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Tras la aparente muerte de Ryan, el amor de Alicia y Alessandro parece estar a salvo y a prueba de todo. Ella... Περισσότερα

Tercera parte de la teoria del silencio
Antes de leer
Prologo
Capitulo 1: Por defecto
Recordatorio
Capitulo 2: Lo que calla Luxemburgo
Capitulo 3: Acorralado
Capitulo 4: Percepción
Capitulo 5: El pasado tiene rostro
Capitulo 6: Resurgen verdades
Capitulo 7: Un plan comienza a crearse
Capitulo 8: similitudes
Jaque mate en Amazon
Capitulo 9: ¿Quien es en realidad?
Capitulo 10: Desapego
Capitulo 11: Noche de revelaciones
Capitulo 12: Una nueva duequesa para Luxemburgo
Capitulo 13: Lo que pasó aquella despedida de año
Capitulo 14: Algo habia en él
Capitulo 15: Toma lugar el valor
Capitulo 16: La frialdad ocasiona estragos
Capitulo 17: Gana la oscuridad
Capitulo 18: Arde la oficina
Capitulo 19: Dos caras se enfrentan
Capitulo 20: Los secretos tienen fecha de caducidad
Capitulo 21: Y es cuando
Capitulo 22: Nuevas facetas
Capitulo 23: Pecados
Capitulo 24: Una batalla gana el corazon
Capitulo 25: Amargo
Capitulo 26: Incertidumbre
Capitulo 27: Sospechas
Capitulo 28: Entre el frio y el calor
Capitulo 29: Fragmentada
Capitulo 30: Siempre fue ella
Capitulo 31: Chance a la elocuencia
Capitulo 32: En el fondo de la verdad
Aviso
Capitulo 33: Luxemburgo a la espera
Capitulo 34: Al diablo lo correcto
Capitulo 35: Sentada en mi alma
Capitulo 36: Lo que grita el reflejo
Noticias, dulces noticias!!
Capitulo 37: Gran Duque De Luxemburgo
Capitulo 38: Desaparición
Capitulo 40: Se destapan realidades
Capitulo 41: Una nueva familia
Capitulo 42: Alicia de Luxemburgo
Capitulo 43: El ramo a la futura novia
Capitulo 44: La victoria entre las piernas
Capitulo 45: Cuentas
Capitulo 46: Cambia el juego
Recordatorio( ya es como el quinto 😂)
Capitulo 47: A prueba de balas
Capitulo 48: se quiebra un corazón
Capitulo 49: Una madre para una hija
Capitulo 50: Ultimo adiós
Reedición de Tuya Por Una Noche
Capitulo 51: Hacerle el amor al amor
Capitulo 52: Brechas
Capitulo 53: Toca vivir
Epilogo
Agradecimientos

Capitulo 39: Eclipse

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Από AprilRussel123


Actualización de miércoles 😃😃 no olviden votar y comentar para nuevas actualizaciones 🥲🥲

— ¿Todo bien?

Asentí con la cabeza

— Ansiosa, pero bien.

Alessandro sonrió y dándome la mano me ayudó a abordar el yate. Sería solo un fin de semana pero para mi serían dos días decisivos en la vida de los dos. En las maletas llevaba el diario de Caterina, estaba dispuesta a dárselo para quitarme ese peso de encima. El yate era enorme, hermoso y todo era puro lujo. Me quedé mirándolo como tonta deslumbrada por el tamaño y la exclusividad de todo en el.

— Tiene doce camarotes, dos cocinas, baño en cada camarote, una alberca, gimnasio, cine y...

Arquee una ceja

— ¿Y qué?

Sonrió pícaro

— Mejor te lo enseño

— ¿Estaremos solos?

Asintió con la cabeza

— Normalmente se supone que hay diez personas en la tripulación pero..., lo que planeo hacer contigo es digamos...exclusivo. Tome unas clases intensivas de navegación para no tener que disponer de capitán este fin de semana.

Puse los ojos como platos. ¡Estaba loco! Quería navegar el yate solo con una clase intensiva. Pero más nerviosa me ponía el hecho de saber que quería el barco solo para hacer sabrá Dios que conmigo.

— Estas loco

— Por comerte completa

— ¡Alessandro!

— Me encanta cuando te sonrojas. He mandado a preparar un camarote para Sofía.

Me llevó a ver el cuarto de Sofía y era muy hermoso. Colores verde manzana con lila y muchos ositos por todos lados. La cuna era bellísima y los juguetes estaban por doquier. Mi pequeña aún no caminaba pero le encantaba gatear y jugar con lo que tuviera enfrente. La dejé dentro de la cuna con juguetes y rápidamente se entretuvo con ellos. Alessandro me dio una especie de tableta y mostrándome unas cámaras en el techo comentó.

— Podrás verla siempre aunque no estemos aquí. Sé que eso te hará sentir más tranquila.

— Piensas en todo, no dejas de sorprenderme

— Ven, te enseñaré algo

Nerviosa pero intrigada lo seguí hasta el camarote principal del yate. Era jodidamente enorme. Estaba todo repleto de pétalos de rosa y velas por doquier. La cama era inmensa y el techo era de vidrio. Se podía ver el cielo a modo de vista panorámica en todo el camarote. Era alucinante. Tenía un balcón inmenso con una vista infinita a mar abierto. Abrí la puerta corrediza y el olor a salitre y las olas golpeando el casco del yate me relajaba por completo. Las estrellas estaban más brillantes que nunca y era precisamente aquella tranquilidad la que mi mente y corazón necesitaban.

— Es la primera vez...

—¿Qué cosa?

— La primera vez que me subo a un barco. Suena ridículo pero pocas veces pude salir de España cuando estaba casada con Ryan. Todo esto es nuevo para mi.

— Me encanta que lo sea. Haré de esta primera vez una inolvidable, lo prometo.

Aún quedaba esa incógnita que el deseaba mostrarme. Me imaginaba muchas cosas pero ninguna en concreto. Aquella habitación era enorme pero al tener estilo minimalista dejaba pocos detalles desapercibidos. Había una puerta que aún Alessandro no me había mostrado. Intrigada pregunté.

— Esa puerta.... ¿Qué es?

— Es una puerta que contiene una parte de mi que por más que deseo hacer a un lado, siempre termino arrastrándola conmigo.

— Ábrela

— ¿Sin preguntar qué hay dentro?

— Sé lo que hay dentro. También se porqué no quieres abrirla. Crees que no puedo comprender lo que hay dentro. Me ves frágil, tan tierna que se te hace complicado imaginarme de otra forma. Pero sabes algo..., quizá termine teniendo gustos mucho más oscuros que un par de fustas y unas correas atadas al techo, nene.

Alessandro sonrió algo decaído y negando con la cabeza suspiró.

— No creo que seas frágil, de hecho creo que eres la mujer más fuerte que he conocido. Has sabido resurgir entre las cenizas, levantarte aún cuando ya has tocado fondo. Te admiro, te veo y me pregunto cómo es que he tenido tanta suerte en la vida amor mío.

Caminó hacia aquella puerta y al abrirla con un gesto me hizo pasar. Todo estaba oscuro pero solo por unos breves segundos. Al encenderse la luz todo se iluminó en una tenue pero sensual luz púrpura dejando a la vista descubierto todo lo que en aquella habitación había. Desde inovencivas esposas hasta jaulas que al verlas solo me preguntaba para que sería útil aquello en el sexo. Todo parecía estar dividido por sesiones desde lo más "básico" hasta lo más avanzado. Aquella habitación estaba cubierta de espejos por todas partes incluyendo el techo dando un toque intenso y morboso. Todo lo que allí había me atraía, me asustaba pero me llamaba la atención. Caminé hacia un especie de diván algo raro y sintiendo mi nuca estremecerse, su voz sonó por detrás de mí.

— Es una silla de posiciones. Ahí puedo llevarte a otro mundo y traerte de regreso en una sola pieza.

Sonreí traviesa

— Suena interesante

— Una cogida mía en esa silla y la vida se te reinicia

No pude evitar reír. Esa frase se había vuelto célebre entre los dos. Lo que pudo haber comenzado con juegos calientes había comenzado a tomar otro rumbo. Mirando todo lo que había en aquella habitación comentó.

— Es como una droga. Lo quieres dejar, sabes que te hace daño pero aún sigues ahí..., queriendo sentir esa sensación que te causa la misma adicción. Quizá no me entiendas.

— De hecho si lo hago. Olvidas que soy alcohólica. Por mucho tiempo sentí esa misma sensación. Quería dejarlo pero aún seguía ahí esperando la "nota" eso que hace que te sientas distinto.

Dijo que si con la cabeza analizando aquella habitación con cierta vergüenza en su mirada. Una vergüenza que no lograba entender.

— Creo que es momento de ser sinceros completamente aunque sea una tarea jodidamente difícil. No hablo esto con nadie, ni siquiera con Paulette. Por años he querido borrar parte de mi vida porque es algo que solo me trae malos recuerdos.

Creo que estaba a punto de conocer un lado de Alessandro que desconocía totalmente. Lo podía notar en su rostro, en su mirada y en aquella voz temblorosa que apenas lo dejaba respirar. Pensé que el sadismo era solo una fantasía que le gustaba recrear de vez en cuando pero parecía tener un trasfondo mucho más profundo. Estaba a la espera de su respuesta pero él parecía no saber por dónde empezar.

— Quizá luego de escucharme, cambie tu concepto sobre mi. Tal vez creas que estoy loco. Yo lo he pensado a veces. Mi mundo..., este mundo y Mireia Franceschini tiene mucho que ver.

— ¿Tu madre?

— Me tomó veinticinco años asimilar que el ser que me dio la vida, ha sido también la misma persona que me ha arruinado parte de quien era. Antes de que yo naciera, mi vida estaba planeada. Casi ninguna de mis acciones fueron decididas por mi en mi infancia. Mi madre era mucho más que una mamá estricta; más bien me veía como el individuo que tenía que entrenar para algún día ser duque de Luxemburgo. Muchas veces la escuché maltratar a mi padre. Él...era un buen hombre. Siempre intentaba vernos felices a mi y a Paulette. Era sumiso, callado y aunque siempre tenía una sonrisa en el rostro, mi madre siempre buscaba una ocasión para humillarlo. Le decía que no servía como hombre, que debía castigarme sin piedad o terminaría igual que él de inservible. — Tragó saliva — Mi madre no toleraba ser la esposa y no la Gran Duquesa de Luxemburgo. Ella solo compartía el título más No el poder que este otorga. Envidió a mi padre por eso y de repente años más tarde mi padre enfermó y en cuestión de meses murió. Algo en mi corazón me dice que fue ella quien hizo que él muriera. Solo así pudo tener el poder que tiene ahora. Además veía a mi padre como una carga.

Algo confundida intentando procesar todo mejor y sin parecer idiota lo miré y pregunté tartamuda.

— Pero..., ¿qué tiene que ver el sadismo con todo esto?

— De alguna forma veo en todas las mujeres a mi madre. Es algo que va más allá de de lo que mi razonamiento puede entender. Hubo un tiempo en el que erróneamente rechazaba a todas las mujeres creyendo que serían igual que mi madre. Para cuando me di cuenta de ello..., ya era demasiado tarde. Quiero mantenerte alejada de esto. No quiero lastimarte, mucho menos quiero que seas parte de una adicción que luchó por controlar.

Apreté los dientes y aún seguía sintiendo que al final, era solo miedo y temor porque ante sus ojos yo era como un tierno malvavisco y él era un café sin azúcar. Lo miré y luego de analizarlo lo suficiente respondí.

— No pienses por mi. Crees que todo esto me resulta aberrante cuando en realidad, muero por descubrir más. ¿Sabes que me gustaría? Tener sexo aquí con ese hombre que se que aún no conozco en ti.

— ¿Y si me excedo?

— ¿Y si yo te sorprendo?

Sonreí y buscando calentarle mucho más que los pensamientos, me acerqué a él y con mimos comencé a besar sus labios suavemente. Yo tenía la facilidad de con solo besar sus labios, hacer que se formara entre sus piernas un conflicto entre su mente y sus deseos. Estaba duro, muy duro y eso a mi me había puesto de cero a cien en nano segundos. Respiraba con dificultad convirtiendo sus respiraciones en jadeos. Mirándolo fijamente a los ojos sonreí con picardía.

— Puedo ser su duquesa consorte de Luxemburgo. Ponerme vestidos distinguidos y tomar el té con el meñique levantado; pero también puedo ser una zorra sin límites en la cama. Has probado la primera Alicia, aún te falta conocer la segunda.

Sus manos se hicieron rápidamente en mi cuello. Sus dedos lo rodeaban apretándolo hasta sentir que iba quedándome sin aire pero aún podía respirar y esa sensación..., esa sensación me hizo estallar de adentro hacia fuera. Me estaba gustando lo salvaje y eso me asustaba porque era todo lo opuesto a lo que la gente y yo misma estaba acostumbrado a ver en mi. Quería ser sometida, quería sentir dolor pero ese dolor que me ponía los sentidos a bailar en un tacón. Eso quería, eso anhelaba, ser suya en esa habitación y todas las demás que tuviera. Tenía una idea bastante loca en mi cabeza; una idea que no sabía si llegaría a materializarse en aquella habitación. Mordí mi labio inferior y tentándolo con la mirada comenté apenas pudiendo hablar.

— Sabes que no puedes negarte.

— No sabes lo que estás pidiendo

— Oh, si..., claro que sé. Desátate, anda..., muéstramelo todo.

Había logrado zafar de la mazmorra interna ahí muy dentro de su interior a esa bestia que se empeñaba en condenar a vivir encerrada. Con brusquedad me llevó hasta la cama del centro, aquella cama que más bien parecía una tabla de tortura sexual. Caí tumbada en la misma y justo cuando comenzaría lo bueno..., la tableta que Alessandro me había dado comenzó a sonar seguido de los llantos de Sofía. Sonreí algo desanimada para seguidamente decirle con algo de mimo.

— El deber me llama..., vengo en un momento.

— Te estaré esperando

Me puse en pie y dándome una probada de lo que tenía planeado para mi, azotó mis nalgas con gran fuerza. ¡Quería acción ya! Caminé hacia la habitación de Sofía y ella lloraba desesperadamente. La cargué en brazos y de solo sostenerla ya sabía lo que le ocurría. ¡Otra vez tenía hambre! Bastó con darle el pecho para que volviera a ser la bebé tranquila y callada que era. Mientras la lactaba la miraba y en su carita solo veía una cosa, esos ojazos iguales a los de su padre. Su nariz pequeñita y sus mejillas rosadas cada vez se asimilaban más a las de Alessandro. Era hermosa mi niña, aún no podía creer que después de tanto tiempo y después de darme por vencida, fuera madre de un angelito como ella. La alegría poco a poco se fue dispersando. Miraba a Sofía y sentí miedo, tristeza y angustia. Imaginé por un momento la vida sin Alessandro, como si quedara con Sofía sola en el mundo. Simplemente no podía asimilarlo. Apreté los labios y acariciando su cabecita suspiré.

— Sabes algo..., mamá tiene un poquito de miedo. Amar es muy hermoso pero en ocasiones puede jugarte en contra. Tú papi..., él está enfermo. Yo lo sé aunque él aún no me lo dice. Quiero creer que todo está bien pero no..., no es así princesa. No quiero que nada malo le pase, quiero ayudarlo pero no se como hacerlo. Si él supiera lo mucho que me duele su silencio, no seguiría callando. Encontraré la forma de que se quede con nosotras, te lo prometo. — Bese su cabecita — Muero por escuchar pronto to vocecita diciéndome "mamá"

Encendí el carrusel de su cuna y tras darle unas suaves palmaditas suaves la acosté y cómo si se hubiese hipnotizado se quedó mirando los animalitos distraída. Salí de la habitación y al cerrar la puerta me quedé algo pensativa. Realmente tenía miedo, no podía esperar a que él me dijera lo que estaba pasando. Quizá no teníamos tiempo y eso era lo que me aterraba. Quizá meses, años o tal vez semanas. Vivía solo ese dolor y me quebraba el que quisiera protegernos él alejándose con sus problemas. Caminé lentamente por el corredor hasta ir acercándome al camarote principal. Entré al camarote y al verlo aluciné. Se había puesto más cómodo llevando solo un chándal gris y el torso descubierto. Se veía jodidamente sexy. Pretendía acercarse a mí con una sonrisa y mimos pero uno de aquellos pasos falló cayendo al suelo frente a mi. Sentí el corazón ir de cero a mil por segundo al verlo tendido en el suelo lleno de dolor. Rápidamente fui a socorrerlo y él intentó minimizar la situación.

— Tropecé, estas alfombras son un asco.

— No tropezaste, Alessandro. Te caíste ya no me sigas mintiendo. Sé que me ocultas la verdad para que no sufra, pero ahora mismo sufro porque siento que no confías en mí. Sé que sea lo que sea podremos resolverlo mejor juntos.

Se quedó callado pero sus ojos rápidamente se tornaron llorosos. Pocas veces lo había visto llorar o conmovido como en aquella ocasión. Aún adolorido salió al balcón del camarote y sentándose en el mueble que allí había se quedó mirando hacia el mar y aquella luna hermosa que la noche regalaba. Lo seguí y me senté a su lado esperando que esta vez fuera sincero totalmente.

— Hace unos días..., hace unos días me hice unos estudios.

— ¿Y qué ocurrió?

Encogió los hombros acongojado

— Ocurre que aún no sé cómo asimilarlo y vivir con ello. Tengo un tumor maligno en la médula espinal..., cáncer.

Las palabras se me fueron igual que sentí que el alma se me había ido del cuerpo con aquella noticia. Él seguía serio y yo solo quería llorar, llorar y llorar.

— Está avanzando rápidamente. La esclerosis no ayuda y pues.... es muy probable que pronto quede inválido.

— ¡No! Debe haber algo que se pueda hacer. Quimioterapia, se puede tratar no importa lo que cueste.

Me cubrí el rostro llorando desconsolada. Me faltaba el aire, los hipos no me dejaban hablar sin antes ahogarme en mis propias lágrimas y gimoteos. Me negaba a perderlo, no lo perdería por nada del mundo.

— Tengo dos opciones y en ambas, es el mismo resultado, parálisis o muerte. Si me someto a una cirugía las posibilidades de quedar paralítico es de un noventa y ocho por ciento. Las probabilidades de que muera son de un noventa por ciento. — Sonrió tenue — Prefiero estar a tu lado de pie lo más posible y vivir intensamente hasta que llegue mi momento de irme Alicia. Quiero casarme cuanto antes, que seas mi esposa y todo lo mío sea tuyo. No te faltará nada, ni a ti ni a nuestra bebita. Estoy más que agradecido con la vida porque pude conocer el amor y la felicidad antes de morir.

— ¡Ya callate! No hables así por favor. ¡Sofía te necesita y yo también maldita sea! No quiero tus bienes ni tu ducado, solo te quiero a ti. — Derrame más lágrimas desconsoladas — Hay una esperanza en esa cirugía

— Alicia, solo un diez porciento de supervivencia y de quedar vivo, quedaría inválido. No quiero ser una carga en tu vida ni en la de nadie.

— Te prefiero en una silla de ruedas que muerto. Por favor prométeme..., prométeme que lo haremos.

Secó mis lágrimas con sus pulgares y suspirando con pesar negó con la cabeza.

— No puedo prometerte algo que no se si voy a poder cumplir amor mío. Más bien quiero disfrutar lo que me quede de tiempo junto a ti y a mi pequeña Sofía.

Mi mundo otra vez se había ido al suelo. Estaba cansada, gastada de que la vida me diera un momento de felicidad para luego darme una eternidad en suplicios. ¿Acaso ser feliz era algo que no era para todos? ¿Por que a mi? Le preguntaba a Dios en mis oraciones si se había olvidado de mi. Nunca había perdido la fe, a pesar de mis desgracias, del infierno que es mi vida, nunca había perdido la esperanza de que en algún momento mi vida cambiara. Pensé que Dios se había apiadado de mí y había puesto en mi vida a Alessandro. Pero ahora no tenía idea de que planes tenía Dios conmigo al poner en un hilo la vida del hombre que complementaba mi alma. Por primera vez comencé a dudar, comencé a creer que por años perdí mi tiempo al pie de la cama orando a algo que no existe. La oscuridad siempre estaba pisándome los talones por más que luchaba por alejarme de ella. Cada vez que me acercaba a sentir que por fin podría sonreír nuevamente la amargura rodeaba mi vida. Me estaba volviendo loca buscando una solución pero me hallaba estancada en el mismo sitio. Había sentido dolor toda la vida, pero aquel dolor era distinto. Estaba acabando con mi cordura, con la poca paz que quedaba en mi alma. Él tomó mis manos y sintiéndolas diferentes, como si cada vez que me tocara fuera la última vez, un nudo en mi garganta no me dejaba respirar.

— Eres fuerte, eres una mujer luchadora que puede atravesar lo que se te presente en la vida. Estarás bien, te lo aseguro.

Negué con la cabeza sintiendo como con sus palabras se me apagaba la ilusión, la emoción y esa chispa que me hacía querer volver a sonreír.

—Si tú no estás, yo estoy perdida. No puedes dejarme sola, no lo soportaría. Fuiste tú quien me ayudó a ser quien soy ahora. Por favor, vamos a ir con un médico y buscar más opciones.

— El amor duele, duele bastante pero es lo único que nos mantiene vivos. El amarme ahora mismo te hace sufrir. Era precisamente esto lo que quería evitarte

Negué con la cabeza enojada.

— ¡No! No es amarte lo que me duele, me dueles tú. Me duele que no quieras hacer nada por buscar mejorarte. Me duele tu terquedad, me duele ver cómo te das por vencido sin siquiera luchar.

A veces miraba hacia atrás y veía lo mejor de nuestros momentos caer. Ahora era un hecho, estaban cayendo y no hallaba cómo detenerlo. Nuestras vidas comenzaron a entrar en un eclipse que nunca habíamos experimentado. Lo miré y él apenas levantaba la mirada. Se había dado por vencido y yo sentí que era la única que quería luchar aun cuando las probabilidades de resurgir eran pocas o nulas.

— ¿Recuerdas porque me conociste?

Extrañado levantó la mirada.

— ¿A qué viene esa pregunta?

— Responde

— Si, te conocí por estar guiado por un odio que solo me llevo a cometer error tras error.

Apreté los dientes y suspirando respondí buscando no decaer también.

— Cuando llegaste a mi vida creí que no había solución para mi infierno. Me acostumbre al dolor, a las humillaciones; tanto que llegaron a un punto en el que ya no causaban efecto. Cada golpe, cada amenaza de Ryan se me hacía más llevadera porque sabía que alguien en algún lugar del mundo me veía distinto. Me aferré a eso, me aferré a esa persona. Había tocado fondo y también llegué a pensar que intentar no valdría la pena.

— Alicia..., es distinto.

— El miedo es algo inevitable. También tuve miedo, tuve miedo a volver a sentirme mujer. Tuve miedo a enamorarme y terminar herida. Me aterraba vivir algo distinto a lo que me había acostumbrado. Miedo..., dolor y más miedo..., fueron mis dos verdugos por veinte años. Fuiste tú quien me sujetó fuertemente e hizo que saliera de esa oscuridad. Dolió..., como nunca. A veces arriesgarse duele más cuando no tenemos idea de lo que nos deparará el destino. Pero el que duela no significa que vas a morir.

— Alicia..., voy a morir. No se cuando sea, pero lo haré y eso no hay positivismo alguno que lo cambie. Soy realista.

— Todos vamos a morir. Eso es algo inevitable. Lo que sí puedes evitar es morir sin al menos intentar curarte. Hay personas que te necesitamos, piensas en ti, en tu dolor y quizá te replanteas si tu existencia es necesaria después de enterarte de esa enfermedad; solo te digo que no puedes irte y pretender que todo siga sin sus debidas consecuencias. Si..., solo tienes un diez porciento de supervivencia en esa jodida cirugía pero al menos tienes un diez porciento de esperanza. Si según tú todo está jodido entonces no tienes nada que perder al operarte. Si de verdad me amas, a mi y a nuestra hija, no te des por vencido.

Se quedó callado y solo seguía mirando hacia el océano con los pensamientos en otra parte. A veces deseaba saber lo que pensaba, saber qué era lo que deseaba o lo que temía. Me puse en pie y decidida a acabar con todas esas telarañas que seguían enredándonos aún sin darnos cuenta, busqué en mi maleta el diario de Caterina y nada más de tenerlo en las manos, sentí frío y nerviosismo. Apreté los dientes y decidida a salir de aquel círculo vicioso de una vez, caminé nuevamente hacia el balcón. Tenía la voz temblorosa pero los impulsos me ganaron.

— ¿Necesitas motivación? ¿Realmente necesitas creer que te necesito? Bien, entonces deberías leer esto.

— ¿Qué es eso?

— Es..., es el diario de tu ex esposa. Debí dártelo hace mucho pero erróneamente creí que te estaba ahorrando dolor y sufrimiento cuando en realidad solo lo he postergado y te he cegado ante tu realidad.

Caminé hacia la puerta dispuesta a irme no sin antes mirarlo nuevamente y comentar entristecida.

— A veces creemos conocer a quien amamos, resulta que quizá jamás conociste realmente a esa mujer. Buenas noches.

Salí de aquel camarote con el corazón queriendo salirse del pecho y el alma pendiendo de un hilo. Quizá era el final, o quizá en efecto el inicio de eso que los dos deseábamos..., paz.

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