No sabía porque, pero estaba frente a la puerta de Alessandro con el periódico en la mano a punto de reclamarle porque había cancelado su coronación. Toqué el timbre y luego de unos segundos abrió la puerta y verme lo había desconcertado. Más desconcertada quedé yo. Usaba un bastón para apoyarse y su rostro se veía terrible. Algo le pasaba, algo que aún no me decía. Había cajas por doquier, estaba empacando y dejando todo cubierto con mantas. Se iría y esta vez creo que era definitivo.
— Alicia..., no te esperaba.
— ¿Qué te pasa? ¿Por qué usas ese bastón?
— Nada en especial. Solo algo más de dolor esta mañana.
— ¿Insistes en mentirme?
Dejándome pasar caminó cojeando hasta la sala de estar para seguir empacando. Se notaba serio, triste y apagado. Le di el periódico y arqueando una ceja pregunté.
— ¿Qué significa eso? ¿Por qué lo has hecho?
Encogió los hombros
— Acepte ese título porque tú estarías a mi lado. Ahora que no es así no tiene caso.
— No puedes hacer eso
— Si puedo, ya está hecho. — Resopló — ¿Podría ver a Sofía? Me iré mañana en la mañana.
— ¿Te vas?
— Me pediste tiempo y te lo daré. Pero no puedo estar cerca de ti y no pretender que no me lastima tu frialdad. Es mejor que me vaya.
Apreté los dientes sin saber qué hacer. Estaba frente al hombre que amaba pero también el hombre que más me había lastimado. Creo que era hora de ser sincera también, comencé a creer que era hora de en cualquier momento entregarle el diario de Caterina. Así no habría secreto alguno entre los dos. Almacenando unos libros comentó.
— Mi médula espinal comenzó a fallar. En ocasiones mis piernas fallan y caigo al suelo. Por eso el bastón.
— ¿Por qué me dices hasta ahora?
— Porque no soy ni la mitad del hombre que conociste. Vivo constantemente en dolor, ya ni la morfina ayuda. —Caminó sin el bastón cojeando un poco. — ¿Podría pedirte algo antes de que me vaya?
— ¿Qué cosa?
— ¿Puedes quedarte a cenar? Voy a preparar algo y pensé que podría servir a modo de despedida.
Lo pensé por unos minutos y aunque mi orgullo seguía herido, no tardé en aceptar su invitación. Él decía que sí, pero yo pensé que había dejado de tomar sus medicamentos. Quizá a modo de autocastigo o porque simplemente ya se había rendido. Verlo cojear por el dolor y apoyarse en ese bastón me quebró el alma. Más bien creo que era un modo de castigarse. Acepté quedarme a cenar pues al final sería la última vez que lo vería en unos meses. Me ofrecí a ayudarlo con la comida pero él no me lo permitió quería demostrarse a sí mismo según el que podía solo y que aún era útil. Lo observaba sentada en la isla de la cocina mientras preparaba la cena. Aunque trataba de sonreír y buscar tema de conversación, yo había aprendido a leer su mirada. Sus ojos además de estar azules, se veían cansados y decaídos. Su sonrisa, aquella de la cual me enamoré ya no era la misma. Solo había culpa, miedo y remordimiento. Buscaba mirarme cuando me distraía, lo hacía con ternura, con ese amor que deseaba volver a vivir como antes.
— No soy muy diestro en la cocina pero Paulette dice que el Trenette al Pesto me queda delicioso.
Sonreí
— Entonces será interesante probarlo — Suspiré — ¿Qué harás? ¿Regresarás a Luxemburgo?
— Lo estuve pensando y creo que iré a Milán. Crecí la mayor parte de mi vida allá. Luxemburgo sólo es un título por herencia. Nací en Italia y allá me siento más a gusto. Ahora que estaré solo, creo que será mejor estar en una casa en medio del bosque rodeado de tranquilidad que estar en Luxemburgo rodeado de estrés.
Asentí con la cabeza algo incómoda por el hecho de que quería irse. Mi corazón quería pedirle que volviéramos y mi orgullo seguía en su posición de víctima.
— Quizá allá conozcas a una mujer mucho menos complicada.
— ¿Sabes cual es uno de mis defectos? Cuando me enamoro de una mujer, pueden haber miles a mi alrededor y aún así mi corazón solo tendrá cabida para una mujer. — Seguía preparando la cena y tras hacer una pausa prosiguió — Te amo, pero estoy consciente que te he lastimado y hay cosas que simplemente no se olvidan. Prefiero dejarte ir y que seas feliz, eres el amor de mi vida, Alicia. Si tu felicidad está lejos de mi, eso es más que suficiente.
Sentí un mal sabor en mis labios. Un nudo se creó en mi garganta porque sabía que él hablaba en serio. Si bien me había lastimado, también yo lo había hecho. Si él se iba, Carla habría ganado. Si el se iba no sabría como seguir con mi vida. Nada más de verlo a los ojos, sentía mi corazón revolotear por todo mi pecho. Lo amaba, tanto que difícilmente podría seguir sin él. Sirvió la mesa y sonriendo tenue comentó.
— ¿Sabes que creo? Creo que ambos nos perdimos en nuestros propios demonios. Debí ayudarte a salir de tu abismo y siento que te hundí más en él. No supe entenderte, y cómo hacerlo si no puedo entenderme a mí mismo. Yo solo quiero que...
— ¿Te podrías callar?— Dije impulsivamente — ¿Acaso no ves que todo eso que dices no ayuda?
Solté los cubiertos al sentir el hombre desvanecerse. Me recosté en el respaldo de la silla conmovida y llena de confusión.
— Tu eres el que quieres irte. Eres tú quien..., pretende alejarse.
— Es lo mejor
— ¿Para quién? ¡Duele! ¿Acaso crees que el amor se acaba de la noche a la mañana? No, no es así. Aún estoy digiriendo todo esta mierda, ¿Vale? No es fácil ver cómo la persona que amas está en la cama con otra mujer. — Solté una lágrima dolida — Me sentía especial, creía que al fin alguien me deseaba lo suficiente como para hacer el amor solo conmigo. Tardé mucho en poder aceptarme y quererme un poquito más. Gracias a ti lo había conseguido y luego..., luego te vi con ella y todo eso se fue al carajo. Trato de no pensar en eso, pero no lo consigo. ¡Me jode! ¿Sabes por qué me jode? Me jode porque aún te amo estupido. Porque a pesar de que te follaste a esa loca para evitar que yo fuera a la cárcel, no consigo indignarme lo suficiente como para dejar de amarte. Ahora siento que mi cuerpo no es suficiente para despertarte absolutamente nada.
Se quedó mirando su plato pensativo. Seguía con su rostro sombrío e inerte. Era como si ya nada le diera emoción o lo hiciera reaccionar. Tragó saliva y aún sin mirarme directamente comentó con voz tenue.
— Cada vez que me veía obligado a tocarla, me sentía más ajeno a ti. Cada vez que tenía que acceder a sus chantajes, sentí que en cualquier momento me volvería loco. Jamás pensé que llegara a aborrecer el sexo, mucho menos pensé que sería capaz de odiar tanto a alguien. Ya no sé lo que es dormir en paz, ya no sé lo que es tener la conciencia tranquila. Lo único en lo que pensaba era en ti..., en no perderte. En el fondo sabía que pasaría, te perdería y yo me perdería. Eres ese norte que busqué por tanto tiempo en mi vida. Pensé que sabía lo que era amar pero no..., estaba muy lejos de saberlo antes de tenerte en mi vida. Eres la única mujer que ha provocado esto en mi. La única mujer que me ha hecho sentirme completo. Sé que te fallé, pero al fallarte a ti me he fallado a mi mismo. Te fallé sin querer hacerlo, te fallé porque no tuve opción o quizá si la había pero el tiempo estaba en mi contra y la desesperación me ganó. Si..., Carla ganó en todo esto.
Se levantó de la mesa y recogiendo los platos fue a la cocina y yo quedé en trance totalmente. Quería hablar pero la conmoción no me lo permitía. ¿Estaba siendo dura con él? ¿Hasta qué punto era responsable por eso que ocurrió? Sacudí mi cabeza y me puse en pie para responderle y al entrar a la cocina quedé helada. Puso todos los platos en el fregadero y apenas podía sostener uno para lavarlo. Rápidamente se lo quité de las manos.
— Yo lo haré. — Resoplé — ¿En serio eso crees? ¿Crees que Carla ganó?
— Estamos separados, logró lastimarte, ya no me importa mucho nada así que si..., creo que ganó.
— Solo te he pedido tiempo.
El sonrió y sin entender mucho su respuesta lo miré desconcertada.
— No sabía lo valioso que era el tiempo hasta que comencé a carecerlo.
— ¿De que hablas? ¿Por que dices que careces de tiempo?
— Nada, no es importante.
— No estás tomando tus medicamentos ¿Cierto? Por eso apenas puedes soportar el dolor. ¿Que pasa contigo?
Encogió los hombros desinteresado
— Se quedaron en Luxemburgo
Repentinamente se fue la luz y quedamos a oscuras. Era muy tarde y para completar mi móvil se había quedado sin pila. Sin poder vernos unos a otros pregunté donde tenía linternas o velas para hacer algo de luz. Fui a buscarlas y cada vez que daba un paso me tropezaba con algo. Al final, luego de golpearme con las paredes unas cuatro veces, conseguí unas cuantas velas y fósforos. Las encendí en la sala de estar y al volver a vernos el rostro fue algo incómodo. No sabía si irme o quedarme un poco más. Nos quedamos mirándonos por unos momentos, me sentí vulnerable ante su constante mirada.
— Creo que ya debo irme. Es algo tarde.
— Está lloviendo, si quieres te llevo o mando un taxi si estás más segura así. No me gustaría que vayas sola en la calle a estas horas.
— Esperaré a que cese un poco la lluvia y luego me voy.
Asintió con la cabeza
— Como desees. — Miró el tablero de ajedrez que estaba sobre la mesa de centro a modo de decoración— ¿Te apetece jugar?
Sonreí inconsciente
— La última vez que jugamos ajedrez, terminaste entre mis piernas. No se que tan buena idea sea
Sonriendo respondió
— Muchas cosas han cambiado desde aquel momento. Nunca haría nada que no quisieras.
Ese era precisamente el problema. A pesar de todo, esa Alicia descarada y morbosa que él mismo había despertado en mí quería que pasara aunque aún mi razón seguía en negación constante. Me acerqué al tablero y sentándome frente a él suspiré algo nerviosa.
— Bien, acepto.
— Ya sabes las reglas
— ¿Qué reglas?
Esta vez sonrió de una forma un poco más hilarante que las demás. Efímeramente sus ojos volvieron a tener ese brillo, ese misterio que lograba excitarme en cuestión de segundos.
— Algo debe motivarnos a ganar ¿No?
— Vale
— Si ganas..., ¿Qué deseas?
Agarrando una de las piezas encogí los hombros.
— Lo sabrás si gano
— ¿Tendré que perder entonces?— Carcajeó — Está bien. Si yo gano, solo deseo una cosa.
Pensé que me pediría algo indecoroso y caliente pero no, esta vez estaba lejos de serlo. Sentándose frente al tablero respondió.
— Quiero algo simple. Bueno más bien dos cosas. La primera es que me prometas buscar ayuda profesional para el alcoholismo. Y la otra..., la otra es más simple. Me gustaría que tú y nuestra niña me acompañaran un fin de semana a Barcelona. Compre un yate y me gustaría pasar un último fin de semana en familia antes de que regrese a Italia.
Dije que si con la cabeza e irónicamente como un alcohólico en plena desintoxicación, sentía un deseo intenso, desesperado por volver a sentir calor, placer, esos orgasmos que solo Alessandro sabía provocarme. Tragué saliva y raspó un poco. Estaba seca así como yo me sentía, a secas por tanto tiempo. Nada más de imaginar a Alessandro sobre mi, sentir sus caderas golpear las mías y su polla dura penetrarme comencé a sentir palpitaciones entre mis piernas. Estaba en una guerra entre la razón y mis ganas de follar. ¡Maldita sea! Tenía que tener control, más bien, deseaba que él ganara porque si yo lo hacía no sé en que terminaríamos esa noche. Su olor, su mirada..., su presencia alborotaba todas mis hormonas. Mientras jugábamos hablábamos de todo un poco como hace mucho que no lo hacíamos. Sin darme cuenta ya había puesto en jaque a Alessandro. Me miró y sonrió, creo que lo estaba haciendo a propósito. Él era muy bueno jugando y ahora estaba "perdiendo" más bien estaba intrigado por saber lo que deseaba. No sabía si quería ganar, si yo ganaba tendría que decirle lo que quería y no sé si sería capaz de decirle que quería que me hiciera el amor. No sé si estaba mal, no sabía si debía dejarme llevar por mis deseos y no por mi razón. Joder..., al ver el tablero ya había ganado. Apreté los dientes sintiendo más nervio aún. Irme no era opción, seguía lloviendo terrible y ya él esperaba una respuesta.
— Haz ganado
— Si..., supongo
— ¿Qué es lo que deseas?
— ¿Puedo usar el baño?
— Si, claro. Cuidado de no tropezar.
Agarré una de las velas y caminé hasta el baño. Literalmente estaba temblando. Me miré al espejo y pensé si estaba enloqueciendo. Comencé a desabotonar mi vestido y seguido me quité el sostén. Ver mi cuerpo desnudo era aún algo penoso para mi. Aunque eran pequeñas, tenía unas estrías producto del embarazo de Sofía que marcaban un antes y un después en mi cuerpo y quizá en la manera en la que Alessandro lo vería. El cuerpo de Carla era mucho más joven, menos maltratado, más agradable a la vista. Se me había olvidado el hecho de que en cinco años tendría cuarenta años. Ya no era joven, cada día que pasaba los años pesaban más. Ver mis senos, mi vientre..., mi vagina bastaron para mandar todas mis ganas al demonio. Me vestí nuevamente y agarrando la vela volví a la sala de estar. Alessandro me escaneó con la mirada y caminando hacia a mi se detuvo solo a centímetros de mi cuerpo acorralándome contra la pared.
— ¿Ahora me vas a decir?
— Era una tontería, no tiene caso. Mejor me voy.
— Eres mala mintiendo ¿Por que no quieres decirme?
— Tengo que irme
— Se lo que quieres..., sé lo que deseas. También se lo que pasa por tu mente ahora mismo. Es lo mismo que pasa por mi mente día y noche.
Tragué saliva
— No se a que te refieres.
Sonrió intrigado
— Si lo sabes. Querías pedirme lo mismo que te pedí yo hace un año atrás en ese juego de ajedrez.
— No es cierto
— Si lo es — Se acercó aún más — Yo también lo deseo como un loco, aunque ya no es correcto.
Comencé a jadear, ya no eran solo palpitaciones las que sentía en mi vagina, ahora estaba empapada, mis bragas estaban mojadas y mi corazón latía fuertemente. Calor, ardor, deseo era lo único que corría por mis venas en aquel momento. Acerqué mis labios a los suyos y besando su labio inferior suavemente susurré.
— Follame, hazlo por favor. Muero por sentirte dentro, muy profundo. Necesito que lo hagas antes de que me arrepienta.
Su pene duro, grueso y potente estaba a punto de hacer reventar la cremallera de su pantalón. Trago saliva y al ver cómo su manzana de Adán se movía bruscamente en su cuello pude sentir el mismo deseo en él. Reteniéndose me miró y se negó con la voz gruesa y entrecortada.
— No.... No es correcto amor mío.
Mis queridas hormonas rebeldes tomando control de mi cuerpo por completo, hicieron que mi mano terminara dentro de aquel pantalón y agarrando su caliente y deliciosa erección respondí dispuesta a todo.
— Al diablo con lo que es correcto, hazme tuya.