El corazón del Rey. [Rey 3]

By Karinebernal

29.3M 2M 8.3M

Las huellas de un pasado doloroso persiguen al rey Magnus Lacrontte, quien ha levantado murallas para no volv... More

Importante Leer.
Prefacio.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Nota explicativa. - Importante leer.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 1. Presente.
Capítulo 2. Presente.
Capítulo 3. Presente.
Capítulo 4. Presente.
Capítulo 5. Presente.
Capítulo 6. Presente.
Capítulo 7. Presente.
Capítulo 8. Presente.
Capítulo 9. Presente.
Capítulo 10. Presente.
Capítulo 12. Presente.
Capítulo 13. Presente.
Capítulo 14. Presente
Capítulo 15. Presente.
Capítulo 16. Presente.

Capítulo 11. Presente.

682K 37.7K 252K
By Karinebernal

Advertencia:
Lea este capítulo bajo su propio riesgo y de comenzar, no me hago responsable por la pérdida de su estabilidad emocional por lo que inmediatamente usted me libra de todo culpa por ello.

Magnus.

Al llegar a Cromanoff, los guardias me informan que Gregorie se encuentra en su habitación así que corro a reunirme con él, pues no hay tiempo que perder dado todo el lío en el que estamos metidos.

—Primo. —Saluda cuando me adentro a su alcoba.

—Primo —respondo, yendo directamente a su cama —¿Dónde se encuentra Elisenda?

—Con sus padres, están aprovechando su estadía en Klimward para pasar tiempo con Zachary.

—Es decir que estamos libres de esposas.

—Diría que tengo tiempo para mi pero no es así. Cromanoff esta entrando en crisis por los sucesos de ayer. Hoy me he reunido con el representante del pueblo y me informó que hay un descontento social unánime por la muerte de los guardias.

—Tú eres el rey, Gregorie. Una palabra tuya debe silenciarlos por completo.

—No funciona así. Yo escucho al pueblo, hago valer las leyes y ahora ellos exigen lo mismo de mi parte. El asesinato no esta delegado como castigo en Cromanoff, así que lo que sucedió ayer y esta madrugada es una violación a nuestra constitución. Tienen todo el derecho a estar enojados conmigo.

—Es tu culpa —recrimino —. Por tener leyes tan débiles. Esto no es una democracia, Gregorie, es una monarquía.

—Y será una anarquía de llegarse a crear una guerra civil por esto.

Una guerra civil es lo último que necesitamos ahora, todos mis esfuerzos están dirigidos en encontrar a los Malhore. No tengo tiempo para lidiar con un pueblo enojado.

—¿Qué piensas hacer? —Cuestiono intrigado.

—Mediar, aunque sé que el pueblo no quiere eso. Están enojados contigo. Quieren que pagues de alguna manera y que termine toda relación contigo. No les agradó el hecho que impartieras penas que no cobijamos.

—Es ridículo. Sabes porqué lo hice.

—Y estoy de tu parte. Créeme que no te recrimino, pero debes ayudarme a buscar una solución.

—Modifica tus leyes, incrementa la muerte como castigo a la traición de la corona.

—Lo hice. Me dedique a eso toda la mañana y la reacción del pueblo no fue favorable, tanto fue así, que hay personas que aprovechándose de esa situación.

—¿De qué hablas? ¿Quiénes?

—Se ha formado un sindicato y Athena esta mañana me dijo algo que podría ayudarnos.

—¿Quién es Athena? —Cuestiono confundido.

—Mi doncella —explica con naturalidad —. A la que me pediste despedir.

—¿La llamas con tal ligereza? Yo ni siquiera recuerdo el nombre de la doncella de Emily y sé que su madre ayudó a la mía cuando yo estaba a punto de nacer.

—Eso es porque eres poco empático pero yo no soy así. Así que mejor escucha lo que ella me comentó.

Se sienta a un lado de la cama y toma un cojín para colocarlo sobre sus piernas y apoyar sus codos en este.

—Al parecer hay un reunión con los familiares de los guardias muertos.

—¿Sobre qué?

—Contra nosotros, contra mi. Se dice que los rebeldes de Lacrontte los han contactado para unirse a su causa.

—¿Ella como sabe sobre eso? —Indago de inmediato.

—Uno de los guardias era su vecino y la información llegó a sus padres y de ellos pasó a ella.

—Demasiado sospechoso, puede ser una trampa.

—Pensé lo mismo y por ello envié a 2 hombres a registrarse.

—¿Debes registrarte para ir a esa estúpida reunión de traidores?

—Si, y mis enviados trajeron más información —explica antes de que pueda discrepar —. Efectivamente son rebeldes de Lacrontte que incitan al odio en mi reino, y para asistir se debe asegurar el anonimato de todos los presentes por lo que se debe portar un velo oscuro sobre la ropa informal y decir una palabra clave antes de ingresar.

—¿Es decir que se lo dirán a alguien y esa persona se lo dirá a otro y así se ira pasando la voz?

—Exacto. Eso también sirve para descartar personas.

—¿Y cómo lo sabremos nosotros si los 2 hombres que enviaste al registro no son allegados a nadie del círculo?

—Ahí es donde entra Athena. Como te comenté son vecinos de los padres de un guardia asesinado y también estará dentro de la reunión así que cuando la clave llegue a él, su hija también lo sabrá y nos lo dirá a nosotros.

—¿Por qué habrán de decírselos? Son sus vecinos deben de saber que Athena es tu doncella. Sería demasiado estúpido compartir la información con alguien que trabaja para la monarquía.

—Ellos creen que tenían una relación. No dudarán de una novia dolida.

—¿Qué te hace pensar que no es cierto? —alego —. Mis sospechas vuelven a recaer en ella. Es obvio que tú le atraes y quizás por ello te ocultó su relación con ese sujeto.

—No me subestimes, primo. Tengo hombres custodiando su casa. Una vez tengamos la clave traerán sigilosamente hasta acá a su padre y tomaran a Athena presa para que así tenga oportunidad de desmantelar su plan antes de irnos, si es que existe uno o de otra forma daré la orden de asesinarlos si se trata de una emboscada por lo que no los dejaremos libres hasta no regresar sanos y salvos de ese lugar.

—Excelente —lo felicito —. Y ahora dime cuales son nuestros dichosos seudónimos, porque supongo tienes la intención que asistamos.

—Eventualmente. Supones bien. Cualquier hombre que enviemos no sería capaz de reunir cada detalle de lo que allí se hable como nosotros y a nuestro favor tenemos el velo que nos permitirá movernos entre ellos.

—No pienso arriesgarme tan fácil. Esto podría ser un teatro de Aleta para cazarnos. —sigo insistiendo —. Así que si quieres que vaya y sin tener en cuenta tus medidas, necesito que hayan soldados acordonando la zona por si hay un atentado tengamos con que defendernos.

—Se llama Athena —me corrige —. Y me parece bien. Es una medida astuta y calculada. Podríamos infiltrar soldados vestidos de civiles en las calles para no generar sospechas.

—Pues deberíamos empezar desde ahora porque si se unen cuando nosotros estemos de camino generará sospecha. Ahora ¿cuál es la palabra clave?

—Ese es el problema. Debemos esperar para saberlo pues se supone que se correrá la voz entre conocidos para que ningún ajeno puede infiltrarse y entorpecer sus planes contándonoslo. Cuando ella sepa vendrá a nosotros.

Las estupideces de esperar la cooperación de otros me resulta desesperante. No estoy acostumbrado a la ayuda de nadie y menos de una doncella.

—Por cierto, en la reunión yo seré Sir Koren y tú serás Lord Leono. ¿Qué tal?

—¿Leono? ¿Qué porquería es esa?

—Significa León y Koren es verde.

—Te superas en ridiculeces cada día más. —me recuesto en su cama, notando algo peculiar en su mesa de noche. —¿Qué se supone que es esa cosa? —me aproximo a tomar un cofre café con remaches dorados que figura sobre la madera.

—Es un regalo de Athena para Zachary.

Lo agarro y abro sin esperar alguna autorización y en su interior descubro que se trata de una caja musical donde estúpido oso con corona gira.

—Patético. Si uno de mis sirvientes me regala algo así, lo estrellare sobre su cabeza.

—No tiene nada de malo, a Elisenda también le gustó.

—Si le agradó es porque seguro no sabe quien lo obsequió.

Paso la mano por la mesa con fuerza, llevándome consigo el cofre, el cual cae al suelo estrepitosamente. En cuestión de segundos se abre una grieta entre los engranajes de la pieza, de donde sale un papel.

—¿Por qué hiciste eso? —Me reclama.

—Ay se me cayó. —Finjo inocencia mientras me inclino para tomar la nota, leyéndola en voz alta.

Amar es un regalo que muchos están dispuestos a entregar y pocos a recibir, quizás porque no están interesados, son muy distraídos, están comprometidos o ya aceptaron ese obsequio de alguien más.
Espero algún día reciba el mío.

Athena.


Pero ¿qué es esta ridiculez? En verdad esto es patético, completamente estúpido.

—Júrame que no te gusta esa mujer en lo más mínimo.

—Te doy mi palabra. Por mi hijo.

—Bien, entonces esto. —Levanto la nota en lo alto y la rompo por el centro hasta crear pequeños pedazos —. Hay que desaparecerlo antes que Elisenda lo note y por tu bien, ponle limites a esa mujer. Todo comienza con una sonrisa y termina en la cama con un matrimonio arruinado.

—Creo que estas exagerando.

—Si hay algo que aprendí cuando invite a Vanir al palacio y luego vi a Emily en el periódico con Stefan, es lo mucho que molesta ver a tu pareja con una persona que está interesada en ella y que aún sabiendo lo mucho que eso puede molestarte, lo sigue viendo. —explico — Dime, ¿qué sentirías si algún hombre pretende a Elisenda y ella aún así recibe sus regalos?

—Ya lo habría borrado de este mundo.

—Entonces ya sabes cómo puede sentirse ella si continúas con este juego tonto con la doncella.

—Desde que me casé nunca he mirado a otra mujer de otra forma.

—Más te vale que siga siendo así. Los Lacrontte podemos ser mercenarios, asesinos y egoístas pero respetamos el matrimonio hasta el fin de nuestros días.

—Elisenda es el amor de mi vida. Nunca deshonraría lo nuestro por nadie. Ella al igual que Emily contigo, me tiene en su mano.

—De ser así deberías comenzar delegándola a otras funciones.

Llevo las manos a mi bolsillo, sacando el collar de mariposa que Saltamontes le regaló a mi esposa para dejarlo aquí y cuando Emily pregunte por él fingiré que lo he perdido, pero extrañamente me doy cuenta que hay algo más en el fondo. Lo halo con descuido encontrándome una prenda de encaje blanco. La ropa interior de mi esposa.

—¿Qué es eso? —Cuestiona mi primo.

—Un collar ¿no lo ves? —Intento cambiar de tema mientras coloco la joya en la mesa y escondo la lencería en un puño con mi mano.

—Me refiero a lo otro. ¿Usas pañuelos de encaje?

—Si —invento —Mi sastre me dijo que era elegante.

—¿En serio? —inquiere incrédulo. —Déjame verlo ¿tiene alguna forma en especial? Le pediré al mío que fabrique uno igual.

Levanto la mano para evitar que lo alcance, acto que lo hace sospechar aún más. Se estira pero yo me muevo de sitio, rodando hacia el otro lado de la cama.

—¿Qué escondes ahí, Magnus? —enarca las cejas al preguntar.

—Ya te he dicho que es un pañuelo. — intento meterlo en el bolsillo de mi pantalón nuevamente.

—Entonces porque no quieres enseñármelo.

—Porque es personal. Los pañuelos son individuales, no puedes tocarlo.

—Es mejor que me digas que es otra cosa y que por ende no puedes mostrarla.

—Bien —acepto —. Se trata de algo más que solo verás si me das un tiro aquí mismo, de otra manera nunca llegarán a captarlo tus ojos.

—Es algo de Emily ¿no? —inquiere perspicaz.

—Si y por ello nunca vas a tocarlo.

—¡Que pervertido! —alega cuando entiende de que se trata. —¿Por qué traes eso en el bolsillo? ¿Es algún amuleto para la buena suerte? —puedo sentir la burla en su voz.

—No voy a hablar de la ropa interior de mi esposa contigo. —Sentencio con seriedad.

—¿Se la robaste de un cajón antes de venir? ¿Así de loco te tiene?

—Gregorie, no agotes mi paciencia.

—¿La vas a colocar como bandera de Lacrontte? Si lo haces, yo prometo poner una de Elisenda aquí.

—Ya déjame en paz. —Bramo con enojo.

—De acuerdo —cede, levantando sus manos en señal de derrota. —No obstante quiero preguntarte algo y necesito que me respondas con la verdad.

—Esta bien. —Acepto, dada la seriedad con la que habla.

—¿Hay algo que deba cambiar de la oficina?

El escuchar aquello me hace reír a carcajadas, como nunca antes lo había hecho frente a Gregorie.

—Si, supongo que te debo un nuevo sillón.

—¡Que asco! Elisenda se recostó ahí por la mañana.

—Lo siento. —me encojo de hombros. —Pero no puedo evitarlo. No sé que es más adictivo, ella o asesinar.

Gregorie me mira con una sonrisa cómplice en el rostro y es obvio que ambos pensamos lo mismo.

—Asesinar. —Contestamos al unísono.

—Aún recuerdo lo mucho que decías odiarla y que no te gustaba en lo absoluto y ahora profanas mi oficina con ella.

—Es mejor que Emilia no sepa que estás al tanto.

—De acuerdo, pero debes dejarme profanar tu oficina con Elisenda.

—¡Que asco, Gregorie! La imagen mental de esa escena es repulsiva.

—¿Nos imaginaste a Elisenda y a mi en tu oficina? —se burla.

—¿Sabes qué? Haz lo que quieras. —Cedo para eludir el tema. —Pero no toques mi escritorio, es sagrado.

—Tenemos un trato. —extiende su mano hacia mi y yo la estrecho, cerrando el pacto. —Llegara el momento en el que utilizare esto. Sin embargo, aún hay una cosa que no me cabe en la cabeza. Estábamos en el bautizo de mi hijo. ¿No podían esperarse?

—Imagínalo como una premonición. Eso quiere decir que Zachary cuando sea mayor tendrá una hermosa esposa con la cual estrenará todos los lugares del palacio.

—¿Quién te dijo que ustedes lo estrenaron? —confiesa con una sonrisa de superioridad.

—¡Que asco, Gregorie! ¿Dónde coloqué a mi esposa? Entonces no entiendo porque te indignas.

—Porque es mi oficina. El lugar donde planeo, donde tengo reuniones y ahora solo pensaré en que en algún lugar del espacio ustedes estuvieron desnudos.

—No se te ocurra imaginarte a mi esposa sin ropa. —Lo amenazo.

—Es obvio que si lo mencionas es la primer imagen que vendrá mi cabeza.

—Fulhenor, no juegues con esas cosas. — advierto en todo serio —. Estamos hablando de Emily, no busques una bala en tu pecho.

—Relájate, ella no me llama la atención.

—¿Le estás diciendo fea a mi esposa? —Reclamo indignado.

—¿Quién te entiende? Estás tan enamorado que todo te molesta.

—Yo no estoy enamorado, sólo casado con la mujer que amo.

—Eso suena muy contradictorio y parece que estuvieses insinuando que sí puedo imaginarla sin ropa.

Tomó lo primero que está mi alcance y se lo lanzó a la cara, golpeándolo con fuerza. Se trata de un libro.

—Voy a matarte. —Suelto molestó, señalándolo cuando se repone con la frente enrojecida.

—Lo merezco —admite, tocando la zona herida —. Sin embargo, te aconsejo no perder la cabeza tan rápido cuando la mencionan, alguien puede usar eso en tu contra.

—Voy a ensuciar todo tu palacio con Emily para que así lo derrumbes hasta los cimientos.

—Esto te va molestar, pero esa declaración hace que me imaginé a Emily desnuda en todos lados.

—¿Por qué le imaginas a ella y no a mí?

—¿Quieres que te imagines sin ropa? —Cuestiona con burla.

—¡Cállate, Gregorie! Si no fuese mi primo, no te soportaría.

—En verdad quiero que me digas que es eso, y no hablo de espectro físico sino de esa cosa intangible que te hizo cegar tanto por Emily.

Lo pienso por un momento, recorriendo en mi mente cada cosa, gesto y emoción de ella.

—Tampoco lo sé, pero el hecho que sea mi antítesis tienes mucho que ver. Es diferente a todo lo que he conocido antes. Es auténtica, nunca se esmera por encajar y solo se enfoca en ella misma sin importar lo que piensen los demás. Ha sido herida muchas veces y aún así no busca herir a nadie. Es pura y noble a pesar de esta rodeada de maldad. Tiene un aura angelical que no se desgasta y pareciera que sólo la puedes lastimar si ella así lo permite. Tiene mucha fortaleza interna y eso no lo consigue todo el mundo.

Unos golpes en la puerta interrumpen mi confesión, dando lugar a la voz de una mujer que pide autorización para ingresar.

—Adelante. —Fulhenor no lo piensa dos veces, concluyendo nuestra conversación.

Claro, es su doncella. Camina hasta el interior sonriendo al verlo pero sorprendiéndose al notar mi presencia.

—Majestades. —se reverencia, lo cual era algo que se notaba no pensaba hacer de haber encontrado sólo a mi primo —. Tengo la palabra clave para la reunión.

—¿Quién te la dicho?

—Mi padre y puede estar completamente seguro que se trata de esta —afirma, mirándolo fijamente —. Es sublevación.

—¡Qué original! —Comentó con sarcasmo. —Pensé que sería algo como "los traidores del reino", pero bueno, sublevación será. Sin embargo, tengo una pregunta —me dirijo a la mujer de piel bronce —. ¿Nos estas ayudando como un obsequio, como una ofrenda para Gregorie? porque el amor es un regalo...

—Magnus. - Interrumpe mi primo, mirándome en modo de advertencia.

—De acuerdo —cedo —¿cómo es su nombre? —Le pregunto.

—Athena —me responde en voz baja, prácticamente intimidada.

—Alina, voy a hacerte una pregunta y espero me respondas con toda sinceridad. ¿Te gusta, Gregorie?

La mujer parece espantarse al escucharme, da un paso atrás y busca a mi primo con la mirada. Supongo que quiere que él la salve o haga algo para ayudarla a salir de esta situación tan incómoda.

—El es mi rey. Le guardo respeto. — Responde después de unos segundos.

—Gregorie es mi familia y aceptó casarse conmigo aún cuando yo no se lo propuse.

—No entiendo de qué me habla.

—A lo que me refiero es que cuando pregunto algo espero la verdad, no divagaciones. ¿Te atrae o no te atrae? —insisto nuevamente pero ella permanece en silencio —¿Vas a darme una respuesta o tengo que rogarte para obtenerla?

—En verdad no comprendo a qué se refiere.

La mujer parece querer llorar. Admito que fui un poco insensible al inmiscuirme en temas que no me conciernen, pero es que no soporto a alguien que coquetea sin ningún tipo de reparo y luego intenta hacerse la inocente.

—No tengo nada en contra suya, señorita. Sin embargo, me sorprende que se encuentre pasmada cuando en ocasiones anteriores no tuvo ningún filtro en mostrarte más que atenta con Fulhenor.

—Magnus, detente —pide Gregorie —. Yo arreglaré esto con ella.

—Me pregunto desde cuando eres su doncella oficial —continúo, haciendo caso omiso a su pedido —. Porque no te había visto antes.

—Soy nueva en el puesto, la persona que había antes se retiró por vejez y dado mi buen historial dentro del palacio, me pusieron en este cargo.

—¿Qué hacías antes? No creas que esto es un interrogatorio, solo quiero ser tu amigo ¿quieres ser mi amiga, Athena? Porque a mi me encanta tener compañeros, soy muy amistoso —digo con ironía —. Soy perfecto para cualquier persona en el mundo, así que conozcámonos ¿quieres sentarte?

—No, prefiero permanecer de pie. - Susurra con temor.

—¿Tengo que volver a preguntar o me dirás?

—Ayudaba en la cocina, era quien hacía las compras en el mercado.

—Interesante —el sarcasmo se nota en mi tono —. De ser una mensajera que va por víveres, ahora eres la doncella oficial del rey. ¿Te llevas bien con Elisenda? —cuestiono de inmediato, sin darle oportunidad de preparar una respuesta —. ¿Cuándo estas a su alrededor ves que ella tiene buenas expresiones en su rostro?

—Nunca me he fijado en eso.

—Pues deberías, porque Elisenda es todo para Gregorie o ¿me equivoco?

—No, tienes razón —respalda, Fulhenor —. Es el amor de mi vida.

—Excelente. Después de aclarar nuestros papeles en la vida, creo que la conversación a llegado a su fin. Amiga mía —suelto con una sonrisa forzada —. Ya puedes retirarte.

—¿Lo he ofendido, señor? —Me pregunta.

—Si, un poco. Cuando en aquella ocasión entraste a la oficina de Gregorie sin siquiera tocar la puerta, como si él fuese tu amigo de toda la vida y no tu rey —paso los dedos por mi mentón —. Entiendo que él tenga un trato más dócil con sus servidores pero eso se presta para malos entendidos y eso es lo que yo tanto intento evitar porque no pienso perder a mi esposa por una tontería.

Esto no es solo una lección para Athena, es también para mi primo. Entiendo que sea amigable, que tenga una mano más blanda pero que permita estos espacios de excesiva confianza, puede crear huecos en su relación con Elisenda y son cosas que fácilmente evitables si pone un límite con la servidumbre.

—Intentaré recordar mi posición y ser más cuidadosa.

—Excelente. ¿Te das cuenta del gran amigo que soy? Ayudé a que te instruyeras. Te doy permiso para que me agradezcas.

—Gracias. —Se limita a decir, acorralada.

—No eres fea, Anita. Seguramente encontrarás alguien.

—Soy Athena, señor.

—Me da igual, créeme.

—Hola. —Mi abuela irrumpe en la habitación con un gesto pétreo y poco amistoso, dando pasos agigantados.

—Buenas tardes. —Saluda Gregorie en un intento por entender su actitud.

—De buenas no tiene nada. —Sentencia enojada. — Querida, por favor déjanos solos. —Le pide a la doncella, quien inmediatamente obedece después de hacer una rápida reverencia.

La alcoba se vuelve silenciosa mientras abuela camina de un lado a otro con la respiración pesada, hasta que finalmente llega al tocador que reposa frente a la cama.

—Estoy muy decepcionada de ustedes dos. De ti, Magnus Lacrontte. —Retoma su reclamo.

—¿Ahora qué hice? —Alego desconcertado.

—Es que yo entiendo —se recuesta en la mesa. —Comprendo que estés enamorado, pero ¿tienes idea de lo que hiciste? ¿De la dimensión de tus actos?

—Con todo respeto, abuela, pero no es algo que me interese.

—No te interesa porque no es tu reino, porque tus leyes te respaldan y nadie tiene derecho a refutar pero esta es otra nación, la cual se rige bajo otros lineamientos y Gregorie te ama tanto que esta intentando resolver todo sin incluirte, solo para que te dediques a buscar a tus suegros.

—Yo estoy al tanto de lo que puede ocurrir, de que las leyes Cromanenses no cobijan la muerte como un castigo a menos que sea contra la corona.

—Y lo que sucedió no atentó contra la monarquía Cromanense.

—Pero permitieron que un No grato en Lacrontte se infiltrara en el palacio, se dejaron comprar y entregaron a los padres de la reina.

—Entiendan por favor que me preocupan ustedes. Me preocupa su seguridad. El pueblo esta enojado, iracundo. No están acostumbrados a este tipo de actos despiadados.

—Lo entenderán. —Interviene Fulhenor. — Estamos buscando la manera de solucionarlo.

—Es bien sabido que todos los actos tienen consecuencias y esto no lo van a olvidar tan fácil. Pueden armarse contra ustedes, formar una guerra civil. —repite lo que ya mi primo me dijo.

—Abuela, no te estreses —pide Gregorie —. Mejor sigue planeando tu boda con Francis.

—¿Creen que voy a planear una boda después de lo que sucedió? ¿Para qué? ¿Para qué asesinen a todos los invitados? —Cuestiona furiosa pero Fulhenor y yo no podemos evitar reír ante la posibilidad —¿De que se ríen? —alega iracunda. —¿Creen que es gracioso? Porque no lo es.

—No puedo creer que nos estés reprendiendo como si tuviésemos 12 años.

—Ustedes para mí nunca van a crecer. Y tú Magnus —me señala — No has dejado de ser mi niño. Un pequeño que no quiero que tenga más cicatrices en su cuerpo a causa de los enfrentamientos.

Mi abuela no quiere más secuelas en mi piel y yo le pedí a Emily que me hiciese una esta mañana. Ironías de la vida.

—No puedo prometer que no tendré más, pero intentaré que si ocurren sean en lugares poco visibles.

—Lo digo en serio. Quiero que dejes esa ira que te gobierna de lado. No es bueno vivir con tanto odio y que solo veas el asesinato como una medida para imponer poder.

—Abuela, la última persona que espero me juzgue es usted.

—No lo hago, yo te amo. Los amo a los dos, daría mi vida por ustedes sin pensarlo, pero de nada me serviría si siguiesen con esa amargura en su corazón. Lo que haces no está bien, Magnus.

—No voy a cambiar. Emily ya me aceptó como soy y esa es la única opinión que me preocupa.

—Pues deberían preocuparte muchas más, la mía por ejemplo. No quiero que te conviertas en un dictador.

—Soy un dictador. Se debe hacer lo que yo ordeno o serán asesinados. Así funciona la vida para mi.

—Magnus escucha a tu pueblo. No te pido que te integres con ellos pero no esta bien que asegures su fidelidad con amenazas. Eso provocará que te teman pero no que te respeten y es por eso que se crean estas alianzas entre pobladores y se convierten en rebeldes, porque se cansan de tus atropellos.

—Abuela, por favor. —Pido cansado.

—Te lo digo por tu bien. Quiero que seas un gran rey, alguien a quien recuerden con aprecio, que cuando mueras te extrañen y no solo se alegren al saber que con tu partida se acaba una era de imposición.

—¿Por qué me reclamas a mi? Mi padre gobernaba de la misma forma.

—¿Y qué te hace pensar que también no le reclamaba a él?

Camina hasta mi y se sienta a mi lado en la cama, apoya la espalda en el cabezal y me lleva hasta ella para que me recueste en su regazo mientras acaricia mi cabello.
Estoy visiblemente incómodo ante la muestra de afecto. Intento levantarme pero ella no me lo permite y cuando veo la sonrisa bufona de Gregorie quiero refutar, sin embargo, abuela me interrumpe.

—Tu padre, a diferencia de ti, era muy abierto. Podía entablar conversaciones con los demás por horas. Escuchaba a las personas así fuese para su conveniencia, en cambio tú eres tan cerrado que te estas perdiendo el mundo.

—Así soy. No intentes cambiarme.

—No lo hago, pero tampoco quiero que te reprimas de sonreír. No te pido que sea hoy o dentro de un año pero quiero celebrar tu cumpleaños, darte un obsequio que recibas no solo por compromiso. Deseo que sanes tu corazón.

—Lo haré cuando asesine a Silas.

—Puedes intentarlo desde ya, mientras vas a ese camino, ¿Qué pasa si no lo consigues? ¿Nunca serás feliz? ¿Guardaras odio hasta el día de tu muerte?

—Emily aporta cosas buenas en mi vida.

—Entonces céntrate en eso. Cuando tu padre conoció a tu madre, dejo todo lo que conocía, lo que era por ella. Mejoró para merecerla y ella tampoco lo quería, incluso una vez tu madre se escapo para no tener que cumplir el compromiso ¿Puedes creerlo?

—Ella era una mujer de armas tomar.

—Si y a veces pienso que heredaste tu carácter de ella, pero también tienes su corazón. Así que no lo pierdas.

—Compórtate como tu madre. —Comenta Fulhenor en forma de burla.

¿Cree que puede reírse de mi y salir ileso? Claro que no.

—La doncella de Gregorie esta interesada en él y mi primo no es capaz de ponerle un alto. —Confieso en su contra.

—¡Magnus! —Me reclama.

—Tengo que comportarme como mi madre y seguro que ella lo habría dicho.

—¿Cómo que tu doncella esta interesada en ti? —cuestiona abuela —. Era la joven que estaba aquí. —Gregorie asiente con vergüenza.

—No tenías que enterarte de esta forma.

—Despídela, para mañana es tarde. Hazlo hoy o yo lo haré.

—No exageres como Magnus.

—Gregorie Allan Fulhenor Lacrontte, no busques que te lleve de la oreja hasta ella y te obligue a despedirla frente a mi.

—Bien, la pondré en otro puesto donde no tenga que verla. ¿Contentos? Dejen la paranoia que jamás engañaría a mi Eli. Mas bien, Abuela —la señala —. Deberías ir a hablar con Francis.

—Lo apoyo —aprovecho la situación para levantarme —. Es capaz de saltar desde un balcón si lo sigues ignorando.

—Lo tiene merecido por apoyar sus turbios planes. Así es como se debe tener a un hombre, al borde de la locura por su amada.

—Así tiene Emily a Magnus, por eso asesinó a los guardias.

—Yo no discuto tus razones —me dice —. Pero discrepo los medios usados. Podrías haberles impuesto otro castigo o no actuar tan impulsivamente como para asesinarlos en el pasillo de un palacio con una fiesta a cabo. Tenías que ver el rostro de horror de los invitados y es justo eso lo que quiero que cambies.

—Lo intentaré —miento, no voy a hacer nada —. Ahora respóndele una de las cartas al anciano. Tampoco es como si estuviesen jóvenes para estar peleados muchos días. Además, Gregorie y yo tenemos algunas cosas que hacer.

Me levanto de la cama y la ayudo a ponerse de pie, caminando con ella a la salida.

—Sigue planeando la boda —interviene el rey de Cromanoff —. Prometemos no matar a nadie.

—No puedo creer que me estén corriendo.- Se queja.

—Somos reyes ocupados.

—¿Usarán cualquier color que les pida para la boda? Quiero que sea inolvidable.

—Por supuesto —me adelanto a decir —. Pero no olvide que el negro es hermoso.

—Bien —se detiene y me obliga a inclinarme para besar mi frente —. Los amo —repite la misma acción con Gregorie —. Nunca desprecien los consejos de su abuela, algún día no estaré y será tarde para escucharme.

Sale de la alcoba, dejando una extraña sensación de despedida.
Se aleja por el ala norte, bajando las escaleras mientras Gregorie y yo nos dirigimos a la zona sur con la intención de reunir a los soldados y comenzar a dar órdenes.

Cuando llegamos al patio, todo un pelotón, ya vestidos de civil nos espera formados y atentos para escuchar las órdenes.

—Buenas tardes —inicia Fulhenor —. Los hemos reunido para que cumplan una importante tarea. Necesitamos que se infiltren alrededor de la reunión y si es necesario, entren en casas sin llamar mucho la atención. Silencien a quienes la habitan y posiciónense en un buen sitio para vigilar.

—No permitan que estas personas salgan de sus casas mientras están allí —agrego, colocándome frente al personal —. Puede que eso sirva para que se comuniquen con otras personas, tampoco dejen que se acerquen a las ventanas, balcones, puertas o lugares que les den conexión con el exterior. En lo posible, manténganlos a su lado y por precaución, entren a las casas por el patio, nunca por el frente, tales movimientos podrían alertar el vecindario.

—Quienes vivan cerca, usen sus propias viviendas y si pueden hacer una visita casual a esos vecinos que siempre están en casa para verificar que el hombre se encuentre ahí, estaría perfecto pues de otra forma nos alentaría que posiblemente están en la reunión.

—Escondan sus armas a como de lugar mientras encuentran un punto. Usen las azoteas, ventanas o techos, siempre y cuando lo hagan con precaución.

—Si ven movimiento, sígannos. Recuerden que ustedes son el apoyo, nuestra sombra y no nos pueden abandonar en ningún momento. Vigilen desde el momento cero que ninguna de las personas que entren a la reunión tenga un arma escondida, de ser así avísennos cuando lleguemos y para eso tienen los silbatos. —señala la herramienta que tienen colgados en sus cuellos. —Podrán reconocernos pues usaremos una hebilla de cobre en nuestros zapatos y eso les ayudará a identificarnos debajo de la túnica.

—Su deber es proteger nuestra espalda. No debo recordar lo que sucede cuando se traiciona la corona, así que sigan los lineamientos sin chistar.

—Como ordené, majestad. —responden al unísono.

—Es momento que entiendan que Lacrontte no es solo un apellido, es toda una leyenda. —Sentencio convencido.

—Y ahora, vayan a casa de los Agarwal y traigan al padre de Athena. A ambos llévenlos a uno de los calabozos y no los suelten hasta que nosotros regresemos. No obstante, si nunca volvemos, tienen mi plena autorización de asesinarlos frente a todo el pueblo, acusándolos de traición.

Los soldados asienten y comienzan a salir en fila del palacio para cumplir las órdenes. En verdad espero que esto no sea una trampa, porque ganas de matar a Aleta no me faltan.

Caminamos hasta el salón del sastre para tomar las túnicas negras que nos ayudarán a camuflarnos en la reunión, pero a medio camino nos informan que el intento de rey ya se encuentra aquí, así que direccionamos nuestros pasos hasta la oficina de Gregorie y nos adentramos en ella con rapidez.

—Buenas tardes a todos. —Saluda cuando nos ve llegar.

Su rostro está totalmente golpeado, su ojo derecho morado y su mejilla hinchada.

—Te preguntaría que ocurrió pero no me interesa. —Confieso al verlo.

—No esperaba que lo hicieras. —Su tono es serio, desinteresado.

—Pero yo sí quiero saber —habla Gregorie —. Estás acabado ¿qué pasó?

—Me pelee con mi padre hace unos días porque lo cuestione sobre el paradero de mi madre. Estoy cansado de su silencio, se su altivez y egoísmo. Yo solo quiero encontrarla pero él no me da mayor información, así que lo presione y terminamos a los golpea. A él no le gusta que lo cuestionen y definitivamente ya estoy perdiendo la esperanza de encontrarla con vida.

—Si me dices donde está, lo haré hablar. Créeme. —le propongo pero él niega con la cabeza.

—¿Crees que sería capaz de asesinar a su esposa? —Inquiere Gregorie.

—Juro que hasta hace unos meses creí que no, pero ahora no sé que pensar. Sin embargo, yo no he venido a eso, mejor cambiemos de tema.

—Claro. —repone el rey de Cromanoff —¿Cómo va su matrimonio?

Me pregunto si Fulhenor en realidad quiere saber sobre el matrimonio del intento de rey o conocer como se encuentra Lerentia. No quiero pensar que ella aún le importe, así que supondré que solo es amabilidad.

—Muy bien, dentro de lo que cabe en un unión marital. Altos y bajos, conociéndonos, intentando entendernos y encajar.

—Suena como todo un infierno. —Replico sarcástico aún cuando me pasa lo mismo con Emily.

—Probablemente pueda verlo así porque somos muy diferentes. Estamos todo el tiempo intentando sintonizarnos — explica como si me interesara —. Pero no debe ser muy alejado de lo que ocurre en el suyo. Ustedes son polos opuestos.

—Que se atraen. —Añado a su comentario.

—No lo voy a discutir.

—Eso es lo que nos hace perfectos, el poder complementarnos. —Cito las palabras que Emily me dijo esta mañana.

—Supongo —dice con una sonrisa estúpida —. Ella y yo somos bastante parecidos. Lo cual hacía que nos lleváramos muy bien.

—Tanto que por eso no funcionó lo suyo.

—No entraré en detalles sobre mi pasado, mejor centrémonos en lo que he traído para ustedes. —Alega, dispuesto a no seguir discutiendo.

—Espero tengas algo importante que decir, aunque viniendo de ti lo dudo.

—No vine a que te hicieras el gracioso conmigo, Magnus Lacrontte, debes agradecer que te este ayudando a salir de este lio.

Mi orgullo nunca me permitirá agradecerle a este idiota que mantuvo encerrada a Emily contra su voluntad.

—Es mejor que ambos se calmen. —media Fulhenor —¿Qué es eso que tienes para nosotros?

El intento de rey levanta un maletín que aguardaba al lado de su silla y colocándolo en sus piernas lo abre para sacar un libro de su interior.

—Allanamos la vivienda de Ansel Cournalles pero obviamente ya no estaban ahí —explica —. Los vecinos nos dieron información sobre la doncella que trabajaba para ellos y fuimos en su búsqueda, no obstante, la mujer dijo pocas cosas

—¿Pocas o inútiles? Acláralo —Exijo ante las divagaciones.

—Creo que ambas. Asegura no haber visto a nadie visitar la casa, pero si confirmó viajes constante por parte de Ansel.

—¿Nada más? Eso no sirve en lo absoluto.

—Lo sé, pero eso nos ayudó a descubrir algo más. La doncella se refería a Vanir como la señora Faure.

Ese nombre de inmediato resuena en mi cabeza pero no logro recordar en dónde lo he escuchado.

—Así que rápidamente me puse a investigar en los registros de Mishnock y descubrí que se había cambiado el nombre a Adrinne Faure.

—¿Y qué encontraste con ese dato?

—Nada, aún no he investigado.

—¡Por toda la belleza de los Lacrontte, Denavritz! Acabas de descubrir que tiene otra identidad. Con eso puedes rastrearla, ver si tiene propiedades bajo ese nombre, si ha hecho tratos o esta siendo testaferro de algún negocio.

—Lo haré, investigare pero no he tenido tiempo para eso ahora y en este instante tampoco cuento con Daniel para que lo haga por mí.

—Eres tan inútil como lo recordaba. ¿Qué ocurrió con Peterson ahora?

—Ahórrate los malos comentarios, por favor. Esta teniendo algunos problemas personales que requieren todo su tiempo.

—Supongo que se trata de Liz.

—No me corresponde a mi contar sus infortunios.

—Con tener a la mayor de las Malhore como esposa es problema suficiente.

—Tú también estas casada con una Malhore.

—Si, pero con la mejor de las 3. La cual nunca traicionaría a su hermana.

—Supongo —dice, colocando el libro sobre la mesa —. En casa de Vanir o Adrinne encontramos este ejemplar que guarda recortes de periódicos que mencionan a Emily, fotos y algunas noticias sobre ti.

Tomo entre mis manos el objeto y efectivamente cuenta con páginas llenas de información sobre mi esposa. Hay imágenes y datos sobre ella, a decir verdad, son muy pocas las cosas en donde me mencionan y todo parece estar en orden, desde aquel beso público en Mishnock, pasando por nuestra boda, hasta llegar a la reciente estancia en el palacio de Dinhestown.

—¿Estas seguro que esto es de Vanir y no tuyo?

—Magnus —advierte Gregorie—. Algunas de estas fotos son inéditas ¿cómo las tomó si tiene prohibida la entrada en Lacrontte? Alguien tiene que estar pasándole toda esta información.

—Gretta —deduzco inmediatamente —. A estado en Lacrontte todo este tiempo, solo que escondida en las calles y dice que quien la rescato fue Ansel, que vivió con ellos por un tiempo. Pudieron haber armado un plan y por eso ella apareció de la nada con esa información tan superficial, haciéndose pasar por nuestra aliada.

Claro, he sido tan ciego todo este tiempo. Es muy probable que Ansel le haya dado datos para convencernos de que quería ayudarnos, pero no lo suficientemente profundos como para revelar sus verdaderas intenciones. Quizás solo nos llevó al supuesto campamento de rebeldes como una fachada para ocultar algo más, ¿pero qué?

Cuando regrese a Lacrontte voy a matarla. Nadie traiciona a quien le dio la mano mientras estaba en la miseria por alguien que solo la repudia.
Es obvio que por eso se aguanta cada uno de mis desplantes, por eso está tan desesperada por tener contacto con el mundo exterior. No estuvieron tan descabelladas mis razones para negarle el envió de cartas a sus padres.
Tengo que acabar con ella pronto y más ahora que conoce el embarazo de Emily. ¡Maldita Elisenda!

—He intentado buscar a mi padre para confrontarlo sobre la desaparición de los Malhore pero al parecer después de nuestra pelea se ha movido de sitio y no logro hallarlo.

—Hasta tu padre se esconde de ti. Cuando tuviste la oportunidad de entregármelo no lo aprovechaste. Tú serías libre y nos hubiésemos ahorrado muchos problemas.

—Magnus todos sabemos que no tienes paciencia y yo en este momento tampoco. Estoy ayudándote aún cuando debería gastar todos mis esfuerzos en solo buscar a mi madre. Y no creas que lo hago por ti, si no por Emily, por su familia y porque aunque me duela sé que le afectaría el que algo te sucediera.

¿Desde cuando Denavritz tiene tanto carácter? Aún recuerdo cuando venía a rogarme que terminará con la guerra por Emily, parece que sus motivaciones no cambian. He de admitir que este intento de rey me desagrada un poco menos.

—Bien —me limito a decir —. Pero que no se te olvide que es mi esposa.

—No pienso discutir eso.

—Pero él fue el primer amor de Emily - alega Fulhenor. ¿Acaso quiere que lo asesine aquí y ahora?

Lo miro con desdén ante su pésimo comentario. Y lo único que hace es reírse de mi furia.

—Lo siento. —la burla no desaparece de su rostro.— Solo centrémonos en el nuevo problema. Parece que el objetivo principal es Emily. Ya saben donde la tienes, así que es hora de reforzar su seguridad.

—Si las cosas llegan a colocarse difíciles puedo traerla a mi palacio. —propone Denavritz.— Nadie creerá que la tengo. Su habitación está tal como la dejo, no se ha abierto desde que se fue.

—¡Vaya! Creí que ahí pasabas tus noches llorando.

—Detente. —interviene Gregorie —. El sarcasmo ahora no debe figurar, lo quieras o no, sabes que Stefan es la única persona en la que podemos confiar porque no le haría daño a Emily.

—Ya se lo hizo. —le recuerdo.— ¿Qué tal si se vuelve a obsesionar con ella?

—No va a pasar. —asegura él.— La quiero muchísimo pero entiendo que es feliz a tu lado y lo respeto. Solo busco su bienestar tanto como tú.

—No puedo creerte. La vi llorar por ti.

—Y yo también la vi llorar por ti.

—Eso solo demuestra que ninguno la merece. —señala mi primo.

—¡Cállate, Gregorie! —Sentencio molesto.

—Tú no conoces lo que vivimos y tampoco perderé el tiempo explicándolo. —Añade el golpeado —Soy tu mejor opción. Yo te ayude con los Malhore, pero no fue mi culpa que los perdieras y ahora también puedo esconder a Emily mientras pasa el peligro.

—Lo pensaré —replico desconfiado —. Si no tienes nada mas que decir, es mejor que nos preparemos para la dichosa reunión.

—¿Qué reunión? —Cuestiona Denavritz.

—No le digas nada. —Le advierto a Gregorie.

—Si nos va a ayudar tiene que saberlo todo—reclama para luego dirigirse a él —. Los rebeldes de Lacrontte han convocado a los familiares de los guardias asesinados para unirse en armas contra mi monarquía.

—¿Puedo ir con ustedes?

—Claro que no, solo somos Sir Koren y Lord Leono. Ellos no tienen registro tuyo.

—Podríamos tenerlo. —asegura mi primo. - Tengo una idea.

Se acerca a la puerta y atravesándola le pide a uno de los guardias que vaya por Athena.

—Ella dijo que su padre asistiría, así que podemos usar el cupo de este para infiltrar a Stefan.

La mujer aparece segundos después con esa mirada brillante que tiene cada vez que observa a Gregorie y con el respeto que le he visto poco, se reverencia ante 3 reyes.

—¿En que puedo servirles, Majestades? —Pasea la mirada por toda la habitación de manera sospechosa.

—¿Athena, conoces el apodo que usará tu padre en la reunión?

—Majestad, si no me equivoco mencionó que sería Toro.

La carcajada de Stefan me sorprende, creo que nunca lo había escuchado reír y es mejor que no lo vuelva a hacer porque es irritable.

—Lo lamento, señorita. —se excusa. —Pero me resultó inevitable reír.

—Descuide. Lo tomó porque es un gran fanático de estos animales.

—Vaya, ahora lo lamento más. Creí que se autodenominaba así por otra cosa.

De inmediato entiendo a lo que se refiere y admito que me causa gracia. Sin embargo, me niego a reír.

—Eso es todo, Athena. Puedes retirarte. —La despide Gregorie.

—¿Podemos confiar en ella? —Inquiere Denavritz una vez volvemos a estar solos.

—¿Ves? —recrimino —. Ni al intento de rey le da buena espina.

—Es la única manera que tenemos de obtener un nuevo pase, o ¿acaso ustedes, genios, se les ocurre otra forma?

—Denavritz no es ningún genio.

—¿Vas a pasarte toda la tarde burlándote de mi?

—No creo que pueda tomarte enserio nunca.

—Parecen niños —Se queja Fulhenor —. Es mejor que se detengan, por que no voy a soportar esto todo el día.

Nos obliga a caminar hasta el estudio del sastre donde los uniformes verde y beige de la armada resaltan por doquier.
El hombre tiene colgados velos negros sobre maniquíes, los cuales deduzco de inmediato son los que usaremos en la dichosa reunión.

—Si vamos a fingir ser pueblerinos, tenemos que vestirnos como plebeyos.

—No me voy a colocar cosas de pobres.

—No es de pobres, la hizo un sastre pero no podemos aparecer con telas finas. No, sería convincente.

—Dada la explicación anterior —interviene el diseñador —. Pasen a los vestidores y como hay un nuevo integrante, este tendrá que usar uno de los modelos hechos para el rey Gregorie.

—No tengo problema con ello. —Replica Denavtitz.

—¿Por qué eres tan servil?¿No te cansas?—Cuestiono antes su actitud.

—Solo intento cooperar. Que tú te estés pudriendo en amargura no es mi problema.

—No puedo mas —se enfada mi primo —. Dejen de atacarse de una buena vez porque esto es por el bien de todos.

Decido no refutar y voy al vestidor donde un traje simple de dos piezas, compuesto un por una camisa azul y un pantalón claro me hacen repudiar por completo está idea.

—Necesito que me diga si todo es de su talla, pues no tenía sus medidas y usted es más alto que el rey Gregorie. —Escucho al sastre desde el otro lado.

Para mí mala suerte todo me queda bien y es que a decir verdad, todo me sienta de maravilla. Es como una castigo y privilegio a la vez. Es tan difícil ser perfecto y nadie lo entiende.

Cuando salgo del pequeño cubículo y me miro al espejo, quiero morir. Me veo demasiado colorido, tanto así que deseo arrancarme estás prendas e ir desnudo.

—Me veo ridículo. —Despotrico.

—Te ves bien —señala Gregorie, saliendo con una camisa de un tono verde claro y un pantalón oscuro —. Solo que no estás acostumbrado al color.

—¿Acaso la gente de tu reino no sabe vestirse bien? Parezco un bufón de plaza barata.

—No tienes que exagerar, primo, sólo tienes una camisa azul y un pantalón crema.

Tiempo después se une a nosotros el intento de rey, con una camisa blanca y pantalón café. Se ve peor de cómo luce siempre.
No entiendo porqué Emily se fijó en él. Es tan horrible que debería pedir disculpas a todos los que nos hemos topado con su insulso rostro.

—Creo que no me queda tan mal. —Se adula, colocándose a mi lado para admirarse frente al espejo.

—No te me acerques mucho, tu fealdad puede ser contagiosa.

—Emily pensaba otra cosa. —Alega sólo para hacerme enojar y lo consigue, porque mi brazo va directamente su cabeza en golpe seco y contundente.

—No vuelvas a mencionar a mi esposa. Te queda terminantemente prohibido.

—Tranquilos. Nadie nos va ver porque tendremos el velo sobre la ropa. Solo la llevamos porque las telas en las que está confeccionada nuestras prendas habituales no pueden permitírselas un poblador y debemos cubrir cualquier sospecha de llegarse a ver por algún motivo la vestimenta.

—De acuerdo, ahora continuemos con lo importante —le apoya el sastre —. Cuelguen en su cuello este silbato, pues supongo necesitan algo para avisar a la guardia verde que requieren ayuda.

Coloco en mi cuello el elemento, sintiéndome aún más estúpido mientras el hombre hace lo suyo, doblando los velos negros. Los cuales usaremos cuando estemos en el punto de encuentro.

—¿Van a quitarse los anillos? Porque no es como que los aldeanos tengan guantes de cuero y mucho menos joyas de alta calidad.

—No voy a quitarme mí alianza —sentencio de inmediato —. Tendrán que cortarme la mano antes de que haga algo así.

—Perfecto, entonces mantengan todo el tiempo sus brazos pegados a su cuerpo para que estos nos salgan debajo de la túnica.

No puedo creer que tenga que hacer todo esto por un grupo de inadaptados que solo buscan dinero y una anarquía que llevará el reino al fracaso.

—A veces quisiera irme lejos con Emily, a un lugar en el que nadie nos encuentre porque no imaginan como odio esta maldita humanidad. —suelto con desdén mientras salimos del salón.

—¿Por qué odia tanto juntarse con las personas? —me pregunta Denavritz y de inmediato pienso en lo que pasó con mi gabinete esta mañana.

Brayden no habría hablado así de Emily si la hubiese tenido en frente. Son de esas personas que tiran la piedra y esconden la mano, fingiendo inocencia.

—Yo odio las personas porque suelen ser muy hipócritas. Te sonríen de frente y hablan de ti cuando te das la vuelta.

—A mi me ha pasado como rey —irrumpe, Gregorie —. Vienen muchos y comparten conmigo pero cuando no estoy se reúnen en grupo a destrozarme con malos comentarios.

—Es por esa razón que me he prohibido incluir demasiadas personas en mi vida.

—Bueno, primo, lo tuyo es algo exagerado. Si por ti fuese, eliminarlas a cada ser en la tierra y solo te quedarías con Emily. Aunque a decir verdad, puedo entender tus razones. Es mejor estar solo que pasar tiempo con esos que dicen ser tus amigos, familiares, allegados e incluso solo conocidos, los cuales te siguen, departen contigo pero cuando das la espalda lanzan veneno con otras personas que por lo general también se unen para enaltecerse y hundirte a ti. No obstante, cuando estas presente, no saben dónde colocarte ni como tratarte para que te sientas cómodo.
Es como estar rodeados de víboras todo el tiempo.

—Inclusive existen unos aún más patéticos. Aquellos que participan solo para encajar en un grupo, y puede que se lleven bien contigo pero te destrozan con otros solo para agradarles. Y claro, nunca falta el que está esperando que otros comiencen a despedazarte para sentirse bien consigo mismo porque como no logran nada, solo quieren verte mal para buscar algo de paz en medio de su fracaso.

—¿Eso va para alguien en especial? —Pregunta Denavritz, tan sediento de información como siempre.

—Si alguien se siente identificado es porque su conciencia lo traiciona. La mano con la que tiró la piedra quiere moverse a pesar que intenta ocultarla.

••••

Nos trasladamos hasta el sitio de encuentro, del cual partiremos todos en minutos distintos. Estamos en el interior de lo que parece ser una bodega abandonada a las afueras de Klimward y con la túnica puesta sobre nuestra cabezas comenzamos a planear lo que haremos a continuación.

—Es mejor que yo vaya primero y luego ingresan ustedes 2. Debemos ser precavidos y tener diferentes tiempos de llegada. Me sentaré lejos de ustedes, pero ambos intenten estar juntos para que él sea tu voz — señala a Denavritz —. Tu timbre es muy conocido, primo, así que intenta cambiarlo. Si necesitas hacer una pregunta, dísela a Stefan para que él la haga por ti.

—No quiero depender de él. —Discrepo de inmediato.

—Por ahora es mejor que lo hagamos de esa manera. De los 3, Denavritz es el que menos están acostumbrados a escuchar, así que es poco probable que lo reconozcan por su voz.

—De acuerdo, parte ya porque no quiero quedarme tanto tiempo a solas con este.

—El sentimiento es mutuo. —Contesta altanero.

No puedo creer que a mis 12 años tenía la esperanza de que podíamos llevarnos bien.
Fulhenor es el primero en marcharse, arrastrando su túnica negra por las calles despobladas de este sector.
No hay duda que estos sujetos supieron donde reunirnos.

—Ya entendí que jamás nos llevaremos bien, pero recuerda que esto lo hacemos por Emily.

—Voy a hacerte un pregunta y exijo que me respondas con la verdad. —Sentencio en su lugar.

—¿Por qué no puedes pedirlo de buena manera? Yo también soy un rey, es momento que me trates como tal.

—¿Qué ocurre con Daniel? - Cuestiono dispuesto a no seguir su petición —. Sé que sus problemas incluyen a Liz.

—Ya he dicho que no me compete hablar sobre ello, son sus problemas personales.

—No confío en esa mujer. Se comportó muy mal la última vez que la vi —le advierto —. Es notable que tiene un fuerte resentimiento hacia Emily. Estoy seguro que la odia y pienso que sería capaz de hacer algo contra ella.

Denavritz piensa un momento. Mira hacía los lados y frota sus manos con duda.

—Daniel está en vacaciones obligadas. Liz se ha ido de casa y se ha llevado a Hans —revela finalmente, colocándome aún más alerta —. Venían teniendo problemas desde hace tiempo y esa fue la vía que ella tomó para solucionarlo, así que él ahora esta enfocado en buscarla, por lo cual, le he dado el espacio para que lo haga.

—¿Dónde está? —inquiero alerta ante la posibilidad de que haga parte de los rebeldes.

—No lo sé. Daniel la ha buscado sin hallar nada, esta desesperado. Él en verdad la ama pero en este momento no tiene cabeza para seguir en servicio.

—Que fácil es sacarte información, Denavritz —alego al escucharlo —. Otra razón más para no confiar en ti.

—¿Sabes qué? —contesta molesto —. Es imposible convivir contigo, solo te empeñas en enaltecerte y humillar a los demás. No voy a seguirlo intentando, creo que es momento que yo también me encamine.

Lo veo alejarse frustrado y eso me da una razón más para no confiar en él. No soporta la presión.
Revela sus emociones con facilidad, dando lugar a que los demás se aprovechen de eso. Patético.
La regla número 1 para evitar ser manipulado es no mostrar que tienes un punto débil.

El atardecer está a punto de tomar su cúspide mientras camino a metros del intento de rey, manteniendo una distancia prudente para que no puedan relacionarnos.
El cielo por momento se muestra oscurecido como si de un momento a otro una lluvia torrencial fuese a caer sobre nosotros.

Los pocos habitantes que viven por esta zona, dirigen su atención a mi vestimenta y aunque son realmente escasos, esta túnica negra no pasa desapercibida.
Siempre me ha gustado la atención, pero está me resulta incómoda pues no soy yo quien tiene el control de la situación.

Al llegar a la edificación indicada, me encuentro con una fachada vieja, rocosa y sin vida.
Toco la puerta robusta de madera y de una pequeña incisión se asoma alguien en una túnica gris plomo, quien en silencio me pide decir la palabra clave y luego mi dichoso apodo.
Esto es una ridiculez.

—Repítelo. —me exige una vez termino de hablar. Tacha algo de una lista, lo que supongo es el nombre que le he dado.

—Sublevación.

—Esa no es la palabra clave, ¿señor...?

Mi corazón comienza a acelerarse de inmediato. ¿Cómo qué no es esa? ¿No entraron así Gregorie y Denavritz?

Intento mantener el cambio del tono de mi voz mientras digo nuevamente el seudónimo.

—Lord Leono y estoy completamente seguro que la palabra es sublevación.

—Es segregación.

—No intente enredarme. Sé perfectamente lo que escuché, no me hará dudar.

El hombre abre la puerta al escucharme, dándome acceso mientras se hace a un lado para darme espacio.

—Esa es la actitud firme que estamos buscando. Superaste la primera prueba. —Su voz es firme, autoritaria. —Bienvenido a la revolución, espero salgas con la cabeza en alto de aquí o al menos con la cabeza.

No sé en qué nos hemos metido, pero esto no pinta nada bien.

Nota de autor:

¿Qué pesaron? ¿Qué los iba a dejar en suspenso? Claro que no, dentro de unas horas habrá un nuevo capítulo.

Por eso he demorado tanto en actualizar pues fui cuidadosa en cada detalle. Digamos que este es su regalo atrasado del MagnusFest y aprovecho también para agradecer su participación en el evento.

Por cierto, ¿Dónde creen que estará Liz?

Continue Reading

You'll Also Like

DFDBCB By Debby 🌺

General Fiction

137K 18K 133
Chu Li es una beta de bajo nivel sin feromonas, pero su prometido es el único alfa de nivel 3S en el imperio, Lu Jin. Como resultado, Chu Li se convi...
13.4K 610 8
Jeongin siendo el Omega más coqueto y lindo no ayuda mucho para changbin. El sexo con Jeongin no se puede ser amable... Changbin top Jeongin bottom ¡...
31.6K 4K 57
lo que dice el título
719K 44.3K 99
Atenea Guzmán de la Torre: Una mujer perfecta no solo físicamente, con tan solo 25 años de edad es una empresaria multimillonaria exitosa, también es...