Morir Mintiendo © Libros I y...

By xantoniaguzman

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🏆 FINALISTA DE LOS PREMIOS WATTY 2021 Entre el amor y la venganza, ¿cuál destruye más? Los padres de Violeta... More

Hasta que la muerte nos separe
Primera Parte
Espígrafe
1. ¿La gente cambia?
2. La Residencia
3. Las cosas cambian. Las personas... no tanto
4. Las Furias
5. Quema
6. Salvación
8. Otra vez sola
9. Expuesta
10. Error tras error
11. Un viaje al pasado
12. Memorias de un engaño
13. Fase 1
14. Conexión y quiebre
15. Cambio de planes
16. De lo que pudo haber sido y no fue
17. El descenso al infierno es fácil
18. Morir mintiendo
Segunda Parte
19. La vida según Dominik Benedict
20. Años de recesión
21. Vivir en la penumbra
22. Las consecuencias de mi odio
23. Palabras para el dolor
24. Anestesia
25. Visitas inesperadas
26. Deseo, parte I
26. Deseo, parte II
27. Sanar las heridas
28. Vuelven a brillar las estrellas
29. El amor más grande y roto
30. Las lágrimas que lloramos
31. El vínculo que no tuvimos
32. Con el paso del tiempo
33. Elegir ser feliz
34. La estrella más grande
Tercera Parte
35. Algo nuevo
36. La cena
37. Nueva York
38. Washington
39. Los Ángeles
40. Libre
41. Inquebrantable
42. Vuelve el invierno
43. Un agujero en el pecho
44. Vivir a medias
45. Medio corazón
46. Aprender a decir adiós
47. Flores entre la nieve
48. Nuestro "para siempre"
49 (final). Un amor que nunca se olvida
Epílogo.- Vivir amando
Los Wattys
Galería

7. Maldito sea el destino

375 65 164
By xantoniaguzman

Este capítulo se lo quiero dedicar a kathve17 Gracias. Fuiste la primera persona que me comentó una historia y no sabes la motivación que me diste.

—¿Crees en las consecuencias, o eres de esas que piensan que todo pasa porque así debía suceder?

Me lo pensé un momento.

—Consecuencias; definitivamente.

Ethan sonrió.

—Sí. También yo —¡JA!

—¡Mentira! —repliqué riendo—. No te creo ni por un segundo.

—¿Cómo haces eso? —no entendí del todo a qué se refería, pero no dije nada porque su mirada me taladraba como si tratara de leer mis pensamientos a través de mis ojos—. Siempre pareces adivinar lo que pienso, o lo que quiero decir, a veces incluso antes que yo.

—Es un don —presumí.

Me agradaba Ethan. Su compañía era, de algún modo, reconfortante. Encontrarlo en la cafetería del bar esa mañana había sido justo la razón por la que me había aparecido ahí en primer lugar. La música del ambiente se sentía increíble mientras entraba en mis oídos, y el café en mis manos era como gasolina corriendo por mis venas para combatir el cansancio de una noche en que los pensamientos me habían castigado sin dejarme pegar ojo.

El recuerdo de Dominik no había conseguido abandonar mis labios.

Las palabras de Ethan apenas me legaron como un débil susurro. Sacudía la cabeza por instinto.

—Perdona, ¿qué?

Él me sonrió. De algún modo —me había dado cuenta siempre me sonreía.

—¿Irás a la universidad? —mmm... lo dudaba. Él debió haber notado la negación en mi rostro, porque añadió—. No pareces de las que estudian —reí.

—Para nada.

—¿Y qué quieres hacer?

—¿Qué quieres hacer tú?

—¿Cómo es que nunca me respondes a lo que te pregunto? —me encogí de hombros.

—Debo mantener el misterio.

Lo decía a modo de broma, pero algo en su expresión me hizo notar que lo creía cierto. "El misterio te rodea", me había dicho una vez Dominik. Me pregunté si Ethan pensaría lo mismo. Por alguna razón, no quería que ambos me vieran de la misma manera.

Contesté que no estaba segura; que había pasado la mayor parte de mi vida preguntándome qué hacer con ella, y que de lo único que estaba segura era de que quería hacer algo que me gustara, que me diera ganas de levantarme todos los días y dedicarme a ello. Le dije que quizás quería tratar de pintar. Me preguntó si eso era lo que me gustaba, respondí que sí.

Me pareció interesante cómo fluyó la conversación desde entonces. Registré en mi cabeza la facilidad con que las personas se abren luego de que les cuentas algo que en un principio fuiste reacio a contar. Me dijo que llevaba dos años de estudiar Ciencias Políticas, y como yo no entendía mucho de qué iba, comenzó a explicarme. No puedo decir que comprendí demasiado, pero me gustaba la expresión que tenían sus ojos tras los lentes mientras hablaba de ello. Pensé que, algún día, me gustaría tener esa misma mirada al hablar de mi vida.

Ese día Ethan me recordó a los que alguna vez tuve junto a mi verdadera familia, y se me antojó extraño que chico que conocí en el bar me recordara tanto a los que había perdido.

Para Ethan Hallaway, Violeta era una chica extraña. Lo máximo que sabía de ella era lo que había intuido y lo que había notado en las pocas horas de detalles que le conocía. Rara vez contestaba sus preguntas, rara vez de manera directa, al menos. Era como muchos libros podrían describirla; esquiva, misteriosa, y sentía de algún modo que junto a ella protagonizaba la extraña y compleja trama de la obra de teatro que era la vida. Había entrado un día en un bar sin pretender encontrar a tan peculiar muchacha sentándose cerca de él. Se habían conocido sólo desde el día anterior, pero desde ahí no había pasado un minuto en que no pensara en ella; lo intrigaba, y si seguía siendo así no veía forma de lograr sacarla de su cabeza.

Ethan no era de los que se enamoraba, y no podía decir —al menos, no todavía— que lo que la chica le producía fuera amor, ni cerca... pero definitivamente algo era.

Se había dado a conocer a sí mismo como un estudiante de Ciencias Políticas, y eso lo había situado años por encima de la edad de la muchacha, pero Ethan estaba muy seguro de que eso poco le importaba. No era una obsesión lo que crecía en lo profundo de su pecho, pero una ansiedad que iba en aumento por saber todo de ella. La miraba y con sólo éste hecho mil preguntas se le aparecían en la cabeza. ¿Quién era? ¿De dónde venía? Había algo turbio en su mirada que lo atraía, y a segundos se encontraba pensando en este tipo de cosas, y sacudía la cabeza: ¿desde cuándo a él le importaban esa clase de detalles?

Pero sí: Violeta era una chica extraña. Y, antes que nada, eso a él lo atraía.

—¿Qué? —quiso saber la (al parecer) dueña de sus pensamientos.

El muchacho no entendió en un principio a qué se refería. Entonces Violeta miró con altanería, con una mezcla de burla en la chispa que siempre llevaban sus ojos, e Ethan supo en ese instante

que ella lo había descubierto. Por algún motivo sintió como si lo atrapasen in fraganti. Violeta sonrió ante esa emoción que sólo tiene quien se divierte a costa de los sentimientos de otro.

—Ethan Carter Hallaway—empezó por decir. Hizo una pausa, como conteniendo una carcajada. Luego, añadió—. No me digas que he comenzado a gustarte.

Él sintió sus mejillas arder, e hizo un gesto con la mano, llevando la vista hacia el café que descansaba entre sus dedos, para evitar que así la chica viera su sonrojo. Bebió un sorbo sin importarle que el líquido quemara su boca y garganta.

—¡Ja! Graciosa.

—Ah, ¿sí?

—Por supuesto que no me gustas, Violeta. Es más —agregó—: ni siquiera me agradas demasiado.

—Muy bien —dijo levantándose—. Entonces supongo que no te importará que me vaya en este mismo instante.

Ethan no tuvo que verla para casi escuchar la sonrisa en su rostro.

—Adelante.

Violeta se dio cuenta de que Ethan también sonreía: no creía que de verdad fuera a irse, por lo que su sonrisa desapareció cuando escuchó la puerta del lugar cerrarse tras la chica. Se hallaba ya en la calle, a unos metros de distancia del recinto de donde había salido, cuando escuchó a Ethan gritar su nombre a sus espaldas.

Ella se dio la vuelta, intentando ocultar una nueva sonrisa que quería formarse en sus labios, y haciéndose la desentendida, le preguntó:

—Disculpa, ¿me hablas a mí?

El muchacho, que había corrido para alcanzarla, puso mala cara.

—Sí, por si no te diste cuenta, te estoy hablando a ti.

Violeta de verdad intentó contener la risa, pero al ver su expresión, simplemente no pudo. Entonces se dio cuenta de que en un sólo día había llegado a reír más veces de las que lo había hecho en años. No entendía por qué estando con alguien más bien extraño era que lograba sentirse más como la persona que hubiese sido si la vida no hubiera tenido otros planes para ella. Se le venía a la cabeza niña de siete u ocho años, quizá incluso hasta los diez, que había sido antes de que todo su mundo se viniera abajo cuando sus padres habían sido asesinados frente a sus ojos. Violeta había pasado muchos momentos de su estadía en la Residencia imaginando cómo habría sido esa niña, en lugar de la persona en que se había convertido. Sentía, sin embargo, que estando ahí riendo en medio de la calle tenía una buena imagen de cómo hubiese sido.

Siguieron caminando por la acera como si nada cuando por algún motivo Ethan se quedó atrás. Violeta lo encontró con la espalda agachada para ver mejor el escaparate de una tienda. Cuando se acercó, se vino a dar cuenta de que se trataba de una librería. Ethan miraba uno de los libros que estaban tras el cristal con suma atención: Escrito en el Agua. Frunció el ceño.

—No me gusta leer —dijo al aire.

—¿Qué? —se le hacía difícil describir la expresión en el rostro del muchacho cuando levantó la vista abruptamente hacia ella. Se encogió de hombros.

—Eso. Simplemente no me encanta.

—No sabes de lo que te pierdes.

Violeta se encogió de hombros una vez más y no dijo nada; por algún motivo no supo qué decir. Ethan suspiró.

—Está bien, vamos—la chica sonrió también.

Caminaron por la acera que no era golpeada por el sol, sin prisas, hablando de cualquier detalle que les pareciera interesante. Ethan se dio cuenta de cómo Violeta evitaba mirar a la gente que pasaba junto a ellos y, en cambio, agachaba la cabeza y perdía la mirada en las grietas del concreto.

—Levanta la cabeza —dijo de pronto.

—¿Ah?

—Si no te fijas te pasará la vida por delante y tú ni siquiera te habrás dado cuenta.

Violeta observó con una presión profunda en los ojos, como si lo viera por primera vez. Aquellas frases la habían dejado anonadada, y quiso abrir la boca muchas veces sin encontrar las palabras, dándose cuenta de que era la primera vez en casi ocho años en que se atrevía a mirar al mundo con la frente en alto.

Una cosa era lo que aparentaba. Otra muy distinta era lo que sentía.

—Mira a tu alrededor —insistió él.

Entonces, al ver que la chica permanecía inmóvil, giró delicadamente su cuello para que observara hacia la plaza.

Violeta sintió ganas de llorar, pero como era habitual ella se contuvo.

El sol pegaba con fuerza en el otro lado de la calle, reflejándose en las señales de metal y en el claro color del pavimento. El invierno había acabado, y las personas reían mientras caminaban por el pasto. Madres empujaban los coches de sus hijos, estudiantes leían sentados sobre mantas... ¿y ella? Estaba a punto de decir algo, cuando escuchó que alguien gritaba:

—¡Violeta!

Dominik. Sonaba enojado. Enojadísimo. La muchacha se volteó abruptamente. Ethan, a su lado, también se dio la vuelta para ver venir al chico desde unas cuadras más adelante. Violeta sintió un nudo irracional subir por su garganta. A lo largo de los años no habían sido pocas las veces en que habían discutido, pero por alguna razón ahora se sentía diferente. Y claro, el recuerdo del beso que ambos habían compartido (creía ella) tenía mucho que ver con eso.

—¿Ése es tu hermano? —susurró Ethan. A veces, Violeta olvidaba lo similares que eran.

—Él es... es complicado —terminó por decir cuando Dominik llegó hasta ellos.

—¿Dónde has estado? —soltó sin mirar al acompañante de la chica.

—Aquí, evidentemente.

—Te he buscado todo el maldito día, Violeta —la chica comenzó a hartarse de su actitud. ¿Qué demonios le pasaba? Él no era así—. Tenemos que hablar, ven...

—¿Desde cuándo te crees que puedes mandarme? No pienso ir. Quizás tú tengas mucho "que hablar", pero yo no tengo nada que decirte...

—Violeta...

No supo si era una advertencia o una súplica. Él la sujetó despacio por la muñeca. Quiso tirar de ella, pero la chica se soltó de un manotazo.

—No, Dominik —dijo retrocediendo. Miró a Ethan como disculpándose por que tuviera que presenciar esa escena—. Estoy harta de esto, de tu actitud. No sé qué te ha dado estos días, pero no puedes pretender que te siga a donde tú quieras si ni siquiera me das motivos para hacerlo. Tú fuiste quien estuvo mintiendo todos estos años, Dominik, así que no me trates como si fuese yo la culpable de arruinarlo todo —vio un destello en la expresión del muchacho que le dio a entender que lo había herido, pero fue tan fugaz que creyó haberlo imaginado. Suspiró—. Vamos, Ethan.

—¿Él es la razón por la que estás así conmigo? —inquirió Dominik cuando ella estaba por irse.

—¿Qué...? —pero Ethan la interrumpió.

—No era mi intención quedar en medio de esto que tienen ustedes, pero...

—Nosotros no "tenemos" nada —se apresuró a decir Violeta.

—Por supuesto que no —concordó Dominik—. No tenemos nada.

—Estamos de acuerdo entonces —dijo Violeta con una sonrisa, intentando así ocultar que, en el fondo, esas palabras le habían dolido—. Y siendo así, tampoco tenemos nada más que discutir —miró al chico de lentes—. ¿Vamos?

Ethan miró el reloj en su muñeca.

—De hecho... —no pudo terminar, porque una nueva voz unió a la conversación. Violeta se quedó rígida en su sitio.

—¡Ethan!

Una mujer de cabello rubio, entremezclado con visos blancos que le habían aparecido tempranamente debido a circunstancias de la vida, se acercó a ellos con los brazos abiertos, y envolvió con ellos a Ethan.

Violeta creyó que iba a vomitar.

Su cuerpo se congeló en su lugar. Por instinto quiso retroceder, alejarse de aquello que le producía tanto odio y tanto asco... mas cuando fue a hacerlo se encontró con que se había olvidado de cómo moverse.

Un sudor helado cubrió su cuerpo.

Por un segundo sus ojos se encontraron con los de Dominik y él logró ver la alarma en su mirada. No pudo hablar, porque sabía que cualquier palabra que saliera de su boca sería escuchada por sus acompañantes, así que la chica se las arregló para formar con los labios: es ella.

A Dominik le llevó una fracción de segundo comprender a qué se refería. Entonces, él sintió que también se paralizaba. Ya no importaban las peleas o los desacuerdos. Todo quedó atrás. Solo le importó sacarla de ahí antes de que colapsara.

La mujer volvió a hablar.

—Menos mal que te vi a cruzar la calle. ¿Es que te habías olvidado...?

—Claro que no mamá —susurró Ethan. La mujer se volvió hacia ellos, e Ethan reparó en la actitud de ambos, atribuyéndola a la incomodidad o al desconcierto—. Violeta, Dominik — a este último lo nombró con rechazo, sin embargo, Violeta estaba demasiado mortificada como para darse cuenta—. Ella es Katherine, mi madre.

Una vez más, Violeta tuvo que contener las ganas de expulsar todo el contenido de su estómago. Sentía su cuerpo tenso, al borde de un ataque de histeria, hasta que su vista cayó en la mirada de la mujer que había arruinado su existencia. Sus pequeños ojos celestes se veían nublados. Por un instante Violeta quiso apartar la mirada: tuvo miedo de que pudiera reconocerla, sin embargo, Katherine desvió rápidamente la vista hacia su hijo. Su hijo... dios... ¿en qué se había metido?

—Estamos en la hora, hijo.   

—Lo sé —se dirigió a Violeta—. Lo siento, pero tengo que irme. Debo llevar a mi madre al médico... —y agregó, lo suficientemente bajo para que sólo ella pudiera escucharlo—. Lo pasé increíble contigo hoy, Violeta.

Ella no pudo siquiera fingir una sonrisa.

—Y-yo también tengo que irme...

—¡Espera! —Ethan la detuvo tomándola de la muñeca—. ¿Volveré a verte?

—No sé...

—Toma —el muchacho sacó un papel de su bolso, junto con un lápiz de grafito y garabateó algo en el pedazo de papel arrugado. Se lo dio a Violeta—. Llámeme. Por favor.

La chica apenas fue consciente de que asentía. En cuanto Ethan desvió la mirada, ella ya se había ido.

Y así el destino volvió a juntar a víctima y asesina. ¿Qué les pareció...? ¿Se lo esperaban? ¿Qué hubieran hecho ustedes, cómo habrían reaccionado?

Desde ya me disculpo por los problemas cardíacos que pueda producir este... y los siguientes capítulos (huye del chat)

No se olviden de votar si les gustó y comentas:) ¡Nos vemos en la siguiente actualización!

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