Olvídame

By NodaOrtiz

72.4K 10.8K 12K

✨𝗡𝗼𝘃𝗲𝗹𝗮 𝗝𝘂𝘃𝗲𝗻𝗶𝗹 𝗱𝗲𝘁𝗮𝗰𝗮𝗱𝗮 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝗣𝗲𝗿𝗳𝗶𝗹 𝗼𝗳𝗶𝗰𝗶𝗮𝗹 @WattpadNovelaJuvenilES �... More

Olvídame
🎶
☁️Prólogo☁️
☁️🐝🌿
Capítulo 1: Tu horrible vestido turquesa
Capítulo 2: Ecos en mi corazón
Capítulo 3: Siempre amanece
Capítulo 4: Pase lo que pase
Capítulo 5: El poema
Capítulo 6: Una corona de papel
Capítulo 7: Torbellino
Capítulo 8: En el lago
Capítulo 9: Diminuta
Capítulo 10: Ella
Capítulo 11: Pensamientos
Capítulo 12: Tormenta
Capítulo 13: Un concierto en la cocina
Capítulo 14: Escondida
Capítulo 15: Secretos
Capítulo 16: La idea testaruda
Capítulo 17: Una fuente, un angelito y mi confusión
Capítulo 18: ¿Dónde estás?
Capítulo 19: La decisión
Capítulo 20: Día especial
Capítulo 21: Mensajes inesperados
Capítulo 23: La pelea
Capítulo 24: Rompiendo esquemas
Capítulo 25: Mi depredador favorito
Capítulo 26: Solo mírame
Capítulo 27: Entre confesiones y otras cosas...
Capítulo 28: El beso
Capítulo 29: Una impresora rota, un pajarito rechoncho, y un novio seductor
Capítulo 30: La inquisición
Capítulo 31: Una cita en motocicleta
Capítulo 32: El castigo inevitable
Capítulo 33: Tu voz
Capítulo 34: Clover y su trasero salvador
Capítulo 35: Vuelvo a verte
Capítulo 36: La casa del árbol
Capítulo 37: Incertidumbre
Capítulo 38: Cosas que no puedo contarte
Capítulo 39: Un jueves con Stormy
Capítulo 40: Un Romeo moderno
Capítulo 41: Tú y yo en el centro del universo
Capítulo 42: Decisiones imposibles
Capítulo 43: Estática
Capítulo 44: Deshecha
Capítulo 45: Confundida
Capítulo 46: Visitas
Capítulo 47: Esta maldita culpa
Capítulo 48: Pesadilla recurrente
Capítulo 49: Tu recuerdo
Capítulo 50: Simplemente tú
Capítulo 51: Sanando
Capítulo 52: Un atardecer especial
Capítulo 53: Un nenito acuoso y una chica torbellino
🎃Capítulo extra: Especial de Halloween

Capítulo 22: Monstruos

648 127 118
By NodaOrtiz







—Fíjate por donde caminas, gordinfla —Lorna empuja con fuerza mi hombro izquierdo, mientras pasa a mi lado de camino a los vestuarios.

Ella tiene a todas las demás chicas de mi clase de gimnasia llamándome así. Duele, no les voy a mentir, pero la verdad es que hoy tengo muchos más motivos para sonreír que para estar deprimida. River y yo hemos estado mandándonos mensajes sin parar. Anoche nos quedamos despiertos hasta las tres y media de la mañana, y las mariposas en mi estómago han revoloteado más enloquecidas que nunca.

Me encanta la forma en que me habla, o textea mejor dicho. Tiene cada ocurrencia que me hace llorar de risa y a la vez es muy inteligente e irónico. Su sentido del humor es bastante ácido cosa que idolatro. Lamentablemente, nos hemos tenido que aguantar las ganas de vernos, mi madre anduvo medio loca cuidando de mis hermanos que se engriparon a la vez, y yo estuve ayudándola como pude.

Ojalá pudiera escaparme de este tormento inútil, generado en el fuego mismo del infierno también conocido como Educación Física. Imposible, vengo faltando demasiado y si sigo así puede que del instituto llamen a mi casa, y eso no estaría nada bien. Mi madre me castigaría sin celular por lo menos un mes, lo cual sería el fin de todo. No más mensajes de texto, ni momentos especiales, ni madrugadas increíbles. Eso no puede ocurrir. Jamás de los jamases, como diría River.

—Eu, gordinfla, es que además de idiota eres sorda ¿o qué? —gruñe Lorna a los cuatro vientos porque según ella sigo molestando.

Le hago un gesto con la cabeza mientras me encojo de hombros. Ahora que pienso, tiene mucho sentido que mi archienemiga y todas sus diablas súbditas estén confinadas en la misma maldita clase de deporte que yo. ¿Por qué digo eso? Porque claramente, este gimnasio de mierda es una extensión del infierno.

A ver, la suerte no es mi amiga, y las estrellas no se iban a alinear de la noche a la mañana pese a que me haya pasado algo genial. No, aquí Alba ha venido a sufrir.

Por el rabillo del ojo las observo, todas reunidas en un círculo cerrado, y muy a pesar mío, el estómago se me anuda hasta la próxima luna creciente. Todas llevan puesto el uniforme deportivo, y les queda de maravilla, casi como si se lo hubieran mandado a hacer a medida por una diseñadora prestigiosa. Me sorprende que no tengan esas chaquetas que aparecen en las películas americanas, las que tienen la inicial de su novio en la espalda.

Y entonces sucede, la magnitud de la realidad me abofetea en la cara ya perlada de sudor: yo nunca llegaré a experimentar este tipo de cosas. Nunca podré reír descuidadamente, entre un grupo de gente y sentirme como un pez en el agua. Nunca seré la primera en ser elegida en una asignación de equipos, o en un nuevo deportivo. Yo soy la que pregunta si se puede trabajar sola, la que pone los ojos en blanco cuando el docente a cargo me ubica en algún equipo como si fuera una obra de caridad.

Tengo una teoría sobre estas chicas perfectas: seguro fueron visitadas por todas las hadas habidas y por haber cuando nacieron, y les regalaron cuantos dones se les ocurrieron porque así son las hadas: unas reverendas taradas cuando quieren.

Lorna, Micaela, Teresa y todas las que están en este momento cuchicheando y riéndose de mí, sin siquiera intentar camuflarlo: respiran, caminan, parpadean y viven con facilidad. Podrían usar chaquetas con iniciales de sus novios porque tienen novios, así de simple. Tienen una tendencia innata a que todo les quede bien, desde la ropa y los accesorios hasta los peinados. Sus pestañas largas y tupidas saben batear en el momento y al ritmo exacto para obtener lo que "merecen".

Y luego estoy yo. Con picazón en la espalda permanente por la etiqueta de la campera del condenado uniforme deportivo. Con tendencia a transpirar más de lo socialmente aceptable, y despertar cada mañana en un estado tan deplorable, que parece que hubiera sufrido de una convulsión la noche anterior.

Maldigo por enésima vez mi mala suerte, retorciéndome de incomodidad, mientras jugueteo distraídamente con la cremallera de la capucha.

En mi antigua escuela no teníamos que ponernos uniforme. Podía usar shorts porque nadie me hacía acordar lo gordita que estaba.

Gracias a todas estas diablas, soy extra consciente de todas mis partes fofas, sobre todo mi trasero.

—El azul no es su color —cuchichea Micaela a las demás, mientras me observan sin miramientos. Todas se ríen sin piedad, y algunas ni siquiera me conocen, pero no les importa. Supongo que sentirse parte de las populares aunque sea a costa de alguien más, es la nueva frontera para estas otras chicas desesperadas por validación social. Escalar el Everest está sobrevalorado en comparación con esta nueva tendencia.

Me tomo mi tiempo en atarme los cordones, así puedo darles la espalda y pretender por dos segundos que estoy sola y no en medio de un fandom demoníaco. Rezo para que alguna se tuerza un tobillo, o se le corra el rímel y cancelen la clase así puedo huir de una vez por todas.

—La entrenadora debe estar ebria si cree que voy a saltar sobre esa cosa —dice una voz familiar a mi izquierda cuya cadencia levanta la pesadez en mi pecho como por arte de magia.

Giro para encontrarme con Stormy, que tiene esa habilidad de aparecer en mi vida como un soplo de aire fresco cuando todo lo que me rodea huele a podrido.

—Nunca voy a entender estos rituales que tenemos que sobrevivir en las clases de deportes —bufo mientras ambas miramos al aparato gimnástico de madera y forma rectangular alargada con odio.

—Ay Dios, mira como la profe apila esos cajones desgraciados. ¿Cinco? Listo, la vieja se enloqueció —chilla Stormy, con los ojos como platos.

Suelto una carcajada, y me doy cuenta de lo mucho que ya la quiero. Ella es el alivio que sientes cuando has estado conteniendo la respiración durante demasiado tiempo, desesperada porque sabes que no tienes opción y vas a ceder pronto, pero de repente todo está bien y puedes relajarte.

Desde mi cumpleaños, Stormy se autodenominó mi sensei del "emoticoneo". En otras palabras: me está enseñando cómo compensar con emoticones (y su cuidadosa selección) mi falta de habilidad social y coqueteo virtual. He mejorado tanto que juro podemos mantener una conversación únicamente a base de caritas, frutas de connotaciones algo sospechosas, y llamitas fogosas.

La nerda que hay en mí buscó el origen y aprendí que los inventaron los japoneses y que en inglés "emoji" es una contracción de la letra "e" y "moji", que se traduce aproximadamente como "pictografía". ¿Ya se durmieron con mis divagues?

De repente siento una punzada en el pecho, este sería el momento en el que papá me diría algo como: "Esa es mi abejita sabelotodo." Sin embargo, se ha encerrado en el más absoluto mutismo. Voy a tener que esforzarme... Apenas me ha hablado, y estoy a punto de perder el control.

—Torre de Control a Alba. Atención, Alba. Aquí Torre de Control —dice Stormy imitando el sonido de un Walkie Talkie—. No pienso quebrarme la espalda saltando de esa mierda.

Su mirada salvaje se encuentra con la mía, y me concentro en el latido de la vena en su frente. Esa cosa tiene vida propia y cuando está desquiciada parece que va a explotar.

—Yo tampoco —le contesto. Ella asiente y resopla antes de estirar el cuello en dirección a la entrenadora. Ambas exhalamos suspiros largos y derrotados al mismo tiempo y nos carcajeamos como hienas que es lo que mejor sabemos hacer cuando estamos juntas.

La profe dice que todas vamos a tener que intentarlo, con una voz aguda que me hace acordar al pitido de una caldera de agua hirviendo.

—Estamos en el horno...

—En el pozo mismo de la condenación, amiga —gimotea Stormy, mirando a la profesora con tanto odio que podría partirla en dos.

Veo como todas las demás comienzan a formar fila para saltar, y me desinflo como los globos viejos de mi cumpleaños que aún cuelgan del techo de la cocina.

—¿Quién carajo se cree que soy? ¿Acaso tengo cara de Nadia Comāneci? —gruñe mi amiga, y me rio por lo bajo de solo escucharla citar a la gimnasta rumana: un prodigio que ganó una medalla de oro a los catorce años en la década de los setenta. Vimos su documental la semana pasada.

Para ser honesta, mi bestie parece una gimnasta con sus largas piernas y su barriga plana: el uniforme se le pega al cuerpo como una segunda piel, y parece sacada de una revista. A mí, por el contrario, me cuelga como un mameluco. Encima detesto correr: Albita no está diseñada para la velocidad, sino para la comodidad. Correr hace que mis pechos reboten tanto, que siento que se van a desprender de mi cuerpo. Imagino las burlas de las diablas, y se me revuelve el estómago.

—Pero si cuando eras niña te encantaba correr, abejita.

Escucho su voz, e involuntariamente, doy un salto y un grito, causando que Stormy me mire confundida. Maldigo por lo bajo, rezando para que ella no me pregunte que me pasó, y por qué estoy tan nerviosa. No lo hace, lo cual agradezco.

"Eso fue antes de que la pubertad me pasara por arriba como un tren de carga, pa. Y me salieran senos del tamaño de melones."

Claramente no le puedes decir eso a un padre, ni siquiera a uno que está muerto. Volvería a matar al pobre.

«Bueno, pasa que tu hija tiene diecisiete años ya, y aparte hoy me duelen los ovarios».

Lo escucho ahogarse del shock al escuchar mencionar mis dolores femeninos, y se desaparece sin decir otra palabra. Suspiro aliviada, quizás no esté enojado conmigo ni con mis nuevos amigos después de todo. Debo ser yo y mi bendita ansiedad. Mis hombros se hunden al liberar el peso de la tensión de mi peor miedo. Mi visión periférica capta a Stormy estudiándome. Pasados unos segundos de incertidumbre, se encoge de hombros y sonríe con cariño.

—¿Qué le pasa a esa mujer? —Señala nuevamente a nuestra profe—. ¿Acaso no le importa si nos lastimamos? Podría cortarme con las astillas de esa cosa y contraer una infección. ¡El tétanos! Ella se estremece al pensarlo, y no puedo evitar sonreír.

—La odio tanto que desearía que estuviera muerta —Me mira fijamente como buscando un cómplice. 

—Espero que se caiga del plinto en la demostración, se tuerza el tobillo y se vaya a su casa —le digo, y ella resopla.

—Espero que un camión la atropelle de camino a su casa —continúa Stormy y ambas nos miramos con malicia.

—Un camión de basura...

—¡Sí! —chilla, apretando los dientes—. Y toda la basura cae sobre su cadáver.

—Y luego el autobús escolar la atropella por las dudas de que reviva como zombi.

—Y le aplasta el cráneo.

Nos reímos al unísono, tan descaradamente que la profesora nos regaña de mala manera.

Me la pasé tan bien con mi amiga, a pesar de correr, sudar, y saltar que no me di cuenta al principio de lo poco desagradable que fueron las demás chicas conmigo.

Después de la tortura del plinto, jugamos un partido de voleibol, y Lorna me maldijo solo una vez.

—Tu saque, gordinfla —me ladró, pero eso fue todo. Y no sospeche nada...

Una vez en el vestuario, me doy cuenta del porqué todas habían sido tan discretas: habían estado esperando, o mejor dicho, saboreando la llegada del momento justo.

Fui la última en llegar a las duchas, me demoré despidiéndome de Stormy que tenía que irse a las apuradas si no quería perderse el horario de visita en la clínica de su hermano Rafael.

Ahora, Lorna y sus diablas me tienen toda para ellas, totalmente a su merced.

Paso sigilosamente junto a ellas, con el corazón latiendo enloquecido en el pecho. Cuando alcanzo mi casillero y lo abro, veo una bolsa transparente y apestosa llena hasta el tope de tampones usados, y creo que voy a vomitar. Hago arcadas mientras el lugar gira sin control. Las manos se me congelan, mis dedos agarrando con fuerza la puerta metálica hasta que se tornan blancos de la falta de circulación. 

Si mi ropa no estuviera adentro, simplemente me iría de allí con la cabeza en alto, pero eso es imposible. Cuando intento agarrar mi vestido y mi suéter, mis manos rozan el plástico, y me estremezco ante su fuerte crujido. Lloro un poco... No puedo evitarlo. Les doy la espalda para que no vean el show.

Estoy empapada de sudor, se me seca la garganta y no puedo respirar.

Entonces sucede, como siempre. Algo hace clic dentro de mí, como un interruptor, y me dejo llevar: mi torbellino se encarga del resto. Siento como me alejo de mi cuerpo, como me vuelvo molecular. Me elevo... Estoy flotando por encima del complejo deportivo del instituto, del barrio, de las carreteras, de la ciudad...

Viajo por encima de la tierra: es impresionante. Estoy en el espacio, escapando de todo. Me muevo con tanta rapidez que ahora la tierra es un punto, y todo lo que siento es felicidad. Volar es tan increíble... Ahora entiendo como se siente la paloma de luto, esa que viene de vez en cuando a posarse en mi ventana: libre. Es una sensación translúcida, soy delgada y transparente como el papel.

Ya no soy... lo entiendo. Estoy en todas partes. Lo sé todo. Soy el universo. Siempre lo he sido. ¿Cómo tardé tanto en comprender que es así cómo me convierto en uno con mi torbellino? Lo dejo entrar, solo que ya no soy un recipiente. Soy el torbellino. Profundo. Negro. Infinito.

No quiero que esta sensación termine jamás...

Ya nada importa.

Ya nada duele.








N/A

Pobre Alba, así es como experimenta una disociación. Es su mecanismo para escapar de las situaciones cuando se vuelven demasiado para ella.

Pero, no está sola, y esto NO SE VA A QUEDAR ASI.

Mañana hay un capi POTENTE.

Título: La pelea.

Chuik de Choko 💋🍫

Los amo y espero que me hayan extrañado un poquito estos dos días que no estuve. Yo los extrañe un montón.

Continue Reading

You'll Also Like

2.4M 37.2K 10
Seguro que has leído historias donde aparecen rompecorazones ¿verdad? ¿Y nunca te has preguntado qué pasa cuando ellos deciden saber quién es el mejo...
32.6K 1.3K 22
¿Que pasaría si te sintieras completamente atraída por la prima de tu nueva compañera de trabajo? Descubre la historia de Chiara una artista emergent...
3.3K 290 4
Creció con la desgracia de perder a su madre, entreno solo y creció solo cual será el destino de este espadachín.
4.1K 244 13
Silvye y Jessica son grandes amigas. Ambas son historiadoras y trabajan en el centro de interpretación del castillo de Stirling, en Escocia. Un desc...