El sendero del Tigre

By YnadBond

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Sagat es el Rey del Muay Thai, un violento arte marcial. Pero no esta conforme con eso, él desea llegar a ser... More

Un nuevo oponente ha llegado
El rey ha muerto, larga vida al rey
El soplido del Tigre
Una victoria vacía.
Al borde del abismo
El águila y el tigre
En el ojo de la tormenta
Mi verdadero oponente
Punto de ignición
El poder de la furia
El renacer de la maldad
Guerrero Mundial
La corte del Rey
Antes de la Luna
El Retorno del Rey
Una última lección
Temor, Orgullo y Redención
En el territorio del depredador
El secreto de Bison
Furia y Promesas
NOTA DEL AUTOR

Epilogo

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By YnadBond

El grupo de mercenarios y cazadores se internaron en la densa jungla esperando sacar algo extra de la misión por la que habían sido contratados, llevaban tres días buscando en la selva una famosa cascada, en donde supuestamente encontrarían a su presa, pero debido al irracional temor de los guías, habían dado varias vueltas en círculos.

El grupo de cazadores furtivos sabían que no debían estar en esas tierras, pero los mercenarios les habían prometido mucho dinero si los guiaban hasta las cataratas.

El nutrido grupo de hombres iban armados hasta los dientes, desde pistolas semiautomáticas de 9mm hasta rifles de asalto Kalashnikov pasando por las clásicas carabinas Remington para cacería, desde los modelos más convencionales hasta las modernas 597-vtr QuadRail.

Ese no era un grupo normal, muchos de estos hombres fueron contratados por grupos criminales a nombre de Shadaloo para que cazaran a cierta presa que residía en esos bosques, no eran los primeros en hacerlo, muchos otros hombres habían llegado hasta ahí pero nunca volvían a salir.

Al escuchar el sonido del agua sabían que habían logrado la primer parte de su misión, ahora solo buscarían la forma de tender la emboscada perfecta a la criatura más peligrosa de la jungla, pero antes de siquiera poder descansar vieron una enorme figura frente a ellos vestida con unos pantalones rasgados y una especie de poncho grisáceo sumamente desgastado, era un verdadero gigante tapando los primeros rayos del alba. Los hombres no estaban preparados y tardaron cerca de un minuto entero en preparar sus armas, pero la misteriosa figura no les iba a dar ninguna oportunidad.

De inmediato los gritos de agonía de los hombres así como de los huesos rompiéndose llenaron la selva, el gigante no tenía piedad alguna con ellos, cuando todo término solo quedaba uno de los mercenarios en pie, portaba en sus manos un rifle AK 47 y apuntó directo a su atacante.

— ¡Eres hombre muerto Sagat! ¡Nadie rechaza a Shadaloo y vive para...!

Sin previo aviso una sombra cayó detrás de él emitiendo un aterrador rugido, el tigre aun no alcanzaba sus máximas dimensiones, pero era lo suficientemente pesado para derribar a un hombre adulto y matarlo en cuestión de segundos. Con el hocico lleno de sangre el enorme felino se acercó hacia Sagat, que se agachó un poco y empezó a acariciar el lomo del tigre.

—Bien hecho Willa Maiu, cada vez eres mejor cazando.

Sagat esculcó los cuerpos de los hombres para destruir toda arma que cargaran y tomar algunas cosas útiles para la gente de la aldea, como dinero, víveres o medicinas, cuando se percató de que el guía no estaba muerto, solo estaba en el suelo, en posición fetal, absolutamente quieto.

A Sagat le repugnó ver tal cobardía y con una sola mano lo levantó del suelo, el hombre empezó a llorar, rogando por su vida, mientras Willa Maiu rugía con gran potencia.

—Escúchame gusano, eres patético por haber guiado a estos hombres y por no tener dignidad para enfrentar a la muerte, no mereces mi esfuerzo, regresa y dile a todos que estas tierras están protegidas por el Rey del Muay Thai y si Shadaloo envía a más hombres, yo mismo los matare. Ahora lárgate de mí vista.

El hombre cayó al piso y ante la atenta mirada del enorme felino se arrastró hasta conseguir levantarse y emprender la huida.

Sagat regresó a la aldea en donde fue bien recibido, como siempre, por los chicos que empezaron a acariciar a Willa Maiu y esta sorpresivamente se dejaba consentir, ronroneando como si fuera un gatito.

—Veo que has regresado de tu... cacería Sagat.

El líder del pueblo, Chit, cada vez más entrado en años, se acercó para saludar a quien ya consideraba no solo su protector, sino su amigo.

—He traído conmigo algo de dinero y unos cuantos víveres que podrían ser de ayuda durante alguna emergencia.

El hombre recibió las medicinas e invitó al gigante a beber con él un poco de té.

—Conocí a un hombre que decía preparar el mejor te de toda Asia, definitivamente voy a obligarlo a que beba este, se tragara sus palabras.

El líder de la aldea empezó a reír de manera involuntaria con el comentario.

—Ah Sagat, mírate muchacho, como has cambiado.

— ¿A qué te refieres Chit?

— ¿Recuerdas la primera vez que nos conocimos?

—Ya no vivo en el pasado, viejo, vivo en el presente y me preparo para el futuro, ahora, si me disculpas voy a probar un poco de ese estofado que huele tan bien... estoy hambriento.

Sagat se levantó y se dirigió a la salida mientras Chit guardó silencio por un momento, recordando aquellos días salvajes, cuando un grupo rebelde de mercenarios establecieron un campamento cerca de la villa y los obligaban a trabajar para ellos y de esa manera evitar matarlos, cuando la comida no basto empezaron a golpear y matar a los hombres y a violentar a las mujeres.

Fue precisamente uno de aquellos niños que, huyendo de la violencia, encontró por accidente al gigantesco Sagat entrenando en la cascada, golpeando las duras rocas como si no sintiera ningún dolor.

El niño suplicó al gigante por ayuda y el gigante aceptó.

Los mercenarios, a pesar de su entrenamiento no fueron rivales para Sagat, que atacó a media noche, como un verdadero tigre asesino, cazando uno por uno a los asustados hombres, que demostraron ser poco menos que nada sin sus armas.

Ninguno sobrevivió y los aldeanos pudieron recuperar su paz robada y poco a poco empezaron a reconstruir lo que habían perdido.

Chit le agradeció al guerrero y como pago le ofreció un pedazo de tierra para poder construir un hogar. Sin embargo Sagat se negó, argumentando que él no pertenecía a ese lugar y se retiró.

A media noche el jovencito se aventuró a la selva nuevamente y lo encontró, descansando entre las rocas cerca de la cascada. Sagat saltó dispuesto a entrar en acción pero se detuvo segundos antes de golpear al niño, que asustado, le hizo ver a Sagat lo vulnerables que estaban, si llegaban más mercenarios o criminales no habría nadie que los defendiera.

Sagat seguía rehusándose y el niño sin más remedio regresó, triste y cabizbajo, lo suficiente para no tomar las debidas precauciones y ser sorprendido por un depredador. El tigre lo había estado siguiendo por varios metros acechándolo y cuando por fin lo tuvo a su alcance salió de las sombras y emitió un sonoro rugido, solo la llegada de Sagat que con su sola presencia intimido al felino pudo salvar al muchacho, el enorme tigre no deseaba entablar ningún combate y se retiró del lugar, buscando una presa más fácil.

Sagat llevó de regreso al niño a la aldea en donde fue bien recibido, finalmente decidió ceder y construyó un hogar.

—Qué días aquellos Sagat... parece como si hubiera sido ayer cuando volví a verte después de tanto tiempo, tú eras muy pequeño cuando me fui de casa, seguro ni siquiera recuerdas que tuviste un hermano mayor...

De pronto se comenzó a escuchar un alboroto causado por los niños, emitiendo gritos y buscando casi de forma desesperada a Sagat.

El viejo Chit salió para ver de qué se trataba y pudo observar a varios pequeños rodeando una pequeña radio que transmitía las noticias del mundo exterior, rápidamente llegó Sagat y preguntó qué ocurría.

—Un criminal llamado Bison está aterrorizando al mundo allá fuera, es el señor malvado del que nos hablaste Sagat, desea gobernar el mundo o de lo contrario causara destrucción con algo llamado las "lunas negras"

—Lunas negras... recuerdo un proyecto así en mis días de Shadaloo, pero debe estar realmente desesperado para llevarlo a cabo—Sagat cerró su puño y miró al cielo —Parece que es tiempo de que el Rey del Muay Thai regrese a la acción.

En la jungla el guía de los mercenarios seguía corriendo desesperado, asustado ante cada pequeño ruido, no estaba seguro en donde se encontraba, y cansado cayó de bruces al fango, arrastrándose por alcanzar terreno seco en donde poder descansar hasta que algo se interpuso en su camino.

—Mírate, eres patético ¿En verdad creíste que una bola de inútiles podrían contra el Rey del Muay Thai?

El hombre que emitía estas palabras era nada más y nada menos que Adon, el antiguo alumno de Sagat y Emperador del Muay Thai por un breve tiempo.

—Ustedes no son dignos ni de pisar el fango que tiene debajo, solo yo puedo matarlo, yo soy el único que lo humillara frente a todos para recuperar todo lo que me quito —Adon se agacho ante el indefenso hombre y lo tomo con ambas manos por el rostro —y ni tu ni nadie me quitaran esa satisfacción de acabarlo personalmente.

Adon movió sus manos a gran velocidad y le rompió el cuello al guía, que cayó muerto al instante. Pero de manera sorpresiva alguien comenzó a aplaudir detrás de él.

—Muy bien, ese hombre no debía seguir con vida, si tu no lo hacías yo lo hubiera hecho.

— ¿Quién eres tu payaso?

El hombre delgado y alto salió de entre las sombras, vestía un qipao chino purpura, pantalones capri negros, unas gafas oscura y un alargado sombrero negro con un revestimiento rojo.

—Mi nombre, mi querido Adon, es Fang y me temo que no eres el único que está en búsqueda de Sagat, Bison desea la cabeza de Sagat y él es el único con el derecho a eliminarlo.

Adon se giró hacia el excéntrico Fang y comenzó a mover sus articulaciones de sus brazos.

—Escúchame payaso, si quieres a Sagat, deberás pasar a través de mi cadáver.

—Qué mala elección de palabras.

—Adelante fenómeno, muéstrame lo que tienes.

Fang parecía listo para atacar, pero de un momento a otro su interés decayó rápidamente.

—Desconoces el paradero de Sagat, si no ya te hubiera matado, por lo que enfrentarte es una pérdida de tiempo, pero te aseguro pequeño Adon, que tu momento llegara al igual que a tu antiguo maestro.

Adon y Fang tenían un objetivo en común pero su arrogancia les impedía ver más allá de sus motivos egoístas, algún día ellos se enfrentarían a Sagat Rey del Muay Thai y aprenderían a tener cuidado con lo que se desea, pues el gigante tailandés seguiría acumulando experiencia y poder, acercándose cada vez a su meta de ser el luchador definitivo.

FIN

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