La teoría del amor

Galing kay AprilRussel123

135K 21.2K 7.7K

Tras la aparente muerte de Ryan, el amor de Alicia y Alessandro parece estar a salvo y a prueba de todo. Ella... Higit pa

Tercera parte de la teoria del silencio
Antes de leer
Prologo
Capitulo 1: Por defecto
Recordatorio
Capitulo 2: Lo que calla Luxemburgo
Capitulo 3: Acorralado
Capitulo 4: Percepción
Capitulo 5: El pasado tiene rostro
Capitulo 6: Resurgen verdades
Capitulo 7: Un plan comienza a crearse
Capitulo 8: similitudes
Jaque mate en Amazon
Capitulo 9: ¿Quien es en realidad?
Capitulo 11: Noche de revelaciones
Capitulo 12: Una nueva duequesa para Luxemburgo
Capitulo 13: Lo que pasó aquella despedida de año
Capitulo 14: Algo habia en él
Capitulo 15: Toma lugar el valor
Capitulo 16: La frialdad ocasiona estragos
Capitulo 17: Gana la oscuridad
Capitulo 18: Arde la oficina
Capitulo 19: Dos caras se enfrentan
Capitulo 20: Los secretos tienen fecha de caducidad
Capitulo 21: Y es cuando
Capitulo 22: Nuevas facetas
Capitulo 23: Pecados
Capitulo 24: Una batalla gana el corazon
Capitulo 25: Amargo
Capitulo 26: Incertidumbre
Capitulo 27: Sospechas
Capitulo 28: Entre el frio y el calor
Capitulo 29: Fragmentada
Capitulo 30: Siempre fue ella
Capitulo 31: Chance a la elocuencia
Capitulo 32: En el fondo de la verdad
Aviso
Capitulo 33: Luxemburgo a la espera
Capitulo 34: Al diablo lo correcto
Capitulo 35: Sentada en mi alma
Capitulo 36: Lo que grita el reflejo
Noticias, dulces noticias!!
Capitulo 37: Gran Duque De Luxemburgo
Capitulo 38: Desaparición
Capitulo 39: Eclipse
Capitulo 40: Se destapan realidades
Capitulo 41: Una nueva familia
Capitulo 42: Alicia de Luxemburgo
Capitulo 43: El ramo a la futura novia
Capitulo 44: La victoria entre las piernas
Capitulo 45: Cuentas
Capitulo 46: Cambia el juego
Recordatorio( ya es como el quinto 😂)
Capitulo 47: A prueba de balas
Capitulo 48: se quiebra un corazón
Capitulo 49: Una madre para una hija
Capitulo 50: Ultimo adiós
Reedición de Tuya Por Una Noche
Capitulo 51: Hacerle el amor al amor
Capitulo 52: Brechas
Capitulo 53: Toca vivir
Epilogo
Agradecimientos

Capitulo 10: Desapego

1.9K 327 91
Galing kay AprilRussel123

— Es precisamente lo que me pregunto, mamá. Al parecer Altagracia es una de las pocas personas que por momentos, parece quitarte la calma.

Arqueo una ceja y cruzando los brazos con actitud desafiante se burló.

— Te diré quien es Altagracia, es una zorra. Una mujerzuela que por culpa de sus comportamientos indecorosos nos puso en boca de todo el mundo..., a toda la familia. Tenia la esperanza de que esa idiota se hubiera muerto pero hierba mala nunca muere. ¿Quieres saber porque te detesto tanto? Porque tuve una hija que es idéntica a esa zorra.

Una lagrima se escapo de mis ojos y sin poder soportar más su frialdad pregunte:

— ¿Que hice para que me detestes tanto? Lo único que he hecho es..., tratar de ser la hija que has querido siempre.

Agarrando su bolso sin poca o nada de sensibilidad, respondió.

— Nacer, eso hiciste. Si hubiera sabido que serías igual a esa infeliz, te habría abortado. Me repugna ser tu madre. Ah y no hagas dramas con tus infartos, te encanta llamar la atención.

Quedé sola en aquella terraza con los ojos bañados en lágrimas y el corazón latiendo fuertemente. Cai sentada en la tumbona entre hipos y cubriéndome el rostro estaba deseando que la tierra me tragara y me escupiera en otra galaxia. ¿Cómo construiría una familia si la mía era un desastre? Sentía esa frialdad dentro de mí, amaba a mi hija, pero mostrar el amor que sentía por ella era algo que me llenaba de temor. Habían sido tantos rechazos, de tantas partes al mismo tiempo, que no resistiría un rechazo más. Lo único que tenía en la mente era a mi pequeña, Sofía era pura, inocente y merecía todo el amor del mundo, ese mismo que desde que fui concebida se me había negado. Sequé mis lágrimas y Altagracia entró a la terraza viéndome decaída. Se acercó a mí y sentándose a mi lado dijo con la voz suave y sutil.

— ¿Sabes que aprendí de la vida? Que todo pasa por una razón; nada es casualidad.

— Fue..., fue solo una discusión. Nada más.

— No tienes que mentir, no se porque lo hiciste desde un principio.

— No mentí, solo te dije lo que deseaba, lo que siempre he querido tener y nunca he podido. Pero la realidad es que mi madre me odia, toda la vida lo ha hecho y aún no entiendo porque..., bueno ahora lo entiendo un poco.

Altagracia negó con la cabeza.

— Hay mucho más, a su tiempo quizá lo comprendas.

— Mi mamá dice que me parezco a ti. Por eso me odia— aclaré la garganta — ¿Porque ella te odia tanto? Dijo que eres una zorra. Una monja con ese adjetivo no calza.

— Debo irme

— No..., por favor contéstame.

Se puso en pie evasiva

— Daniela..., ella se obsesionó con el hombre del que yo estaba enamorada. Intentó por todos los medios de conquistarlo pero no tuvo resultados. Entonces..., optó por destruir mi relación con él. — Sus ojos sollozaron— lo logró, mírame ahora. Entregué mi vida a Dios y ese hombre desapareció sin dejar rastro.

Seguía sin entender mucho, era como una enredadera que por más que intentara deshilar seguía toda enmarañada. Deseando ver en mi tía algo parecido a lo que no tuve con mi madre le pedí casi a súplicas que se quedara y que mejor momento para incluirla a nuestras vidas que el cóctel de Alessandro. La invité pero ella se vio algo reacia. Es una fiesta y ella una monja de clausura la cual ve todo el mundo exterior como pecaminoso e impuro. Era algo con lo que tenía que comenzar a trabajar con algo de paciencia.

— No creo que sea buena idea.

— Puedes ir con tus hábitos si quieres, me gustaría que estuvieras allí. No invite a mi madre pues..., por obvias razones y pues aunque nos conocemos poco eres mi tía. Puedes quedarte aquí el tiempo que quieras.

Sonrió tenue

— No quiero ser molestia

— No lo eres. Creo que me hará bien tener compañía.

— Bien, iré pero solo por un rato.

No sabe porqué pero me sentía feliz. Tener a Altagracia en la casa era algo distinto en mi rutina y me encantaba sentir que había alguien a quien yo le agradaba. No salió en toda la tarde de su habitación, era raro, es como si se auto castigara alejándose constantemente. Antes de subir y ver mi vestido para el cóctel, fui a ver a Sofía y ella estaba toda risueña jugando con sus manitas mientras miraba su móvil de peces en la cuna. Rosa guardaba unos mamelucos en la cómoda y al verme comentó.

— Señora, su píldora del corazón está junto a una taza de té en la cocina, se le va a enfriar

— Gracias Rosa, no se que haria sin ti.

Sonrió

— ¿Quiere bañar a la bebita?

Apreté los dientes

— No..., mejor hazlo tú.

— ¿Segura?

— Si..., tengo cosas que hacer.

No sabía que me ocurría, pero no deseaba estar cerca de mi hija aunque la amaba. Era algo que no podía explicarlo y eso me daba rabia. Me sentía como la peor de las madres por no querer acercarme a ella pero era algo más fuerte que yo. Fui a la cocina por la medicina y el té. Me detuve y pensé por un momento en que haría con Sofía..., conmigo y con esto de ser mamá. Tomé el té y la píldora como hacía religiosamente todos los días. Ese olor inconfundible y aquellos brazos gruesos, anchos y fornidos me sorprendieron por la espalda y besando mi cuello susurró.

— Tienes un culo..., para comérselo

— ¿Sabes que creo?— Me volteé para ver su rostro — Creo que exageras un poquito, nada más un poquito.

— Si vieras lo que yo, no dirías lo mismo. — Tocó mi rostro y dándose cuenta que había estado llorando preguntó — ¿Que ocurre?

— Nada..., mi madre estuvo aquí y pues..., me recordó lo mucho que me detesta. Pero eso ahora no tiene importancia.

Sujetó con firmeza pero con ternura al mismo tiempo mi cintura y haciendo que mi cuerpo estuviera sobre el suyo sintiendo el roce y como entre sus piernas crecía una dureza que provocaba que mi otra yo interna se apoderara de mis acciones y pensamientos.

— Quiero levantarte la falda, encontrar tus bragas y bajarlas suavemente mientras tu piel se eriza..., oh si ya puedo imaginarte y no sabes como me pones.

— ¡No! Quita tu mano de ahí, estamos en la cocina y rosa puede entrar en cualquier momento.

Mordió su labio con libido y tomándose el momento sin mucha importancia además de no tener miedo a ser pillado miró la puerta de la dispensa.

— ¿Sabes que las dispensas son muy útiles y tienen usos muy peculiares?

Arquee una ceja intrigada

— ¿Ajá? No lo creo...

— Te lo voy a demostrar. Entra a la dispensa

— ¿Qué?

— Que entres a la dispensa

Negué con la cabeza

— No, ¿Para qué?

— Vale, entonces de follo aquí. De cualquier manera lo haré.

Esa respuesta me hizo ponerme a cien en cuestión de segundos. Sentía calor no solo en el rostro, entre mis piernas había fuego y un clitoris mojado y palpitante. Quería seguir en mi postura decorosa y pulcra pero mi otra yo solo quería una cosa, sexo.

— No serías capaz

— No me retes

Sonreí divertida y terminé por entrar a la dispensa. No había tenido como escenario el follar entre costales de patatas, sacos de arroz o enlatados pero allí estaba y es que cuando las ganas entraban, el lugar era lo que menos importaba. Más bien me pareció excitante el estar en una dispensa y poder ser descubierta en cualquier momento. La adrenalina fluía a mil y las manos de Alessandro magreaban mi piel jugando a conquistar cada centímetro hasta que fuera yo misma quien pidiera que me follara duro sin piedad, sin pausa. Colocó mis manos por encima me mi cabeza sujetándolas con una de las suyas mientras con la otra me quitaba el fino y translúcido encaje que cubría mi feminidad que en aquel momento había perdido todo pudor y decencia. Sus dedos se frotaron sobre mi clítoris mientras él me miraba fijamente fascinado por cómo sus manos hacían que mi rostro se deshiciera en gestos fornidos en placer.

— Estas tan mojada..., tan receptiva..., nena no tienes idea de cómo te deseo. Muero por penetrarte, escucharte gemir..., pedirme más.

Sonriendo jadeante susurré

— Me debes un orgasmo

Levantó mi pierna, la elevó hasta un estante lo suficientemente alto como para tener una fácil entrada a mi vagina y poniéndome contra la pared dándole la espalda de modo que no tenía idea de lo que me haría y eso era lo que más me excitaba del momento. A diferencia de lo que él creía, me gustaba como me sometía y quizá era algo hasta enfermo pero dentro de esa rudeza encontraba un placer que en otros lados no hallaba. Mis nalgas chocaban contra sus caderas, frotaba aquella erección dura, gruesa y caliente entre ellas. Mi corazón se detuvo por un segundo y luego latió rápido. Sabía lo que él quería, podía sentir su deseo por poseerme totalmente. Sus labios se acercaron a mi nuca y besándola con suavidad susurró dándome un azote en las nalgas haciendo que brincara y riera al mismo tiempo.

— Muero por comerte el culo. Muero por sentir como te abres de a poco mientras hundo mi polla entre tus nalgas. Pero más deseo escucharte, oír tu voz..., tus gemidos ahogados en tu garganta.

Estaba temblando, sudando y el ardor había sonrojado mis mejillas. Mordí mis labios al sentir la punta de su pene frotarse entre mis labios vaginales. Me sentía como puberta con las hormonas alocadas; quería que me follara, con fuerza, salvajemente. Moría por tenerlo dentro y sentir como mi interior bullía y mi otra yo tomaba control de mi cuerpo. Cerré los ojos y sonriendo jadeante susurré.

— Metemela..., ¡Ahora!

— Eres una golosa

— No más que tú

Cubrió mi boca con sus manos y embistiendo con fuerza hizo que mi vagina se abriera para él por completo. Movía sus caderas en vaivén una y otra vez mientras con una de sus manos jugaban con mis pezones apretándolos y pellizcándolos. Mi cuerpo se sacudía al igual que los estantes de la dispensa comenzaron a sacudirse. Una que otra lata cayó al suelo pero él parecía no darle importancia al hecho de que Rosa podría pillarnos.

— Tócate

— ¿Que?

— Tócate, me fascina ver cómo te das placer

Era una tonta, una ridícula pero aún sentía algo de pena cuando me pedía que me masturbara frente a él. Aún no lograba sentir esa seguridad en mi cuerpo como para frotar mis dedos sobre mi clítoris ante sus ojos sin sentir pena. No era necesario que dijera una sola palabra, el me conocía bastante como para saber que estaba dudándolo.

— Te he follado, te he comido el coño de todas formas posibles y tú ¿aún tienes ese complejo absurdo?

Si, me sentía tonta y estupida por sentir pena y aunque me había follado de todas formas posibles aún no terminaba de convencerme de lo que él veía en mi cuerpo. Cruzando esa línea de vergüenza que diez años de matrimonio habían creado en mí dejé por aquel momento que mis deseos se sobrepusieran sobre mi razón y lo único que querían mis deseos eran una cosa, mis dedos buscando más placer, más ardor entre mis piernas. Froté mis dedos sobre mi clítoris que ya había comenzado a ganar volumen y sensibilidad convirtiendo la pena en puro fuego que no se pagaba, más bien se propagaba sin control. Tiraba de mi cabello, azotaba mis nalgas y volvía a tirar de mis mechones preguntándome a susurros en mi oído si yo le pertenecía. Sabía cuánto le gustaba, como le ponía que le respondiera «Soy tuya» «Follame duro» o mejor aún, era casi un orgasmo para él que le dijera «Quiero toda tu leche escurriéndose en mis piernas» pocas veces me llegaba el morbo a ese nivel pero cuando lograba llegar, Alessandro se follaba literalmente a otra mujer. No era yo, era la mujer que debía ser pero que solo era a ratos. Sonreí, jadee y mordí mis labios experimentando un placer que iba más allá de la carne, de la fricción que su pene en mi vagina ocasiona al embestirme..., no sabía lo que era el placer ni el sexo hasta que fui suya por primera vez y ahora, más que una frase morbosa y llena de libido, era mi realidad, era suya completamente.

— Oh nena..., eres un vicio insaciable. Eres..., toda tu eres puro sexo.

Abrí más las piernas para recibirlo complemente y al sentirlo tocar el fondo de mi vagina rozando esa fina línea donde comenzaba mi útero hizo que de mi garganta aflorara un suspiro y seguido un chillido descarado e indecoroso.

— Oh sí..., dame más..., fuerte..., todo dentro

Sus gemidos y jadeos a mi oído era una de las cosas que más disfrutaba. Un hombre como Alessandro quebrado en suspiros y sometido a una mujer era una de las cosas más excitantes que había experimentado. Explotó en mi interior, temblaba y sus labios estaban calientes, sus ojos rosados intensos y su rostro estaba rojizo y acelerado. Sonrió y aún dentro de mi vagina dejó caer su peso sobre mi cuerpo hundiéndose completamente dejando caer unas cajas de cereal de la repisa.

— Rosa tendrá mucho que levantar aquí.

— Te amo nena. Me tienes totalmente adicto a ti. — Besó mis labios aún jadeante — Pídeme lo que sea, lo que quieras y lo tendrás.

Creo que tenía la oportunidad que esperaba y no la desaprovecharía. Repose mis brazos sobre sus hombros y mirándolo fijamente contesté.

— Quiero..., deseo que me hagas tuya, ser objeto de tus placeres, de tus más bajos y alocados deseos. Quiero ser más de lo que soy ahora. No solo quiero ser la mujer dócil, tierna y delicada; también puedo ser todo lo contrario.

— Amor mío, ya eres todo eso que has dicho.

Negué con la cabeza

— No..., sabes que no. Quiero ser tuya en la habitación.

— Ya hemos hecho el amor en la habitación — Respondió confundido.

— No..., quiero tener sexo en "la habitación". Sabes muy bien de lo que hablo.

Decir eso fue como echar un balde de agua fría sobre una brasa ardiendo. Salió de mi vagina y subiéndose los pantalones se quedó callado pero con su rostro lo decía todo, no le gustó para nada lo que había pedido.

— A veces tienes una facilidad tan grande de arruinar momentos..., ya habíamos quedado en no hablar de eso. No pasará Alicia, jamás.

Salió de la dispensa y volví a sentirme como idiota. Ya no sabía cómo hacer que me tomara en serio respecto a ese tema. Me creía débil, y si.., quizá lo era antes pero el tampoco me dejaba experimentar algo que a él le daba placer y quizá a mi me terminara gustando aún más. Bajé mi vestido y saliendo tras de él lo detuve pidiendo una explicación que por lo que veía, jamás llegaría.

— Estoy cansada de que me evadas. ¡Te estoy hablando!

— Tengo cosas que hacer Alicia. Hoy es el cóctel y tengo unos asuntos que atender antes del evento.

Crucé los brazos indignada.

— ¿Hasta cuándo me vas a tratar como si no pudiera entender nada? Quiero intentar ese mundo, estar ahí y...

Rápidamente me detuvo y mirándome con enojo contestó.

— Me tienes harto con el mismo tema Alicia. No pasará, no tendré sexo sadomasoquista contigo. Ya no se como hacértelo entender.

— Pero con tu esposa lo...

— No eres Caterina, Alicia. Ya basta.

No era Caterina, no era su esposa, no era ni sería esa mujer que compartía todo con él. Teníamos una hija y aún así eso no era suficiente para estar conectados completamente. Me lo había dejado más que claro, yo era Alicia, la mujer que amaba pero no que no podía desear por completo. Era la frágil, la sensible, ese tipo de mujer que solo se le puede hacer el amor, no se puede tener sexo salvajemente porque puede quedar traumada. Creo que ese era el contexto en el cual me tenía Alessandro.

— ¿Estas bien?

Me volteé y vi a Altagracia asomada en el marco de la puerta en la entrada de la cocina. Se supone que la respuesta fuera, «estoy bien» pero sería una mentira tras otra. Suspiré y asintiendo con la cabeza contesté.

— No es nada que no pueda solucionar.

— Estaba pensando en tu propuesta. Me quedaré pero creo que tú y Alessandro necesitan su espacio a solas. Buscaré un lugar donde estar por un tiempo. Pero estaré cerca de ti.

Inconforme con la decisión que Altagracia tomaría negué con la cabeza sintiendo angustia y ni yo misma lo sabía explicar.

— Es una mala idea Altagracia. No es que no crea que seas capaz de sobrevivir allá fuera, pero..., apenas llevas dos semanas fuera del convento del que vienes. Tienes que adaptarte a otro estilo de vida y la verdad, no creo que se te haga fácil.

— Puedo conseguir trabajo

No quería reírme o mofarme de la situación pero verla con el hábito de monja, un Rosario en una mano y en la otra la biblia, como que no me encajaba nada ella buscando trabajo.

— Altagracia..., es un poco precaria tu situación. No creo que haya muchos trabajos que encajen con tu condición.

Arqueó la ceja y algo enojada cruzó los brazos mirándome con indigno.

— ¿Acaso crees que una monja es analfabeta y no puede tener estudios?

— Pues la verdad..., no lo sé.

Su rostro se destenso un poco y sentándose en uno de los taburetes de la isla de la cocina suspiró dando comentando algo que me parecía curioso y extraño al mismo tiempo.

— Soy licenciada en derecho mercantil. Nunca ejercí, tengo un título cogiendo polvo en un cajón. Pero quizá pueda comenzar a ejercer.

Me quedé estupefacta. Altagracia comenzaba a ser igual a una caja de sorpresas de la cual no tenía ni puta idea de lo que podría salir en cualquier momento. Con aquella revelación algo me había quedado claro, sus hábitos no eran su vocación, era más como una obligación. Le ofrecí una taza de café pensando que un café podría hacer fluir mejor una conversación donde terminaría entendiendo más quien era Altagracia. La miré y en su rostro no veía a una monja, veía a una mujer atormentada más no a una novicia.

— ¿Puedo hacerte una pregunta?

Asintió con la cabeza

— Supongo que si

— ¿Por qué eres monja? Y quisiera escuchar la verdad.

— Es mi vocación — Contestó escueta

— No soy muy creyente pero si no me equivoco, la mentira va en contra de uno de los Diez Mandamientos.

Dejando la taza de café sobre la isla, replicó.

— ¿Qué te hace pensar que miento?

— Tu rostro, tu mirada..., aunque estés vestida así y hayas pasado tu vida encerrada en un convento, no creo que sea tu vocación, más bien es como si te castigaras a ti misma.

Enojada pero serena resopló.

— No sabes nada de mi, no tienes idea de cuales son mis deseos y sobre todo mi vocación. Servir a Dios es mi único propósito en mi vida y es lo que siempre he querido.

Tomando un sorbo de mi café me quede callada pensativa. Era obvio que mentía, lo que no comprendía era el porqué. Ocultaba esa verdad con evasivas y por alguna razón ella había llegado a mi vida. Luego de un silencio entre las dos, Altagracia preguntó.

— ¿Por qué me mentiste sobre la relación con tu madre?

— Por el mismo motivo que tú me mientes sobre tus votos quizá.

Sonrió viéndose acorralada.

— Antes de ser monja, me había enamorado de un hombre como ya te había dicho. Mis padres habían elegido al hombre al cual desposar pero no era el que yo quería. — Apretó los dientes — Quedé embarazada cuando tenía dieciocho años. No quería decirle a mis padres porque sabía que no me dejarían tener ese bebé. Entonces, ese hombre y yo planeamos escapar juntos lejos de mis padres y de Daniela.

— ¿Y qué pasó?

— Daniela se enteró y antes de que pudiéramos escapar, le dijo a mis padres. Cuento largo, corto, mis padres me obligaron a irme lejos para evitar la vergüenza que era el tener una hija embarazada de un hombre sin apellido. Me dieron dos opciones: abortaba o una vez diera a luz, tenía que entregar el bebé en adopción. Me negaba a renunciar a mi bebé pero todo se me fue de las manos. Di a luz, y mi bebé desapareció. Mis padres me la arrebataron y no supe más de mi hijo. No sabía si era niña o niño. Ni siquiera tuve la oportunidad de tenerlo en brazos. Me quedaba al menos la esperanza de poder volver a reencontrarme con el amor pero eso también lo había perdido. Una esquela en el periódico de golpe mató mis ilusiones. El hombre del cual estaba enamorada murió poco después. Me llené de rabia, de impotencia y me sentí perdida, sin rumbo. Toda mi vida había sido planeada por mis padres, no podía elegir nada en ella. Daniela envidió toda su vida la atención que me daban nuestros padres sin ella saber que en realidad me sofocaban y yo anhelaba pasar desapercibida. Perdí el norte, me perdí a mi misma y justo cuando toqué fondo, cuando me había dado por vencida, una monja se cruzó en mi vida y me mostró algo totalmente distinto a lo que conocía. Encontré mi vocación, un lugar donde estoy en paz.

— ¿No te da curiosidad saber qué fue de la vida de tu hijo o hija?

Miró su taza de café y luego me miró a mí con una mirada que no sabía explicar. Se quedó callada y meditaba su respuesta. Suspiro con tristeza y sus palabras sonaron nuevamente llenas de pesar y tristeza.

— Hace un tiempo atrás, descubrí que es una niña..., bueno una mujer ya con su vida hecha. Quise acercarme, pero luego me detuve y pensé que quizá era injusto y hasta cruel venir de la nada y destruir la vida de mi hija. Si yo aparezco, es como tirar toda su vida, todo lo que cree que es ahora mismo. Nada cambiaría el que yo aparezca— Sus ojos sollozaron — No perdonaría el no haberla protegido, el permitir que la alejaran de mi.

Estaba confundida. Realmente no sabía si ella tenía razón o estaba siendo cruel y dura con ella misma. Sentí su dolor muy dentro de mí, casi como si pudiera sufrirlo tanto como ella y era raro porque apenas nos conocíamos.

— Eres su madre, cualquier persona desearía tener a su madre a su lado.

— No siempre..., tú y mi hermana no son unidas.

Asentí con la cabeza

— Yo daría lo que fuera porque mi madre me quisiera aunque fuera solo un poco. — Tragué saliva — Cuando te conocí por primera vez me dijiste que necesitabas calmar tu conciencia, ¿A que te referías?

Tartamuda se levantó y sin responder, puso de excusa el que tenía que comenzar a arreglarse para la actividad en la noche dejándome nuevamente con la incógnita de qué era eso que callaba. Bajé la mirada y hablar de mi madre, al final siempre corrompía mi alma, me hacía sentir incapaz de conocer el amor en todo su esplendor, quería fingir que no la necesitaba, pero mi corazón pedía a gritos una madre que jamás llegaría, jamás tendría.

Ipagpatuloy ang Pagbabasa

Magugustuhan mo rin

1M 88.6K 44
Emma Brown es una chica que desde niña supo que todos los hombres eran iguales. Cuando creció se permitió salir con ellos pero dejando los sentimient...
3.8K 1K 48
¿Crees en el amor? ¿En el destino? ¿En el felices por siempre? Renée Sthibensson Carter, creía en esa bestia que se esconde tras el seudónimo de "am...
768 343 12
Farah tendrá que unirse a su peor enemigo para sobrevivir, o aún así, es probable que muera... * Es el año 2050 y el mundo se encuentra a punto de co...
3.7M 162K 134
Ella está completamente rota. Yo tengo la manía de querer repararlo todo. Ella es un perfecto desastre. Yo trato de estar planificada. Mi manía e...