Hablar a la luna

By themooning

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Un día Demien se cae a la alberca de natación del instituto, y Parker es quien lo salva, sin pensar que ese i... More

Sinopsis
01 | La alberca de natación
03 | La cafetería
04 | ¿Qué hago aquí wey?
05 | La excursión
06 | ¡Por la virgen de los homosexuales!
07 | El seis de cada mes
08 | No me juzgues por ser gaylover
09 | Tengo pasto en el culo ¿me lo limpias?
10 | ¡Vivan los gays!
11 | Helado de fresa, una cuchara para dos
12 | Llegó la hora del perreo
13 | Vómito arcoíris
14 | La comida con los (casi) suegros
15 | Cuatro palabras
16 | La clase de natación
17 | Abejita
18 | Las manzanas pasaron de moda
19 | Viaje sobre ruedas
20 | Complicaciones y soluciones
21 | Con la cabeza a punto de explotar
22 | Pizza con sorpresa
23 | ¡Mírenme! Soy Elsa
24 | Hablemos a la luna
Nota final
Extra | El cumpleaños de Dem

02 | El balón

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By themooning

Demien

Una vez me despido de Sally y le doy las gracias, bajo de su automóvil y me introduzco a mi casa.

—Hola —saludo a mi madre una vez dentro.

—Hola, amor —me responde mientras pone la mesa.

Le doy un beso en la mejilla y empiezo a subir las escaleras hacia mi habitación.

—¡Lávate las manos para ya comer! —me indica mi madre mientras entro a mi cuarto.

—¡Sí!

Lanzo mi mochila al suelo y me tumbo en mi cama, disfrutando de un pequeño descanso de minutos. Cargar ese mochilón hace que mi espalda sufra.

Entonces, mis pensamientos son invadidos por el recuerdo de Parker, el chico que me salvó en la alberca. Revivo el momento.

—¿Estás bien?

—Sí... uhm... gracias. De verdad muchas gracias.

—No hay nada que agradecer.

—Claro que sí, me salvaste de morir con diecisiete años.

—Bueno, no era como que te dejaría ahí muriendo.

—Si fueras una persona cruel lo más probable es que sí.

—Me llamo Parker.

—Yo soy Demien.

Vaya que era guapo.

—¡Demien! —mi madre interrumpe abruptamente mis pensamientos y salgo de mi ensoñación.

—¡Ya voy!

Me levantó de la cama y camino hacia el baño para lavar mis manos. Una vez hecho, bajo las escaleras, y me topo con la mesa ya puesta y los platos servidos.

—Tu papá no tarda en llegar —me explica colocando la jarra de agua en el centro de la mesa.

Y tal como si mi madre le hubiera invocado, el timbre de la casa resuena por toda esta. Camino hacia la puerta y la abro alegremente.

—Llegaste justo a tiempo —le digo apartándome para darle el paso.

—¿En serio? Juraba que ya estaban comiendo —confiesa entrando.

Saluda a mi madre con un beso en los labios, y los tres nos sentamos para comenzar a engullir nuestros alimentos.

—Dios, amor esto está delicioso —exclama mi padre mientras mastica su bocado.

—Gracias, amor.

A mi madre le fascina que le digan lo bien que sabe su comida. Estudió gastronomía, y es muy buena en ello. Sin embargo, nunca quiso mostrarle su talento a los demás y se lo reservo a su familia y amigos.

—¿Cómo te fue en la escuela, Demien? —pregunta mi padre.

—Pues nada fuera de lo común —respondo con una sonrisa. Obviamente estoy mintiendo, porque hoy pasó algo MUY fuera de lo común.

—¿Por qué tengo la sensación de que mientes? —inquiere mi madre, mirándome con una sonrisa llena de curiosidad y burla.

Mis mejillas ya parecen un par de jitomates de lo rojas que se encuentran.

—Está rojo, algo nos oculta —le sigue el juego mi padre y yo me río con nerviosismo.

—Es que...

—¿Es qué...? —me intuye mi madre a continuar.

Los dos sin darse cuenta, ya están ligeramente inclinados hacia mí curiosos por escuchar el chisme.

—Casi me muero hoy...

—¡¿Qué?! —mi madre ha cambiado su rostro a uno de preocupación.

—Peeeeero...

Mi madre se calma ligeramente.

—Un chico, bastante guapo, por cierto, me salvó —termino de contar y mi padre emite una bulla de burla.

—A ver, cuéntanos a lujo de detalle.

—No, no lo considero nece...

—¡No! Si que es necesario —me interrumpe mi madre.

—Ya lo soltaste, ahora cuéntalo.

Procedo a contarles todo. Como Sally me llevó a ver a Cameron a la aula de natación, como me caí a la alberca en dónde casi me moría ahogado, y como Parker me salvó. Les cuento también lo poquito que platicamos, y mis padres parecen un par de vecinas cotillas interesadas en todo el chisme.

—¿Y te gusta? —pregunta mi padre, mientras corta un trozo de carne.

—¡No! Digo... es atractivo, sí, pero no me va a gustar alguien con quien solo crucé unas pocas palabras.

—En eso tiene razón, Julio —exclama mi madre.

—Que va, yo me enamoré de ti, y eso que tú me odiabas.

Me sé su historia de memoria.

Un día saliendo del instituto, mi padre se compró un helado e iba charlando con sus amigos, pero entonces ocurrió un accidente. Alguien se le atravesó, haciendo que su helado volase por los aires y acabara impactándose en la blusa de mi madre. Lo peor de esto es que ese día llevaba su blusa favorita.

Mi madre lo odiaba por echarle a perder la blusa, pero mi padre estaba completamente enamorado y hacía de todo para que le perdonara y se enamorase de él. Al final lo consiguió, pero fue a base de mucho esfuerzo y casi suplicas.

—No te odiaba.

—Claro que sí —alardea mi padre entre carcajadas.

—Bueno, solo un poquito.

—Ya.

Me empiezo a carcajear mientras mis padres discuten en broma.

* * *

Odio los deportes.

No es que no me gusten, no, LOS ODIO.

Y esto es debido a varias situaciones. Cuando tenía cinco años, mi familia hizo una carne asada en casa de mis abuelos. Mis primos me invitaron a jugar futbol, y yo acepté. Pero no duré mucho porque no era lo mío. Años después, con nueve intenté de nuevo y me metí a un torneo del instituto... Salí con las rodillas sangrando y sin aire en la panza. Luego en un partido de basquetbol me caí y me fracturé el brazo. Así que sí, odio los deportes.

Pero aquí estoy, en la cancha de voleibol a las fuerzas. Si no lo hacía el profesor de deportes me bajaría puntos. Ya me habían bajado suficientes antes por comer en lugar de hacer los ejercicios.

—Dios, con esa cara parece que comiste mierda —se burla Sally mientras esperamos a un impuntual del equipo contrario, que no ha llegado.

La miro y le saco la lengua.

—No quiero hacer esto. Nunca me pasan la pelota, y aparte me da miedo que me caiga en la cara —exclamo.

—Si eso pasa, entonces yo le meteré un putazo a quién lo haya hecho —dice, y le sonrío.

Luego de esperar unos minutos más, la puerta de la cancha se abre, y por ella entra Parker.

—Lamento llegar tarde, profesor Illinois. El director quería hablar conmigo sobre el torneo de deletreo —se lamenta.

Yo estoy asombrado, porque:

1. No esperaba que el impuntual fuera Parker.

2. Me da vergüenza y no sé por qué.

Siento un codazo en las costillas, y al girarme, Sally me mira con una sonrisa pícara.

—¿Por qué tan nervioso Demien? —inquiere en burla.

—No, no, no... No estoy nervioso —tartamudeo con torpeza.

—Ajá.

—¡Bueno ya, hay que comenzar! —ordena el profesor.

Me pongo de pie junto a los demás y nos ponemos en posiciones. Mientras me acomodo en mi lugar, Parker me voltea a ver, me sonríe, y me saluda con la mano. Tardo unos segundos en responder, pero hago lo mismo; le sonrío y lo saludo con la mano.

El partido da inicio y, como era de esperarse, no me pasan la pelota y yo solo finjo moverme. Pero, si soy sincero, así estoy mejor. Por suerte el profesor no se ha dado cuenta.

A la mitad del juego, uno del equipo contrario golpea la pelota, y esta empieza a volar hacia mí.

TENEMOS UN 33-12

Intento retroceder, pero no lo logro. Cuando la pelota está cerca de mi cara, hago uso de mis reflejos y la golpeo con los ojos cerrados. Al abrirlos, sigo con la mirada la bola, la cuál impacta en la cabeza de alguien.

Cuando veo de quién se trata, me quedo helado.

No.

No.

No.

Mierda.

MIERDA.

Es Parker.

—Mierda —exclamo corriendo hacia el castaño, quién ya está en el suelo.

Al llegar a él, me hinco a su lado.

—Dios ¿estás bien? —pregunto con nerviosismo. Los demás no tardan en llegar—. Mierda, lo siento.

—Sí, no te preocupes. Estoy bien —asegura con una sonrisa.

Le ayudo junto a sus amigos a levantarse del suelo.

—¡Guau! La golpeaste con mucha fuerza —exclama riendo mientras continúa despabilándose.

—¿En serio? Supongo que fue el instinto porque estos espaguetis tienen de todo menos fuerza —digo agitando mis brazos. Él se carcajea.

—¿Estás bien? —pregunta el profesor, quien apenas va llegando.

Felicidades, ganó el premio al mejor profesor de educación física. Dijo nunca nadie.

—Sí, no se preocupe. Solo me duele un poco la cabeza, pero normal —responde Parker.

—¿Seguro que no quieres ir a la enfermería?

—Seguro.

De pronto, una idea bastante alocada atraviesa mi cabeza. Me debato unos cuantos segundos si decirlo o no, pero al final, mi cerebro actúa antes que yo.

—Como disculpa del golpe que te di, te invito un café.

Ajá, por el golpe.

—Te iba a decir que no te preocuparas, pero no te diré que no a un café —responde, y sonrío extensamente.

—¿Te parece hoy en la tarde en el café de la señora William? —pregunto. Todo el pueblo conoce ese café.

—¡Por supuesto! Es mi favorito.

—En el café Williams será.

Parker me sonríe y sin más seguimos con el juego.

*

Hola, hola girasoles.

Bueno sé que la semana pasada no actualicé, pero la verdad es que mis ánimos no eran los mejores. Pero ya estoy mejor y la situación también así que aquí estamos mis cielas.

¿Cómo han estado?

¿Qué tal este capítulo?

¿Parte favorita?

¿Emocionados por la cita?

Oigan quiero aclarar algo, en el capítulo uno puse que Parker era pelirrojo, PERO NO, me confundí, es castaño y Demien pelinegro.

Otra cosita ¿Ya vieron lo nuevo que apareció en mi perfil? jejeje. Se viene...

Pero bueno, sin más que decir, nos leemos la próxima semana.

Adieu.

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