15 | Cuatro palabras

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Demien

Debí haber planeado todo esto con días antes de anticipación, pero no es mi culpa que se me haya ocurrido ayer.

—Te quiero arrancar las greñas —masculla Sally rascando sus cabeza—. Pudiste habérmelo dicho antes. ¿Cómo pretendes hacer todo eso en unas horas?

—Ya sé, pero se me ocurrió ayer. Además, quiero que sea especial.

—¿Y si te esperas una semana?

La miro con reproche.

—No quiero esperar más. Parker y yo prácticamente somos ya casi novios, solo falta formalizarlo.

—Lo puedes formalizar en una semana.

—¡No Sally! Por favor, ayúdame. Te prometo que te pagaré cincuenta dólares, una ida al cine, dos hamburguesas gratis y una noche de mascarillas.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo —exclamo extendiéndole la mano para estrecharla.

—Creeré en ti —estrecha mi mano.

—Te amo.

—Yo te odio.

—Sabes que no.

—Bueno, tengo mucho que hacer entonces. Me voy antes de que se haga más tarde. ¿A qué hora citaste al Weasley perdido?

—A las seis y cincuenta de la tarde para legar allá a las siete y media

—Vale, hay tiempo. Te adoro, nos vemos al rato —se despide tomando sus cosas y saliendo de mi habitación.

Escucho como se despide de mi madre y luego como se cierra la puerta.

—Bueno, ¿por dónde empiezo? —me pregunto a mí mismo.

Hago una lista de las cosas que tengo que hacer y las ordeno de la más sencilla a la más fácil. También hago una lista a parte de lo que Sally me ayudará a hacer.

Quiero que todo sea perfecto hoy.

Enciendo mi computadora y busco el número de teléfono del campo al que el otro día él me llevó. Justo en el que dimos nuestro primer beso.

Al encontrarlo, lo marco en mi celular y presiono el botón verde de "llamar".

—Buenas tardes, Sunshine camp ¿en qué te podemos ayudar?

—Buenas tardes, me gustaría hacer una reservación.

—Puede darme sus datos y especificar que le gustaría hacer en nuestras instalaciones.

Y entonces me suelto como hilo de media a contarle todo lo que planeo y me gustaría hacer, ella me da el precio y sorpresivamente no es tan caro como pensaba que sería.

—Perfecto. Entonces a las seis y media de la tarde queda su reserva señor Russel —anuncia ella tras el teléfono.

Odio que me llamen señor. Me hacen sentir viejo. ¡Solo tengo diecisiete años! Aunque honestamente parezco un anciano. Me truenan todos los huesos y me canso con tan solo correr unos cuantos metros.

—Genial. Muchas gracias, señorita.

—No hay de que. Linda tarde.

—Igualmente.

Cuelgo la llamada y suelto un suspiro.

Primer tardea cumplida. Tomo el bolígrafo y le hago una raya en la primera cosa de la lista. Así me es más fácil organizarme.

Hablar a la lunaWhere stories live. Discover now