Papa Love

By Lucy_Valiente_W

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Paula y su hermano han perdido a sus padres y conviven con Samuel, su tío político. Él los cuida bien y no ti... More

Capítulo 1. Mi camisón nuevo
Capítulo 2. Pared de azulejo
Capítulo 4. Juegos nocturnos
Capítulo 5. Salida
Capítulo 6. Tarde de estudio
Capítulo 7. Castigo merecido
Capítulo 8. El examen de mates
Capítulo 9. Mentira
Capítulo 10. La zorra de mi profe
Capítulo 11. Como imanes
Capítulo 12. Una oveja entre lobos
Capítulo 13. Roles
Capítulo 14. Control
Capítulo 15. Regalos
Capítulo 16. Lejos
Capítulo 17. Mi rutina
Capítulo 18. La cajita azul marino
Capítulo 19. Sinceros
Capítulo 20. Familia
Capítulo 21. Fuego
Capítulo 22. El pitido
Capítulo 23. La verdad
Capítulo 24. Otra vez
Nota de la autora

Capítulo 3. El test

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By Lucy_Valiente_W

En el desayuno, cuando fui a saludarle como todos los días, Samuel giró la cabeza y mi beso acabó en su boca. Alejandro estaba detrás y nada podía ver, así que le volví a besar y a volver a hacerlo. Él me observó mientras yo iba a sentarme a la mesa y mientras me sentía más feliz que ninguna otra mañana.

Pensé que haría lo mismo con la despedida en el coche, pero a pesar de las quejas de mi hermano, quiso dejarnos frente a la puerta del colegio.

―Soy responsable de vosotros ―dijo―. Seguiros con el coche me parece una tontería.

―Pues no nos sigas ―repuso mi hermano―. No vamos a perdernos.

―No protestes. Si alguien te dice algo, le mandas a hablar conmigo.

Se mantuvo allí hasta que sonó el timbre para entrar a las aulas. Me pregunté si lo haría para ver si algún chico me saludaba con un beso, pero eso no iba a suceder de todos modos. Mis labios y todo mi cuerpo eran solo suyos, al menos mientras él así lo quisiera.

El tiempo volvió a ralentizarse, pero me obligué a centrarme en las clases y hallé así cierta distracción, aunque tuve que volver a pedir ir al servicio. Entonces, cuando regresaba al aula, escuché la risa de una mujer y también la voz de Samuel. El corazón me dio tal vuelco que tuve que llevarme la mano al pecho.

Me escondí en el hueco de la puerta del aula más cercana, y desde allí vi a mi profesora de matemáticas hablando con mi hombre en mitad del pasillo. Él hizo el amago de irse, pero ella le llamó la atención, le dijo algo, y luego le tocó un brazo mientras sonreía. Samuel estaba tan serio como de costumbre, como lo estaba también conmigo.

El pecho me dolía tanto que me encerré en el baño y aproveché la soledad para dar rienda suelta a mis lágrimas. Esperaba que de esa manera pudiera mantener la compostura cuando volviera a ver a Samuel, pero cuando regresé al aula, el profesor me preguntó qué me ocurría y indicó que fuese a la zona de dirección para que alguien me revisase.

Pensé que solo me dejarían sentada en una silla esperando a que se me pasase el supuesto mareo que me había dado, pero me llevaron con la orientadora y ella quiso saber si yo creía que podía estar embarazada. Enseguida recordé el semen de Samuel llenándome entera y escurriéndose entre mis muslos, y acto seguido, la mano de mi profesora de matemáticas en su brazo. El llanto regresó y la orientadora dedujo lo que no era.

―No, no es eso.

―¿Segura? Deberías hacerte una prueba.

―No tengo novio ni nada. No es eso.

―¿Entonces? ¿Qué te preocupa? Me han dicho que estás un poco distraída últimamente.

―No es nada. Es que... Bueno, me gusta alguien que... No es lo mismo para ambos.

―Entiendo. No te preocupes, se te pasará. Hay muchos chicos que...

―Sí, ya lo sé. Estoy bien.

Se mostró resignada, sabiendo que nada podía hacer por mí salvo recordarme que ella estaba disponible para cuando yo lo necesitase, y me permitió marcharme. Acababa de entrar en el vestíbulo del colegio cuando escuché mi nombre, y allí estaba Samuel, con más seriedad en el rostro que nunca.

―¿Qué haces aquí? ―pregunté evitando mirarle a los ojos.

―Me han llamado. Dicen que te has mareado.

―Estoy bien. Vuelve a casa.

―Te vienes conmigo.

―¿Qué? No, tengo clase.

―Hoy no.

Me agarró del brazo y tiró de mí fuera del colegio. Pensé en resistirme, quería hacerlo, pero lo que más deseaba en el mundo era estar a solas con él todo el tiempo posible. Me metió en el coche y condujo durante apenas un minuto.

―¿A dónde vas? ―inquirí.

Se bajó del coche y bloqueó las puertas con el mando. Yo podía abrirlas si quería, pero él estaba enfadado y no tardé en sospechar la razón al verle entrar en una farmacia. Regresó con una pequeña bolsa, que me entregó en cuanto llegamos a casa.

―Métete en el baño ―ordenó―. Esperaré aquí.

Abrí la bolsa y comprobé que era un test de embarazo.

―¿Esto es en serio?

Señaló el baño con la cabeza. Traté de decirle que aquello seguro que era absurdo, que era demasiado pronto, pero él me obligó a cruzar aquella puerta y la cerró enseguida.

―Hazlo o te lo haré yo ―dijo.

Saqué el test de la caja y me bajé las bragas para sentarme en el inodoro. Saberle al otro lado de la puerta me complicó la tarea, pero no tenía ninguna duda sobre el resultado. Cuando le enseñé el negativo, el alivio que se apoderó de su rostro me hizo sentirme desdichada.

―¿Contento?

―¿Qué precauciones tomas con ese novio tuyo?

―Más que contigo, seguro.

―Conmigo no son necesarias.

―¿Y eso por qué no?

―Soy estéril.

Una de las cosas que yo deseaba hacer con él era tener hijos, en ese futuro ideal que yo me había construido a los quince. Él apartó la mirada y comprendí que no solo aquello era verdad, también le resultaba doloroso.

―Sobre todo por eso nos separamos tu tía y yo ―añadió―. Así que con quien debes tener cuidado es con ese chico. Espero que estéis usando preservativos, al menos.

Parecía que estuviese oliendo algo apestoso. A pesar de lo que hubiera podido suceder en el departamento de matemáticas, me acerqué a él y susurré:

―Eres el único con el que lo he hecho sin nada.

Me agarró de la cintura y del cuello y nos giró para besarme contra la pared. No tardó en colarse en mi ropa interior, ni en introducirme un dedo por completo, captando con su boca el gemido que se me escapó. Pero no me folló allí, me llevó hasta su cama, y me abrió la camisa y el sujetador para saborear mi pecho antes de deslizarse hacia abajo.

Me estremecí solo de imaginar lo que iba a hacer, pero tuve que tratar de detenerle.

―Samuel, acabo de...

Apretó la cara contra mi sexo e inspiró hondo, y no pude decir nada más. Me quitó las bragas, se las guardó en el pantalón y me observó hasta que me atreví a mirarle. Sus ojos se clavaron entonces en los míos y sus labios en mi ardor, y mis dedos se entremezclaron con los rizos de su cabello.

En cuanto logró su propósito, me dio a probar de mi propio sabor y se sumergió dentro de mí. Le rodeé con mis brazos e imaginé que aquella era mi primera vez.

―Nunca me lo habían hecho ―confesé.

Se mostró complacido un instante antes que confuso.

―¿Qué clase de hombres te han gustado?

―Ojalá me hubieses desvirgado tú.

―¿Cuándo fue?

―A los catorce.

―¿Tan pronto?

―Tenía muchas ganas de saber cómo era. Pero fue decepcionante. Nada que ver con estar contigo.

―¿Y con ese chico?

A punto estuve de revelarle la verdad, pero tampoco mentí:

―Nadie lo hace mejor que tú, ni la tiene más grande.

Me apretó para meterse aún más, si era aquello posible, y yo conseguí que hiciera lo mismo con su lengua en mi boca. Muy poco después, me alcanzó el orgasmo. Él no se movió, pero por si acaso le cerqué con brazos y piernas, y entonces apoyó la cabeza en mi pecho.

De un momento a otro, entre los paseos de mis dedos por su cabello y por su piel, me di cuenta de que se había quedado dormido. No quería despertarle por nada del mundo, así que permanecí inmóvil mientras disfrutaba de su cercanía. Y también, pensaba en mi profesora y en si tenía motivos para creer que él se había acostado con ella. Lo que no tenía era derecho a enfadarme.

Samuel era un hombre muy atractivo, por lo que seguramente a mi profesora le gustase, pero eso no quería decir que hubiera sido correspondida, aunque tampoco significaba que él no hubiese estado o fuese a estar con cualquier otra mujer. Pese a que en el año que llevaba ocupándose de mi hermano y de mí yo no le había conocido pareja alguna, bien podría haberse visto con quien fuera mientras nosotros dos estábamos en el colegio.

Y aunque ardía de celos al imaginar a otra persona tan cerca de él, esperaba que hubiera hallado consuelo como yo lo había intentado, y como los dos no teníamos una relación, yo no podía reclamarle nada. Lo único que podía hacer era confiar en que no llegaría el día de saber que mi hombre se estaba entregando a alguien más.

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