Capítulo 8. El examen de mates

5.4K 245 15
                                    

No accedió a volver a follar hasta que yo hubiese resuelto dos veces el examen de prueba que él mismo me había confeccionado. Las caras que puso mientras corregía el primer intento me hicieron sonreír y robarle varios besos.

―¿No sabes que se me dan bien las mates? Venga, vamos a darnos un baño.

―Aún queda el otro examen ―repuso ofreciéndome más folios con su preciosa letra escrita en ellos.

―Samuel...

―Venga, si no has tardado tanto.

El resultado fue similar y él dejó de resistirse. Como su novia que me sentía, me abracé a él en el agua y también en el sofá, y cuando llegó la hora de ir a recoger a mi hermano, le acompañé a hacerlo.

―¿Qué hacemos el próximo finde? ―pregunté ya de vuelta―. ¿Qué te apetece, Alejandro?

―Es el cumple de Carlos.

―Es cierto. ―Crucé una significativa mirada con Samuel―. ¿El domingo? ¿Vamos a comer a algún sitio?

―¿Y me compráis algo?

―Si te portas bien hasta entonces ―dijo Samuel.

―Yo siempre me porto bien ―se quejó mi hermano.

―Pero esas notas podrían ser un poco mejores.

Alejandro hizo un mohín y me preguntó qué tal llevaba el examen de matemáticas. Samuel y yo volvimos a mirarnos.

―Muy bien ―contesté―. Samuel me ha ayudado mucho.

―Sí, es el mejor.

Una preciosa sonrisa dominó los labios de mi hombre. Tuve que esperar a que aparcase el coche, abriese la puerta de la casa y le dijera a mi hermano que fuese a ducharse para poder reclamar un beso de esos labios.

―Nunca te he dado las gracias por todo lo que haces por nosotros ―dije―. Te lo agradezco mucho y Alejandro también. No sé qué haríamos sin ti.

Se me quedó mirando mientras sus manos apretaban mi cintura. Volví a besarle y a volver a hacerlo.

―Sois mis sobrinos.

Negué con la cabeza, rozando su nariz con la mía, y entonces fue él el que me besó a mí.

―Los primeros meses fueron complicados y lo siento mucho. Pero no te rendiste y seguiste a nuestro lado, a pesar de que tenías tu vida. ¿No preferirías regresar a ella? ¿A tu trabajo?

Me agarró del cuello y nos apartó lo justo para que yo viera que no había duda alguna en su expresión.

―Esta es mi vida ahora, Paula. Tú y Alejandro. Él es como mi hijo y tú... Los dos me hacéis muy felices.

―¿De verdad?

―Por supuesto.

Se fijó en mis labios y yo no tardé en unirlos a los suyos, ni en abrazarle, ni en pedirle que me hiciera el amor. Tuvo él que recordarme que Alejandro aparecería de un momento a otro, y que separarnos, pero antes, le dije lo mucho que le quería. Y para mi sorpresa y para mi gozo, aunque habló tan bajito que casi no lo oí y aunque no se refiriera a lo mismo que yo, él me contestó.

Le ayudé a hacer la cena y le besé todas las veces que pude. En cuanto Alejandro estuvo en su cama, nos fuimos a la mía y probamos la triple penetración, con la ayuda de mi consolador y de un juguete nuevo que se enganchaba a su miembro. Enseguida quise repetir, pero al día siguiente había que madrugar y él se negó. No pude replicar cuando me rodeó con sus brazos.

Papa LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora