Capítulo 2. Pared de azulejo

10.6K 423 29
                                    

La mañana transcurrió particularmente despacio. Y no me enteré casi de nada de lo que decían los profesores, porque a cada rato estaba pensando en el miembro de Samuel, en sus manos y en su boca. Llegué a sentir tanto ardor que tuve que pedir permiso para ir un momento al baño. La idea de masturbarme se me pasó por la cabeza, pero allí olía a pis y me pareció que podía coger una infección sin ni siquiera tocar nada.

Cuando las clases por fin acabaron, vi el coche de Samuel aparcado justo al otro lado de la calle. Entonces, me llegó un mensaje suyo en el que me decía que fuésemos a donde siempre, que él nos seguiría hasta allí. No entendía muy bien por qué hacía aquello, pero intuí que él iba a convertirlo en una costumbre. Alejandro se quejó en cuanto se dio cuenta.

Saludé a Samuel con un beso en la mejilla que casi alcanzó la comisura de su boca. Aún no nos habíamos besado y me moría por hacerlo, pero aquello era algo más propio de parejas, y yo tenía claro que él solo me deseaba. Y de momento me conformaba con poder follar, aunque fuera únicamente por la noche.

Samuel parecía querer repetir, o eso me decían sus continuas miradas a mi cuerpo, pero no dijo ni hizo absolutamente nada, pese a que me había dejado puesto el uniforme, ni siquiera cuando Alejandro se fue a jugar a la Switch y los dos nos quedamos fregando los platos.

―He pasado mucho calor en clase ―dije. Él hizo como si no hubiera oído nada―. He tenido que ir al baño a mojarme con agua fría.

―Paula, por favor.

Tragó saliva y yo contuve una sonrisa. Me quedé mirándole, lo guapo que era para mí, lo mucho que deseaba volver a sentirle en mi interior, y él me acabó correspondiendo y entonces se fijó en mis labios. Apenas un segundo, menos que eso, pero lo hizo. Sin embargo, cuando toqué su brazo, se apartó enseguida.

―Vamos a terminar ―dijo.

Su actitud me decepcionaba y excitaba por igual, hasta que bajé la mirada y vi el bulto en su pantalón.

―Me arde ―susurré―. Te quiero dentro de mí. Pero si tú no quieres, entonces tendré que ver buscarme a otro, aunque me extrañaría mucho dar con alguien que la tenga tan grande.

Se detuvo un momento. Entonces, se quitó los guantes y fue hasta la puerta de la cocina para cerrarla. Cuando le vi venir a por mí, salí corriendo y bordeé la isla de la cocina, pero no tardé en dejarme atrapar ni él en darme la vuelta e inclinarme sobre la encimera. Luego me levantó la falda y me metió la mano en mi ropa interior, y cuando gemí, me tapó la boca.

―Sin ruido ―susurró en mi oído.

Se abrió el pantalón y me bajó las bragas hasta las rodillas. Excitada como nunca en mi vida, le supe acariciar mi sexo con el extremo del suyo. Moví mis caderas y él me rodeó el cuello con un brazo justo antes de empezar a invadirme. No tardé en sentirle jadear en mi oreja, ni su lengua, ni sus dedos en mi zona más sensible, mientras me embestía como muchas veces me había imaginado que podría hacer.

―Más ―pedí―. Quiero más.

Me siseó y eso solo hizo que mi excitación creciese. Usé su brazo para ahogar mi placer, mientras el suyo me erizaba entera y acompañaba al resto de sus atenciones en la persecución de un final que estaba muy próximo.

―No te pares. Casi...

Aceleró un poco y me llenó del gozo de ambos. Pero no se separó enseguida, como solían hacer otros hombres, sino que se mantuvo dentro unos segundos con la cara pegada a mi cabello. Luego cogió un poco de papel para limpiarme, me recolocó la ropa y, sin más, regresó al fregadero.

―Voy a darme una ducha ―dije.

―¿Quieres que te lleve?

―No, vienen a recogerme.

Papa LoveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora