Una Razón Por Cual Vivir - En...

By melissacalzas

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Melissa Thompson tiene un destino ligado a resolver sucesos familiares anteriores y, ahora, actuales. Esta ch... More

Una Razón Por Cual Vivir
CAPÍTULO I : VACACIONES
CAPÍTULO II: SORPRESA
CAPÍTULO III: Un Giro Inesperado
CAPÍTULO IV: Una Vida Nueva
CAPÍTULO V: ACCIDENTE
CAPÍTULO VI: EN PELIGRO
CAPÍTULO VII: FALSA ALARMA
CAPÍTULO VIII: ACTO CÓMPLICE
CAPÍTULO IX: ¿ELLA?
CAPÍTULO X: ¡EN ACCIÓN!
CAPÍTULO XI: EN SU BUSCA
CAPÍTULO XII: UNA... ¿NOTA?
CAPÍTULO XIII: REENCUENTRO
CAPÍTULO XIV: RECUERDOS
CAPÍTULO XV: SEÑAL.
CAPÍTULO XVI: CRUEL VERDAD
CAPÍTULO XVII: EN CAMINO
CAPÍTULO XVIII: ¿AL BORDE DE LA MUERTE?
CAPÍTULO XIX: ¿DESTRUYÉNDOSE?
CAPÍTULO XX: TAL VEZ, DESPUÉS DE TODO, NO SEA TAN MALO
CAPÍTULO XXI: RECONOCIENDO LA VERDAD
CAPÍTULO XXII: AMOR ETERNO
CAPÍTULO XXIII: ¿COMPAÑEROS?
CAPÍTULO XXIV: ¿TODO ESTABA PLANEADO?
CAPÍTULO XXV: ÉL NO PUEDE SER REAL
Capítulo XXVI: UNA PÉRDIDA DOLOROSA
CAPÍTULO XXVII: MÁS FUERTES QUE NUNCA
CAPÍTULO XXVIII: REGRESO
CAPÍTULO XXIX: ¿ÉL ESTÁ DE VUELTA?
CAPÍTULO XXX: ¿YO? ¿PARANOICO?
UN PASADO LATENTE
Personajes:

CAPÍTULO XXXI: ¿QUIÉN DIJO QUE ESTE SERÍA EL FINAL?

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By melissacalzas

Capítulo XXXI

¿Quién dijo que este sería el final?

Cuando todo pareció ir a mejor, ya todos seencontraban reunidos alrededor de una arboleda a la espera de ver por fin a aquellos serestan queridos, aunque sólo quedasen sus cuerpossin vida.Melissa se hizo paso entre Isabelle y Ailén, puesto que ellas estaban situadas en el centrodel no muy amplio semicírculo.Melissa dibujó un círculo en la poca arena quehabía, rodeándose a sí misma. Anabelle, cuandosupo que ella estaba en posición, la pasó el dije,cuyo objeto fue colocado en el suelo y dentro delcírculo. En el momento que fue situado correctamente, una pequeña corriente de aire frío traspasó las anatomías de cada uno de ellos. David sintió un leve escalofrío que le recorriócada una de sus partes, y pegó un respingo al oír lagrave voz de August detrás de él. 

—Tranquilízate —le ordenó August—. ¿Pensabasque no vendría? ¿Qué me perdería este grandiosomomento? –comentó cínicamente.

 No le contesté, ni siquiera le miré. Todas aquellas palabras se entremezclaban y no podía llegar aninguna conclusión.No sabía qué hacer, no sabía lo que sucederíadespués. No sabía nada y eso era lo que más meatormentaba.Si bien es cierto que este objeto hará que loscuerpos quedasen en el dije, la culpa recaería sobre Melissa y nadie sospecharía de mí, pero yo nosoy así... Pero en el caso de que este no interviniese en el rito, nada sucedería y todos seguiríamosmedianamente bien, mas con un dolor punzante alvolverles a ver y tener que sepultarles... 

—¡No le des más vueltas! ¡Sólo debes colocarlo aun metro de distancia y no deberás preocuparte denada más! Además, siendo un objeto tan anticuadono es que sirva de mucho, ¿no? –pensé, intentando convencerme a mí mismo. Fijé mis ojos en los de August y puedo jurar queen ellos había una mezcla de inseguridad y de esperanza, algo demasiado extraño en él.Sólo me limité a asentirle y, cautelosamente, meseparé a la distancia adecuada entre los dos objetos, rezando para que nada pasara.Lo más ágilmente posible volví a mi lugar y sentícómo la mirada de Jack recaía sobre mí, lo cual hizo que me contrajera y me ceñí a seguir escuchando,cabizbajo, el rito. 

(...)

— ¡Melissa, concéntrate, no está funcionando! –decía Anabelle presionándola.

 –No... No puedo más —le reprochó exhausta ycayendo de rodillas al suelo, haciendo que la escasa aura que permanecía rodeando el círculo seapagara.

 Evan, repentinamente se comenzó a encontrarmal, por lo que Daniel, Jack y Ailén, alarmados, letrasladaron lo más rápido posible a su habitación. 

(...)

— ¡Anabelle, ya basta! Ella no tiene la culpa —explotó irritado Nathan.

 –¡No me jodas, Nathan! Pues si no es su culpa,¿de quién es entonces? —le gruñó Anabelle, reprochándole en el mismo tono.

 –¡Ey! ¿A qué se debe tanto alboroto? –preguntó Daniel, apareciendo por uno de los laterales delamplio jardín.

–¡Ella, ella tiene toda la culpa! La creía una buenalíder, uno de los seres más poderosos y admiradosde todos los tiempos... ¡Maldigo el día en el cualEvan pudo infiltrarse en tu universidad y traerteaquí! –continuaba relatando Anabelle.

 –¡Mi hermana no tiene la culpa, y tú no eres quiénpara juzgarla! –comentó dolido Gabriel–. ¿Y sabes por qué? Porque tú, desde que regresasteis de labatalla, te has comportado muy raro y has estadodistante, demasiado diría yo... Has estado tan sumergidaen tus pensamientos, o en la mierda que tengas enla cabeza, que tú, ni nadie, se ha dado cuenta de loque verdaderamente le sucedía a Evan y por lo queestá pasando mi hermana. Y tú –dijo señalando aDaniel– eres un puto cobarde. Sí, como bien puedes oírlo. Desde que Jack habló con vosotros, mihermana y tú no habéis tenido la misma relación.¿Acaso te sigues guiando por lo que diga o haga lagente? ¿Acaso no tienes personalidad? ¿Acaso yano la quieres? Porque te puedo asegurar que ellaa ti te ama, y lo hace con todo su ser... ¡No la mires arrepentido, y ni se te ocurra acercarte a ella!Sí, puede que sea menor que tú, Daniel, pero soyconsciente de cuánto daño puede hacerse a las personas que menos se lo merecen... y es muy injusto. 

Nadie volvió a decir media palabra. Todos estaban perplejos al oír el tono empleado por Gabriel,puesto que siempre se demostraba silencioso y ausente, pareciendo no prestar atención a lo que sucedía en su entorno. Ciertamente, Gabriel era un chico de pocas palabras; amaba el silencio, pero que fuese callado no significaba que no prestase atención y observase cadamísero detalle, por lo que había veces que solo él sedaba cuenta verdaderamente de lo que estaba ocurriendo, a pesar de que no tenía un pelo de tonto. 

—Ven, te ayudaré a levantarte y a llevarte a tu habitación para que puedas descansar –le dijo a Melissa, quien aún se encontraba arrodillada en elsuelo y sosteniendo el dije. Esta sólo se limitó aasentir y a gastar la poca energía que todavía contenía para que su hermano no tuviese que hacerun gran esfuerzo.

 Una vez en pie, se tambaleó, pero suhermano, con ayuda de Daniel, logró estabilizarla.Al ver quién sostuvo a su hermana, frunció el ceñoy, a regañadientes, simuló un "gracias". Subiendo las escaleras de la segunda planta, seoía un inmenso alboroto procedente de la habitación de Evan. Ambos hermanos quisieron pasarpor desapercibido aquella escena, pero siendo en elprimer dormitorio, se acercaron un poco más a lapuerta que se encontraba entreabierta. 

—¡Nos traicionaste de nuevo! –balbuceó Jack frustrado y tirando hacia atrás del poco pelo que todavía conservaba en perfectas condiciones—. Debímatarte cuando lo hiciste la primera vez, aquellaera una buena ocasión... ¿Quieres saber por quéaún sigues preservando tu miserable vida, muchacho? Por ella —dijo elevando el tono, lo que hizoque Gabriel y Melissa se sobresaltaran y quedasenen vista de un Jack demasiado enojado, un Davidasustado y de un Evan bastante agotado.

–Esto... Habíamos escuchado voces, y vinimospor si sucedía algo... Nosotros ya nos vamos — comentó Gabriel atrozmente, casi atragantándose en sus propias palabras a causa de sunerviosismo.

 –No importa, Gabriel, aunque no encuentro elmotivo por el cual me tengas ese miedo... ¿acasoimpongo tanto, David? –preguntó Jack acompañado de una pequeña risita.

David asintió, negó, asintió y volvió a negar conla cabeza, logrando una carcajada muy escandalosa por parte de aquel viejo.

— ¿Os vais a quedar ahí, en la puerta, como unospasmarotes o vais a entrar? –se dirigió esta vez alos hermanos, a lo que estos asintieron coordinadamente y entraron al interior del gran dormitorio.

–Como iba diciendo... fue por Ailén. Ella fue quienme rogó, o más bien me exigió, que te diese una segunda oportunidad, y de verdad que no te puedesni imaginar cuánto odio haber tomado aquella decisión y no haber seguido mi propio instinto. Es más,yo no seré quien te mate, porque soy conscientede que alguien está detrás de todo esto... Háblamecon sinceridad, David... ¿Qué fue lo que colocastea, exactamente, un metro de distancia? ¿Quién telo dio? ¿Cómo funciona? –le ordenó Jack, quienparecía estar algo más calmado.

 –Es un objeto de plata demasiado similar a unaruna. Hay diversos tipos de estas, y cada una varíasegún la función que puedan desempeñar... En estecaso, la runa que David ha utilizado ejerce el poderde deshacer cualquier prototipo de rito o conjuro,teniendo la suficiente capacidad para invertirlo —contestó Evan, intervención que David le agradeció con unano muy amplia sonrisa.

 –Melissa, lo siento... Pensé que al ser un objetotan antiguo no funcionaría, pero me equivoqué.  Yo... entiendo que no quieras perdonarme y quetal vez sientas odio, rencor y decepción hacia mipersona. Lo lamento tanto... –confesó David,quedando desconcertada a la chica, quien aún nosabía cómo reaccionar ante toda dicha información.

–David... No te preocupes, no pasa nada —dijoMelissa acercándose a él—. Todos cometemos errores, algunos irreparables, pero sean como sean,siempre aprendemos de ellos.

— Gabriel... –mencionó Ailén—. ¿Puedo saber quéte pasa? ¿Por qué estás tan traspuesto últimamente? ¿Hay algo que te perturbe? 

—Claro que lo hay –pensó el chico– y no se puede hacer nada... No es algo, es alguien, y no, nosé quién puede estar provocándome esta locura.Aquella profunda herida de momento no ha terminado de sanar como debería haberlo hecho; y puede que todo vaya a peor, y cuando digo todo, nosolo me refiero a mis temores.

 —No, Ailén, no me sucede nada como para tenerque preocuparse –le contesté, haciendo que mispalabras sonasen un tanto más seguras que mispensamientos.

 –Bien... Evan —le llamó Jack alarmándole—. ¿Cómo dijiste que se llamaba el individuo que ledio a David la runa? 

— No lo dije, abuelo, aunque creo que ya tienes alguna que otra teoría sobre quién puede ser, ¿no esasí? –le replicó Evan. 

 (...) 

— ¡Que te guste mi prima no quiere decir que tengas que darla la razón siempre, Carlos! –dijo Daniel incrédulo—. Anabelle, lo siento, pero no llevasla razón ahora. 

—¡Pues tampoco quieras defender a tu novia, prima, o lo que sea tuyo! –protestó esta vez Calum.

— ¿Acaso todos la echáis la culpa? ¿De verdadcreéis que Melissa no ha hecho todo lo posible, queno lo ha intentado? ¿Sabéis lo que pienso? Que vosotros no hacéis nada al respecto, y que sólo seos da bien criticar y hundir a otras personas porcometer errores. Ojalá os callen la maldita boca yay os arrepintáis de todas las tonterías que estáisdiciendo —habló Daniel cabreado y entrando alinterior de la mansión.

Frustrado, Daniel caminó exasperado por todo elliving sin saber qué hacer, cómo actuar y a quiéncreer. Ya harto de solo poder pensar en la recientediscusión, decidió ir a ver a su hermanastro.Cuando terminó de subir el último peldaño delas escaleras, se percató de la presencia de Nathan,quien parecía un tanto impaciente ya que daba lasensación de que estaba esperándole

 –¿¡Qué diablos!? –pensó Daniel al verle.

 –Tenemos que hablar –esas palabras bastaronpara hacerle saber a su hermano que algo andabamal, muy mal—.  August. Nuestro padre... él está de vuelta. No mepreguntes cómo lo sé ni el porqué, porque no tengola más remota idea, pero hoy en la madrugada oía Jack hablar por teléfono con alguien. Y ese sujeto era August. No alcancé a escuchar demasiado,pero sí lo suficiente como para ser capaz de asegurarte de que tiempo atrás, Evan y ellos hicieronun importante pacto: este consistía en que nuestrohermanastro quedase con vida, pero con la condición de obtener todo el poder e inmortalidad denuestra líder. ¡Escúchame! –elevó el tono Nathan,quien sujetó con firmeza el antebrazo de Daniel, quien hizo el amago de irse para evitar continuar escuchándole—. Hay más: ellos quieren romper el pacto, por lo quedebemos intentar que Evan no nombre a August,porque entonces él morirá y les dará paso a la estrategia que ellos llevan planeando. Gabriel, comotambién lo es David, son víctimas de su acoso. ¿Porqué crees que el hermano de Melissa tiene tantaspesadillas, ve sombras y se despierta con lesiones ysiempre a la misma hora? ¿Por qué crees que Davidestá tan distante, ha cambiado su forma de ser, nohabla apenas y su rostro refleja tantísimo temor?Les están haciendo enloquecer, y están cayendo enel profundo agujero que ellos les han creado paraque sean incapaces de salir. 

—Gracias, her... Nathan. Lo tendré en cuenta paralo que pueda pasar —iba a pasar de largo, pero algo le retuvo y decidió preguntarle— ¿Qué hacíastú despierto a esas horas? 

–Digamos que yo también tengo mis pequeños secretos, hermano –le relató Nathan pasando por su lado ypalmeándole el hombro, para luego desaparecer.

Daniel necesitaba explicaciones, y tendría que ser Evanquien se las diese. Así que no se demoró demasiadoy entró a su habitación, no sin antes de coger unabocanada de aire. 

Lo mejor está por venir, pero... ¿quién dijo quelo peor no? 

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