Connie 🤍

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Optaste por contener una carcajada tras leer el nombre plasmado en el papel. En su lugar, una divertida risa se abrió camino. Un codazo a uno de tus costados hizo enfocar tu mirada en Sasha, quién poseía una amplia y cómplice sonrisa en el rostro.

—¡Connie, chico afortunado! —Sasha gritó. Reiner y Jean se hicieron a un lado para revelar al chico de baja estatura, quien se había congelado por la sorpresa.

—¿Qu-quién, yo? —farfulló al notar, segundos después, lo que estaba ocurriendo. Connie se señaló así mismo aún incrédulo de su fortuna. Jurabas que un rubor se extendía sobre sus mejillas—. No puedo... Quiero decir...

—Vamos, Conster. En la guerra y en el amor todo se vale, ¿no? —Reiner pasó uno de sus fornidos brazos sobre el hombro de su amigo, alentándolo—. Bien, ahora, vamos.

Fue todo lo que el rubio dijo para comenzar a empujar a su compañero hacia la pequeña habitación que se ubicaba a pocos metros de ellos.

—¡Tu también, (Nombre)! —anunció Sasha, colocándote de pie y logrando que el pequeño trozo de papel escapase de tus manos, revoloteando hasta caer en el suelo—. ¡El tiempo es oro!

Gritaste tras ser empujada con firmeza hacia el interior del armario, dándote el tiempo necesario para presenciar como cerraban la puerta en tu cara y la habitación, era tragada por la oscuridad.

El lugar permaneció en silencio por algunos segundos. Te enderezaste y acomodaste tu cabello, evitando en todo momento la mirada de Connie, era lo que menos deseabas ver. El muchacho permanecía callado de igual forma, el único sonido audible eran las conversaciones exteriores y el movimiento de pies de los cadetes; iban y venían con total libertad.

—Hola —dijiste de forma tranquila para romper con aquel silencio incómodo.

—Hey —respondió, mas no hubo más. Segundos después, volvían a encontrarse en la misma incomoda y silenciosa situación. Un suspiro exhalado salió de tus labios.

—Mira, Connie...

—Sí, lo sé —interrumpió—. Sabía que estabas a punto de decirlo de todos modos.

Arrugaste tu frente confusa por sus palabras.

—Connie...

—Quiero decir, ¿Cómo se suponía que iba a ponerme de pie y confesarme a una chica que está fuera de mi liga? De todos modos, yo solo... Es solamente que...

No sabías si reír o simplemente sonreír.

—Connie, lo entendiste mal.

—¿Ah, sí? —río sin un ápice de humor—. Entonces demuéstrame que estoy equivocado.

Te inclinaste, vacilando un par de segundos antes, para brindarle un delicado beso en la mejilla. Springer comenzó a farfullar ante la poca credibilidad que daba al suceso.

—¿Qué...? Pero tú, quiero decir, yo pensé...

—Aparentemente, pensaste mal —Reíste entre dientes. Un cálido rubor abrazó tu rostro—. Me gustas, Connie. Eres muy divertido y dulce, además de un buen amigo —Tímidamente, realizaste una pausa—. Ojalá pudiéramos ser más que eso.

La mano del chico buscó la tuya entre la oscuridad.

—Yo también —susurró—. Dime, (Nombre)...

—¿Hmmm? —Devolviste la mirada, intentando verlo en la oscuridad, aunque tu respuesta fue rápidamente interrumpida por los labios de Connie en un beso casto, pero dulce. Tus ojos se abrieron, sorprendida, y luego volviste a relajarlos. Sonreíste contra los labios de tu acompañante.

La mano de Connie se posó vacilante sobre tus caderas. Vaciló, esperando tu aprobación, presionando tus labios sobre los suyos en respuesta. El chico se puso rígido ante la sorpresa y luego sonrió. Lentamente; y con determinación, levantaste los brazos para envolver su cuello, acercando ambos cuerpos. Connie se echó hacia atrás, separando los labios para hablar. Aprovechaste la oportunidad para presionar tus labios contra los suyos de nuevo, con los labios separados, de igual forma.

Springer hizo un sonido de sorpresa, lo suficientemente fuerte como para ser escuchado más allá del pequeño armario. Una ronda de silbidos y risas sonó tras la puerta.

Prácticamente, se podía sentir el calor irradiando de las mejillas del cadete. Un sonido de frustración salió de sus labios, aunque rápidamente, se convirtió en una sonrisa.

Gritaste cuando sus dedos asaltaron tus costados, pinchando y presionando todos tus puntos débiles, haciéndote retorcer entre risas.

—¡Ah, Connie! —Jadeaste, tratando de reprimir tus risitas.

Nunca notaste que los gritos de los muchachos de afuera se acercaban.

—¡A-Ah! ¡Connie, eso hace cosquillas, detente!

Tu autocontrol se rompió y un ataque de risas brotó de tu garganta. Te aferraste desesperadamente a tu compañero, tus rodillas amenazaban con ceder ante el asalto cosquilloso.

Connie, sintiendo la multitud que se acercaba desde afuera, comenzó a hablar en voz baja y tonos taciturnos.

—Sí, te gusta eso, ¿no? Mis dedos en tu piel, tocando todos los lugares correctos.

Aquello sólo provocó que otra ronda de risas coquetas escaparan de tus labios. Entendiendo su plan, te uniste a él.

—¡Ah, sí, Connie!, ¡Ahí mismo!

Una risa brotó de los labios del chico, casi pudiendo escuchar el bufido detrás de ésta. Estaba tratando no soltarse en una sonora carcajada.

—Eso pensé. Eres una buena chica, (Nombre).

Estabas lista para responder cuando sonaron pasos por fuera de la puerta, y de repente, el armario se inundó de luz.

El rostro de Marco apareció, dejando salir un suspiro de alivio.

—Solo estaban bromeando, chicos. Le estaba haciendo cosquillas solamente.

Una serie de risas y suspiros llegaron a tus oídos cuando miraste más allá del chico pecoso y encontraste a la pequeña multitud esperando fuera del armario. Connie pasó rozándote y salió pavoneándose hacia la luz proveniente de la cafetería.

—¡Ja! Los había engañado a todos, ¿no? —proclamó en voz alta— ¿Si?

—Oh, cállate, Connie —respondió Jean—. ¡Estás presumiendo para ocultar el hecho de que no pasó nada!


La cara del más bajo decayó y comenzó a dar unos cuantos pasos atrás.

—Bueno, ya ves, yo...

Pasaste a un lado de Marco y con numerosas miradas siguiéndote, caminaste, dando un beso a Connie en la mejilla. Aquel acto provocó una serie de vítores que resonaron por toda la habitación.

Tomaste la mano del muchacho con una sonrisa tímida en los labios. Lo alejaste del grupo y lo llevaste a un banco cercano, siendo el bromista que era, no pudo evitar mirar por encima del hombro y sonreír descaradamente a Jean y a los demás.

Pasaron el resto de la noche juntos, susurrando chistes y riendo en compañía del otro. 



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No me pregunten porqué Connie, yo solo traduzco jaja. Sin embargo, este se me hizo muy lindo y enternecedor, no fue tan malo después de todo, Connie también tiene lo suyo. ♥

Seven Minutes in Heaven | SnK x Reader | Traducción.Där berättelser lever. Upptäck nu