10. El Pacto de los Demonios.

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Ela se vió tan abochornada por un momento, que casi olvidé que estaba dibujando runas extrañas para matarme.

──Astra, ¿qué dices que viste? Mira, yo...

──Déja, no tiene importancia, lo que te haga feliz.

Decidí poner mi atención en la escena y a lo lejos lo ví, con su larga sotana volando contra las piedras antiguas, como la imágen viviente de un dios; suponía que a eso aspiraban todos los sacerdotes, a ser la representación divina en la Tierra.

──Padre.

Feryal corrió con tal efusividad que quedó perdida entre el terciopelo escarlata, abrazando al viejo con un cariño que desentonaba con la solemnidad estudiada del anciano.

──La Madre te proteja y guíe, mi niña, ¿cómo has estado?

La siraytza sonrió, con las emociones efervesciendo en sus ojos, pronto su mirada se cristalizó como si todos sus pensamientos hubieran flotado al exterior en un movimiento fuera de su alcance.

En vano intentó ocultarlo con una sonrisa.

──Bien, he estado bien, Lysander también te ha echado mucho de menos.

El rey sonrió como si aquello fuera un regalo que él no quería dar, recibió a su suegro con un cordial apretón de manos, mechones ébano escapando de su peinado con la leve inclinación.

──Espero hayas sabido cuidar a mi adorada hija.

La mencionada sonrió como si se tratara de un chiste sin importancia, Lysander tomó la mano de su esposa con lentitud, depositando un suave beso en el dorso de ésta.

Enderecé mi espalda, sintiendo el dolor como una leve molestia.

──Sería un tonto al descuidarla.

Luego la comitiva comenzó a desplegarse hacia el palacio, donde habría una fiesta de bienvenida al Alto Karsten, y allí todos los nobles tendrían oportunidad de rendirle su afecto.

Lysander fue sutil al cruzar junto a mí.

──Ven a verme.

Fui lo suficientemente prudente como para esperar a que la reina Feryal acudiera a su impostergable reunión con la sacerdotisa del Templo

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Fui lo suficientemente prudente como para esperar a que la reina Feryal acudiera a su impostergable reunión con la sacerdotisa del Templo. Ella solía acudir mucho a la fé, según los rumores también había llamado a un importante sanador desde lejos, que había prometido ayudarle a concebir.

Bien podría embarazarla él, porque por parte de su marido yo no partiría una lanza.

Al entrar a su estudio, tan sistemáticamente ordenado como la apariencia del rey, lo encontré hojeando entre libros de cuero.

──Astra.

──Saerev Lysander.

Él alzó sus ojos hasta mí, dos pozos negros que podrían ahogarte. Me indicó que tomara asiento y, cuando lo hice, al fin logré retener su atención.

Sonata Siniestra©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora