38. El Juicio de los Sabios.

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XXXVIII:
El Juicio de los Sabios.

❝ Ningún héroe sirve mejor a su causa que muerto ❞

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Ningún héroe sirve mejor a su causa que muerto ❞.

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ASTRA

Una leve melodía llegaba de los bosques, junto con el susurro de las hojas o el crujir de las ramas bajo los pies de visitantes invisibles.

No sabía qué era, pero me llamaba, tiraba de mí como un hilo dorado, delicado y a la par tan resistente como para obligarme a seguir sus pasos.

En medio de la noche, y a resguardo de su oscuridad, entré al Bosque de Sangre, guiada por la melancólica sinfonía de una balada.

Mi aliento se congelaba frente a mí en cada respiración, mis pies descalzos sobre la escarcha y la tierra húmeda, pero seguía tirando de ese hilo, embriagada en un encanto más antiguo que la naturaleza misma.

Cientos de mariposas, de alas tan negras como las de un cuervo, alzaron su vuelo en medio de la noche, para fundirse en el cielo invernal acompañadas por el abrigo lúgubre de la melodía.

──Vak indèr.

La música se había detenido, pero proseguí con el mismo ímpetu, en busca esa vez de darle forma a las sombras que se congregaban frente a mí, un remolino de nubes, de humo negro y aire.

Estiré mis dedos hasta traspasarla, hasta que llegué a rozar la corteza áspera del árbol, ignorando las pequeñas hojas carmín que se juntaban sobre mi pelo como gotas de sangre.

──Ket ra ela, Astra.

Un mundo se abrió frente a mí, dispersando todo lo demás detrás de una cortina de agua, vi la noche de mi boda, me vi relucir en un vestido rojo, como una llama a punto de arder, de consumirse; observé también cómo clavaba una daga en el pecho de mi marido, para robarle el último aliento en vista de todos los absortos presentes.

Observé la torre arder en la danza del fuego, al ritmo de las campanas en la catedral que sonaban frenéticas, replicando con necedad el aviso del final.

Sonata Siniestra©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora